El vínculo de las promotoras con los profesionales también sufrió transformaciones a raíz de la aparición del dinero: de una relación inicial de cooperación, las mujeres resignificaron el vínculo dándole el sentido de patrón/empleada, o puntero político/beneficiaria. El “empoderamiento” por parte de las mujeres participantes se logró en diversos grados, según las características personales de ellas y los distintos momentos de los proyectos. En la relación entre las promotoras y el resto de los vecinos, la evolución de las prácticas sociales -en el marco de los proyectos de promoción de la salud- hizo que pasaran de una situación en la que ambos se percibían como “dominados” en relación al equipo de salud y a la posesión del conocimiento para la promoción de la salud, a otra de dominación/dependencia a medida que las promotoras se apropiaban de ese conocimiento. Las relaciones de fuerza entre los miembros del equipo de salud, se constituyeron por momentos en verdaderos campos de luchas entre disciplinas biológicas y disciplinas sociales. De tales pugnas surgieron resignificaciones respecto a la salud y a la participación de la comunidad en las estrategias para la promoción de la salud.
Hallazgos Para las promotoras, la sensación de pertenencia a un grupo: el equipo de salud, o a una institución: la UPAS, pareció dotarlas de cualidades que las gratificaban -capital social y simbólico- la posibilidad de adquirir visibilidad, de “ser alguien” en el barrio. Las mujeres participantes que pudieron “empoderarse” durante el desarrollo de las experiencias registraron cambios disposicionales, comportamentales y el mencionado “efecto terapéutico” a sus malestares psico-afectivos. Relacionadas a su participación en las experiencias de promoción de la salud, se generaron importantes luchas de poder vinculadas al género y la representación social de la mujer 12