LA CIÉNAGA
Historias reales, familias reales.





La actriz clasica del cine nacional, Graciela Borges Protagonista de filmes como “Piel de verano” y “La terraza” ahora toma el rol de “Mecha” en esta pelicula, una mujer de clase alta con problemas de alcohol en tiempos de crisis. En contra parte se encuentra “Tali” su prima de clase mediabaja que es interpretada por la famosa Mercedes Móran, reconocida por proyectos más actuales tales como la serie “El Reino” o la aclamada pelicula “El Angel”. Ambas actrices pertenecen a diferentes epocas y etapas de la industria, sus años de experiencia se ven reflejados en lo realistas que son sus actuaciones las cuales lograron adaptarse a la perfeccion al enfoque que la directora busca darle al filme, para lo cual la capacidad de transmitir emociones de las actrices se vera reflejada al máximo. Ambas encarnan personajes de diferentes entornos y contextos, sus actuaciones junto con los demas aspectos audiovisuales de la obra nos permiten realmente introducirnos en cada escena.
La experiencia de grabar “La Ciénaga” fue sumamente enriquecedora para ambas dado a la peliculiaridad de la misma. En propias palabras de Mercedes: “Toda la concepción del personaje, las tomas, sus charlas con los técnicos, con el director de fotografía Hugo Colace, lo que hizo con el sonido... Confieso que fui descubriéndola a medida que fui
filmando con Lucrecia y también viajando con ella y sus películas. Sinceramente me siento muy afortunada de tener conmigo una película como La ciénaga, me felicito por haber seguido mi intuición y haber tomado esa decisión que en aquel momento podía parecer disparatada. Salir de un éxito tan popular en la tele, no quedarme a hacer lo que me ofrecían y optar por este proyecto... Yo sentía que esta película me salvaba, pero fue como desobedecer todos los consejos que me hacían. Tenía un deseo enorme de salir de la máquina de la televisión e irme a filmar una película independiente a Salta”.
- Sofía Bertolotto
- Martin Adjemiá
- Noelia Bravo Herrera
- Fabio Villafane
- Leonora Balcarse
- José Bordeou
- Silvia Baylé
- Maria Micol Ellero
- Andrea Lopez
- Daniel Valenzuela
- Sebastian Montagna
- Diego Baenas
La ciénaga es un retrato familiar un tanto borroso, donde la matriarca de la familia ha elegido ignorar y tampoco verbalizar todo lo que ocurre. La gran impavidez de Mecha reina en la casa y arrastra a todos sus hijos. La prima de Martel no va de mirar atentamente sino de escuchar y descubrir lo que esconden los ligeros gestos veraniegos de cada integrante de este mundo familiar. En ese sentido cada miembro está va a quedar lisiado, especialmente los hombres, condenados a repetir las acciones viriles que no entienden; a repetir mujeres, errores.
La apariencia es esa acción que mueve a todos los personaje masculino. Es de suma importancia aparentar menos edad; es importante aparentar no estar tuerto; es de suma importancia aparentar querer. La santa trinidad que conforman el padre y los dos hijos de La ciénaga se convierte en una especie de trío de monitos no sabios, donde el mayor calla para no buscarse problemas por sus mentiras (Gregorio, actuado por Martín Adjemán); el del medio no escucha para recuperar libertades (José, interpretado por Juan Cruz Bordeu) y el más pequeño no ve para rebelarse (Joaquín, por Diego Baenas). Así, la casa es como un remolino, donde las gafas negras le dan paso a la trusa de Momi (Sofía Bertolotto), al pelo de Verónica (Por Leonora Balcarce). Cada personaje femenino que habita en esta antigua quinta tiene su propio secreto, que no se esfuerza en esconder, sino que lo mezcla con la humedad relativa del ambiente. Cada personaje se encuentra atrapado en su vida de forma cenagosa. Si se mueven bruscamente para tratar de salir se hunden más. Aun cuando no habiten exactamente en ella. Es justo lo que le sucede a Tali (Mercedes Morán)
al tratar de escapar del padre de sus hijos más que marido, siempre con el pretexto de un viaje a Bolivia para asi comprar útiles escolares; y resulta que queda atrapada dentro del auto con ellos y los elementos ya comprados por este sin consultarle, como forma impositiva de decirle que no vaya. El dramático final para su hijo menor, que coincide casi con el abrupto final de la pelicula, permite imaginar que ni la muerte altera el estado de cosas en esta familia, sino que todo quedará igual: hombres y mujeres ocuparán sus respectivos roles designados, ya sea sin saber que decir unos ante la vida, o poniéndose gafas de sol otras, junto a la pileta.
Las diferencias sociales:
La ciénaga es un pantano, donde las clases sociales se hacen presentes. El patrón y el empleador parecen estar siempre completamente separados, pero la realidad es que los patrones esperpénticos no son dueños ni de sus vidas, ni saben lo que van a comer. Con La ciénaga, Martel ni romantiza, ni justifica el rol de la empleada doméstica, en su lugar lo transversaliza justo en lo que representa dentro de una sociedad que marca políticamente a los individuos por su color de piel, poder de adquisición, etnia u origen. La “chinita” Isabel(Andrea López) es objeto del deseo de los niños de la casa, es el sostén físico de la patrona.
Todo eso que es mucho y es nada. Y pasa más, mucho más. Pasa que la Momi (otra hija de la Mecha) está enamorada de Isabel, la mucama colla. Y pasa que la Mecha la quiere echar «porque la india se roba las toallas y las sábanas». Pasa que los chicos portan armas y que una vaca se hunde, lentamente, en una ciénaga de verdad. Pasa que nadie tiene sexo pero todos siempre lo husmean. “La ciénaga” es un universo de cosas pequeñas, una suerte de compilado de lados B de la vida de provincia, con gente que habla más de lo que hace falta sin decir nada, y otra que no habla nada pero da a entender casi todo. Está plagada de verdades porque no tiene ninguna para imponer, más que pintar cierta decadencia de una clase media. Lucrecia Marte con la disposición de un grupo de actores sorprendente, sin notas falsas construye en su primer filme una suerte de coro de miedos y deseos que no da descanso.
“El condenado camino al cadalso se detiene en todos los guijarros del camino”.
- Frase de Dostoievskique la inspira
Lucrecia Martel, directora de películas ineludibles del cine argentino como “La ciénaga” menciona que “existe una necesidad de esa palabra que se usa ahora que es ‘contenido’, esto excede la capacidad humana de consumo y de reflexión”, dice Martel a Télam en su casa del barrio porteño de Palermo, y apunta que “estamos creando imágenes y sonido para un vacío incomprensible”. La realizadora salteña, considerada una de las cineastas más influyentes de la historia del cine según una encuesta del medio especializado SlashFilm, habló sobre el prestigio, las series, qué fue lo que significó formar parte del llamado Nuevo Cine Argentino que surgió a fines de los noventa, su falta de prejuicios sobre convocatorias desde Hollywood (siempre que el proyecto le interese, aclara) y el interés de la actriz estadounidense Cate Blanchett por trabajar bajo sus órdenes. Según Lucrecia Martel, a la hora de escribir un guion, «aunque vos después quieras poner un plato volador, unos bichos verdes, tu fuente de inspiración, donde vas a imaginarte movimientos, formas de hablar, situaciones, es lo que te rodea. Y ahí lo vas a transformar en otra cosa. Si vos solamente te vas a dedicar a ver películas, es como que ya está todo armado por otros. Está buenísimo, pero eso solo no te va a ayudar; lo que te va a ayudar es tu vecindario, tu casa, tu familia, tu país».
No obstante, en 2016, también expresó la importancia de alejarse de lo «folclórico» o el retrato de la «esencia» a la hora de pensar el arte. «Quizás sea posible otra mirada sobre la música, la narración oral, el canto, la literatura, el cine, la televisión, la democracia, la política, el trabajo del funcionario público, el comercio, el amor, tambien el desamor, en fin, quizás sea posible ver algo nuevo si nos alejamos un poco
de aquellas ideas de esencia y de identidad que tan rápidamente nos sumergen en el patriotismo barato, belicoso y corrupto en el que este país parece empecinado. Barato, porque hay pocos esfuerzos de reflexión sobre lo que nos constituye como comunidad. Belicoso, porque fácilmente engendra una intolerancia. Y corrupto, porque está siempre a tiro para encontrar justificaciones a los privilegios. El folklore me ha parecido siempre una categoría inútil cuando no peligrosa. Lo que ahí se encuentra parece estar siempre condenado a la repetición y la conservación malsana. Como si las expresiones de la humanidad para ser valiosas debieran tener determinados antecedentes. Hay demasiada “mi tierra” en las zambas». Profundizando en esa línea, consideró que pretender retratar «lo femenino» significa caer «en un pantano»: «En torno a todo lo femenino, no me interesa contar nada. Si nos ponemos a pensar sobre eso caemos en un pantano peor que el del folklore. Cuando las observaciones son muy agudas, las categorías con las que domesticamos al mundo, como lo que se dice femenino, lo nuestro, lo ajeno, mi tierra, perecen».
“La ciénaga” es un universo de cosas chicas, una suerte de compilado de lados B de la vida de provincia, con gente que habla más de lo que hace falta sin decir nada, y otra que no habla nada pero da a entender casi todo. Está plagada de verdades porque no tiene ninguna para imponer, más que pintar cierta decadencia de una clase media. Lucrecia Martel —con la disposición de un grupo de actores sorprendente, sin notas falsas— construye en su primer filme una suerte de coro de miedos y deseos que no da descanso. Porque bajo esa falsa apariencia de tiempo circular, de empantamiento, lo que se instala sin llegar nunca a estallar es una constante tensión —familiar, sexual, social, generacional, racial— que involucra hasta el agobio. “La ciénaga” duele, que se siente en el cuerpo, incomoda y fascina al mismo tiempo, como muchas grandes películas lo han hecho. Y lo hace con varios recursos cinematográficos plenos: una mirada que no es condescendiente ni tampoco acusatoria, una luz que no embellece sino que comunica, y una narración acorde a los tiempos internos de los personajes. Dueña de un estilo único y alejado de cualquier línea o tendencia estética de moda, la realizadora salteña apareció en la escena –tras unos pocos cortos entre los que se destaca “Rey muerto” con una personalidad definida y un estilo ya formado.
Un intranquilizador tintineo de copas y botellas de vino son la sinfonía que acompaña en lo visual a unos cuerpos que se tambalean y se mueven con dificultad. Los cuerpos se arrastran y, a su vez, arrastran las reposeras y sillas de jardín sobre un suelo con relieve generando un sonido áspero que se suma a los agudos de las copas. Nada fluye. Al igual que el agua estanca de la pileta que los congrega. Ademas este sonido generado por las sillas siendo desplazadas por el suelo, es el que la directora tenía en su cabeza al crear la escena. Ella cuenta que el día del rodaje de esa escena, cuando llegó a la locación seleccionada y estaba todo ya dispuesto para rodar, descubrió que no estaba el piso indicado para que se generase ese efecto. Uno de los técnicos presente se atrevió a sugerir montar el sonido luego, en edición.
Comenzó otro día. La idea de una inmersión como concepto de construcción de una filme es crucial para Lucrecia . Por eso también evita la música extradiegética, es decir, toda música que venga de un afuera que trate de explicar la escena. Si hay música, será la que salga de una radio, de un televisor, pero tomada de la escena. Todo ahí. Nada que nos saque de la pileta a la que nos invita a tirarnos –en todas las películas de Martel el agua es fundamental-. Nada que nos explique por fuera, como un relator omnisciente, qué sensaciones habitan en la imagen construida. En
todo caso serán las que estemos puestos a experimentar y en este punto, en la inmersión, el sonido es fundamental. Ver La Ciénaga abre a la conciencia del entorno sonoro inmediato el cual conforma la película, película en la cual de repente se está. No queda más que estar. El sonido vibra, toca el cuerpo. No hay posibilidad de rehuirle. Todos los individuos capaces de escuchar están abiertos al sonido todo el tiempo. Se pueden cerrar los ojos pero no los oídos. David Toop explica que el oido es el primero de los sentidos que se desarrolla ya en el vientre materno. “Todos nosotros (o tal vez, debería decir: aquellos de nosotros dotados con la facultad escuchar) comenzamos como oyentes furtivos en la oscuridad, escuchando sonidos apagados del mundo exterior al que todavía no habíamos llegado”. Quizás al escuchar un sonido sin saber su origen, “nos devuelva una vez más al vientre, a flotar en la oscuridad, siendo escuchas furtivos de los sonidos misteriosos del mundo desconocido del afuera”. El sonido tiene el poder de situarnos en un afuera.
La ciénaga (2001)
The swamp Argentina / España 35 mm. Color 102 minutos
Fecha de estreno: 12 de abril de 2001
Guión y Dirección: Lucrecia Martel
Producción: Lita Stantic
Productores asociados: Diego Guebel, Ana Aizenberg y Mario Pergolini.
Jefa de producción: Marta Parga
Fotografia y cámara: Hugo Colace
Dirección de arte: Graciela Oderigo
Ambientación: Cristina Nigro
Montaje: Santiago Ricci
Sonido: Hervé Gudayer, Emmanuel Croset, Guido Beremblun, Adrián de Michele y Milena Poylo
Asistente de dirección: Fabiana Tiscornia
Intérpretes: Graciela Borges (Mecha), Mercedes Morán (Tali), Martín Adjemián (Gregorio), Leonora Balcarce (Verónica), Silvia Baylé (Mercedes), Sofia Bertolotto (Momi), Juan Cruz Bordeu (José), Noelia Bravo Herrera (Agustina), María Micol Ellero (Mariana), Andrea López (Isabel), Sebastián
Montagna (Luciano), Daniel Valenzuela (Rafael), Franco Veneranda (Martín), Fabio Villafañe (Perro), Diego Baenas (Joaquín).