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Todos estos aspectos han sido determinantes a la hora de valorar su implicación en el espacio. En la obra de Alvar Aalto, la forma es consecuencia de la necesidad humana, al mismo tiempo que se establece un vínculo social y cultural en el entorno para el cual está producida. Se quiere definir la forma como un misterio que, en realidad, no conocemos, pero que proporciona al hombre una sensación totalmente diferente a la de un acto de liberación social. Sobre aspectos formales se insiste en la capacidad creadora del material. Siguiendo el discurso, se puede ver que el equipamiento plantea todos sus elementos y partes como una máquina capaz de generar la atmósfera más adecuada, tanto para la lectura de un libro como para el ocio del usuario. En la fachada norte (la luz del noreste es la más indicada para la lectura dada su condición de luz indirecta) dos dobles espacios contribuyen al acceso de luz hasta el centro de la planta
(establece al mismo tiempo una relación de observación con la ciudad). En la fachada suroeste, los forjados encuentran la fachada para controlar la iluminación. Una claraboya central, diseñada a manera de difusor, como si se tratara de una lámpara de Castiglione, baja la luz hasta el centro de la planta; en este punto el forjado se perfora provocando unos grandes triples espacios en los cuales se puede leer alrededor de las barandillas. La forma curvada de estas perforaciones y las propias barandillas ayudan a que la luz descienda. La fachada de cristal serigrafiado y tratado según características óptimas de reflexión optimiza el control lumínico de la sala. Todo lo que se comenta está estrictamente relacionado con el ser humano y transforma una arquitectura aparentemente sencilla en un cuerpo de una gran complejidad, ya que cada decisión ha sido reflexionada y pensada con una finalidad: hacer más amable y emocionante la experiencia de la vida.