

EntreelMalbec yelOrgullo

Ezequiel llevaba diez minutos buscando su celular entre las botellas vacías de Malbec en la bodega donde trabajaba. Estaba convencido de que la única razón por la que había aceptado hacer horas extra ese verano en Mendoza era la oportunidad de verlo a él: Iván. No importaba cuán amarga fuera su expresión o cuántas veces lo ignorara, Ezequiel estaba decidido. Aunque ahora, con Angelina dando vueltas, la cosa se complicaba.
"¿Perdiste algo o estás esperando a que te traigan un GPS?" La voz aguda de Angelina resonó entre las paredes de ladrillo. Ezequiel suspiró y rodó los ojos sin molestarse en mirarla.
"No es asunto tuyo, Angelina", respondió, agachándose para buscar entre los cajones. "Todo lo tuyo es asunto mío, cariño, especialmente cuando se trata de Iván."
Ezequiel se enderezó, fulminándola con la mirada. "¿Ah, sí? ¿Y qué te hace pensar que tiene el más mínimo interés en alguien como vos?"

"Lo mismo que a vos: una esperanza patética." Angelina esbozó una sonrisa exageradamente dulce y se acomodó un mechón de su pelo rubio, que había sido peinado hasta la perfección.
Por supuesto, Iván estaba al otro lado de la sala, etiquetando cajas, completamente ajeno al drama que se desarrollaba detrás de él. Su camisa estaba desabrochada en el cuello, dejando entrever un tatuaje pequeño y difuso que Ezequiel no había logrado descifrar en las semanas que llevaba observándolo.
"¿Podrían callarse? Algunos intentamos trabajar," dijo Iván sin siquiera levantar la vista.
Ezequiel sintió un rubor caliente subirle por el cuello. "No somos nosotros los que hacemos un escándalo, sino tu admiradora de plástico."

"¡Perdón!" Angelina dio un paso hacia Ezequiel, levantando un dedo impecablemente manicurado. "Al menos yo sé cómo coquetear sin parecer que quiero pelearme a golpes con él."
Iván dejó caer un par de etiquetas y suspiró. "Angelina, no soy sordo. Ezequiel, tampoco soy ciego. ¿Van a seguir con esto todo el verano?"
Ambos se quedaron callados, sorprendidos de que Iván les prestara siquiera una pizca de atención.
"Solo digo," murmuró Ezequiel después de un momento, "que algunos tenemos más chances."
"Sí, seguro." Iván se giró, sus ojos oscuros y cansados recorriendo primero a Ezequiel y luego a Angelina. "Las mismas chances que una botella vacía tiene de llenarse sola."
Angelina soltó un jadeo indignado, pero Ezequiel sintió algo más. Una especie de chispa que lo hizo sonreír, aunque trató de disimularla.

Las semanas pasaron en una rutina incómoda, llena de indirectas, miradas furtivas y constantes enfrentamientos entre Ezequiel y Angelina. Iván, fiel a su estilo, los ignoraba a ambos, pero había momentos –breves y casi imperceptibles– en los que sus ojos oscuros parecían detenerse un segundo más en Ezequiel. El día del festival de la vendimia, la bodega organizó una gran cena al aire libre. Ezequiel estaba a punto de desistir de sus intentos con Iván, harto de los constantes desplantes y de la sombra de Angelina, que parecía más luminosa que nunca con su vestido rojo. Pero entonces sucedió algo inesperado
"Ezequiel, ¿podemos hablar?" La voz de Iván lo sacó de sus pensamientos. "¿Eh?" Ezequiel parpadeó, mirando a Iván, que lo llevaba hacia un rincón más tranquilo. "No me malinterpretes, pero creo que me estás volviendo loco."
"¿Yo?" Ezequiel no pudo evitar sonreír. "¿Por qué? Pensé que era Angelina la que no te dejaba en paz."
"Angelina es ruidosa, pero fácil de ignorar." Iván se cruzó de brazos, mirándolo fijamente. "Vos... sos diferente."
"¿Diferente bueno o diferente malo?"
Iván no respondió de inmediato. En cambio, dio un paso más cerca. "Ezequiel, ¿sabías que siempre fruncís el ceño cuando te enojas? Como si estuvieras a punto de pelearte con el mundo."
"¿Y eso qué tiene que ver?"
"Todo." Iván sonrió, la primera sonrisa real que Ezequiel le había visto. "Es irritante, pero también... fascinante."
Ezequiel no pudo evitar reír. "¿Así que te gusto porque soy un enojón?"
"Quizá." Iván se encogió de hombros. "O quizá porque, a pesar de todo, sos honesto. Y eso es algo que no mucha gente tiene."
Ezequiel sintió que su corazón se aceleraba. Antes de poder responder, Iván le tomó la mano. "¿Dejamos que Angelina piense que ganó esta noche?"
"¿Y a dónde vamos?"
"Lejos. Sólo vos y yo."
Ezequiel asintió, con una sonrisa que esta vez no intentó ocultar. Y mientras se alejaban juntos, las luces de la bodega detrás de ellos, Ezequiel supo que, por primera vez, el verano en Mendoza había valido la pena.

En ese momento, Iván se detuvo y lo miró fijamente, como si quisiera decir algo más. Ezequiel, con el corazón a mil por hora, no pudo resistir la tentación. Dio un paso hacia él, acercándose lentamente. En ese breve segundo, los ojos de Iván se suavizaron y Ezequiel supo que ya no había vuelta atrás. Sin mediar palabra, Iván se inclinó hacia él, y Ezequiel, sin pensarlo, lo besó. Fue un beso cálido, lleno de la promesa de algo nuevo, algo que había estado esperando sin saberlo. Los sonidos del festival se desvanecieron alrededor de ellos, y por un instante, solo existían los dos, bajo las luces suaves de la bodega, dejando que el vino y el deseo se entrelazaran en su primer beso.
Entre el Malbec y el Orgullo es una historia de pasiones no correspondidas, rivalidades inesperadas y la búsqueda de algo más allá de lo que se ve a simple vista. Ezequiel, un joven trabajador en una bodega de Mendoza, se encuentra atrapado entre sus sentimientos por Iván, su enigmático compañero, y la constante interferencia de Angelina, la chispeante y competitiva colega que también tiene sus propios intereses. En un verano lleno de roces, tensiones y sutiles momentos de conexión, Ezequiel descubre que las cosas no siempre son lo que parecen. Mientras los corazones chocan y el vino fluye, los secretos se revelan y las emociones salen a la luz en un giro inesperado que cambiará todo. Un relato donde la honestidad y el deseo encuentran su lugar entre los vinos y las luces suaves de una bodega, demostrando que a veces, lo que más tememos puede ser lo que más necesitamos.