Acordes Nº3

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Solo de... RICARDO MARTÍNEZ SAXOFONISTA. Ricardo Martínez, Ricky, es un hombre desdoblado en estudiante de Filosofía e intérprete de saxo. Un rato de charla con él deja entrever esa bisagra que une sus dos sensibilidades: un compromiso a prueba de bombas.

Por CRÍSPULO ROPERO. P. ¿Cómo empezaste en esto de la música? R. Tocando la batería, con 12 años. En casa, mi abuela tocaba la bandurria, mi abuelo el acordeón, mi madre la guitarra... yo creo que en España no hay casa sin guitarra (risas). Y a los 14 años ya era el típico que se iba al Retiro, a tocar los djembés con más colegas. Yo siempre he tocado defendiendo la marginalidad. P.¿Marginalidad? ¿Entendida como qué? R. Marginalidad es, para mí, la cultura que se queda al margen de lo establecido, que se desarrolla en casas okupadas, raves, festivales alternativos... Siempre pienso que la música debe conservar ese reducto de marginalidad. Yo nunca he sido partícipe de niguna escena, siempre he hecho lo que en un momento determinado me ha conmovido.

P. Como músico, ¿has tenido formación académica? R. Claro. Con 16 años me apunté a clases de lenguaje musical con un profesor de saxo que había sido discípulo del cubano Bobby Martínez: de ahí mi afición al latin jazz. Después, empecé a manejar la electrónica, gracias a amigos que también se dedican a la música y con los que intercambio material. P. ¿Para ti es importante tener una base técnica o un buen músico también puede ser sólo 'de oído'? R. Creo que conocer lenguaje musical es primordial para enfrentarte a cualquier partitura y estilo. Y yo mismo he enseñado a tocar de oído, pero cualquier músico debe tener base técnica e interpretativa: yo aprendí durante dos años respiración diafragmática.

de instrumento ha sido por cuestión financiera: vendía una cosa para comprarme otra. Por eso, a los 15 años vendí la batería a mi propio grupo; así me aseguré el seguir tocándola, y con lo que me pagaron me compré una mesa de mezclas. P.¿Y de los platos al saxo? Pronto vi que la mesa no me permitía sacar afuera toda mi musicalidad. Fue entonces cuando empezó a gustarme el ska, como el de The Specials, que incluían vientos. Y, si algo sentía, era no tener ningún músico de viento, así que fui yo mismo quien se compró un saxo. No sin antes vender los platos, claro (risas). P. ¿Por qué el saxo fue definitivo? R. Porque es un instrumento que pide mucho de ti. No es como un piano, en el que tocas la tecla y tienes la nota: aquí hay una técnica muy compleja. ¡De hecho, cuando aprendes saxo, primero te enseñan a cantar! Por eso, aunque suene cursi, yo lo digo: amo los vientos porque lo que interpretas, literalmente, sale de dentro.


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