Curso superior de sintaxis espa 241 ola samuel gil

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§ 184

PRONOMBRES Y ARTfcuLOS

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No es propio de la lengua española el empleo excesivo del artículo indeterminado, y mucho menos su repetición en enumeraciones. La influencia del francés, y sobre todo del inglés, se percibe en seguida en la redacción de anuncios como los siguientes: "«Fortia», Un específico contra la anemia"; "« Vidas errantes», Una película de emoci6n, una intriga interesante, una realizaci6n espléndida ..." En redacción originalmente española no se pondría ninguno de estos artículos. 184. Los artículos el, la, lo, los, las, señalan que el substantivo a que se refieren es ya conocido. Si decimos dame la pluma, es porque suponemos que la persona con quien hablamos sabe de qué pluma se trata; de lo contrario diríamos dame una pluma, es decir, cualquier pluma. Si el objeto designado no es previamente conocido por el lec~or o el oyente, hay que completar la determinación por otros medios, p. ej.: d:lme la pluma que está sobre la mesa. También puede referirse al substantivo con carácter genérico, bien refiriéndose a todos y cada uno de los individuos de su clase (el hombre es mortal), bien al conjunto, pero no a cada uno de ellos en particular (el hombre señorea la tierra). En el primer caso puede sustituirse a veces por el artículo indeterminado (una mujer honesta es corona de su marido. o la mujer honesta...:), y aun expresarse el substantivo sin artículo en ciertas frases proverbiales (dádiva! quebrantan peña!; hombre pobr~ todo e! traza!). Cuando se refiere al género, pero no a los individuos, no cabe sustitución alguna, ya que no sería lo mismo decir el hombre señorea la tierra que, un hombre señorea la tierra, a causa del carácter individualizador que corresponde al artículo indeterminado. Los nombres propios de personas no llevan artículo, puesto que es tán bien determinados. En el lenguaje vulgar se usa, sin embargo, el artículo con nombres femeninos: la Juana, la Felisa. Con nombres masculinos, él empleo del artículo supone desprecio (el García, el Pérez), a causa de que a5í quedan equiparados a los apodos, los cuales han de llevarlo por su c~lidad adjetiva: el Cojo, el Rubio, el Gallo, etc. Cuando se trata de apellidos de mujer, es frecuente ponerles artículo, aun entre personas cultas, para determinar el sexo: la Bárcena, la Xirgu, la Pardo Bazán, la Avellaneda. No podría decirse, en cambio, sin expresión despectiva, el Pérez Gald6!, el Darlo. Por italianismo se aplica


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