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La primera teoria de Einstein.
EINSTEIN Y LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD
El concepto teórico de agujero negro surgió de la resolución de las ecuaciones de la teoría de la relatividad general del físico alemán, pero no fue hasta los años 60 que se sentaron las bases para comprenderlos
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La existencia de agujeros negros es una de las predicciones de la Teoría de la relatividad general. Albert Einstein formula la primera teoría de la relatividad, más ‘sencilla’, en 1905 y 10 años más tarde publica una versión más compleja en la que incorpora la gravitación. En ella, el físico alemán proporciona una descripción de la gravedad como una propiedad geométrica del espacio-tiempo.
En particular, dice que la curvatura del espacio-tiempo está directamente relacionada con la masa, la velocidad y la energía de la materia o radiación, y Einstein enuncia sus ecuaciones de campo, aunque no será él quien consiga solucionarlas de forma exacta. Y en esta teoría predice por primera vez la existencia de agujeros negros.
Esta teoría predice cómo se debe comportar la luz en las inmediaciones de un agujero negro, de un objeto muy masivo que no emite luz. Y enuncia las ecuaciones de campo que permiten calcularlos. Sin embargo, a Einstein no le gustaba la idea de, como decía la definición de agujero negro, ni la luz pudiera escapar de ellos. Porque hay una zona, el horizonte de sucesos, a partir de la cual cuando metes materia pierdes información. Y eso no le acababa de convencer.
Einstein nunca llegó a entender que había un objeto como un agujero negro, tal como lo entendemos ahora.
La teoría de la relatividad general tiene más de 100 años. En el 2015 se cumplió un siglo de una de las mayores creaciones jamás generadas por una sola mente humana.

La actual descripción de la gravitación de la física moderna se ha probado en el universo local, como en el Sistema Solar, y también de forma más reciente en otros cuerpos, como sistemas binarios de pulsares.
La idea de que pudiera haber objetos oscuros surge por primera vez a finales del siglo XVIII. Fueron dos filósofos, John Mitchell y Pierre-Simon Laplace, los que propusieron que había cuerpos capaces de atrapar la luz y volverse invisibles para el resto del Universo. Para demostrar su idea, aplicaron las leyes de Newton para calcular la velocidad de escape de una partícula de luz de un cuerpo. Y predijeron que había estrellas tan densas que ni la luz podría escapar de ellas.
