Espacio Arquitectonico

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El espacio arquitectónico: vacío, sólido y envolvente

MIGUEL HURTADO URRUTIA

Profesor Titular de la Escuela Politécnica de Cáceres

Departamento de Técnicas, Medios y Elementos de la Construcción

Una de las muchas lagunas de nuestro sistema educativo es la ausencia en todos los planes de estudio de algo que debiera ser de obligado conocimiento: la percepción espacial, como una de las materias que contribuiría a enriquecer considerablemente la precaria cultura ciudadana, permitiendo –entre otras ventajas, como el mayor desarrollo mental- la apreciación de algo, tan desconocido para el hombre de la calle, como la arquitectura.

Tal vez esta carencia de formación, unida a la propia complejidad de la arquitectura, la marginan –en la prensa periódica, por ejemplo- como la menos popular de las Bellas Artes, en llamativo contraste con la pintura o la música, que tanto espacio ocupan, o incluso con la escultura, de no tan extensa popularidad. No es infrecuente que entre los mismos profesionales de la Historia del Arte, se analicen los edificios mediante una mera lectura bidimensional –como una pintura- o, en otros casos, tridimensionalmente, pero de un modo externo y superficial, como si de un volumen escultórico se tratase.

En la historia de la arquitectura, se han barajado diversos factores como esenciales en la configuración del espacio arquitectónico: 1) La forma elemental y posición del edificio;

2) las directrices o ejes de composición general, que determinan las principales vías de recorrido espacial y, con ellos, los recorridos secundarios; 3) la textura de los muros o tratamiento de las formas que envuelven al espacio físico; 4) la luz y el color; 5) la escala o magnitud y las proporciones del edificio, tanto con respecto al hombre, como en relación con cada una de sus partes. De todos ellos ha sido el tratamiento de las superficies de los muros el que más atención ha recibido en la historia de los estilos.

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Esta imagen y valoración de la arquitectura ha cambiado de forma considerable durante la segunda mitad del siglo XX, debido en buena parte a la aportación crítica de historiadores como la de Bruno Zevi o como las de Nikolaus Pevsner y Sigfried Giedion. Pevsner publicó en 1942 su “Esquema de la Arquitectura Europea”, una excelente síntesis de Historia de la Arquitectura, rigurosa y clara, como se constata desde el inicio del texto cuando, para anticipar la diferencia conceptual entre arquitectura y construcción, arranca con este ejemplo tan sencillo como eficaz: "Un cobertizo para almacenar bicicletas es una construcción; la catedral de Lincoln es una obra de arquitectura. Todas o casi todas las estructuras que delimitan un espacio, de dimensiones suficientes para que se mueva en él un ser humano, son edificios; el concepto de obra arquitectónica solo se aplica a edificios concebidos con una intencionalidad estética."

Sin embargo, tal como señalaba, hace ya medio siglo, el arquitecto Bruno Zevi, y difícilmente hallaremos palabras que lo expresen con mayor acierto,

“... El carácter primordial de la arquitectura, el carácter por el que se distingue de las demás actividades artísticas, reside en su actuar por medio de un vocabulario tridimensional que involucra al hombre. La pintura actúa en dos dimensiones, aunque pueda sugerir tres o cuatro. La escultura actúa en tres dimensiones, pero el hombre permanece al exterior, separado, mirándola desde fuera. La arquitectura, por el contrario, es como una gran escultura excavada en cuyo interior el hombre penetra y camina. (...)

La planta de un edificio no es, en realidad, más que una proyección abstracta sobre el plano horizontal de todos sus muros. (...) Pero la arquitectura no deriva de una suma de longitudes, anchuras y alturas de los elementos constructivos, aunque envuelven el espacio, sino dimana propiamente del vacío, del espacio envuelto, del espacio interior, en el cual los hombres viven y se mueven. (...)

... Una planta puede ser abstractamente bella en el papel, y, a pesar de eso, el edificio puede resultar arquitectónicamente pobre. El espacio interno aquel espacio que no puede ser representado completamente en ninguna forma, ni aprehendido ni vivido sino por

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experiencia directa, es el protagonista del hecho arquitectónico. (...)

En todo edificio, la envolvente es la caja de muros, el contenido es el espacio interno. Muy a menudo, el uno condiciona al otro, pero, por regla general tal relación tiene excepciones muy numerosas en el pasado, particularmente en la arquitectura barroca. (...)

¿Cuántas dimensiones tiene la "caja de muros" de un edificio? ¿Pueden ser identificadas con las dimensiones del espacio, o sea de la arquitectura?

El descubrimiento de la perspectiva, es decir, de la representación gráfica de las tres dimensiones -altura, profundidad y ancho- podía hacer creer a los artistas del siglo XV que poseían finalmente las dimensiones de la arquitectura y el método de representarla. (...) Pero, precisamente cuando todo parecía críticamente claro y técnicamente logrado, la mente del hombre descubrió que además de las tres dimensiones de la perspectiva existía una cuarta. Esto ocurrió con la revolución dimensional cubista del período inmediatamente anterior a la primera guerra mundial. El pintor parisiense de 1912 hizo este razonamiento: yo veo y represento un objeto, por ejemplo, una pequeña caja o una mesa; la veo desde un punto de vista, y hago su reproducción en sus tres dimensiones desde ese punto de vista. Pero si giro entre las manos la caja, o camino en torno a la mesa, a cada paso varío mi punto de vista y para representar el objeto desde uno de estos puntos, tengo que hacer una nueva perspectiva. Por consiguiente, la realidad del objeto no se agota en las tres dimensiones de la perspectiva; para representarla integralmente tendría que hacerse un sinfín de perspectivas desde los infinitos puntos de vista. Hay, por tanto, otro elemento, además de las tres dimensiones, y es precisamente el desplazamiento sucesivo del ángulo visual. Así fue bautizado el tiempo como "cuarta dimensión".

La cuarta dimensión pareció responder de modo exhaustivo a la cuestión de las dimensiones en la arquitectura. (...) En arquitectura, se pensó, existe el mismo elemento "tiempo" o, mejor dicho, este elemento es indispensable para la actividad edilicia. (...) Toda obra de arquitectura, para ser comprendida y vivida, requiere el tiempo de nuestro recorrido, la cuarta dimensión. El problema pareció resuelto una vez más.

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... Sin embargo, aunque la cuarta dimensión sea suficiente para definir el volumen arquitectónico, es decir, la caja de muros que involucra el espacio, el espacio en sí -la esencia de la arquitectura- trasciende de los límites de la cuarta dimensión. (...)

La experiencia espacial propia de la arquitectura tiene su prolongación en la ciudad, en las calles y en las plazas, en las callejuelas y en los parques, en los estadios y en los jardines, allí donde la obra del hombre ha delimitado "vacíos", es decir, donde ha creado espacios cerrados. Si el interior de un edificio está limitado por seis planos (suelo, techo y cuatro paredes), esto no significa negar la cualidad de espacio a un vacío cerrado por cinco planos en lugar de seis, como ocurre en un patio o en una plaza. (...) Dado que cada volumen edilicio, cada "caja de muros", constituye un límite, un corte en la continuidad espacial, es claro que todo edificio colabora en la creación de dos espacios: los espacios internos definidos completamente por cada obra arquitectónica, y los espacios externos o urbanísticos que están limitados por cada una de ellas y sus contiguas. (...)

En general, los elementos envolventes del espacio comparten una característica constante: están siempre en el medio y nunca al final de algo. La simple experiencia de una habitación puede ser buen ejemplo de esto. Una habitación típica se percibe mediante el tamaño, la forma y límites de sus paredes. Para nosotros la pared representa el final de la habitación. Pero en realidad, la misma pared es también el comienzo de otra habitación al otro lado de la misma. Esta percepción se aclara especialmente cuando la pared resulta ser el muro exterior de un edificio. Si permanecemos fuera, vemos cómo la pared representa el límite de la sala exterior en la que nos hallamos y, simultáneamente, configura una sala interior al lado opuesto. Si nos hallásemos dentro de la sala interior, veríamos cómo la pared (cualquiera que fuese su carácter) configura una sala interior hacia nuestro lado y define una sala exterior al otro lado. Se podría denominar a esta sala exterior recinto o espacio urbano. (V. Bhame).

Decir que el espacio interno es la esencia de la arquitectura, no significa de ninguna manera que el valor de una obra arquitectónica se agote en el valor espacial. Todo edificio

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se caracteriza por una pluralidad de valores: económicos, sociales, técnicos, funcionales, artísticos, espaciales y decorativos,... Pero la realidad del edificio es consecuencia de todos estos factores, y su historia válida no puede olvidar ninguno de ellos (...)”

Continuando con el desarrollo del pensamiento de Zevi, está claro que, en un sentido estricto y riguroso, aquellos edificios que carecen de espacio interior propiamente dicho, como el Arco de Tito o la Columna de Trajano, no formarían parte de la Historia de la Arquitectura, sino que tendrían, por una parte, valores urbanísticos, en cuanto configuradores de un espacio exterior, y por otra parte, valores escultóricos intrínsecos, configurados por su propia tridimensionalidad.

Otro notable ejemplo de volumen o sólido en que se excluya el espacio interior en la arquitectura, sería la Stupa de Sanchi, en la India. Aquí, el clímax de la experiencia arquitectónica es la circunvalación de una cúpula. El ritual completa la comprensión del edificio como un sólido montículo de tierra. En la mayor parte de los casos, el clímax es justamente lo contrario. El Panteón de Roma sería un excelente ejemplo de ello: aquí se avanza según un eje, mediante una traslación, para permanecer bajo un gigantesco vacío configurado por una cúpula. En el primer caso, experimentamos la cúpula como un objeto sólido; en el segundo, la cúpula como un vacío. En Sanchi, la forma se percibe mediante el espacio que la rodea. En el Panteón, el espacio se percibe mediante la forma que lo modela. Similar es el contraste entre la Plaza de los Uffizi, en Florencia y la Unidad de Habitación, de Le Corbusier, en Marsella. En los Uffizi, experimentamos un espacio rectangular alargado, formado por los edificios que lo rodean. En Marsella, percibimos un bloque lineal que permanece como un objeto en el espacio. Es como si en los Uffizi se hubiera extraído un volumen para crear una plaza y luego esa parte extraída se hubiera colocado en Marsella. Estas diferentes experiencias nos remiten a dos enfoques antagónicos de la arquitectura: uno que parte de la creación de un sólido como meta; el otro de la creación de un espacio vacío como objetivo central (V. Bhame).

Pero el hecho de que en el pensamiento de Zevi la interpretación espacial de un edificio sea suficiente como instrumento crítico para juzgar una obra de arquitectura, no quiere decir, en absoluto, que el valor de una obra arquitectónica se agote en el valor

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espacial. En efecto, todo edificio se caracteriza por una pluralidad de valores o de lecturas (según Zevi, además de los espaciales, los económicos, sociales, técnicos, funcionales, estilísticos y decorativos), de los que es muy legítimo ocuparse.

En cualquier caso, los análisis críticos de Zevi, de Pevsner o de Giedion, han contribuido de modo decisivo a convertir la Historia de la Arquitectura, ante todo, en una historia de las concepciones espaciales. El propio Zevi dedica uno de los capítulos más extensos de su obra “Saber ver la Arquitectura” a una consideración histórica de las edades del espacio. La Historia de la Arquitectura como historia de los espacios arquitectónicos ha adquirido un extraordinario auge. El mismo Pevsner comparte este planteamiento cuando afirma, al comienzo de su manual, que "la Historia de la Arquitectura es la historia del hombre en su labor de organizar y dar forma al espacio, y por eso el historiador debe tener siempre presentes los problemas espaciales".

Ahora bien, este espacio protagonista y parámetro determinante de la calidad de la arquitectura, representa una dificultad insalvable a la hora de plasmarlo mediante el diseño. En primer lugar, por la pérdida de la dimensión real, al tratarse siempre de una reducción a escala. Pero, sobre todo, porque el efecto espacial de un edificio es una percepción dinámica, que solo es aprehensible y disfrutable desde varios puntos de vista, mediante lo que Le Corbusier definiera como la promenade architecturale, única forma de captar la relación entre los espacios sucesivos o las numerosas articulaciones que pueden derivarse de la interconexión o compenetración entre varios espacios elementales.

Tal vez por estas causas –entre otras muchas- la comprensión de los valores más genuinos de la arquitectura sigue sin ser captada por la mayor parte de los ciudadanos ajenos a la profesión. Creemos que el Ministerio de Educación debería hacer algo, urgentemente, al respecto, para remediar esta carencia educacional, que supone una grave rémora para el nivel cultural medio de todo el país.

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Contexto intelectual 3.

Puesto que todos los escritos de Bragdon giran de alguna manera en torno al espacio y la cuarta dimensión como nuevo concepto del mismo, conviene saber cuándo se introduce el concepto de espacio en arquitectura y el de cuarta dimensión en la historia, pues serían los antecedentes más claros a estas ideas expuestas en el capítulo anterior.

El E SPACIO EN ARQUITECTURA: BRAGDON, ¿UN PIONERO OLVIDADO?

Explica Bruno Zevi en su libro Architecture in Nuce: Una defnición de Arquitectura cuya primera publicación fue en 1960:

El concepto de espacio como factor distintivo de la arquitectura, como motivo de su conformación, está implícito en el pensamiento de Kant, de Hegel, en la teoría dinámica estructural de Schopenhauer, en las meditaciones sociológicas y ambientales de Taine y, explícito en los escritos de algunos flósofos orientales, particularmente en Lao-Tse.

Desde la antigüedad la idea y el concepto del espacio en el que nos desenvolvemos se convierte en un tema fundamental de constante preocupación flosófca y en ciencias naturales. Sin embargo, esa preocupación, en algunos aspectos tan antigua, a veces fundamental, no se materializa en teoría de la arquitectura hasta tiempos relativamente recientes.

Tal vez el primer historiador del arte que incide en este problema vital de la arquitectura es Alois Riegl (1856-1905). Es por esta razón que, en realidad, no se encuentra ningún tratado de arquitectura anterior al último tercio del siglo XIX, en el que el espacio arquitectónico sea estudiado como un componente importante en el arte de construir.

Zevi, 1969, p.40

Es seguro que Bragdon conocía el pensamiento tanto de Hegel como de Kant, pues hace referencia directa a ellos en sus escritos, y también toma de Schopenhauer la visión trascendentalista de la percepción y la conciencia. Desde la flosofía, y siguiendo esa línea trascendental, Bragdon asocia el espacio ‘arquitectónico’ con la mente humana.

Sigfried Giedion por su parte cita a más intelectuales como germen de la idea de espacio en arquitectura en su libro La Naissance de l’Architecture de 1966:

Los primeros estudios definitivos del espacio como elemento constitutivo de todas las artes visuales tuvieron lugar a fnes del siglo XIX. Fueron realizados por un austriaco, Alois Riegl (1858-1905), un suizo Heinrich Wolfin (1864-1946) y un alemán, August Schmarsow (1853-1936). Cada uno de estos grandes eruditos contribuyó a su progreso en esta dirección. Giedion, 1966, p.342.

Frank Lloyd Wright, contemporáneo de Bragdon, escribe por primera vez sobre el espacio en 1928:

El edificio no será, en adelante, un bloque de materiales de construcción elaborado desde fuera, como una escultura. El ambiente interno, el espacio dentro del cual se vive, es de hecho fundamental en el edifcio, ambiente que se expresa al exterior como un espacio cerrado. Wright, 1928.

Otro contemporáneo de Bragdon, Louis Kahn habla del espacio arquitectónico diciendo:

La arquitectura es la estudiada construcción de espacios. La continua renovación de la arquitectura proviene de la evolución de los conceptos de espacio. Kahn, 1957.

Está claro que surge a principios del siglo XX una decidida búsqueda del espacio, pero lo que quizás separa las ideas de Bragdon del resto de sus coetáneos es que él no sólo pensaba en arquitectura como espacio sino que buscó un signifcado más profundo y matemático del concepto de espacio, estudiando y desmembrando las ideas sobre las distintas dimensiones para llegar a la conclusión de que, en todo caso, la arquitectura no es una escultura de tres dimensiones vacía por dentro, sino una fgura cuatridimensional, cambiante y en movimiento, infuida por el tiempo. Esta idea, aparentemente obvia para autores posteriores a Bragdon como Bruno Zevi, era vanguardista e innovadora en aquel momento. Apunta Bruno Zevi :

Sin lugar a dudas, el espacio arquitectónico de cualquier índole es un elemento importante, muy destacado, primordial en la transformación, desarrollo y vivencia de un volumen en arquitectura. Pero hay que tener en cuenta, como viene diciéndose, que la arquitectura es espacio limitado convertido en volumen y con él otras constantes. Por supuesto que la escultura es también esencialmente volumen. Sin embargo, no debemos de olvidar que en los volúmenes arquitectónicos no albergamos, deambulamos por su interior, nos integramos en ellos o, caminamos a su alrededor. Zevi, 1969.

Es en esta idea de deambular y recorrer que queda implícita la idea de cuarta dimensión que Bragdon trató de acercar a la arquitectura y a sus lectores, a través de sus ilustraciones y ejemplos asequibles para un público

Aproximación a su obra escrita 23
Contexto intelectual

Claude Bragdon: El arquitecto de la cuarta dimensión desentrenado en los conceptos matemáticos y de geometría necesarios para un entendimiento profundo de la cuarta dimensión.

Bragdon se aleja del pensamiento de Wright o Kahn, que hablan del espacio como concepto y no como percepción del espacio. Dice Bragdon que nuestra percepción del espacio no es falsa sino parcial. Cree que debemos entender el espacio como algo concreto pero relativo, no como algo abstracto y absoluto (escultural).

Mientras que Kahn habla de la conquista del espacio como una renovación del concepto espacio, para Bragdon es una conquista sensorial. Ir añadiendo variables, dimensiones, para conquistar sucesivos espacios-mundos. En términos de representación, el dibujo con más variables, con más dimensiones representadas, amplía la conquista sensorial del observador.

A pesar de que Bragdon no es conocido ni citado como iniciador del concepto de espacio arquitectónico, fue contemporáneo a las ideas de Alois Riegl y el gérmen de espacio en arquitectura surgido en Alemania en torno a 1890. La precocidad de Bragdon en sus ideas queda demostrada por un escrito de 2015 por Christina Malathouni llamado Architecture is the pattern of human mind in space: Claude F. Bragdon and the spatial concept of architecture.

En él, se rebate la creencia académica existente de que el término ‘espacio’ no fue usado como vocabulario arquitectónico, una categoría fundamental de la arquitectura, hasta antes de la década de 1890 en Europa. Este concepto se ha asociado con el idioma alemán y el fnal del siglo XIX y, por el contrario, la adopción del término en discursos arquitectónicos del mundo anglosajón se considera que fue varias décadas después. Malathouni defende en este escrito que fue un arquitecto de habla inglesa el que adoptó la noción de ‘Espacio’ ya en la década de 1890, antes que sus contemporáneos alemanes:

Existing scholarship has dated the adoption of the term ‘space’ in architectural vocabulary—as a fundamental category of architecture— no earlier than the 1890s [...] associated with the German language and nineteenth-century German aesthetic philosophy, whereas, by contrast, the adoption of the term in architectural discourse in the English language is considered to have followed several decades later [...]. Claude Fayette Bragdon (1866–1946), an English-speaking architect, adopted the notion of ‘space’ as early as the 1890s, concurrently with his German contemporaries. Archival material and Bragdon’s published writings mainly up to the appearance of his book The Beautiful Necessity in 1910 throw light on the main sources of Bragdon’s ‘spatial’ concept of architecture and demonstrates connections to transcendental aesthetics and ground-breaking advances in nineteenth-century mathematics. Malathouni, 2013, p.533.

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L A CUARTA DIMENSIÓN: FUENTES DE LA INTERPRETACIÓN DE BRAGDON.

Bragdon fue uno de los más claros divulgadores de los nuevos y revolucionarios avances científcos. Sus ideas sobre cuarta dimensión fueron infuenciadas por matemáticos y flósofos. Destaca la fgura de Howard Hinton, el matemático que acuñó el término ‘tesseract’ (hipercubo) como fgura más elemental de representación de un objeto cuatridimensional, y que Bragdon explica con detalle en su obra A Primer of Higher Space

Por supuesto, La Teoría de la Relatividad enunciada por Einstein en 1915 fue también importante, aunque fue enunciada después de sus primeros escritos, y no la menciona hasta su obra Four dimensional vistas (1916). Con ella, para Bragdon quedaba demostrado lo que los flósofos venían apuntando, que no existe sistema de referencia dueño de la verdad absoluta. No existe sistema absoluto puesto que todo está en movimiento y tiene por tanto su propia realidad espacial. Bragdon se adelantó a este acontecimiento histórico. Fue un divulgador de los conceptos matemáticos más innovadores, en la búsqueda de una nueva perspectiva y por ende, de una nueva estética que hoy llamamos moderna.

La fascinación de Bragdon por la cuarta dimensión surgió en torno a 1900. Sus diversos intereses místicos, flosófcos y matemáticos llevaron a Bragdon a la noción de la ‘cuarta dimensión del espacio’. Adoptó la teosofía como flosofía y fue infltrándola gradualmente en todos los aspectos de su pensamiento, hasta convertirse en su sello personal.

Históricamente, el origen de una nueva geometría, que Bragdon aplicaría a su ornamento, se debe en parte al matemático Riemann quien, en 1854, defnió el espacio como una variedad dimensional y de múltiples pliegues. Estipuló las siguientes afrmaciones que romperían con la geometría tradicional euclidiana.

1. Cuando una porción del espacio curvo tiende a ser muy pequeña, podemos considerar esta porción como plana (geometría diferencial).

2. La torsión o curvatura del espacio es continua, es decir, es una onda.

3. El espacio se curva por acumulación de materia.

4. El movimiento de la materia da lugar a cambios de curvatura, es decir, cambios de lugar y cambios en el tiempo. Ruiz, 1991, Capítulo XX.

Riemann descartó así que la geometría euclídea pudiera aplicarse a un espacio curvo, lo que ayudó a formular la posterior la Teoría de la Relatividad. Previamente, Gauss había apuntado la idea de que el punto de vista es relativo. Gauss expuso que el espacio tiene propiedades que no se ven a priori, y que sea cual sea tu punto de referencia o de partida, el espacio que conoces es autoevidente y empírico. Otro matemático, Maxwell, formuló en 1865 una primitiva teoría, a caballo entre las matemáticas y la ingenie -

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Contexto intelectual

Claude Bragdon: El arquitecto de la cuarta dimensión ría, origen de la que se utiliza hoy para describir el comportamiento de sistemas dinámicos.

Como podemos comprobar, el concepto de la cuarta dimensión no tiene una autoría única, pero tiene como germen un concepto matemático. Bragdon tiene un ensayo llamado Geometría latente en The Beautiful Necessity (1910) en el que dice:

It may be said that architecture is geometry made visible, in the same sense that music is number made audible. Bragdon, 1910, p.63.

Bear in mind that architecture is pattern in space, just as music is pattern in time. Bragdon, 1910, p.91. Bragdon, uno de estos personajes extraños aunque muy comunes en la época, trató de comprender, con su literatura, sobre las cosas y la realidad de las mismas, reducidas de forma natural a sus formas más básicas, principalmente vistas como formas matemáticas. Su enfoque teosófco le hace cuestionar su punto de vista respecto a Dios y cómo representar un punto de referencia universal a todos. De estas ideas nace la vuelta al uso de la proyección paralela como sistema de representación más verídico del espacio.

ENTORNO Y CRONOLOGÍA

Bragdon hace mención directa a muchos intelectuales para explicar y dibujar esquemáticamente en sus ensayos los embrollados conceptos y argumentos que explicasen de manera sencilla la cuarta dimensión. Utilizando algunas referencias aportadas por Bragdon en sus escritos, podemos hacernos una idea del panorama intelectual en el que estaba inmerso Bragdon. Sus obras tienen la condición de ser únicas por su sensibilidad en la integración de todos los saberes, su búsqueda de sabiduría oriental y occidental.

En esta línea cronológica aparecen flósofos y escritores que le infuyeron, directa o indirectamente, matemáticos y científcos, cuyos conceptos trataba de aplicar al ser humano y la arquitectura, y por último, arquitectos y artistas conocidos por Bragdon o relacionados en cierta medida con él.

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