LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII (NEOCLASICISMO). ENSAYO Y TEATRO La Ilustración es un movimiento político, filosófico y cultural europeo del siglo XVIII caracterizado por la extrema confianza del hombre en su capacidad natural para resolver todos los problemas de la vida humana (es lo que se conoce con el nombre de Racionalismo). Se trataba de una interpretación optimista que consagra la idea del progreso del ser humano a través de la ciencia y de la educación, y de su divulgación como forma de acabar con las supersticiones del Barroco. El rasgo fundamental de este movimiento es que se aparta de la cultura eclesiástica y teológica y reivindica que la razón humana está por encima de otras fuentes de conocimiento, como el principio de autoridad de los antiguos o la tradición. Por ello, hay un desarrollo de las ciencias útiles como la Física o las Matemáticas. A la difusión de la Ilustración contribuyó el desarrollo de la burguesía a quien el espíritu del nuevo siglo benefició, dando valor al trabajo y al comercio como forma de crear riqueza. El movimiento literario dominante en este siglo es el Neoclasicismo que considera a los clásicos griegos y latinos como modelos a imitar. La creación artística está regida por los principios de orden, lógica, corrección, buen gusto, armonía, dominio de la emoción… con el fin de deleitar aprovechando o educar al tiempo que agradan. Como consecuencia, los géneros puramente creativos experimentan cierto retroceso, las obras resultan frías, poco conmovedoras por el excesivo control del sentimiento; sin embargo, alcanzan gran desarrollo las formas críticas y moralizantes. Las reglas y la imitación de la naturaleza y de los clásicos dirigen el arte neoclásico, mientras que el sentimiento queda proscrito. La literatura se convierte en medio de difusión de las ideas ilustradas. Lo específico de la Ilustración española es que hizo compatible la crítica y la razón con la tradición cristiana. Los ilustrados españoles del siglo XVIII descubrieron el “problema de España”: su decadencia, ignorancia y atraso respecto a Europa. Por ello la educación nacional se convierte en servicio público, se reforman las Universidades y se crean instituciones culturales o científicas como la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española (1713), la Real Academia de la Historia, o el Museo de Ciencias Naturales entre otros. Y por este mismo fin didáctico y moralizador, regido por el buen gusto y la virtud, los géneros que gozan de prestigio son la crítica, el ensayo y la literatura con un fin moral. Con el ensayo numerosos intelectuales intentaron difundir las nuevas ideas empleando un estilo ameno y claro que llegara al máximo número posible de lectores y con el que se superase el dogmatismo del pensamiento anterior. Destacamos a tres autores. El primero de ellos es FEIJOO y su obra Teatro crítico universal donde defiende la superación de las supersticiones y las falsas creencias y el empleo de la razón y la observación. En segundo lugar destacamos a CADALSO, quien, en sus Cartas marruecas, se sirve del artificio del viajero para hacer un recorrido reflexivo por las costumbres españolas del momento, la educación, el afán de ascenso social, el carácter de las clases altas, el lujo, la literatura o la amistad. Se trata una crítica satírica de España, su ignorancia, la decadencia de la ciencia o el desconocimiento de las “ciencias útiles”. Finalmente nombraremos a JOVELLANOS, impulsor del pensamiento y las reformas ilustradas en obras como Memoria sobre espectáculos, donde defiende el teatro neoclásico y critica las corridas de toros. En teatro, dado el importante papel que este género puede ejercer como medio educador y reformador de las costumbres, se defienden tragedias y comedias más racionales, sometidas a normas como la adopción de la regla de las tres unidades, la separación radical entre lo cómico y lo trágico, o la eliminación de todo lo imaginativo, fantástico y misterioso. Se trata de un teatro que combate con el popular teatro barroco, que no desaparece de la escena, y con los sainetes, cuyo autor más destacado fue Ramón de la Cruz. El más importante dramaturgo de la época, con el que la comedia neoclásica o de buenas costumbres alcanza el éxito popular, es Leandro Fernández de MORATÍN. Sus obras tratan de servir como instrumento para eliminar costumbres inadecuadas de la sociedad, como los matrimonios de conveniencia impuestos a los jóvenes en El sí de las niñas, o el afán de aparentar en La comedia nueva o el café; o como herramienta para difundir los ideales reformistas.