El diario de Ana Frank

Page 119

Librodot

Diario

Ana Frank

119

un hijo o no. Si se pierde el honor o no, todo eso no tiene importancia; ¡lo que importa es tener a alguien a tu lado por el resto de tu vida, alguien que te comprende y que no tienes que compartir con nadie! Tu Ana M. Frank

Mamá está nuevamente quejándose. Está claro que está celosa porque hablo más con la señora Van Daan que con ella. ¡Pues me da igual! Esta tarde por fin he podido estar con Peter. Hemos estado hablando por lo menos tres cuartos de hora. Le costaba mucho contarme algo sobre sí mismo, pero poco a poco se fue animando. Te aseguro que no sabía si era mejor irme o quedarme. ¡Pero es que tenía tantas ganas de ayudarle! Le conté lo de Bep y lo de la falta de tacto de nuestras madres. Me dijo que sus padres siempre andan peleándose, por la política, por los cigarrillos o por cualquier otra cosa. Como ya te he dicho, Peter es muy tímido, pero no tanto como para no confesarme que le gustaría dejar de ver a sus padres al menos dos años. -Mi padre no es tan buena persona como parece -dijo-, pero en el asunto de los cigarrillos, la que lleva toda la razón es mi madre. Yo también le hablé de mamá. Pero a papá, Peter lo defendía. Dijo que le parecía un «tipo fenomenal». Esta noche, cuando estaba colgando el delantal después de fregar los platos, me llamó y me pidió que no les contara a los míos que sus padres habían estado nuevamente riñendo y que no se hablaban. Se lo prometí, aunque ya se lo había contado a Margot. Pero estoy segura de que Margot no hablará. -No te preocupes, Peter -le dije-. Puedes confiar en mí. Me he impuesto la costumbre de no contarles tantas cosas a los demás. De lo que tú me cuentas, no le digo nada a nadie. Eso le gustó. Entonces también le conté lo de los tremendos cotilleos en casa, y le dije: -Debo reconocer que tiene razón Margot cuando dice que miento, porque si bien digo que no quiero ser cotilla, cuando se trata de Dussel me encanta cotillear. -Eso está muy bien -dijo. Se había ruborizado, y su cumplido tan sincero casi me hace subir los colores a mí también. Luego también hablamos de los de arriba y los de abajo. Peter realmente estaba un poco sorprendido de que sigamos sin querer demasiado a sus padres. -Peter -le dije-, sabes que soy sincera contigo. ¿Por qué no habría de decírtelo? ¿Acaso no conocemos sus defectos también nosotros? Y también le dije: -Peter, me gustaría tanto ayudarte. ¿No puedo hacerlo? Tú estás entre la espada y la pared y yo sé que, aunque no lo dices, te tomas todo muy a pecho. -Siempre aceptaré tu ayuda. -Quizá sea mejor que consultes con papá. Él tampoco dice nada a nadie, le puedes contar tus cosas tranquilamente. -Sí, es un compañero de verdad. -Le quieres mucho, ¿verdad? Peter asintió con la cabeza y yo seguí hablando: -¡Pues él también te quiere a ti! Levantó la mirada fugazmente. Se había puesto colorado. De verdad era conmovedor ver lo contento que le habían puesto esas palabras.

119

Librodot


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.