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De la editora
La auditoría pública y privada comparten una metodología en común, que determina las actitudes y acciones de quienes participan en estás. La importancia de las auditorías radica en identificar aquellas áreas que se desvían del estándar, para establecer medidas preventivas, concurrentes y correctivas que garanticen el alcance de los objetivos organizacionales y la optimización de los recursos y el talento humano que se administra.
La auditoría debe evitar ser juez y parte para mantener un criterio de imparcialidad que provea información relevante y fidedigna que pueda incorporarse en los procesos de toma de decisiones estratégicas. En este mismo sentido, la información tendrá que ser pronta y expedita.
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La auditoría si bien evalúa criterios administrativos, deberá garantizar que la incidencia de los cambios que surjan a partir de está sean de carácter orgánicos; es decir, que incidan positivamente en las y los trabajadores.
Por otra parte, la auditoría implica un corresponsabilidad ética de quienes participan en ella: la parte auditada y la parte auditora, por lo que no debe haber confusión entre el examen o diagnóstico que implica la auditoría a una entidad y/o ente económico, con el proceso de consultoría o asesoría. Adoptar ambos papeles corrompe el alcance de la auditoría y su fundamento.
La auditoría como servicio que se vende a una empresa o institución cliente, deberá incorporar observadores externos que monitoreen posibles sesgos, omisiones y favoritismos,. Porque en nombre de la retención de la cartera de clientes y la rentabilidad de la empresa, se han cometido muchos fraudes que ponen a debate el ejercicio de la auditoría.