Curso de economía ecológica

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humanos, y cuide directamente de expresar sus intereses, como es el caso con los intereses de los niños y de las generaciones futuras. La segunda, es incluir esos intereses mediante una restricción moral adicional que se impone antes de tomar una decisión. Esa representación directa de quienes no pueden expresarse, puede solucionar el problema relativo al peso excesivo que, en otro caso, se daría a los intereses de las generaciones actuales. Pero lo que resulta muy peculiar es que esa inclusión se haga por la vía de las preferencias y no de las necesidades, ya que ahora ya sabemos bastante bien cuáles serán sus necesidades ambientales (aire limpio, agua sin contaminar, etc.), y en cambio no conocemos sus preferencias. Si les dejamos un buen ambiente y muchos recursos naturales, pero sus preferencias más marcadas no son éstas, según la economía neoclásica habría que considerar que ha habido un fallo de nuestra generación y de las intermedias. A los no-humanos hay que aplicarles consideraciones parecidas. Si pensamos en los daños a las ballenas, lo que cuenta no es su perfil hipotético de preferencias que podríamos imputarles, sino lo que conocemos de sus necesidades. Las ballenas podrían desarrollar preferencias por sustancias que les hagan daño. Muchos animales domésticos muestran deseos de alimentos con mucho azúcar. ¿Por qué íbamos a respetar esas preferencias? Hay buenas razones paternalistas para negar la satisfacción de tales preferencias a los animales no-humanos. Tampoco vale, en este contexto, apelar a las preferencias bien informadas, como lo hace el Centro Ramsey. Tiene sentido referirse a preferencias bien informadas en un contexto de humanos adultos, es decir, preferencias condicionadas: si supieran x, elegirían y. Pero eso no tiene sentido para animales no-humanos, que no tienen la capacidad cognitiva para satisfacer el antecedente de una tal proposición condicional. Hablar de preferencias bien informadas es una manera engañosa de hablar de necesidades. Así pues, en lo referente a quienes no pueden expresar sus preferencias, hemos de considerar sus necesidades, y no sus preferencias. El concepto de necesidad se basa en criterios no-subjetivos de bienestar. En general, basar la política ambiental en principios que apelen a las preferencias, es equivocado. IV.2.

El descuento del futuro en el análisis costo-beneficio 2

Descontar (o infravalorar) el futuro significa valorar los costos y beneficios que tengan las generaciones futuras menos que los costos y beneficios actuales. En el análisis costo-beneficio, los beneficios y costos son medidas de satisfacción y no-satisfacción de preferencias. Descontar el futuro implica por tanto que las preferencias de las generaciones futuras cuentan menos que la de las actuales. Así, si suponemos que tendrán una preferencia por la ausencia de residuos tóxicos, expresada por su eventual disposición a pagar para no tener esos residuos o en su disposición a aceptar compensación por soportarlos, esa preferencia se valora menos que la de las generaciones actuales. Si su preferencia expresada en disposición a pagar para no tener residuos tóxicos es $n, y la tasa de descuento es r, su preferencia dentro de t años es actualmente valorada como $n / (1 + r)t. Supongamos una preferencia constante a lo largo del tiempo para evitar tener residuos tóxicos, 2

Adaptado de John O'Neill, Ecology, policy and politics, Routledge, Londres, 1993.

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