DÉJAME ENTRAR (John Ajvide Lindquist)

Page 100

John Ajvide

Déjame Entrar

Lacke se encogió de hombros y miró buscando apoyo a Larry, que estaba observando el dibujo de las servilletas. Morgan negó con la cabeza. —No. Nos habríamos enterado. Eso fue lo que dijo la pasma cuando estuvieron allí abriendo la puerta, que te llamarían si sabían algo. No es que yo confíe en la pasma, pero... alguien debería de haber oído algo. —Jocke habría llamado. —Pero Dios mío, ¿estáis casados o qué? No te preocupes. Pronto aparecerá. Con flores y bombones y prometiendo no volver a hacerlo nuuunca más. Lacke asintió resignado y dio un sorbito a la cerveza a la que le había invitado Larry con la promesa de hacer lo mismo cuando le vinieran mejores rachas. Dos días más, como mucho. Luego empezaría a buscar por su cuenta. Llamar al hospital, al depósito de cadáveres y todo lo que se pudiera hacer. Uno no abandona a su mejor amigo. Estuviera enfermo o muerto o lo que fuera. Uno no lo deja en la estacada.

Eran las siete y media y Håkan estaba empezando a ponerse nervioso. Había estado deambulando por los alrededores del instituto Nuevos Elementos y del polideportivo de Vällingby, por donde se movían los jóvenes. Era hora de entrenamientos y la piscina abría hasta tarde, así que no faltaban posibles víctimas. El problema estaba en que la mayoría iba en grupos. Había oído un comentario de una chica, que iba con otras dos, acerca de que su madre «todavía estaba totalmente histérica por lo del asesino». Claro está que podía haber ido más lejos, a algún sitio donde sus anteriores actuaciones no estuvieran tan presentes, pero entonces corría el riesgo de que la sangre se estropeara antes de llegar a casa. Ya que iba a hacerlo, quería dar a su amada lo mejor. Y cuanto más fresca, cuanto más próxima a la fuente, más buena. Eso le había dicho. La noche anterior había caído una buena helada y hacía frío de verdad, bajo cero, por eso no llamaba mucho la atención el hecho de que llevara un pasamontañas con aberturas para los ojos y la boca que le ocultaba la cara. Pero no podía andar dando vueltas así por mucho tiempo. Al final, alguien acabaría sospechando. ¿Y si no pillaba a nadie? ¿Si llegaba a casa sin nada? Su amada no moriría, de eso estaba ahora seguro. No como la primera vez. Pero ahora había algo más, un maravilloso algo más. Una noche entera. Una noche entera con el cuerpo de su amada a su lado. Esos tensos y suaves miembros, el vientre plano para acariciarlo despacio. Una vela encendida en el dormitorio cuyo resplandor temblara sobre la piel aterciopelada, suya por una noche. Se frotó la polla que latía y gritaba de ganas.

~100~


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.