GL 1.1

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ESCENA 1. SEC. SUBTERRÁNEA.

1.

INTERIOR,

DÍA.

ESTACIÓN

DE

METRO

Un HOMBRE espera el metro. Ronda los 50 años y viste un abrigo negro, largo y ancho que le hace parecer más corpulento de lo que es. Una bufanda enrollada al cuello le oculta el rostro hasta la mitad, pero esto no disimula su aspecto cansado, fatigado, su rostro blanquecino y la mirada algo perdida. Hay insertos de planos detalle, con los sonidos correspondientes en primerísimo primer plano. En este caso, escuchamos la respiración del HOMBRE y el sonido de sus manos grandes y cuidadas al frotarse las rodillas antes de levantarse. Llega el metro. Se levanta lentamente y espera a que las puertas se abran. Vemos su perfil, en planos a distinta escala que no hacen sino transmitir la sensación de que es un hombre cualquiera, sólo que cansado. ESCENA 2. SEC. 1. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. El HOMBRE entra en el vagón, un vagón cualquiera, y se sienta. Junto a él, se acomoda otro SEÑOR. Tiene unos 46 años. Aproximadamente, mide 1,70m, tiene una gran barriga, pero el trasero muy plano y es calvo, aunque con algo de pelo por los lados y la base del cráneo, lo que intensifica su cara redonda y rechoncha. Viste con una chaqueta amplia de cuero marrón que no disimula su enorme barriga. Lleva vaqueros con un cinturón de piel marrón y zapatillas de deporte blancas. El vagón se pone en movimiento. El HOMBRE se deja llevar por el traqueteo y cierra los ojos. Parece que se ha dormido, pero los entreabre. La cámara lo mostrará desde distintos ángulos a partir de este momento, con encuadres diferentes. El HOMBRE realizará el resto del viaje en absoluto silencio, con la cara cubierta hasta casi la nariz por la bufanda, lo que no ocultará sus párpados caídos y la mirada en un punto perdido del suelo. Aunque los planos se toman sin realizar ningún movimiento de cámara y los personajes están sentados o de pie siempre en el mismo sitio, la sensación es de movimiento constante, incluso en el caso del HOMBRE. Esto es debido al traqueteo del vagón y a los distintos insertos de planos cortos, tomados sin trípode. Temporalmente, el lapso transcurrido entre muchos planos es impreciso, excepto cuando diseccionan una misma acción. Se unen por corte, salvo alguna excepción. ESCENA 2. SEC. 2. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, el SEÑOR que se ha sentado al lado del HOMBRE está hablando con él. No sabemos cuánto tiempo lleva hablándole, pero el HOMBRE no da muestras de querer responder o entablar una conversación, tampoco el SEÑOR, que resulta ser un PARADO de la construcción, espera respuesta. Los insertos se intercalan con otros planos, a medida que el PARADO habla. Son breves, y dan más importancia al sonido que les corresponde que al monólogo del PARADO. El primero muestra la línea de la mandíbula, cerca de la oreja derecha; cuando el PARADO se rasca, descuidadamente, y destaca la incipiente barba y el cuello desgastado de la chaqueta. Otro inserto muestra sus zapatillas sucias, como de polvo de obra. El último inserto muestra las uñas de las manos, muy descuidadas. Son unas manos gruesas, callosas y muy morenas, como el rostro, lo que evidencia sus largas jornadas de trabajo. El


PARADO mueve las manos con nerviosismo. Bajo el brazo sostiene una carpeta tamaño A5, es la clásica carpeta azul con gomas elásticas, lo que muestra que, quizás, vaya o vuelva de hacer ciertas transacciones bancarias, de fichar en el INEM, del médico… PARADO ...No hay manera. Y la mujer se desespera. Claro, el hijo todo el día en casa... Y yo, ¿qué le digo? Si salgo es más para dar vueltas por ai. Y ya ves, lo último que hice fue un cursillo de esos para poner aires acondicionados, pero na. Toda la vida poniendo ladrillos y ahora, ¿qué? Ni a panadero me coge mi cuñado, ya ves. Ya se lo dije a mi hijo, que tenía que estudiar. Pero el chaval no sirve. Él es listo, pero no de esos. Si yo pudiera, pues me lo llevaba y lo ponía a trabajar conmigo. Porque cuando se pone, se pone. Que le hicimos una caseta con barbacoa, ahí en Bétera, a unos conocidos. Y me llevé al chaval, y trabajó bien, que tú le explicas lo que hay que hacer y él lo hace. Pero ahora estamos los dos igual. En casa. Sin na que hacer. Y la mujer se pone nerviosa. Yo me salgo a dar vueltas, porque no sale nada. Algún aire acondicionado he puesto, pero ya está. Pero el hijo no hace nada. Megafonía anuncia la próxima parada. El PARADO exhala aire sonoramente. Se despide del HOMBRE sin mirarle. PARADO Bueno, aquí me bajo. Gracias por... que tenga buen día. Hay movimiento en el vagón. Gente sale. Gente entra. El HOMBRE no ha cambiado su pose, o quizás sí, pero no de manera perceptible. ESCENA 2. SEC. 3. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. Entran dos chicas jóvenes, de unos 22 años de edad. CHICA 1 se sienta junto al HOMBRE y CHICA 2 se queda de pie cerca. De vez en cuando comentan los mensajes que envían o reciben a través del móvil, pero no levantan la mirada de la pantalla. Cualquiera diría que son desconocidas. Los insertos se centran en las manos de las chicas, no en los teléfonos, aunque destaca el sonido del tecleo constante. Vemos la manicura perfecta de CHICA 1, las gafas de sol le sirven de diadema para recoger su largo cabello castaño y ondulado, también observamos la ortodoncia de brackets metálicos. CHICA 2 tiene las muñecas llenas de pulseras, y cada cierto tiempo se retira el pelo detrás de la oreja, aunque las greñas caen otra vez, porque tiene la cabeza inclinada sobre la pantalla. Se muestran los botines marrones de piel sintética y de temporada que calza. Por el bolso de CHICA 1, asoma un dossier de apuntes. En este caso, los insertos no se muestran mientras ellas hablan, sino durante los largos silencios entre sus breves intervenciones.


CHICA 1 (Sin apartar la mirada de la pantalla) Sara no viene. CHICA 2 Ya. (Pasa un momento en silencio antes de volver a hablar, distraída.) ¿Qué? CHICA 1 Sara no viene. CHICA 2 Al final nunca viene. Yo no sé qué llevar. CHICA 1 Yo me pondré el vestido morado. Como tiene media manga... Ana dice que si cabe con nosotras en el coche. A ver si mi hermano trae a alguien más. CHICA 2 La última vez pasé frío, tía. Yo cogeré dos sacos de dormir. Tenemos que caber en el coche todos con los sacos. CHICA 1 Ya. (Pausa) Pero no la vamos a dejar tirada. Megafonía anuncia la parada, pero no se mueven. CHICA 2 Sonia también tiene coche. CHICA 1 Está lleno. Mi hermano no trae a nadie. Se lo digo a Ana.


CHICA 2 Cogeré el vestido palabra de honor, pero me lo pondré con medias negras. CHICA 1 ¿No tendrás frío? CHICA 2 No sé. Luego nos encerramos en el chalé y con la música y todo se está bien. CHICA 1 No sé, tía. Megafonía anuncia la parada. CHICA 1 Es aquí. Las dos se levantan y salen.

ESCENA 2. SEC. 4. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. Entra un grupo de turistas italianos. Son cuatro chicas y dos chicos de entre 20 y 26 años. Al menos hay dos parejas, lo que se deduce de la confianza, de la forma de cogerse y apoyarse unos en otros, etc. El grupo es muy ruidoso. Hablan sin pensar en el resto de viajeros y ríen muy fuerte. ITALIANA 1 se sienta junto al HOMBRE e ITALIANA 2 se queda de pie frente a ella. ITALIANA 1 se quita el zapato y se lo enseña a ITALIANA 2, casi metiéndoselo en la nariz. El zapato queda casi en un primer plano. ITALIANO 3 e ITALIANA 4 miran un plano de la ciudad y comentan cómo llegar a una dirección. ITALIANO 5 e ITALIANO 6 hablan.

En las siguientes paradas el vagón se va llenando, y cada vez el grupo sube más el volumen.


ESCENA 2. SEC. 5. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. Entra una pareja de ancianas. ITALIANA 1, sentada junto al HOMBRE se levanta para dejar que se siente una de las señoras mayores. El grupo mira un momento al HOMBRE, pero el HOMBRE no hace ningún amago de ir a ceder su asiento. ANCIANA 1 (a ANCIANA 2) Siéntate, siéntate tú. ANCIANA 2 ¿Tú no quieres...? ANCIANA 1 Tira, tira. Que después te duele la pierna. La ANCIANA 2 no se hace de rogar ANCIANA 2 (Hablándose más a sí misma que a su amiga) Si ya me duele. Se muestran insertos con detalles de los gestos que hace ANCIANA 2 para sentarse. A su avanzada edad, esta tarea es dificultosa y requiere de una coreografía complicada. Por ello, ANCIANA 1 le coge el bolso y trata de ayudar a ANCIANA 2 a sentarse. Una vez sentada, coloca el bolso en su regazo. ANCIANA 1 lanza una mirada al HOMBRE y frunce los labios. Más adelante, otros insertos muestran detalles de su vestimenta o complementos como, por ejemplo, el pañuelo en el cuello o sus bolsos desgastados por el uso, de los que también se muestra su contenido: bolsas de plástico, pañuelos, envoltorios de caramelos de miel y limón… Además, también se incorporan imágenes de sus labios agrietados o sus manos arrugadas, lo que refleja el paso de los años. El grupo de italianos deja el vagón en la siguiente parada. El metro pasa por una curva y ANCIANA 1 está a punto de caerse. Una VIAJERA la ayuda a sentarse en un asiento cercano, justo frente a ANCIANA 2 y al HOMBRE. VIAJERA Siéntese, por favor. ANCIANA 1 Gracias, bonica.


ANCIANA 2 (Habla con su amiga, pero su intención es que la oiga todo el vagón, especialmente el HOMBRE que viaja a su lado). Aún quedan personas como toca. (Se gira y mira al HOMBRE, pero éste no levanta la mirada del suelo; no parece darse por aludido). No si... algunos van muy cómodos. Pero ya les tocará, ¿eh? Ya les tocará, ya. Los jóvenes piensan que siempre serán jóvenes. Y no, ¿verdad? No. Pero ahora eso da igual. Cuando uno puede estar de pie prefiere ir sentado. Claro. Pero cuando no se puede estar de pie, no se puede. Y los que pueden, pues tienen que verlo, y dejar que nos sentemos, ¿no? (ANCIANA 2 echa un vistazo enfadada al HOMBRE, al que ha lanzado miradas de reojo mientras hablaba. Pero éste no reacciona de ningún modo). ¡Poca vergonya! ESCENA 2. SEC. 6. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, el vagón está prácticamente vacío. El HOMBRE sigue sentado. Unos asientos atrás, hay un JOVEN de entre 14 y 18 años. Viste un chándal blanco y amarillo, deportivas, lleva una gorra con la visera casi sobre los ojos y destaca un llamativo pendiente de diamante en una de las ojeras. El JOVEN escucha música con cascos, aunque tiene el volumen tan alto que la música se escucha, prácticamente, en todo el vagón. Es una música machacona, acorde con la imagen del joven, que apoya los pies sobre uno de los asientos libres que hay frente a él. Otros viajeros parecen sentirse molestos por la actitud del joven, pero no el HOMBRE. Los insertos muestran los pies del JOVEN, que mueve espasmódicamente, no se sabe si intentando seguir el ritmo de la música o si es sólo un gesto habitual. ESCENA 2. SEC. 7. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, en lugar de esta música, se oye una melodía de teléfono que pertenece a un EMPRESARIO de unos 45 años que se encuentra de pie cerca del HOMBRE. Este EMPRESARIO luce un traje clásico de dos botones y una corbata verde moteada por pequeños dibujos blancos. Lleva el pelo engominado, peinado hacia atrás con las púas gruesas del peine, cuyo resultado es un pelo liso y con algunos rizos en la nuca. Es un hombre de buen comer y buen beber, corpulento pero elegante. Sujeta el maletín con una mano, y con la otra el teléfono. Está hablando con alguien, sin preocuparse por que el resto de pasajeros escuchen su conversación. Los insertos muestran el detalle del peinado, el nudo perfecto de la corbata, cómo aferra la cartera, la media sonrisa en los labios y el brillo de sus zapatos impolutos.


EMPRESARIO ¡Hombre, amiguito del alma! Contigo quería yo hablar... Ya... Ya, está jodida la cosa. No, no, no, no, no... Ya quisiera, pero no. No quiero marrones, ¿me entiendes? No quiero marrones. Están a por todos... No, vienen a por todos. En la oficina, al que no han empapelao lo tienen fichado, ¿sabes?... Todos acojonados, te digo. Yo, nosotros, estamos intentando vender algo. A ver si volvemos el ladrillo en pelas otra vez. Carmen quiere que vendamos la casa de Palma... Sí, ya sé. No hay manera. Si ya se lo digo. Pero da igual. ¿Y sabes la putada? Nos entró el mar... Sí, con el temporal. Todo el salón inundado. Rompió los cristales de la terraza... Pues teníamos el Mercedes en la cochera... La batería a la mierda... No, si sabes de alguien que le interese, ya sabes... precio de amiguetes... Tres baños... Megafonía anuncia la parada y el EMPRESARIO se baja del vagón. ESCENA 2. SEC. 8. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. Entran, entre otros pasajeros, dos mujeres. Son hermanas, aunque sus constituciones son muy distintas. La joven, MARI, tiene unos 40 años y es alta y delgada. Su cabello es castaño claro con mechas rubias y lo lleva recogido con una coleta. Viste con vaqueros de camal recto, suéter granate de cuello alto, americana beige y mocasines de color camel. Su hermana, a la que llama TETA, es algo mayor que ella, ronda los 50 años, y es alta y de complexión gruesa. Viste con camisa blanca, y sobre ésta, chaleco de punto negro, falda vaquera, medias negras y botas de caña media del mismo color. Lleva un bolso marrón a juego con su abrigo. Su cabello es rojizo y presenta un corte bob con flequillo. Estas dos mujeres hablan molestas sobre la situación que tienen con sus padres. El tema es tan delicado que por momentos les cuesta mirarse a los ojos. MARI va directa a sentarse junto al HOMBRE. TETA Mari, ¿pero no ves que la mamá ya tiene un agujero en la cabeza? Això és un forat. (Se señala la cabeza con todos los dedos de la mano). MARI (Con lástima) Ya... Pero es que me engaña, teta. A veces le hablo y ella hace que sí, y parece que entiende...


TETA Ella ya no entiende nada, Mari. Se le olvida todo. Si no estuvieran allí las chicas para darle las pastillas... a saber. Ella se la toma y al minuto ya no se acuerda. Y otra vez a por la pastilla. MARI Pero las chicas no pueden hacer nada si la mamá va al banco. TETA ¿Y qué hacemos, Mari? MARI Si es que la manda el papá. TETA Pero, ¿qué hacemos? ¿Los inhabilitamos? MARI ¿Sabes lo que va diciendo la mamá? Me lo contó la tía Pilar. Va por el pueblo diciendo que les robamos. TETA (resopla) Como si no costara nada tener dos chicas que los cuiden veinticuatro horas. MARI Ay, pero ellos no las quieren. La mamá me llama y me dice que para qué tienen que estar ahí, sino hacen nada. TETA ¿Y la mamá va a bañar al papá, eh? ¿Y va a cocinar? No, ellos necesitan a alguien que les prepare la comida. ¿Qué es eso de cenar dos flanes y ya está? No, Mari. No pueden estar solos. Antes, cuando el papá podía moverse, pues aún. Pero la mamá no puede ya con la casa. Y menos con el papá. Tú y yo no podemos ir todos los días al pueblo. No podemos dejarnos el trabajo.


MARI ¿Y los mil euros? TETA Mari, olvídate ya de eso. Eso, tal y como se los daría en el banco, los metería en un sobre, y ya está. Se han perdido. No vamos a sulfurarnos. MARI ¿Y el mes que viene, qué? Ella tendrá un agujero en la cabeza, pero se acuerda de cuándo cobran la pensión. Y si va a sacarla, en el banco me han dicho que no pueden hacer nada, se lo tienen que dar. TETA No sé, Mari. No sé. Megafonía anuncia otra parada y las hermanas se preparan para salir. MARI Lo sacará otra vez. Y si no lo pierde se lo gastará en lotería. Ya no sabe lo que vale el dinero. Ella va a comprar y a la hora de pagar abre el monedero y dice “Coge lo que sea, que yo no me apaño”. Eso me lo contó Fany, que la vio el otro día. TETA Pero es que... inhabilitarlos... Las hermanas salen. ESCENA 2. SEC. 9. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En seguida, ocupa el asiento libre junto al HOMBRE un señor muy elegante de unos 30 años de edad. Es alto, y de facciones duras, marcadas, que se intensifican por la barba de un par de días que presenta. Lleva un abrigo largo y negro y mira fijamente hacia delante, casi sin pestañear. Durante unos segundos, el trayecto transcurre con total normalidad, en silencio. Hasta que este nuevo compañero saca del bolsillo interno del abrigo un espejito y una barra de labios. Con toda parsimonia se pinta los labios, asegurándose de no salirse y de que el color quede uniforme. Se mira bien antes de guardar el espejo y el pintalabios.


Luego, el SEÑOR EXTRAVAGANTE vuelve a mirar al frente y sigue el viaje con toda naturalidad. ESCENA 2. SEC. 10. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, el vagón vuelve a estar lleno. Junto al HOMBRE, se sienta un joven que carga con un maletín de violín. Es un chico de unos 20 años, alto, delgado y rubio. Viste con unos vaqueros y una camisa de cuadros morada. Este joven mantiene una conversación con otra chica que está de pie y sostiene la funda de un chelo. La joven también ronda los 20 años de edad. Es alta y delgada. Viste con vaqueros, una sudadera del grupo Yellowcard y calza deportivas. Destaca sobre su pecho un pequeño colgante de la clave de fa. Ambos son estudiantes del conservatorio de música. VIOLINISTA … y claro, así no se puede estudiar. Todas las cabinas insonorizadas están llenas. CHELISTA A no ser que vayas a primera hora de la mañana. VIOLINISTA Claro, pero llegas un poco más tarde y... Y ahora que necesito estudiar cinco horas diarias como mínimo para la prueba del superior... CHELISTA ¡Ah! ¿Al final te presentas? ¿Dónde? VIOLINISTA En el conservatorio de Zaragoza. La obra libre la llevo bastante bien, pero las dos obligatorias… tengo que darle más. CHELISTA Normal que estés tan preocupado por lo de las cabinas… es cosa del conserje, que está mano sobre mano… ¡le dan igual los horarios de reserva! Si ya se han quejado muchos… VIOLINISTA Pero no es que sea sólo lo de los horarios de reserva; que sí… que llegas y, como no está el conserje, vas y apuntas en la hoja de reserva tu nombre para todo el día…


CHELISTA Ya… VIOLINISTA … es que encima la gente se va a comer a casa ¡y cierran las cabinas y se llevan las llaves, como si fueran suyas! CHELISTA Para que no les quiten la sala en todo el día… ya ves. VIOLINISTA Y con el estrés de la prueba de Zaragoza, sólo me faltaba ahora la movida esta con las cabinas. CHELISTA Bueno… siempre nos quedará la opción de tocar en el metro, ¿no? (ríe). VIOLINISTA (Ríe) ¡Pues sí! ¡Con lo mal que están las cosas igual así hasta nos ganamos unos euros! ESCENA 2. SEC. 11. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, hay un hombre de unos 35 años de etnia gitana y origen rumano tocando el acordeón. Es moreno con el pelo lacio y brillante, peinado con la raya al lado. Viste con una camisa de color azul claro, pantalones de terciopelo marrones y chaqueta negra. Su acordeón suena un tanto desafinado y parece bastante viejo. Al terminar de tocar, el MÚSICO pasa la gorra entre los pasajeros, pero ninguno le da nada. Entonces, se sienta junto al HOMBRE y empieza a tocar de nuevo. Primero, una melodía triste. Pero, al presentir el espíritu decaído del HOMBRE, se detiene y arranca una melodía frenética del instrumento. Justo en ese momento, se abren las puertas y muchos de ellos optan por abandonar el metro. De nuevo, el MÚSICO se levanta y extiende la mano buscando el reconocimiento en forma de dinero, pero no consigue nada. También se acerca al HOMBRE, pero éste no reacciona.


ESCENA 2. SEC. 12. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. El HOMBRE sigue con la mirada clavada en el mismo punto y con los ojos entreabiertos. A su lado, está sentada una NIÑA de unos 7 años, que lo mira fascinada. La NIÑA es morena y con el pelo cortado “a lo chico”. Va vestida con una gabardina gris, unas calzas a rayas azules y negras y unos mocasines negros. La NIÑA alarga un dedo y lo aproxima lentamente al HOMBRE. Pero, su MADRE, que está de pie y cerca, la detiene antes de que la NIÑA lo toque. MADRE ¡No molestes al señor! NIÑA ¡Está muerto! La MADRE de unos 30 años, entre avergonzada y horrorizada por lo que ha dicho su hija, la coge de un brazo y se la lleva al otro lado del vagón (aunque, simplemente, salen de plano, no se ve hacia dónde). La NIÑA reacciona molesta, chillando. Pero su MADRE la arrastra de todos modos. NIÑA ¡Nooooo! ¡Estoy cansada! ¡Me duelen los pies! ¡Nooo! A la MADRE se le ve una mujer bastante estresada, debido a que parece una mujer que trabaja y cuida a la vez de su niña pequeña. Es delgada y tiene el pelo rubio recogido en un moño. Lleva una gabardina roja con un cinto que resalta la estrechez de la cadera, botas de color negro y pantalones vaqueros que se advierten por debajo de la gabardina. ESCENA 3. SEC. 1. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En plano queda el HOMBRE, solo, mecido por el traqueteo del vagón. El sonido y la imagen se funden. Antes de que aparezca de nuevo la imagen del HOMBRE en el vagón, desde otro ángulo, escuchamos una voz desconocida. Es una voz masculina. REVISOR Señor. Señor. Tiene que abandonar el vagón. Ya no hay más servicio... En plano, un revisor de unos 50 años de edad está intentando despertar al HOMBRE. Viste con el típico uniforme de revisor; es decir, pantalón de pinzas negro, camisa azul y americana de color negra a juego con los pantalones y los zapatos. En la mano izquierda, sujeta una máquina por la que pasa los billetes de los pasajeros y colgando del hombro izquierdo, se aprecia una cartera negra. No se muestra su rostro,


pero adivinamos su sorpresa cuando toca el cuerpo del HOMBRE y se da cuenta de que no reacciona. De nuevo se funde la imagen. ESCENA 4. SEC. 1. INTERIOR, DÍA. VAGÓN DE METRO. En el siguiente plano, de nuevo, el único rostro que vemos es el del HOMBRE, que sigue sentado en el vagón. Una mano enguantada busca la yugular del HOMBRE. Es un MÉDICO joven de unos 30 años. Es alto y de complexión física delgada, aunque su espalda es ancha y musculosa. Su cabello es de color negro. Viste con el uniforme del SAMUR y calza zapatillas de deporte blancas. MÉDICO No hay pulso.


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