Consecuencias de la modernidad

Page 1

CONSECUENCIAS DE LA MODERNIDAD ANTHONY GIDDENS , 2008 

Nº de páginas: 168 págs.

Encuadernación: Tapa blanda

Editorial: ALIANZA EDITORIAL

Lengua: CASTELLANO

ISBN: 9788420629285

Frente a quienes sostienen que la modernidad ha sido sobrepasada, Anthony Giddens afirma que nos hallamos en un período de «alta modernidad» en el que las tendencias anteriores en vez de debilitarse se radicalizan y universalizan. En su exploración de las consecuencias de la modernidad hace hincapié en los aspectos cultural y epistemológico: la institucionalización de la duda como consecuencia de la ruptura con la tradición, la intersección de fiabilidad y riesgo, seguridad y peligro, para llegar finalmente a un «perfil de riesgo» distinto en esencia de los imperantes en los órdenes premodernos.

“Consecuencias de la Modernidad”. Fuente: Hommodolars.cl Introducción: Anthony Giddens realiza, según sus propias palabras, un “análisis institucional de la modernidad”, poniendo especial énfasis en lo que respecta a los elementos culturales y epistemológicos de la misma. El autor construye una primera aproximación al término de “modernidad” definiéndolo como los modos de vida y organización social que surgieron en Europa a partir del siglo XVIII, cuyas consecuencias se expresan en manifestaciones concretas actualmente, a nivel mundial. La modernidad vendría a ser algo así como un fenómeno mundial de extensión y complejidad notables que obligan a un análisis sistemático de sus características si se pretende ir más allá de ésta definición preliminar, con el fin de determinar sus consecuencias y alcances con mayor precisión. El ensayo esta dividido en secciones que abordan la problemática de manera “circular”, en cuya primera sección se define de forma general lo que en las secciones siguientes se detallará de manera más específica. Giddens reflexiona en torno a los problemas de la “seguridad” y el “peligro”, de “fiabilidad” y de “riesgo” que implica la vida moderna. La forma en que se da el desenvolvimiento propiamente moderno de la vida ha producido efectos contradictorios que pueden ser analizados dialécticamente, ya que si bien lo moderno expresaría en numerosos aspectos una mayor “seguridad” con respecto al orden tradicional, (el surgimiento de los estados naciones, el término de la guerra de “todos contra todos”, la monopolización de la violencia por parte del Estado, las mejoras en las condiciones de salud de la población en general, la alfabetización, etc..), a su vez conlleva el inevitable surgimiento de nuevos y


terribles “riesgos”: 1) El colapso de los mecanismos de control económico y la consiguiente pauperización y precarización de las condiciones materiales de existencia en general (alimentación, salud, vivienda, educación, etc…) sometiendo a aquellos que “quedan fuera del modelo”, ya que, en los casos más extremos, no cuentan con los medios para sostener las condiciones materiales mínimas, necesarias para la supervivencia por parte de grandes masas de actores sociales; 2) El eventual crecimiento de un poder totalitario discursivamente hegemónico, que conlleva la consagración de un pequeño grupo de sujetos y/o naciones que toman decisiones que conciernen a una inmensa población. 3) La posibilidad de un conflicto nuclear o guerra a gran escala, fruto del proceso de industrialización de la misma, así como el desarrollo tecnológico y los descubrimientos científicos. 4) La desintegración o desastre ecológico, que amenazan con irrevocablemente destruir a la naturaleza, sino por completo, drásticamente. El desastre ecológico se sitúa como una posible catástrofe que, al igual que una guerra nuclear afectaría a absolutamente todos los habitantes del planeta. Por otra parte, está aquello que se representaría como algo “seguro” al interior del contexto de la modernidad, Giddens reconoce el concepto de “fiabilidad” presente en las acciones de los sujetos “profanos”, es decir comunes y corrientes, con respecto a los “sistemas expertos” que han surgido en la modernidad. La multilateralidad del conocimiento técnico se ha plasmado en una infinitud de procedimientos específicos sobre los cuales un “sujeto común y corriente” no tiene mayor conocimiento y que “el estado de las cosas” obliga a establecer como “fiables”. Giddens además concibe a la modernidad como un fenómeno reflexivo, esto quiere decir, que está “de por sí” en constante reestructuración teórica, práctica y ontológica. El desenvolvimiento de la vida moderna implica la “recreación” constante de los sistemas sociales, allí donde se ponen en práctica y cuestionamiento una y otra vez, dentro de determinados márgenes de acción específicos. La “reflexividad” moderna se expresa además, en Sociología, y en las ciencias sociales en general, como la imposibilidad por “aprehender” y definir un concepto “último” de lo que sería considerado como “moderno”. A diferencia de las sociedades premodernas, en donde la tradición implicaba una reformulación “presente y activa” de un pasado dotado de sentido principalmente valórico y místico, la reflexión de la vida social moderna se expresa en el hecho de que las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformuladas a la luz de la nueva información sobre esas mismas prácticas. Esto no quiere decir en modo alguno que las tradiciones no existan en la vida moderna, sin embargo ya no ocupan el rol fundamental para la cohesión e integración social que manifestaban en las sociedades tradicionales. . No hablamos de “post-modernidad”, sino de una modernidad en vías constantes de reformulación. La dinamicidad y especificidad de los campos de conocimiento condicionan una constante reformulación de los modos de ver y de ejercer la labor científica, incluyendo en esto a las ciencias sociales. Se produce de esta forma una problematización teórica con respecto a aquellos autores que, principalmente inspirados por el estructural-funcionalismo,


manifiestan cierta “pretensión ontológica” por analizar y describir la supuesta pertinencia teórica actual del concepto de “post-modernidad”, como un proceso “actual” y “presente” que reflejaría el surgimiento de un nuevo ordenamiento social, político, cultural y “global”. Este “nuevo ordenamiento” tendría la facultad de haber “superado” o “trascendido” aquello que la teoría clásica siempre denominó como “modernidad”. A pesar de que dicha “pretensión” se ha expresado de manera principalmente “estética”, por decirlo de alguna forma, (dentro del ámbito del arte, la música, la arquitectura, etc…), existen desde hace algunos años una serie de debates y polémicas con respecto a la utilización del concepto de “postmodernidad” en ciencias sociales, pues implicaría el asumir que “lo moderno” ya fue desterrado a los anales de la historia, que ya fue superado, y que nos encontramos ante un nuevo escenario histórico. Giddens nos coloca ante la pregunta por la pertinencia o no que tendría en la noción de “postmodernidad” a la hora de conceptualizar la forma en que se desenvuelven en la actualidad los sistemas sociales, políticos y culturales. Con este objetivo, el autor describe las principales características que él considera con respecto a lo “moderno”, estableciendo y reconstruyendo las dimensiones apropiadas para dicho análisis. Luego, la idea es definir si se han producido o no cambios significativos con respecto a lo que es entendido como “modernidad”, desde su perspectiva “clásica”. Podríamos en esta instancia el plantearnos la siguiente pregunta: ¿lo que se ha producido en la actualidad es efectivamente un “salto” a la post-modernidad o, por el contrario, lo que ocurre actualmente corresponde a una profundización y radicalización de lo que Giddens denomina como “consecuencias de la modernidad”?. La lectura de Giddens resuelve la disyuntiva que se cimentaba en el hecho de denominar a las condiciones actuales en las que se desenvuelve la historia bajo el título de “post-modernidad”, ya que toma partido por una definición del actual período que se enmarca principalmente en la comprensión de la profundización y radicalización de las consecuencias de lo moderno: las “consecuencias de la modernidad”. Giddens, por lo tanto, no pretende construir un “quiebre” teórico entre lo moderno y nosotros, ya que la idea sería mas bien construir un “puente conceptual” entre lo pasado, lo presente y lo futuro. Dicho “puente” se plantea en términos de continuidad y discontinuidad. Continuidad y “discontinuidad” modernas: El “Tiempo y el Espacio” Giddens analiza las “formas de vida” que adopta el cuerpo social que fueron introducidas por la modernidad, tomando en cuenta sus “continuidades”, pero especialmente sus “discontinuidades” con respecto a lo que se denomina como “orden tradicional”, caracterizado por las sociedades pre-modernas del mundo occidental. La noción de discontinuidad pone en tensión los conceptos manejados casi a nivel de sentido común por la teoría evolucionista, con marcadas influencias por parte del positivismo clásico, que concibe a la historia de una manera lineal, como una representación relativamente ordenada de un sinfín de acontecimientos


clasificables según su “tiempo” y lugar”. Se reconoce entonces a los procesos históricos como un entramado complejo de acontecimientos humanos, que toman ciertos elementos del pasado para constituir presente y delinear futuro, y no como una sucesión lineal fácilmente ordenable por una idea de “evolución” histórica. Entre dos procesos históricos “distintos” (tal es el caso de lo pre-moderno y lo moderno) no podemos establecer un “llano invisible” que separa a ambos como si pudieran comprenderse de manera específica y autónoma. Por el contrario, las nociones elaboradas por Giddens de continuidad y discontinuidad nos permiten reconocer en ellos una mutua determinación, lo que, sin dudas, aumenta la complejidad explicativa de los procesos históricos en lo que respecta a la labor de la sociología en particular y de las ciencias sociales en general. Una de las principales características de la transición desde lo premoderno a lo moderno es que en este último proceso se trastocan sustancialmente las formas en que se manifiestan las relaciones humanas en general, entendidas éstas en lo que respecta a su desenvolvimiento en “tiempo” y en el “espacio” de las acciones. Lo que tradicionalmente podía expresarse como una relación social “comunitaria”, de carácter mas bien local, es en la modernidad llevado a cabo a niveles mundialmente extendidos de la división del trabajo internacional, de alguna forma las relaciones productivas, diplomáticas, económicas, y culturales se han integrado mundialmente. Esta comparación, aunque pueda a primera vista parecer excesiva, nos permite intuir el hecho de que, más que un “quiebre”, se produjo históricamente un paulatino proceso de reformulación de la cosmovisión humana, transformación que tiene como correlato un reordenamiento social, por supuesto. Dicho de otra forma, aquel reordenamiento no se produjo “de un día para otro”, sino que se instauró paulatinamente por medio de un proceso histórico de transformación. Con la modernidad, comienza a configurarse un esquema global de desenvolvimiento económico y político sobre nuevas bases ontológicas en lo que respecta al espacio y al tiempo, se reestructura “la condición de ámbito indefinido entre tiempo y espacio y ello nos proporciona los medios para una precisa regionalización temporal espacial” . En la antigüedad, según Giddens, el cálculo del tiempo estaba de manera general directamente relacionado con el espacio, esto es, con las condiciones materiales o naturales desde las cuales se desarrollaba dicho calculo, ya que para esta cosmovisión la medida del tiempo siempre estaba configurada a partir de una determinada posición “socio-espacial” o “natural”, como el posicionamiento de la tierra con respecto al sol y demás estrellas, las condiciones climáticas etc… Muchos autores que trabajan de una u otra forma el problema de la modernidad han planteado que con la invención del reloj mecánico se construye una dimensión uniforme y abstracta del tiempo, “universalizable” por medio del establecimiento de “zonas horarias” alrededor del mundo, asimismo, se universalizó el calendario “occidental”. Giddens postula que la coordinación del tiempo es la base del control


del espacio, la modernidad diferencia de esta forma al “espacio” del “lugar”, ya que este último se refiere exclusivamente al carácter local de los asentamientos físicos y geográficos específicos, mientras que la noción de “espacio” puede, modernamente, involucrar acciones sociales que pueden desarrollarse en lugares muy distintos y distantes pero directamente relacionados por determinada actividad (Por ejemplo: las relaciones de comercio transnacionales ponen “en contacto” productivo distintos actores en distintos continentes, países y regiones del planeta. También el mercado ha generado una gran masa de “consumidores globales” de productos elaborados de diversa índole: gaseosas, electrodomésticos, automóviles, hamburguesas, etc..). Siguiendo el hilo argumentativo podemos sostener que una gran cantidad de acciones sociales que involucran la cotidiana reconstitución reflexiva y productiva de la sociedad moderna se producen mediante un “desanclaje”, configurado a partir de “la separación tiempo-espacio y su formación dentro de estandarizadas y vacías dimensiones, corta las conexiones que existen entre la actividad social y su anclaje en las particularidades de los contextos de presencia (…), este efecto es dependiente de la coordinación conseguida entre tiempo-espacio (…) (y) sirve para abrir un abanico de posibilidades de cambio al liberar de las restricciones impuestas por hábitos y prácticas locales” . Citando un ejemplo tomado desde la cotidianeidad mencionado por Giddens, hoy en día es “normal” poder encontrar productos de diversos países en un humilde almacén de barrio, ya que existen un sinfín de entramados económicos de alcance global que permiten dicho hecho. No es raro en cualquier bazar de barrio encontrar productos “Made in Taiwan,… U.S.A.,… Japan, …etc…”. El desanclaje con respecto a las concepciones pre-modernas del tiempo implicó una imposición global de un calendario estandarizado que reemplazó el carácter común de la mayoría de los calendarios anteriores: casi todos se regían por un calendario basado en 13 lunas, que completan 364 días de un año. Este cambio, que a primera vista puede significar “superficial”, se configura como uno de los principales elementos que permitió a la cosmovisión moderna imponerse como “verdadera” con respecto a las culturas anteriores. El calendario gregoriano – actualmente en uso por la mayoría de los países- se impuso por sobre un calendario que tomaba como principal referente al sol, y que basaba en aquello toda la fuente de su equilibrio. Las “Dimensiones Institucionales” del concepto: “Capitalismo”, “Vigilancia”, “Poder Militar” e “Industrialismo”: Metodológicamente, Giddens describe a la modernidad yuxtaponiendo dimensiones que el considera representativas para su esquema, como primer cuadro metodológico plantea lo que él denomina las “dimensiones institucionales de la modernidad”, todas constitutivas entre sí, pero que representarían, de alguna forma, los “aspectos principales” de la misma: “Capitalismo”, “Vigilancia”, “Poder


militar” e “Industrialismo”. Dicho cuadro metodológico de cuatro dimensiones principales es en el transcurso del libro continuamente reformulado, con el objetivo de permitir una comprensión más amplia de los complejos aspectos que involucra. La consolidación de la relación capitalista luego de una exponencial expansión en gran parte del globo terráqueo debido a la “congénita” disminución progresiva de la tasa de ganancia como imperante general para toda empresa, extendió su alcance y redes por la gran mayoría de los países “civilizados” y “tercermundistas”, estableciendo un “ordenamiento” desigual, característico del modelo capitalista, pero ahora cimentado como una manera hegemónica de constituirse en la forma que adquieren las políticas económicas no sólo “internas” de cada Estado-Nación, sino que ahora además como imperante para la relación comercial entre diversos Estados, de todos los continentes. Al interior de esta nueva división internacional del trabajo podemos reconocer una expresión dialéctica que se manifiesta en la existencia de un “Centro”, (identificado coloquialmente con el “Primer mundo”: Alemania, Francia, Reino Unido, Japón y preponderantemente E.E.U.U como nación hegemónica económica, política y militarmente a nivel mundial); una “Semiperiferia” (constituida por aquellos países que entran en relación directa con el Capital transnacional y representan Estados relativamente “consolidados”, además se constituyen como un lugar de interés para las inversiones provenientes desde el “centro”, la expansión de su mercado, industrias, influencia diplomática, etc.. Predominan en amplias zonas de Europa oriental, Asia, el medio oriente, y ciertos lugares de Norte y Latinoamérica); y una “Periferia”, (en donde las condiciones de vida de la población en general se plasman en el hambre, el desempleo, las enfermedades, son la realidad cotidiana. Las naciones periféricas se han incorporado a la modernidad de forma exclusivamente dependiente, su estructura política no permite la consolidación de un Estado relativamente estable y tienen como denominador común las condiciones de pobreza elevadísimas por sobre la población en general. Estas naciones están en vastas zonas de Centroamérica pero de manera especialmente grave se manifiesta en numerosas naciones de Africa). La vigilancia se manifiesta también como una forma de desenvolvimiento social necesaria para todas las formas de organización social propiamente “modernas”. Se ha producido una monopolización de los medios de violencia por parte de los Estados modernos, lo que no implica no obstante que existan otras instituciones o grupos de sujetos que lleven a cabo acciones violentas, sin embargo su “poder” no es comparable en la mayoría de los casos que al poderío que puede alcanzar un Estado (sobretodo si son varios y están “Unidos”). En lo que respecta al desenvolvimiento moderno del “poder militar” a nivel mundial se tiene como “base de negociación internacional” una carrera armamentista global, una proliferación nuclear sin precedentes que podría desencadenar una catástrofe mundial inimaginable, la cual nos podría exterminar a todos, a menos


que la “vía de la persuasión” (“si tu tienes una, yo tengo 2.000” dice E.E.U.U., la nación dominante económica y militarmente del de los países “desarrollados”), la competencia, la industrialización y “tecnologización” cada vez más extensiva del aparato de guerra, “se prolonguen lo más posible”. La carrera armamentista sostiene a la “seguridad” del mundo en una inestable carrera por una disuasión armada “hasta los dientes”. Lo que tradicionalmente se expresaba como un extendido abanico de diversos ejércitos servidores a un determinado “príncipe”, por la existencia de bandas de bandoleros o piratas, etc… hoy se manifiesta como la consolidación hegemónica de grandes ejércitos representativos para cada Estado. Giddens menciona por ejemplo el hecho de que en la actualidad, un Estado relativamente pequeño puede tener un ejército infinitamente superior a aquellos que tuvieron los grandes “imperios” tradicionales. La industrialización de la guerra es producida por la expansión explosiva que ha tenido la generación de una gran fuerza de trabajo “abstracta” y “flexible” y un desarrollo tecnológico de la producción sin precedentes. El industrialismo moderno se expresa como un control por sobre la naturaleza y por la creación de un “entorno creado”, que nos ha distanciado del “entorno natural”. El industrialismo toma además la forma de una alianza entre ciencia y tecnología que se expresa como un desarrollo inusitado en la eficacia alcanzada por las maquinarias, herramientas y técnicas de producción, así como ha reconfigurado las formas de organización productivas precedentes del sistema tradicional de producción, en donde la relación entre el hombre y su trabajo era directamente influida por la naturaleza. Fiabilidad y Modernidad: Los sistemas sociales “abstractos” difundidos en la modernidad colocan al ciudadano común en una posición de anonimato con respecto a los representantes de aquel cuerpo de “expertos”. Dicho anonimato implica en cierta forma una relación en la cual de no ser por un principio de “fiabilidad” primaría la desconfianza y la incertidumbre generalizadas, ya que muchísimas prácticas de la vida cotidiana implican importantes decisiones que son tomadas por dichos representantes. El “desanclaje” producido por la separación ontológica y práctica del “tiempo” y el “espacio” modernos es “reanclado” por medio de la fiabilidad, mediante la cual se establece cierta “complicidad de la vida en sociedad” por parte de sujetos que pueden ser perfectamente extraños el uno para el otro, pero que su relación social hacen parte de un sistema más complejo de relaciones relativamente “fiables”. Un sujeto cualquiera puede establecer relaciones con otros sujetos desconocidos que forman parte de un determinado grupo de “expertos” con respecto a un conocimiento específico que se manifiesta como el manejo especializado y técnico en la utilización de medios de producción en general, maquinarias, instrumentos, sistemas informáticos, etc… (por ejemplo: el chofer de autobús, el funcionario


público y privado, los pilotos de aviones, los miembros del sistema de vigilancia, y una exponencialmente extendida cadena de labores productivas específicas), constituyéndose los sujetos poseedores del “capital cultural” y el dominio técnico, en una suerte de “punto de acceso” al “sistema abstracto”, y que se le muestran al individuo que accede cotidianamente a este tipo de sistemas de organización social modernos como algo prácticamente desconocido en sus detalles y funcionamiento, pero frente al cual la vida moderna obliga a una relación constante. Esta es una de las formas en que Giddens postula que se expresa la “fiabilidad” moderna, el sujeto “confía” en que el “experto” conoce a fondo los elementos “abstractos” y pone en práctica su conocimiento de manera “eficiente”. La vida en sociedad, modernamente hablando, implica para el sujeto común una constante relación cotidiana con otros sujetos sobre los cuales existe un desconocimiento, que podría manifestarse como una duda. Cada vez que un ser humano transita por una calle comparte el espacio con cientos o miles de otras personas desconocidas, es aquí donde Giddens menciona a la “desatención cortés” como la forma en que un sujeto “deja en paz” a otro, pasando por su lado mirándolo apenas y sin tocarlo. Dicha “desatención” no hubiera sido posible en la era premoderna en donde la localidad de las relaciones sociales implicaba una complicidad directa con las demás personas, en la modernidad en cambio, “representa el tipo más básico de los compromisos de presencia que se dan en los encuentros con extraños en las circunstancias de la modernidad”


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.