EN BUSCA DEL COLEGIO PERDIDO.

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Todo comenzó a principios de septiembre. Paula y Sergio se dirigían al colegio muy contentos con sus nuevas mochilas, estuches de colores, …. Todos los niños estaban en sus filas, nerviosos por empezar un nuevo curso. El timbre de entrada sonó, pero antes de que pudiesen entrar, algo extraño ocurrió. Era un día soleado, pero rápidamente comenzó a nublarse, y un gran agujero negro apareció justo encima del colegio. Poco a poco se levantó un airecillo, primero suave y después fue haciéndose cada vez más intenso. Se formó una especie de remolino que absorbía todo lo que estaba a su alrededor. Los niños se quedaron boquiabiertos cuando vieron cómo ese remolino se tragaba el colegio. Salieron corriendo y gritando, pero fue tarde, pues también ellos fueron absorbidos como si de un batido de chocolate se tratara, y el remolino, una gran pajita. Comenzaron a girar y girar, dando cada vez vueltas más rápidas. Así estuvieron unos diez minutos, tras los cuales, fueron despedidos y cayeron en un prado. El día se oscureció, solo se apreciaba una ligera claridad.



Paula comenzó a llorar, no entendía qué había ocurrido. Ella solo quería regresar al colegio y tener un día normal. De repente, entre las lágrimas y los gritos descontrolados, se escucha una voz a lo lejos: ¡Paula, Paula! Ella corre hacia esa voz, pero no logra encontrar a nadie. Mira a su alrededor, y todo está oscuro, apagado y misterioso. Mientras seguía llorando y lamentándose por lo ocurrido, Sergio la observaba, y sin decir nada, comenzó a caminar sin rumbo fijo, adentrándose en una especie de neblina que surgía de la nada.



Paula seguía estando muy nerviosa y comenzó a gritar. Así estuvo unos quince minutos, tras los cuales se calmó al ver a su madre. Ana, que así se llamaba su madre, la tranquiliza y la abraza. Paula se siente segura con su madre al lado. A lo lejos se vuelve a escuchar una voz pidiendo ayuda: ¡Socorro! ¡Ayúdenme! Paula reconoció la voz al momento, y enseguida exclamó: ¡Sergio, estamos aquí! ¡Sigue recto! Sergio comenzó a andar hacia Paula rápidamente, ahora el miedoso era él. Al encontrarse, se abrazaron fuertemente, eran grandes amigos y siempre se habían ayudado el uno al otro. A lo lejos, otra voz se escuchaba: ¡Socorro! ¡Auxilio! Sergio reconoció esa voz y gritó: ¡Lucía, estoy aquí!


Era su hermana. Cuando se reunieron, ambos comenzaron a llorar. Lo que tenía que haber sido un día fantástico, se ha convertido en una pesadilla, exclama Sergio. Lucía le dice a su hermano, que cuando el remolino los absorbió, ella vio como Oliver, gran amigo de Sergio, se adentraba en el colegio, pero que ahora, no sabe dónde está. Sergio le dice que no se preocupe, que lo encontrarán. Aun así, una gran tristeza se mostraba en su rostro. De nuevo, se escucharon más gritos. Sergio preguntó: ¿Quién eres? ¡Soy Enrique! – Alguien respondió. ¡No te conozco! – exclamó Sergio. Hoy era mi primer día en el colegio. Mientras hablaban, el agujero negro del cielo comenzó a hacer unos extraños ruidos. El remolino apareció de nuevo, y volvió a absorber todo lo que se encontraba a su alrededor.


La pesadilla volvía a ocurrir. Vueltas y vueltas, gritos, desesperación. ¡Sergio! ¡Paula! ¡Lucía! Se llamaban unos a otros para saber que se encontraban bien, y tras otros diez minutos dando vueltas, se cayeron, esta vez no en un prado, si no en un desierto.



Comenzaron a andar, intentaban buscar el colegio. Tras varias horas caminando, y fatigados por el abrasador sol, encontraron un pequeño poblado. Allí, pudieron beber agua y descansar. Enrique, contó lo que les había ocurrido a las personas del poblado, y les preguntó si por casualidad habían visto el colegio. Ellos no se sorprendieron, pues hacía años, algo similar les ocurrió. Le respondieron que no. Ana, la madre de Paula, se encontraba sentada a la sombra de una pequeña palmera cuando a lo lejos diviso algo resplandeciente. Rápidamente llamó a los chicos para mostrárselo.



No se podía apreciar con claridad qué era, por eso decidieron ir y ver de qué se trataba. Al llegar, comprobaron que se trataba de un resplandeciente colegio con una gran puerta dorada abierta. No se lo pensaron, y aunque estaban muy nerviosos, entraron. Nunca se podrían haber imaginado lo que se encontraba en su interior: un gran conejo dorado. Al verlos, comenzó a correr hacia unas escaleras que subían hacia una especie de torre. Los niños decidieron perseguirlo y comenzaron también a correr. Cuando habían recorrido la mitad de las escaleras, otra voz, pidiendo ayuda les hizo parar. ¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda por favor! Lucía en seguida reconoció la voz, era Oliver. Oliver, estamos en la escalera, ¿nos puedes ver? Sí, pero no puedo salir. Estoy atrapado en un agujero del suelo. Todos corrieron hacia él y lograron sacarlo. Sergio le preguntó qué hacía ahí, y Oliver le explicó que cuando el remolino se llevó el colegio, él estaba dentro.


Tras fuertes abrazos y lágrimas de alegría, continuaron persiguiendo al conejo. Corrieron escaleras arriba, y al llegar al final, vieron como el conejo se convertía en una máquina de palomitas. No podían creer lo que estaban viendo. Era todo tan fantástico e increíble. Enrique sacó una moneda de la cartera, y la metió en la máquina. Al momento, miles de palomitas de colores salieron disparadas en todas direcciones. Era como una gran lluvia de colores.



Vieron una puerta y buscaron refugio. Al abrirla, otra gran sorpresa. Se encontraron con un gran armario en el cual había un cajón. Al abrirlo, vieron enrollado un antiguo pergamino con un mensaje: “Si el colegio queréis encontrar, la llave primero debéis buscar” Se miraron unos a otros, cogieron el mapa y se dispusieron a buscar su colegio. Regresaron a las escaleras para buscar otra salida. En la parte derecha, doce peldaños más arriba, había otra puerta dorada. ¡Esta debe ser! - Exclamó Paula. Al abrirla, se encontraron con una pared y una palanca. Al tirar de ella, se abrió una puertecita con un pequeño cofre y en su interior, una hermosa llave. ¡Ya está! ¡Hemos encontrado la llave! – Exclamó Oliver. ¡Sí, pero no sabemos dónde está el colegio! – responde Sergio con voz cansada.


¡Cuando subíamos persiguiendo el conejo, había otra puerta plateada en el lado izquierdo! – exclamó Lucía. ¡Probaremos suerte entonces! – exclamó Sergio.


Al llegar y abrir la puerta plateada, se encontraron con un ancho río de aguas cristalinas, y en lo más profundo, algo reflejaba. No lo dudaron y cruzaron la puerta. Sergio, que era muy valiente, decidió bucear hasta el fondo y ver lo que era ese objeto resplandeciente. De un salto entró en el río y comenzó a bucear, cada vez a más profundidad. Al llegar al objeto resplandeciente, puedo ver que se trata de un pomo de una puerta. Mil preguntas invaden su cabeza. No sabe qué hacer, pero al final, es tan fuerte la intriga que decide abrirla.


Tras hacerlo, otro remolino de agua se eleva hacia la superficie, y en él, está el colegio.


Tras varios minutos girando, el colegio vuelve a estar dónde estaba, el día se torna soleado de nuevo, y todo es calma. Los amigos por fin, después de un ajetreado día, sonríen y se abrazan. El primer día de cole ha sido muy emocionante.

FIN


AUTORES ALUMNOS/AS DE 6º A

Julia, Ahinara, Nicole, Hugo, Adrián, Pablo, Asier, Henar, Pedro, Desirée, Agustín y Diego.

CEIP SAN ILDEFONSO DE CAMPONARAYA CURSO 2020/2021


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