DON BERNARDO o'HIGGINS
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Sarniento de ejercer su autoridad sobre unas insignias de un pais estranjero, haciéndole ver que si Carrera habia ¡nfrinjido las leyes del pais, ellas mismas le imponían la pena. Pero de nada menos se trataba que de vengar las leyes quebrantadas. Habría sido un escándalo, según el estado de la opinión pública de Buenos Aires en aquel tiempo, castigar a Carrera porque habia vencido en un duelo. E l espíritu marcial sostenía con calor estos actos i consideraba en Carrera un hombre pundonoroso, valiente i afortunado i por esto se buscó el sesgo de la traición, en que no se intentaba castigar el hecho sino el modo. Felizmente, don
Pablo Vargas, que se habia
ocultado para evitar la prisión, dirijió una carta al jeneral don J o s é Miguel, que llegó a Buenos Aires pocos dias después del suceso, en que le espone que si el duelo era permitido, la muerte de Mackenna era legal, como podría testificarlo él mismo en el caso que se le asegurase su libertad i le pide le proporcione algún asilo donde guarecerse de la persecución que le amenazaba. Y a el jeneral Carrera habia contraído en Buenos Aires algunas relaciones respetables i mediante ellas pudo esconder a Vargas a bordo de un buque de guerra ingles, en donde permaneció hasta que por la entrada al gobierno del jeneral Alvear, se cortó la causa i se dejó a los Carreras en libertad, no sin que les hu»