Viaje a Collioure - Homenaje a Antonio Machado

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seguido el desarrollo desde el principio, noto el hormigueo muy claro, muy dentro, muy cálido y muy grato. …El dieciocho de Febrero la vida se me escapaba del cuerpo, también a mi madre ¡la pobre! Nos colocaron un biombo de tela entre las dos camas. Aún dicté una carta el día 20 para Luis Álvarez, secretario de embajada en París. Mentí y le conté que la salud iba en alza pero ya sabía que me quedaban pocas horas. Dos días más tarde mi existencia acabó. Morí casi desnudo, como los hijos de la mar que yo mismo canté. Mis últimos versos, escritos en un arrugado trozo de papel, los encontró mi hermano José en un bolsillo del viejo gabán: Estos días azules y este sol de infancia… Dos ideas llenaban mi corazón cuando expiré: el amor a mis amores, Leonor y Guiomar, y el dolor por la pérdida de la República y de lo que significa esto para las libertades de España. Mi madre estaba moribunda a mi lado. Duraría solamente otros tres días. Por voluntad expresa envolvieron mi cuerpo desnudo en una blanca sábana, ¡era suficiente! Dos días después, Ana Ruiz, mi madre, salió del sopor y por unos instantes, lúcida, preguntó por mí. Mi hermano le mintió pero creo que no la engañó. Rompió a llorar como una niña y, en ese momento, se le fue la vida aunque la muerte real le sobreviniera al día siguiente. A pesar de mi deseada austeridad para todo lo relacionado con las pompas del mundo, la noticia de mi muerte corrió como la pólvora por los medios de comunicación y por todos los centros de internamiento de los republicanos españoles. Las autoridades francesas permitieron que doce soldados de la Brigada de Caballería del ejército español, recluidos en el sombrío Castillo de Collioure, salieran para llevar a hombros el ataúd. Dentro de él iba mi cuerpo amortajado por la sábana y acompañado de mi bastón. Fuera, una gran bandera tricolor lo envolvía bordada, como nueva Marianita Pineda, por una llorosa Juliette Figueres. En la comitiva civil que salió del hotel Bougnol-Quintana a las cinco de la tarde del 23 de Febrero, me acompañaban José, mi hermano, Julián Zugazagoitia, fusilado en 1.940 por el tirano y rebelde Franco, el cónsul de España en Perpignan, representantes de la Generalitat (Soler i Plá, Fontbernat y Costafreda), Garriga, presidente del centro español de Cerbère, y dos corresponsales de prensa británicos, E. G. de Caux del Times y Henry Buckley del Daily. También acudió el general Vicente Rojo, mi gran amigo y defensor de la República. Cruzamos el río Douy y nos dirigimos al puerto. Girando a la izquierda llegamos a la placita del ayuntamiento, hoy parece que la llaman 18 de Junio, y volvimos al pequeño cementerio situado detrás del hotelito de partida. Todos los españoles que no estaban presos en los campos de concentración franceses y la mayoría de los habitantes de Collioure asistieron con respeto y silencio al paso del breve cortejo. Hace setenta años que reposo en tierra, con una breve placa que dice: Ici repose Antonio Machado Mort en exil Le 22 de Février 1939 27


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