Educación y covid-19

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La educación ante el Covid-19 en América Latina: Retos y alternativas de política En todos los países de la región, con excepción de Nicaragua, las escuelas cerraron a mediados de marzo y, hasta la fecha, siguen cerradas por la crisis de Covid-19. ¿Qué efectos tendrá esto sobre la educación? Hemos identificado varios: 1. Si no se implementan políticas para extender el calendario escolar, los niños y jóvenes de la región perderán entre 3-6 meses de educación presencial. Una primera aproximación a los impactos de esta política—que fue necesaria para evitar la propagación descontrolada del virus—es en base a casos anteriores en los que las escuelas cerraron temporalmente por huelgas de profesores Sin embargo, con seguridad, las conclusiones que uno sacaría de este análisis para la coyuntura actual darían un panorama demasiado optimista. Los cierres escolares que se están dando por el Covid-19 son sustancialmente más largos que los que en general se observaron en el pasado. Esto podría precipitar el abandono escolar, en particular entre jóvenes en familias de ingresos bajos o medios. 2. Muchos países en la región han implementado estrategias que buscan minimizar las pérdidas de aprendizaje usando el aprendizaje a distancia. No existen estudios confiables para la región que permitan estimar la efectividad del aprendizaje a distancia comparado al aprendizaje presencial. Sin embargo, dada la velocidad (y, por ende, la falta de preparación) con la que se tuvieron que implementar estas medidas, no hay duda de que implican menores niveles de aprendizaje para el estudiante promedio. Entre los países de la región, sólo Uruguay cuenta con plataformas digitales que cubren el currículo escolar y permite que los docentes monitoreen los aprendizajes de los estudiantes. Además, la educación a distancia aumentará la desigualdad en el aprendizaje porque los hogares de mejor condición socioeconómica tienen una mayor probabilidad de tener acceso a internet de calidad, así como a otros insumos necesarios para que la educación a distancia funcione bien.[2] 3. En general, y en particular en comunidades pobres, los maestros ejercen labores que van más allá de sus funciones estrictamente educativas. Los maestros ayudan a identificar niños con problemas de salud, nutrición o abuso, y alertar a las autoridades correspondientes. Diferentes fuentes indican que la pandemia ha llevado a aumentos en la violencia intrafamiliar. En este contexto, los cierres de las escuelas son particularmente preocupantes. 4. Una elevada proporción de estudiantes en ALC, particularmente en contextos urbanos, asiste a escuelas privadas. En Lima, por ejemplo, esta cifra asciende a más de la mitad de la matrícula y en otras ciudades, tales como Bogotá, Buenos Aires, y Quito, a más de un tercio.[3] La magnitud de la matrícula privada plantea serios retos en el contexto de la pandemia. Las escuelas privadas dependen de pagos por padres de familia, y muchas han suspendido los pagos a maestros o están quebrando. Esta situación, junto con la caída de ingresos familiares durante la crisis, podría implicar un aumento masivo en la demanda por plazas que el sector público estaría en muy malas condiciones para absorber.[4]


5. El sector privado también representa una proporción importante, y creciente, de la educación superior en la región—más de dos terceras partes de la matrícula total en universidades, institutos técnicos, y educación vocacional en Brasil, Chile, Costa Rica y Perú, entre otros países. Muchas instituciones privadas de educación superior podrían quebrar durante la crisis. A diferencia de las escuelas privadas, sin embargo, sus alumnos no tienen un derecho automático de transferirse al sector público. Por ello, las consecuencias para el sistema de educación postsecundaria son menores, pero son mayores para los individuos en instituciones que quiebran que se encontrarían sin título, sin manera de convalidar las asignaturas que ya tomaron, y en algunos casos con una sustancial deuda.

En resumen, la pandemia tiene serias implicaciones para la educación en la región, incluyendo posibles aumentos en la deserción, menores niveles de aprendizaje, una mayor desigualdad en los resultados, y el quiebre de muchas instituciones privadas. Ante esta situación, las alternativas de política podrían incluir: 1. Para minimizar la pérdida en el aprendizaje: Se podría extender el año escolar cuando vuelvan a abrir las escuelas, o temporalmente extender la jornada. Asimismo, como los efectos negativos de la crisis sobre el aprendizaje serán con seguridad mayores para los niños pobres, se podrían considerar programas de tutorías focalizadas en escuelas o niños de bajos ingresos. 2. Para prevenir la deserción escolar: En el corto plazo, se podrían desarrollar intervenciones que permitan a docentes estar en contacto con sus alumnos, por ejemplo, a través de WhatsApp, de tal manera que los niños y jóvenes sientan que no se ha roto el vínculo con la escuela. En el mediano plazo, se deberían de reforzar los programas de transferencias monetarias condicionadas (TMCs), expandiendo su cobertura, recalibrando los montos si fuera necesario, y, dado que el mayor riesgo de deserción es para estudiantes de educación media o media superior, focalizando las transferencias en hogares con niños de estos grupos etarios. Hay mucha evidencia para la región que muestra, de manera convincente, que estos programas son una herramienta efectiva para prevenir la deserción escolar. 3. Para mejorar la calidad de la enseñanza en escuelas que sirven a niños pobres: La crisis podría ser una oportunidad para reformar los sistemas de asignación de recursos para la educación para hacer que estos sean más eficientes y equitativos. Asimismo, las limitaciones que se han visto en la educación a distancia deberían de invitar a una reflexión sobre la mejor manera de usar la tecnología para fines educativos dentro y fuera del salón. 4. Para evitar un colapso del sistema privado: Bajo ciertas condiciones, se podría considerar un plan de rescate para escuelas o instituciones privadas de educación superior. El financiamiento no se debería procesar por los ministerios de educación, pero las condiciones para recibir recursos podrían incluir requerimientos que las escuelas o instituciones de educación superior que reciben


apoyo se sometan a un proceso de acreditación y monitoreo de la calidad. En este sentido, y al igual que con las posibles reformas a las fórmulas de asignación de recursos, la pandemia puede ser una oportunidad de poner en marcha políticas que, en circunstancias normales, hubieran sido difíciles de llevar a cabo por razones de economía política. El cierre de escuelas y la crisis económica, causados por la pandemia de Covid-19, producirán, sin duda, una desaceleración de los logros educacionales de las últimas décadas. Al mismo tiempo, generarán oportunidades para repensar nuestros sistemas educativos e impulsar reformas sistémicas sentarán las bases para revertir el rumbo actual y avanzar en la eficiencia, calidad y equidad educacional en la región.

Gregory Elacqua Gregory Elacqua es economista principal de la División de Educación en el Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ha sido profesor de políticas públicas en la Universidad Diego Portales y en la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile. Tiene amplia experiencia en investigación en temas de educación y ha escrito libros, artículos académicos, monografías y reportes técnicos sobre educación en América Latina. También ha participado en reformas de política educativa. Ha sido asesor de tres ministros de Educación y de un senador en la Comisión de Educación del Senado de Chile. Tiene un doctorado en Políticas Públicas de la Universidad de Princeton.

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El coronavirus covid-19 y la educación superior: impacto y recomendaciones

Estado al mes de marzo

Los coronavirus (CoV) son una gran familia de virus que causan enfermedades que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves. El Coronavirus COVID-19 fue detectado por primera vez en China en diciembre de 2019 y, desde entonces, se ha extendido por todas las regiones del mundo. La Organización Mundial de la Salud facilita información contrastada y permanentemente actualizada acerca del COVID-19 y su propagación y sugiere igualmente qué medidas sanitarias, a escala individual y colectiva, deberían tomarse preventivamente y también para evitar la propagación.


Impacto en educación Actualización al 20 de abril

La UNESCO, por su parte, está monitorizando el impacto del Coronavirus en educación. Al 20 de abril, se estiman cierres de escuelas impactando más de 91.3% de la población estudiantil mundial, esto es 1,575,270,054 millones. Recomendaciones de UNESCO IESALC para las instituciones de educación superior (publicadas al inicio de la pandemia) Es urgente que los gobiernos y las instituciones de aquellos países donde se está empezando a manifestar la epidemia planifiquen medidas adecuadas que protejan la salud de la ciudadanía evitando conculcar el derecho a la educación. En todos los niveles educativos, las autoridades deben velar por la puesta en práctica de medidas que favorezcan que los estudiantes sigan aprendiendo a pesar de la clausura temporal de las instituciones educativas. En este sentido, UNESCO-IESALC, basándose en la experiencia de algunos de los Estados miembro que se encuentran enfrentando ya la epidemia, recomienda a las instituciones de educación superior tomar las siguientes medidas: 1. Difundir entre la comunidad universitaria única y exclusivamente las informaciones y recomendaciones que faciliten las autoridades sanitarias nacionales y la Organización Mundial de la Salud, evitando el alarmismo o la propagación de rumores o noticias falsas. 2. Utilizar regularmente el propio sitio web y las redes sociales para que la comunidad universitaria esté puntual y verazmente informada sobre el COVID19, incluyendo recomendaciones sobre las conductas a seguir preventivamente o en caso de contagio, así como los últimos avances en investigación, y contrarrestando de forma activa actitudes y comportamientos racistas o discriminatorios que pudieran emerger como resultado de tergiversaciones. 3. En aquellas instituciones que cuenten con facultades de medicina o escuelas de salud pública, facilitar el desarrollo de cursos de libre acceso sobre el COVID-19 y que contribuyan, de este modo, a una mayor calidad de la educación sanitaria de la población en general y a conformar una actitud positiva hacia la investigación científica. Cuando estas iniciativas son consorciadas, entre varias instituciones, su impacto es mayor. 4. Atender a las instrucciones y recomendaciones de las autoridades nacionales y participar activamente en los mecanismos de coordinación interuniversitaria para desplegar de forma coordinada y coherente a escala nacional posibles medidas que se acuerde tomar como:


1. Cancelar o posponer los programas de intercambios internacionales o de salidas al extranjero, por lo menos aquellos que incluyan entradas o salidas de países afectados por el COVID-19, tanto de estudiantes como de profesorado e investigadores. 2. Cancelar o posponer las reuniones académicas y congresos internacionales. Y hacer lo mismo con las de carácter nacional si el COVID-19 se ha manifestado ya en el propio país. 3. Suspender las actividades académicas presenciales. 5. Preparar un plan de contingencia a escala institucional anticipando la eventualidad de que la institución deba cerrar sus puertas que prevea: 1. La operatoria de los mecanismos de gobierno e información pública a distancia y la posible creación de un comité de crisis. 2. Tomar medidas para que las unidades técnicas puedan seguir operando los sistemas de información y comunicación en remoto. 3. La utilización de la propia plataforma de aprendizaje en línea, o el campus virtual, para seguir facilitando el aprendizaje de los estudiantes a distancia. O, en el caso de que no se disponga de ninguna propia, instalar alguna de las múltiples aplicaciones y plataformas educativas abiertas, teniendo presente que parte de los estudiantes tal vez solo puedan utilizar dispositivos móviles. 4. Esto exigirá contar, a su vez, con mecanismos de formación y apoyo en línea al profesorado y a los estudiantes que deberán ser debidamente reforzados. Estas informaciones están siendo actualizadas y pueden ser verificadas a través del mapa COVID-19 Interrupción educativa y respuesta de la UNESCO. De igual manera, las recomendaciones se irán actualizando regularmente.

El Covid-19 y las Brechas Educativas Resulta prácticamente imposible en estos momentos difíciles abstraerse de la situación que monopoliza todos nuestros pensamientos y acciones cotidianas y no dedicar esta breve reflexión al Coronavirus y sus efectos en la educación de los más vulnerables. A un lado y al otro del charco, vivimos en estado de emergencia, lo que significa confinamiento en las casas y, con ello, suspensión de toda actividad educativa presencial. Y también resulta bien difícil escribir algo que tenga una mínima permanencia en el tiempo. Si algo hemos aprendido en este periodo es la provisionalidad de todo: lo que ayer valía hoy no sirve y quién sabe si mañana. Por eso, seguramente muchas de estas letras resaltadas en negro sobre blanco quedarán añejas en el momento en que la revista vea la luz ante la devastadora propagación de la pandemia a nivel global. Pero este sentimiento de provisionalidad no nos impide que nos sentemos a escribir.


Salvo muy contadas excepciones, hoy por hoy la totalidad de países en todo el mundo ha decretado el cierre de los centros educativos en todo el país, y los que no lo han hecho, como el caso de Suecia, lo están pagando en extensión de la pandemia. Esta medida, como ya señaló acertadamente la UNESCO, tendrá unas consecuencias muy negativas tanto sociales como económicas. Así, apuntaba a cuestiones tales como: interrupción del aprendizaje; insuficiente alimentación; falta de preparación de los padres para la enseñanza a distancia o desde la casa; acceso desigual a las plataformas de aprendizaje digital; insuficiencias en materia de cuidado de los niños; costos económicos elevados; incidencia mecánica en el sistema de salud; aumento de la presión para los centros escolares que permanecen abiertos y tendencia al incremento de las tasas de abandono escolar. Todos esos elementos, y así lo reconoce la propia UNESCO, no afectan por igual a todos los niños, niñas y adolescentes. En algunas cuestiones solo afecta a algunos y en otras de manera desigual. ¿Y quienes acaban perdiendo? Pues los (y las) de siempre. En estos tiempos, vale resaltar el rol social insustituible que juega la institución escolar en el reconocimiento y compensación de las diferencias de origen. A pesar de todos los problemas, y aun sabiendo que es el mecanismo más eficaz de legitimación de las desigualdades sociales, es también la herramienta más poderosa para reducir las desigualdades. Por muy malo que sea un sistema educativo, es definitivamente mejor que si no lo hubiera. Con el cierre de las escuelas, el sistema educativo se queda en su mínima expresión. Y para algunos, prácticamente desaparece. Uno de los colectivos que más están sufriendo con la crisis del Covid-19 y la consecuente clausura de centros educativos es el de los niños, niñas y adolescentes en situación de discapacidad. Pese a las críticas y a las evidencias que dan cuenta de la menor calidad educativa que suelen recibir estos estudiantes, hemos de reconocer que las políticas y procesos de inclusión impulsados en las últimas décadas, con diferencias entre países, entre regiones y entre escuelas, están dando sus frutos, no solo en términos de acceso y participación, sino también a nivel del aprendizaje. Basta echar la vista atrás unos años para ver que las oportunidades educativas han aumentado para estos estudiantes y la mejora ha sido significativa. En el contexto de la emergencia sanitaria, los niños, niñas y adolescentes con alguna discapacidad se han visto confinados a sus casas, siendo en general olvidados de las medidas paliativas que los sistemas educativos han tomado para suavizar esta situación. La alternativa de la educación a distancia se convierte para muchos en un imposible. En algunos casos porque no tienen las destrezas o no están preparados en el uso de los dispositivos digitales, o porque los programas y actividades que los sistemas ofrecen a la mayoría no son accesibles para ellos. Pero, aunque si lo fueran, los y las docentes se encuentran absolutamente saturados como para ofrecer la atención más personalizada que muchos de ellos requieren. Además, en muchas partes, se ha suspendido de manera abrupta el apoyo profesional especializado que se les proporcionaba. La combinación de estos factores hace que cientos de estudiantes con alguna discapacidad hayan quedado excluidos de la educación.


Otro colectivo que ha salido especialmente perjudicado es el de los y las estudiantes de familias con menor nivel socioeconómico y dentro de ellos también los migrantes. Este “frenazo en el aprendizaje” del que nos hablaba la UNESCO no tiene las mismas consecuencias para todos los niños, niñas y adolescentes. Para los estudiantes de familias con más recursos, la educación se sigue produciendo, dado que viven en hogares cuyo capital sociocultural y mayores oportunidades tiende a mitigar el impacto en el aprendizaje y los efectos psicosociales que la interrupción de la educación presencial trae consigo; en cambio para los colectivos más desfavorecidos, con frecuencia la escuela es su única salida, la única vía de ejercer su derecho a la educación. La escuela no sólo provee de “alimento espiritual” a los estudiantes, muchos de ellos además necesitan la escuela para poder tener una alimentación suficiente y de adecuada calidad. De nuevo son los que menos recursos tienen los que más sufrirán las consecuencias. La educación a distancia es una quimera, una alternativa para los que tienen equipos de una cierta calidad con acceso a internet en casa. Pero desgraciadamente hay demasiados estudiantes que no cuentan con ese recurso, ni con las condiciones materiales, ambientales y de espacio para poder beneficiarse de esta opción. No olvidemos que aún hay millones de personas en América Latina, pero también en España o Portugal, que no disponen de luz eléctrica en sus casas. Mas específicamente, solo 4 de cada 10 hogares de Latinoamérica cuenta con conexión a internet. Así, por ejemplo, siendo Chile uno de los países con mayores niveles de conectividad, solo alrededor del 57% de los hogares cuentan con conexión a red fija. ¿De qué educación a distancia estamos hablando? Por otra parte, la irrupción de la educación a distancia producto de la emergencia, ha dejado al descubierto la brecha digital existente entre las escuelas y sus docentes. Profesores que manejan las tecnologías con sentido pedagógico, que saben cómo diseñar procesos de aprendizaje en entornos virtuales, desafortunadamente son la minoría. La realidad de las escuelas en América Latina es que en su mayoría no cuentan con las competencias necesarias para asumir este tremendo desafío. Sin embargo, en varios casos tanto los sistemas educativos como sus escuelas se han visto enfrentados a la cruda realidad de tener que convertirse, de la noche a la mañana, en centros escolares de “educación a distancia”. Algo impensado hace solo algunos meses atrás. El impacto que el cierre de escuelas y otras restricciones sociales ha ocasionado en los grupos más desventajados, está suscitando gran interés y preocupación a nivel global. Es así, que académicos e investigadores alrededor del mundo han comenzado a desarrollar estudios, recopilando información valiosa y experiencias que aporten con debida rapidez a la generación de políticas nacionales y medidas de apoyo orientadas contrarrestar tales limitaciones. Es fundamental, a su vez, avanzar en el diseño de medidas de más largo plazo que ayuden a enfrentar la vuelta a clases una vez que pase la emergencia, en tanto los efectos de la educación a distancia se trasladarán a la experiencia educativa en las escuelas. Junto a ello, en toda la región los efectos del confinamiento están haciendo que se llegue a una verdadera situación de emergencia social. Millones de personas se han quedado


sin los mínimos ingresos para subsistir, el hambre está incrementándose como no se veía hace décadas. Resulta difícil aventurar o afirmar si las administraciones no quieren, no pueden o no son conscientes de la situación, pero lo que está claro es que en muchos lugares es la sociedad, la comunidad organizada la que está prestando el apoyo necesario. Frente a los desastres de la pandemia emerge con toda su fuerza la esperanza de la solidaridad y de lo público como bien común a cuidar y valorar. Esta situación afecta de manera especial a los niños y niñas. Así, ¿de qué educación estamos hablando si no hay para comer? No sabemos cómo será el futuro. Si la economía, las relaciones, la educación ... la vida... cambiarán cuando todo esto pase. No sabemos si empezaremos a valorar lo que de verdad es importante y entonces construyamos un sistema educativo que de verdad acabe con las desigualdades y las injusticias ocupándose de los que más necesitan. Una educación que “nos cuide”. Quizá todo siga igual, quizá nada siga. Ahora solo cabe seguir luchando sin perder la esperanza de un mundo mejor para todos.

Referencias ✓ Elacqua, G & Shady, N.(2020). La educación ante el covid-19 en América latina: retos y alternativas de políticas. Recuperado de: http://clase.org.mx/2020/05/26/articulo-la-educacion-ante-el-covid-19/ ✓ UNESCO.(2020). El coronavirus y la educación superior: impacto y recomendaciones. Recuperado de: https://www.iesalc.unesco.org/2020/04/02/el-coronavirus-covid-19-y-laeducacion-superior-impacto-y-recomendaciones/ ✓ Murillo, F.(2020). El covid- 19 y las brechas educativas. Recuperado de: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S071873782020000100011


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