Bosque Rebeldes

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21 Dentro y afuera de la fiesta

La fiesta purépecha marca un límite temporal y espacial que divide al mundo. Es posible observar la fiesta desde afuera, pero desde ahí es imposible comprenderla. Cruzar el límite festivo es igual a adentrarse en un laberinto de colores, texturas, significados y formas diseñado para perder la cordura y la racionalidad. La fiesta es un dispositivo para ingresar al mundo y al tiempo de los ancestros, los cuáles sólo son posibles de observar estando ahí dentro.

A los turishis nos sorprenden las fiestas purépechas debido al enorme despliegue energético y financiero que significan, o por su embriaguez y por el hecho de que una fiesta apenas se considera terminada, cuando ya empezó otra, o bien porque para terminar o empezar una fiesta de manera decente y educada se debe completar una o varias fiestas menores. Así, la fiesta purépecha vista desde fuera parece borrachera y gasto desbordado, aunque por dentro se trata de un respeto conservador de las reglas y las tradiciones. Es una diferencia clásica que ofrecen los distintos puntos de vista. Estar de un lado o del otro plasma imágenes sustancialmente distintas.

La repetición fractal

Lo que me permitió comprender las fiestas fue la adopción de una postura personal: aceptarlas tal y como se me presentaran, fuesen como fuesen, sin cuestionarme ningún por qué. Al dominar un poco esta técnica personal pude seguir un hilo conductor en ese confuso laberinto: las fiestas purépechas se componen de fractales. Se trata de estructuras básicas que se repiten, con escalas mayores o menores, lo que me permite afirmar que las fiestas purépechas se componen de pedazos de otras fiestas.

Si se observa una boda, por ejemplo, se verá salir a los novios de una vivienda y dirigirse hacia el otro lado del pueblo, acompañados de sus invitados, padrinos y

de una extraña comitiva hecha de diablos, personajes de danzas, toritos y katarakuas que obligan a preguntarse: “¿quiénes son todos estos?”. Pero sólo son elementos rituales que pertenecen a otras fiestas y que aparecen alegremente en las bodas. Por tanto, es inútil intentar descifrar los elementos festivos sin observar el resto de los acontecimientos rituales e identificar así el origen de cada uno. Si en las bodas hay elementos de otras fiestas, ¿habrá fiestas que contengan pedazos de bodas? Para culminar el ejemplo, la respuesta es afirmativa: en algunas fiestas ocurren bodas de broma o de juego, en la que se casan “de mentiritas”, niños, tacuchis o solterones.

Las estructuras

Casi todas las fiestas purépechas giran alrededor de un armatoste de madera: un poste, una cruz, un arco, un ramo, un árbol de pólvora. Cada fiesta erige una de estas estructuras en un lugar específico que se convierte en el centro. Por ejemplo, para la fiesta del niño Dios

llamado “Santoniño”, se coloca un enorme poste frente a la vivienda donde se encuentra la imagen santa. Este poste, donde se cuelga una estrella de Belén, proviene de un pino cuidadosamente elegido del bosque, al cual se lleva música y comida antes de ser talado. Cada armatoste requiere el trabajo de decenas de hombres, que reciben comida y bebida a cambio de su esfuerzo. Como ya lo he dicho: la fiesta se compone de fiestas menores. Uno de los armatostes más sorprendentes se llama katárakua. Es una cruz de madera parecida a una X que se carga en la espalda. La katárakua se adorna de panales silvestres y animales vivos como águilas, serpientes, zorros, ardillas o cualquier animal encontrado en el bosque. Cada “panalero” carga su katárakua en la espalda y

25 baila con ella en la fiesta de Corpus Christi, que es, a la vez, la fiesta más intensa que se vive en todas las regiones purépechas. Los visitantes preguntan con recurrencia: “¿por qué hacen eso?”, “¿qué significados esconde dicha celebración?”. Los purépechas afirman que no hay manera de traducir por completo la respuesta, pero que se trata de un agradecimiento. Efectivamente, los purépechas agradecen el hecho de que todos los días pueden salir del pueblo y adentrarse en el bosque para ganarse la vida. En el día de Corpus Christi ocurre exactamente lo opuesto, pues los purépechas permiten que sea el bosque el que ingrese al mundo culturalizado del pueblo y que, por este hecho mágico. se vuelva silvestre.

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