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Un secreto jamás hablado – Franny Rojas
Imagen Libre de Derechos
Un secreto jamás hablado
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ésar era un C hombre solitario que vivía con su gato, con una vida bastante patética y aburrida, si preguntan mi opinión. La monotonía de su vida era asfixiante, se basaba en él todos los días yendo de donde trabajaba a su casa y viceversa. Aunque para ir al trabajo era una lucha constante. Pero ahora una felicidad lo embargaba cuando iba al trabajo. Ya no era una lucha, ahora una sonrisa cubría su rostro, y la razón de esa felicidad era por una chica que comenzó a trabajar con él. Ahora se volvió costumbre que cuando César llegaba a su casa iba directamente a contarle a su gato sobre cómo era ella y que hacía, y a pesar de que el cuento sobre la chica todos los días era distinto, había algo que no cambiaba, terminaba con la misma frase de ―Pero está vez no le pude hablar‖.
—¿No te cansas de repetir lo mismo? Ya me sé esa frase de memoria —dijo una voz misteriosa.
César asustado se volteó a ver de dónde salió esa voz. Tal vez alguien se había metido en su casa desde hace días y él no se había enterado, pero lo único que vio fue a su gato que lo observaba fijamente.
—¿Qui-quién anda ahí? —preguntó titubeando, el miedo le ganaba— Sal ahora por las buenas antes que llame a la policía. —No creo que te tomen en serio si llamas la policía diciéndoles que tu gato te habló —dijo Chein sin despegar la mirada de César. Él le regresó la mirada y retrocedió rápidamente unos tres pasos para luego salir corriendo de casa. ―¿En serio mi gato me habló?‖, pensaba él constantemente. Caminó un poco por las calles tratando de convencerse que el cansancio le había hecho una mala jugada, pues llevaba cinco años con su gato y este nunca le había hablado por lo cual no podía creer lo sucedido. Al volver más tarde a su casa, pues no le quedaba alternativa, lo primero que vio al abrir la puerta fue a su gato durmiendo como de costumbre. Eso lo tranquilizó un poco y fue a buscar agua para beber. —Por fin llegaste, me tenías preocupado —dijo Chein dirigiéndose a la cocina donde estaba César. Un grito se escapó de su boca mientras el vaso de agua estallaba contra el piso. —Es-esto ti-tiene que ser una mentira, ¿En serio me estás hablando? —preguntó en dirección a su gato sin esperar una respuesta a cambio. Su semblante volvía a ser pálido y su cara denotaba confusión.
—Es obvio que te estoy hablando, no es parte de tu imaginación —contestó el felino mientras se montaba en el mesón de la cocina buscando estar a la altura de su dueño—. Para serte
sincero, mi intención nunca fue que supieras que hablaba —decía muy tranquilo. —Pero, ¿¡Co-cómo?! —preguntó César exaltado y confundido . —No creo que lo quieras escuchar ahí parado, así que ven —dijo Chein bajándose del mesón para caminar en dirección a la sala. Unas horas más tarde Chein le explicaba el porque los gatos hablaban, dándole detalles de la promesa que habían hecho sus antepasados gatunos para no interferir en los asuntos de los humanos.
—Entonces, ¿por qué tú rompiste esa promesa? —preguntó César con intriga. Ya estaba más tranquilo e intentaba entender lo que le decía su pequeño amigo peludo. —Digamos que me tenías un poco exhausto con tus cuentos de siempre —respondió Chein—, aunque lo que realmente me molestaba era que siempre llegabas a interrumpir mis ricas siestas.
—Perdón —dijo César un poco apenado, porque sabía que era verdad—. No tenía con quién más hablar, y pensaba que tú no entendías lo que te decía.
—Es por eso que quiero ayudarte, no puedes seguir sin tener ni un amigo o persona con quién hablar, aparte de mi, un simple gato —dijo en tono serio—. No puedes siempre contar conmigo, seamos sinceros los gatos tienen una corta vida a comparación del humano, por lo que no te duraré para siempre. Era verdad lo que Chein decía, César entraba en razón de lo que su gato decía. Él tenía 37 años pero prácticamente no los había vivido, siempre había estado encerrado en su mundo, aislado de la civilización. Desde ese momento su manera de ver al mundo cambió, sin mencionar el secreto que sabía sobre los gatos. Después de esa conversación con Chein, César tomó la valentía de hablarle a la chica que tanto le gustaba y de conocerla mucho más. También intentó ser más sociable y se dio cuenta que habían personas que compartían sus mismos gustos. El César del mundo de monotonía y soledad estaba cambiando y ya era un César que experimentaba las cosas nuevas que le deparaba la vida.