Crítica gladiator

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Crítica cinematográfica De la ciudad eterna a la eternidad Aitor Soler Normalmente cuando se destaca en exceso la banda sonora de una película suele ser mala señal, no es así con Gladiator, donde Hans Zimmer nos vuelve a poner los pelos de punta con acordes épicos. Eso sí, muy bien acompañados por escenas y actuaciones memorables, dignas de posar en las mejores galerías donde se mostrasen las mejores obras en la historia del cine. Mención aparte merece la recreación de Roma, donde Ridley Scott consigue alcanzar la excelencia en una película que ronda el sobresaliente durante sus dos largas, y a la vez cortas, horas. El director británico nos muestra con una veracidad pocas veces vista en la gran pantalla el apogeo de una ciudad gloriosa (180 a. de C.). Secuencias como la entrada triunfal de Cómodo en Roma o algún atardecer panorámico de la ciudad eterna nos regalan una belleza nunca antes vista. El cine esta vez nos regala algo que el paso de la historia nos robó. Pero sin duda la joya de la corona es el Coliseo, cuya recreación queda perfectamente descrita en las palabras de uno de los gladiadores cuando por primera vez ve ante sí la colosal arquitectura: “¿Habías visto algo parecido? No sabía que el hombre pudiera hacer algo así”. El Coliseo romano recreado de Ridley Scott es la Estrella de la muerte del siglo XXI, una escenografía legendaria para una película que pule todos los detalles. Banda sonora y escenografía son dos factores muy importantes para una película, pero realmente lo que marca las diferencias son las actuaciones que tienen lugar en ella. Porque al final lo que más tiende a recordar el público son las caras. ¿Y qué decir de un Russel Crowe excepcional en el papel de Máximo? Las pantallas de los cines se quedan pequeñas para albergar el arte que desprende su rostro en los primeros planos. Máximo, heroico capitán del ejército en algunas ocasiones y hombre que lamenta su destino en otras. Débil, poderoso, carismático o desesperado, pero siempre creíble en todas estas facetas. No se sabe con exactitud si el personaje es histórico, ficticio o simplemente un conglomerado de varias personalidades del pasado, pero lo único cierto es que Russel Crowe ha conseguido que la historia del cine guarde un lugar para Máximo Décimo Meridio. Y un gran protagonista nunca puede ser tal si en frente no tiene a un antagonista que le quiera eclipsar, tanto en la propia narrativa de la historia como a nivel artístico. Joaquin Phoenix, en su papel de Cómodo, nos refleja otra parte de Roma: la decadencia y la corrupción política. Un personaje al que


acabas odiando. Y pocos sentimientos son tan reales como el odio, es ahí donde reside el mérito de Phoenix. Si el Coliseo de Scott es la Estrella de la muerte del siglo XXI, Cómodo estaría cerca (aunque sigue estando lejos) de Darth Vader. El carisma del que carece Cómodo, lo compensa con la increíble actuación del actor puertorriqueño. Gladiator es una película excepcional en todos los sentidos, algo muy meritorio en un género bastante sobre-explotado por el séptimo arte. Pero Scott ha sabido juntar varios aspectos (unos efectos especiales inéditos, una banda sonora memorable, una historia atractiva y unas actuaciones brillantes) para innovar y ganarse merecidamente al público. Cualquier héroe del Imperio Romano, mitológico o real, desearía que se hiciera una película así sobre sus hazañas.


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