Periódico edición 575 diciembre 2017

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Periódico ACORE / Edición 575 / diciembre de 2017

Aniversario 65 años de historia

Curso Luciano D’elhuyar Por: Mayor (RA) Gilberto Trujillo Franco No hay brumas en los recuerdos de los ‘Lucianos’. Y no las hay porque cuando se dedica toda una vida a servir una causa con encendido amor, los recuerdos no se borran. Y qué mejor causa para dedicar toda la vida, que enamorarse con pasión sin límites de esta patria colombiana.

Esos somos los ‘Lucianos’: grupo de varones, que 65 años atrás, mozuelos impulsivos, traspasamos el portalón anchuroso de la Escuela Militar para hacernos oficiales del Ejército de Colombia y hoy, ya cargados de años, celebramos sesenta y cinco de egresados. Venimos no cansados ni vencidos al altar santo de la patria, a decir llenos de orgullo: Colombia, seguimos enamorados de tí con el mismo amor juvenil de ayer. ¡Gracias por habernos dejado nacer en tu suelo hermoso! ¡Gracias por dejarte querer! Luciano D’elhuyar, fue gran patriota,

Con ingratitud incomprensible, hemos relegado a Luciano D’elhuyar a un segundo o tercer plano, opacando el brillo que supo darle a su persona y a sus acciones memorables. Su participación en la campaña admirable de 1813 fue tan decisiva, que dio pie para que la Ley del 29 de abril de 1848 ordenara colocar la siguiente leyenda bajo su retrato en el Museo Nacional:

“Luciano D’elhuyar, jefe del sitio de Puerto Cabello en 1814, tan modesto y honrado, como valiente, fue el más bello ornato del ejército granadino para liberar a Venezuela”.

Su progenitor fue el español Juan José D’elhuyar, nacido en Logroño, de quien en su época se afirmará “… Ser el hombre más importante de la ciencia española en el siglo XVIII”. Fue

compañero de Atanasio Girardot, de Antonio Ricaurte, del sabio Caldas y de toda esa generación que puso su esfuerzo en la emancipación americana.

Este personaje de leyenda fue el escogido para dar patrocinio a nuestro curso. Cuánto honor y cuánto orgullo sentimos los Lucianos al mirar al infinito y recordar que ese guerrero, dechado de virtudes es nuestro patrono. Los reclutas eran conmigo 162 mozalbetes venidos de todas las regiones del país, de fenotipos diferentes, de capacidades económicas diferentes, pero todos hechos del mismo barro colombiano, pertenecientes a la misma clase media sufrida y pobretona. Unos pocos venían de curso preparatorio y por consiguiente se consideraban veteranos frente al recluta pueblerino,

pero a todos nos unía el mismo fervor patrio y el propósito de ser los mejores cadetes para ser los mejores oficiales.

Ese año, fuera del purgante horroroso del quino podio, de la instrucción militar normal, de prestar guardia en las gélidas madrugadas sabaneras y de un ejercicio de campaña final a Chocontá y Machetá, no hubo nada especial.

En 1951 la misma rutina castrense; pero el cadete espiritista, siente con alegría todas las incomodidades y se le aplica el adagio que dice que: “Sarna con gusto no pica”. La campaña fue a HondaVilleta-Guaduas. Nuestra compañía no salió a vacaciones, sino que, al mando de ‘Buda’ Ramírez, viajó a Manizales para participar en la celebración de los 100 años de su fundación. Rendimos honores al presidente Urdaneta Arbeláez y disfrutamos de la cálida acogida de

Luciano D’elhuyar

el descubridor del tungsteno, metal básico para la conquista del espacio, a través de aeronaves no tripuladas y tripuladas. Su dureza o resistencia a las altas temperaturas hicieron posible la presencia del hombre en la superficie de Selene.

José Luciano D’elhuyar Bastidas era el nombre completo de héroe de la campaña admirable. Nació en 1793 en Santafé. En 1806 entró como becado al colegio Nuestra Señora del Rosario y en 1810 inició sus estudios militares en el Convento de Las Aguas donde se encontraba acantonado el Batallón de Ingenieros Militares del Estado. En 1811 recibió el grado de subteniente ingeniero cosmógrafo. Con él, y en la misma promoción se recibieron como ingenieros militares los hermanos Atanasio y Pedro Girardot, Hermógenes Maza y otros granadinos. En 1812 por orden de Nariño sale bajo las órdenes del General

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Antonio Baraya a combatir los insurrectos de las provincias del norte de la Nueva Granada. Por su simpatía, charla alegre, sonrisa a flor de labios, su gracia espontánea, su porte militar, 1.80 metros de estatura, rubio ojiazul, bien conformado (no niega su ascendencia anglosajona) valiente y respetuoso de sus superiores, su actitud, prestancia y noble aspecto y su inteligencia, Bolívar, profundo conocedor de sus subalternos, siempre lo tuvo en cuenta para nombrarlo en cargos de altísima responsabilidad, naciendo entre ellos una sincera amistad. Su carácter alegre hacía que las penurias en el combate y después del mismo se hicieran más llevaderas. Participó nuestro prócer en las acciones para liberar a Venezuela, habiéndose distinguido en el sitio de Puerto

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sus habitantes y especialmente de las preciosas manizalitas.

La vorágine de la guerra necesitaba más y más oficiales. En junio ascendimos a alféreces y en diciembre a subtenientes. Pero antes, la diosa fortuna nos llevó en comisión a Chile. Otro país, otras costumbres, otras expresiones, una cultura más avanzada en ciertos aspectos que la nuestra y el europeísmo de sus gentes, nos enseñaron que en el mundo hay tantos modos de vida como pueblos existen en él. Adquirimos una dosis pequeñísima de cultura, pero que habría de ser útil al bagaje de conocimientos que estábamos conformando. El dios Eros rompió corazones, aquel germen de amor puesto por el Creador en el fondo del alma de todos los seres humanos afloró con hermosura violenta en los pichones de oficiales del Ejército Nacional de Colombia para corresponder a la coquetería deliciosa de las “cabritas” y “rubias” chilenas; cada uno amó lo suyo, vivió lo suyo, gozó lo suyo y sufrió lo suyo, porque hasta lágrimas hubo en la despedida del regreso. Han pasado 65 años de servicio a la patria. Y hoy estamos, como siempre, listos con el brazo en alto a repetir a voz en cuello: “¡Sí, juro!” Cabello, que levantó a pesar suyo para apoyar a su jefe en su retirada a Jamaica. D’elhuyar, con su batallón de Granadinos, se quedó en Cartagena y Bolívar en compañía de Urdaneta continuó hacia Jamaica.

De Venezuela regresó a Cartagena y por incomprensiones, envidias y odios personales sin fundamento, fue desterrado a Jamaica. Cuando llegó Pablo Morillo, ‘EI Pacificador’, a reconquistar los vastos territorios suramericanos para su majestad, el rey de España, con 10 mil hombres, él formó parte de un grupo de patriotas que en un pequeño buque pusieron rumbo hacia Cartagena para auxiliar a la ciudad sitiada. Una fuerte tormenta caribeña hace zozobrar el navío y nuestro héroe es tragado por la inmensidad del mar.


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