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Armando Javier G

“Es necesario un patrón físico determinado para levantar un mundo: agua, la orilla de un río, un arroyo, un riachuelo, incluso un grifo sin guardar. Y se necesita suficiente tierra llana para montar las tiendas, algo de maleza o leña para alimentar las fogatas...

… los mundos se levantaban al final de la tarde. La gente, dejando la carretera, los hacía con sus tiendas y sus corazones y sus cerebros”

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Las uvas de la Ira – John Steinbeck (1939)

Troll (1950) define como paisaje geográfico “una parte de la superficie terrestre con una unidad de espacio que, por su imagen exterior y por la actuación conjunta de sus fenómenos, al igual que las relaciones de posiciones interiores y exteriores, tiene un carácter específico, y que se distingue de otros por fronteras geográficas y naturales.”

Citando a Bodek & Schmithüsen (1949) , Troll trae a colación tres elementos inherentes al concepto mismo de paisaje y que de manera integrada lo constituyen:

• El mundo abiótico, puramente físico–químico, que depende del proceso físico de causa y efecto.

• El mundo viviente, biótico.

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• El mundo del hombre, que depende de las puras comprensiones causales y motivaciones de los individuos o grupos sociales. El paisaje, por lo tanto, es un híbrido entre lo físico y lo perceptual, percepción marcada por la realidad y que puede variar en la medida de que se permee por las experiencias – contexto - del individuo que lo observa. Es el paisaje, además en su concepción físico-biótica el que inicialmente, “moldea el carácter de su gente, y es este el que modifica y recompone el lugar con la materialización de una amalgama de necesidades, aspiraciones, anhelos y experiencias propias y ajenas, en una composición aleatoria cuya nueva fisonomía, o mejor, cuyo nuevo paisaje moldeará el carácter de la siguiente generación” (Aponte, 2003). Es una retroalimentación al parecer infinita, que va y viene, construyéndose y reconstruyéndose, siendo objeto de reinterpretación, donde los habitantes adquieren un papel principal; y donde el paisaje pareciera también resumirse en la humanidad misma que lo habita – o que lo habitó - y que al transformándolo físicamente lo bautiza en sentires y significados.

Así, esos patrones físicos, ese contexto - mundo del hombre - permiten la definición del concepto desde su interrelación recíproca. Las gentes que describe Steinbeck y que viajan por las carreteras en el éxodo de la gran depresión de 1929 en E.E.U.U son ejemplo de ello. Transforman el paisaje, lo resignifican; lo que antes era un paraje a la orilla de la ruta 66, se convierte en el paisaje de los que huyen, los que van en fuga, y que se ven condicionados por aquellos otros elementos que físicos, los amoldan como arcilla, pues su carácter ineludible conlleva a distintas formas de habitar; de interactuar. De construir esta dualidad particular del paisaje que transforma, es transformado y como una fotografía ha de poderse leer en un instante o un carrete en el tiempo, recordando los vestigios de aquellas generaciones pasadas.

Píe de página

AponteGarcía, G., (2003). Paisaje e identidad cultural.

Bobek, H y Schmithüsen, J. 1949. Die Landschaft imlogischen System der Geographie.

Steinbeck, J. (1939). Las uvas de la ira.

Troll, C. (1950). Die geographische Landschaft und ihre Er-forschung.

Troll, C. (2003). Ecología del paisaje.

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