49 hombre,
una Amistad-mujer,
ni con todas las creederas
de la c o m u n i ó n do los santos pararía semejante misterio. Vuelvo a mi asunto. Para viajar de Copiapó a Y a llenar es preciso atravesar cincuenta leguas de llanos de arena, cuestas de arena i quebradas de arena,; cabalgar casi siempre en muías trasandinas, cuyas mañas de m e nos consecuencia son m o r d e r , c o c e a r i c o r c o v e a r ; beber agua, con gusto a los cuernos en que es necesario l l e varla, i pasar el sol del medio d í a , que no p u e d e q u e mar mas el fuego del p u r g a t o r i o , b a j o una algarrobilla chamuscada, que con su sombra apenas puede amparar un centenar de culebras i lagartijas, que viven entre sus raices. Hasta los nombres de los puntos que va uno recorriendo o divisando, contribuyen a sofocar el alma. — Esta es ¡a Punta del diablo. — A q u e l es el Cerro del diablo. — Ahí detras está el Boquerón del diablo.—Esta noche alojaremos en el Infiernillo. — Antes que queme el sol llegaremos al Agua del demonio. — En suma, casi todos aquellos lugares están consagrados al dicho c a b a llero; p o r q u e no parece sino que fueran secciones territoriales de sus dominios. Si andando este camino, oyen ustedes decir el Agua buena, el agua dulce, el Sauzal, el Chañaral, no v a y a n , p o r D i o s , a imajinarse que e n c o n trarán sombras deliciosas i arroyuelos cristalinos; porque, no han de hallar sino fuego, o cuando m u c h o , en lugar (le agua, un b r e b a j e que no lo c o m p o n d r í a p e o r el mas desapiadado boticario. Semejantes nombres son una i r o nía cruelísima, la b u r l a mas picante que puede hacerse al viajero. P o c o s dias h á , transité p o r la primera vez estas r e jiones. (El que diga que no pueden llamarse p r o p i a mente rejiones, tenga la b o n d a d de pasar a, verlas.) En la tarde del segundo dia de v i a j e , a la hora en que el sol hiere todavía con sus rayos o b l i c u o s , pero que y a • lOTAÜEOni,;.
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