EL ENIG"'vlA DE LOS OL;vlECAS y LAS CALAVERAS DE CRISTAL
estado a la vanguardia del aprendizaje olmeca en, al menos, otro campo de conocimiento: el del magnetismo terrestre. Durante un tiempo, los investigadores creyeron que los mayas sabían sobre magnetismo y que lo habían utilizado para alinear las estructuras en sus principales centros ceremoniales (Fuson, 1969,494). Luego, en 1973, Coe descubrió una pequeña barra de hematita pulida en San Lorenzo, la que creyó podía haberse utilizado como parte de una brújula. Dado que se la encontró en una capa de materiales fechada alrededor del año 1000 a.c., esto sugiere que los olmecas conocieron el magnetismo aproximadamente un milenio antes que los chinos (Carlson, 1975, 753). Sin embargo, durante ciertos trabajos de campo realizados en Izapa en enero de 1975, el autor descubrió evidencia de que los habitantes de ese emplazamiento no solo sabían sobre magnetismo, sino que también parecían haberlo relacionado con el instinto mediante el que se orientan las tortugas marinas. Esa conclusión parte del hecho de que, a unos treinta metros al sudeste de la pirámide principal, se encontró una gran escultura que representa la cabeza de una tortuga, realizada en un bloque de basalto rico en hierro magnético y ejecutada con tal precisión que todas las líneas de fuerza magnética se centran en la nariz de la tortuga. Si bien no se encontraron otras piedras magnéticas en Izapa, en ese asentamiento hayal menos otras dos representaciones de tortugas. Una de estas es una escultura ubicada cerca de la pared oriental de la pirámide principal, la que tiene la forma de un caparazón de tortuga boca arriba y que, al llenarse de agua durante la época de lluvias, puede haber proporcionado una superficie libre de fricción en la que pudiera flotar una aguja o una astilla de magnetita. La otra es un gran altar con forma de tortuga en el extremo oeste del campo ceremonial de juego de pelota, en cuya pared septentrional hay una talla de un hombre barbado de pie en un bote que avanza entre las olas. El hecho de que los izapas fueron un pueblo de marinos que mantuvo contacto regular con lugares tan lejanos como Ecuador por un largo periodo de tiempo quedó demostrado por las similitudes en las cerámicas encontradas en ambos lugares (Coe, 1966,45; Badner, 1972,24). Resulta prácticamente inconcebible que no hayan observado las grandes migraciones de tortugas loras del este del Pacífico entre Baja Cali-
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