Bogota Filimica

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y Gabriel Izquierdo, a la sazón jesuitas también. El primero, el único historiador vivo, a más de docente y crítico, que ha tenido el cine nacional (sus detractores, como Jorge Nieto, exdirector de Patrimonio Fílmico, afirman que escribió en su Historia del cine colombiano sobre películas que no había visto y ahora sí pueden ser conocidas gracias a las restauraciones recientes de la Fundación), quedó tan seducido por el aprendizaje con Taddei, que decidió estudiar cine en Roma, para más tarde abandonar la Compañía de Jesús, en tanto que el segundo, hoy supervisor de una gran obra bogotana de reconstrucción arquitectónica y artística patrimonial, la de la iglesia de San Ignacio, se familiarizó con el maestro religioso en Bogotá, a donde éste fue invitado para dictar un curso. Izquierdo llegó incluso a traducir del italiano textos de Taddei4. Izquierdo, entonces estudiante de Teología, rodeado de otros miembros de la Compañía y la religiosa Lucía de Guzmán (q.e.p.d.), buscó, como era de rigor, la asesoría de Hernando Salcedo y fue perfeccionando una propuesta para una parte del tiempo libre de los alumnos de varios colegios –que llegaron a ser setenta–, de lo que en esos momentos era quinto y sexto de bachillerato, hoy grados diez y once: un Cine-Fórum, los sábados en la mañana, horario ideal para infinidad de cine clubes en el mundo, que tuvo por sedes primero el Teatro San Carlos (hoy Teatro de la Carrera, operante para espectáculos teatrales) y el antiguo Teatro Aladino (en la esquina de la calle 60 con 13, hoy desaparecido); luego, dos salas vecinas entre sí, ambas situadas en el corazón de Chapinero: el Teatro Metro Riviera (actualmente transformado en la discoteca Theatron), sobre la carrera 13, entre calles 57 y 58, y el Teatro Lucía, también sobre la 13, pero 4 Véase, por ejemplo: Educar con la imagen (Taddei, 1979). Esta no es una traducción de Izquierdo.

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más hacia el sur, entre calles 57 y 56. Esta experiencia proseguía la iniciada por otros jesuitas, primero en el Colegio San Bartolomé Mayor, a cargo de Jaime Heredia, por entonces sacerdote y hoy profesor de la Universidad de los Andes, quizá la persona que mejor conoce en Colombia la cultura japonesa. Posteriormente la experiencia continuó en el antiguo Teatro Cataluña, que quedaba en la calle 51 con Séptima. Izquierdo, quien ha sido director del Cinep y asesor del Centro Pensar de la Universidad Javeriana, un sacerdote que ha trabajado mucho con campesinos y jóvenes contestatarios, estuvo a cargo del proyecto durante más o menos tres años, desde 1969 hasta 1971 aproximadamente (ni él ni sus pupilos de entonces lo recordamos muy bien), programó frecuentemente en dichos espacios, entre otras, películas que suscitaban el debate y las más intensas inquietudes por su manera de hablar de la juventud acerca de las relaciones de pareja y de lo que Herbert Marcuse llamaba la agresividad en la sociedad industrial avanzada. El éxito de las discusiones era fulgurante. Muchos querían opinar, pasar al frente, coger el micrófono para decir algo sobre tamaña obra, desafiante, pero también llena de un cálido humanismo, difícil de ver para quienes se fijaban solamente en los factores políticos o sociológicos del tema tratado por el director, una de las glorias más socorridas (¡y con qué derechos!) de los cineclubes. Esto sucedía con películas como Zabriskie Point (1970) de Antonioni y El graduado (The graduate, 1967), de Mike Nichols que, además del calor de las discusiones anticapitalistas, hacía que todos tararearan al final, en dirección a sus casitas para almorzar, muy tarde ya –a la 1:30 ó 2 p.m.–, la extraordinaria música de Simon y Garfunkel, o que, los hombres en particular,


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