Semblanza de Vittorio - por Honorio Rey

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Semblanza de Victorio Nacido en Turín, Italia, el 15 de enero de 1922, casi dos años después de Chiara, en una familia de la burguesía media, recibió de su padre, abogado de prestigio, católico liberal, una firme educación a la libertad y la justicia, y de la madre sobre todo el gusto por las cosas bellas. Apasionado de los libros, desde muy pequeño se sintió subyugado por personajes de Manzoni, "en los cuales veía reflejada de alguna manera nuestras debilidades", y en los que, según sus palabras, "la fe era todo y a todo le daba forma". Sin embargo, el personaje que más le apasionaba, como sujeto de fondo, era "el pueblo", y "soñaba una revolución que le diera al hombre una vida más humana". No por eso desdeñaba las aventuras de Salgari, Buffalo Bill, de piratas y todo tipo de viajes azarosos por el mundo. Aunque de temperamento abierto y sociable, recuerda, "crecí tremendamente individualista: 'yo sé, yo puedo'. Todo el mundo de ideas, de sentimientos, que todavía confusamente se iba gestando en mí, era mío, nada más que mío, objeto de mis sueños y de mis fantasías". A veces se imaginaba "como un político-soldado (le fascinaban las figuras de Napoleón y de Garibaldi), y otras veces como misionero". Cuando su hermano Pablo, 13 años mayor que él, cayó bajo sospecha ante el régimen fascista que se iba imponiendo en Italia, comenzó un largo calvario, que en Victorio "reforzó la convicción de que, si quería ser coherente, no podía permanecer indiferente ante la opresión y el dolor de la sociedad, y tenía que estar dispuesto a pagar de persona". La adolescencia dio paso a un espíritu crítico a toda enseñanza oficial, también de la Iglesia, paralelo a una creciente sed de coherencia que lo impulsaban a una búsqueda profunda de Dios. "Así llegué a un paso decisivo de mi vida, que tendría luego desarrollos insospechados, en medio de mis grandes debilidades y perplejidades, y me habría marcado para toda la vida: hice por mi cuenta el voto de consagrarme, no sabiendo bien cómo, pero sin duda para siempre". Tenía entonces 14 años. La juventud, además de marcar un cambio extremo notable, acentuó su radicalización en muchas posiciones y un progresivo empobrecimiento de su vida espiritual, mientras otros personajes lo abrían al mundo exterior de manera impetuosa, casi violenta. Sentía la imperiosa necesidad de discutir de todo, vida espiritual, política, literatura, filosofía, ciencias. En esos años de fascismo consolidado, y frente al conformismo general que no soportaba, encontró en la Acción Católica un espacio donde podía, de alguna manera, profesar su disenso con el régimen, y sobre todo darse a los demás en consonancia con aquella prematura "consagración". Fue así como entró en contacto directo con situaciones de miseria, que hasta entonces sólo conocía por los libros, en las que vivían incluso algunos de sus nuevos compañeros, "dignas -decía él-de las terribles descripciones de Víctor Hugo". El impacto fue muy fuerte. "Era mucho más fácil


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