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las manos, calambres, insensibilidad en cierta parte del rostro) que se agravaba a medida que avanzaban los segundos. Mientras Gri activaba en forma inmediata el plan de evacuación yo le inyecté un dexametasona y le dí un ibuprofeno, una cuota de cariño y otra de humor (Mercedes Lopez). En minutos hizo efecto la medicina, y una bocanada de oxigeno profunda sacudió a Mariela, como si la hubieran sacado de un balde de agua luego de estar un tiempo sumergida. La ayuda ya estaba en camino, desde Tolar Grande (a 200km de distancia y a 6 horas de camino) venía la ambulancia y un médico a buscarnos al campo base. En cuestión de un minuto, y de manera intempestiva, el plan de un calmo ascenso se había transformado en un plan de urgente descenso.

respiraba distinto, me decía entre cortos intervalos de toma de aire que le costaba respirar. Llamé inmediatamente a Mercedes que estaba en la carpa contigua a 20 metros para que viniera y trajera con ella el botiquín. En ese instante con toda la intuición en la piel también les indiqué a las chicas que empezaran a desarmar el campamento. Nosotras sabíamos qué

hacer, cómo atenderla, teníamos los elementos y el conocimiento. Toda la teoría, consultas, charlas, cursos, etc, habían decantado bien y nos aportaba una gran dosis de seguridad, de tranquilidad para actuar. Y había que hacerlo en forma rápida, el poco oxigeno que ingresaba en el cuerpo de Mariela le había ocasionado un principio de hipoxia (cosquilleos en

Teníamos que bajar desde los 6.050 metros, eran más de las 20:00hs y el cielo se oscurecía. Tendríamos un descenso nocturno, no sabíamos cuanto nos demoraríamos. Si bien Mariela era parte del problema también era parte de la solución, su entrenamiento le permitió ser autónoma a la hora de bajar. En fila una detrás de la otra, paso a paso fuimos dejando las alturas, las estrellas comenzaron a protagonizar todo el cielo y se transformaron en antorchas que iluminaron nuestro camino, los glaciares fueron nuestra alfombra de descenso. A cada paso que bajábamos Mariela iba mejorando, el clima era tan perfecto que lo sentíamos nuestro aliado. No obstante la situación que vivíamos en medio de estos vastos escenarios, nos sentíamos protegidas, la montaña era nuestra amiga.


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