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Ninguna letra se repite jamás. El día que alguien compra la M desaparece para siempre de Typies. Esa M es única. Igual que la S, la Z, la R, la O y todas las demás. Estas letras de tela tienen como patrón las líneas y las curvas de la helvética. Ninguna de ellas es igual a otra de su mismo alfabeto. Nunca se repite la misma combinación de telas. Difieren en su color y sus estampados. Porque la estética de cada vocal y cada consonante se debe a la persona que la compra. Ninguna typie se corta y se cose sin que nadie la pida antes. Esa letra permanece en el limbo hasta que alguien entra en la web de Typies (Typies.com) y se hace su dueño. Es el momento de rendir cuentas. El comprador tiene que escribir tres palabras que lo definan. Puede ser “fotógrafo, diseñador e idiota”, como dijo Andrew, el propietario de la A. Puede ser cualquier pista de la que luego tire la portuguesa Soraia Balelo para hacer, con sus manos y una máquina de coser, la letra requerida. Esas tres palabras con las que se autodefine una persona es la información que Balelo transforma en estampados y colores para que la typie se ajuste a su dueño. “Cada letra tiene un significado, una información y una identidad visual importante”, explica la portuguesa. “Hay letras más sencillas, como la Y, que puedo hacer en unas tres horas. Hay otras, como la B, que tardan mucho más. Las letras con curvas y las que tienen agujeros son más complicadas. La C, por ejemplo, es difícil porque es una curva cerrada”. Balelo escoge siempre “telas planas, con texturas geométri-

cas”. El tejido lateral de una letra nunca coincide con el de sus parte delantera o trasera. “Es un producto adaptable. Es muy suave y todos tienen un tamaño base de unos 15 o 20 centímetros”. Ninguna typie es igual que otra. Pero hay una coherencia total entre las piezas de este abecedario. “Todos los dueños de las typies forman parte de una comunidad. Están participando en un mismo proyecto”, indica la diseñadora. La idea de hacer un alfabeto apto para estrujar surgió de una afición de Balelo. “Me encanta hacer manualidades y artículos personalizados”, comenta. “Tengo manos que sirven para hacer muchas cosas diferentes”. Entre ellas, la costura. Y un día, hablando con el estudio Hungry Castle, le dijeron: “¿Por qué no letras?”. En aquellos primeros días, las ideas iban y venían entre la diseñadora y el estudio. En esas conversaciones surgió una observación: “Los softies (objetos suaves y agradables al tacto) están de moda. Hagamos letras y llamémoslas typies. Esa palabra no existe. Inventémosla”. La diseñadora define Typies como un “experimento artístico”. Esta es la primera fase y el reto es completar el abecedario. En la web van apareciendo solo las letras que nacen después de que alguien las solicite. El resto está en blanco, y en su lugar aparece una frase pidiendo una adopción, un reclamo, una petición. El día que el alfabeto esté acabado se habrá cerrado el círculo. La fase uno habrá terminado y empezará lo que hoy aún es una incógnita para ti y también para Balelo: la fase dos. MARZO 2012 / YOROKOBU / 61


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