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La Arquitectura en la Época de la Reacción a la Globalización Ciro Najle

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Agradecimientos

Agradecimientos

Rampas y Rellanos, sector de maqueta. Alumnos: Martina Cingolani Rey y Manuel Maquirrain

Arquitectura sin Estado proclama una arquitectura que no se apoya en argumentos, fundamentos o razones para sostener valores, una arquitectura sin determinaciones externas, ni circunstancial ni dogmática, que se sitúa, por decisión propia, por pura intrepidez, más allá de la trampa de la dicotomía entre autonomía y heteronomía característica de las últimas décadas: arquitectura absoluta por autosuficiente, arquitectura firme, arquitectura soberana. Arquitectura sin Estado se pronuncia como una reacción cándida pero certera al argumento extenuado de la arquitectura de los sistemas abiertos, cuando ésta se inhibe de determinar debido a su discurso sobre la adaptabilidad a las circunstancias y a los cambios en el tiempo. Por otro lado se distancia de la regresividad que tal reacción podría involucrar, abrazando recursos disciplinares naturalizados y poniendo en marcha una movilización que los lleva fuera de sí.

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Abordar, resolver y superar esa doble pinza (y su doble paradoja) que sujeta el pensamiento arquitectónico contemporáneo constituye el dilema central de la arquitectura actual: por un lado, circunvalar las exhaustas vanguardias nuevamente autoproclamadas redentoras, que repiten las mismas cegueras de hace cien años; por otro traspasar las barricadas de la cultura establecida, que extrañamente esconden su conservadurismo tras el velo de la rebeldía.

A este escenario anudado, cuyos horizontes aparentemente expandidos permanecen cortos de alcance (¿en qué época se vio tal proliferación de imágenes y diversidad de ideas, y sin embargo, cuándo ha resultado tan vacuo el campo de la teoría de la arquitectura?), Arquitectura sin Estado responde desde su centro mismo, elevándose por encima de una discusión entre posicionamientos que no es sino una contienda laberíntica entre poses, estilos y marcas.

Arquitectura sin Estado concatena materiales elementales (un set en escalada de muros, vanos y puertas), desplegándolos, entrelazándolos, colmándolos en multiplicidades abigarradas, y configurando con ellas un único dilema singular. Es por este dilema que sus planteos producen un efecto inquietante, que hace vibrar nervios adormecidos y músculos entumecidos, despertando pasiones hasta ahora desconocidas, a la vez encantadoras y perturbadoras.

Arquitectura sin Estado genera el efecto fulminante y paralizador de un calambre: un estremecimiento súbito de la arquitectura, resultado de la contracción extrema de las relaciones entre sus elementos. Esa vitalidad, no obstante, es solo un indicio, una aguda evidencia de un acontecimiento de mayor escala, aquí precipitado: vociferar (con el mutismo de un juego perpetuo) la voluntad disciplinar de empoderarse en una época de stress y adversidad.

Albergar (en tanto tensa contención en un sujeto arquitectónico trascendente) la multitud (¿de personas o de elementos?) constituye el plan y el medio a través del cual este acontecimiento sucede. Ante un panorama disciplinar que fluctúa entre el conveniente retiro en la auto-celebración y el avance alucinado hacia la sobre-determinación, Arquitectura sin Estado propone internalizar la complejidad del mundo contemporáneo para volverlo inherente al poder de la arquitectura.

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