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AARTI
RIVENDEL
S
e acaban las clases en Eivida hasta septiembre. A finales de ese mes se reanudarán los cursos básicos semanales. Se agradece descansar, pero también se echa de menos la gasolinera continua que es tener una escuela que te acompaña en tu vida, el sitio donde ir a descansar un poquito, sin más pretensión que esa… Me da morriña, sobre todo porque esta isla en verano me da mucha fatiguita. Y es que cuando uno es un hobbit de la Tierra Media, vivir entre elfos de Rivendel es duro… Lo único que le queda a una es el humor en todas sus variantes. Capacidad de reírse de una misma, cuando paseas por Ibiza y tu piel brilla como el neón porque a ti el sol te gusta cuando lo puedes mirar a la cara, es decir, amaneciendo y atardeciendo, así te enfrentas a la cara al muy cobarde, que el resto del tiempo te mira desde arriba y te fríe el séptimo chakra… Y me río de mí, porque me siento dudar… ¿Estaré hacien-
do mal? ¿Estoy dando más el cante que un finlandés en Kenia con esta piel de su color normal y no viéndole la gracia a la súper producción de melanina? Ay, que me quiero integrar… con los hermosísimos elfos altos y de piel dorada… ay! que cuando llega el verano es cuando me vienen los complejos de nariz y dientes de conejo… ay! que es cuando me siento bajita… “madre mía, que tontaca…” Humor tiernito cuando en una caña compartida con amigos, veo como los niños de papis de nueva generación, siguen sintiéndose liberados cuando otro adulto les permite ser poco evolucionados, egoístas, antipáticos y, en definitiva, les cambia el índigo por azul clarito… pobres niños elfos. En Hobbiton los niños dicen palabrotas y se arrean alguna que otra costalá y aquí paz y después gloria, y no les importa que en los cuentos se hablen de príncipes y princesas… Será porque no hay un rey elfo y la mo-