Angus. Un hombre, una sonrisa.

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ANGUS UN HOMBRE, UNA SONRISA DAVID DE MIGUEL POYATERO


Catálogo A Fortiori en Issue

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1ª Edición, junio 2016 Colección «La oficina de las Causas Perdidas» Número 9 Responsable de los textos: David de Miguel Poyatero Imagen de portada: © Elnur | Dreamstime.com Responsable de esta edición: A Fortiori Editorial Web: http://afortiori-editorial.com Pedidos: pedidos@afortiori-editorial.com

ISBN-13: 978-84-96755-41-3 Depósito legal: BI-886/2016

Este es un trabajo libre. Los textos de este libro pueden disfrutarse sin límite alguno bajo las condiciones siguientes: 1ª Debe reconocerse la autoría. 2ª No puede utilizarse esta obra, ni las obras derivadas del uso de ésta, para fines comerciales. 3ª Si se altera o transforma esta obra, la obra generada sólo puede ser distribuida bajo una licencia idéntica a esta. Nada en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales de sus autores. Para poder citar correctamente, debe hacerse de esta manera: De la obra «Angus. Un hombre, una sonrisa.» de David de Miguel Poyatero. A Fortiori Editorial, 2016.


Para Mar y Pablo.



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e llamo Angus y tengo un grave problema.

Ilustración Angus camina de frente por la estrecha acera de una gran ciudad. Nos mira sin tapujos aunque cubre su problema con el cuello subido de un pesado abrigo. El día es sombrío, lluvioso sin quererlo, debe de ser invierno. Parece que todo el mundo se ha ido a casa. Los coches se agolpan paralelos a las dos aceras de la calle. Los comercios ya echaron el cierre hace rato. Sólo un semáforo tintineante acompaña los pasos del protagonista. La pérdida de la sonrisa ocupa ya todo su pensamiento y todo el espacio de su alrededor.

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o es lo que piensas.

Mi problema es diferente a cualquier otro que puedas imaginar. Es un mal poco habitual, al menos eso creo. Es algo muy extraño lo que me sucede.

Ilustración Estamos en medio del salón de su casa. Angus sentado en la parte izquierda de un sillón de dos plazas. Le acompaña su perro, un Bull terrier gordinflón y espabilado que ahora duerme a sus pies. Todavía nos oculta la mitad inferior de su cara con el periódico del día que ahora está leyendo. Ese periódico cuenta algo horrible, otra nueva tragedia sin duda. Sus fotos ilustran el drama que toca hoy. Nos mira de frente. Parece domingo, todo está en calma, sin prisas. Está en pijama y calza un par de zapatillas feas de cuadros, de esas que todos tuvimos alguna vez. El salón es sencillo, todo está limpio y en su sitio.


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e perdido mi sonrisa, sinceramente, no sé donde está.

Ilustración Un enorme estadio de fútbol con un videomarcador que escupe una y otra vez la palabra GOL. Todo el mundo se abraza. Miles de camisetas y banderas comparten los mismos colores. En el centro Angus y su amigo Duncan con los brazos abiertos y el grito aún en la boca. Están a punto de girar los noventa grados que les separan del gran abrazo. Mientras Duncan sonríe abiertamente, Angus vuelve a mirarnos de forma descarnada y serena. Termina la incertidumbre, la ausencia de sonrisa en sus labios es completa. Ni siquiera hoy que su equipo golea y está a punto de ganar la gran copa.

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odo comenzó un lunes, un lunes por la mañana.

El caso es que mientras me afeitaba, alguien que hablaba por la radio contó un chiste. Uno de los buenos, gracioso de verdad. Ya no recuerdo bien lo que decía y en qué consistía la gracia pero era de esos que te dan ganas de dejarlo todo y salir a la calle corriendo para contárselo a todo el mundo antes de que otro lo haga.

Ilustración Angus de espaldas, con el mismo pijama. Le vemos a través del espejo que tiene delante y que le sirve para afeitarse cada mañana. Parece aún algo dormido, con el pelo revuelto todavía. La espuma le cubre parte de la cara. El cuarto de baño es clásico y doméstico, azul y blanco con las cortinas de la ducha a juego. La radio está en la repisa bajo el espejo, compartiendo espacio con la brocha, el jabón y la colonia. El aparato lanza mensajes que impregnan toda la estancia de urgencia. Música, palabras y algo de actualidad, rápido, rápido, que empieza un nuevo día. Un buen chiste se escapa por las ondas. Ninguna sonrisa.


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n chiste muy bueno, pero mis labios no se movieron.

Busqué mi sonrisa en el espejo durante un buen rato y nada. Hice gestos de todo tipo, un montón de guiños raros y mil muecas para que volviera. Había desaparecido.

Ilustración En el mismo cuarto de baño. Ahora ya Angus sin apenas espuma en la cara se mira desorientado. A menos de un palmo del espejo contonea su cuerpo para salvar el obstáculo del lavabo y así aproximarse todo lo que puede al cristal. Mira incrédulo y desconfiado. No puede ser. Sus ojos enormes no encuentran lo que buscan.

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iré en los bolsillos de mi chaqueta y también en los del pantalón.

Miré en la taza del café por si siguiera pegada allí. Miré en la almohada, dentro del microondas, en los cajones, hasta en el congelador. Incluso dentro del aspirador por si se la hubiera tragado sin querer. Pero no, allí tampoco estaba mi sonrisa.

Ilustración De nuevo en el salón de su casa. Angus de rodillas, todavía en pijama, con la misma cara de perplejidad pero ahora dentro de una nube de polvo. A su lado, un viejo aspirador destripado sobre el que también cae el polvo y los objetos más inverosímiles que de nuevo tendrá que volver a engullir.


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anto busqué y rebusqué que llegué tarde a trabajar. Vaya, Sr. Angus, otro lunes tarde, dijo mi jefe.

Ilustración Angus entrando en la oficina. Un espacio diáfano y enorme con un montón de mesas donde todo el mundo trabaja sin apartar la mirada del ordenador. Trajes y corbatas para todos, para él también. Un bonito letrero de anuncio indica que hemos llegado a “Perfect World”, la multinacional líder en seguros de todo tipo. Nuestro protagonista ficha en rojo en el reloj de pared. Su jefe le observa despiadado desde la puerta de su despacho, mirando sin caridad el reloj de pulsera. Angus con la cabeza baja le mira de reojo. Parece que fuera al matadero.

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e llamado a objetos perdidos por si acaso. No, allí tampoco estaba.

Tenemos de todo, pero sonrisas no, dijo el funcionario. Todo es muy raro.

Ilustración Estanterías llenan el fondo de la imagen y todas están atestadas de objetos, algunos de ellos disparatados. En primer término el empleado municipal con el teléfono pegado a su oreja izquierda. Nos mira serio y dice ”No, sonrisas no tenemos” Parece estar acostumbrado a todo.


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sta mañana busqué en internet y en el periódico. No me gusta pensar mal, pero ¿y si alguien entró y se la llevó mientras dormía? El caso es que allí nada decían de ladrones de sonrisas. Hablaban de ladrones de bancos, de carteras, de ladrones de sueños, de coches, de ideas, de ladrones de guante blanco, de corriente eléctrica… Incluso algo comentaban de ciberladrones, pero de ladrones de sonrisas, nada de nada. De todos modos parece raro que alguien ande robando sonrisas por ahí.

Ilustración Angus en el mismo sofá del salón de su casa, ahora tumbado. Su perro continúa en el mismo sitio haciendo zetas. Un ordenador portátil abierto en una mesita próxima y el periódico del día otra vez abierto y contando una nueva fatalidad. Angus imagina a un ladrón típico de cuento, de esos que llevan antifaz, escapando por la ventana con un saco lleno de sonrisas. Acaba de robar la suya y nadie le detiene.

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oy colgué un montón de carteles en mi barrio con mi antigua foto y mi número de teléfono.

He elegido la que tiene mi mejor sonrisa. Quizás alguien la encuentre.

Ilustración Angus con un montón de carteles bajo el brazo. Acaba de pegar uno de ellos sobre un poste de teléfonos. Su perro le observa de cerca sin extrañeza. El cartel lo encabeza el mensaje de “ Sonrisa perdida” Debajo, una foto de Angus con esa sonrisa que escapó. Es la primera vez que le vemos sonreír. Una sonrisa estupenda, parece mentira que ese también sea Angus. El cartel termina con un “Se gratificará” y un número de teléfono.


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ambién he puesto un anuncio en todos los periódicos de la ciudad pero aún no ha llamado nadie.

Ojalá aparezca pronto y vuelva de nuevo conmigo.

Ilustración Angus al lado de un gran kiosco de prensa. De pie, su perro le acompaña de nuevo. Ojea uno de los periódicos donde se observa con claridad el anuncio, similar al de la ilustración anterior, con la misma foto y el mismo número de teléfono.

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i médico, el Dr. Morris, no me ha encontrado nada pero me ha recetado unas vitaminas.

Me ha dicho que mi mal no existe en los libros. ¡Qué raro!, yo creo que lo único que de verdad ya no existe es mi sonrisa.

Ilustración Ahora Angus sentado sobre una camilla, los pies le cuelgan y mira de frente. Se quitó la camisa y enseña camiseta de tirantes. El doctor a su lado, de pie y perfil, mientras explora su pecho con el fonendo. Ambos miran al infinito sin hablarse. El despacho es blanco inmaculado y casi se percibe el olor a desinfectante. Tiene un armarito de cristal y acero con forma rectangular, lleno de frasquitos, apósitos y unas herramientas brillantes de forma rara. De decir algo, Angus sólo podría decir treinta y tres.


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o tener sonrisa es una lata. Ohhhhh, vaya, qué pena de foto y otra vez por mi culpa.

Ilustración Es una boda. Los invitados repartidos a lo alto y ancho de la escalinata, dando la espalda a la basílica. Los novios en el centro arropados por todos. Se oyen las campanas en un día apacible y soleado. Abundan los fracs y las pamelas. Todos menos Angus sonríen abiertamente mientras miran al fotógrafo sin pestañear. El vestido de la novia es elegante y discreto. Está radiante. El novio tiene un poco cara de bobo.

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stá visto que la vida nunca es como te la esperas.

A veces digo a la gente que quiero que estoy contento, de buen humor pero nadie me cree. Es difícil demostrar con palabras lo que el cuerpo se empeña en negar. ¿Dónde podría comprar una sonrisa nueva?

Ilustración Un ascensor de comunidad de vecinos. De casa bien, de esos de forja transparente y pintura negra. En la cabina Angus, el perro y la estirada vecina del quinto que mira de reojo a ambos. De nuevo, miradas al frente y silencio tras los saludos obligatorios. Angus viste una ropa disparatada, de mil colores. Intenta demostrar sin sonrisas su buen estado de ánimo.


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n la farmacia he comprado “MORESMILES”. Es un producto caro e incómodo que te provoca una sonrisa artificial. Una sonrisa de mentira y que casi no te permite hablar. También me hace rozaduras, pero tal y como dice el prospecto: “Todo es acostumbrarse”

Ilustración No aparecen protagonistas en esta imagen. Sólo vemos el anuncio del MORESMILES que dice así: Alargando y encogiendo la gomita con el regulador obtendrá una sonrisa de lunes o de fin de semana. Disponible en múltiples colores y tonos de piel .Todo es acostumbrarse a MORESMILES y obtener una amplia sonrisa. Te sentirás como antes. De laboratorios Trucolab. Patent pending. Made in China. También a su disposición el MORESMILES PROFESSIONAL para sonrisas full-time 24 h. Pruébelo. El Moresmiles no es más que un trozo de goma con dos ganchitos de silicona en los extremos. Cada garfio se engancha en una de las comisuras de la boca y ocultando la gomita entre el pelo de las patillas y la nuca obtendremos finalmente una sonrisa de pega. Con el regulador consigues que la goma esté más tensa o más floja según la sonrisa que desees. De ahí lo de sonrisas de diario o de fin de semana. Es un engaño, como otros muchos. Lo único bueno del Moresmiles es el anuncio y el empaquetado. Se dispensa en una especie de pequeña caja de cerillas metálica y da el pego. ¡Viva el marketing!

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s increíble, hay gente que piensa en todo, aunque no creo que pueda aguantarlo durante mucho tiempo.

Ilustración Angus saliendo de la farmacia con el MORESMILES recién colocado. Da pena verle. Eso parece de todo menos una sonrisa. Los luminosos verdes con forma de cruz no paran de temblar.


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e enseñaron a conjugar verbos irregulares y a derivar por partes. Nunca me lié con el sistema métrico decimal. Analizo morfológica y sintácticamente. Distingo entre sentido y dirección. Conozco el Estructuralismo y a Kant. Sé cuanto vale Pi. Las cuatro reglas. Diferencio el past simple participle del present continuous tense. Traslado grados Celsius a Fahrenheit. Leí a mil autores, Malthus, Platón, Gloria Fuertes, Auster… El ser y la nada. El Siglo XVIII. Soy capaz de distinguir el interés simple del simple interés. Todo eso y mucho más aprendí, pero nadie me explicó cómo recuperar la sonrisa. Ni siquiera me avisaron de que pudiera perderla.

Ilustración Angus en una biblioteca pública, de esas nuevas. De las que tanto gustaban construir en tiempos de expansión económica los alcaldes. De diseño Foster, Koolhas, Zahid o Gerhy pero sin serlo. Acero y cristal. Luz, silencio y mucha soledad. Todos parecen muy ocupados estudiando o leyendo. Las plantas, dentro de unas macetas modernas, solas también. Estanterías donde miles de libros esperan su oportunidad. Libros de todo tipo, algunos ancianos ya. Angus en el centro de la imagen, sentado, vuelve a mirarnos. Continúa perplejo, ya sin el MORESMILES. Tiene abiertos el diccionario de la RAE y la enciclopedia Britannica por la palabra sonrisa.

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i sonrisa. ¿Dónde estará mi sonrisa?

Ilustración Angus en Vespa, en el sidecar su perro. Ambos con casco jet que nos permita verles la cara. Atraviesan una amplia avenida y se ve el inmenso anuncio de una clínica dental que tapa un edificio en obras. En él aparece una sonrisa enorme, de mujer, con unos labios rojos rojísimos y unos dientes perfectos que dicen: Laboratorios DENTROB. Sonrisas para unos pocos. 90202020 dent-rob.com


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so es, ya lo tengo. Una solución para cada problema.

Perdí mi sonrisa, pues me hago con una nueva.

Ilustración Angus delante del escaparate de un salón de tatuajes un instante antes de entrar. De pie sostiene en una de sus manos una foto de Charlie Rivel. Debe verse ese nombre. Esa es la sonrisa que quiere, la que está a punto de instalarse. Tantas ganas tiene, tanto la echa de menos que ha elegido una de las más grandes. “Tatoos” pone en el cristal, “tatuajes provisionales y permanentes” Tiene pinta de saloon del viejo oeste. Es uno de esos sitios donde te pintan en la piel lo que tú quieras. Lo regenta un ángel del infierno de Chamberí que, cómo no, viste barba de tres días, vaqueros, chaleco de cuero y coleta.


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Página sin texto.

Ilustración Ilustración

Dentro del salón de tatuajes. Angus sentado en un sillón reclinable. El tatuador sostiene sobre su mano izquierda la foto con el modelo que el cliente desea. Con la derecha continúa el trabajo. Por la expresión de su cara parece que el encargo es delicado. Suda y se le escapa la lengua por entre los labios. Un flexo próximo lo ilumina todo, es un trabajo de precisión.


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s maravilloso tener sonrisa. Feliz año nuevo.

Ilustración Los abrazos están recién terminados. Gorros de papel, uvas pendientes y suspensas, indultadas ya por las prisas. Bengalas de colores prenden todavía en las manos. Es Nochevieja. Terminadas las campanas se adivinan aún el jaleo y la música de petardos de fondo. Angus en el balcón, en compañía de Duncan, su mujer y otros amigos, brindan con las copas en lo alto. Todos sonríen, Angus también, ya puede con esa enorme sonrisa tatuada. Sí, también hay matasuegras. (Duncan tiene la mirada ausente, si te fijas bien está persiguiendo con la vista a una mariposa de invierno, revoloteante y libre. Es lo que tiene el cambio climático, los lepidópteros no nos abandonan ni en Diciembre. Las mariposas son su gran afición. Siempre alerta como ahora, por si se aproxima un buen ejemplar y puede darle caza. Esa cruel afición le traerá nefastas consecuencias)

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ero entonces ocurrió algo espantoso. ¡Cuidado Duncan!

Ilustración Un autobús de frente. Rojo Londres, de dos pisos, con amplios cristales. En primer plano Duncan cruzando la calle alocado, ajeno al perverso tráfico y al autobús que ya le atrapa. Corre, sin mirar, tras la mariposa de fin de año. Tan impropia de esta ciudad y de esta época, tan elegante, tan cotizada… Sea como sea, cueste lo que cueste, será mía. El conductor que ha soltado ya del volante una de sus manos para llevársela a la cabeza se abandona a lo inevitable. En el piso de arriba una mujer que lo presencia todo se tapa los ojos mientras parece gritar algo. A su lado alguien se oculta tras la lectura de un periódico que, cómo no, cuenta una nueva tragedia. Una anterior a la que está a punto de suceder y que contará mañana.


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y, ay, ay…

Y encima escapó, mi preciosa mariposus vulgaris de domingus. Ay, ay, ay…

Ilustración Una habitación de hospital. Duncan en la cama, magullado, con medio cuerpo enyesado. Mil vendas lo envuelven. La botella del suero en lo alto. Angus y su enorme sonrisa acaban de entrar con un pequeño ramo de flores en la mano y unos bombones caros. La mujer de Duncan, no puede creer lo que ve. Cuanto descaro, su marido a punto de morir bajo el autobús y él sonriendo así. Le mira llena de ira, ¡vaya amigo! Angus mira a Duncan sin dejar de observar por el rabillo del ojo la furia sorda de su esposa. Si miras con atención, traspasando ese burdo tatuaje, verás a Angus cariacontecido y abrumado por la triste situación de su mejor amigo.


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o, una sonrisa permanente tampoco es una buena solución.

Sonreír a todas horas es tan estúpido como no hacerlo nunca.

Ilustración En la calle de nuevo. Angus delante del espejo de unos grandes almacenes. Se mira con crudeza. Resignado. Ya se borró el tatuaje.


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uena raro pero echo de menos a mi sonrisa.

Mi sonrisa, esa a la que antes apenas había prestado atención. Y fue ahí, en ese preciso instante cuando sonó el teléfono.

Ilustración Angus en el parque paseando a su perro con una mano y atendiendo el teléfono móvil con la otra. Está permitido, no le multarán. Incrédulo y perplejo. ¿Qué estará pasando?

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e han invitado esta noche a un programa de televisión para que cuente mi problema.

Leyeron mi anuncio en el periódico y según me han explicado, yo podría llenar el hueco que ha dejado un famoso cantante con faringitis de última hora. Yo en la tele. ¡Qué extraño! Es un programa de mucho éxito.

Ilustración Una cortinilla de televisión anunciando el programa de la noche. ESTA NOCHE FIESTA TAMBIEN. Así se llama el programa, por increíble que parezca. A las 22 h.


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on todos ustedes: ¡Angus, el hombre que perdió la sonrisa!

Ilustración Un plató circular, como de pista de circo. Acaba de abrirse la cortina roja y el presentador da la bienvenida a Angus que permanece en el mismo centro totalmente desorientado por los focos y el griterío. El público arropa al presentador y al invitado casi asfixiándolos. Entre los asistentes hay gente de todo tipo y bastantes parecen sonreír y disfrutar de una vida sin problemas. Todo es estúpido en el presentador, su chaqueta, su peinado, su simulada juventud, hasta la sonrisa. Nadie puede tener de verdad una dentadura tan blanca. Todo en él destila falsedad. Los colores chillan, el glamour y el lujo son de atrezzo. Angus tímido, no abandonará el redondel durante toda la función. Es el protagonista de la noche, un protagonista sin sonrisa.

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ue imprudencia! Contar mi problema en la televisión y en un programa como ese donde todo lo convierten en espectáculo. Así me pasó. Antes de que pudiera decir chimpumcatapum me vi en medio de un concurso de chistes, en una batalla de tartazos y entre dos bellas azafatas que me hacían cosquillas en los pies. Todo con tal de que recobrara mi sonrisa allí mismo. Incluso me ofrecieron un maletín lleno de dinero a cambio de volver a sonreír. ¡Cómo si el dinero y mi sonrisa tuvieran algo que ver!

Ilustración Imagen segmentada, a modo de zapping televisivo con los momentos fundamentales de la noche. Angus siempre perplejo, no acaba de creer que todo eso le esté pasando a él.


¡Q

ué desastre de programa!

Mi sonrisa sin aparecer y la del presentador a punto de congelarse para siempre. Ya no quedaban ni trucos, ni más falsos remedios con los que hacerla volver. Todo iba de mal en peor cuando de repente una mujer de entre el público se levantó y se hizo oír entre el barullo para afirmar que algo no funcionaba y que ella también había perdido su sonrisa. Y no sólo eso, un instante después empezaron a llamar al programa docenas de personas de toda la ciudad revelando que ellos también habían perdido la suya.

Ilustración En el mismo plató circular. En la grada una nueva protagonista acaba de entrar en escena. Nadie la invitó pero allí está, de pie. Es guapa, digna, de mediana edad pero sin sonrisa. Viste a la moda, sin estridencias. Es elegante. Aporta algo de cordura a la escena. “Yo también he perdido mi sonrisa”, eso es lo que acaba de decir con gran esfuerzo, casi gritándonos. No le ha quedado más remedio que ayudarse de las manos para hacer aspavientos y así llamar la atención de todos. El presentador parece descompuesto, el programa se le ha ido de las manos. Angus ya no está tan solo.

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la mañana siguiente todos hablaban de las sonrisas perdidas. Es increíble cómo vuelan las noticias. En pocos minutos los informativos locales, luego los del resto del país, más tarde los del continente entero y por último los de todo el globo sólo hablaban ya del mismo asunto. Todos parecían perplejos. Crisis de sonrisas. Revolución triste. Melancolía planetaria. Depresión mundial… Le han puesto muchos nombres al mismo problema. De una u otra manera la sonrisa volvió a estar en boca de todos. Por lo que parece no soy el único que ha perdido su sonrisa. ¡Y yo me creía solo!

Ilustración Angus delante de un escaparate. Es una tienda de esas que exhiben decenas de televisores alineados, unos encima de los otros. Todos encendidos. Todos con el mismo tema. Canales de todo el mundo, presentadores con mil tonos de piel. Titulares en diferentes idiomas hablan de sonrisas que ya no existen. Algunos monitores presentan portadas de periódicos y semanarios con grandes titulares que hacen referencia al mismo shock.


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ero esto no podía quedar así. Por eso la gente buscó soluciones. Se vendieron muchos Moresmiles y se tatuaron miles de sonrisas de quita y pon. Hubo gente que imprimió su antigua sonrisa en cientos de sitios. Y no sólo eso…

Ilustración Grandes escaparates, edificios centenarios. Estamos en el centro histórico y comercial de una gran ciudad. Una larga avenida peatonal, un montón de gente camina a nuestro encuentro y casi chocamos. A nadie le falta una sonrisa de pega. Quien no la lleva en la camiseta, la lleva en un pin o impresa en el bolso. Sonrisas en los estampados de la moda que se vende. Sonrisas en pendientes y colgantes… Sonrisas pintadas en la base de las tazas del café que al llevarlas a la boca te convierten en otro. Sonrisas en un gran cartel publicitario que anuncia una crema facial: “Con RETISMILE su sonrisa de vuelta” Una máquina de vending advierte en un cartel que no tiene sonrisas de verdad pero sí sonrisas de bizcocho con chocolate, gominolas con forma de sonrisa, galletas con forma de carita sonriente… Una imagen saturada de sonrisas. Angus aparece en la ilustración y casi no lo encuentras como no lo busques detenidamente. Se parece a Wally. Encontrarle entre tanta gente y tanta sonrisa se hace complicado pero está ahí.

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tras muchas personas retocaron todas sus fotos, las nuevas y las antiguas, con modernos programas informáticos. Era fácil ver instalada en cualquiera la sonrisa del actor, la del futbolista o la del cantante de moda. De la noche a la mañana el mundo se pobló de sonrisas falsas. Y no sólo eso…

Ilustración Una tienda de fotos en un barrio de las afueras. En el escaparate comparten espacio cámaras de última generación con una foto de Angus multiplicada muchas veces. Cada imagen tiene colocada una sonrisa diferente pero ninguna es la suya. Diferentes acabados para una misma mentira. Un poco más allá, ocupando una esquinita de la calle, un fotomatón con cortinilla anuncia la posibilidad de hacerse fotos allí mismo eligiendo entre cientos de sonrisas famosas.


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ambién se crearon cientos de clubs melancólicos donde reunirse y enseñar a otros las antiguas fotos sonrientes.

Con frecuencia se veía a mujeres y hombres con ordenadores portátiles y con pesados álbumes bajo el brazo dirigirse de un lado a otro de la ciudad. Vamos de tupper sonrisas, decían. Incluso, una vez al año, organizaban concursos para elegir las sonrisas perdidas más dulces, más hermosas o más enigmáticas. Muchas de ellas llegaban luego hasta las finales mundiales de Miss y Mister sonrisa perdida. Y no sólo eso…

Ilustración La fachada de un histórico café del centro de la ciudad. De esos antiguos, con mucho dorado y madera noble pero ya algo ajado. Vemos a través de la cristalera grupos de personas que de forma recíproca comparten fotos. Una persona está a punto de abrir la puerta y entrar. Llega tarde pero lleva sus álbumes.

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ncluso cambió la televisión e internet.

Surgieron un montón de páginas web donde elegir tu sonrisa favorita entre millones y nuevos canales cuya programación giraba entorno a la sonrisa o a la ausencia de ella. “CANAL SONRISAS” es el de mayor éxito. Sólo emiten antiguas películas de humor y series bobas donde la gente que aparece en imagen siempre se está carcajeando por cualquier tontería. Y no sólo eso…

Ilustración En blanco y negro, cine mudo casi. Alguien tropieza y cae. Todos ríen de forma histriónica, también el que se llevará el golpe. Una escena de humor clásico en el televisor que nunca tuvo demasiada gracia. En una esquinita de la pantalla el simbolito del canal que no podría ser otro más que un smile amarillo.


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ambién muchos cines se especializaron en programar películas con o sin sonrisas y algunos restaurantes idearon menús para unos y otros. Algunos hasta llegaron a diferenciar sus salones, según prefirieras a tu alrededor un mundo con o sin sonrisas. De vez en cuando dudo en qué entrar y muchas veces si voy acompañado, decidir pasar a uno u otro se convierte en motivo de discusión. Y no sólo eso…

Ilustración Un moderno restaurante con dos puertas de acceso. Los carteles minimalistas y de diseño moderno obligan a elegir una u otra entrada antes de cenar. El menú es realmente el mismo aunque el nombre de los platos cambia. Por ejemplo, lo que en un lado se llaman espaguetis alegría en el otro los conocen como espaguetis desolados. El precio coincide. Angus y su grupo de amigos en el que hay tanto sonrientes como no sonrientes no parecen tener claro qué puerta abrir.

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ambién se fundó el observatorio mundial de sonrisas perdidas donde día a día se hacen estudios y estadísticas.

Allí elaboran informes sesudos y se analiza el crecimiento o decrecimiento del número de sonrisas extraviadas en los cinco continentes. Y no sólo eso…

Ilustración Un enorme diagrama de barras cubre la pared. Es del tipo montaña rusa con numerosos picos y pendientes. Un analista con bata blanca se asoma al gráfico mientras se palpa la barbilla en señal de duda. No parece entender bien el motivo de la última cresta. El despacho es grande, cómodo y tecnológico.


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a sonrisa también se convirtió en el tema preferido de debates y tertulias. En el parque, en la plaza, en el mercado y en muchos programas de televisión la gente razonaba y daba su opinión sobre el motivo de tan rara pérdida. A veces resultaba divertido oírles y ver cómo se acaloraban al discutir. Todos querían tener razón y algunos creían que bastaba con gritar para conseguirla. Con frecuencia se culpaban unos a otros e incluso los más maleducados llegaban a insultarse violentamente. Entonces todo dejaba de tener gracia. ¡Qué barullo! No parece que esa sea la mejor manera de recuperar nuestras sonrisas.

Ilustración Otro programa de televisión que aparenta seriedad pero que no la tiene “Sonrisas ahora” es el título que le han puesto al debate monográfico de esta noche. Dos mesas enfrentadas con tertulianos que parecen haber perdido los nervios hace rato. Se increpan y exhiben los dedos índices como principal arma. “La culpa es vuestra. De ninguna de las maneras, vosotros sí que sois los culpables” es algo que ya se han dicho varias veces los dos bandos. Un moderador impertérrito que lo permite todo a cambio del escándalo y del incremento de audiencia se mantiene a distancia. Aquí lo único que se respeta son los cortes para publicidad. Angus lo presencia todo, una vez más, desde su confortable sillón. ¡Qué hartazgo!

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ero tanta confusión duró poco. Bueno, a algunas personas más que a otras.

El caso es que un mismo tema en boca de muchos al final siempre aburre. La vida sigue, eso se dice continuamente, y pronto la gente encontró nuevos temas sobre los que discutir y dividirse. Todo volvió a su ritmo habitual y cuando todo parecía ser de nuevo como antes, millones de personas a lo largo y ancho del planeta continuaban de alguna forma buscando su sonrisa y preguntándose cuál podría ser el motivo por el que escapara.

Ilustración Otra vez en el mismo centro histórico y comercial de la ciudad. La estructura de la ilustración debe ser idéntica a la de la página treinta y siete. Ahora cualquier otro motivo sustituye a la sonrisa omnipresente de aquella imagen. Sólo queda ya la ruina en papel de aquel anuncio enorme que publicitaba el RETISMILE, la crema que traía tu sonrisa de vuelta. Y por poco tiempo pues ya vienen los hombres de azul con el nuevo cartelón que lo sustituye. Los productos sonrientes ya no se venden. Lo que no cambia es la febril actividad en esa gran avenida comercial. Vuelve a ser difícil encontrar a Angus entre tanta muchedumbre.


Y

así pasó algún tiempo que no sabría decir si fue largo o corto pues todas esas sonrisas perdidas hicieron la vida mucho más lenta y aburrida. Aunque resulte triste contarlo ahora, muchos de nosotros llegamos a ese momento fatal en el que piensas que ya nada tiene solución. Que no hay marcha atrás. Que nada cambiará para ser como antes, tan magnífico y genial como antes. Por increíble que parezca ese año tuvo cuatro otoños.

Ilustración Noche cerrada todavía. Una parada de autobús en un día de diario. Primera hora. Hay prisa contenida pues aún no llega. La fila bien hecha, aquí todos respetan el turno cada mañana. Comparten ese rato cada amanecer de lunes a viernes desde hace ya mucho tiempo. Miradas que buscan en la dirección adecuada a ese autobús que no aparece. Igual que las sonrisas.

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ero pensar así siempre fue un error. Está más que demostrado.

Por mucho que, a veces, cueste creerlo casi todo puede cambiar a mejor. Y eso fue justo lo que ocurrió aquí también.

Ilustración De nuevo en un parque inmenso. Angus sentado en un banco con el periódico abierto entre las manos. Debe ser primavera. Todo es verde en un día perfecto. Su perro dormita de nuevo a los pies. Buen perro pero gandul. ¡Qué raro!, el diario sólo habla hoy de noticias estupendas como el fin de una guerra, la reducción del paro y algo sobre una sonrisa recuperada. Una portada nunca antes vista. Una avioneta sobrevuela el cielo rompiendo el inmenso azul que se alza sobre la cabeza de Angus. El aparato arrastra por toda la ciudad un cartel informativo en el que se comunica que un tal Jasper ama a una tal Kate.


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odo volvió a empezar un lunes. Otra vez lunes. ¡Qué raro!

Un lunes ni mejor ni peor que cualquier otro del calendario. Sin previo aviso, cuando nada invitaba a pensar en grandes cambios, la televisión en uno de esos informativos que habitualmente parecen más una película de terror que otra cosa, comunicó que alguien había recuperado su sonrisa.

Ilustración Angus delante del mismo escaparate que en la página treinta y seis. Las pantallas continúan encendidas arrojando nuevas noticias sobre el mismo tema. Acompañado una vez más por su perro, observan ambos fijamente lo que cuenta el muro de televisores. Las noticias son diferentes.

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egún contaron una y otra vez en todos lados, una anciana linda de un pueblo próximo al condado de Carburundumshire (Reino Unido) llamada Rose había recuperado su sonrisa. Ocurrió en el preciso momento que un famoso relojero del otro lado del planeta, más exactamente de la misma ciudad de Takaoka (Japón) y desde su mundialmente acreditado taller de reparaciones de relojes antiguos, le había comunicado mediante llamada telefónica, que su bello reloj Paulinus del siglo XVII estaba, tras muchos desvelos, reparado y en marcha, produciendo nuevos tictacs a cada instante, dines a los cuartos, dones a las medias y dindones a las en punto. Parece que la sonrisa de Rose, parada porque sí instantes después de descubrir que ese antiquísimo reloj heredado de padres a hijos generación tras generación había decidido quedarse quieto, había vuelto. Pobre mía, sin las campanadas que ordenaban su vida le era imposible acertar a qué hora debía tomar la medicación, comer o regar las plantas. La vida de Rose en esa época debió de ser un terrible caos.


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Ilustración El cable del teléfono (Qué ironía, si ya no existen apenas los teléfonos de cable) sirve de conexión entre las dos secuencias que se están produciendo en este mismo momento en rincones tan distantes. Rose guapa y aún incrédula, escucha cómo vuelve su sonrisa por el auricular gracias a la noticia del adorado reloj. Al otro lado, en su taller, el especializado relojero de Takaoka, tan preciso como los relojes que repara, comunica riguroso la excelente noticia. Su laboratorio, blanco, oriental y ordenado contrasta con el salón de Rose, recargado, tapeteado, floreado y tan típicamente british. Es extraordinario cómo la acción de dos personas tan opuestas posibilita la vuelta de una sonrisa.


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E

l suceso de Rose inauguró una nueva época.

Fue el primero y por eso también el más comentado, pero poco a poco fuimos conociendo más casos de sonrisas recuperadas en Limoges, Bután, Damasco, Bari, Kikwit, Tallahassee,Pyongyang, Stavropol, Tuxtepec, Golfito, Sevilla, Ushuaia… Pero no todas las sonrisas regresaron igual de rápido, es más, algunas no han vuelto aún. Quizás porque los motivos que las hicieron escapar son más complejos y siguen sin solución todavía.

Ilustración Un globo terráqueo. Fuera de él un abismo negro y algún satélite artificial que gira y gira en derredor. Una bandera por cada sonrisa recuperada. Hay muchísimas clavadas ya a lo largo del ancho mundo. En cada una de ellas se avista una cara de hombre o mujer con la sonrisa de vuelta y el nombre de la ciudad donde habita.


T

odo el mundo entiende que no es igual de fácil recuperar la sonrisa perdida al descubrir que alguien se zampó la última onza de chocolate de la nevera estando ya todos los comercios cerrados, que recuperar la sonrisa perdida al caer en la cuenta de que todavía niños, mujeres y hombres continúan pasando hambre y sed en las zonas más pobres del planeta. Mañana de nuevo abrirán las tiendas y podremos comprar más chocolate pero ellos seguirán sufriendo.

Ilustración El área de la ilustración debe quedar dividida en dos partes del mismo tamaño para recoger los dos problemas expuestos en el texto de forma diferenciada. La primera ilustración debe tener un toque cómico aunque recoja el pesar del protagonista. La segunda ilustración debe tener un componente trágico leve, sin llegar a ser lacerante. Para eso ya está la televisión. Este formato se repetirá en las tres siguientes páginas. 1ª Ilustración Madrugada, una cocina cualquiera. Alguien se asoma al interior del frigorífico en busca de ese último pedazo de chocolate. Los ojos están a punto de salirse de las órbitas tras descubrir el envoltorio vacío. Sólo migas y papel de plata, alguien se anticipó. ¡Canallas! 2ª Ilustración Un clásico que persiste. Una secuencia de la hambruna recurrente en el cuerno de África, ahora en ilustración infantil-juvenil. Vale cualquier escena del imaginario colectivo. Todas recuerdan la misma infamia y nuestra deshonra.

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N

o es igual de fácil recuperar la sonrisa perdida tras descubrir un enorme grano en tu nariz el día que el amor de tu vida ha aceptado salir contigo a tomar un helado, que recuperar la sonrisa perdida al caer en la cuenta de que muchas personas siguen padeciendo tontamente enfermedades para las cuales hay medicinas que curan pero que no pueden comprar.

Ilustración Misma disposición de las ilustraciones que en página anterior. 1ª Ilustración Una pareja de adolescentes camina por el amplio pasillo de un centro comercial. Ambos paladean un estupendo helado de dos bolas. El está avergonzado por el intruso nasal mientras ella le mira cariñosamente de soslayo. Pobre. 2ª Ilustración Una farmacia cerrada. Con la cortina metálica echada. Un cartel avisa que se aceptan tarjetas de crédito. El que las tenga.


N

o es lo mismo perder la sonrisa tras reñir con tu mejor amigo por una bobada que perder la sonrisa al descubrir que todavía continúan las guerras, la violencia y el terror en muchos sitios del mundo. Estúpidos, aún no se han enterado de que los problemas se resuelven hablando.

Ilustración Misma disposición de las ilustraciones que en página anterior. 1ª Ilustración ¡Qué enfado! Acaban de darse la vuelta y marchan en sentidos opuestos. Su pose es similar, mentones subidos, caras enrojecidas. Aún mascullan palabras por lo bajinis y todavía permanecen los brazos arriba con los puños casi cerrados. Adolescentes. Su irritación sólo durará hasta mañana aunque les parezca una eternidad. 2ª ilustración Otro campo de batalla. Uno más de los muchos que hemos visto y que vemos casi a diario.

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ampoco es igual de fácil recuperar la sonrisa perdida al descubrir que la flor de tu maceta ha empezado a marchitarse, que recuperar la sonrisa perdida al caer en la cuenta de que continúa el insoportable deterioro del medio ambiente. A todos nos gusta que el regalo esté nuevo.

Ilustración Soldados malheridos, explosiones y humo a lo lejos, blindados avanzando… Las guerras son más soportables cuando los muertos los ponen otros.


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Ilustración

Misma disposición de las ilustraciones que en página anterior. 1ª Ilustración Una pareja contempla la flor ya marchita de la única maceta de su balcón. Están junto al tiesto con la melancolía del que se despide. Vendrán más flores pero da pena que esta se vaya tan pronto. La maceta esmaltada con rayas blancas y verdes. La flor era roja. 2ª Ilustración Un parque tras el botellón del viernes noche. Basura y destrozos sin razón. Arbustos pisoteados, árboles jóvenes esculpidos y tronchados, bancos partidos en dos como la cubierta del Titanic, parterres agonizantes… Casi todo queda arrasado. Los destrozos son también más soportables cuando los pagan y sufren otros.


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U

mmhh…

Me he dado cuenta de que hay gente que nunca perdió su sonrisa. No hablo de la gente corriente, hablo de esos que no la perdieron porque nunca la tuvieron ni quisieron tenerla. Esa gente no parece necesitar ayuda ni buscar solución. ¡Qué raro!, con esos no se puede hacer nada.

Ilustración Esta ilustración parece un cuadro de época. Con marco dorado. Un hombre solo, de pie, de negro riguroso. No le conocemos. Nunca antes le habíamos visto. Mira sin ambages al lector como echándole un pulso. Su mirada es de desprecio. Clasista y prepotente, su traje y bombín es de otro tiempo pero podría llevar pantalones vaqueros y camiseta de colores. Yo he visto hoy gente así en la calle. Cómo puede alguien menospreciar tanto a otros sin conocerlos. No hay sonrisa porque no hay alma.


E

n fin, no me gusta el mundo tal como va.

Creo que esa es la verdadera razón por la que mi sonrisa escapó. Hay infinidad de problemas por resolver. Problemas de esos que hacen desaparecer la sonrisa sin que te des cuenta. Menos mal que también hay millones de personas dispuestas a ayudar al otro lado del teléfono, de la calle, del barrio o al otro lado del ordenador. Por muy lejos que estén.

Ilustración Angus y un montón de gente. Tantas personas como entren en la página y todas diferentes. Diferentes edades, diferentes tonos de piel. Diferentes etnias, peinados y diferentes formas de vestir. Hombres, mujeres, niños, también adolescentes y ancianos. Todos. Con sonrisa, sin sonrisa o con media sonrisa. Algunos incluso llevan todavía su ropa de trabajo. Es como si no hubieran querido perderse la cita con el ilustrador y hubieran optado por no perder tiempo en cambiarse antes que faltar.

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B

ien pensado, cada uno de nosotros es genial en algo. Seguro que una parte del mundo tiene lo que necesita la otra y muchos estarían encantados de ayudar a otros a recuperar la sonrisa. Y si todavía no tenemos la solución, podemos acompañar y hacer su espera más fácil mientras la encontramos.

Ilustración Enlaza cada viñeta con la que le corresponda. Une. Cada oveja con su pareja. Esta ilustración es una típica actividad de cualquier manual infantil, de libro de texto. Aunque no presenta la menor dificultad viene resuelta con gruesas flechas de color rojo que parten de cada uno de los cuadraditos en busca de la solución. Son doce viñetas dispuestas en dos columnas de seis. Una debajo de otra. Están mezcladas pero los problemas se disponen en la columna de la izquierda y las soluciones en la de la derecha. A un cañón enorme con su miliciano le corresponde alguien que tiene entre sus manos un corcho gigante, del mismo calibre que el cañón.


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Ilustración

A un campo quemado le corresponde un grupo de gente con macetas y árboles para replantar. A un enfermo que yace en la cama de un hospital le corresponde alguien con un ramo de flores, unas pastas, un libro y una sonrisa. A un autobús escolar lleno de niños con la rueda pinchada le corresponde un mecánico fortachón con grúa, gato hidráulico y una nueva rueda de repuesto. A una anciana y a su gato en lo alto del árbol le corresponde una viñeta en la que aparece Angus con una larga escalera y disposición a subirse. A un campo de refugiados le corresponde un avión lleno de ayuda humanitaria con un puñado de gente presta a repartirla.


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reocuparse en qué hacer por el otro para que recupere su sonrisa es una buena manera de hacer volver la propia antes o después. ¡Ahí está la solución! Somos diferentes pero muchas veces nuestros problemas coinciden. Muchas sonrisas se han perdido por los mismos motivos y todos compartimos también el deseo de recuperarlas.

Ilustración Una secuencia similar repetida cuatro veces en diferentes zonas del planeta. El hilo conductor en las cuatro imágenes lo constituye una persona, hombre o mujer diferente cada vez, que tiende la mano a otro u otra para superar un breve momento de dificultad. En una de las viñetas debe ser Angus el que tienda la mano. Él sigue siendo el protagonista. Un anciano con dificultades para terminar de subir una empinada escalera, un invidente a punto de cruzar solitario por un paso de cebra en una calle con abundante tráfico, una mujer embarazada que titubea al saltar el amplio charco que ha dejado un fuerte chubasco, un escalador agotado a punto de alcanzar la cima que mira al compañero que ya está arriba en busca de ayuda. Ellos cuatro son los que reciben una mano tendida para sobreponerse al obstáculo.


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acer que el mundo deje de ser cada día un “Sálvese quien pueda” para convertirlo en un ”Nos salvamos todos” es la gran tarea pendiente. Las sonrisas vienen y van pero deberíamos lograr que se quedaran con nosotros el mayor tiempo posible. Todos somos necesarios y quizás tú también tengas algo que proponer para recuperar la sonrisa de otros. ¿Lo habías pensado?

Ilustración Primer plano. Angus se despide. Es el mismo después de sesenta páginas. Aún sin sonrisa nadie puede negar que tiene cara de buenazo. Algo sutil en la ilustración indica que su sonrisa no tardará en volver. Su cara y nada más. Nunca estuvo tan cerca del lector. Termina como empezó, en la misma calle, pero ya sin esconderse. Algo está cambiando. A mejor. Debe de ser Primavera.

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FIN.


Terminamos la impresión de este libro con muchas ganas de que lo disfrutes. Lo hemos revisado montones de veces, y confiamos en que no haya muchos fallos, aunque la perfección es odiosa. Si encuentras algún error, te pedimos disculpas. Como ves, este libro necesita de alguien que se anime a ilustrarlo. Esta es tu oportunidad. Si te viene la inspiración y quieres completar el trabajo de su autor, dibuja las páginas que te parezcan más sugerentes, todas o solamente algunas, y envíanos al email angus@afortiori-editorial.com cuantas ilustraciones quieras, porque las colgaremos en la web y además recibirás un premio que ni te imaginas.


Angus es un tipo corriente al que le ha ocurrido algo extraordinario. HA PERDIDO SU SONRISA. ¡Y no sabe qué hacer para recuperarla! ¡Nadie le enseñó cómo actuar en estas situaciones! Un montón de ridículas ocurrencias y alocadas peripecias acompañarán al protagonista en su increíble búsqueda. Acompaña a Angus a lo largo de este libro en la aventura de recuperar su sonrisa y la de muchas otras personas. Un libro sin ilustraciones pero con mil ideas para crear al personaje en tu imaginación y recuperar, en compañía, miles de sonrisas perdidas.

David de Miguel Poyatero, madrileño de la generación del 68, es ahora profesor de Educación Infantil en la escuela pública de la Comunidad de Madrid pero antes lo fue también de secundaria, primaria, domiciliaria y hospitalaria. Escritor cuando le dejan y cocinero de su casa cada día, es seguidor ferviente de los Rolling Stones, del teatro de títeres y lector compulsivo de todo tipo de literatura, sobre todo de la infantil y de los álbumes ilustrados que integran educación en valores.

Colección: Las causas perdidas ISBN: 978-84-96755-41-3


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