Viaje a Collioure - Homenaje a Antonio Machado

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HOMENAJE A DON ANTONIO MACHADO EN SU TUMBA DE COLLIOURE (FRANCIA) DIAS 30 Y 31 DE MAYO DE 2009

TERTULIA ALBADA Itinerario: Zaragoza – Bañolas - Santa Pau - Volcán de Santa MaragaridaBesalú – Collioure – Zaragoza LOS 18 DEL HOMENAJE: ROSA MUÑOZ – MARIBEL CHAMORRO – CARMEN LOPEZ - MIGUEL ANGEL PÉREZ – ARMANDO PÉREZ – MERCEDES CLOS – DEMETRIO CALVO – EDUARDO GIMENO – MARÍA JOSÉ MELENDO – FLOREN FALO – PEDRO ABADÍA – ANTONIO ABADÍA AURELIA CUADRADO – ALFONSO LÓPEZ – CARLOS TUNDIDOR – JESÚS LUCAS – PILAR BENITO – JUANA FERRER Fotografías y textos: Carlos Tundidor / Duende: A. Machado


VIAJE HOMENAJE A LA TUMBA DE MACHADO POETA, REPUBLICANO Y HOMBRE DE PAZ No suelo alejarme demasiado de Collioure. No es mi tierra natal pero sí es la que me acogió, mal que bien, en aquellos días grises y tristes de Febrero hace más de setenta años. Intento ser un buen anfitrión con las visitas que, como una procesión primaveral, recorren el pequeño cementerio y se quedan quietos delante de mi lápida con la emoción contenida en el rostro y una lágrima rebelde caminando despacio por su mejilla. ¡Cuánto agradezco el respeto que tributan! Una buena porción de ese respeto sé que es para la bandera tricolor que me ciñe, para ese símbolo de los ideales que comporta mi querida República. Por desgracia, muchos otros la defendieron igual que yo y ni siquiera tienen una tumba.

Gerona republicana

Coreo las estrofas de los poemas que recitan, las más de las veces son trozos de mis versos. Los recuerdo de memoria aunque noto que no me oyen. Siempre, haga frío o calor, sean muchos o pocos los que me visitan, sea muy de mañana o a la atardecida, siempre revoloteo sobre ellos. Estoy seguro de que notarán ese pálpito de cariño que quiero transmitirles. Algunos días, sobre todo los lluviosos de invierno, salgo de la helada y extranjera tumba para viajar a la busca del sol mediterráneo. ¡Cómo añoro la luz de mi Sevilla! En esas escapadas ocasionales me gusta corretear por la ciudad de Gerona, algunas veces hasta he llegado a Barcelona, a la capital republicana y culta que los generales rebeldes quisieron machacar y asesinar. Allí, rememoro el invierno del 39, ése en el que se había perdido el futuro, aquél invierno en el que la bestia negra del


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fascismo pateaba y destrozaba todo cuanto sonase a futuro y libertad. Uno de esos días, jugando a volar, llegué hasta Valencia. Me gustó volver al lugar que me acogió cuerpo y alma durante casi dos años, a esa torre rural cercada de naranjos y de luces que se llamaba Villa Amparo, en las afueras de Rocafort, pero no la supe encontrar. ¡Dios, qué cambiazo ha dado España! Pero aquél día de finales de Marzo, día lluvioso de primavera reverdecida, no sé por qué extraña razón, equivoqué la corriente acostumbrada y acabé en la ciudad del Ebro. No la conocía, o al menos no recuerdo que hubiera estado. Zaragoza cayó en manos de los rebeldes desde el primer momento. Mira por donde, al poco de llegar, escuché una conversación en la que hablaban de mi. Un poco de vanidad y un mucho de curiosidad fue lo que me llevó al lugar de los comentarios. En una pequeña sala de una Asociación llamada “Albada” -para empezar me gustó el nombre- comentaban media docena de personas una propuesta que planteaba homenajear a la República en mi persona allá por los últimos días de Mayo. Ése fue mi primer contacto con tal proyecto que no el último. No podría responder el porqué pero me gustó la sencillez de la idea, la iniciativa y decidí, en ese momento, prestarles mi apoyo. Así que, a partir de entonces, tendrían el aliento continuado de un poeta desaliñado y torpe. Allí mismo, estuve seguro de que llegarían al final y los vería por Collioure. La última vez que volví a Zaragoza para saber del proyecto fue un jueves, creo que el calendario marcaba veintiocho de mayo. Dos personas charlaban alrededor de una cerveza. Por la conversación, supe que se llamaban Armando y Carlos. -¿Cuántos somos al final? - Pues ahora mismo dieciséis. Hace dos días estábamos veintiuno pero... ha debido llegar la hora de las rebajas. - Tengo que llamar a Rosa, creo que vendrá al final. Bueno, con diecisiete no estaría nada mal. Llenaremos dos furgonetas que era lo previsto. - ¿Has calculado el importe del viaje? - Mira, el alquiler son doscientos veinte euros cada una, los peajes…, pongamos que 70 €, la gasolina puede que cien para cada vehículo, dormir quince euros..., en total puede que salgamos a 60/65 euros. - Quedaremos el mismo sábado a las seis de la mañana en la Plaza Aragón. Tu hermano y tú podéis recoger a parte de personal, yo haré lo mismo porque bajaré con el coche. Hay que intentar salir lo más puntual posible. Los coches habrá que recogerlos mañana ¿no?. - Sí. Yo lo llevaré a casa y saldré de allí el sábado. Supongo que Miguel Ángel hará lo mismo. - Bien, mañana nos veremos en el recital de Machado. ¡Quién sabe si la última plaza la podemos completar allí. Hasta mañana. - Vale. Si hay algo nuevo me llamas. Hasta luego.

Me intrigó lo del recital en mi honor. No tenía muchas ganas de una ida y vuelta innecesaria así que me hospedé en Zaragoza. Abundaban los sitios en el viejo cementerio de Torrero, paseé por las calles y panteones de la zona antigua un poco para 3


hacer tiempo, otro poco para conocerlo, pero también porque no tenía sueño. Al final dormí en un hermoso mausoleo que debía glosar al “polvo eres” y ser fosa común de los muertos anónimos. La hoguera de las vanidades brillaba con fuerza entre sus numerosos monumentos intentando tapar, sin éxito, las sombras de la muerte errantes por entre las cruces. De todas formas no es por criticar, pero para vivir de continuo me gusta mucho más mi pequeño y humilde cementerio.

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Panteón de fosa común. Zaragoza


Al día siguiente, con luz clara todavía y tarde de terciopelo, me acerqué a la hora en punto a los locales de dicha Tertulia. Una actividad casi febril se dejaba notar. Abundante personal llenaba las sillas de la sala. A contrarreloj, se estaba preparando el dichoso cañón acoplado al ordenador y así poder ver un disco con una serie de fotografías de Machado a lo largo del tiempo. Vamos, un viaje por la vida de Don Antonio a través de una colección de fotos. El local bullía de actividad, de eso y de las continuadas entradas de gentes que venían a enterarse de lo sucedido en los últimos meses de la guerra en la vida del poeta. Fernando Gracia, Luis Trébol, Manuel Quelle y Rafael Castillejo ultimaban los últimos detalles antes de comenzar el recital homenaje. A pesar de la inhabitual hora comenzó el acto llenando la sala cuarenta personas. ¡Un éxito, vaya!. Presentó el enciclopédico José Luis, como él mismo afirma, “el disco duro de la Tertulia”. Primero el video con el repaso a la vida del poeta mediante las imágenes de momentos importantes en la vida del poeta: fotografías de su niñez, de su boda, de reuniones con otros escritores, de su declive, de su funeral… El religioso silencio con el que se acogió la proyección terminó con un entusiasta aplauso. Después, recital de los últimos poemas escritos por Machado recitados por la hermosa voz de Luis Trébol, aquéllos en los que el poeta barruntaba el amargo final tanto de su vida como de la República, en los intermedios algunas canciones de Serrat con textos de Machado cantadas por Fernando y Rafael. Los aplausos son constantes, la emoción de los corazones se suelta en las palmas. ... Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico -sangre en la frente y plomo en las entrañas... que fue en Granada el crimen sabed -¡pobre Granada!-, ¡en su Granada! Poco a poco, la sala quedó vacía. Son casi las once de la noche cuando varios de los asistentes, los más trasnochadores, Montse, Eduardo, Floren, Carmen, Carlos…, dirigieron sus pies, cabezas y el resto de sus cuerpos hacia uno de los bares cercanos para alimentar el cuerpo después de haber saciado el espíritu. El reloj de la torre de San Antonio –o fue de otra torre- tocó la una, el toque sonó melancólico y recordatorio tanto que inició la desbandada del grupo. Cada mochuelo caminó hacia su olivo más o menos lejano. Mochuelos y lechuzas hubo que estuvieron de vigilia lo que restó de noche. Seguramente sentirían el


5 paso de la noche, el de las estrellas y quién sabe si el aliento inconfundible de unos versos y un poeta. Antes de irse, Eduardo preguntó por el estado del pasaje enterándose que todavía existe un sitio disponible. Todos le animaron para que fuera el pasajero número dieciocho dentro de un ratito pero tiene dudas. Si se anima o no, los diecisiete restantes lo verán dentro de cinco horas.

Me toca esperar otro poco. ¡Bah!, es tan poco rato que no tendré tiempo de aburrirme. Algunos hay que ni siquiera duermen este leve tiempo que resta hasta la cita. Pasaré la noche cerca de ellos, yo no necesito dormir y ellos parece que prefieren velar así que me sentaré cerca y escucharé sus palabras, sus pensamientos, aquellos suspiros que brotan directamente del corazón. ¡Qué velada tan amable y serena! Casi siento que termine. Alborean las luces de este sábado 30 de Mayo... ¿Milagro? Seguramente no, aunque sí que sorprende que solo pasen diez minutos de la hora y estemos los dieciocho en la plaza. Pero...¿no éramos diecisiete? Sí, pero pasa que Eduardo se durmió y en sus sueños, el hálito de don Antonio se le metió muy adentro, así que se despertó con tiempo para meter cuatro cosas en la bolsa de viaje y acudir puntual al lugar de la cita. Completos y contentos, el viaje comienza a su hora. Desde la misma salida, las canciones, risas, picardías, chascarrillos son continuos. Hay ganas de pasarlo bien en todos los viajeros, ganas de que el tiempo del viaje, largo por otra parte, sea un tiempo de libertad y de alegría. A las furgonetas se les pone nombre. Al bautizado como Tertulia uno se suben Armando, Jesús Lucas, Pilar Benito, Maribel Chamorro, Mª José Melendo, Pedro Abadía, Antonio Abadía, Rosa Muñoz y Juana Ferrer. El Tertulia dos arranca con Miguel Ángel, Carmen López, Aurelia, Alfonso, Eduardo, Demetrio, Floren, Mercedes y Carlos. Solo Zapatero sabrá si, por aquello de la ley de Igualdad, ser nueve mujeres y nueve varones los viajeros, es fruto del acertijo, de la paradoja, de la ley citada o de la casualidad. Nuestros gobernantes podrán estar tranquilos: este viaje se inicia bien, paritariamente, de igual a igual como debe ser. Armando y Miguel Ángel son los conductores expertos que conducirán plácidamente vehículos y ocupantes a su primer destino.

Veréis, si lo digo no se va a creer pero en esa paridad creo que, humildemente, tengo algo que ver. Tengo la impresión de que en ese tejer y destejer viajero, en esas altas y bajas, en ese trasiego en fin, mis ánimos y los empujones de aliento que les he dado en los momentos de bajón han podido influir en esa igualdad. Estoy contento, muy contento. Como si fuera una mariposa voy revoloteando de un coche a otro. En ambos el sonido es de fiesta alegre. En la uno la melodía es clásica, mozartiana, en la dos la música es de los sesenta y setenta según dicen. Yo me quedé más atrás, en la copla, pero escucho con agrado, hasta las tarareo, las canciones que se van desgranando y que corean alegremente los de la Tertulia dos.


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La carretera pasa con rapidez por delante de mis ojos. A veces, cuando paso de una furgoneta a otra me tengo que espabilar, y mucho, porque si no fuera ligero me dejarían atrás. ¡Qué diferencia con el vehículo en el que salí de España aquel 27 de Enero! Era una ambulancia y salimos de madrugada de Max Faixat con el destino puesto en la frontera. Báscara, Torroella, L´Escala, Sant Pere, Castelló de Ampuries, Figueres, Cadaqués, Port de la Selva, Llançá, Portbou… Allí, a quinientos metros de la frontera, en el alto de Els Balitres, los chóferes de las tres ambulancias abandonaron a los cuarenta ocupantes y nos dejaron en medio de la carretera, sin maletas ni dinero. La subida por la pendiente hasta llegar a la frontera fue atroz. A mi madre, de ochenta y cinco años, enferma, hubo que llevarla casi en brazos. Pero peor fue la llegada a la frontera donde se agolpaban miles de personas desesperadas sin documentación ni dinero, con hambre y frío, enfermas muchas de ellas. Mujeres y niños con solo lo puesto y, muchas veces, lo puesto era ropa ligera incapaz de frenar el viento helador que soplaba. Un caos en donde se comportaron con dureza, de forma policíaca, con maneras nazis, los policías senegaleses de la frontera. Casi un día para hacer unos pocos kilómetros hace setenta años y ahora los devoramos. Pronto llegaremos a la parada prevista para el desayuno y que haremos cerca de Barcelona. En menos de tres horas hemos hecho trescientos kilómetros, ¡qué barbaridad!

Desayuno en Bellaterra -Aquí, aquí. Este es un buen sitio para desayunar. -¿Nos ha visto mi hermano, verdad? Sí, ya lo veo.


7 -Bueno chicos y chicas, a desayunar en Bellaterra, a eso y a desaguar. El sol es radiante. De momento no hay nube alguna en el horizonte de la excursión. Un tropel, mejor dicho, dos tropeles de bulliciosos muchachos y muchachas en edad de merecer, salen de las dos furgonetas camino de alguna de las mesas del área de esparcimiento. Son las nueve de la mañana y las tablas de piedra se llenan de panes, bocadillos, tortillas, embutidos, vegetales, muy capaces de llenar el buche de dos o tres veces más viajeros que los que los vehículos han vomitado. En breve, se forman varios grupos dispersos. Una buena parte de ellos se reúne alrededor de las viandas, otros van camino de la cafetería. Pedro y su hermano son de los primeros que la visitan, Demetrio va a la caza del “País”, otro grupo formado por Miguel Ángel, Mercedes, Floren y Carlos, una vez acabada la tortilla de turno, se sientan alrededor de unos cafés, Armando y Lucas pasean por la zona. Todos visitan las salitas que hay en casi todos los sitios “al fondo, a la izquierda”, lo único que en este lugar hay que subir unas cuantas escaleras. En resumen, aligerando peso para poder resistir otra etapa.

Lago de Bañolas

Yo he parado con ellos. Por mi particular estado todo el mundo comprenderá que desayuno poco. De todas las maneras, huele todo tan bien y tiene tan buen color que una de las veces que paseo delante de las mesas, “pillo” un buen trozo de tortilla de verduras colocado en un plato, creo que el creador de tal exquisitez era Floren. ¡Estaba de vicio! Ahora se dice así, en mi tiempo diría que estaba delicioso pero el resultado es el mismo. No me ha visto nadie claro, pero la aparición manifiesta del hueco pone un leve gesto de estupor en el risueño rostro de la muchacha. ¡Qué diferencia con la


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primera comida que tomamos hace de esto setenta años! Pasados los controles finalmente, en la casa de los gendarmes nos dieron un pedazo de queso y un pan blanco que nos supo a todos a gloria. En esos momentos, todos eran mi madre, mi hermano José, su mujer Matea y mi amigo Corpus Barga además del que os habla. Entonces fue cuando me di cuenta que la guerra civil había quedado atrás y que lo que se nos venía encima era algo peor, la pesadilla del exilio unida a la bota del fascismo.

Lago de Bañolas, foto oficial Devoran las furgonetas los kilómetros de la autopista. El tiempo ayuda y todo va según el horario previsto. Es más, se lleva media hora de adelanto. Un accidente en la carretera y su correspondiente atasco consigue equilibrar dicho adelanto con lo que la hora de llegada volverá a ser alrededor de las once y media a Bañolas. En la Tertulia dos el conductor ha pasado a ser Carlos. Es su bautismo furgonetero pero acaba aprobado por Miguel Ángel bajo su vigilante mirada de profesor experto. El Black is black, la escoba, cuéntame, los chicos con las chicas, la yenka, la chica ye-ye y muchas otras van pasando por los oídos de los nueve integrantes coreadas incesantemente por la mayoría. Carmen y Demetrio juegan a la picaresca y a ser pícaros entre las risas de todos. En la uno, Mozart y Vivaldi reinan sin duda alguna. Las conversaciones, más atemperadas y sesudas, equilibran serenamente la alborotada juerga de la dos. Pero en los dos furgones, la alegría de vivir es lo que impera. Llegada a Bañolas. No hay demasiado problema ni para llegar a los alrededores del lago ni para aparcar en su proximidad. Eso sí, previo paso por caja en el aparcamiento. Un euro nos cuesta. ¡Para eso estamos en Catalunya! -Nos marcharemos sobre la una, o sea que tenemos casi hora y media.


9 -¿Qué podemos hacer? -Podemos dar una vuelta al lago, coger un barquito, sentarnos en una cafetería o ir al centro de Banyoles pero creo que no debemos salir de por aquí. -Me parece bien lo de dar una vuelta al lago. Algún tímido intento por parte de Pilar sobre propuesta náutica se queda en eso, en intento. La mayoría camina por el paseo arbolado que circunda el lago, tan bello como profundo. El sol y las escasas nubes invitan tanto al paseo como a plasmar detalles del lago en fotografías. El lago de Banyoles es uno de los más grandes de España. Es más, si se Armando y Bañolas, monumentales los dos considera lago y cuenca lacustre, el conjunto cárstico que resulta es el mayor del país. La superficie del lago es de 1,18 Km2 que parece poco pero si lo trasladamos a hectáreas, ciento dieciocho, y decimos que su profundidad máxima es de 63,5 metros las cifras impresionarán más. La altura a la que está es de 172 metros y es de tipo tectónico, estos datos son para los sabios.

Cuatro rosas en Bañolas


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Se formó hace 250.000 años, antesdeayer vamos, en la época Cuaternaria. Muchos científicos sostienen que el origen de las aguas del lago está relacionado con la pérdida de caudal de los ríos Ter y Fluviá. Otros estudios demuestran que el lago se alimenta de manera subterránea de los acuíferos de la zona de la alta Garrotxa. Los sesudos sabios de la Tertulia no ponen en solfa la primera teoría pero tampoco la segunda. Creemos a pie juntillas que es precioso, profundo, poético, pintoresco, paradisiaco y privilegiado. Y porque no se nos ocurren más adjetivos que comiencen con “p”, los que restan se los dejamos al lector ocasional para que pueda entretener su lectura con juegos inocentes. También puede ser un marco ideal para susurrar palabras de amor al oído de la pareja, o del trío si es que son más atrevidos y forman un triangular “menage”. De todas formas no objetamos al hecho cierto de que el agua sale al exterior en tres niveles diferentes formando la cuenca lacustre citada antes. Ésta se compone, además del propio lago, de los riachuelos de Espolla y de Usall, de la laguna de San Miguel y de los riachuelos de Estunes, Vilá, Deus, Marqués, Tanyers, Castellana, Can Morgat y Lió. Todos estos arroyos suponen un diez por ciento del total de aportaciones de Banyoles. En dos o tres grupillos más o menos numerosos acudimos al lugar de reposo de los vehículos. No falta nadie lo que será una agradable constante en la excursión. Es la una y cuarto de la tarde cuando arrancan las furgonetas hacia el destino final del viaje, al menos hasta la hora de comer, Santa Pau, en plena zona de la Garrotxa.

Me recuerda a mi querida Laguna Negra de los paisajes del Urbión. Es menos agreste pero igual de hermoso que el lago soriano. También musité palabras de amor mientras me miraba en los ojos de mi adorada Leonor. ¡Qué amargo quedé cuando murió! Tan solo pude disfrutar de su compañía cinco años escasos. El mundo se vino encima cuando quedé solo. Mi desaliñada compostura creció cuando se fue. Pienso que mis alumnos del Instituto de Soria me miraban con un punto de lástima y eso les impedía burlarse de tan torpe indumentaria como reflejan las fotografías de aquella época. Gracias a que me trasladé a Baeza. El tiempo, el recuerdo y el paisaje jiennense ayudaron a cicatrizar la herida del corazón, pero siempre irían conmigo su rostro y sus caricias. …Estos paisajes ayudan y avivan el recuerdo de aquellos días amargos. El 28 de enero de 1.939, gracias a unas gestiones de la Embajada de la República Española en París, pudimos tomar el tren desde Cerbère hasta el pueblecito costero de Collioure, asiento provisional de nuestros cansados cuerpos hasta un destino mejor y duradero. Cuando llegamos estaba lloviendo y hacía frío. Corpus llevaba en brazos a mi madre. ¡Pobrecilla! Enferma y desorientada, creía que era Sevilla el lugar. Nos habían recomendado el Bougnol Quintana, un hotelito económico en el centro de la villa. Su dueña era una persona simpatizante con nuestra República y nos atendió lo mejor que pudo. Puso a nuestra disposición dos habitaciones en la primera planta, una para mi hermano y su mujer y la otra para mi madre y para mí. No teníamos casi dinero pero al menos nos habíamos librado de los vergonzosos campos de refugiados, en la práctica campos de concentración, de Saint Cyprien y de Argelès Sur


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Collioure

Mer en donde se hacinarán docenas de miles de combatientes republicanos pero también de mujeres y de niños. Siempre consideré que esta actitud del gobierno francés fue una mancha vergonzosa de la que no pueden estar orgullosos. Pero dejemos los recuerdos tristes y volvamos al presente. Me reverdece de nuevo el corazón ver tanta alegría, tanto respeto y tanto compañerismo y amistad. Poco podré si no consigo que este viaje lo recuerden con tanto agrado como lo recordaré yo mismo. Para llegar a Santa Pau tenemos que decir que hemos tenido “ciertas dudas” y alguna equivocación pero, después de veinte minutos de maravillosos y controlados errores, logramos alcanzar esta villa medieval sin contratiempos. A la primera encontramos el albergue Bellavista, reposo de guerreros y también de guerreras en la noche próxima. A primera vista el sitio es bonito y cuidado, a la segunda mirada también pasa el aprobado alto. Un hermoso “cenador” preside el jardín que nos recibe al punto. Aparcamos y sacamos las mochilas y despensas. La intención es comer sin más tardanza, luego habrá tiempo de designar entre todos los compañeros y compañeras de habitación. -Tenemos reserva de Zaragoza, somos dieciocho al final. La señora que nos ha salido al encuentro hace un gesto de asentimiento y se mete a la recepción acompañada de Carlos. -Me dará su carnet. En vez de poner todos los nombres, le doy el documento con su nombre y diecisiete más. Las cuatro habitaciones están todas en la parte de arriba. Se instalen como quieran puesto que tienen camas de sobra. Son quince euros por cada uno, así que son… doscientos setenta.


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La frase no ofrece dudas, debemos pagar en un primer intento así que traslado la invitación al personal. -Chicos, tenemos que poner fondos porque hay que pagar a tocateja. Rápidamente se constituye un fondo millonario de sesenta y cinco euros por persona y se atienden los primeros pagos. Los primeros pasos están hechos. Nos enteramos del cómo y dónde dejar las llaves al día siguiente y disponemos el zafarrancho de la comida. Estamos solos en el albergue lo que facilita muchas cosas.

Cenador-comedor del albergue Bellavista El cenador lo hemos colocado “patas arriba” en nuestro intento de poner mesas y sillas en el lugar más apropiado para el festín. Unas palabras secas y cortantes con un acento marcadamente catalán nos paralizan. -Un momentet, un momentet. Tienen que pedir permiso para hacer lo que están haciendo. No pueden desmontar todo sin decirlo. -Solo estamos agrupando las mesas y sillas para comer, señora. No tenga cuidado que dejaremos todo igual o mejor que lo encontramos. -Sí pero han debido pedir permiso antes. -Ya disculpará pero no habíamos pensado en ello. No se preocupe que ya verá como ponemos todo de nuevo en su lugar. El cambio de impresiones parece que ha sido del agrado de la guardiana de las llaves del castillo puesto que sonríe leve y da el consentimiento con un gesto y una retirada honrosa a su torre del Homenaje. Cuando se va y creemos que estamos a salvo de escuchas, los murmullos y comentarios de todos apuntan en la dirección de que los cambios en el comedor no eran motivo de “chorreo” pero el ruido de los estómagos se escucha cada vez más fuerte y termina rápidamente con opiniones y disquisiciones.


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Comida comunal. Como en los mosqueteros, todo para todos y aún así sobra bastante. Demetrio se ha olvidado la pitanza en Zaragoza pero no hay problema: aparecen en el lugar de su mesa viandas de todos los colores con que paliar el despiste. A las dos y media la comida está bastante avanzada y da comienzo una tímida sobremesa. El fuerte madrugón ha tenido efectos importantes y perjudiciales sobre las margaritas y margaritos y explica la añoranza hacia cierta posición horizontal por la mayoría de comuneros. Se llega a un consenso: quedamos a las cuatro de la tarde para visitar Santa Pau. Resta una hora larga para levitar. Murmullos y más de un suspiro de satisfacción se escuchan cuando se alcanza el acuerdo, fácil por otra parte. -Queda repartir las habitaciones. Qué, ¿lo hacemos también paritariamente o por pajitas? -Mejor por una clasificación de ronquidos. Una sala la dejamos para ronquidos especiales, otra para los normales, la tercera para los leves y la última para los silenciosos. La alegre casa de la Troya vuelve a hacer de las suyas. Al parecer, todos y todas se “pirran” por instalarse en la habitación de los roncadores especiales y nadie pretende colocarse en estancias silenciosas y plácidas. Todos quieren acabar en las de jarana y el insomnio. Hay momentos que ciertas habitaciones semejan el camarote de los Hermanos Marx. Tenemos cuatro cuartos, tres de seis camas y la otra de cuatro, y claro, la geometría y la aritmética se tropiezan. Dieciocho personas para veintidós catres, imposible. Media hora más tarde, diversos acuerdos por consensos, aplausos varios -no decimos donde- y varias entradas y salidas de las habitaciones por parte del personal, el Rincón de Santa Pau puzle queda resuelto. Alguien tararea aquello de “los chicos con los chicos y las chicas con las chicas”, sin mezclas ni aditivos. La canción se extiende cual mancha de aceite. Finalmente, una de seis catres la ocupan cuatro varones y una fémina que se instala en un rinconcito. Otra de las grandes es ocupada por cinco durmientes del género femenino, la de cuatro camas está habitada por cuatro chicos y la última de seis lechos la ocupa el resto, esto es un varón y tres mujeres. Las orgías y el desenfreno están dispuestos para el futuro. Dos viajeros desaparecen del albergue en dirección al casco histórico de Santa Pau: Eduardo y Carlos. ¡Estos chicos no paran! Aprovecharán la hora corta de la siesta para recorrer sus calles, tomar café y hacer fotografías. 14


A las cuatro en sombra de la tarde cuatro personas esperan en las cuatro esquinas del jardín del Bellavista. Poco a poco van apareciendo las caras alegres del resto y se van añadiendo a las esquinas. Veinte minutos después, estamos en condiciones de hacer la visita oficial a la villa. Los rostros están relajados manifiestamente, la siesta ha realizado maravillas.

Santa Pau, vista general Santa Pau es una villa medieval del siglo XIII muy bien conservada y que tiene bien ganada la declaración de conjunto Histórico-Artístico. El castillo, cerrado y de propiedad privada, perteneció a los condes de Santa Pau, señores que, como podemos suponer, no tenían donde caerse muertos y por eso, los muy vivos, no querían morirse. El centro de la villa es, sin lugar a dudas, el “Firal dels Bous” (Ferial de Santa Pau: torre de la iglesia los Bueyes). Así se llama a la hermosa plaza porticada, corazón de la villa, con que el visitante se encuentra de bruces tanto si remonta el barranco por los caminos de pasarela como si lo hace directamente por la parte trasera, por el mirador de la villa y la plaza nueva. Los rincones evocadores abundan en esta gran plaza. A un lado tenemos la iglesia gótica, posterior en fechas, de finales del siglo XVI. Por las calles que desembocan en la plaza podemos observar dinteles y ventanas que nos miran con sus ojos cargados de siglos. 15


Salimos por las puertas de la ciudad al exterior, a uno de los miradores desde donde se ofrece una preciosa vista de la zona montañosa. Santa Pau es famosa tanto por su casco antiguo como por los “fesolets”. Los fesolets son un tipo de pequeñas judías cultivadas solo en las tierras volcánicas de Santa Pau y que son, además de sabrosas, un vivero de proteínas.

Santa Pau, suman 17 más el de la cámara Estamos en el corazón de la alta Garrotxa, tierras negras y fértiles con cerca de cuarenta conos volcánicos en un pequeño espacio. Volcanes como el de Santa Margarida y el de Croscat son casi míticos. La última erupción en la zona tuvo lugar hace muy poco, cronológicamente hablando. Hace 11.000 años el Croscat vomitó lava y cenizas. Frondosos bosques poblados de encinas y pinos con manchas de hayas, castaños y robles pueblan sus tierras. Las cimas más elevadas de la comarca son el Comanegra (1.557 metros) y el Bassegoda con 1.373 metros de altura. Cerca se levanta el santuario de la Mare de Deu del Mont que inspiró a Jacinto Verdaguer (mosén, por cierto) la obra Canigó. Es una tierra del románico. Este estilo arquitectónico está presente en las iglesias y ermitas de todos los pueblos y colinas. Rincón de Santa Pau 16


Una hora un tanto larga nos lleva el recorrido por el pueblo. La visión es satisfactoria para todos. Nuestros ojos y cerebros agradecerán las dos visiones de la comarca que llevamos a cuenta. Vuelta al albergue. A las cinco y media de la tarde dos furgonetas rugen por la carretera hacia el cercano aparcamiento de donde salen las rutas hacia los volcanes. El volcán más carismático es el de Santa Margarida y hacia allá nos dirigimos.

Cuatro “cardos” en Santa Pau

“Cuando ya no hay porvenir, por estar cerrado el horizonte a toda esperanza, es la muerte lo que llega”. Me he dormido. ¡Qué rabia! Me he perdido la visita de estos muchachos a Santa Pau. Me he dormido con la sonrisa en los labios después de asistir al divertido conflicto del sorteo de las camas. Esa misma sonrisa es la que debe haber prolongado la efímera siesta de siempre. Hoy, he descansado más y mejor. Sin embargo, lo primero que me ha venido a la mente cuando he despertado es la frase anterior, esa frase que le dije a mi hermano cuando ya estuvimos instalados en Collioure. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. …Nunca escribí algo tan sincero y que fuera tan profético en mi caso. No me importó. Los días en Collioure pasaban cada vez más tristes. Estaba profundamente apenado, no por mi situación sino por la de mi querida tierra y lo que la derrota de la República suponía para la libertad de España. La frase del principio la sentía cada vez más en el corazón. No tenía demasiadas ganas de vivir y de encontrarme cada mañana 17


con noticias desgraciadas de mi España, con noticias de muertes, de fusilamientos al amanecer –sabía de la crueldad y de la hipocresía de Franco y los generales victoriososy estaba seguro que las ejecuciones, las torturas y la persecución de todo aquello que sonara a libertad sería el diario quehacer de la posguerra. La verdad es que la realidad posterior superó ampliamente mis previsiones. La penuria, la escasez, la falta de perspectivas, la visión de mi pobre madre…, todo ayudaba para que en los días siguientes la enfermedad fuera ganando la partida contra la feroz jinete. Bueno, al fin los he encontrado. Están subiendo hacia uno de los volcanes de esta tierra negra y verde. En fila india, caminan por una vereda sombreada que me vuelve a recordar las veredas de San Saturio de la mano de Leonor. -Menos mal que todo el camino es a la sombra. Estaremos a veintimuchos grados a pesar de la hora. -Falta poco, tan solo debemos subir unos doscientos metros de desnivel y menos de una hora de camino. Llevamos más de media hora por lo que en poco llegaremos al alto y de allí bajar al cráter. ¡Sin miedo hacia el volcán de Sta. Margarida!

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Revolcados en el cráter de Santa Margarida


Las últimas cuestas son de mayor desnivel y las conversaciones se interrumpen, se guardan fuerzas y resuello atendiendo solo a los pasos que llevan cada vez más arriba. El paseo se está haciendo a la sombra de un bosque intrincado con mayoría de encinas y pinos. Poco se tarda en llegar a la parte alta en la que una flecha que marca Santa Margarida nos invita a bajar. No vemos nada más que la senda hasta que llegamos abajo del todo. Allí, un circo nos rodea, un circo de 330 metros de diámetro. Estamos en el cráter de un volcán y no ha hecho falta que vayamos a una isla del Pacífico. Nos aprovechamos de la situación, del sol, de la hierba, del cielo, del paisaje, del sentimiento casi sagrado de posar los pies en un volcán y nos abandonamos tumbados en el suelo, en un suelo delicioso que nos devuelve energías y proporciona más alegría y vitalidad si cabe.

Ermita románica de Santa Margarida Miguel Ángel, con su atuendo de Africa Korps va captando imágenes de viajeros felices tumbados y sentados. Mercedes también ejerce de fotógrafa experta (días más tarde recogerá un afamado premio de fotografía). Carmen ríe y se sigue metiendo con Demetrio, ¿o es Demetrio quien requiebra a Carmen?. Floren cuenta florecillas, pasatiempo maravilloso y universal, mientras sonríe a un horizonte hermoso. Armando rueda y rueda en el metro que le toca de césped con su camiseta a rayas. Pilar está absorta, en trance, contemplando la ermita. Lucas, botella de agua en ristre, charla feliz con Alfonso. María José, pensativa, busca quién sabe si dragones guardianes de bellas doncellas. Carlos toma notas. Pedro y Antonio reflejan una mirada feliz. Eduardo, tumbada su anatomía en tierra, deja pasar el tiempo lentamente… Quince minutos dura la delicia. No puede durar mucho más puesto que tenemos que llegar a los coches y alcanzar nuestra cuarta meta en el día. Nos 19


ha cundido el tiempo porque lo cierto es que sobre las siete ya estamos en carretera camino de la increíble ciudad medieval de Besalú. Pero para llegar tenemos que atravesar Olot y eso son palabras mayores. Olot es la capital indiscutible de la comarca. Es una ciudad asentada entre volcanes, en el centro justo de la localidad está el volcán Montsacopa. Este monte se aprovecha para lugar de disfrute, parque de Sant Francesc. Es una ciudad con treinta mil habitantes de hecho y un bosque mítico de derecho: la Fageda d´en Jordá, bosque de hayas y de hadas, de cuentos y de duendes. No tenemos tiempo más que para perdernos un poco, por lo tanto no podremos ir al Firal, paseo central que comunica la iglesia de San Esteve con la plaza de toros, el Coso taurino más antiguo de España después del de Ronda. Por dicho paseo nos podemos encontrar con edificios como el Casino, el teatro Principal o Can Solá. Llegamos a la ciudad. La Tertulia uno, que va la segunda, se mete en una gasolinera por propia iniciativa, la Tertulia dos, que rueda la primera, observa la maniobra, digamos que no muy complacidos, e inicia a su vez otra maniobra envolvente que consiste en dar la vuelta aprovechando calles y callejas. Lo consiguen pero entonces descubren que tienen a la uno delante. Es evidente que han hecho lo mismo que la dos por lo que estamos igual que antes. Unas palabritas amables, repletas de filosofía, de Miguel Ángel se dejan sentir. Otras cuantas divertidas maniobras después alcanzamos la posición perfecta -¿la del loto?- y el climax. Volvemos a la gasolinera y empezamos de nuevo. Una vez que las dos furgonetas están en el mismo sitio, aprovechamos para rellenar sus panzas. Una constatación: La uno la hemos llenado con menos comida que la dos –un leve comentario parte de los labios de Armando-

Puente de entrada a Besalú: los 13 de la fama 20


Será que somos más finos conductores los de la uno? -¿Será que teníamos menos diesel de partida? –puntualiza Migue Ángel. Cargadas las furgonetas se vuelve a la ruta. Consiguen hacerla sin más interrupciones ni más alborotos que los normales en un tiempo record. Tres gasolineras más tarde han llegado a la carretera, transformada sin varita alguna, en moderna autovía. Gracias a ella Besalú se les presenta antes de tiempo. A las siete y media han aparcado y caminan agrupados boquiabiertos, admirando el maravilloso puente medieval sobre el Fluviá. -A las nueve en punto aquí de nuevo para la vuelta.

Atardecer: puente y torre de Besalú El puente es espectacular pero también lo es la ciudad entera. Pocos pueblos en España pueden presumir de tanta belleza y tan bien conservada, de tantos palacios, iglesias, calles y plazas, barrios y rincones. Actualmente Besalú cuenta con dos mil doscientos habitantes y sus orígenes se encuentran en la época ibérica con continuidad en la romana, aunque no se tienen noticias de épocas visigóticas ni de árabes. En el año 785 la ciudad se convirtió en capital de un condado. En el año 894 el conde Guifré, llamado el Velloso (premio al que adivine la razón del apodo), concedió a su hermano Radulf el condado de Besalú. Éste inició una dinastía de gobernantes que duró 220 años. Al morir sin descendencia el último conde, Bernat III, el condado pasó a formar parte del de Barcelona. De la trascendencia que tuvo la ciudad en esta época nos han quedado multitud de edificaciones. El puente medieval, además de ser la imagen más popular de la ciudad, es uno de los más bellos de Europa. La fábrica más antigua puede proceder del siglo XI. El puente se utilizó para cobrar peaje a los viajeros y por ello se levantó una torre fortificada en el extremo. Pasaremos el puente y llegamos al 21


Call, palabra catalana que designa al barrio judío. La aljama de Besalú poseía sus propias instituciones: la asamblea, el consejo, los notarios, los jueces, los vigilantes, los recaudadores, el rabino, el maestro, etc. Una muy principal figura de Besalú fue Ramón Vidal: judío trovador y gramático del siglo XII. Unas empinadas escaleras en uno de los extremos de la Plaza dels Jueus (de los judíos) conducen al baño judío, al Miqveh de Besalú.

En Besalú, escuchando interesados el himno del Barça Nada más pasar dicha plaza, un comercio escasamente medieval tropieza con nosotros. Algunos salen de él con un cucurucho de helado en la mano. Al poco se llega a la plaza Mayor, rodeada de arcadas semicirculares. Cuando llegamos a ella una charanga vestida de colorado llega al tiempo. Con sorpresa escuchamos el himno del Barça: están celebrando las copas logradas por dicho equipo, es el seny catalán. El Ayuntamiento es el edificio más bello y representativo de la plaza. La calle Tellaferro es una vía que deberemos pasear y que baja de nuevo hasta el barrio judío. Casonas y palacios nos acompañan. En la calle Mayor se encuentran casonas tan hermosas como el palacio de Sant Romá y la de La Font además de la iglesia de San Vicente fundada en el siglo X e inicialmente románica. Mientras una cervecita fresca alegra el gaznate de alguno y refresca el corazón, aunque no sé si la frase es al revés, se echa en falta unas flores con las que adornar la lápida de Don Antonio. Una pregunta curiosa acerca de una floristería y una contestación certera: la tenemos muy cerquita, al final de la calle, en lo que es la carretera. Es el “cumple” de Miguel Ángel, parece que ya no cumplirá treinta y cinco años y quiere obsequiarnos con unas tartas para la noche: una de crema y otra de limón. En el mismo establecimiento, Demetrio y Carlos mercan parte del desayuno del día siguiente. En justa correspondencia 22


con la efeméride, todos nosotros le obsequiaremos con una camiseta de diseño, suficientemente estrecha como para realzar sus pectorales, y que le daremos en la fiestecilla que acontecerá por la noche. Por los pelos llegamos a la tienda: la señora que la regenta había cerrado pero todavía estaba en el coche y en la puerta por lo que, amable, sale a abrir y atendernos. Nos prepara un gran ramo de margaritas blancas y otro de rojas aderezado con ramitas de adorno. Lo prepara con mucho mimo y acierto. Nuestro pequeño homenaje de mañana estará completo. Todavía quedan dentro del recinto ciudadano reliquias históricas como la iglesia de Santa María, iglesia del castillo inicialmente levantada en el siglo X y reformada en el XII, que es la que subsiste con apuros. Posteriormente fue hasta Colegiata. La Iglesia de San Pedro es lo que queda en pie del antiguo monasterio benedictino del siglo X. La casa Llaudés, muestra románica del siglo XII, alberga un patio central y una escalinata digna de un rey. Po último, el Hospital de San Julián lo vemos actualmente como una estructura románica del siglo XII. El portal contiene seis arquivoltas.

Pase de modelos en Besalú casi al anochecer La visita a Besalú la hacemos en grupitos. Armando, Mercedes y algunos más vuelven por las calles de la Plaza Mayor, Floren visita un taller de pintura, Demetrio, Miguel Ángel y Carlos pasean por una estrecha vereda a ras de río. El pose de modelos lo hacen los dos primeros, inmortalizando el evento con el Fluviá y puente al fondo. El camino es una delicia para el espíritu, para los ojos, para el olfato y para los otros cinco sentidos restantes (el tacto, el oído, el gusto, ese que llaman el sexto y el sentido común). 23


No son las nueve cuando comienza a llegar gente a nuestros pequeños autobuses. Salimos quince minutos tan solo después de la hora convenida. La vuelta es por el mismo camino, no debería haber ningún problema pero…

Estoy conmovido. El detalle del ramo de flores me ha llegado adentro. Estos chicos y chicas de Albada están en todo. Me he enterado de que me van a colocar una bandera tricolor firmada con el nombre de Tertulia Albada. Debería estar contento al verlos y lo estoy, la verdad. Lo único que me apena es que todavía, setenta años más tarde de mi muerte, existen las dos Españas, las dos irreconciliables Españas que hielan el corazón. Me divierten sus ocurrencias, sus risas, su amistad… ¡si todos fueran así! …En Collioure los días transcurrían lentos. Todavía en los primeros días de Febrero salía por sus calles apoyado en mi bastón inseparable. Dos veces llegué hasta el mar, hasta ese mar que tanto había cantado y que yo, de tierra adentro, tanto amaba. Dos veces fui acompañado por mi hermano José que se desvivía por mí. En la última, sentados los dos en una barca de la playa, recuerdo que le dije: ¡Quién pudiera quedarse en la casita de algún pescador para ver desde una ventana el mar, sin preocuparse de otra cosa que no fuera trabajar en el arte! En realidad, no solo mi hermano era el que cuidaba de mí, Madame Quintana también lo hacía, cuidaba de que no nos faltara nada en la comida. Recuerdo que en una ocasión le confesé: “Ya que no puedo pagarle con dinero, le tendré que pagar con versos”. También Juliette Figueres, la dueña de la tienda de la plaza, cuidaba de que no me faltara tabaco y atendía el lavado y planchado de nuestra ropa. ¡Qué diferencia de comportamiento el de los franceses llanos con el de su gobierno! Esta gente nos quiere, sufre por nosotros y por nuestra malherida República, ¡Qué poco los malnacidos del Gobierno! A pesar de todos los cuidados, me notaba peor en mi estado general, el asma empeoraba y yo tampoco tenía demasiadas ganas de mejorar. Mi madre también agravaba su estado con rapidez. Cogí frío y se complicó con una pulmonía. Recuerdo que insistieron José, Juliette y madame Quintana en que me viera el médico del pueblo, Doctor Cazaben se llamaba, estaba lúcido y comprendí por los gestos, por los signos de complicidad entre ellos que era grave, comprendí que llegaba el camino de no retornar y no me dolió, amaba la vida pero solo si era de otra manera. Me resigné, no dije nada a mis amigos y hermano pero acepté perder la partida en mi último y trascendental juego con la Señora. En ese momento, mientras volví a abrigarme con la camisa, unos leves rayos de sol anunciaron que estábamos en la mitad del mes de febrero pero no lograron calentar mi corazón lo suficiente. Hasta la entrada a Olot todo va normal. Vemos un cartel que nos indica Santa Pau ¡estupendo!, lo seguimos y nos encontramos con unas obras que nos obligan a meternos a la izquierda. Todo va bien, si es la zurda la que aparece no puede ser para mal…Otro cartelito con la nota de “todas las direcciones”, en catalán claro, sale a nuestro encuentro. No lo seguimos. Unas cuantas calles y volvemos al inicio. Repetimos, las furgonetas siempre en el mismo orden de marcha: la uno, segunda y la dos primero. Cuando torcemos y nos vuelven los cartelitos de marras le hacemos un corte de mangas y 24


elegimos ahora el de “tots les direccions”. Más calles y calles pero también finalizamos en la rotonda de inicio. Bueno, no pasa nada, otra vueltecita y lo mismo. Unos pitos de advertencia de la tertulia uno consiguen que Miguel Ángel, que es quien va a los mandos de la dos, musite unas sentidas oraciones. Muy cortés, cede el primer lugar a los experimentados conductores de la tertulia uno y vuelta a empezar. Más giros a la izquierda. Tomamos la tercera vía, algo que se suele hacer siempre, pero terminamos en el mismo lugar. La cosa puede sonar a pitorreo pero es cabal como la contamos. Empezamos a divertirnos todos, ahora la sonrisa de Miguel Ángel es tan ancha como estrecha es la de Armando y Lucas. No hay más remedio que pedir ayuda. Las primeras personas con que nos encontramos no sabemos entenderlas bien al hablar en perfecto catalán. Una vuelta entera más tarde, en el mismo lugar encontramos un señor con un perrito. Desechamos al señor y la pregunta va para el amigo del hombre. Alegre, con un ladrido de contento, el rabo del animal nos indica la dirección adecuada.

¡Cumpleaños feliz! Tan perfecta es la explicación que, cinco minutos más tarde, sin saber demasiado cómo, nos encontramos en la primera rotonda de la venida, aquélla de la primera gasolinera. ¡Tres hurras por el perro y por los conductores! Bueno, lo cierto es que no estábamos perdidos, estas vueltas han sido para conocer muy bien una zona determinada de Olot. La carretera apunta, como una flecha, directamente a nuestro destino nocturno, el albergue Bellavista. Hemos completado tantos circuitos sobre Olot que la ciudad no debería tener secretos para nosotros pero, por si acaso, no lo comprobamos. 25


A las diez y cuarto de la noche (hay que precisar) estamos en nuestra posada tan ricamente. Duchas después, cenamos los restos de las comidas en la sala polivalente. La ducha de Carlos ha debido ser con sales de baño puesto que llega a los postres. Demetrio y Carmen, como primer galán y primera actriz que son, continúan deleitándonos, ahora a los dieciséis restantes, con requiebros, galanterías, pícaras sonrisas y zalamerías mutuas. Esta amable cháchara abre los festejos del cumpleaños. Hay tartas, velas, discurso del feliz homenajeado, cánticos del “cumpleaños feliz” y regalos. La camiseta de diseño se le ofrece en bandeja. Miguel Ángel está encantado con el regalo. La única duda que tiene es de si tendrá que convertirse en sílfide para poder llevarla. Salimos de dudas. Pudoroso él, pasa a otra estancia para colocarse la camiseta sobre su apolíneo pecho. Un ¡ohhhh! general le recibe cuando entra de nuevo. Decididamente, es bastante estrecha. Por marcarle le marca hasta los pulmones. Una de dos, o se cambia al día siguiente por otra mayor o se le regala el libro de “como perder tres tallas en quince minutos y convertirse en una línea”. Se decide lo primero. Repartimos los versos para el día de mañana. La organización, muy en su lugar, ha impreso una veintena de los versos más populares e intimistas del poeta para que cada uno lea el que prefiera delante de la tumba de Machado. Ensayamos el “caminante no hay camino…” a dieciocho voces y música de Serrat pero algo nos dice que será mejor dejar las pruebas para la hora de la verdad. Seguro que al natural saldrá el auténtico “duende” que borde el cante. Pilar nos deleita con cierta historia levantina, una historia de prensa levantisca, doncellas ingenuas e impacientes y muy bien templados caballeros. La hora de las brujas ha llegado. Faltan brujas y duendes pero algunos parece que se prestan. El personal va dejando los asientos. Se dirige hacia sus aposentos convenientemente distribuidos en función de los distintos grados orquestales en la oscuridad. Todos se han ido ya a la “piltra”. ¿Todos? No, un reducido grupo de galas y galos, o sea los pendones de la casa, han salido a ver y contar estrellas. Confiamos que no sean estrellas, sol y luna. Armando, Lucas, Carlos, María José, Floren, Eduardo, Miguel Ángel y Rosa deambulan por las callejas desiertas de la villa medieval. En su devenir, uno de los bares que encuentran y que aprovechan para ver los luceros desde su terraza, les promete un suculento desayuno a las 8 de la mañana que es la hora que se ha fijado para el desayuno. A la una y cuarto de la madrugada el albergue queda en completo silencio. Un visitante inesperado que llegara de madrugada solo escucharía unos leves suspiros incapaces de predecir sueños de tanto personal.

Esos cantes los tienen que mejorar desde luego. ¡Bah!, estoy seguro que lo harán mañana en el cementerio. Me gusta la idea de que declamen unos versos delante de mi tumba. Por lo que he visto y oído, la selección hecha es buena. Son los versos que proclaman mi filosofía ante la vida, los versos que simbolizan todo lo que he amado, defendido y creído. No tengo sueño. Me pasa parecido a lo que algunos. ¡Qué pasada, qué lleven dos días sin dormir algunos que yo me sé y todavía les cueste irse a la cama! Estoy nervioso y excitado. Con frecuencia me llegan gentes de todos los rincones como homenaje a la República en mi nombre pero esta ocasión es muy especial, como he 26


seguido el desarrollo desde el principio, noto el hormigueo muy claro, muy dentro, muy cálido y muy grato. …El dieciocho de Febrero la vida se me escapaba del cuerpo, también a mi madre ¡la pobre! Nos colocaron un biombo de tela entre las dos camas. Aún dicté una carta el día 20 para Luis Álvarez, secretario de embajada en París. Mentí y le conté que la salud iba en alza pero ya sabía que me quedaban pocas horas. Dos días más tarde mi existencia acabó. Morí casi desnudo, como los hijos de la mar que yo mismo canté. Mis últimos versos, escritos en un arrugado trozo de papel, los encontró mi hermano José en un bolsillo del viejo gabán: Estos días azules y este sol de infancia… Dos ideas llenaban mi corazón cuando expiré: el amor a mis amores, Leonor y Guiomar, y el dolor por la pérdida de la República y de lo que significa esto para las libertades de España. Mi madre estaba moribunda a mi lado. Duraría solamente otros tres días. Por voluntad expresa envolvieron mi cuerpo desnudo en una blanca sábana, ¡era suficiente! Dos días después, Ana Ruiz, mi madre, salió del sopor y por unos instantes, lúcida, preguntó por mí. Mi hermano le mintió pero creo que no la engañó. Rompió a llorar como una niña y, en ese momento, se le fue la vida aunque la muerte real le sobreviniera al día siguiente. A pesar de mi deseada austeridad para todo lo relacionado con las pompas del mundo, la noticia de mi muerte corrió como la pólvora por los medios de comunicación y por todos los centros de internamiento de los republicanos españoles. Las autoridades francesas permitieron que doce soldados de la Brigada de Caballería del ejército español, recluidos en el sombrío Castillo de Collioure, salieran para llevar a hombros el ataúd. Dentro de él iba mi cuerpo amortajado por la sábana y acompañado de mi bastón. Fuera, una gran bandera tricolor lo envolvía bordada, como nueva Marianita Pineda, por una llorosa Juliette Figueres. En la comitiva civil que salió del hotel Bougnol-Quintana a las cinco de la tarde del 23 de Febrero, me acompañaban José, mi hermano, Julián Zugazagoitia, fusilado en 1.940 por el tirano y rebelde Franco, el cónsul de España en Perpignan, representantes de la Generalitat (Soler i Plá, Fontbernat y Costafreda), Garriga, presidente del centro español de Cerbère, y dos corresponsales de prensa británicos, E. G. de Caux del Times y Henry Buckley del Daily. También acudió el general Vicente Rojo, mi gran amigo y defensor de la República. Cruzamos el río Douy y nos dirigimos al puerto. Girando a la izquierda llegamos a la placita del ayuntamiento, hoy parece que la llaman 18 de Junio, y volvimos al pequeño cementerio situado detrás del hotelito de partida. Todos los españoles que no estaban presos en los campos de concentración franceses y la mayoría de los habitantes de Collioure asistieron con respeto y silencio al paso del breve cortejo. Hace setenta años que reposo en tierra, con una breve placa que dice: Ici repose Antonio Machado Mort en exil Le 22 de Février 1939 27


Tres días después, el 25 de Febrero, mi madre moría a los ochenta y cinco años, y recibía sepultura en tierra, cerca de mí, en un rincón del cementerio reservado para pobres. …Ha amanecido. Nubes grises ensombrecerán el día pero a pesar de ellas, la jornada será de una alegría desbordante para mí. Setenta años más tarde regreso a mi tumba acompañado esta vez por un grupo de amigos y amigas, por un grupo de aragoneses que quieren honrar mi memoria y la de la República, la de esa tercera República que vendrá pronto, vacía de odios y repleta de libertades. Azotan el limonar las ráfagas de febrero. No duermo por no soñar.

Besalú de día A las ocho de la mañana van saliendo los tertulianos de sus aposentos. Somos puntuales. El desayuno lo tomamos a las 8,30 en el bar de Santa Pau, pero ¡oh, desilusión!, los prometidos huevos con chorizo nocturnos se han evaporado para convertirse en simples y mortales cafés, cafés con leche, cortados, descafeinados, cortos de café… y las mil posibilidades que ofrecen tan escasos elementos. Menos mal que las tartas compradas el día anterior hacen su aparición y, cortadas en veinte cuadritos, sacian el apetito de tantos y buenos madrugadores. Salimos a las nueve. Seguimos con el orden establecido. El microbús uno, trascendental él, va en la retaguardia y el dos, pachanguero sin remedio, 28


La Jota en pleno en medio del puente de Besalú

¡Y luego hablarán de Bradd Pitt! 29


en la vanguardia. Pero las caras de todos lo dicen todo, siguen alegres y con ilusión el recorrido de la última etapa. Parada en Besalú por el tema del cambio. Tenemos suerte y la tienda en la que se compró es la madrugadora del lugar. El canje dura pocos minutos. ¡Ahora sí que entrará el cuerpo en la camiseta! De nuevo a las furgonetas. La parada ha servido para una nueva sesión fotográfica pero esta vez con luz perfecta de amanecer. El día es agradable. Algunas nubes pasean por el cielo pero no dejan presentir el diluvio posterior.

De aquí a la eternidad Lo anormal en estos casos es equivocarse. Efectivamente, hacemos lo anormal. La dirección que tomamos es la de Figueras pero en vez de tomar la cómoda autovía, Carlos, el conductor de la dos, no la encuentra y enfila de otra manera. Nos vamos por una carretera del interior, pequeñita, curvilínea y casi eterna. Eso sí, más bonita. ¡Vamos que si estuviéramos hablando del arte amatorio lo festejaríamos con mucho prólogo! No hay cuidado, a pesar de que las autovías se nos pierden, logramos llegar a Figueras y ahí sí, allí tomamos la “autorute” que nos tendrá que llevar a nuestro destino en lo universal. Primero la frontera. Un policía de la “gendarmerie” medio dormido nos califica como buenos y pasamos. ¡Maravilla de las maravillas! Conseguimos con la ayuda de todos, y también de unas chuletas hechas al alimón por Repsol y por Carlos, llegar a ver todas las ventanitas deseadas en la carretera. A las once y media avistamos Collioure. La vista es fantástica. ¡Ha valido la pena! Lo único malo es que circulamos con un tráfico denso y brutal, luego comprenderemos porqué, ahora mismo creemos que todos los franceses del 30


mundo están yendo a Collioure a comprar ostras y anchoas. El tiempo ha cambiado. Las nubecillas del principio hace tiempo que pasaron a ser nubarrones y los nubarrones, ahora, se han convertido en masas oscuras y amenazadoras que están dando paso a gruesas gotas de lluvia. Un kilómetro antes de llegar tenemos atasco. ¡Caray con el mercado de ostras! Pero no es solo el mercadillo dominguero lo que produce el tapón. Hay que decir que, un poco antes de llegar, el tertulia uno ha tomado la salida 13 hacia Collioure y el tertulia dos ha cogido la 14 hacia el mismo sitio. Esto quiere decir que llegamos a nuestra meta separados. Luego sabremos que lo haremos al tiempo pero que, mientras la uno ha girado en la rotonda del pueblo y caído por casualidad en el aparcamiento del cementerio mismo, la dos ha seguido al centro y ha intentado aparcar en el aparcamiento del puerto, que es una pequeña montaña al servicio del coche. Lo peor es que, justo cuando han enfilado la vía para llegar a la barrera, el cartelito donde pone aquello de libre o completo, ha cambiado a completo. Además se ha puesto a llover, mejor dicho a diluviar. Desde nuestra privilegiada posición, al estar en alto, vemos el verdadero motivo de tráfico tan intenso: una concentración de “escarabajos” y de pequeños microbuses de la Wolkswagen. Todos antiguos, preciosos, inmaculados, relucientes… una multitud, trescientos por lo menos.

En Collioure, la tertulia dos casi al completo Al fin, una pulmonía mató a Don Guido…no, antes que pase eso el cartel de completo cambia de nuevo a libre. Por fin podemos pasar a liberarnos del furgón y convertirnos en peatones. La comunicación con los de la Tertulia uno es inmediata. ¡Maravillas de los móviles! Por ellos conocemos que han tenido leves pérdidas de orina y apoteosis final en plena carretera. Nos encontramos en el mismo cementerio. Como las pérdidas urinarias no han sido globales, un


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grupo nutrido de tertulianos buscan lugar para aliviar vejigas. La lluvia arrecia y se convierte en temporal. En plena avenida central de la villa, atestada de franceses, Floren comienza a bailar aquello de “cantando bajo la lluvia” delante de los ojos atónitos de sus muchos viandantes. Carlos y alguno más también se arrancan a lo Fred Astaire y logran todos, sin gran esfuerzo, ponerse como sopas

Una flor entre flores auténticas, alegres, cantarinas y bailarinas. La entrada a la “toilette” va acompañada de alguna cerveza y de un leve picoteo por parte de los viajeros con urgencias que son más de la mitad. El resto han acudido al cementerio y están delante de la tumba de nuestro poeta esperando a que llegue el resto para comenzar el homenaje. La lluvia ha cesado pero el equipo cervecero se alarga demasiado y la parte del personal que está alrededor de la tumba se impacienta.

La tumba de Machado con nuestra bandera y nuestro ramo Todo arreglado. Pocos minutos más tarde todos estamos delante del último aposento del mayor poeta español del siglo XX. Decir todos quiere decir los dieciocho tertulianos además de dos o tres grupos de españoles de otros lugares. Todos estamos emocionados alrededor del pequeño panteón.


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La bandera republicana primorosamente bordada por Floren se coloca al frente. Depositamos el ramo de flores en la base y nos disponemos, pacientemente, a mojarnos, a escuchar y a leer los versos de homenaje. El cielo se ha desatado y el agua entra abundantemente por el enorme agujero de cielo abierto del camposanto. Hay varios textos sobre su tumba, oraciones, versos y saludos de caminante de españoles que han venido a rendirle homenaje. El panteón está rodeado por una gran bandera tricolor. Las nubes se han querido sumar al acto recordando la tristeza del entierro. Varios ramos de flores adornan la base además del nuestro. Comienza Carlos leyendo la oración en forma de versos que todos le hacemos a Don Antonio.

Llorando el cielo, inpertérritos abajo Desde el cálido nicho de la tierra que te dio cobijo al final de tu camino, sigues mirando con tus ojos vacíos el espectro de la España duplicada. Tu sonrisa paciente aguarda, quién sabe si todavía confiada, el final feliz de la contienda. Ora pro nobis, espíritu machadiano, lánzanos arengas tricolores, palabras que nos hablen de amores, del trigo, de soledades, versos que sepan a libertad, romances que floten sobre el mar.


33 Seguro que, apoyados tus pálidos huesos sobre el humilde bastón que te amortaja, escribes por las tardes los poemas, las canciones con olor a sal marina y los colocas despacito, con un suspiro, en el hueco marrón que te sustenta. Bebiste la porción de hielo que la España de cerrado y sacristía te sirvió en copa de metralla. Aún así, tu viejo corazón reverdecido amó hasta el borde mismo de la muerte. Fuiste un hombre bueno, fiador de un dios amable, pequeño, desnudo de oropeles, que no necesitaba más templo que tu pecho. Paso las páginas del libro por donde transcurrió tu vida de republicano, de marinero descalzo tan corto de equipaje. Paso las páginas y el aire me susurra, quedo, tu palabra –no creas que he muerto, gracias por venir con mi banderaOra pro nobis, Machado tus herederos son los que heredan aquella justicia que sembraste.

Vanitas, vanitatis

Después, entre la lluvia que arrecia y el silencio respetuoso de todos los asistentes - hay grupos de españoles que escuchan con agrado el humilde homenaje tertuliano- cada uno lee un pequeño fragmento de los versos del poeta. “Nunca perseguí la gloria” se mezcla con ese otro que dice “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. El “romero para ir a Roma, lo que importa es


34 caminar” surge tembloroso detrás del “españolito que vienes al mundo, te guarde Dios”. El “ojo que tu no ves” se lee después del “caminante no hay camino”. Emociona. Es el momento cumbre del viaje. El motivo central de la excursión, aquello que recordaremos siempre y que nos pondrá el corazón en un puño. La lluvia disimula las lágrimas. Los españoles que hay alrededor de la tumba aplauden con respeto el final de los poemas. Una familia de Barcelona nos comenta que les ha impactado y gustado mucho tan sencillo pero cariñoso homenaje; que nunca, y han venido varias veces, habían sentido tanta emoción como hoy y que es el acto más bello que han presenciado aquí. A todos nos reconfortan estas palabras y nos alivian del aguacero. Terminamos con el canto entre todos de “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Creo que ha salido bastante mejor que la noche pasada a pesar de la lluvia. Después una pequeña sesión fotográfica se impone, nos colocamos todos delante de la tumba y más tarde, uno a uno. Será un recuerdo imborrable. Alguno comenta la posibilidad de volver. Nos despedimos de don Antonio Machado, poeta republicano, honesto combatiente de las libertades y del amor. Está lloviendo a mares. Terminamos en la misma tasca de antes con la intención de esperar que finalicen los chuzos.

Puerto pesquero de Collioure

Me quedo aquí. No sé si habéis sentido mi presencia en estos días pero yo sí que os he llevado en este corazón de polvo que me queda. Son muchos años los que llevo muerto y, sin embargo, me ha emocionado vuestro recuerdo, vuestros poemas, vuestro respeto delante del lugar en donde yacen mis restos. Cuidaré con mimo, todos los días, el ramo de flores que pusisteis, trataré de que el aroma permanezca el mayor tiempo posible y evitaré que los empleados del ayuntamiento se lo lleven pronto. Me arroparé


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en la bandera bordada con esa palabra tan bonita, Albada, y me acordaré de todos vosotros con cariño. Llevaré vuestros nombres en mi recuerdo: Rosa, Maribel, Carmen, Miguel Ángel, Armando, Mercedes, Demetrio, Eduardo, María José, Floren, Pedro, Antonio, Aurelia, Alfonso, Carlos, Jesús, Pilar, Juana… Me quedo en la tierra desnuda, en esta tierra extranjera que me dio hospedaje. Desde mi mortaja seguiré asistiendo al peregrinaje de tantas buenas personas que vienen a verme. Creo que me quedaré una buena temporada quietecito, apoyado en mi viejo bastón pensando, reflexionando en el tráfago de estos días. Pero pasadas unas semanas, unos meses quizá, volveré a salir de la fosa. Volveré a volar aguzando el oído, ¡igual vuelvo a escuchar otra conversación de amigos que quieran llevar una bandera roja, amarilla y morada a una tumba de Collioure! Hasta entonces ¡un abrazo, compañeros, amigos! Un abrazo y ¡hasta siempre!

Iglesia de N. Sra. De los Ángeles Ponemos al día las sugerencias respecto a nuestro futuro en la ciudad de Collioure con tamaño diluvio. Hay versiones optimistas del tiempo aunque en estos momentos parecen utópicas. Tan solo hay una veintena de opiniones, esto ocurre porque solo somos dieciocho. A pesar de las muchas ocurrencias el ambiente es distendido y alegre. Mientras escampa, reimos, comemos, bebemos y holgamos. De beber algo de cerveza del país y vino rouge, de comer unas crêpes de varios colores y holgar lo justo. La minuta es de 60 euros que sacamos del fondo de comercio que gestiona Miguel Ángel. Se despeja. Las versiones optimistas han triunfado y esto se aprovecha para salir del tugurio y visitar la ciudad. Los más nos dirigimos hacia la zona del río y del puerto. La estampa de Collioure es maravillosa. Creo sinceramente 36


que mejora con el ambiente turbio que le confiere la bruma y las nubes grises que amenazan de nuevo romper.

Collioure, día de Junio brumoso Collioure es un pueblo bohemio, pesquero y pintoresco. Parece salido de la paleta de alguno de los pintores que, como Matisse, lo han frecuentado. El castillo en el alto domina la villa. El puerto pesquero, en la confluencia del río Douy, pequeño y acogedor, parece salido de una postal antigua. La iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles vigila la villa con su mole aislada. Pero lo mejor de la villa son sus calles, estrechas, recoletas, retorcidas, alrededor del puerto unas y otras en la parte más abierta del pueblo. La pequeña ría que forma la torrentera, en estos instantes con agua, se confunde con el mar. Un malecón cerrando el puerto da lugar a un bonito paseo por él. Una cruz, con crucificado incluido, decora el paseo por las rompientes. Desde allí, la visión del pueblo es más bonita si cabe. Los grupos en los que nos hemos dividido se juntan y separan con frecuencia. Son las dos de la tarde. El estómago aconseja pasear con la vista puesta en los menús de bares y restaurantes. Algún esforzado bañista se remoja por todos los sitios puesto que llovizna de nuevo. Aurelia, Alfonso y Demetrio se encuentran sentados a la sombra de un menú apetecible. María José, Floren, Carmen, Mercedes y Carlos lo hacen en la terraza de un restaurante con cierto estilo español. Con horario de la tierra y precios interesantes. Los primeros lo componen melón bañado en moscatel (muy rico y muy sencillo), mejillones con jamón, ensalada y mantequilla y un tercero formado por dúo de boquerones y calamares. Como segundos nos ofrecen cazuela de pescado (grandes recipientes de barro donde nadan en amigable compañía gambas, trozos de pescado blanco, calamares, mejillones y sepia todo ello aliñado de manera que apetece con solo olerlo. Otros platos 37


posibles son la dorada grillé con patatas horneadas con queso y una especie de alioli y tomate al horno. Todo esto junto al pan, agua, jarritas de vino rosado, postres (helado o crema catalana) se nos ofrece por 17 euros franceses. A las cuatro se ha quedado en las furgonetas para regresar al origen. Se hace tarde y la comida ha sido causante de la tardanza de cuatro personas de la dos y dos de la tertulia uno. A las cuatro y diez, corriendo veloces aparecemos por el aparcamiento siendo silbados convenientemente por los que han sido puntuales, como tiene que ser. La salida de la tertulia uno se hace sin problemas, la de la dos es arriesgadilla. Varias maniobras la hacen posible pero Carlos ha tenido que cerrar los dientes varias veces. Ahora se comprende el cartelito que hemos visto y que ponía “La empresa no se hace responsable de vuelcos”. Las dos furgonetas caminan hacia el encuentro mutuo y casi lo consiguen. Este famoso… ¿recuerda a alguien? Las dudas sobrevienen en la dos y el resultado es ir carretera arriba y abajo. Cuando más dudas tenemos, de repente, nos damos de narices con la Tertulia uno. ¡Estupendo, ya estamos todos! En fila india y en el orden de siempre, tomamos la carretera que nos llevará a Cervère. Efectivamente nos lleva, pero por la cornisa del mar. ¡No podía ser de otra manera! De nuevo nos hemos ido por un sitio distinto. Bueno, ¡qué más da! Sesenta kilómetros nos durará hora y media pero, a cambio, el paisaje será francamente precioso. La carretera, estrecha y llena de curvas, bordea continuamente el mar y vamos viendo playas, acantilados y pueblos desde una altura de más de cien metros. Tres pueblos más allá, llegamos a Cervère. La frontera está muy cerca. Otros diez kilómetros y nos llega una carretera un poco más ancha y más recta. Son las seis de la tarde y, meteorológicamente, vamos teniendo de todo: tímidos claros, tímidas lluvias, nubarrones espesos o cortinas de agua. Llegamos a Figueras. La autopista, que ahora sí que la encontramos, nos lleva hasta Gerona. En estos momentos disfrutamos de un verdadero temporal. Nos acompañará hasta que dejemos la provincia que, por cierto, es toda verde. Tomamos la que Alfonso y Lucas llaman transversal. Una carretera que cruza Catalunya por las provincias de Gerona, Barcelona y Lérida. Ventajas: menos kilómetros, menos peajes y más entretenida. Defectos: carretera en vez de autovía, por lo tanto más lenta. Pero tenemos suerte, la citada vía es muy buena, hay poco tráfico y, en algunos tramos, doble carril. A las nueve de la noche llegamos a Fraga. Siguen la juerga y los cánticos en los furgones. En la estación de servicio llenamos los depósitos y comprobamos ahora que el gasto de diesel ha sido parecido por lo que parece que la tesis primigenia de Miguel 38


Ángel era la correcta. Bajamos todos, nos despedimos los componentes de entrambos vehículos, vaciamos los depósitos, tomamos un refresco y nos congratulamos todos alegremente, seguramente no por este orden. Tomamos la autopista. Ponemos la directa para tratar de llegar a Zaragoza lo antes posible. Una llamada de la uno propone que, como tenemos que volver a rellenar los depósitos, nos veamos en la estación de servicio de Malpica. Pasamos la citada estación sin detenernos, pasamos la siguiente, y unas cuantas vueltas después acabamos en la estación de Salvador Allende, junto al parque del Tío Jorge. Allí sí que las despedidas son finales. Vamos dejando cada una de las furgonetas a viajeros en paradas intermedias y son las once de la noche cuando recalamos en la Plaza Aragón. El fin de semana ha sido precioso, largo y casi perfecto.

¡Adios Collioure!



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