Boletín Enero-Febrero 2019

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© Ismael Martínez Sánchez/ACN

N° 2 · Febrero/Marzo de 2019 Reparar primero las almas: confesión en la catedral de Santa Rita de Alepo.

“No puedo bautizarme más de una vez, pero puedo confesarme y renovar así la gracia del Bautismo. Es como si hiciera un segundo Bautismo”. Papa Francisco, Audiencia General del 13.11.2013

Como Iglesia nos encaminamos todos juntos por la senda de la penitencia pascual, que desemboca en el gran “Aleluya” de la Pascua de Resurrección. Este tiempo está marcado por la observación del sacrificio de Jesús, y el signo del sacrificio redentor es la Cruz. Es el tesoro que incluye todo el bien en si mismo. En el bautismo fuimos marcados por la cruz; los sacramentos que nos han permitido crecer en la gracia, las súplicas y oraciones bien individuales o de la comunidad, cada bendición que se derrama sobre nosotros… todo, realmente todo en la vida cristiana encuentra su identidad en el sello de la cruz. Cada luz, cada fuerza espiritual, cada motivo de esperanza proviene de la cruz. El madero al que iban atados los esclavos se convirtió en fuente de la renovación del mundo. Si queremos ser discípulos de Jesús y alcanzar la felicidad eterna, debemos seguir los pasos de Jesús, y al hacerlo nos encontraremos, antes o después, con la cruz. Pero la cruz, impregnada de la valiosa sangre de Cristo, irradia al mismo tiempo la luz del triunfo. ¡Cuánta luz proviene de la cruz! Nos dice que la separación de Dios desapareció en el

momento en que el Hijo de Dios se sacrificó por nuestros pecados y rezó, moribundo, por que fuéramos perdonados. Ninguno de nuestros sacrilegios es mayor que el perdón de Cristo, e incluso al justamente sentenciado le dice: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43). Por ello, ¡ánimo a todos! En la cruz se nos ofrece esta perspectiva de la salvación, pero cada uno debe depositar su hato de pecados bajo la cruz y arrodillarse

reformas y renovación, pero una renovación auténtica solo puede tener lugar cuando se obra en cada uno de nosotros y cuando utilizamos los medios que Jesús mismo nos ha dado para ello. Así, los sacerdotes siempre deben estar disponibles cuando alguien pide confesarse: esto tiene prioridad. Y ellos mismos deben dar ejemplo acudiendo a menudo a confesarse. Aquí empieza la pastoral, y todos los creyentes, independientemente de su edad o estado, deben confesarse con “Cada luz, cada fuerza es- regularidad. Esto reportará mucho beneficio a todos: al inpiritual, cada motivo de dividuo, a las familias, a las esperanza proviene de la comunidades, a la sociedad, a toda la Iglesia. ¡Así se realizan cruz”. revoluciones pacíficas, revoluante Jesús infinitamente misericordioso, ciones del Bien! lo cual significa concretamente: una buena confesión sacramental con el cora- Tened por seguro que rezo por vosotros y zón arrepentido y el sincero propósito de que imparto mi bendición a todos vosno volver a pecar. Incluso aunque sepa- otros, deseándoos una Santa Pascua realmos que volveremos a caer debido a nues- mente renovadora. tra debilidad, cada uno de nosotros debe dar el paso a la confesión. Ha llegado el momento de volver a apreciar nuevamente este sacramento, que es como la quintaesencia de la cruz. A menudo se habla de los pecados de Cardenal Mauro Piacenza, los hombres y mujeres de la Iglesia, de Presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada 1


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