Revista Zancada Número 4 2009

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Álvaro Farías | periodista Paniko, El Mercurio; DJ; documentalista, Hay momentos loser en todo ámbito de la vida. La comida, como cuando no sabes pedir un plato de comida japonesa frente al embajador de ese país o el “loser del día a día”. Éste es el que todos llevamos dentro y que aflora cuando menos quieres. El primero es sin duda cuando era chico e iba caminando de la mano con mi mamá por el Valle del Elqui y jugaba a que iba con los ojos cerrados y ella me decía “izquierda, derecha, arriba o abajo”, según correspondía a la geografia del camino, de la vereda más que nada. Al cabo de unas cuadras, mi mamá parece que se le olvidó que yo seguía jugando a la tonterita y no avisó que venía un poste. Me saqué la re mierda y me fui para atrás. Cuando sea pelado, me verán una pequeña cicatriz en la nuca recordando el momento. Dani Boop | zancadicta Estaba viendo un “noticiario” subtitulado donde reporteaban la caída de un meteorito. En resumen, estuve 1 hora aterrorizada, haciendo zapping y preguntándome por qué en ningún canal nacional decían nada, cuando en el noticiario muestran imágenes supuestas desde Houston en que se veían decenas de meteoritos que venían hacia la Tierra, y yo fui corriendo y llorando desesperada a abrazar a mi mamá porque el mundo se iba a acabar.... y salen los créditos porque había terminado la película. Es muy ridículo y mi familia se rió de mi hasta que les dio hipo (tenía 16, igual era grandota), así que agradezco que mi mamá fue mi única testigo. José Miguel Villouta | creador de GorilaBlog Era fan de un programa de la BBC que escuchaba todos los dias a través de un podcast. El show de Scott Mills. Lo escuchaba cuando me iba en bici a hacer deportes sagrado. Todas las mañanas. Ya me sentía parte de la familia. Entendía los chistes internos y todo. El año pasado, creyendo que dominaba todos los códigos de humor auto despreciativo del programa, mandé un correo “chistoso” sobre como Scott Mills, al igual que yo, era orejón y cómo eso era lo mejor que nos podía haber pasado.

Lo tomaron pésimo. Realmente mal. Hablaron de mi correo y de cómo yo era un idiota. Me sentí como el forro cuando bajé el podcast. Creyendo que no habían entendido el humor, escribí otro correo que volvieron a leer. Esta vez fue peor, más gente del programa lo encontró ofensivo. No estoy hablando de “encontrémoslo ofensivo porque es divertido para el programa”. No. No les causó simplemente gracia. A la fecha no puedo volver a escuchar el programa que tanto disfrutaba. Javier Sanfeliú | publicista, hombre de radio Una vez mi amigo C. me llamó para pedirme que lo acompañara a un bar donde trabajaba de mesera una chica con la que estaba saliendo. Me dijo que necesitaba que fuera porque su amiga le dijo que tenía alguien para mí. Todo hubiera sido estupendo de no ser porque ese día tenía una intoxicación estomacal terrible y de puro pensar en una cita a ciegas en un bar con amiga de la amiga de C. me daban tercianas. Pero C. insistió tanto que terminé diciéndole que bueno, que ya, vamos. Llegué al lugar y estaba mi amigo C. sentado en una mesa. El pidió un whisky y yo pedí un agua mineral. No podía ni mirar un maní porque de sólo hacerlo me sonaban las tripas. Todo mal. De pronto se acerca la amiga de C. y me dice que salen a las dos de la mañana y que de ahí nos fuéramos a una fiesta en San Diego. Eran las 23:00 y de solo pensar en esperar tres horas me sonaba más la guata. Pero cuando me indica con su mano a su amiga, ahí casi me desmayo: era una chica de tez blanca, pelo ondulado hasta casi la cintura, ojos negros, perfil griego, uñas pintadas celestes y además, según contaban, promisoria estudiante de teatro. Era increíble. Demasiado linda y perfecta para un maldito fucking día con colitis. Me dieron ganas de huir en ese momento, pero por lealtad a mi amigo C. me quedé, sufriendo, pensando por qué yo, por qué . Terminaron puntualmente a las dos (ya había ido al baño con tristes consecuencias) y recién en ese momento amiga de C. me presenta a B. Además de deliciosa, era simpática. Todo mal. Yo tenía que hablar más fuerte para que no se escuchara el sonido de mis tripas. Nos subimos a un taxi, mi amigo atinaba con su amiga como si no existiéramos y yo llevaba sobre mis piernas a B. Una situación que hubiera sido ideal de no ser que me apretaba el estómago y a esas alturas ya temía lo peor. Trataba de ser simpático, encantador y todas esas artimañas que usualmente funcionan, pero era inútil.

octubre 2009

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