Espartano nº2

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da un poco obsoleta y no corresponde a las cifras de lectores habituales de la próxima década. No sé qué pensarían ahora, pero los datos son claros. El público joven lee cada vez más, y el porcentaje va incrementando año tras año desde 2008. Algo me dice que una cosa son los datos y otra cosa la percepción general de la juventud, que va unido a otros factores. Las edades comprendidas entre los 35 y los 45 años son las que más leen, que se crresponde con el 21.2% de la población entrevistada. El 19.5% corresponde a los lectores de 25 a 34 años. Y los más jóvenes un 13.5% de edades comprendidas entre los 14 y los 25 años. El 13.1%, de 55 a 64 años, afirma leer menos por falta de tiempo, mismo argumento usado por los adultos de 35-55 años que leen. El trabajo les impide disfrutar de la lectura. Pero, ¿tienen argumentos más nobles los jóvenes que no leen, o es que el ordenador consume su tiempo y no pueden dedicarlo a otros menesteres como puede ser, la lectura? La población universitaria afirma, en muchos casos, sentirse acosada por la cantidad de libros que tienen que leer y estudiar para la Universidad, y que esa tarea le impide disfrutar de una lectura apacible diaria con fines de ocio. María Mateos, estudiante de Psicología de la UMA, afirmaba tras una encuesta de lectura del campus que la cantidad de libros y la abundante bibliografía que usaba para estudiar o para realizar trabajos le impedía en muchos casos poder disfrutar de un libro de forma tranquila, para relajarse. Aún así, de cuando en cuando, podía leer algún libro, sobre todo en verano. Multitud de ejemplos podemos encontrar así: la falta de tiempo como desencadenante del descenso de personas que leen en proporción con décadas pasadas. Pero no por la falta de valor del libro, o de la juventud, ni siquiera porque la tecnología multimedia haya ocupado un lugar preferente en la mente de la gente, que posiblemente sea así para muchos. Generalizar en ningún caso es bueno. La televisión juega un papel importante -quién lo diríaen el fenómeno de la lectura en las personas. Se confirma aquella frase de Groucho Marx: “La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro.” Resulta pues que, a mayor oferta televisiva, más se diluye la calidad de ésta, y cada vez resulta más aburrida la oferta de ocio que ofrece la televisión, y es aquí donde el libro ocupa un lugar preferente. Los jóvenes universitarios utilizan la televisión cada vez más como entretenimiento donde poder desconectar, las palabras vacuas que desprende ayudan a dejar la mente parada, en blanco. El libro, por el contrario, ofrece al lector una aventura apasionante por un mundo que crea con su imaginación. Y como la imaginación es el poder, es aquí donde todo el mundo cae. Cuando sabo-

reas un buen libro, nunca puedes dejar de probar otro y otro, y así siempre. Da igual que tengas épocas en las que leas más y otras en las que leas menos. Al final te reconcilias con el libro. El estudio no deja dudas. La juventud lee, porque el libro es un enganche, una forma de percibir un mundo que solo creas tú y en la que participas tú. Además, si los padres enseñan la afición de la lectura a sus hijos, estos leerán más, y nunca perderán de vista un buen libro en su mesilla de noche. Y por supuesto, el factor cultural sigue siendo determinante en la encuesta. A mayor grado de estudios, mayor es la población que lee. El fenómeno best seller también se apunta como factor determinante en la difusión de la lectura entre los jóvenes. Las ansias por leer muchas veces vienen del grupo. La red social (entendida desde el punto de vista antropológico y no tecnológico) lee y hace que todos los que se encuentran influenciados por una o dos personas que hayan leído un best seller sientan curiosidad y lean este libro y comiencen tímidamente en la lectura. Aunque para puristas, los best seller se corresponda con una clase de libro, atormentado por el afán de hacer fortuna en la librería y sea el resultado de una literatura carente de contenido, podemos ver este fenómeno desde otra perspectiva, como pequeño paso para la gente que no leía o le era ajeno y que ahora se aventura a por uno. Es un primer paso que seguro deriva en el futuro en otros libros, no pasa nada por no empezar a leer El Quijote para ser un amante de la lectura; seguro que el momento de leer ese libro y todos los clásicos llega. El libro, como el buen vino, se saborea mejor cuando se “entiende” de él, así que cuanto más recorrido se lleva mejor se capta los matices de los libros añejos. Gracias a la encuesta sobre la población lectora, uno puede quedarse tranquilo en el sillón del autobús, o en la cola de Correos, cuando escucha las voces de los que cargan contra los que no leen, los pasivos, los jóvenes que pese a disponer de mucho tiempo libre no les gusta el libro y prefieren la pantalla. Hoy, rompo una lanza por aquellos que amamos la literatura desde el primer día que leímos un libro, a los 8 años o a los 14 o a los 25, no importa. Y a los que preferimos, el olor a libro nuevo recién sacado de la imprenta y puesto en el estante de una librería esperando a ser comprado y leído, que al brillo que desprende la pantalla del ordenador.


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