Revista Viernes 17022017

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Guatemala, viernes 17 de febrero de 2017

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La historia de los pueblos originarios se está escribiendo aún. Aves simbólicas tejen sus trama desde lo alto.

buscada por los negociantes europeos a fines del siglo XV. La expresión “indígena” ignora, así, que esos otros pueblos tenían sus propios nombres y su propia designación para sus territorios. Paradójicamente, la expresión “pueblos indígenas”, en la misma medida en que ignora la diferencia específica de esos pueblos, contribuyó a unificarlos no solo desde el punto de vista de los invasores, sino también como una designación que, en principio, servirá para constituir la unidad política de esos pueblos por sí mismos, cuando comienzan a percibir la historia común de humillación, opresión y explotación de su población y la dilapidación y devastación de sus recursos naturales.

Descolonizar el pensamiento

población estimada de entre 57 y 90 millones de habitantes que se distinguían como maya, kuna, chibcha, mixteca, zapoteca, ashuar, huaraoni, guaraní, tupinikin, kaiapó, aymara, ashaninka, kaxinawa, tikuna, terena, quechua, karajás, krenak, araucano/mapuche, yanomami, xavante, entre tantas nacionalidades y pueblos originarios del continente. La expresión “indígena” es, en ese sentido, una de las mayores violencias simbólicas cometidas contra los pueblos originarios de Abya Yala, en la medida en que es una designación que hace referencia a las Indias, o sea, a la región

Abya Yala se configura, por lo tanto, como parte de un proceso de construcción político e identitario, en el que las prácticas discursivas cumplen un papel relevante de descolonización del pensamiento, y que ha caracterizado al nuevo ciclo del movimiento “indígena” cada vez más como un movimiento de los pueblos originarios. La comprensión de la riqueza de los pueblos que viven aquí hace miles de años y del papel que tuvieron y tienen en la constitución del sistema-mundo ha alimentado la construcción de ese proceso político identitario. Considérese, por ejemplo, que hasta la invasión de Abya Yala, Europa detentaba un papel marginal en los grandes circuitos mercantiles,

que tenían en Constantinopla uno de sus lugares centrales. La toma de esa ciudad por los turcos, en 1453, propició la búsqueda de caminos alternativos, sobre todo por parte de los grandes negociantes genoveses, que encontraron apoyo político entre las monarquías ibéricas y en la iglesia católica romana. Desde entonces, circuitos mercantiles relativamente independientes en el mundo pasan a estar integrados e incluso se constituye el circuito Atlántico con la incorporación del Tawantinsuyu (región hoy ocupada por Perú, Ecuador y Bolivia, principalmente), del Anahuac (hoy México y Guatemala, principalmente), de las tierras guaraníes (envolviendo parte de Argentina, Paraguay, sur de Brasil y Bolivia, principalmente) y Pindorama (nombre con que los tupí designaban a Brasil). El carácter periférico y marginal de Europa era tal que la expresión “orientarse” (ir hacia el oriente) indicaba la relevancia del Oriente en la época. Así, es con la incorporación de los pueblos de Abya Yala y con su sometimiento político, junto con el tráfico y la esclavización de los africanos traídos a este continente, que se crea la oportunidad para la centralidad de Europa. En resumen, el surgimiento del sistema mundo moderno se da junto con la construcción de la colonialidad. Se trata, por lo tanto, de un sistema mundo moderno colonial. Y ese carácter contradictorio inscrito en el sistema mundo moderno, que busca olvidar su carácter también


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