entrevista con el vampiro

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Entrevista con el vampiro

Anne Rice 1 1

sus problemas humanos, un padre ciego que no sabía que su hijo era un vampiro y que no debía averiguarlo. La vida en Nueva Orleans se le había vuelto muy difícil, considerando sus necesidades y la obligación de cuidar a su padre, y quería tener Pointe du Lac. »Al atardecer siguiente fuimos a la plantación, escondimos al padre ciego en el dormitorio principal y yo procedí a realizar el cambio. No puedo decir que consistió en un solo paso realmente, aunque uno, por supuesto, era el paso después del cual no era posible el retorno. Pero había varias acciones que hacer y la primera era la muerte del superintendente. Lestat lo atacó mientras dormía. Yo tenía que mirar y aprobar, es decir, presenciar la muerte de una vida humana como prueba de mi decisión y parte de mi cambio. Esto resultó ser lo más difícil para mí. Te he dicho que yo no sentía miedo respecto a mi propia muerte, ni siquiera un prejuicio contra el suicidio. Pero sentía inmensa consideración por la vida de los demás y, hacía poco tiempo, la muerte me había horrorizado debido al fallecimiento de mi hermano. Tuve que presenciar cómo se despertaba el superintendente. Trató de desembarazarse de Lestat con ambas manos, fracasó y luego se quedó luchando bajo el peso de Lestat, y, por último, se quedó tieso, seco de sangre. Y murió. Pero no murió de inmediato. Estuvimos en su angosto dormitorio casi toda una hora viéndolo morir. Fue parte de mi cambio, como te dije. Lestat no lo hubiera hecho de otro modo. Luego fue necesario que nos libráramos del cadáver del superintendente. Yo estaba casi descompuesto. Débil y febril, tenía pocas reservas, y acarrear el cuerpo con esos propósitos me causó náuseas. Lestat se reía y me decía, sarcásticamente, que yo también me sentiría diferente cuando fuera vampiro. Y que también me reiría. Se equivocó en eso. Nunca me río de la muerte, aunque con tanta frecuencia y regularidad yo sea su causante. »Pero deja que relate las cosas en orden. Tuvimos que subir por el camino del río hasta que llegamos al campo abierto y allí dejamos al superintendente. Le desgarramos la chaqueta, le robamos el dinero y nos aseguramos de que tuviera licor en su boca. Yo conocía a su mujer, que vivía en Nueva Orleans, y sabía el estado de desesperación en que caería cuando se descubriese el cadáver. Pero, más que lástima por ella, yo me dolí que jamás se fuera a enterar de lo que había sucedido, que su marido no había estado borracho ni había sido atacado en el camino por ladrones. Cuando golpeamos el cuerpo cubriéndolo de magulladuras, me sentí más y más excitado. Por supuesto, debes darte cuenta de que todo ese tiempo el vampiro Lestat fue extraordinario. Para mí no era más humano que un ángel bíblico. Pero bajo su influencia, mi encantamiento con él era limitado. Yo veía mi transformación en vampiro desde dos puntos de vista. El primero era simplemente de encantamiento. Lestat me había abrumado en mi lecho de muerte. Pero el otro punto de vista era mi desacorde autodestrucción. Mi deseo de estar absolutamente maldito. Esa fue la puerta abierta por la cual Lestat había entrado en las dos primeras ocasiones. Ahora yo no me estaba destruyendo a mí mismo sino a terceros: el superintendente, su mujer, su familia. Me arrepentí y podría haberme escapado de Lestat; mi cordura estaba absolutamente destrozada, pero él presintió, con un instinto infalible, lo que estaba sucediendo. Un instinto infalible... -El vampiro reflexionó-. Déjame decirte lo que es el poderoso instinto de un vampiro, para quien hasta el cambio más imperceptible en las expresiones faciales de un ser 11

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