Trecén

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1 TreCén www.trecen.webcindario.com

Nº0 20 de mayo de 2010

Precio :4,75

-

memoria viva alicantina

emilia cortes ´ uNA vidA ordeNAdA eN verso

El chasquido

lA iNoceNciA eNtre lA PólvorA

El cadáver del pan

uNA geNerAcióN hAmbrieNtA

ANAcroNismos: recoNstruccióN

eNtrevistA A miguel ÁNgel Pérez ocA d e u N A N o c h e e N lo s r e f u g i o s


el espíritu de la historia

EditoriaL

Una mujer que cuenta cómo su madre la ató a una higuera y la flageló con una rama o cómo le obligó a abandonar a un perro, y ella lo tiró a una balsa y lo miró chapotear hasta la asfixia; otra que cuenta cómo la abandonó su novio porque bailaba los domingos en la plaza; o un hombre que no saborea ningún trago porque de niño se abrasó la lengua con la poca harina que chisporroteaba en la cazuela... La Historia reciente de Alicante reposa en volúmenes y papelones amarillentos. Hay que husmear en ellos, pero sólo para rescatar con más precisión el relato verdadero, el que interesa a Trecén, ese que descansa la sien polvorienta sobre el puño o mastica una partida de julepe. La deuda estaba ahí antes de que la revista fuera siquiera concebida. Y sigue ahí. Este es sólo un primer pago, y asumimos la imposibilidad de devolverlo todo. En cada número el equipo de redacción rescatará 13 vidas de un mismo perfil. Nada de personajes ilustres o públicos, aquí sólo musitan los pobres ignorados. Reivindicamos la sencillez. El número 0 reúne el testimonio de mujeres mayores de 80 años. Podrá cuestionarse la irrelevancia de las fuentes o la dificultad de contraste de ciertos detalles personales. Sin embargo, para Trecén la certeza no anida en los hechos exactos, que serán verificados en lo posible, sino en el espíritu con que impregnan la memoria. Muchos historiadores defienden las fuentes orales como la mejor manera de contrarrestar la frialdad de la estadística, a la que definen como el arte de decir mentiras sociales con números; o reclaman, como Sánchez León, una historia con sujeto. En su primera entrega, Trecén elige un colectivo cuyo sufrimiento ha sido mayor por estar forzado a la pasividad. La mujer vivía a puerta cerrada y todo lo que entraba por la ventana era incuestionable: el día, la noche, las decisiones de los hombres. Salían a la Iglesia, a buscar a Dios, que también era bastante incuestionable. Por eso no sorprende que muchas miren a dos periodistas con un aparato negro entre los dedos, una cámara de fotos y un bloc de notas, y se sientan fuera de lugar: “Yo no he sido nada ni nadie”. Nadie, está claro. Sólo quien pone a la Historia la voz titubeante y desgastada, la voz verdadera.

13TreCén

Bienvenidos a un viaje por la ronquedad.

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REDACTOR JEFE: CÉSAR PONCE BECERRIL EQUIPO DE REDACCIÓN: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN,CÉSAR PONCE BECERRIL, CRISTIAN ALBERTO BUADES GONSÁLVEZ, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA. OPINIÓN: MÓNICA MORENO SECO (UA), MIGUEL ORS MONTENEGRO (UMH), ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN (UMH). DISEÑO Y MAQUETACIÓN: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN, CÉSAR PONCE BECERRIL, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA, CRISTIAN ALBERTO BUADES GOSÁLVEZ. FOTOGRAFÍA: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN, CÉSAR PONCE BECERRIL, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA. FOTOGRAFÍAS CEDIDAS: MARÍA GARCÍA GARCÍA, MARÍA GINER, MERCEDES GARCÍA CARRILLO, ROSARIO GONZÁLEZ PÉREZ, JUANITA ÍÑIGUEZ VICENTE, EMILIA CORTÉS LLOPIS, ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE (AMA), FAMILIA CONDE MOYA, FAMILIA COMPANY ESPUCH.


Portada Secciones ActuAlidAd 4 ProtAgoNistAs 8 ANecdotArios 26 y 54 biNomios 38 herAldo 44 ANAcroNismos 70 el cerrojo 42 y 66 cueNto 79 ANteojos 86

Grandes temas lAs tres telAs el cAdテ」er del PAN de dibujo el chAsquido

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La sala escuchó el testimoni o directo de algu nas de los protagonistas del docu mental/ Juan Matías Marhuenda du rante la charla. CRISTIAN BUADES

Castigats, siete víctimas

José M. Santacreu presenta un documental con testimonios directos sobre la represión Alejandro Ferri ·BenissA

con la colaboración del profesor

otra vecina del municipio, casada con el

La sede universitaria de La Marina

Universidad de Alicante (UA), José

ció una condena a trabajos forzados.

(Benissa), perteneciente a la Universidad de Alicante, acogió el 26

de Historia Contemporánea de la Miguel Santacreu Soler.

de febrero la presentación de Cas-

el vídeo emplea una técnica austera

un

en off. santacreu subrayó la dificultad de

tigats: 7 víctimes inocents de la repressió

de

postguerra,

documental protagonizado por varios de los niños y jóvenes víctimas de la violencia franquista de la

postguerra en la Comunidad Valenciana. El monovero Luis García

Verdú y el ilicitano Vicente Pascual han dirigido el proyecto junto

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pero llamativa: sólo testimonios, sin voz

encarcelado alcalde de Agost, que pade“Ahora, ambas mujeres tienen alzheimer, por lo que sin la existencia de este

documental no se podrían recoger sus testimonios”, matizó santacreu.

limitar a treinta y cinco minutos las más

TESTIMONIOS DIRECTOS

das. La proyección del documental emo-

sala, Juan Matías Marhuenda, evaristo

de noventa horas de grabación acumulacionó al público con historias como la de

Trini, una niña que se negaba levantar el

brazo en la escuela porque los falangistas habían asesinado a su padre. O la de

Tras la emisión del documental, Joaquín Caselles y Fernando Oltra evocaron, de

primera mano, las calamidades que

afrontaron durante su juventud. sala, hijo de un concejal socialista en Pego,


actualidad

Crónica de un Castigat

el sonido de una máquina de coser

Por aquel entonces, a las celdas de

pelotón de fusilamiento. Con ese

nocía como el tubo. “Tenía un

evoca al de los disparos durante un

sonido de fondo, Carlos Gomis Juan deja su muleta a un lado y se

dispone a leer el diario Información. Recuerda con entereza su internamiento en el campo de

concentración de prisioneros en el

Castillo de santa Bárbara en marzo de 1940. “Me preguntaban: ¿Y usted por qué estaba en las filas

rojas? Fue un accidente geográfico. si a mi me hubiese cogido en sevi-

lla, como a usted, a lo mejor era yo el que tenía que estar juzgándole”.

los condenados a muerte se las co-

amigo que estaba en el tubo. Cada

día se abría la puerta y entraba el

oficial con regodeo. Decía: fulano

de tal, mengano... y aquel se quedó solo más de cuatro veces. es decir,

murió cuatro veces”, explica mientras recuerda el contenido de una

carta de despedida que quizá nunca

llegó a su destino: “María, cuando

mis hijos sean mayores infórmales de que su padre no fue fusilado por

traidor ni criminal, sino en defensa de sus ideales”.

tía una visión, la del vencedor: “Para los

La condena de Marhuenda

republicanos. se consideraba un bien

abogado defensor exigió su liberación y

comentó que en aquellos días sólo exisagresores lo más importante era matar para la nación”, señaló.

Recordó, también, el primer gran fusilamiento del que oyó hablar de niño: Falange ajustició a 19 hombres en elda.

Marhuenda, por su parte, contó historias de varios compañeros de reclusión,

en especial de aquellos con los que convivió en Denia. era tal la saturación de

presos que los tenían “en unos almacenes, no era ni una cárcel”. Más tarde

fueron trasladados al campo de concentración Miguel de Unamuno (Madrid). Varios de sus amigos perecieron a causa de enfermedades que contrajeron por la

suciedad y el frío. sin embargo, Mar-

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El documental conserva el testimonio de algunas mujeres que hoy padecen Alzheimer

Cuenta Juan Matías Marhuenda que un la de otros acusados: “Cuando estalló la

guerra estas personas eran niños; su pensamiento era jugar a la pelota y al

balón, y no tenían nada de político”. el

juez los mandó a casa con libertad pro-

visional. sin embargo, en el certificado de penal aparecían expresiones como

“elemento de izquierdas peligroso”. La

condición de hijo de viuda podría haber librado a Marhuenda de la cárcel, pero los expedientes se quedaron en escondi-

dos y tuvo qu e padecer los maltratos de

campos de concentración como el de Lugo de la Llanera (Asturias).

La escasez de alimento se unía a los trabajos forzados que se imponían a los hijos de los republicanos

huenda asegura que en el campo de con-

centración de Lugo de Llanera (Asturias) fue donde infligieron los castigos

más duros: “Allí todos recibíamos patadas en nuestras partes, y si no nos golpeaban así, lo hacían con el cinto. Los peores sargentos no nos daban con la

parte de la correa, sino con la hebilla, lo que nos producía grandes hematomas y

dolores. Todos acabamos temiendo al cinto”.

Por último, Fernando Oltra narró las penurias de los niños en la postguerra.

La escasez de alimento se unía a los tra-

bajos forzados que las autoridades imponían a los hijos de los republicanos:

“Para los niños, la auténtica guerra comenzaba con la postguerra. Los años 40 fueron años realmente difíciles”.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 5


actualidad

Cerdan Tato, Koldo Plá, Gu illermo Pastor y Aitor Larrabide ilustraron al pueblo asistente con sus investigaciones. CRISTIAN BUADES

Memorias del Campo de Albatera La Coordinadora de Asociaciones por la Memoria Histórica de la Provincia de Alicante reúne a especialistas en la represión y acoge el testimonio directo de las víctimas Cristian Buades ·BenissA “Un país sin memoria no es un país”. Con esta frase el Alcalde de

Testimonios directos

tiempo después del estallido de la ii

con el Campo de Albatera sirvie-

critor y periodista alicantino, enri-

San Isidro de Albatera, Fernando

Algunas historias relacionadas

en Torno al Campo de Concentra-

ron de colofón a las jornadas.

Morales, abrió las III Jornadas ción de Albatera organizadas por Coordinadora de Asociaciones por la Memoria Histórica de la Provincia de Alicante (COAMHI).

El acto se celebró los días 13 y 14

de marzo junto al parque que recuerda al desaparecido campo de reclusión.

Tras el fin de la Guerra Civil en el

Puerto de Alicante, unos 15.000 republicanos fueron internados en Albatera. Al cierre del campo, poco

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Como un niño que sobrevivió, pero le amputaron la mano de

una paliza; como un hombre

que murió de inanición, quejándose de la barriga y escuchando

a los guardias acusarle de tener

la tripa llena, y sufriendo aislamiento hasta que se le pasara el

dolor; como la fuerza de voluntad de un fugado que caminó durante 77 días hasta llegar a Francia moribundo...

Guerra Mundial, en octubre de 1939,

las cifras eran escalofriantes. el esque Cerdán Tato, afirma que los investigadores buscan “el número

exacto de presos que sufrieron torturas y vejaciones”. La lista de muertos

aún está por determinar, pero “su extensión se deduce de los numerosos

fusilamientos ejecutados en los seis meses de vida del campo”, afirmó.

el acto, que se realiza por tercer año, homenajeó a todas las víctimas de la represión y, en especial, a Miguel

Hernández en el centenario de su nacimiento. ilustraron las conferencias

periodistas, historiadores, especialis-


actualidad

El recuerdo de Almudeve José eduardo Almudeve, de 91 años

mudeve recuerda las amenazas del

campo como oficial del ejército repu-

otros estáis delante de mí, y si yo

y residente en Francia, ingresó en el

blicano. Recuerda a la perfección la toma del Puerto de Alicante:

“De allí empezaron a sacarnos porque entraron dos barcos de guerra

fascistas. Había 2.000 españoles. Muchos se suicidaron, otros tiraron

las armas al mar y se rindieron. Me

enviaron al Campo de Concentración de los Almendros junto a mi

fascista Giménez Caballero: “Vosquisiera sacaba el fusil y os mataba a

todos”. según el testimonio, el franquista “el último día se situó junto a

la ametralladora y mató a 15 personas”. Animado por los aplausos del

auditorio, el nonagenario siguió relatando historias del campo alicantino:

padre, más tarde al de Albatera. Nos

“El cura de Albatera entró junto al

escabeche y un chusco para cuatro”.

tros bolsillos. El lunes siguiente el

daban una lata con dos sardinas en

Muchos murieron de hambre a los

pocos días de la toma del Puerto. Al-

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La lista de prisioneros que sufrieron torturas y vejaciones en el Campo de Albatera aún está por definir.

teniente y nos obligó a vaciar nuesoficial de Alicante dijo que habíamos regalado una suma de tres millones de pesetas a la iglesia parroquial”.

Cerdán Tato desmiente que durante el control republicano de Albatera se causaran 6.800 muertos

tas e investigadores de la talla del Por-

los prisioneros a la mina de la Gamo-

pas franquistas tomaron el puerto de

Asóain (navarra), Koldo Plá; el Presi-

guardias lanzaban dentro una bomba

eran enviadas a distintas áreas de re-

tavoz de la Asociación Txinparta de dente de la Asociación Memorial del

Campo de Castuera, Guillermo Léon, y el representante de la Fundación Miguel Hernández, Aitor Larrabide.

León abrió la mesa redonda El sistema concentracionario franquista”

mostrando el palmarés que logró españa durante la Guerra Civil: “es el segundo país del mundo con más

fosas comunes”. También describió la situación de los presos en el Campo de

Concentración de Castuera en el que,

según su investigación, cerca de

10.000 hombres perecieron. Con la excusa de trabajar la uva, llevaban a

nita: “Una vez bajo los prisioneros, los de mano”, aseguró el investigador.

Cerdán Tato cerró las intervenciones recordando que el de Albatera fue

construido por la administración republicana para ser un campo de trabajo y labradores de la Vega Baja. “el

lugar cambiaba de manos con cada

cambio de gobierno, por lo que las cifras y datos de quienes se encontraban

allí se perdían o eran quemados”, lamenta el escritor. Además, cuestionó

las investigaciones que arrojan unos

6.800 muertos del bando nacional durante la etapa republicana.

Tras el día 1 de abril de 1939, las tro-

Alicante. Las personas capturadas clusión. el día 6 de abril llegaron los

primeros presos al Campo de Concentración de Albatera. Las vejaciones y los fusilamientos crecieron. Cerdán

Tato destacó que soldados nazis ejercieron de asesores “enseñando a los

nuevos mandatarios a preparar y ejecutar las torturas”.

según León, el Campo de Castuera y el de Albatera adoptaron el “modelo

alemán”. Consistía en una colocación estratégica: en lugares aislados de las

ciudades y junto a las vías de ferroca-

rril para facilitar el transporte de prisioneros.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 7


protagonistas

María Giner maquinista de primera clase y siempre estaba de viaje.

Sus primeros recuerdos se apoyan, junto a su madre, en la baranda de un balcón de la calle Pin-

tor Murillo donde esperaban la llegada del padre.

Desde esa misma terraza se veían durante la guerra las baterías antiaereas. “Mirábamos cómo disparaban

Nació en 1926 en el barrio de Benalúa. Su padre era

Pasaba un camión que llevaba un cráneo y dos huesos cruzados. Recogía a la gente y la fusilaba. Yo no podía comprenderlo

los cañones al aire”.

Elena Espi

Nació en la calle Díaz Moreu en 1922, cerca de la

Yo en el colegio era muy peleanta y siempre estaba castigada, me ponían un libro en cada mano, algún cachete que otro

Plaza de Toros de Alicante. Ella se recuerda como una niña mimada. Pero el bombardeo del Mercado Central le arrancó la inocencia. Cuenta cómo Queipo del Llano avisaba por la radio de los ata-

ques: “apretaos bien las zapatillas que esta noche van a ir y no van en broma, van cargaditos”.

Nació en 1922 en Sarganella (término de Casta-

lla). Su padre era mediero y tanto su madre como sus 7 hermanos tuvieron que trabajar en el campo. Ninguno de los hermanos fue a la es-

cuela. Un maestro, “uno que sabía un poco”, fue a la casa un tiempo para enseñarles lo básico: leer, escribir y cuentas.

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Milagros Bernabéu

De juguetes no hemos tenido nada. Jugábamos con los vidrios de un plato o con cualquier cacharrito que se rompía


María García Nació en 1924 en San Vicente del Raspeig. Su padre estaba empleado en la fábrica de

cementos. Desde los 13 años trabajó interna como sirvienta. En su casa se pasaba hambre y todo el dinero que ganaba lo mandaba allí. Se casó sin nada porque los duros que ganaba, en vez de guardarlos como dote, se los daba a su madre.

María Martínez Nació en Biar en 1922. Su padre era chófer, ganaba poco dinero, aunque suficiente para man-

tener a la familia. Al empezar la guerra tuvo que

llevarse el coche al frente y acabó el bienestar. Con 16 años María entró de sirvienta interna con una familia de Alicante. Para ella, que nunca tuvo hijos, ésa es la única familia que le queda.

Rosario Gómez

Entonces era raro quien tuviera casa para vivir. En Rafal había muchas barracas de sisca, como tiendas de campaña. Así vivía medio pueblo

Comíamos regular, no había mucha cosa. La hacíamos con cerdo, con tocino, con habichuelas. Íbamos al campo a coger almendras

Asustábamos a mi abuela cuando la oíamos rezar: “madre mía los milicianos vienen por ahí y la van a llevar a la cárcel”

Nació en Rafal en 1920. Se casó tras la guerra con 19 años. A los 42 años quedó viuda con cinco hijos y una niña de dos años. Al morir su marido perdió el horno que les ser-

vía de subsistencia. Para sacar a sus hijos adelante trabajó en el campo, vendimió en

Francia, sirvió en casas y por último entró en el hospital provincial.

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Nació en 1916 en Tremp (Lérida). Sus padres eran murcianos, pero se trasladaron por motivos de trabajo. Era la menor de nueve hermanos. Cuando nació casi todos estaban casados. Con

menos de ocho años comenzó a trabajar.

Nunca fue a la escuela y lo poco que aprendió lo hizo por su cuenta, comprando libros o manuscritos.

Carmen Fernández Nació en Castellón en 1918. Su infancia trans-

currió junto a su mejor amiga entre el cine y el teatro. Las niñas jugaban en un río seco. Allí jugaban con los trastos rotos o con el hielo que se formaba a veces. En una ocasión vieron fusilar a un carabinero sobre ese mismo cauce.

Juanita Íñiguez Nacio en 1921 en Almansa (Albacete). Es la mayor de cinco hermanos. Su melliza murió a

las tres horas del parto. Su padre era campesino. Todas las mañanas, a las

cinco, se levantaba para estar con él

mientras se preparaba gazpachos para

soportar el día. Pasó media vida sir-

viendo y recuerda el dolor de rodillas de fregar el suelo en una época en que un mocho era una ilusión inconcebible.

10 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

Mi primer trabajo fue en una tienda de comestibles. Fíjate si era pequeña que tenía que subirme a un cajón para llegar al mostrador

A mí lo que me ha gustado es coser y bailar. He sido muy alegre, me pasaba algo malo y a los cinco minutos ya estaba cantando

Mercedes García

Teníamos dos dormitorios. Uno para mis padres y otro para los niños. Los cinco hermanos dormíamos en la misma cama


anecdotario

Rosario González

Nació en Orihuela en 1926. Pero con tan sólo

dos años se trasladó a Elche. Su padre era mediero y todos los hermanos trabajaron en el campo. Acudió a un colegio para los niños del campo. Recuerda que antes de la guerra uno de los profesores pasaba el día durmiendo. La escuela fue destrozada durante el conflicto y hubo que reconstruirla.

En el campo, los días de frío teníamos que hacer hogueras para calentar piedras y con esas piedras aliviarnos. Así podíamos seguir cogiendo peso

Carmen Salazar Nació en Elche en 1925. Era la segunda más pe-

queña de diez hermanos. Se crió en Córdoba y

a los 16 años regresó a su tierra natal. Su padre trabajaba en la estación. En casa sus hermanos se dedicaban a cuidar de las gallinas y los pollos,

y sus hermanas a preparar los guisos y a limpiar las habitaciones.

Encarnación Riera

Teníamos a Morito, un gato que nos acompañaba a todos los mandados. Un día no lo encontrábamos y un señor nos dijo que se lo había comido en una paella

A veces veía a personas que se tiraban a las vías para matarse. Mi hermano me decía que se habían tropezado y los llevaban al médico

Nació en Alicante en 1927. Vivía en el Raval

Roig y su padre trabajaba en el muelle. Pasaba periodos de tres meses en el mar y volvía car-

gado de regalos. Ella recuerda el olor a pescado que inundaba la casa cuando preparaban el

arroz con un bacalao tan fresco que aún se revolvía. Asistió al colegio de su mismo barrio, tenía unos ventanales grandes que metían el mar dentro de la clase y en días de verano continuaban la lección en la orilla del Postiguet.

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Las tres telas

el mantel, el ajuar y los pañales eran los tres ejes de la vida laboral y familiar de las mujeres CÉSAR PONCE

Una mujer nace en 1910 ó 1920. Le crece

U

de los dedos un hilo que la va enre-

dando. Primero se le enmaraña en la boca, y la irá recorriendo hasta los últimos bolillos. su vida transcurre envuelta en telas.

La primera que conoce es el mantel. Cuando apenas han dejado de escurrírsele las baldosas, comienza a poner la mesa. si tiene suerte y algún plato, aprende su lugar exacto.

Las tardes de escuela caen en sus manos

retales, bobinas y botones. También en casa su madre le colocará un dedal para que no le pinche tanto insistir en los te-

jidos. su pulgar, de todas formas, se hará duro y se acostumbrará a la aguja.

Muchas noches se acomodará en una

silla junto a su madre para confeccionar

el ajuar. Puntada a puntada urdirán sábanas con que tapar el posible frío del matrimonio.

Con fortuna, la muchacha conseguirá un empleo y cambiará la mano por la má-

quina de una fábrica textil. si sirve en

una casa, como María García García y Mercedes García Carrillo, cocinará, limpiará los platos, el suelo, la ropa. O pon-

drá el mantel, los cubiertos y servirá una comida que probablemente no sea la

misma que comerá después en la cocina, junto a las otras criadas.

Después del matrimonio, sino ha trabajado ya como niñera, aprenderá a cambiar los pañales y reparará un dedal para colocarlo cuanto antes en el dedo de su hija.


La bu tac a Mercedes incómoda García Mercedes comenzó a trabajar con seis años, tan pe-

blancos; y después de comer con un traje negro.

los dueños de una tienda de comestibles de Fortuna.

terminaban los señores. “nos tocaba esperar, se hi-

queña que no alcanzaba a ver el mundo. Ayudaba a Cuando un cliente pedía café, arrastraba un pequeño

cajón y se subía a él para alcanzar la manivela del

molinillo. Dos años después, un matrimonio que tenía una tienda de ropa la contrató como niñera.

Creía que tenía una muñeca. su labor consistía simplemente acompañar a la pareja en sus menesteres y sostener a la criatura.

Mercedes nació en Tremp (Lérida) en 1916, era la

Las criadas comían y cenaban en la cocina cuando

ciera la hora que se hiciera. Teníamos que llevar los zapatos puestos todo el día. Una noche eran ya las

cuatro de la mañana y estaba reventada. Tenía los

pies muy mal y me puse unas zapatillas para descansarlos. Me quedé durmiendo y tocaron el timbre.

Atendí corriendo y no me fije en que llevaba las zapatillas. Pregunté “qué querían los señores”, y me di-

menor de nueve hermanos. en aquel tiempo el am-

biente huelguístico de elche obligó a algunos fabricantes a buscar trabajadores en los pueblos

colindantes. el marido de una de sus hermanas, que

tenía 9 hijos, aprovechó su carro y lo atartanó para portear gente. Obviando las objeciones de su madre,

Mercedes se lió un fardo y se trasladó con el matrimonio a la ilicitana calle salvador.

en su primer empleo como sirvienta interna recibía

15 pesetas en una casa sin agua, en la que había que encalar la fachada cada medio año. Después entró como ama de llaves con una familia “muy rica” de

Alicante. Dos criadas más se encargaban de la cocina

y la limpieza. ella servía la mesa tres veces al día, cogía el teléfono, recogía el dinero de la sastrería del

señor, cumplía recados... Cada quince días disfrutaba

tan sólo de dos horas de permiso, sin embargo con-

fiesa: “Hubiera estado toda la vida con ellos, me tenían como una reina”. Los amos aplicaban una

disciplina recta, pero ella “la soportaba de maravilla”.

estaba prohibido salir, debía mantenerse al pie de la señora para acompañarla al mirador o ayudarla a

vestirse. Alternaban dos uniformes. Por la mañana se ataviaban con unas telas a cuadros rosas, azules y

Merc edes García cu enta su experiencia como sirvienta. CÉSAR PONCE

14 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina


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La asistencia a misa era incuestionable, se levantaban a las cinco de la mañana para no perder un mintuo de trabajo

jeron: “Vete y cuando estés en condiciones vuelves”.

al colegio, pero su educación sólo preocupó a los pro-

nunca he sufrido por eso”.

nocturna que había creado la administración republi-

Me puse los zapatos y ya está. Yo estaba muy a gusto,

no obstante, las niñas de la casa, las señoritas, manoseaban el concepto de clase social, jugaban con él, se lo pasaban una a otra hasta romperlo. Una noche una

de las chiquillas se ofreció a pintarle las uñas: “Me dijo

que tenía que estar sin dormir, con las manos en alto.

Le dije que sí, pero que me las pintara. si me veis, estuve toda la noche en una hamaca con las manos en vilo”, imita una mueca ilusa.

La disciplina de los amos corregía incluso el alma de

las criadas. Los domingos la asistencia a la iglesia era

incuestionable. Acudían a misa de alba, se levantaban a las cinco de la mañana para no perder un minuto de trabajo. Los señoritos, en cambio, oían la eucaristía de

las doce. no existía alternativa, “había que callar y otorgar, yo nunca protesté y por eso siempre me han

querido”, confiesa la trempolina. Mercedes nunca fue

pietarios cuando optó por recibir clases en la escuela cana.

el estallido de la guerra la sorprendió sirviendo en Vinarós (Castellón). Allí no había disciplina, cenaba con

el matrimonio e, incluso, le ofrecieron figurar en el tes-

tamento como heredera única, pero su honradez le impidió aceptarlo: “nada más quería lo que ganaba”. Los

pocos ratos libres los dedicaba a ayudar en una peluquería. Aprender a hacer la onda que se estilaba en la

época le reportó buenos beneficios cuando el cuidado de los hijos le impidió trabajar como interna.

Al regresar a elche fue contratada por la fábrica sansano que almacenaba y elaboraba la ropa y el calzado

de los militares. Hacía ojales, ponía botones. Para des-

envolverse en las tareas más duras y mejor remuneradas necesitaba una máquina de coser. sugirió a su

madre que se trasladara y llevara la suya, pero declinó

la invitación. el carácter nervioso e inquieto de Mercedes la había inclinado a abandonar a su progenitora:

“Pensaba que yo no la quería porque me fui a buscarme la vida, pero la he querido mucho. siempre tuve la pasión de enviarle lo que ganaba para mantenerla mientras viviera”.

Con el matrimonio y los niños su jornada de trabajo se aligeró. Durante semana santa, su marido puso dos

puestos de dulces. Los transeúntes tras las procesiones solían comprar una peseta de caramelos. Mercedes se

encargó de un puesto y vendió cuatro kilos. su compañero, ilicitano de raíz, sintió tanta vergüenza por el éxito de su esposa que con la primera peseta compró

un periódico y se ocultó tras él. La butaca modosa que

la tradición reservaba a la mujer resultó demasiado incómoda para Mercedes.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 15


Rosario Gómez López

La amistad de un cura Los tomateros de la compañía Boni de Muchamiel dor-

mían sobre sacos de paja esparcidos por el suelo de un almacén, apretujados, rozándose los pies unos con otros. Comían todos en una misma casa de campo. A Rosario

Gómez la compañía le habilitó una habitación para que

viviera con su hija. Había quedado viuda y con seis niños. Para sobrevivir rescató el coraje de su madre que en plena

guerra saltaba los bancales y conseguía comida. Caminó de Rafal a Callosa, cogió un tren hacia Alicante y, desde

ahí, un tranvía a Muchamiel. explicó su caso a un viejo sacerdote de su pueblo y éste gestionó su contratación en

Boni. “entonces los curas eran los que lo movían todo. Gobernaba el alcalde, pero si conocías al cura mandaba más que él”.

Gracias a un pariente que porteaba trabajadores al extranjero su hijo mayor y ella fueron contratados en la vendimia francesa. Las condiciones de los inmigrantes

contrastaban con el hacinamiento en las empresas locales. “no es como los que emigran hoy con toda la miseria,

allí tenía casa, con buenas habitaciones y pila para lavar”.

María García García

Por el balcón Poco antes de la guerra, María García estuvo abandonada en la estación de Madrid. Tenía 12 años. Como era la mayor de cinco hermanos, la mandaron de sirvienta a la capital. “Me subieron al tren y dijeron que no bajara del

vagón cuando llegara, que alguien me recogería. Allí no

había nadie, salvo un mozo que me ayudó con la maleta. en la casa no se habían enterado, recibieron el telegrama de aviso cuando yo ya estaba instalada”.

no tardó en volver. “eran buena gente, pero tenían muy mal genio y me trataban mal”, lamenta. Una tarde de sus

vacaciones la señora le exigió que llevara al niño al cine,

pero ella no quiso sacrificar su día libre. Al volver a casa, habían arrojado todas sus pertenencias por el balcón.

16 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

La jornada se abría a las siete de la mañana. Lo primero era fregar el su elo, sin fregona, amoratándose las rodillas. ESTEBAN ORDÓÑEZ


El bolígrafo de las mujeres

Juanita Íñiguez

Antes de cumplir los siete años, la madre de Juanita Íñi-

paso, les llevaba algo de

escuela no era para los pobres” y la niña no asistió. sus

más “gordica”. Cualquier plato o

guez le enseñó lo que tenía que hacer para engordar. “La

hermanas pequeñas le enseñaron a dibujar las letras. su madre, en cambio, puso en su mano el bolígrafo de

las mujeres y un dedal. su tinta no venía en frascos, sino en bobinas.

en la Almansa de los años 20 el agua no corría por las

casas. Las vecinas llenaban cada mañana dos cántaros

en el pozo: uno para cocinar, otro para beber. salvadora Vicente, madre de Juanita, porteaba el canasto de ropa

hasta el canal, bordeado por varias pilas de piedra. se

arrodillaba y rascaba todas las prendas. no tenía muchos trapos, pero el peso de la cesta chorreante era terrible. Con su fuerza de seis años, Juanita le ayudaba.

en casa tendía la ropa, limpiaba las habitaciones y cocinaba un perol de fideos.

Juanita, como la mayor de cinco hermanos, se responsabilizó de contribuir al sostenimiento del hogar. entró de niñera con los más ricos del pueblo —una familia

cuya posición descansaba más en la suerte que en una ascendencia aristocrática—. Algunos de los chiquillos eran algo mayores que ella. Los llevaba a la escuela, de

paseo, los lavaba, los acostaba... Lidiaba en total con

ocho criaturas. el señor había enviudado cuando tenía cuatro hijos, “el hombre debía estar en el negocio, no podía atenderles y se tuvo que casar con una chica de

Albacete con la que engendró otros cuatro”, especifica Íñiguez.

Tenían tres criadas, “pero con dos duros que me pagaban a mí y a la otra chica, y cuatro que pagaban a la cocinera no se arruinaban”, valora a sus 88 años.

Aunque su casa estaba cerca, Juanita fue empleada

como interna. Todos los días visitaba a sus padres y, de

comer. Cada vez llegaba algo

barra de pan alegraba el polvo del

suelo y los dos cuartos. “echaba en

falta a mi familia, pero en la casa estaba encantada, como si fuera la mía; además, había más comida, yo me alimentaba bien y podía ayudar a mis padres”, confiesa la almanseña.

La jornada se abría a las siete

de la mañana. Lo primero, fregar, sin mocho, amoratándose las rodillas; luego servir el desayuno de los señores. Leche, picatostes, churros. Más tarde el servicio

se arreglaba con tocino frito o merluza, como si no pudiera olvidarse de suspirar sobre la era. Al mediodía y

en la cena también aguardaban a que los señores terminaran. este desbarajuste horario motivó que al cáncer

de estómgao se le apodara la enfermedad de las criadas. ninguna de las tres llevaba uniforme. Juanita vestía la

ropa que dejaban las señoritas mayores. “Yo no podía hacerme nada de ropa porque todo lo que ganaba lo

mandaba a mis padres . Aún reuniendo los jornales de

todos, se les quedaba corto”, lamenta. Con esas prendas la pequeña recordaba a su madre frotando por la noche la blusa y la gorra de su padre para que la gastara al día

siguiente, y se sentía tan lejos de la pobreza como sus

amos. en alguna ocasión atendió a la puerta y le preguntaron si estaba su papá, “no”, respondíó orgullosa, “yo soy la criada”.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 17


El cada´ver d ESTEBAN ORDÓÑEZ


del pan DURANTE

LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX LA

POBREZA SE EXTENDÍA POR TODA LA PENÍNSULA.

EL

HAMBRE SE CEBABA EN LAS ZONAS RURALES Y

LAS FAMILIAS DE CAMPESINOS TENÍAN QUE BUSCAR FUENTES DE INGRESOS ALTERNATIVAS.

CON

EL ESTALLIDO DE LA GUERRA LA SITUACIÓN

EMPEORÓ, LA FALTA DE DINERO, TRABAJO Y LA

CARESTÍA OBLIGABAN A AGUDIZAR EL INGENIO PARA SOBREVIVIR.


el cadáver del pan Las fincas arrendadas exigían dedicación exclusiva de toda la familia. Los hijos apenas iban al colegio para poder ayudar “Dadme, por favor, un pedazo de

D

pan en que sentarme”, así llamó César Vallejo desesperadamente al hombre en una época en que cual-

quier mal chusco servía para reba-

ñar la hiel. El poeta peruano supo describirlo. Nadie está sentado si sufre el calambrazo del hambre. Por

eso pedía cualquier cosa, un hueso de uva que le aliviara. Durante la guerra, el racionamiento era insufi-

ciente. Cada dos días una hogaza de

pan muerto sólo alimentaba un eco tremendo al fondo del esófago.

Con el estallido del conflicto, muchas fami-

lias acomodadas sintieron por primera vez

el estómago vacío. Otras, sin embargo,

jamás saborearon otra cosa. Los salarios eran mínimos y había que buscar fuentes de ingresos alternativas. se reservaba cual-

quier rincón de la casa para echar gallinas o conejos, y para plantar un par de matas de tomate.

MEDIEROS

Las familias de medieros gozaban de cierta estabilidad frente a otros trabajadores del campo. Cuidaban las tierras de los arrendadores a cambio de la mitad de las cosechas

y

habitaban

su

casa,

Rosario González prepara u n conejo para u n festejo familiar ÁLBUM PERSONAL DE ROSARIO GONZÁLEZ

lo

rreno. Mi padre plantaba de todo: tomates,

dente aportaba la energía necesaria para

tir la cría de animales y el almacenamiento

La finca requería dedicación exclusiva de

lagros Bernabeu, nacida en 1922 en

suficientemente grande como para permi-

de productos. Rosario González Pérez,

hija de mediero nacida en Orihuela en 1926, describe la finca de elche en que tra-

bajaban: “Allí había mucha tierra y un canal muy grande abastecía todo el te-

20 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

habas, ñoras, guisantes, trigo, cebada”.

toda la prole. Los niños y niñas del campo

o no iban a la escuela o la abandonaban sobre los 8 años para partirse el brazo en las cosechas. el trabajo empezaba sobre las ocho de la mañana. Un desayuno contun-

una labor que se extendía de sol a sol. Misarganella, cuenta que su madre se levan-

taba antes de las siete para preparar gachas migas o patatas fritas a su padre y a los jor-

naleros: “Cuando salía un poco el sol se iban al campo. Unas veces me quedaba ayu-


La familia de Juanita Íñiguez sólo disfrutaba de manjares como arroz con conejo o higos fritos en las fiestas navideñas dando a mi madre en casa, otras salía con ellos. Recogía olivas. el frío escarchaba la tie-

rra. se te ponían las manos...”. Por su parte, González también tuvo que combatir el frío: hacían una hoguera en la que calentaban pie-

dras para aliviarse las manos y seguir cargando peso.

Las niñas bajaban, igualmente, a alimentar a los animales. Podrían haberse visto identifi-

cadas con esas criaturas rodeadas de paja

tras unos portones carcomidos. Pero el juego y la bendita inconsciencia endulzaban mu-

chas veces la rutina. Milagros ríe al recordar cómo cabreaba a un ganso y a un pavo de su

corral, y cómo le mordieron. Cómo le dio un impulso taurino, agarró el delantal y se diri-

gió a un cordero: “¡Joé, joé, toro!”; cómo la

embistió contra la pared. Por el contrario, Rosario González no podía jugar demasiado. Un gallo se adueñó del corral y tenía que

pasar con un garrote para poder echar pienso y cebada.

También para las familias de la capital la re-

lación con los animales y la producción de los

alimentos era estrecha. en casa de Carmen Salazar, hija de un ferroviario destinado en

Córdoba, compraban un cerdo y lo criaban. La matanza servía de alimento para todo el

año. Una mujer ayudaba a sus hermanas a

Ju anita Íñigu ez recu erda cómo se levantaba a las cinco de la mañana para ver a su padre antes de qu e saliera al c ampo CÉSAR PONCE

hacer el embutido, el chorizo, la morcilla. el tocino lo ponían en el suelo, lo cubrían de sal, y un mes después lo limpiaban y lo colgaban

aire y las prendas remendadas.

bendecía. Los jornaleros no estaban suje-

sin embargo, que una familia fuera arren-

A PERRA CHICA

nita, de 88 años, era uno de ellos. se

de vida. La ropa y el calzado de Milagros

gún tipo de compromiso de trabajo como

en la despensa. el lomo lo ponían en orza.

dataria no aseguraba un mínimo de calidad Bernabeu eran los más baratos del

mercado. Llevaba siempre los dedos al

La mayoría de las familias no gozaban nin-

los medieros. Dependían de la necesidad, o de la simpatía con que el propietario les

tos a nada. Juan Íñiguez, el padre de Jualevantaba a las cinco de la mañana. La pe-

queña saltaba de la cama donde dormía con sus cinco hermanos, sacaba las alpar-

gatas y se acercaba a la lumbre con él. era MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 21


el único momento en que disfrutaba de su

hombre más rico del pueblo. Casi todos los

jornal era muy pequeño, fabricaba canas-

del segura vivían en unas barracas de sisca

compañía porque al volver a casa, como el tas de esparto para conseguir “alguna pe-

rrica más”. no hablaban de nada. Juanita sólo miraba a su padre prepararse los gaz-

pachos: “Primero calentaba el suelo con la

lumbre, lo limpiaba con una escobilla y hacía la tortica. entonces la despizcaba y la echaba en una sartén con un poco de grasa de tocino

o de morcilla. Luego cogía la burra y para el campo. Yo me acostaba otra vez, pero hinchada de gazpachos”.

La carne era el manjar de los ricos y el pescado el de los humildes. en su plato de fi-

deos, Juanita sólo removía pequeños trozos de pobreza desraspada. Llegó a aborrecerlos y hoy apenas los come. en cambio, recuerda

con más cariño el pan con vino y azúcar, o el arroz con conejo y los higos fritos que comían

en navidad. Juan Íñiguez caminaba con el oído puesto en las ramas de los árboles, por

lidad nacida en 1920, era una de las afortunadas que habitaba una pequeña casa de adobe, pero recuerda las cabañas:

“nada más que había una cocina de tierra, un rincón para dormir y cuatro sillas sobre el suelo”. Rosario rememora la pobreza del pueblo y asegura que no se votaba por ide-

ología. su padre trabajaba en arrenda-

miento un pequeño trozo de tierra que pertenecía al alcalde. su estómago y el de

su familia dependían de la papeleta que

colara en la urna. su madre, por otro lado,

apoyaba al sindicato Agrícola de Rafal, que daba la harina fiada. “Uno te tapaba la boca y otro te daba una parcela para sacar a la familia adelante”.

los pajaricos asados estaban buenísimos”.

guerra, por ello su retaguardia fue una de

en el campo. María García era la segunda de cinco hermanos y, a pesar de que su padre

conservara un empleo estable en la fábrica

Alicante resistió hasta el último día de la

las más castigadas por la escasez. Conforme avanzaba el conflicto se arreciaban

los controles, las restricciones y el racio-

namiento que, según notas oficiales, pre-

de cementos de san Vicente, tenía problemas

tendían impedir la carestía total. Colas

campo a coger olivas, almendras, cebada. en

economatos para conseguir un kilo de

para alimentarse. Con sus hermanos iba al vez de comer al mediodía, lo hacían por la noche.

Los políticos y los caciques iban a los pajares a revolcarse con el hambre. el 'tío Martín sa-

linas', alcalde de Rafal durante más de 26

años no consecutivos (hasta 1936), era el

22 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

ros. Rosario Gómez, natural de la loca-

SEQUÍA EN LA RETAGUARDIA

Los salarios insuficientes no sólo se sufrían

ESTEBAN ORDÓÑEZ

que el frío y la lluvia traspasaban sin repa-

si algún guacharillo piaba con impaciencia: “estábamos locas por que trajera algún nido,

Campos de cultuvo de la comarc a del Medio V inalopó.

vecinos de este municipio de la Vega Baja

de varias horas se concentraban en los patatas o un bote de leche condensada.

Durante la espera, la miseria y las pena-

lidades corrían de fila en fila. Para muchas de las mujeres y niñas que penaban

con la lengua seca por la provincia es difícil distinguir entre guerra y postgue-


Hasta hartarse

La falta de dinero durante la guerra redujo el comercio al trueque. Se podía conseguir hilos y botones a cambio de aceitunas rra: son la misma bola de angustia.

gras de las pequeñas.

ces en una finca de Tibi, no tenía ni un

y las metía en un

pedazo de pan. su padre llevaba las tie-

rras arrendadas, pero debía entregar la mayor parte de la producción a las auto-

ridades. se quedó con un carro y dos animales de carga, así cada dos o tres

semanas conseguía naranjas de Valencia. A la puerta de su casa se reunían largas colas de compradores.

A falta de dinero, el comercio se redujo al trueque. La hermana de Milagros era mo-

dista, pero entonces no había hilo, agujas ni botones: “Mi padre conseguía olivas ne-

Mi madre las adobaba

Milagros Bernabeu, residente por enton-

Como bien explica Amando de Mi­ guel, en La España de nuestros abue­ los convivían los ayunos con los hartazgos. Las fiestas patronales, na­ videñas, las bodas constituían un factor de reunión social y una opor­ tunidad para huir de la dieta tradicio­ nal que en el caso de familias humildes se basaba, sobre todo, en pescado y vegetales. Suponía, ade­ más, una muestra o fingimiento de opulencia. Rosario González cuenta el banquete de su boda:

tarro grande. Después las cambiaba por materiales de costura para que mi hermana pu-

“Mi padre mató un cordero, mi madre dos o tres pavos y dos o tres pollos. Contrataron a una mujer que se dedicaba a hacer comidas . Cocinó unas ollas grandes de cocido, un perol de pepitoria, unos peroles de arrioz. Se quedaron todos asombrados de la comida que había”.

diera trabajar y sacar algún dinero”.

La familia de

R o s a r i o Gómez recu-

rrió también al

¿QUÉ

MOTIVO

HACE FALTA?

RESIDENCIA DE LA TERCERA EDAD DE ELCHE MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 23


“Hacíamos tortas de harina de cebada, de la que se alimentan los animales. Tenía mucha paja y te pinchaba la boca”, cuenta Gómez Cantidad de comestibles legal por domicilio

trueque. en el retal de tierra arrendado

plantaban alcachofas, boniatos, patatas,

habas... en Rafal no había aceite. Para conseguir un poco cogían la cosecha y, an-

dando o en burra, la cambiaban en Alba-

tera. La pobreza crecía con el conflicto. Mediante racionamiento cada familiar re-

cibía un trozo de pan de cuarto de kilo.

También esas hogazas se agotaban.

“Había que buscar alternativas. Hacíamos una torta de harina de cebada, de esa que

se usa para alimentar a los animales, y la

calentábamos en las losas de la cocina. Al masticar te pinchaba la boca, tenía una paja tremenda. O salíamos a las acequias y los

bancales a coger camarrojas para cocer-

las”, relata la rafaleña. incluso algunas veces, las mujeres del pueblo salían a robar

habas o naranjas. Rosario se enteraba al día siguiente, cuando veía la mesa puesta

o cuando regresaba su madre tras 24 horas de prisión.

Para Rosario González, la postguerra fue peor que la guerra. Trabajaban en arrenda-

Patatas

10 kilos

Judías

5 kilos

Garbanzos Aceite

Chocolates Café

Jabón

Leche condensada Queso

Carbón

Bacalao Huevos Tocino

5 kilos

8 litros

5 libras

2 kilos 5 kilos

5 botes

Una bola

10 kilos 5 kilos

2 docenas 5 kilos

Aves de corral

sin límite /no comerciar

melones. Los milicianos requisaban co-

taba bueno, me lo llevaba de almuerzo con

tabas al día siguiente no te buscaban para

laron al dueño de la finca; pero a su

nas había para comprar”.

Gómez. era difícil que las creencias o las

miento unas tierras del término municipal

de elche y, a pesar del conflicto, seguían

plantando higos, almendras, tomates y mida a algunos propietarios, incluso fusi-

familia nunca la molestaron. Hasta el final de la contienda no conocieron las cartillas

de racionamiento. entonces los molinos estaban precintados, con lo que los sacos

de trigo que almacenaban no servían para nada. Rosario trabajaba todo el día por un jornal de siete pesetas: “Yo me comía el pan de panizo que repartían a cartilla. es-

24 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

un trocito de bacalao pequeño porque ape-

Tras el 1 de abril de 1939, sobre todo en los pueblos, la sospecha se extendía entre los

vecinos que no manifestaban con claridad su apoyo al nuevo régimen: “siempre tení-

ir a trabajar”, cuenta la rafaleña Rosario orientaciones ideológicas fueran verdade-

ras si estaban anudadas a las tripas. La fa-

milia de Gómez era de izquierdas, pero supo apretarse bien la correa y las

amos uno de derechas detrás por si respi-

ideas. Asistir a misa relajaba las posi-

misa, pero aunque no te gustara tenías que

subsistencia comenzaba en el pan

rábamos. A mí siempre me ha gustado la ir porque estaban vigilando, y si te ausen-

bles acusaciones y, para muchos, la muerto que el cura repartía.


Una mujer alimenta a su s gallinas du rante la postgu erra. ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE


anecdotario

El olor del cu ero Hermanas Erótida y Antonia Mira Verdú

esteban Ordóñez · ALiCAnTe

A

Antes de descubrir el olor del

Verdú, reunieron una jugosa herencia:

capazo con cucharas y pan, y una

nado numeroso y propiedades como la

cuero, Erótida llevaba a la era un olla para los labradores. Cada día

su madre le anudaba a la mano una pequeña cuerda para que nada se cayera, y ella corría confiada. Una

mañana, la mula sobre la que

“montaba a todas horas” descan-

saba enganchada al trillo. La niña dejó las cacerolas y saltó sobre el

animal. Con un decidido “¡arre Capitana!” deshizo cinco horas de tra-

bajo. “La Capitana distinguía mi voz”, asegura a sus ochenta años, “en una ocasión intenté atravesar el corral a oscuras y me coceó, al

reconocerme agachó las orejas y pasó toda la noche llorando”.

erótida Mira nació en 1928 en Algueña, dos años después de su hermana Anto-

nia. sus padres, Tomás Mira y Antonia

26 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

gran parte de las viñas del pueblo, un ga-

Casa Cazorla, que hoy se hunde a las afueras. La puerta delantera de la resi-

dencia habitual daba al mercado. Las habitaciones se repartían en dos pisos.

Además, cuenta la hermana mayor, había dos pozos y una bodega con varias tinajas llenas de vino y aceite de las cosechas. Un

mulero les trabajaba las tierras y en tiempo de cosecha o vendimia contrata-

asa para calentarse en el colegio. La más

Pronto dejaron de parecer hermanas. An-

forma: “La clase estaba cerca, yo en una

ban otros cinco o seis braceros.

tonia nació en una recogida habitación de la casa de su abuela, con una desgana que

duraría hasta bien avanzada la guerra; sin embargo, erótida despertó cerca del barullo del mercado, oliendo los huesos

machacados de la oliva y la uva que subían de los cántaros.

en invierno su madre les abotonaba el

abrigo y les preparaba un brasero con un

pequeña prefería quitarse el frío de otra

carrera bajaba la cuesta y ¡ala!...”, remata con una palmada. el aula, a la que asistían juntas niñas de todas las edades, ocupaba el piso superior de la casa de la

maestra. Las lecciones guardaban el habitual tono religioso de unos años en que

la República luchaba para apartar, sin éxito, cruces y sotanas. en el patio juga-

ban al corro, a tente bonete, a píndola...


Antonia (izqu ierda) y Erótida Mira (derecha) vivieron con su s padres en Algu eña hasta poco antes de la gu erra. CEDIDA POR LAS ENTREVISTADAS

erótida reconoce que, como su hermana

tienda en el salón de la misma casa. Los

en las cazadoras de cuero de los soldados,

metían con ella: “a veces tensaban la

buena clientela, pero estalló la guerra.

capaz de roer los terruños y los olivos con

era más señorita, algunas muchachas se comba para hacerla caer, luego yo las ti-

amigos del propietario le procuraron una

raba a ellas”.

A DOSCIENTAS

mayo del 36, unos compañeros conven-

volcar la tarde, recién cerrada la bodega,

Dos meses antes de la contienda, en

cieron a Tomás Mira de abrir una bodega

en Alicante. el matrimonio, las niñas y un tío materno, Antuliano Verdú, se trasladaron a Capitán segarra 37, en los aledaños del Mercado Central. Montaron la

semanas después del levantamiento, al

unos golpetazos secos vibraron en la

puerta. Las niñas soltaron unos juguetes

que no consiguen recordar. Pistola en mano y con el puño en alto dos guardias

se llevaron a Tomás Mira. Aquella noche,

erótida descubrió que había un olor que su Algueña le aliñaba la memoria cada tarde: “tenía siete años, pero aún me cuesta aguantar esa peste tan fuerte”.

A Tomás lo llevaban a la estación de la

Marina para fusilarlo cuando contó que conocía a unos jefes republicanos que le

estarían buscando. Los captores aseguraron que cumplían órdenes del Frente Po-

pular de Algueña y, algo inquietos, le MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 27


La absolución del Tribunal Popular de Alicante no impidió el encarcelamiento de Tomás Mira pidieron 200 pesetas para una cena a cambio de la libertad. Regresaron a Capi-

tán segarra: “mi madre sacó la cartera, los dos hombres cogieron las 200 y no to-

caron nada más. salut y adeu”, relata Antonia.

Poco después, el Tribunal Popular de la

Provincia de Alicante (creado en agosto de 1936 para detener la ola de asesinatos, incautaciones e incendios de los primeros meses de conflicto) absolvió al bodeguero

por no encontrar delito. según sus hijas, alguien insistía desde Algueña y, a pesar

de la sentencia, lo encarcelaron en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde

entabló amistad con Miguel Primo de Ri-

vera, hermano del líder fascista fusilado

el anterior 20 de noviembre. Años des-

pués de la guerra, Antonia transcribiría las cartas que su padre enviaba a su compañero de presidio en las que se recordaban cada uno pegado al tabique de su

celda para oír cómo, al otro lado, decía una misa corta el también recluido Director del seminario de Orihuela.

BOMBAS Y ALCACHOFAS

Horas más tarde de los primeros bom-

Erótida Mira en la casa familiar que fue confiscada ju nto con otras propiedades du rante la contienda . ÁLBUM FAMILAR

bardeos, en noviembre del 36, el Comité Popular Provincial de Defensa publicó un decálogo de normas de conducta frente a

los avisos corrió a su casa. Dos paredes

Verdú, único hombre adulto de la casa,

1938, el primer punto no se cumplió y las

bomba cayó en la misma esquina de la

mandaron a por pan al horno de la calle

los ataques aéreos. el 25 de mayo de

sirenas chirriaron cuando los Savoia ya

zumbaban sobre los tenderetes del Mercado de Abastos de Alicante. A las once

de la mañana erótida Mira esperaba su turno en el puesto de alcachofas. Al oír

28 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

explotaron cerca del portal. “La primera parada donde yo estaba, si me descuido...”, niega mirando las baldosas.

Tras el bombardeo los alicantinos acudieron

al mercado para remover el

polvo y rescatar cuerpos. Pero Antuliano

se ocultó en la vivienda. “Por eso me

Quintana. Llegué mala. sesos por aquí,

brazos por allá... una chiquita con nueve

años”. su vecino nibardo la vio “blanquita y asustada” y decidió llevarla a

Muchamiel. También la hermana mayor


anecdotario Las niñas pedían como deseo a un cedazo con unas tijeras clavadas el regreso de su padre regresó a Algueña con su abuela.

trada en Alicante de las escuadras ita-

LA GUERRA ENSEÑA A COMER

desordenada tocó a la puerta de la casa

A Tomás Mira le habían confiscado todas las tierras y propiedades del pueblo, sólo

conservó una casa que alquiló tiempo antes de la incautación. sin bodegas, sin cosechas rezumando en el patio; te-

niendo, a veces, que rebuscar en el

campo habas o bainas para hervir, la niña de la desgana aprendió a comer: “entonces siempre quería poner y quitar la mesa para ir pellizcando el pan. Después de la guerra muchos pasaron ham-

bre, pero nosotros no porque todavía

guardábamos harina y mi madre la amasaba y la cocía en una cocinilla que tení-

lianas, un hombre deteriorado de barba donde las niñas permanecían con su madre y su abuela. Venía de Ciudad

Real. Días antes, Antonia Mira y una amiga pedían deseos a un cedazo sobre

el que habían clavado unas tijeras, cuando el artilugio se volteaba la peti-

ción se cumplía. su padre había regresado.

Poco a poco, Tomás Mira recuperó peso y todas sus propiedades. “Todas”, matiza erótida, “menos La Capitana”.

Las sirenas chirriaron cuando los aviones sobrevolaban el mercado, nadie llegó al refugio

13TreCén

amos”.

LA VIDA, JUEGO DE NIÑOS

Una madrugada, poco antes de la en-

13

memoria viva alicantina

Rescata la historia de tu familia esCRÍBeLA O LLAMA AL eQUiPO De TReCén PARA QUe LA inVesTiGUe Contacto en historia@trecén.com MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 29


Alu mnas del colegio femenino de Algueña hacia 1934 CÉDIDA POR LA FAMILIA CORTÉS MIRA

De dibujo CÉSAR PONCE

·El sistema educativo de los años 20 y 30 reflejaba ·Las niñas aprendían a escribir su nombre de dibu


ba una espa単a anclada en la pereza bujo, sin conocer las letras


de dibujo

Rosario Gómez acababa de ente-

maestra había descubierto en ella un va-

hueco y se retiraba para no ser testigo del

no sabía leer. Llevaba diez años tra-

yo para leer y escribir era torpe, no sabía.

día con fuerza, torcía la cabeza y dejaba su

rarse de que la echarían a la calle si bajando en el Sanatorio Perpetuo Socorro: limpiaba, ayudaba a guisar, daba de comer a algunos pa-

cientes... Consiguió el puesto al

entablar amistad con una monja durante la enfermedad de su ma-

rido: “Mi hijo se hizo donante y

amigo de una monjita. Después de recorrerme España y Francia trabajando me quedé desocupada, la her-

mana lo arregló todo para que entrara en el hospital; antes los cu-

ritas y las monjitas mandaban tela marinera”.

ningún maestro en Alicante le daba el certificado escolar. Contaba en los cole-

gios que tenía 52 años, que había enviu-

dado, que tenía seis hijos, que necesitaba

el trabajo. en la calle Maissonnave pudo hablar con el director y consiguió el certi-

ficado. Le preguntaron el nombre de su

maestra. Doña Alejandrina, lo recordaba bien. Rosario asistió a la escuela poco tiempo, con diez o doce años. en Rafal el

colegio era una pequeña nave amueblada con bancos adosada a la casa de la profe-

sora. Había sólo niñas, y de distintas eda-

des. Doña Alejandrina atendía a la vez a sus alumnas y a la casa. A Rosario no le seducía la escuela y muchas mañanas se

perdía en la calle jugando a las canicas.

entraba poco y para cuando lo hacía la

32 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

lioso talento: “Doña Alejandrina veía que en cambio, me vio espabilada para hacer otras cosas y me mandaba a su casa. Me

ponía a limpiar, a hacerle potajes... y

cuando volvía, la clase había terminado”, cuenta Gómez con cierto orgullo de su precocidad.

nunca supo leer ni escribir. Ya con el certificado de escolarización en la mano, acudió a la Diputación Provincial para entregar los documentos. “Cada vez que tenía que firmar parecía que me habían dado un borrego y un litro de vino”, bromea Gómez. Un funcionario apiadado le escribió una rúbrica sencilla y se enseñó a “firmar de dibujo”. el empleado indicaba el

fraude. ella agarraba el bolígrafo y lo hun-

nombre tiritando en la hoja. Una sensa-

ción parecida describió Delibes en Los


“La maestra me ponía a limpiarle la casa, a guisar... Cuando regresaba la clase ya había terminado”, cuenta Rosario Gómez

santos inocentes cuando el señorito

lado hasta Muchamiel desde Rafal para

en el reverso de una factura y “se sofoca

determinación para emigrar a Francia

obliga a La Régula a plasmar su nombre toda” como si la mostraran “en cueros encima de la mesa”.

trabajar en una empresa tomatera o su durante la vendimia.

Tiempo después tuvo que pasar al Hospi-

EDUCACIÓN Y RONQUIDOS

estaba repleta de estudiantes jóvenes. se

bremente regulada. Antes de la instaura-

tal Provincial. Había un examen. el aula situó en primera fila, cogió el papel y movió el lápiz como si escribiera.

A mitad de prueba uno de los funciona-

rios le dijo: “Rosario, tú tranquila que ya tienes plaza”. “Lo mío es un impulso de

Dios”, así resume su sacrificio, su tras-

La actividad de los profesores estaba po-

ción de la República, los maestros accedían a la plaza mediante concurso o lista de interinos, no se utilizaba el proce-

dimiento de oposición. Los salarios que re-

cibía el profesorado eran mínimos: unas

FOTO CÉDIDA POR LA FAMILIA COMPANY ESPUCH

tres mil pesetas anuales. A partir de 1931

Certámen de Cuentos Trecén Quieres ver tu relato publicado en nuestra revista?

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Colegio Raval Roig según Encarnación Riera Mi padre era trabajador del puerto y pescador. Vivíamos en el

La clase era muy bonita, las paredes estaban muy coloridas, con

y yo vivía en Lope de Vega. Una escalerita me llevaba de casa a la

cromos, a la pelota, a la cuerda... Las chicas y los chicos estábamos

menores de 10 ó 12 años y la maestra Marina hacía tres apartacio-

no llovía nos llevaban a la playa. en verano abríamos los balcones

Raval Roig, pegados a la playa. el colegio estaba en la calle Madrid

escuela. Había una clase de chicos y otra de chicas. éramos niñas nes según la edad.

Por la mañana nos enseñaban a leer, a escribir y a hacer cuentas.

Luego comíamos en el colegio, en una casa donde preparaban los platos a los niños. A la tarde bordábamos. el colegio nos facilitaba

las agujas y las bobinas; también nos daban libros, lápices, babis...

cuadros y dibujos nuestros colgados. en el patio jugábamos a los

en clases distintas y así salíamos al recreo. Muchas veces, cuando que daban prácticamente a la orilla. Había mucha luz en la clase y se respiraba el mar.

Yo siempre hablaba valenciano, excepto cuando iba al colegio.

A mi el colegio me ha gustado, pero luego vino la guerra y desapareció todo.

la administración impulsó la tarea de los

a una niña que estaba enferma ir al baño...

resistía entre los cultivos, la inspección

condiciones higiénicas y materiales de las

emilia. sólo leían el principio de Don Qui-

de los caminos rurales. Habían niños de

inspectores para subsanar las deplorables escuelas, y para asegurar la calidad do-

cente. Los cursillos de perfeccionamiento, los viajes de estudios o los museos pedagó-

gicos provinciales se planteaban como vías

para estimular a un profesorado dormido. Emilia Cortés a los 95 años aún recuerda a sus dos maestras de la escuela graduada

(de las únicas en que los alumnos estaban divididos en grados y tenían varios profe-

sores): doña Adela del Toro, formal y res-

petuosa, y la segunda maestra, “un sargento de caballería” que un día prohibió

“al final no se hizo pis, sino lo otro”, cuenta jote de la Mancha. Todos los días la sar-

gento se sentaba detrás de las mesas de las

niñas. señalaba con una vara: “Tú, a leer”. Y al que le tocaba, todos los días, “en un

lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”. La maestra se recos-

taba cansada hacia detrás. Resoplaba y la

barriga avanzaba descomunalmente hacia la espalda de los niños. Apenas llegaban al

“galgo corredor” cuando la respiración se hacía más tranquila y profunda.

La escuela de Rosario González estaba

a cinco kilómetros de elche, cerca de la

Torre Azul. Para llegar a la pequeña nave cuadrada y desconchada que

debía agotarse sobre las piedras y el polvo

hasta 14 años en una misma aula, además la escasez de recursos era tal que la ances-

tral separación de sexos no podía respe-

tarse. La niña entró con ocho años, poco tiempo antes de la guerra y de que los co-

munistas ocuparan el colegio. Ríe tan sólo

con mencionar al maestro Don eusebio:

“Anotaba unas líneas en la pizarra y venga, a copiar”. se sentaba en la mesa, acomo-

daba el brazo como si fuera una almhoada y dormía casi toda la mañana: “Terminá-

bamos el copiado. ¡eusebio que ya hemos

terminado! Y no despertaba. entonces los

niños hacíamos lo que se nos antojaba”. sin embargo, el maestro era más despierto

para castigar a los alumnos. Regletazos en

la mano o largas horas cara a la pared, de rodillas y con los brazos en cruz estimula-

ban a unos niños de campo que, según

González, llegaban de casa

inaguantables. Un día emilio, un chico de 12 ó

13 años, “grandullón, tra-

vieso y cabezón”, quizás demasiado motivado

por los métodos de en-

señanza,

propinó

dos

guantazos a Don eusebio.

Tras la guerra Rosario regresó a la


Algu nas maestras daban lecciones particulares a niñas que no podían asistir en el horario lectivo ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE


Rodolfo Llopis inaugu ra u na cantina escolar en Alicante, 1931 ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE

escuela. Llegaron dos maestros Don An-

tonio y su hermana, que enseñaba labo-

res. “entonces la cosa mejoró un poco”,

opina González. Los jueves por la tarde

sólo había clase para las niñas, aprendían

ganchillo, punto, molde, cadeneta... el resto de tardes, cuando también asistían

los chicos, el profesor ponía dictados. La convivencia en el aula de ambos sexos

En los colegios de partidas rurales durante los meses de siembra o cosecha el absentismo escolar aumentaba considerablemente

mantenía la discriminación. La coeducación impulsada por movimientos anar-

quistas y feministas (y prácticamente

ignorada por el Ministerio de instrucción Pública) pretendía acabar con unos pla-

nes de estudios que orientaban a la mujer

hacia los pañales y la fregona, y hacia el

apéndice del hombre. Lo de Rosario era sólo falta de espacio.

La desigualdad formativa de las mujeres

36 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

“Doña Adela se tumbaba detrás y nos mandaba leer el Quijote, cuando nos dábamos cuenta estaba durmiendo”, cuenta Emilia Cortés


La coincidencia en las aulas de niñas de edades distintas dificultaba el aprendizaje. Las maestras dividían la clase en secciones a las que mandaban distintas tareas Colegio Cristo de la Paz de San Juan/ARCHIVO

no variaba de un colegio humilde a otro de

segunda de cinco hermanos y debía res-

los hijos de los ferroviarios en la capital ali-

cribir mi nombre, donde vivo... a mí eso

mejores condiciones como al que acudían cantina. Un centro con distintas aulas y profesores para cada grupo de edad. Una de

las alumnas, María Giner, de 83 años, cuenta: “Por la mañana era el estudio, las lecturas y las cuentas; por las tardes a coser”. UNO QUE SABÍA UN POCO

La Guerra Civil y la pobreza abrieron una brecha cultural en la generación de los años 20. Los centros cerraban. Las familias dejaban a los niños en casa para que no les re-

tumbara la guerra a mitad de camino, o los ponían a ganar dinero. según el estudio de Mónica Moreno, Conflicto educativo y se-

cularización en Alicante durante la II Re-

pública, en los numerosos pueblos agrícolas de la provincia alicantina el ab-

sentismo aumentaba considerablemente durante los meses de faena.

Algunos padres, conscientes de la necesi-

dad de una educación que “por perras”

era imposible, buscaban, como explica

Milagros Bernabéu, “a uno que sabía un poco”. Después de quitarse la blusa

sucia como quien se arranca una camisa ardiendo, algunos campesinos aprendie-

ron a leer, a escribir y a hacer cuentas; “lo

preciso”. La sanvicentera María García abandonó la escuela por necesidad, era la

ponsabilizarse. “no sé mucho, pero esno me lo quita nadie”. La falta de medios y un sistema educativo cuarteado y seco

que encadenaba unos agujeros con otros imponían una concepción de cultura que no superaba lo que hoy puede decir un

chip inyectado en el lomo de un caniche.

Pero la educación no sólo se menospre-

ciaba en casas humildes. La familia de emilia Cortés acumulaba multitud de tierras y propiedades esparcidas a lo

largo de la provincia. su madre profe-

saba una moral recta. Le hubiera gustado estudiar Periodismo, “pero en aquel

tiempo eso no lo hacía una mujer”, la-

menta la nonagenaria. Alrededor de los 15 años se aficionó a las novelas. A su madre no le parecía bien y la obligaba a limpiar: “Yo cogía el sacudidor y la es-

coba, y me metía en la habitación. Doblaba el colchón de lana y me sentaba

encima. Cogía el sacudidor en una mano

y la novela en otra, y pin, pan, pin, pan… golpeaba el colchón para disimular”.

siglos de desdén aplastaban la intención de la República de convertir la ense-

ñanza en la base del sistema social. A la

sazón, al ser humano le bastaba con subsistir. Lo demás, la vida, igual que se escribía, de dibujo.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 37


Binomios

Enfermedad, magi CÉSAR PONCE

ENFERMEDAD-MAGIA

mientras el corazón le va nada es imposi-

y engolaba sus palabras hasta el ridículo.

hijo se muere hoy antes que mañana”,

usted se lo va dar”. el médico firmó. ella

Íñiguez, y sus compañeras del servicio se

“señora tiene usted mucha pasión, pero su para demostrarlo el médico pellizcó la ba-

rriga de la criatura, lo levantó un metro y lo dejó caer de golpe sobre la cama. ni una queja salió de ese pellejo de labios amora-

tados. Mercedes García llevaba varios días sin darle pecho y el pequeño se había

deshidratado. Una perra le robó la leche. Un domingo disfrutaba de una paella de arroz con pollo en un bancal y tiró los huesos al suelo sin advertir que un can repe-

laba las sobras una a una. “Ya me lo había advertido mi madre”, confiesa Mercedes, “si una perra que esté criando come de tus

sobras, te quitará la leche”. A sus 93 años descarta cualquier causa natural de su se-

quedad porque a todos los hijos los había criado a pecho incluso en épocas de mayor

carestía. “Además”, justifica, “a mi madre le pasó lo mismo con una gata. Tuvo que hacerle sopas, quitárselas a mitad y bebér-

selas. Le volvió la leche enseguida. Radical. en mi caso la perra no era mía y no pude

hacerlo”. el domingo por la noche el niño

se amorró con ansia, pero ni gota. Algunas vecinas se ofrecieron como nodrizas, pero el enfermo sólo se agarraba a la ubre ador-

ble para Dios. Hay suero de alimento y salió a por las ampollas bajo un sol “que

partía piedras”. el boticario envió a un

practicante novicio. Mientras preparaba la jeringuilla criticó la crueldad de los sanita-

rios por mandar pinchar a un niño que ya estaba muerto. “Lo que faltaba”, saltó la madre, “acabo de pelearme con uno y no quiero pelearme con usted”. inyectó el lí-

quido. en la siguiente toma el pequeño

hiló una queja. el novato sonrió: “Ahora ya me gusta”. “Pues sigue poniéndoselo”, remató Mercedes.

Agosto hervía y cambió la cuna a un cuarto más fresco. Cargaba el cántaro continua-

mente en el canal para refrescar al niño. sólo los ricos tenían agua en casa y los gri-

fos de la Alcoralla había que pagarlos. el

galeno regresó a los tres días. Agarró una silla, se remangó los pantalones y miró a la criatura: “niño, en todos los años de ca-

rrera no me ha engañado nadie salvo tú”. Mercedes torció una sonrisa irónica asu-

del molinero. Los amos habían viajado a Palma y las criados disfrutaron una tarde como patrones. Aguantándose la carcajada en el costado, Juanita recuerda los prime-

ros chistes de un niño de 12 años. era hijo de los molineros que servían a sus mismos patrones. “Me preguntaba cuándo iba a salir. Le decía que iría a comprar los zapa-

tos de las nenas en las fábricas que había en la Puerta de Valencia de Almansa. Apa-

recía allí y nos dábamos un paseo grande.

Cuando la talla no correspondía teníamos

que volver. Más de una vez me equivoqué aposta”, se sonroja.

Contrajo matrimonio a los 27 años, tras 15 de noviazgo. se casó por lo mismo que todas, porque era un chico de buena fami-

lia y buena persona; pero también, y al

contrario que muchas, se casó “enamorada como una tonta”.

Centinelas

el cadáver vivo de su hijo.

años, cuando era un baboso con blusa. se

ciéndose de no haberse resignado a llorar

MAGIA-MATRIMONIO

doctor: “Usted no se va sin recetarle que

pavoneaba con un albornoz de buen corte

38 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

descoyuntaban entre risas de la imitación

miendo la autoría del engaño y enorgulle-

mecida de su madre.

Mercedes arremetió contra la pereza del

en la mesa de enfrente, su novia, Juanita

Pepito Rico estaba hecho un señorito, se

Rosario Gómez conoció a su marido con 13 cruzaban cuando llevaban a la huerta una olla caliente para sus padres. su madre y

su abuela guardaron su honra bajo llave. Colmaban la candileja de aceite y retorcían


gia y matrimonio una mecha de ropa vieja. La visita del novio se extinguía al tiempo que la luz. Pero otra lumbre se quedaba. “estaba fes-

teando con las dos centinelas delante y no podía darle la mano ni besos. Aprovecha-

bas los descuidos porque incluso para ir al

cine tenías que llevar a una mujer mayor”, recrimina Gómez.

Tras la guerra, la falta de medios en Rafal (Alicante) impuso un salto de lustros en las

relaciones de pareja. “no nos casábamos,

nos arrejuntábamos como ahora”. Rosario se instaló en casa de sus suegros. se casó a

los dos meses, pero hasta 11 años después

Mercedes García con su marido (ya enfermo) en la comu nión de su hijo ÁLBUM FAMILIAR

no cambió de vivienda.

hibió en su casa que facilitaran la dirección

mula con mis 80 kilos”, fanfarronea Mer-

Tras la tela metálica

no haberle dado conversación que tú eres

una tela metálica separaba cada sección.

Cuando Mercedes García se afincó en

elche, su madre quedó en Tremp (Lérida).

La joven no sufría el control materno, pero su propia moral y el horario de trabajo le

impedían despistar su honra. Presume de haber rechazado proposiciones de gente

pudiente. Con Gaspar, su primer novio, se emparejó a los 14 años. Una conocida se compadeció de ella: “Qué lástima me das

porque llevas a un chico de buena familia, pero está enfermo; su madre y su hermana se han muerto de mal roïn”. “Tuberculo-

sis”, temió Mercedes, “qué hago yo con este chico si le tengo aprensión”. Consiguió un trabajo de sirvienta en Alicante y pro-

al chico, pero fueron tajantes: “no, poco. una cría y él tiene 21 años”. La joven re-

prendió: “Yo le he dado conversación ¿qué pasa? Ahora no me conviene pues lo dejo”. Murió su cuñada y se hizo dos batas ne-

gras. siempre había criticado quienes se enlutaban por el fallecimiento de un novio

porque “no tocaban nada”. Al llegar a elche la cuestionaron: “Tanto decías y se te muere el novio y te pones luto”. Fue la primera noticia que tuvo.

Años después conoció a Jaime. él abandonó una relación de nueve años y le

echó el ojo. “La otra novia era una melliza, estaba muy delgadica y no valía

nada. Yo estaba fenomenal, como una

cedes. Trabajaban en la misma fábrica y su amiga etelvina estaba convencida de

que Jaime la pretendía. él se acercaba a llenar la escudilla de aceite a un bidón

cercano. etelvina golpeaba la mesa y agarraba la pierna de su compañera con nerviosismo: “el Jaime me quiere, viene todos los días a llenar la vasija ”.

Una jornada se suspendió porque los golpetazos del viento de abril fundieron la

luz de las instalaciones. Las dos amigas

salieron agarradas. Jaime esperaba en una esquina peleando con la chaqueta.

etelvina estrujó ansiosa el brazo de su íntima, pero huyó llorando cuando el joven se acercó a Mercedes.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 39


Enfermedad, magia y matrimonio “La honra no se perdía por dar un beso ni dos, aunque para que la gente lo creyera y lo comentara bastaba con que te tocaran un poco el hombro”, cuenta Mercedes Al terminar la guerra, se anularon los de-

que se tranquilizara, que las muje-

que su madre le retirara la palabra por ca-

la regla y que al tocarme me habría

rechos de los enlaces civiles. Después de sarse en el juzgado, las nuevas leyes obli-

garon a García a celebrar nupcias por la iglesia. “si no hubiéramos tenido un hijo lo habríamos pensado, pero si no lo bautizabas no tenía derecho a nada”, explica.

Con una criatura en brazos, la honra no llegó intacta ante al sacerdote. “La honra

res teníamos una cosa que se llama

bajado”, se burla Mercedes de su pro-

pia ignorancia. “Yo no sabía ni lo que

tenía que despedir el hombre para tener una criatura”.

no se perdía por un beso ni dos ni tres,

MATRIMONIOENFERMEDAD

hacía falta que te tocaran un poco el hom-

llamaban en la fábrica, en-

aunque para que lo pensara la gente sólo bro”. según Mercedes, los hombres podían

iniciarse, no obstante si a una mujer se la

veía sola con un hombre, o sea, sin centinela, era señalada: “si veíamos que alguna era muy libertina nos apartábamos, si nos hablaba le hablábamos, pero nos apartábamos”.

su marido y ella llegaron al juzgado lim-

pios en tiempos de guerra. Con el cuerpo

puro y los instintos sin estrenar. su madre jamás le preparó para la noche de bodas.

Llegaron a casa. Jaime salió al balcón a masticar un par de cigarrillos: “estaba ca-

gaico, tenía el Bachiller sacado y todo, y era más tonto que yo”. ella se desvistió, se en-

fundó el camisón y se sumergió en la cama con la sábana hasta el cuello. el recién ca-

sado estiró cuanto pudo el último cigarro

y entró. A mitad de experimento, Jaime saltó del lecho: “¡Ay, que te he reventado!”,

gritó escandalizado por la sangre. “Le dije

40 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

Hoy, la Murcianica, como la

Juanita Íñiguez y su marido ÁLBUM FAMILIAR

traña la sonrisa y describe

con las manos cómo le

trepa la voz de su marido por

Mercedes. Al terminar el conflicto que-

Residencia para la Tercera edad de elche,

por enjuagar. el dinero no llegaba a casa.

el pecho cuando, en las actividades de la algún artista interpreta tangos o habane-

ras. él era tenor y llegó a actuar en el Tea-

tro Romera de Murcia. Antes de la guerra dirigía una escuela de baile y cante para la

gente del campo. Pero la guerra lo remojó

todo. Jaime era muy miedoso. en el campo Mercedes era la encargada de liqui-

dar a las arañas y aún así lo reclutó el ejér-

cito. se encargó de la cocina y la limpieza en algunos cuarteles de la retaguardia. A

los cinco meses lo mandaron de regreso

por sus problemas de visión. no obstante, las dificultades por las que atravesaba el

ejército republicano obligó a movilizar a los llamados inútiles.

“el miedo lo empujó a la bebida”, lamenta

daba aún mucho miedo y mucho vértigo La Murcianica se arremangó los pantalo-

nes y luchó: “Dios me ayudó, sé que hay algo muy fuerte que me ha hecho salir de todo”, sentencia.

Con los años, la bebida le destrozó la garganta. Un cáncer de faringe le comió las

cuerdas vocales y tuvieron que practicarle una traqueotomía. ella lo curó, lo

alimentó, lo limpió. su hija y su nuera intentaron mudarle de ropa en una ocasión. él se resistió entre balbuceos y

pataleos. Mercedes lo calmó acariciándole la cara: “si soy yo ¿verdad? soy yo quien te tiene que cambiar”.

Jaime falleció con el brazo de su mujer ro-

deándole el cuello. Lo sostuvo contra el


EL CERROJO LA

ERA DE LA RESIGNACIÓN

estebAN ordóñez

Todo ha sido como debía ser. Lo primero que sorprende de una

mujer mayor de ochenta años es su terrible capacidad para asimilar la vida. inquieta más en una generación cuya existencia giró durante

décadas en torno a la penuria. Hay, sin embargo, una diferencia al afrontar los recuerdos. Aquellos que pertenecen a la guerra se con-

ciben como evitables. se culpa a una histeria colectiva que abrasó y pecho hasta que dejó de oírlo con el

mismo cariño con que imprimía el sueño en la mejilla de sus hijos. “estaba mudo

aunque yo le entendía. Antes de morir me miraba todas las noches como pidién-

dome perdón porque comprendía lo que sufrí con su mala costumbre. Yo le decía

que durmiera tranquilo, que no había nada que perdonar”.

Pistolas de juguete

Carmen Fernández también sufrió el alcoholismo. Manuel, su marido, llegaba a casa zarandeándose y con los pantalones meados. en la escasez de postguerra el

beodo gastaba una mitad del salario en la

taberna y la otra en su comida. “Mal no se

portaba, pero se sentaba a comer lo suyo,

y los demás a mirar”, cuenta imitando la boca hambrienta de sus hijos. A Manuel le dieron la baja. De repente gritaba por el

balcón “¡Traed la pistola que lo voy a matar!”. Tuvieron que comprarle un re-

vólver de juguete para que diera tiros al

aire, y por la noche atrancaban la puerta con una cuña para que no escapara.

Años más tarde, su muerte en un hospital

psiquiátrico alivió a la familia. Después de

todo habían llegado a no quererle, aunque nunca lo denunciaron a sus jefes del ayun-

tamiento ni lo abandonaron: “Tuve que aguantar porque no tenía familia y en aquellos años adónde ibas”.

enajenó a los españoles. Relatan grandes injusticias, no obstante en la impresión final prevalecen las causas históricas sobre la acción in-

dividual. Recrean un mundo habitable que no lo sería para quienes asumieran la maldad como elemento innegable de la especie.

el colectivo femenino sólo conoce del frente su equivalencia en su-

frimiento y en habitación vacía. De la quema de iglesias recuerdan el naranja de las llamas en las ventanas atrancadas o el tizne del tem-

plo del día siguiente. De los fusilamientos, los rotundos chuchicheos. Pero sí saben, en cambio, cuántos crujidos rumiaba el estómago du-

rante las cuatro horas de cola frente a los puestos. saben cómo contar el miedo en kilómetros hasta la puerta de un refugio cercano.

Ante el resto de la vida, en cambio, no se desesperaban: todo era como debía ser y no había otra cosa. si no se podía estudiar, si había que trabajar a los ocho años para sostener una casa que olía poco a

comida a pesar de que los ocho hermanos aportaran su salario... Apenas se replanteaba. Muchas mujeres tienen la palabra preferir desterrada de su vocabulario. Ante cualquier pregunta del tipo

“no le hubiera gustardo o no hubiera preferido...”, la respuesta

pasa por encima asumiendo que sus preferencias carecen de valor y de realidad. es un realismo exacerbado que asimila tan ciegamente el mundo, y se resigna tan derrotadamente ante él, que termina por invertirse y ser más inconsistente que el más ingrávido de los idealismos.

el concepto de educación, por ejemplo, no iba más allá de la escri-

tura y las cuentas. Una idea de cultura que, en sus niveles más altos, permitía repetir de arriba abajo los ríos de la Península. La legisla-

ción republicana a través de las campañas de mejora del profesorado pretendía implantar nuevos métodos de enseñanza que no se limitaran a lanzar a la calle promociones de papagayos.

no es difícil pensar que quizá todo este sistema educativo junto a

una iglesia que imponía la moral de la culpa y la sumisión, y que veía en las mujeres la garantía de sus tradiciones, engendraran esta camada de la resignación.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 41


EL CERROJO Las Fuentes Orales o la conexión entre la Historia y el Periodismo miguel ors moNteNegro

Profesor de historiA del Periodismo de lA umh. ÁreAs de iNvestigAcióN: rePresióN de guerrA y PostguerrA eN AlicANte PreNsA ilicitANA lA guerrA eN elche

A

PARTIR DEL FINAL DE LA

II GUERRA MUNDIAL

Miguel Ors du rante u na conferencia CEDIDA POR M.ORS

Y CON EL USO DE LA GRABADORA DE AUDIO, COMENZÓ A SER FRECUENTE EL USO

HISTORIA CONTEMEN ESTADOS UNIDOS PRIMERO, EN EUROPA Y EN BUENA PARTE DEL MUNDO DESPUÉS, JÓVENES INVESTIGADORES SE LANZARON, GRABADORA EN RISTRE, A LOCALIZAR Y RECOGER TESTIMONIOS, HISTORIAS DE VIDA , QUE TUVIERAN QUE VER CON PROYECTOS DE TODO TIPO. EMPRESARIOS, OBREROS, POLÍTICOS, SINDICALISTAS, INTELECTUALES, ARTISTAS…, HOMBRES Y MUJERES FUERON ENTREVISTADOS Y AYUDARON A ENRIQUECER LOS RELATOS HISTÓRICOS.

DE LA ENTREVISTA COMO UNA FUENTE MÁS UTILIZADA POR LOS HISTORIADORES PARA LA INVESTIGACIÓN EN PORÁNEA.

A partir del final de la ii guerra mundial y con el

políticos, sindicalistas, intelectuales, artistas…,

de españa, la publicación en 1979 del libro del

cuente el uso de la entrevista como una fuente

ron a enriquecer los relatos históricos. se llegó a

recuérdalo a otros. historia oral de la guerra civil

uso de la grabadora de audio, comenzó a ser fremás utilizada por los historiadores para la investigación en historia contemporánea. en estados

unidos primero, en europa y en buena parte del mundo después, jóvenes investigadores se lanzaron, grabadora en ristre, a localizar y recoger testimonios, historias de vida, que tuvieran que ver

con proyectos de todo tipo. empresarios, obreros,

42 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

hombres y mujeres fueron entrevistados y ayudahablar incluso de historia oral, término que pronto fue sustituido por el de fuentes orales por

una razón concreta: la incorporación de los testimonios en las investigaciones no suponía una

nueva manera de hacer historia sino, simple-

mente, incorporar a las fuentes orales la enorme riqueza de las memorias individuales. en el caso

hispanista inglés ronald fraser, Recuérdalo tú y

española, supuso para muchos el descubrimiento

de una nueva manera de crear relatos históricos: complementar y contrastar las fuentes escritas

con el testimonio de los protagonistas que vivie-

ron un determinado proceso histórico. los que leímos entonces a fraser nos encontramos ade-

más con el añadido de contemplar la relevancia


de los testimonios de personas corrientes y molien-

razón era que no tenía sentido cuando se iba a re-

sus experiencias personales, ayudaban a entender

sabía previamente más allá de su militancia o de su

tes: mujeres y hombres anónimos que, a través de la complejidad de un tiempo tan difícil como la

guerra civil española. el mérito de fraser en españa fue el de hacernos ver la urgencia y la necesidad de

recoger, mediante un simple magnetofón, testimonios que se convertían inmediatamente en una

fuente de documentación de ida y vuelta: los testimonios orales nos llevaban a las fuentes escritas y

viceversa. el relato histórico se hacía así mucho más

complejo pero también mucho más rico. tópicos y

lugares comunes que se habían mantenido siempre

–como el que los anarquistas tenían por costumbre

no votar- se venían abajo con poco que uno se acercara a quienes podían ofrecer su testimonio personal.

Por seguir con el ejemplo español, a partir de la

obra de fraser, surgieron grupos de investigadores y proyectos –por ejemplo, Historga, Historia Oral de

Galicia- por toda la geografía. hoy podemos afirmar que son miles y miles las historias de vida que

tenemos registradas en toda españa y, sobre todo, se ha extendido, aunque no haya sido fácil precisamente, la obviedad de que es absurdo no utilizar la fuente oral cuando podemos hacer uso de ella.

el propio fraser sugirió en su día que cuando hacía una entrevista de dos, tres o cuatro horas de duración, no llevaba consigo un cuestionario previo. su

coger el testimonio de una persona de la que nada condición social. y es verdad, pero habría que añadir que el entrevistador sí está obligado a entrevis-

tar con un trabajo previo bien elaborado: estar lo mejor documentado posible acerca del tiempo y del objeto de investigación elegido.

todos aquellos que hemos tenido el inmenso placer

de desarrollar esta fuente de investigación estamos

convencidos de su utilidad, porque no sólo enriquece el relato que tengamos que construir sino

que, además, creamos una fuente histórica de un inmenso valor que podrá ser utilizada en el futuro por otros investigadores para temas diferentes a los

nuestros. una fuente que está a nuestra disposición

sólo un tiempo muy limitado y que desaparece ineludiblemente y para siempre si no hemos sido ca-

paces de obtenerla en su momento. hoy, por ejemplo, ya es prácticamente imposible contar con

13

La obra de Fraser supuso para muchos el descubrimiento de una nueva manera de crear relatos históricos

Tópicos y lugares comunes que se habían mantenido siempre se venían abajo con que uno se acercara a los testimonios personales

testimonios de personas que hubieran jugado un

papel relevante durante la ii república o la guerra civil. Nos queda el franquismo, por poco tiempo, la transición y los 30 primeros años de democracia en españa.

la fuente oral, por último, conecta el trabajo de los historiadores con el de los periodistas. unos y otros

estamos obligados a colaborar en este magnífico empeño. merece la pena.

Relicarios del vino

conferencia del equipo de redacción de trecén. Ponentes:  esteban ordóñez césar Ponce viernes 25 de junio librería 80 mundos MeMoria viva aliCanTina · TreCén ·

43


emilia cortes ´ Heraldo

ESTEBAN ORDÓÑEZ

la vida ordenada en verso


s


El Raval Roig a principios de siglo ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE

A

“Mili, ponte eso y no te lo quites”,

señaló su padre fatigado desde la

cama. Ella dejó el trapo en la me-

cupaba. Me llamaba emilia, pues emilia”.

sita y cogió la vieja sortija del

EL PARAÍSO

mantener el silbido atropellado

calde del Raval Roig. Repartía el género

abuelo. Él tosía y se esforzaba por que le levantaba el pecho; la miraba con pena, como si buscara con los ojos la manera de explicar

la muerte a una niña de diez años.

Pocos días después ya nadie volvió a llamarla Mili. Si acaso Milieta,

como le decían sus hermanos, que le daba una rabia que p'a qué .

Después de cinco chicas, en su casa esperaban un varón, pero nació ella. su padre era el único que le daba besos y le

hacía olvidar la desazón del rechazo: “Por eso buscó un diminutivo cariñoso

para llamarme. A los otros no les preo-

46 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

José Cortés Corbillo, su padre, era el aldel matadero y, por las tardes, cuidaba

el campo, aunque no por necesidad. Como hijo único había heredado once casas y todos los terrenos que su familia

tenía repartidos por la sierra y el barrio. se trasladaron a una de ellas cuando el

ayuntamiento les obligó a vender el paraíso. “esa casa la sueño todos los días,

vivía muy feliz entre tanto animal y tanta fruta. estaba en una cantera de

donde sacarían la piedra para la ampliación del puerto. Yo tenía nueve años y a

raíz de mudarnos todo se precipitó”, añora emilia.

Al amanecer su madre abría el establo y

esparcía el grano que guardaba en los

bolsones del delantal. Pronto aparecían en lo alto de la sierra gallinas, pollos, patos, conejos y palomos asintiendo con

la cabeza. La yegua Romera solía masticar con calma y, a veces, emilia, aún demasiado pequeña, la miraba pensativa. Calculaba su altura y en silencio se subía a un pesebre. Desde allí veía los

parrales que se agarraban a las columnas de la entrada y la larga cuesta que se

estiraba hasta el Raval Roig. espaba el momento exacto y saltaba encima del

equino. Romera galopaba ladera abajo, ella rebotaba en el lomo sin ensillar

como un gallardo soldado de caballería

hasta que acababa rodando por las piedras. sabía que cuando llegara a casa

magullada como un Santo Cristo su


“Por esa senda bendita

que va dejando a tu paso huellas de toda una vida desde la aurora al crepúsculo hasta que tu cuerpo aguante ve manando poesía”

A una madre, Emilia Cortés

A mi padre

Mi padre se puso enfermo yo tenía nueve años y entonces con buen criterio mandó llamar al notario era un leal amigo con el que había estudiado sacaron el bachiller y cada uno fue por su lado, quiero hacer el testamento, dijo mi padre apenado, quiero que mis hijos tengan todo lo que yo he heredado, piensa bien las condiciones puede salir uno malo o ser peor que los otros y puedas deshederarlo, eso no sucederá jamás porque aunque salga uno malo tendrá mi perdón, mi cariño y amparo y tendrá los derechos de sus otros hermanos porque los traje al mundo y moriré por cuidarlos.

Recuerdos (Del Raval Roig) Nací en un barrio marinero donde todo era honradez mi padre era el alcalde y todo marchaba muy bien el barrio era humilde nadie allí pasaba hambre vivíamos muy felices y no era malo nadie, llegó un día una pareja con cuatro hijos delante, venían del Albatera iban huyendo del hambre, se les dio una casa nuestra y allí pudieron vivir mi padre le dio un empleo lo metió a municipal, le dieron un uniforme

y también su credencial, un día hubo una trifulca y como era natural reclamaron al alcalde y también al municipal sacó su bloc y su lápiz y le dijo al peleante fírmeme aquí su pecado porque yo no sé escribir que a mí nadie me ha enseñado, cuando llegó a la alcaldía y lo vio el señor alcalde dijo Pepico que has hecho que yo no puedo ver hambre no puedo ver sufrimiento lo sabe señor alcalde.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén ·

47


madre prepararía la mano para conde-

Mili. Duró siete días

Una noche se libró de otra medalla. La

no quedó un sólo mé-

corarla con honores.

vecindad del Raval Roig era una familia: “en verano, a poquita noche, cada uno sacaba una mesita a la puerta de la

casa. en la mía como había más calle

poníamos varias. Y allí todos éramos uno, alguno se levantaba y picaba la merluza de al lado, otro pinchaba el queso de éste”. en una ocasión su

madre preparó una fuente de natillas

para unos invitados. Con sólo cinco años Milieta agarró un cuchillo y fue

arañando el postre por detrás para que

no se notara, cuando reparó se había

jalado la mitad. ese día no le castigaron: “Me libré porque hizo gracia a los amigos, pero mi madre me dijo que de

tanto comer reventaría. Y yo luego, en la cama, todo el rato mirando el reloj de

pared, sin dormir, para ver a qué hora reventaba. Pero no pasó nada y encima me supieron a gloria”, ríe a sus 95 años.

Tras el cambio de casa ya no había pe-

sebre en que subirse para trotar montaña abajo. Todo estaba muy pegado al

después del accidente.

dico en Alicante que

no lo visitara y todos lo mismo, que se le

habían encharcado los pulmones, que tenía

una neumonía muy

fuerte. Tras su fallecimiento, emilia dejó de

comer, de hablar, de escuchar, se apartó de

los amigos: “De repente, en mi casa no

habían más que llantos y penas. Fue morir

mi hermano y mi padre ponerse malo

del corazón. Un día se

desmayó en la barbería y ya duró dos años, pero en cama y con

medicación”, recuerda

con la mirada extraviada por la mesa.

suelo, por eso murió su hermano pe-

PATALEO

no me daba clase”. Pero emilia siguió

una pulmonía. entonces habían levan-

mucho tiempo y su hermana se com-

traba un papel en el suelo y lo leía como

queño, porque cayó a una zanja y cogió tado las calles para instalar desagües y

los niños saltaban de borde en borde. el

muchacho había nacido dos años después que emilia (aunque no era el más pequeño ya que llegó otro tres años más

tarde): “Como era el chico y el pequeño,

todo era para él, yo me sentía celosa,

pero lo quería con delirio”, confiesa

48 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

La lejanía del colegio le impidió asistir

prometió a darle lecciones. Compró un

libro de lectura que se llamaba Catón. “Mi hermana cada día me hacía leer

muy poquito. Yo quería llegar a una parte que decía pataleo. el día en que

llegué lo grité contenta... Mi hermana cerró el libro y me dijo que ya sabía

leer, y que me preparara si contaba que

pataleando. Pataleaba cuando enconsi se deshiciera entre las manos, pataleaba cuando se escondía para devorar

novelas, pataleó cuando se negó a trabajar por una peseta a la semana y montó su propio taller de modistas.

entró a los nueve años a su primer ta-

ller, enfrente del Teatro Principal. Además de coser, los sábados lo limpiaba


13

“Llegaba una fiesta y mis hermanas se iban, pero como yo era la que sabía coser me tocaba quedarme con la faena”

A los nueve años todo se torció. La familia tuvo que trasladarse de casa y en poco tiempo su hermano y su padre murieron

Las mujeres pasaban gran parte de su tiempo tejiendo su ajuar. ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE

todo con lejía y “por una peseta aca-

enseñaran a las nuevas. La amplia ha-

la maestra y su hermana se arreglaban

queña y abrió un local.

baba con los dedos chorreando sangre: y se marchaban a las siete, yo era la

aprendiza y me quedaba a despejarlo”.

A la siguiente fábrica se incorporó

como oficial, con un salario de tres pesetas al día. A los 17 años se recorría las

casas de Alicante remendando prendas. el trabajo se acumulaba y contrató a dos chicas, luego a otras dos para que

bitación del Raval Roig se quedó pe-

“Jugar”, mastica la palabra a boca torcida, “cada una teníamos nuestra labor en casa. Cuando venía alguna fiesta mis hermanas se iban y como yo era la que sabía coser, me quedaba con la faena”. UN CAMIÓN DEL MERCADO

“Cuánto tienes que sufrir cuando venga MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 49


“Terminó el bombardeo y fui a buscar a mi hermana y a mi cuñado. Me dijeron que mirara en un camión donde había gente escondida. Allí sólo había muertos amontonados”, relata Emilia la guerra”, profetizó un cuñado suyo

algo confiada porque hacía tiempo que

el soldado cogió al pequeño y se aden-

emilia sabía algo de las huelgas o las

ciudad. Pidió a emilia que cuidara de

un golpetazo de escombros en la es-

que moriría comido por la metralla. manifestaciones que recorrían la explanada, pero no esperaba ninguna debacle. Tenía una visión tranquila de la política. Las primeras elecciones en que las mujeres ejercieron su derecho a

voto (1933) su madre fue designada para ocuparse de una mesa electoral: “Aquel año la gente se volcó”.

emilia comprendió las palabras de su

cuñado el 25 de mayo de 1938. Por la

mañana su hermana fue al Mercado

ningún bombardeo “grande” azotaba la su hijo, una criatura enjuta de tanto chupar la teta seca y hambrienta de su

madre. su hermana vivía en los alrededores del mercado, a las once sonaron

las sirenas y corrió al refugio de la Montañeta. Antes de llegar advirtió que

había olvidado a su sobrino. no hizo caso al miliciano que le gritaba desde la

entrada “adónde vas, estás loca”, y re-

gresó. Agarró al niño. Las bombas reventaban a su alrededor. Al verla llegar,

tró en el habitáculo; ella le siguió y notó

palda. “Tocaron la salida. Herida como

estaba busqué a mi hermana y a mi cuñado. Un señor me dijo que mirara en un camión donde algunos se habían

resguardado. Allí sólo había montones de muertos, de mujeres, de chiquillos.

Murieron muchos, las colas daban tres

o cuatro vueltas al mercado porque vinieron de los pueblos a por comida. Por suerte mi hermana consiguió llegar al refugio de Alfonso el sabio”.

National Geographic

HISTORIA

50 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina


Los aviones no eran pájaros de costum-

detuvo y se desabrochó el cinto. Una

bolsa era demasiado pequeña, llenó un

noches en el portal. se tumbaban con la

había dejado intencionadamente bajo

La entrada de Franco supuso para ella

bres, por ello tenían que pasar todas las

cabeza bajo el marco de la puerta porque desde la cama no se oía la sirena. el

perro de su hermana merodeaba por el rellano, y siempre aullaba antes que las alarmas.

en 1938 la capacidad de los refugios os-

cascada de lentejas rebosó un papel que

los pies: “Para ti que me has aguantado”, ofreció el joven. Le vinieron bien. Muchas noches se acostaba sin comer y

su sobrino, el que sobrevivió a las explosiones, había muerto encanijado.

cilaba desde los 100 de Mare nostrum

LA RADIO Y LAS NARANJAS

somol o Maestro Bretón. Los ciudada-

nazaron y que le regalaron naranjas.

o Calle de Álvarez a los 2.000 de Konnos se amontonaban en las entradas.

en una ocasión, una bomba trituró a varias personas que se acurrucaban en

el pasillo de acceso de una factoría cer-

cana a Benalúa habilitada como resguardo antiaéreo.

Una mañana, Mili lucía uno de esos trajes de chaqueta que se estilaban entonces, con una falda larga y apretada.

Unos parroquianos de un bar cercano

al Ayuntamiento le vacilaron: “Chiquita, cómo toquen las sirenas no vas a

poder correr”. “Cómo que no”, contestó, “me la arremango y corro”. Chirrió la alarma y corrieron todos al refugio del Ayuntamiento. eran las

doce del medio día y todos los trabajadores del puerto se guardaron en el

mismo refugio. estaban hacinados.

emilia, que apenas acertaba a encontrar sus hombros, notó en el hombre de

detrás una cosa rara, como que crujía.

Miraba de reojo extrañada por el rechinar que le apretaba la espalda. el chico

se disculpó: “nena, tranquila que no te

De los milicianos recuerda que le amePrimero irrumpieron en su casa para llevarse la radio. Había incumplido la prohibición de escuchar la emisora del

bando nacional (una que emitía desde 'el buque canarias'): “era medianoche y parecía que estaban escuchando detrás

de la puerta. serían buenas personas, pero estaban obligados a eso. Al final ni

se la llevaron ni nada”. Más tarde, cuando las tropas franquistas ya daban aldabonazos de pólvora en las puertas

de la ciudad, emilia acudió con una ve-

cina a la estación de la Marina, los milicianos habían abierto unos vagones y estaban repartiendo comida. Uno de ellos le ofreció naranjas y al ver que su

sacó y lo llevó a su casa.

un cambio lamentable, aunque significaba el final de los bombardeos y en

parte la tranquilizaba. “De repente, en

Alicante ningún rojo trabajaba protesta. si tenías una buena plaza te daban una patada en el culo y ponían a

uno de los suyos, aunque no supieran

hacer la “o” con un canuto. Franco dijo

que no habría ningún hogar sin pan ni

sin leña... y pasamos más hambre que

en guerra”, protesta se retorcían gusanos por las lentejas del racionamiento,

y daban una harina que olía a cieno al amasarla.

Por las calles comenzaron a verse mujeres rapadas a retales y con cara descompuesta. Venían del sitio donde “por

cualquier cosa pelaban al rape y obligaban a beber aceite de ricino”. en un desfile enfrente de la Casa de socorro

vio a un soldado canijo irguiendo su

boina roja. ese mikito era un madrileño muy chuleta “que no valía ni lo que

había costado bautizar”. Le hizo cierta gracia recordar lo orgulloso que vestía

A muchas mujeres las llevaban al sitio, allí les rapaban la cabeza y les deban de beber aceite de ricino. Emilia estuvo a punto de ir por no levantar el brazo cuando pasaban los banderines

voy a perjudicar”. Al salir del refugio, la MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 51


La Brigada Motorizada italiana desfiló por el Paseo de los Mártires, subió por las Ramblas y tomó los puntos estratégicos de la ciudad. “No eran malas personas”, recuerda Cortés, “y dejaron más de un hijo repartido” estaba tomando la

ban a los dueños, y que, además, re-

vaba al sitio. Pero

dice que la convivencia con la muerte

revancha y se la lleun militar mayor interrumpió, “¿Qué

pasa aquí? Tú me

has visto a mí levantar la mano. Yo la he levantado, ella

la ha levantado, el Tropas italianas de las Flechas Verdes de la División Littorio. ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE

que no lo ha hecho ha sido usted, y

ahora mismo pasa delante

su traje de miliciano meses antes,

cuando iba tras ella babeando. Pasaron las banderas y todos los presentes

de

mí”.

emilia conservó su

pelo y su estómago, y nunca más supo nada el mikito.

extendieron el brazo; los banderines,

SANGRE DE LITTORIO

el mikito, quizás resonándole aún las

nacidos en 1940 corre algo de la Divi-

en cambio, no exigían ningún saludo. calabazas en la oreja, se acercó a ella.

“Oiga, pase usted aquí, que no ha saludado a la bandera”. “A lo que no he

saludado ha sido a los banderines...”, respondió. “He dicho”, se desgañitó,

“que no ha levantado la mano y no ha

levantado la mano. Pase usted delante”. emilia se paralizó, sabía que se

52 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

Por la sangre de muchos alicantinos

sión Littorio. La Brigada Motorizada italiana desfiló por el Paseo de los

Mártires, subió por las Ramblas y

tomó los puntos estratégicos de la ciu-

dad. “no eran malas personas y dejaron más de un hijo repartido”. emilia sólo recuerda que ocupaban algunas

casas para alojarse, pero no expulsa-

partían chocolate entre las chicas. se

desbridó a algunas muchachas. “Yo no

fui libertina, pero no porque fuera

mejor o peor que otra, sino porque mi

madre a bofetones me habría matado”, confiesa.

Una época empezó a estilarse que los

novios se cogieran del brazo. ella caminaba junto al suyo por la explanada.

Contaba entonces más de 20 años. Había unos fotógrafos que retrataban a los paseantes y llevaban la foto al

domicilio. Una tarde abrió la puerta y su madre le giró la cara de un tortazo y le recriminó el retrato.

emilia contrajo matrimonio en 1942, con 27 años. Antes de la cita con el

cura, las parejas debía firmar la unión en el juzgado. su madre fue tajante:

“Para mí no estáis casados”. “si nosotros no íbamos a acostarnos ni nada, pero ni siquiera un beso o cogerte un

poco...”, revive la frustración. incluso

tras la boda, se escondía en la habitación para que su marido la besara antes de marchar al muelle.

no recuerda cuándo dejó de ser menor


Marido de Emilia Cortés ÁLBUM FAMILIAR

Recuerdos

“... cuando esté yo contigo te ayudaré en lo que pueda y entre los dos cuidaremos del tesoro que dejamos en la tierra”. A mi marido, Emilia Cortés de edad. Cualquier conversación que

y garabatea unas cuartillas. en ellas su

cobrara seriedad terminaba para ella

padre vuelve a llamar al albacea; o viaja

calle”. Posiblemente su progenitora

Raval Roig; u otra vez nadie abre la caja

de la misma manera: “Chiquilla, a la guardaba la esperanza de que aún creyera ciegamente, como al nacer su

hermano pequeño, que una cigüeña repartía niños por las chimeneas. VIDA EN VERSO

Cerca de los noventa años emilia se empeñó en traducir su pensamiento y

su memoria al verso. Muchas noches de sueño destemplado enciende el flexo

de nuevo una bota de mesa en mesa del minúscula en que se enfría su primer re-

cién nacido, el mismo que horas antes rosado y ansioso se abrazaba a su pecho,

y otra vez piensa que la engañaron. Pero

Yo tuve a mi primer hijo en muy malas condiciones casi de daban por muerta y tenían sus razones, estuve tres días de parto no podía dar a luz hubo que hospitalizarme hasta que por fin me operaron y aquel chiquitin nació, era un niño muy hermoso cuando lo tuve en mis brazos creía que era un sueño pero no estaba soñando era de carne y hueso le di la teta aquel día la tomó con ansiedad ese es mi último recuerdo ya no lo volví a ver más, me dijeron que había muerto pero no me lo enseñaron no me pude levantar porque tenía mucho daño yo quise ver a mi hijo dijeron que ya estaba enterrado yo pienso que me lo robaron sé que antes de morir pueda ver a mi muchacho siempre lo presentiré nunca lo he olvidado y pienso que lo vere antes de haberme marchado...

también escribe para sus nietos, o ansía

las Mañanitas de los sábados en que toma café con leche y “unos churritos muy majos” junto a sus sobrinas pen-

sando con cierta satisfacción que a pesar de todo la vida es la que es.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 53


anecdotario

“Con el racionamiento no era suficiente. Nos comíamos hast la piel de las patatas” Manuela Torregrosa Pastor

Alejandro Ferri · ALiCAnTe

M

Manuela Torregrosa fue poco

¿Le gustaba aprender?

visión. El dibujo era lo que más le

queza, los niños iban a jugar a la er-

tiempo al colegio, no llegó a la digustaba. Ponían un ejemplo en la pizarra, ella agarraba su lápiz y lo pintaba “exactamente igual”. Más

de una vez su tía Soledad, la maestra, le reprendía porque le hacía

el trabajo a algunos amigos. Hoy,

a sus 77 años, acude a las actividades del centro Novaire de San Vicente.

Los

ejercicios

para

la

memoria consisten en rellenar

con nombres de árboles, peces...

Carmen, trabajadora de la residencia, tiene que reñir a Manuela

muchas veces porque acaba la primera y chiva las respuestas a otros compañeros.

54 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

Mucho. en verano, allí en Villafran-

Manu ela cu enta cómo ayudaba a alimentar los palomos y conejos qu e tenían en los corrales de su primera c asa. CÉSAR PONCE

mita por la tarde. Yo no. Yo me metía en mi casa, cogía el libro y lo repasaba

de memoria. Al día siguiente contes-

¿Cómo era su colegio?

cómo sería que entré de las pequeñas

íbamos a su casa. Recibía a 20 o 30

taba toda la lección a mi tía. Fíjate y pasé a los que iban por delante de mí. ¿Cómo eran aquellos libros?

Recuerdo uno que le decíamos 'qué

linda' porque tenía un verso que decía

“qué linda en la rama la fruta se ve”, era muy bonito.

¿Y se portaban bien los niños?

Algunos se portaban mal y les reñían o

les castigaban arrodillados en un rincón o cara a la pared. A mí nunca me castigaron.

Mi tía sole era maestra del gobierno e

chiquillos y chiquillas para darles la lección. Allí estábamos hasta los diez

años. Por las tardes nos enseñaban a

bordar y a hacer cositas manuales. Durante la guerra fuimos a dar clase al

huerto de don Juan Manero. era muy pequeña, pero recuerdo que mi padre

me llevaba de la mano con una sombrillita que tenía el fondo negro y unos lunaritos en blanco y rojo. en invierno para el frío entrábamos dentro y nos


sta

calentábamos con una cocina de leña.

la gente pasaba a ver las flores.

les hago comida a los pájaritos. Veo

era grandísima. Tenía un piso y planta

les?

echan a la basura, yo los recojo y los

¿Recuerda su primera casa?

baja, cuatro habitaciones bajo, un

patio grande con parras, dos gallineros. en uno criaba mi madre conejos y en el otro palomos y gallinas. Todos los

domingos mataba una pieza. Yo ayudaba a alimentarlos, les dábamos

pienso, salvado... Me acuerdo mucho del patio: mi madre plantaba macetas

con las que luego adornaba la casa; en

verano dejábamos la puerta abierta y

¿Jugaba mucho con los animaClaro, yo bajaba y decía gallito 'kikiriki', canta, y él cantaba. incluso ahora

que los mendrugos de pan de aquí los

guardo. Por la noche de ese pan saco mollitas y al día siguiente les echo la

“Los niños iban a jugar a la ermita. Yo cogía el libro, lo repasaba y al día siguiente decía la lección de memoria” MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 55


anecdotario “Los soldados acampaban en la plaza de iglesia y se ponían a hacerse paellas. A los santos los sacaban y los quemaban” comida y vienen tórtolas y gorriones

mos al campo a coger camarrojas, acel-

veíamos pasar los aviones.

puerta de la residencia se paran y nada

hasta las pieles, las cuajábamos y las

no, sólo la sirena. Un día oímos que

como locos. en los pinos que hay en la

más verme vienen. Viene uno con una gracia, se para delante de mí y se queda

con la cabecita torcida, un descaro; me

hace mucha gracia. Tuvimos también

gas. De las patatas aprovechábamos freíamos como si fueran orejitas de

esas tostadas. Las habas las hervíamos y con la piel les poníamos vinagre y aceite. Pasamos las de Caín.

un gato al que llamábamos Cuqui. era

Sus primeros recuerdos serán del

patio y tardaba horas en volver. Mi

sí, tenía cuatro años y me acuerdo

muy ladrón, se iba por la pared del madre se enteró de que iba al campo y

se comía los conejos de algunos corrales. Uno de los dueños amenazó con pegarle un tiro. Una tarde salió y no lo volvimos a ver.

Entre las gallinas y las uvas no les faltaría de nada...

en principio no. Aparte de lo de la casa,

mi padre hacía paellas y mi madre pastelitos muy buenos. Luego vino la guerra y personas que estaban bien se

fueron a la ruina. entonces había racionamiento, pero no era suficiente. Íba-

conflicto.

como si fuera ahora. Tocaba la sirena y mi madre me llevaba en brazos liadita

en una manta. Me llevaba corriendo al

campo porque en Villafranqueza no

había refugios. nos íbamos a un descampado en que había muchas cuevas de las que sacaban una tierra parecida

al ocre para fregar los platos. Había muchos del pueblo agolpados. Otras

noches nos íbamos a un campo grandísimo con muchos limoneros, le decían el huerto de Consuelo. Desde debajo

de los limoneros y a la luz de la luna

¿Oían las bombas?

habían tirado una bomba grande en el Mercado Central de Alicante. Mi tío

Manuel había ido allí a comprar y no

sabíamos nada de él. Toda la mañana

estuvimos pensando que le había cogido la bomba, mi madre no paraba de llorar. Al final regresó y nos contó que

justo cuando el volvía comenzó el bombardeo.

¿Cuál era la situación de Villafranqueza durante la guerra?

Fue peor en Alicante. De lo que más me

acuerdo es de los soldados que acam-

paban en la plaza de la ermita. Lo ocuparon todo, se ponían a hacerse paellas, en la ermita se pusieron un

despacho para escribir, los santos los

sacaban de la iglesia y los quemaban. siempre he sido muy devota y no podía ver esas cosas.

HOMENAJE A TODAS LAS VÍCTIMAS CIVILES DEL BOMBARDEO DEL MERCADO CENTRAL

martes 25 a las 10:30 en el cementerio municipal

56 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina



F OTOS

CEDIDAS POR LA FAMILIA

C ONDE H IDALGO

EL CH


ESTEBAN ORDÓÑEZ

lA iNfANciA de uNA éPocA robAdA Por lA PólvorA y el hAmbre

HASQUIDO

Familia de Villafranqueza A RCHIVO M UNICIPAL DE A LICANTE


el chasquido

Un carabinero temblaba en el río

del siguiente año, al mirar un

Pandola les llevaba bajo mano una bolsa

cuando le acercaron una venda a los

dió confesar la violación y la muerte

allí”, cuenta Rosario a sus 84 años, “toda

U

Seco de Castellón. Revolvió la cara ojos: Él no había matado a nadie, in-

sistía. Parecía que intentaba imagi-

narse, en el fondo de las bocas negras y enrobinadas que le apunta-

ban, agarrando a una chiquilla con

charco, el verdadero culpable deci-

de la muchacha. Para entonces ya habían silbado los cañones y Car-

men había descubierto lo fácil que cruje la vida de un hombre.

violencia, aplastándole la cara con-

Corría 1930 y Carmen contaba unos 12

oír la rasgadura de la falda, su llanto

fancia fue robada por la pólvora que reven-

tra un pino; parecía que intentaba entre los puños o el sonido roto del pequeño cuerpo. Quizás simple-

mente aguardaba asustado, como lo recuerda Carmen Fernández, el chasquido de los fusiles. Según con-

taron los mayores, un día lluvioso

años. Pertenece a una generación cuya in-

taba vigas, la carne esparcida, las casas en silencio esperando una carta o los golpes

en la puerta con escopeta al hombro. se

diría, según sus testimonios, que la españa de entonces, donde un sólo rumor era una condena, y la pobreza y el atraso agrava-

ban la imaginación, fue como un hipnoti-

zador con demasiada prisa en chasquear los dedos.

LA TÍA PANDOLA

Rosario González tenía 10 años cuando empezó la guerra. A su madre la llamaban la tía Pandola: “entonces a los de derechas les decían Pandolos”. su familia era mediera en una finca situada a cinco kilóme-

tros de elche. Los dueños del

terreno se escondieron y

cada cierto tiempo la

de huevos o una botella de aceite. “Por

la gente se volvió de izquierdas, nada más

que hacían daño. se juntaban por lo menos 20 hombres que pusieron un eco-

nomato y daban la comida a ración. Por las noches salían a las casas a pedir un pollo, huevos, pan; luego se iban a su guarida y cenaban”.

el adinerado dueño de la finca, Antonio Román, se ocultó con su hijo en un falso techo de su casa. Unos milicianos fueron a buscarlo y las criadas aseguraron que des-

conocían su paradero. nerviosos por el jaleo, los arrinconados se movieron. Rápidamente, los soldados subieron y golpea-

ron el techo hasta encontrarlos. Fueron fusilados antes de llegar a novelda.


Terminó la guerra y la madre de Rosario González , angustiada, consultó a una cu-

randera. su hijo mayor permanecía en el

el jardín del pecado mortal

frente y no sabía nada de él. Justo a los

Lo primero que Carmen Fernández supo

chera. Había pasado el conflicto encargado

la mitad de la herencia que, por derecho

ocho días regresó, como predijo la super-

de la cocina de una base de Villena. “Como se había portado bien” se quedó para en-

señar su trabajo a los nacionales. el otro hermano, el más pequeño, había llegado días antes de acabar la guerra: “Apareció una noche con los pies hinchados y llenos

de sangre. en Mérida mataron a no sé cuántos de su regimiento y salió huyendo”.

Caminó durante varios días por montes y sierras, sin ningún alimento. Apenas supe-

raba los 20 años. Al atravesar la puerta rompió a llorar: “escondedme por ahí, no

quiero irme más”. Cuando advirtió que su hermana Rosario guardaba las cartas del frente en que contaba los miedos y los

muertos, las echó al fuego. “La guerra afectó mucho a su moral. Antes de salir al frente era más alegre y cariñoso, después

se volvió más arisco, parecía que había perdido la ilusión en la vida”, lamenta González.

LUTO VACÍO

en 1936, con 20 años, Mercedes García servía en casa de un matrimonio rico de Vinarós (Castellón). Los rumores se aga-

rraban a los adoquines y ella pasaba más noche al filo de la cama que durmiendo. “Decían que se habían llevado de madru-

gada al cura o a un hombre del final de la

calle. no lo entendía mucho, lo único que

de la iglesia es que se había quedado con

de sangre, pertenecía a su padre. su abuela era “muy rica, del rey, de derechas

y una beata”. “nosotros éramos de la parte

de la izquierda y no nos quería”, confiesa

la castellonense. Así, en el testamento figuraban como beneficiarios una hija y la iglesia. no fue difícil para una familia ya reacia a los ritos religiosos, tomarle manía al clero. sin embargo,

cuando estalló la guerra y algunos exaltados asaltaron iglesias y conventos, su padre no quiso ser partícipe. Metió a las niñas en casa y cerró puertas y ventanas.

sí recuerda el jardín que unía la casa de los curas y la iglesia. Las niñas jugaban por toda la calle salvo en esa zona porque habían “hecho creer que era pecado mortal”. era un jardín grande de flores por el que sólo atravesaban los sacerdotes. “Cuando entró

la República, ¡Ale!, lo primero

que hicieron fue cortar el jardín y abrir calle para que pasara la gente. Las niñas nos alegramos muchísimo verlo”,

Carmen.

al

cuenta Escultu ra del monte de Algueña/E STEBAN O RDÓÑEZ

sabía es que se metían a las casas y saca-

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 61


moros de verdad maría garcía garcía “Al final de la guerra aquí trajeron muchos moros de esos de verdad, de los que llevan la bolsa

colgando, y han sido muy malos. Mi hermano José tenía 18 años, se lo llevaron a Rabasa y casi lo matan. Recuerdo que ese día estaba chispeando. él nunca había fallado a la hora de llegar a

casa, pero eran las tres de la mañana y no aparecía. Todos preocupadísimos. Llegó todo lleno de mordiscos y de golpes. A él lo querían matar y tirar a una acequia, pero se pudo escapar cuando

el de la guardia mora se quedó durmiendo. entonces dimos parte a la falange y pusieron a mi hermano delante de un grupo de moros. Reconoció a uno y ése delató a los demás. Al final los fusilaron porque no cumplían órdenes de nadie... han hecho mucho daño”.

ban a la gente. Oía a media noche los ca-

permiso estábamos todos de fiesta, pero

tana. Tenía mucho miedo de que se

mucho porque no sabíamos si volverían”,

miones que pasaban por debajo de la venllevaran p'alante a mi amo”.

Uno de los hermanos de Mercedes estuvo

tres años desaparecido. su madre lloraba sin descanso una muerte supuesta. nadie

sabía si lo habían reclutado o si lo habían

fusilado. su mujer salía con un pañuelo negro en la cabeza, un vestido negro y unas medias de hilo negras, y se desviaba del pueblo con una bolsa de comida que regre-

saba vacía. Al finalizar la guerra el cadáver se levantó del sepulcro donde había per-

manecido solo para no ir al frente. según Mercedes, su deserción fue mérito sufi-

ciente para que el nuevo orden le ofreciera un cargo.

La familia de Milagros Bernabeu (1922) también sufrió la incomunicación. estaba arrendada en una finca de ibi que pertenecía a un sacerdote. sus tres herma-

nos mayores lucharon en el lado republi-

cano “porque les pilló en esa parte”. el más

pequeño no había cumplido la mayoría de edad en 1936 y fue reclutado más tarde.

no sufrió tanto la trinchera, sí, en cambio, la reclusión en el campo de concentración

improvisado en la plaza de toros de Alicante. Las noticias del frente sólo llegaban por

carta. eran conscientes de que no había demasiado tiempo para escribir, sin embargo cuando el cartero se demoraba de-

masiado la casa se callaba. “si venían de

62 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

cuando tenían que regresar llorábamos recuerda Bernabéu. Al volver de permiso

uno de los hermanos sufrió un choque de

fármacos —acababan de trasladarse a una

lo operaron a tiempo y recuperó la vista. A

porque las autoridades habían aprove-

tren y “se le sacaron los ojos”. Por suerte otro, sin embargo, lo rescataron casi he-

lado de una trinchera de Teruel y murió a

los dos años. nunca fue un hombre para la

pequeña casa propiedad del progenitor

chado la finca del cura para instalar un hospital—.

guerra. su cara pálida se descompuso más

BARRANCO DE LAS OVEJAS

cuando al principio de la contienda un ca-

que recibió la rafaleña Rosario Gómez

que la de cualquiera de sus familiares mión cargado de milicianos irrumpió en la finca que su padre administraba: “Había-

mos dejado abierta una de las verjas y por

ahí se colaron. entraron a la sala con el fusil, y nosotros comiendo. nos quitaron sacos de comida, se llevaron los animales

que quisieron... un asalto. Los milicianos dijeron que iban a traer al dueño, al cura, arrastrando detrás del coche. Mi padre dijo que no lo quería ver y le respondieron: “no lo verá porque usted va delante y el otro detrás”. ese día se fueron sin hacer-

nos nada. Pero resulta que a mi padre te-

nían intención de matarlo y tuvieron que traernos una guardia de milicianos de Tibi para protegernos de los otros”.

no estaba hecho para la guerra y se le me-

tieron las penalidades en el corazón y los pulmones. el padre se gastó mucho dinero

en inyecciones y medicamentos, incluso

planteó vender la vivienda para costear los

Una de las primeras noticias de la guerra fue el fusilamiento de diez paisanos. el día

19 de julio de 1936 un grupo de falangistas,

bajo el mando del cabecilla local Trinitario

seva Valero, se unió a sus compañeros de Callosa del segura, Orihuela, Crevillente o Mundamento para intentar tomar la capi-

tal alicantina. el alcalde, José Grau Díaz, les aconsejó que abortaran la operación y advirtió su deber de alertar a las autorida-

des alicantinas. según La Guerra Civil en

la provincia de Alicante, de Vicente Ramos, el Gobierno Civil supo sobre las seis y las siete de la tarde que grupos ar-

mados se acercaban por el Barranco de las

Ovejas. Rosario recuerda que todos los hijos de una familia perecieron. se trataba

de Francisco, José y Manuel Rodríguez Cruz, que fueron fusilados junto a 7 rafaleños más el 12 de septiembre.

su familia era de izquierdas, sin embargo la entonces joven de 16 años reconoce que


Quema de conventos, en Plaza Ramiro, cerca de Santa María (11-05-1931). A RCHIVO M UNICIPAL DE A LICANTE

13

“Hubo rencillas, decían: tú has matado a mi hermano, ahora te mato yo sin dar cuentas a nadie”, recuerda Gómez Las cartas eran la única vía de comunicación posible desde el frente, cualquier demora era una sospecha de muerte

la cruz en llamas

A las cinco de la tarde del 11 de mayo de 1931 un tumulto se agol-

paba en la Rambla de Alicante. el día anterior, en Madrid, las manifestaciones anticlericales se habían resuelto con el asalto o el

incendio de edificaciones eclesiásticas como el convento de religiosas bernardas de Vallecas, la iglesia de santa Teresa situada en la

Plaza de españa o los colegios María Auxiliadora y sagrado Corazón.

estimulados por las noticias de la capital y de otras ciudades la muchedumbre arremetió, en primer término, contra la Residencia de la Compañía de Jesús. el convento de las monjas agustinas fue el

segundo destino. La turba desplegaba su acción destructiva sin resistencia hasta que llegó a la Casa de los salesianos. Una sección de

la Guardia Civil montada la emprendió a tiros contra la multitud. Un joven de 17 años, Luis Maciá López, cayó herido. Fallecería en

la Casa de socorro horas más tarde. La Guardia Civil recibió órdenes de retirarse. La avanzada gravedad de Maciá encolerizó a los

manifestantes que asaltaron e incendiaron el edificio. el hermano

Jaume Buch fue golpeado y el director de escuelas salesianas, Recadero de los Ríos, salvó su vida después de que un improvisado tribunal popular dictara su condena a muerte.


se cometieron muchas injusticias: “Hubo

con el brazalete de fle-

un fraile y ¡pinpinpin!”, recuerda imitando

misa

guerra también hubo muchas rencillas, la

la existencia de Quin-

un transtorno, sacaban a un ricachón o a un revólver con la mano, “al final de la gente decía tú me has matado a mi her-

mano, ahora te mato yo sin dar cuentas a nadie”.

según cuenta Rosario, su hermano Francisco cayó en la Batalla del ebro y un ve-

cino del pueblo lo remató. el joven era un

buen tirador. Celebraba los domingos de

resurrección disparando al aire con una escopeta de dos cañones. “el otro chico

pensaría que mi hermano mataba tantos que los estaba dejando sin fascistas y

acabó con él”, sospecha. no le guardaron

luto porque nunca encontraron el cuerpo.

el de Antonio, su hermano de 16 años, sí

lo encontraron... colgando en la olivera de su casa. La muerte también acechaba en la

retaguardia, pero con otros trajes. según

su hermana, a Antonio “lo mató el hambre y el aburrimiento”. Un día fue al campo a trabajar y una vecina, al ver sus pantalo-

nes agujereados y carcomidos, le espetó:

“Antonio, ¿es que no tienes pantalones?”. Le avergonzó no tener dinero ni para ves-

tirse. Llegó a casa y después de comer se

ahorcó. La olivera estaba en la misma puerta: “Lo encontramos con una pierne-

cica subida a una rama. Pobrecico, cuando ya se vio la muerte intentó salvarse”.

CHAQUETA REVERSIBLE

Fueron muchos los republicanos que a

partir 1 de abril de 1939 salieron a la calle

64 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

chas anudado a la caazul.

Toda

Alicante sospechaba tacolumnistas.

se

decía que estropeaban las raciones de co-

mida, que fallaban a propósito los disparos desde las baterías an-

tiaéreas o que filtra-

ban las debilidades de las defensas de la ciudad.

Pero más allá de aque-

llos que oponían un

boicot activo durante

la contienda, muchas familias, como recuerda

Rosario

González, “se volvie-

ron la chaqueta”. el día de proclamación de la República unas

muchachas, vecinas de González, salieron

a manifestarse ataviadas con trajes rojos,

ello los primeros años de postguerra es-

en el hombro. A la llegada de Franco

tante, hubo quienes, excediendo el

gorros frigios y banderas rojas apoyadas

arreglaron la iglesia. entonces cambiaron el gorro por el velo e “iban todos los domingos a confesarse y a misa”.

santiguarse con las rodillas hincadas en el banco de una capilla era una manera desesperada de diluir un pasado comprome-

tido con la causa republicana. Quizá por

paña vivió un alto fervor religioso. no obs-

instinto de supervivencia, se volvieron ese odio que en ocasiones era fácilmente re-

versible y acumularon montones de delaciones a su espalda.

Otros, por el contrario, se dejaron aboto-

nada la chaqueta, pero se olvidaron de la

ideología. el entonces novio de Rosario


Gómez, Antonio Bernabéu, pudo abando-

lizó de ellos. Cada vez que recibían visita

de Albatera gracias a un viejo enemigo que

acompañaba a pasear.

nar el tortuoso Campo de Concentración Rosario y su cuñada Manuela encontraron segando alfalfa cuando llevaban comida al

prisionero. Antonio había sido Guardia de Asalto durante el conflicto. Al chico de la

alfalfa lo venció en un tiroteo y lo encerró

en Paterna (Valencia) junto a los demás supervivientes. Bernabéu se responsabi-

de las novias los sacaba de la cárcel y los

Rosario sonríe al recordarlo, entorna los ojos, y el izquierdo, con más diotrías, casi se le borra. existen recuerdos en mitad de tanto horror que por un momento devuel-

ven a una mujer de ochenta años el gesto

iluso con el que corría antes de que un

Santiguarse con las rodillas hincadas en el banco de una capilla era una manera desesperada de diluir un pasado comprometido con la causa republicana

chasquido la despertara.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 65


EL CERROJO Ciudadanas, resistentes y súbditas: las mujeres de la República a la posguerra móNicA moreNo seco

ProfesorA del ÁreA de historiA coNtemPorÁNeA de lA uA. líNeAs de iNvestigAcióN: educAcióN eN lA esPAñA coNtemPorÁNeA iglesiA, Actitudes religiosAs y lAicismo mujeres eN lA esPAñA coNtemPorÁNeA

L A VIDA DE LAS MUJERES EXPERIMENTÓ CAMBIOS MUY ACUSADOS EN LA DÉCADA DE LOS TREINTA. LA SEGUNDA REPÚBLICA SUPUSO LA OBTENCIÓN DE DERECHOS COMO EL VOTO O EL DIVORCIO. EN LA GUERRA MUCHAS ALICANTINAS SE MOVILIZARON EN DEFENSA DEL RÉGIMEN REPUBLICANO, EN LAS TRINCHERAS Y SOBRE TODO EN LA RETAGUARDIA , ACUDIENDO A HOSPITALES Y TALLERES. L A IMPLANTACIÓN DE LA DICTADURA FRANQUISTA SIGNIFICÓ PARA LAS VENCIDAS UNA DURA REPRESIÓN Y PARA TODAS LAS MUJERES EL REGRESO A LA TUTELA DEL PADRE O DEL ESPOSO. LA REPÚBLICA Y LOS DERECHOS

los derechos civiles. Puedes y debes intervenir en

bargo, en las elecciones de 1933, las primeras en

Por primera vez en la historia de españa, las mu-

gieron numerosas agrupaciones femeninas en

voto, los mensajes electorales mostraban cierta

DE LAS MUJERES

jeres alcanzaron la ciudadanía plena con la se-

gunda republica. la constitución de 1931

sancionó la igualdad entre mujeres y hombres.

Aunque sectores importantes de la izquierda identificaban el voto femenino con la iglesia y las

posiciones conservadoras, el derecho al sufragio fue aprobado, noticia que fue recogida con en-

tusiasmo por algunos periódicos alicantinos, como Polémica, de Petrer: “la república espa-

ñola acaba de proclamar la igualdad de sexos… te ha liberado de la injusticia secular que te es-

clavizaba al hombre. gozas ya de la plenitud de

66 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

la vida pública del país”. A raíz de este logro, sur-

los principales partidos: por ejemplo, en Alicante,

se creó un grupo en izquierda republicana; en elche, el grupo femenino socialista, dirigido por francisca vázquez y rita garcía, y otro del Par-

tido republicano radical socialista, en un acto que debía ser el prólogo para otros “que divul-

guen entre la mujer la enorme responsabilidad que para el porvenir pesa sobre ella, por las libertades y derechos que le ha otorgado la re-

pública”. la participación política de las mujeres comenzaba a articularse, las alicantinas empezaban a opinar de política en la prensa. sin em-

que las mujeres pudieron ejercer su derecho a prevención ante las nuevas votantes: “¡compa-

ñero! (…) ¿has convencido a tu compañera, a tu hija, a tu madre o a tu hermana de la necesidad

de que voten y trabajen [por] la candidatura del Partido socialista y de la unión general de tra-

bajadores? No pierdas de vista que les rodean muchos prejuicios religiosos, más que al hombre, y que nuestros enemigos las tienen sugestionadas”. la pervivencia de los estereotipos era im-

portante, pero se estaban dando los primero pasos hacia una ciudadanía política activa.

Además, la república introdujo numerosos de-


rechos civiles, como la igualdad de los cónyuges

LAS RESISTENTES EN LA RETAGUARDIA

para poder comer, se les cierran puertas y más

medidas que terminaron con la subordinación

esfuerzo bélico se dio lejos del frente. la movili-

cuando las mujeres alcanzaron una presencia

en el matrimonio o la aprobación del divorcio, legal de la esposa al varón. lo cual no significa que la sociedad cambiara de raíz, pues los valo-

res tradicionales continuaron en buena cuenta vigentes. Pero es cierto que a muchas mujeres,

sobre todo de clase media y con preparación, el régimen republicano les ofreció oportunidades

para acceder al trabajo, entrar en contacto con nuevas ideas o decidir con mayores cotas de li-

bertad su futuro. la prensa alicantina recogía el interés por las mujeres modernas que conducían coches, ejercían profesiones liberales o practicaban deportes.

hubo una creciente incorporación de las mujeres

al mundo laboral que, sin embargo, no puede hacer olvidar que, en términos generales, el sa-

lario femenino era un 50% menor al masculino.

según la legislación republicana, el salario de las

mujeres casadas seguía estando controlado por los maridos, si bien se preveía que las trabajadoras pudieran administrarlo con autorización ma-

rital o en caso de separación. Además, se

garantizaba la igualdad de oportunidades en el acceso a puestos de trabajo estatales, aunque la condición femenina era motivo de exclusión en

otros -nocturnos, insalubres o peligrosos-. Por otra parte, las autoridades republicanas de iz-

quierda dedicaron un gran interés a la mejora de la educación. el fuerte impulso a la creación de nuevas escuelas se tradujo en un importante descenso del analfabetismo femenino. en los

institutos de Alicante, Alcoy y elche el número

de alumnas creció de forma destacada. si bien las escuelas Normales y algunos centros de primaria implantaron una enseñanza mixta, conti-

nuó la costumbre de separar a niños y niñas en aulas diferentes y se mantuvieron asignaturas diferenciadas como costura o labores. No obs-

tante, para muchas niñas y jóvenes la república significó la posibilidad de estudiar, y de hacerlo

con maestras bien preparadas y en escuelas con buenas condiciones.

la aportación fundamental de las alicantinas al zación de las mujeres, aunque estuvo vinculada a espacios tradicionalmente considerados femeninos, como el cuidado, supuso una mayor pre-

sencia pública. la atención a enfermos,

puertas”. A pesar de todas estas dificultades,

importante en un centro de trabajo, obtuvieron mejoras laborales y salariales, como consiguió el sindicato de obreras turroneras de jijona.

refugiados y niños, que en Alicante cobró gran

LA DIFÍCIL SUPERVIVENCIA EN

numerosos huidos de Andalucía y madrid, fue

en la retaguardia alicantina vivían también mu-

relevancia al convertirse en zona de acogida de uno de sus principales campos de actuación. estas labores asistenciales y sanitarias, en torno a organizaciones como el socorro rojo interna-

cional, fueron decisivas en la resistencia del bando republicano. Asimismo, muchas mujeres

participaron en talleres de confección de ropa para los soldados; para llamarles a participar en ellos se apelaba a sus sentimientos maternales:

“madre que acuestas amorosamente a tu hijo y le abrigas cuidadosamente, piensa que Alicante ha enviado muchos hijos al frente que pueden estar padeciendo frío”.

también fue destacada su incorporación al trabajo en las fábricas, por la necesidad de mante-

ner el ritmo de producción y sustituir a los

hombres que iban al frente. No obstante, hubo serias limitaciones al trabajo femenino, considerado coyuntural y secundario. Pervivió la discri-

minación salarial y se daba una división sexual del trabajo en los talleres, reservándose las ta-

reas técnicas para los varones y las labores más

ligeras para las mujeres. Además, hubo mucha resistencia de los sindicatos y los obreros a que

las mujeres se incorporaran al trabajo industrial, entre otros motivos porque se les consideraba

competidoras en el mercado laboral. militantes

libertarias alicantinas denunciaban esta actitud: “no puede seguir lanzándose a todo evento el que las mujeres marchen a ocupar los puestos

de producción en los talleres, en las fábricas, en las oficinas, en todas partes, y que la realidad sea

TIEMPOS DE GUERRA

jeres menos politizadas pero responsables de la supervivencia cotidiana de sus familias. la guerra supuso en la provincia de Alicante, en espe-

cial en las ciudades, graves carencias en el abastecimiento de productos de primera nece-

sidad, con la aparición de fenómenos como la

especulación y el mercado negro. en diciembre

de 1936, bandera roja advertía que “cualquier día nuestras mujeres se sublevarán y le pegarán fuego al mercado”. de hecho hubo manifesta-

ciones de mujeres contra el desabastecimiento en Alicante y monóvar. estos problemas se agravaron con el tiempo, por el incremento de la po-

blación refugiada y la disminución del territorio controlado por el bando republicano.

Por otro lado, la violencia indiscriminada contra la población civil afectó de forma destacada a las mujeres, sobre todo por los numerosos bombardeos que sufrió la provincia. en Alicante sobre-

sale el que tuvo lugar en mayo de 1938 sobre el

mercado central y causó unas 300 muertes, la mayoría de ellas mujeres. un total de 24 alcoya-

nas perdieron la vida por los ataques aéreos. Por otro lado, la represión política supuso la muerte de 17 mujeres. Además, en Alicante, Aspe y ca-

llosa del segura algunas mujeres intervinieron en linchamientos y en elche participaron en con-

centraciones ante el Ayuntamiento para recla-

mar venganza por las pérdidas humanas en el frente.

un sarcasmo violento y una burla sangrienta

EL FRANQUISMO, UNA DOBLE

buscan estos sitios de trabajo para reproducir,

el final de la guerra supuso para las españolas

para las mujeres que, llevadas de la necesidad,

DICTADURA

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 67


una doble derrota, como ciudadanas y como mu-

edad, con muy mala alimentación y condiciones sa-

adquirido en la república y pasaron a ser conside-

sión para ellas. Además de la cárcel, cabe recordar

jeres. Perdieron los derechos políticos que habían radas menores de edad, sujetas a la tutela de un varón y recluidas en el hogar. la legislación san-

cionó la desigualdad y discriminó a las mujeres en el matrimonio, el trabajo o la educación. los discur-

sos se sección femenina o de la iglesia se preocu-

paron de difundir un modelo de mujer sumisa y

madre de familia numerosa. una propaganda oficial que reproducía en la prensa alicantina mensajes como “la dedicación al hogar es la mejor de las li-

beraciones de la mujer” o “la misión de la mujer en la vida es la de ser centro del hogar”.

frente a ese ideal femenino, las vencidas eran tildadas de perversas o sabihondas, mujeres de du-

dosa moral. muchas mujeres experimentaron la represión por militantes o simpatizantes de orga-

nizaciones de izquierda, pero también por ser fa-

miliares de varones afines a la causa republicana. Para huir de la persecución política, muchas muje-

res acudieron al puerto de Alicante, con la intención

de embarcar hacia el exilio, como Ángeles espí, una anarquista de 16 años alcoyana, la también anarquista ventura martí, de Altea, o helia y Alicia gon-

zález, dos niñas de elche hijas de un familia

republicana, que como tantos otros huyeron en el stanbrook a orán. en el exilio vivieron largos años: “siempre estábamos con lo mismo, ‘el mes que

viene nos dan el visado’… así trascurrieron más de treinta años”, recuerda francisca vázquez.

otras no consiguieron salir, como las comunistas juana doña y carmen caamaño o la socialista An-

gelita rodríguez. fueron conducidas, con hombres, ancianos y niños al campo de los Almendros. Allí dio a luz, sobre la tierra y sin atención médica al-

guna, rosa cremona. Pronto fueron encarceladas, primero en cines y locales religiosos de la ciudad, después en el reformatorio de Adultos. marina olcina permaneció escondida en casa de unos ami-

gos y de su familia hasta que años después se

entregó y acabó en prisión. muchas de las presas sobrevivían en las cárceles con sus hijos de corta

68 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

nitarias pésimas, lo cual constituyó una fuerte preque 20 mujeres fueron fusiladas por razones políti-

cas, entre ellas una joven de 16 años de dolores

acusada de emborronar un retrato de josé Antonio Primo de rivera. las depuraciones afectaron de forma especial a las maestras, por el deseo de eli-

minar de la escuela todo vestigio de las propuestas

pedagógicas republicanas. y muchas otras mujeres vivieron formas de represión menos visibles, pero importantes: violaciones, amenazas, ostracismo social, etc., sobre todo en las localidades más pequeñas.

el hambre y la pobreza fueron otras características de los años cuarenta. situaciones que se agravaban en el caso de aquellas mujeres que quedaron solas

a cargo de sus familias -viudas de guerra, esposas de presos y exiliados-, o sufrieron embargos y altas multas por motivos políticos. se vieron obligadas a recurrir a todo tipo de estrategias, desde la benefi-

cencia o la mendicidad al estraperlo o incluso la prostitución. Pero también formaron redes de soli-

daridad entre vecinas que se ayudaban unas a otras. estas dificultades para desempeñar la función asignada por la dictadura de madres y esposas revelan una de las contradicciones del franquismo.

Además, el fuero del trabajo afirmaba liberar a las mujeres de las fábricas, por lo que se obstaculizó el

trabajo femenino, en especial de las casadas. A ello

se le añadía que la educación que recibieron las niñas de la posguerra era de muy deficiente calidad, se prohibió la enseñanza mixta y los libros de texto les orientaban a cumplir sus deberes domésticos. las autoridades eclesiásticas insistían en un control

moral que llegaba a ser asfixiante, con censuras al baile, el cine o la playa, un control que fue sancio-

nado por todo tipo de disposiciones emanadas de los poderes civiles, que castigaban con especial du-

reza la trasgresión moral de las mujeres. lejos que-

daron las experiencias de 1931 o 1936, que, con sus limitaciones, habían permitido a muchas mujeres comenzar a caminar hacia la igualdad.

13

La República introdujo medidas que pretendían terminar la tradicional subordinación de la mujer al marido dentro del matrimonio

Las mujeres que quedaron solas a cargo de sus familias tuvieron que recurrir a la beneficencia, al estraperlo o a la prostitución



Una noche en el r Ana ESTEBAN ORDÓÑEZ

Construcción de u n refugio en la Plaza de la Montañeta A RCHIVO M UNICIPAL DE A LICANTE


refugio nacronismos

Reconstrucción literaria de los bombardeos sufridos en la provincia alicantina inspirada en los testimonios de Elena Espi, María Giner, Carmen Fernández, Rosario Gómez, Mercedes García y María García.

E

esta casa me resulta extraña. supongo que

hoy todas se parecen aunque sea en las raspaduras de los zócalos o la humedad de los

tabiques, pero no sé, es algo raro, creo que

aquí pica más la luz de la calle. Mi otra habitación todavía estará desgranándose.

Cuando llegué del entierro de la abuela re-

conocí enseguida la puerta que ardía encima de la acera. no sé por qué, pero me asustaron más los cascotes y el tacto de

azúcar en polvo de la ceniza que la cintura triturada de una mujer que colgaba en una

ventana. Mira que lo dijo la abuela: “Tranquilas que mientras yo viva no os pasará

nada, a la casa no le darán”. Zumbaban los avispones y padre venía desesperado para

llevarnos. La yaya, la pobre, estaba inválida y yo no iba a abandonarla en la cama. Los

misiles reventaban, los tímpanos rebasaban tanto que no advertíamos la cercanía

de los impactos. Y todos ahí tiritando alrededor de la abuela, y ella negando con la

leve sonrisa que le producía masticar una juanola: “no nos darán, no nos darán”.

Madre me llama. esperamos siempre en el

balcón a que asome padre con su chaqueta

al hombro al fondo de Pintor Murillo.

siempre, aunque hayamos recibido carta del frente ese mismo día, aunque nos diga

en ella que lo trasladan a Aragón y que el relevo se demora. Me gusta cuando aparece

alguna silueta confusa porque madre

aprieta con fuerza la baranda. Cantamos juntas muchas veces eso de “Qué linda la rosa en la rama se ve...”.

el hombre de la voz chirriante lleva todo el

día advirtiendo por la radio que nos atemos


anacronismos A RCHIVO M UNICIPAL

DE

A LICANTE

Iglesia de Santa María Las iglesias fueron cerradas al culto y dedicadas a almacenamiento o labores de intendencia. Sin embargo, las autoridades se ocuparon de protegerlas contra los ataques aéreos

bien las zapatillas, que esta noche ven-

poníamos que los aviones andaban

llas. el verano ya asomaba y no hacía

los cañones del Castillo de san Fer-

del Castillo.

abrigos para que nos sentáramos en-

drán cargaditos. Desde el balcón se ven nando, cualquier destello parece la luz

de los focos antiaéreos, y hay por ahí

una hurraca protestando que nos está volviendo locas porque suena como si la

sirena hubiera quedado medio muda. Hace unas noches sí vimos los tiros del

Castillo. Al contrario que hoy, nadie esperaba la alarma. Madre agarró con prisa dos grandes chaquetones de

padre. Corríamos todos despavoridos. en brazos de una mujer, una chiquitina flaca y muy larga repetía defraudada:

“Mamá, no veo los pajaritos feos”. su-

72 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

cerca porque rechinaban las metralletas

el refugio es una galería pequeñita debajo del Castillo, como un túnel, y luego

una habitación grande con unas bombillas colgando y un par de botijos de

agua. Las chiquillas lloraban, algunos hombres traían en volandas a sus viejos inmóviles. Más de uno miraba alrededor

con la ingenua ilusión de que nadie reparara en su barriga desnuda o en sus

calzoncillos agujereados. Muchas mujeres desconfiadas habían decidido pasar

casi todo el tiempo en el refugio, deja-

ban allí preparadas las mantas y las si-

mucho frío, así mi madre mulló bien los

cima. no oíamos ninguna explosión. el

refugio se llenaba apenas la mitad después de la bomba que echaron en el

Mercado. A mí me lo contó mi amiga Dolores. Dijo que estaba en la cola de

las cerezas cuando cayó la primera y que

consiguió llegar al refugio de la Lonja. A

la salida confundían los gritos de búsqueda con los de dolor, entre los cascotes aparecían miembros sueltos y a las

personas las recogían con palas y capazos, y las metían en cubos de basura. Mi

amiga, la pobre, estaba muy asustada y


2010

1936

E STEBAN O RDÓÑEZ

al día siguiente huyó con sus padres a

Luego podían estar “media noche

ilicitano.

Fernanda, una veinteañera recién lle-

casa de unos familiares, en pleno campo Los que no conocían a nadie que viviera en el exterior pasaban la noche entera en el campo. Uno de ellos no pudo salir

en esa ocasión y nos contó la cantidad de gente que se apelotonaba debajo de

los pinos o al borde de las acequias.

Llegaban los zambombazos desgastados, pero siempre había gente con familia en Alicante que rompía a llorar.

echando chistes”, decía el hombre.

gada de Castellón, contó que tenía un refugio justo debajo de su casa y que al

principio de la guerra si la veían pasear

por la calle la ponían a cavar los pasadi-

zos. Muchos escrutaron con nerviosismo el túnel de nuestro agujero

A la salida del refugio se confundían los gritos de búsqueda y los de dolor. Entre los cascotes aparecían miembros sueltos y recogían con palas a las víctimas

cuando la joven relató la vez que los cascotes atascaron la entrada. Fernanda era muy graciosa y me reí mucho de

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 73


1938

lista de ataques aéreos sobre Alicante (1938)

5 de febrero

·entre la estación de Murcia y el aeródromo de el Altet ·20 heridos · 09:30

6 de marzo

·Dos bombas en el Puerto ·22:30

8 de abril

·Puerto ·Colocación de altavoces en lugares clave de la ciudad ·22:30

13 de mayo

·Campsa y el Puerto ·01:30

17 de mayo

·Puerto y el Postiguet ·13:00

22 de mayo

·Campsa, estación de Murcia ·04:00

25 de mayo

·Centro de ciudad, Mercado de abastos ·90 bombas ·300 muertos y 220 heridos(aporx) ·11:10

3 de junio

·Puerto y Campsa ·23:45

4 de junio

·Casco urbano ·42 muertos y más de 100 heridos ·11:15

17 de julio

·Playa y alrededores de Benacantil ·2 muertos y 5 heridos ·11:50

20-21 de julio

·entre sierra san Julián y la Albufera; cercanías del Puerto

6 de agosto

·Vistahermosa, 30 bombas ·Un muerto y 19 heridos ·11:00

74 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

cómo imitaba a un Guardia Civil que

los aviones era tirarse de bruces al

nos llenaron la calle de pedruscos. Dor-

ciaos que disparaban desde las venta-

primer avión grande que sobrevoló Cas-

razón, porque los aviones volaban bajo

cayó del caballo cuando todos sus vecinier 16, por lo visto, se llamaba el tellón. Los vecinos salieron de las casas y otearon el cielo, creían que el aparato se desplomaría contra los tejados.

Un hombre interrumpió y aconsejó que lo mejor para evitar las metralletas de

suelo; otro que no, que así los desgra-

nas lo tenían más a tiro; otro le dio la

para escamochar a los que llegaban tarde al refugio; otro aseguró que los

moscones sabían muy bien en qué casa había uno de los suyos disparando y

echaban las bombas más lejos; al final


teníamos que escondernos con disimulo

acostado debajo de la cama, con el al-

estrépito cerró la discusión. Rápida-

la metralla como hacemos todas las no-

donde viéramos a uno dando tiros. Un

mente mordí la ramita de pino que llevaba en el bolsillo. el siguiente temblor

espolvoreó arenilla sobre nuestras cabezas. Madre me cubrió con uno de los abrigos y cerré los ojos. el olor de la felpa me tranquilizaba.

Ya son las cuatro de la mañana. Me he

mohadón sobre la cara por si sorprende ches desde los primeros bombardeos.

Uno duró ocho horas, no había refugios

ni podíamos salir de casa. Madre bosteza en la cocina. no puedo dormir, la almohada está ya pegajosa. en Alicante

hace demasiado calor como para esperar bombas.

1938 8 de agosto ·La Goteta ·10:10

13 de agosto

·Puerto, estación de Murcia, 50 bombas ·1 muerto y 4 heridos ·11:00

15 de agosto

comunicados tras los primeros bombardeos “Para el supuesto de un ataque aéreo antes de las

once de la noche, se recomienda que los locales

públicos, cafés (...) no permitan la salida a persona alguna.

Todos los coches que no lleven servicios especiales

de la autoridad quedarán con los faros y demás luces apagados y el motor apagado en los sitios

que ocupasen en el momento de sonar la alarma”.

PRIMER ATAQUE AÉREO

Comité Popular Provincial de Defensa.

Gobernador Civil Francisco Valdés Casas.

Alicante 5 de noviembre de 1936

“no es la desmoralización y el pánico el que nos

ha de salvar la vida (...) estad firmes en vuestros puestos (...) que Alicante pueda permanecer se-

reno (...) antes que tolerar que nuestra población se desmoralice por los bombardeos.

(...)se construirán los refugios necesarios para garantizar la vida de la población civil (...) que nadie proceda aisladamente y así evitaremos el espectáculo deplorable que una parte de Alicante ha dado estos días, abandonando la población”.

BOMBARDEO DE LAS 8 HORAS

Comité Popular Provincial de Defensa.

Alicante 2 de diciembre de 1936

·Puerto, cárcel y cementerio ·3 heridos ·03:25

20-30 de agosto

·Vecindades de la Campsa; Puerto ·sin víctimas; 5 muertos ·10:55; 11:15

6 de septiembre

·Puerto, Avenida Gadea y Maissonave ·1 muerto y 3 heridos ·10:45

18 de septiembre ·Puerto

·11 heridos ·10:45

30 de septiembre

·Puerto, 60 bombas ·6 heridos ·11:35

6 de octubre

·Lanzamiento de panecillos envueltos en proclamas

31 de octubre

·Centro, ·1 muerto y 1 herido ·10:45

7 de diciembre

·Plaza de séneca y Puerto ·12:25

Refugio constru ido en el puerto A RCHIVO M UNICIPAL DE A LICANTE

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 75


el anacronista “Estuve esperando 20 años a que algún autor de fama escribiera un libro sobre el bombardeo del Mercado Central de Alicante”

entrevista a miguel Ángel Pérez oca, autor de 25 de Mayo: la tragedia olvidada cristiAN Alberto buAdes

25 DE MAYO DE 1938, 11 HORAS DE LA MAÑANA. HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS ABARROTAN EL MERCADO CENTRAL DE ABASTOS DE ALICANTE. EL MOTIVO: LA LLEGADA DE CARGAMENTOS DE SARDINAS FRESCAS RECIÉN PESCADAS Y TRAÍDAS DEL PUERTO. EN UNA ÉPOCA CON UNA PRECARIEDAD ALIMENTICIA AGUDA , CUALQUIER PRODUCTO FRESCO CONVOCABA A MUCHA GENTE. EN ESE INSTANTE, NUEVE AVIONES ITALIANOS MODELO SAVOIA BAJO MANDO DE LAS FUERZAS FRANQUISTAS LANZARON SOBRE ALICANTE -CONCRETAMENTE SOBRE EL MERCADO Y ALREDEDORES- NOVENTA BOMBAS PROVOCANDO MÁS DE TRESCIENTOS MUERTOS Y MÁS DE DOSCIENTOS HERIDOS. MIGUEL ÁNGEL PÉREZ OCA , AUTOR DEL LIBRO 25 DE MAYO: LA TRAGEDIA OLVIDADA , NUNCA OLVIDARÁ QUE SUS PRIMERAS NOTICIAS DE ESE FATÍDICO DÍA FUERON LOS GRITOS QUE SU MADRE REPETÍA EN SUEÑOS: ¡LAS BOMBAS, LOS REFUGIOS, LOS AVIONES!

76 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina


¿Eran los bombardeos un sueño recu-

basura, entonces tirado por caballos, y en

escribir este libro, quería leerlo. durante

si, hoy todavía tiene pesadillas. y eso que

montón de gente huyendo hacía el casti-

algún escritor con más fama o prestigio

rrente de su madre?

mi madre no vio la tragedia en su etapa más espantosa. A ella el bombardeo le

pilló en un tranvía, yendo por delante de la fábrica de tabacos. oyó las bombas, se

bajó del tranvía en marcha y se metió en un refugio en el Paseíto de las Palmeretas. Allí dentro ya no vio el desastre de muer-

medio de toda esa confusión y de un

llo, hay varios que me cuentan que vieron una mujer corriendo sin cabeza. si la mujer iba corriendo y la metralla le segó la ca-

beza de golpe, el impulso mismo haría

que diese seis o siete pasos antes de caer.

Por lo visto era la portera de algún edificio cercano.

tos y descuartizados. en Alicante hubo 72

¿Consta la mujer decapitada en el regis-

mi abuela tuvieron que coger a mi tío, que

en el registro del cementerio hay unas cien

bombardeos. en uno de ellos, entre ella y tenía tuberculosis, y arrastrarlo hasta el refugio. y todo ello con las bombas cayendo.

La amenaza de bomba podía ser a cualquier hora del día...

claro, en cuanto sonaban las sirenas había

que salir corriendo. A veces, empezaban a sonar las bombas y las alarmas en silencio

por un fallo en los fonolocalizadores, que

eran una especie de embudo que captaba el sonido de los motores. hubo muchos bombardeos sin alarma previa.

¿Qué imagen se hacía de aquellos episodios?

en casa se comentaba todo. sobretodo el

bombardeo del 25 de mayo, la tragedia y

lo terrible que había sido... recuerdo que

para hablar de eso lo hacían en voz baja. muchos vecinos y conocidos murieron en aquel bombardeo. hay un testimonio te-

rrible de una señora corriendo sin cabeza, el cual debe ser real porque me lo han contado ocho testigos diferentes y que no se conocían entre sí.

¿Coincide también el lugar donde la vieron?

si, en la calle san vicente con la esquina

vicente inglada. Allí estaba la tienda de la

uva, donde ese día también murieron

unos basureros que iban con el carro de la

tro?

personas sin identificar. entonces había un

descontrol muy grande y, además, se perdieron todos los papeles de uno de los

dos juzgados que había en Alicante. Por lo visto, los médicos forenses hicieron una

cuenta de los fallecidos contando cabezas. El recuento de víctimas debe ser difícil porque hay que valorar también a quie-

nes murieron tiempo después por las heridas...

contabilizados y enterrados en el cemen-

terio de Alicante hay unos 270; pero claro,

era un día de mercado, con mucha gente que venía de muchamiel, de san juan y de san vicente a vender. A esa gente probablemente la enterraron en su pueblo. des-

pués, hubo muchos que murieron como

consecuencia de las heridas del bombardeo. Por ejemplo, la abuela de josé maría Perea, el periodista, murió bastantes meses después a consecuencia de las he-

ridas. entonces no había antibióticos. un enfermo grave tenía un 50 % de posibili-

dades de morir. trescientos es un número

bastante corto para lo que yo creo que fue.

Entrando en el proceso de construcción

del libro, cuénteme cómo llegó a las fuentes.

en la presentación dije que yo no quería

más de 20 años estuve esperando que

que yo escribiera un libro sobre esto. se han hecho artículos de prensa muy bue-

nos, se han hecho citas del bombardeo en otros trabajos... pero un libro dedicado exclusivamente a ese día no lo había leído en

ningún sitio. estuve esperando mucho tiempo y llegó un momento en que me di cuenta de que los últimos testigos ya se estaban muriendo. lo que más me impor-

taba era rescatar la memoria y el espíritu de los seres humanos que vivieron aquello.

Son historias bastante duras, de las que incluso se tenía que hablar en voz baja. ¿Cómo afronta una entrevista sobre su-

cesos que aún causan cierta angustia a la fuente?

una viejecita, ya fallecida, me dijo: “mire,

yo le cuento lo que usted quiera pero no ponga mi nombre en el libro, no sea que

cambie la tortilla y aún me la cargue”. esta pobre mujer ha vivido con miedo toda su vida, aún tras 30 años de democracia seguía pensando que podía cambiar la tor-

tilla. muchas personas no quisieron

entrevistarse. otras, en cambio, hablaban mucho, daban detalles. sin embargo, no

he encontrado gente que guardara odio hacía los aviadores que soltaron las bom-

bas. más bien se lo tomaban como que lo

malo era la guerra; es decir, que aquellos soltaban bombas aquí y los suyos en el

otro lado. las personas de aquella época están marcadas y eso explica el silencio

que ha habido durante tanto tiempo. A los habitantes de hamburgo o de hiroshima

les pasará algo parecido, pero con una ventaja: allí no ha habido una represión posterior.

El bombardeo del 25 de mayo ni siMeMoria viva aliCanTina · TreCén · 77


el anacronista

quiera figura en libros de investigadores

que las recibieron son personajes reales.

Guernika sí tiene mucho reconoci-

vento. trataba de ponerme en el sitio psi-

como Hugh Thomas. Sin embargo, el de miento...

el mejor libro que hay sobre lo de guernika

es el de vicente talón. imagino que, por

callogero, el de la silla de ruedas, es un in-

cológico de ese personaje: cómo se había

metido en aquello cuando ni siquiera sabía lo que estaba haciendo.

cómo está escrito, talón es un hombre de

Al final del libro hay una conversación

pero es un hombre riguroso, se ha apoyado

subyace una idea de memoria histórica.

ideas más bien franquistas o de derechas; en datos fidedignos. talón habla de dos-

cientos y pico muertos en guernika. había seis mil habitantes, más refugiados que ve-

nían huyendo. Aquí eran casi cien mil. Por lo visto era un ensayo de lo que después

pasó en la segunda guerra mundial. Pero los de guernika ya no estaban allí, se ha-

bían largado. Probablemente, el bombardeo más sangriento que hubo en toda la

guerra fue el de Alicante. y sin embargo no se nombra porque no se divulgo suficien-

temente. ¿qué pasó con guernika? Pues que es la ciudad santa de los vascos, que Picasso pintó un cuadro, etc. fue un bom-

bardeo mediático y se ha convertido casi en un símbolo. Pero bombardeos como el

de guernika hubo muchos. toda la costa mediterránea (sagunto, valencia, carta-

gena, barcelona...) estuvo bombardeada durante toda la guerra.

¿Qué ventajas vio en el relato novelado sobre el histórico o el periodístico?¿Creó

además un personaje ficticio de origen italiano?

soy novelista. Nunca he escrito un ensayo.

y no puedo ser imparcial cuando hablo de este tema porque me toca muy personal-

mente. tenía que distanciarme de alguna forma de la historia, verla desde fuera. Ade-

más, me pareció interesante verlo desde dos puntos de vista: el de quien soltaba las

bombas y el de quienes las sufrieron. los

78 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

imaginaria con Gastón Castelló en la que la memoria histórica es imprescindible. la historia es al pueblo lo que la memoria al individuo. Alicante tiene una historia preciosa de luchas de los liberales por la de-

mocracia que son anteriores a la guerra y la posguerra. Además, en esa conversación con gastón castelló se ve claramente que mi ideología es antibelicista por completo.

Un problema fundamental al hablar de

memoria histórica es la politización que sufre.

es inevitable. en un país donde en cuarenta años la memoria ha sido sólo de los que

ganaron la guerra y las iglesias reflejaban los nombres de los caídos por dios y por la Patria, mientras los otros seguían pudrién-

dose en una cuneta, es inevitable que cuando llegue el cambio se politice. mu-

chos se resisten a que eso salga a la luz otra vez. me dijeron una vez: “es que estáis re-

moviendo mierda”. y yo le dije: “mira, si no

os hubieseis cagado no habría mierda que remover”. se cometieron crímenes por los

dos lados, pero la posguerra fue terrible y de eso sí son culpables los franquistas. Por

qué tuvieron que estar fusilando durante años a tanta gente. fusilaron maestros por el mero hecho de ser maestros, fusilaron todo aquel que se había significado como sindicalista, como diputado, como alcalde,

etc. todo eso es bueno que salga a la luz para que no volvamos a caer.

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Una viejecita me dijo: “Yo le cuento lo que quiera, pero no ponga mi nombre en el libro, no sea que cambie la tortilla y aún me la cargue” Más que los datos lo que me importaba era rescatar la memoria y el espíritu de los seres humanos que vivieron aquello


Ganador del I Certámen de Cuentos Trecén

Historia de la Petenera David Hidalgo Exojo

el aliento de la tarde ajetreaba las encinas. Debajo de un olivo Lucía jugaba con un fruto entre los labios, rascaba el barro prendido en su falda blanca y recordaba cómo su madre se quejaba de la tierra con su vestido extendido sobre la mañana: “un día te

traerás la viña entera”. ella retozaba entre las sábanas entonces. se ponía los calcetines y cantaba. sólo callaba cuando Pedro, su padre, eructaba en el marco de la puerta y se tambaleaba hasta el sillón.

Hubo una letrilla que la mordió a la misma muerte. Los vecinos del pueblo maldijeron durante semanas un bichito rojo que envolvía la uva y la dejaba como una piña mínima. Los braceros tuvieron que arrancar las cepas. Una tartana paraba al borde del

camino y cada dos horas traqueteaba hasta el vertedero. Allí las quemaban. Un humo blancuzco avinagraba las mañanas. La

gente tosía en alto por las calles, incluso abrían las ventanas de par en par y carraspeaban. Manuela, madre de Lucía, lamentaba con la cabeza mientras recontaba un mismo tarro de garbanzos. “Para qué quieren tragarse las cenizas”. Fue la única ocasión

en que la niña olió el vino en las palabras de su madre; las otras, las madrugadas en que Manuela removía gachas migas guardando tras el silencio el cabezal ciego de la cama. Aquel verano el miedo se agarró a las tapias. Los carteles del ayuntamiento

advertían de “La Jugosa”: racimos muy verdes, incluso chorreantes, estallados de dulzor. Gabriel, el médico de la partida, los

consideraba más venenosos que ningunos. “Una bicha transparente”, decía el comunicado, “que juega con el hambre... si la comen les roerá las tripas”. Juana, la madre de Albertín, un compañero de Lucía, fue la primera en prohibir a su hijo salir por


Hist oria de la Petenera las tardes. el niño cada dos por tres llegaba a casa con una cucaracha pataleando entre los dientes, o masticando los últimos espasmos de un saltamontes. Poco a poco todas las mujeres echaron la cortina después del colegio. La villa quedó desierta. el sol paseaba su corteza jorobada por las calles e insistía en los desconchones de cal, se diría que husmeando la vida.

Lucía apareció inconsciente en el camino de la ermita. Guardaba en la mano un racimo pegajoso. el médico no dudó, y el carpintero fabricó un ataúd pequeño de su cuenta. Todo el pueblo se acercó a ver a la niña de 'La Jugosa'.

Al principio le dieron agua con vinagre, vahos de limón y tomillo... empeoraba. Los vecinos recordaban el aviso “le roerá las tripas” y se angustiaban por su vientre: “Desde el ombligo se le transparenta la columna...”, “pobre, qué

olor, como una patatica podrida llena de hormigas...”. Durante meses peregrinaron frente a su cama como corres-

pondería a los cadáveres distinguidos, aquellos cuya celebridad se abona en podredumbre. Pero la mejoría de la chiquilla debilitó la penitencia. La madre de Albertín salió rezongando y pateando las arrugas del cemento cuando la oyó tararear.

semanas después, Manuela dio a la niña una bolsa de ganchillo para que comprara cerezas y tomates. Antes de salir,

le colocó un pequeño mantón raído sobre los hombros y con la palma entera comprobó la vida en su mejilla. Marchó a saltitos, aguantando el equilibrio en cada piedra. si fallaba, volvía atrás: “Quien te puso Petenera/ no te supo poner nombre,/ que debía haberte puesto/la perdición de los hombres”... Manuela reposó en el enrejado de la ventana

convencida de que esa letrilla era un milagro. nada sabía de una mujer maldita y descocada, no dudaba de la providencia, aunque le sorprendía la ironía de Dios.

Pidió la vez en la frutería de La Venceja, llamada así por una bisabuela en cuya casa, según se oía, caían y no remon-

taban los pájaros. en la cola, las mujeres sudaban y soplaban la cara de sus hijos. sin dejar de mascar la canción, eligió una baldosa y se entretuvo repasándola con la esparteña. no supo que todas las presentes apretaban a sus criaturas contra el mostrador hasta que la Juana gritó: “Ven como lo va cantando, ella la trajo, ella la trajo”.

La Venceja la llamó con la cabeza. “Cerezas y tomates”, hiló la pequeña más concentrada en retener el escozor urgente

de la orina que en recordar piezas o cuartos de quilo. La frutera le arrebató la bolsa y entró al almacén. Lucía se relajó con una polilla que insistía en los botes de alubias. se preguntaba por qué no pi-

coteaba las peras renegridas que giraban por el suelo. La Venceja le lanzó el pequeño saco

de ganchillo: “sólo lo que tú has dao...”, esperó en silencio. Al vol-

tearse notó que le tiraban

del

vestido.


empujó fuerte hasta que alcanzó la puerta y corrió a casa con los ojos muy cerrados, corrió segura de que chocaría,

como la polilla, contra alguna pared invisible.

Absorta, huida entre las vetas más rubias de la mesa de la cocina, apretaba la bolsa. Los poros de la lana escurrían

arena y alguna que otra larva. Manuela la volcó y golpearon contra la madera matas de camarroja, raíces agarradas

aún, hogazas de barro con el ruido seco de una palada de ruina empolvando la boca.

Lucía siempre tuvo algo extraño en la mirada. Cada párpado declinaba con la tristeza de un ala extendida sin motivo; años después alguien escribiría que quizá la belleza caía agotada de su frente y había cierto tropiezo de luz di-

simulado. en esos ojos, Manuela recordó el mercado vacío, los matorrales cocidos que daban al agua un discreto sabor a lluvia, e intentó comprender por qué culpaban a su hija del hambre.

invitó a su vecina elisa a tomar café. era una mujer redonda y mayor que pasaba el día sentada en la puerta de su

casa. Le encantaba enterarse de todas las escaramuzas del pueblo, pero nunca abría la boca, las guardaba con ojos

orgullosos, como quien admira su colección de mariposas muertas. A pesar de todo, sentía gran cariño por Manuela y su hija. nada más cruzar la puerta preguntó por la canción. Manuela le sirvió un café:

—no sé de dónde la sacó, creo que la fue inventando mientras sanaba. Para mí que es un milagro. —Una maldición hija, una gorda...— olió la taza con hondura. —¿De qué?

—Lo de la uva no es nada, a tu hija ya le dicen La Petenera... no sé qué vais a hacer. —no entiendo. si sólo es un nombre, lo habrá oído por la calle.

—no, eso aquí nadie lo canta — apuró la bebida, comprobó la verja de la calle y arrastró la silla hasta Manuela —

Tú no vivías aquí, pero hace 14 años vino un ciego. Traía gacetillas y cuartillas con noticias de otros pueblos. era un hombre afeitado a retales, acompañado por un perro pulgoso que tosía yeso sin parar. Lo llevaba a patadas y el

pobre animal tenía ya el lomo calvo y negro. Bueno. nos habló de una cantaora maldita a la que llamaban La Pe-

tenera. Por pueblos del sur iba embrujando a los hombres. Tuberculosos, apuñalados, sifilíticos, locos... Aterrorizó a todos con la viñeta de un joven agonizante que aguantaba su estómago seco entre las manos. “si viniera, guarden a los maridos, dicen que en sus ojos satanás remueve sus calderas”. insistió : “que nadie oiga, que nadie cante”. Levantó los brazos y recitó la letra. sacó una petaca y echó un trago que escupió al instante ¿sabes qué canción era?

— Quien te puso Petenera no te supo poner nombre...— recitó con los párpados rígidos. —Chsst... sí— interrumpió elisa.

—Pero son sólo cuentos... a algún niño se la habrá ido la boca.

—sí, cuentos. Pero prohibimos durante tres años la entrada a cualquier mujer desconocida. Un alcalde joven, don eusebio, que marchó hace apenas dos años, derogó al fin la prohibición. Aquí nada es sólo un cuento.

Manuela encerró a su hija en casa y le suplicó que olvidara todas las coplillas. Pero su padre se colgó, y tuvo que salir al cementerio.

Lo encontraron al amanecer en la higuera del patio. Había cortado con cobardía todas las ramas cercanas al suelo salvo una. nadie gritó, nadie se tiró a besar los pies morados.

el día del entierro un cielo naranja se cansaba por el camposanto sin conmoverse de que echaran a un hombre a la parcela de los infieles. Lo liaron en una sábana porque todos los ataúdes tenían crucifijo y nadie quería pudrirse

las uñas arrancándolo. entre los terrones de tierra que rompieron contra la frente de su padre Lucía buscó con apuro alguna lágrima.


Hist oria de la Petenera sólo ella y su madre asistieron al entierro y marcharon antes de que se acomodara la tierra. Detrás del polvo descansaba un joven sepulturero de ojos verdes que la puso colorada.

Camisas, medias, faldas, hasta bragas y sostenes oscuros colgaban como cuervos de los alambres del patio. Lucía sintió un amor a destiempo por su padre. no quería oír a nadie. Dejó de cantar. Aunque a veces se sorprendía fregando un compás por soleares.

Pasaron dos años y Manuela desanudó su velo oscuro. La pequeña, sin embargo, lo abrochaba con más fuerza.

Aún rumiaba la pala del cementerio cuando sus pechos comenzaron a pelear, y los ahogó entre sostenes negros.

Al final, comprendió que no podía apretarse el luto hasta la sangre, entonces lloró mucho, lloró por resignación lo que no pudo por dolor.

Hasta los 17 años, Lucía sólo salía al aljibe con su madre una mañana sí, otra no. Al terminar el luto, acudía al mercado para que Manuela estirara un par de horas la asistencia a elisa. Recibía cinco pesetas por día. A veces cuando la vieja iba a la cocina, advertía que la cojera cambiaba de pierna.

Una día de abril, Lucía cargó el canasto con las primeras fresas de la temporada. Antonio el de La Piñona, antiguo compañerito de tejo y churro, la persiguió sugiriéndole que tenía la paja limpia y bien montada en el co-

rral. La joven siguió sin levantar la cabeza de las fresas, pero él desesperó y empezó a estirarle de la falda: “¿no

eres esa tan mala que va con tos? Pues a mí no me matas ná, mira, no me matas ná”. Otra mañana, Albertín, que tenía por entonces una explosión blanca de granos en la boca, rodeada de un bigotillo flojo y desigual, se quedó con su velo en la mano.

sin embargo, excepto algunos jóvenes desprendidos, los aldeanos, encajados en el miedo, concedieron a La

Petenera el más plomizo de los silencios. en los caminos giraban la cara y ofrecían a la condenada sus pañuelos negros, o descubrían algo que rascar a cinco metros de distancia. Los hombres aún se acercaban menos. Algún atrevido había que buscaba su mirada golpeando la vara en un peñasco, y alguno que la buscaba en los bultos de un vaso de madera.

su ropa fue cogiendo un tono marrón claro. Prefería cargar durante más de una hora el canasto con las prendas hasta una charca antes que ver a las lavanderas espantarse como pescadillas. Apartaba las ramas enrolladas y

los renacuajos para sumergir las camisas. Como no había piedra, remangaba la falda y frotaba contra las rodillas. el peso del cargamento mojado le impedía regresar de un tirón: reposaba en un olivo, partía hierbabuena

y la colocaba entre la ropa; miraba confundida a los gorriones e intentaba tararear alguna medusa de luz que

le asomara al labio. A veces lavaba por las tardes y la luna salía al paso. Le inquietaba la alfalfa removida por los grillos o el crujido de la primera estrella, pero luego asimiló que ella era el miedo


mismo y que nadie osaría olfatear la muerte entre su carne. Le angustiaba entonces una terrible sensación de comodidad.

el jabón dejaba en los muslos una mezcla de irritación y brillo. Los gorriones picotearon tanto en su lengua que a veces, restregón a restregón, murmuraba una tímida melodía.

—¡Quién te puso Petenera/ no te supo poner nombre/, que debía haberte puesto/ la maldición de los hombres!—oyó una tarde.

Un joven sonreía al borde del camino.

—¿Qué? sólo he seguido lo que murmurabas.

La niña se recogió el flequillo con la muñeca y al ver la calma en los ojos

del mozo algo tropezó en su pecho, quizás el miedo que intentaba desentumecerse. —Tú eres La Petenera.

—Yo no sé ná de ésa—contestó volviendo a la ropa. —¿Y la canción?

— ...

—Cántamela—suplicó hipnotizado por la crueldad con que dañaba la ropa. echó en el cesto las telas mal emborronadas y huyó sin contestar. no repuso la falda y se fue desdoblando en el camino. Completó todo el trayecto en una carrera.

Manuela la arrastró hasta el patio y preparó un barreño. Agarró el tobillo de su niña y

envolvió las bambollas con un trapo. Agachó los ojos esperando las quejas. Para no dañarla repartió con flojera el agua sobre la sangre amontonada, sopló lentamente el ne-


Hist oria de la Petenera gror de los dedos. no preguntó el motivo de las heridas, hacía mucho tiempo que no molestaban a su niña, y

no quiso oírlo. sin embargo, cuando intentaba limpiar el pus de las burbujas, escuchó una melodía como una

aguja leve que surgiera en mitad del cuero. Cantaba con la garganta y con los labios apretados, encerrando

entre párpados un dulce escozor. Manuela pasó toda esa noche en la cocina cosiendo y descosiendo la doblez de los visillos.

Tres días después, Lucía volvió al charco y encontró de nuevo al desconocido. —Vine para ver si era verdad lo de la maldición de los hombres. no pareces mucho, más bien pareces una gata de esas que se quedan huérfanas, que la madre huele algo de humano en su pellejo... A mí me dijeron algo de

arrogancia, de collares... Lo de los ojos sí, lo de que se te desmayó abril. ¿son aquí muy tristes los abriles o

qué?—preguntó con seguridad mientras ella comprobaba las astillas del mimbre.

Le salpicó agua a la cara con simpatía: “Contéstame, niña loca”. Lucía sonrió un momento y se escurrió el flequillo. él joven cayó sentado como quien recobra la cordura y sorprende el estómago de un niño latiendo en

su navaja. intentó imitarse a sí mismo y acercó la mano con lentitud para no asustarla. Le levantó la cara, posó

el pulgar sobre su labio inferior: “anda, cántamelo”, susurró. Lucía recordó los ojos del sepulturero y se quebró. Lloró como nunca. Tragó borbotones de sal y sus costillas desencadenaron todos los años de silencio.

el desconocido le mordió una lágrima de la barbilla. se desabrochó la camisa y la apretó contra su pómulo.

Detrás de un par de mechas húmedas, los párpados entornaban una soledad profunda, un hambre acostum-

brada a un pan sin boca. el pobre gorrión rechazó la camisa. sacó una de las sábanas de la charca y la escurrió sobre la cabeza del forastero, sobre la barba, el pecho. sin mirarlo. él bebió la suciedad, aceptó el bautismo

marrón a un mundo donde la piel apenas murmura detrás de una cortina. se relamió y la acostó sobre el trigo.

Lucía, La Petenera, La Maldición dejó que le abriera los puños. sintió, de repente, calor. Fundió, y su tristeza

se hizo fácilmente abatible. Abrió los ojos entonces, atenta al sudor, tal si viera de nuevo aquel racimo reluciente. Rasgó contra la grama las vendas de sus talones. Dolía cada sacudida como si volteara el alma, apretaba las manos del forastero estirada por el vértigo, por un miedo terrible a que se descolgaran todos los órganos del cuerpo.

Dejó, quién fuera, de chapotear entre la carne y Lucía suspiraba enrojecida, tocando la mejilla del desconocido, buscando la mentira en el fondo de sus ojos.

ese día el joven transportó el cesto de ropa hasta la puerta de su casa. **

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el aliento de la tarde ajetreaba las encinas. Debajo de un olivo un hueso de aceituna rodó dejando un rastro de

sangre. el siguiente fruto supo como si desprendiera la cáscara del cobre. Lucía tocó en la tierra teñida una

textura extraña de sábana seca, se vio, de pronto, las manos encogidas, el pecho liso. su padre apareció en la puerta de la habitación. Miraba hacia detrás y frotaba los pies en el cemento como si quisiera despegarse la sombra. ella desesperó debajo del olivo, intentó traducir el torpe pataleo a una señal de consciencia dentro de


la alucinación. Pedro tropezó hasta los pies de la cama y la destapó. Abrazó, besó sus pies desconsolado, carraspeó con

Ilustraciones: Jorge Ordónez Chillarón

violencia: al fondo de su esófago rebullía la primera costra del vino, la que ocultaba apenas una piel secreta.

Paró el llanto y pudo oír un gargajeo “Quien te puso Pe-

tenera/ no te supo poner nombre/, que debía haberte

puesto/ la perdición de los hombres”. Antes de morir,

Lucía creyó entender lo que su padre buscaba en aquel árbol.

**

**

**

no hubo un sólo niño del pueblo que no tocara la caja blanca de La Petenera. ni un sólo vecino que no peleara por cargarla a hombros. Las chiquillas que iban delante echando

amapolas abrieron las dos verjas del cementerio. el ataúd se

balanceaba de un lado a otro a la deriva sobre las cabezas. Las

mujeres penaban como campanas negras. sus gemidos se amon-

tonaron a la entrada del camposanto. Juana, La Venceja y todas

las clientas de la frutería daban estirones, coces y codazos a gentes

venidas de otras comarcas; sudaban y resollaban en los velos. entre

tanta saliva cocida, bulló un hedor agrio a café con leche fermentado

que obligó a los hombres a ocultarse el hocico tras la manga. en casa

Manuela miraba la bolsa de ganchillo con los codos cerrados sobre la mesa de la cocina y la vieja elisa golpeaba la ventana sin respuesta.

el forastero, un poeta desengañado, no podía imaginarla tan sola y tan ro-

tunda. sus ojos se le antojaban ahora arrugados bajo la tapa. intentaba sabo-

rear en ellos el agua de la charca y le venían aquellos dedos a los labios,

temblantes y quebradizos, aquella camisa hervida, y aquel pelo, y el pulso del mim-

bre derritiéndose en sus ojos, y sus ojos blandos ahora, y sus ojos con la terrible pielecilla que crece en las manzanas que nadie muerde. salió del cementerio zarandeándose. salió del pueblo sin esperar a nadie. Casi anocheciendo se arrodillo ante una encina, apoyó la frente y grabó: “La Petenera se ha muerto,/ ya la llevan a enterrar,/ no cabía por la calle/ la gente que iba detrás”. Clavó el cuchillo encostrado en la raíz y siguió caminando.


anteojos Antonio Martínez del Castillo, conocido como Florián Rey, nació en Zaragoza el año 1894 y murió en Benidorm en 1962. Fue uno de los máximos exponentes del cine español durante la República. entre sus obras destacan la adaptación al cine de la zarzuela La Revoltosa y la dirección de La aldea maldita. Durante la etapa republicana, desarrolló proyectos en los que reflejaba la vida social española. su preocupación por la discriminación de la mujer le llevó a representar el funcionamiento de las familias tradicionales. el zaragozano transmitió durante la guerra una idea conciliadora. A pesar de su pensamiento conservador, no aceptó el franquismo y, tras la censura de varias películas, mantuvo una actitud rebelde contra en régimen.

La mujer maldecida

el pueblo salmantino de Luján es una

aldea maldita. Tras varios años de sequía, una tormenta de pedrisco arruina la cose-

cha. Para combatir la hambruna, Juan de Castilla, un joven que vive junto a su padre y su esposa Acacia, asalta la casa del Tío Lucas, un burgués del pueblo. el alla-

nador será encarcelado por agredir al propietario durante el robo.

Los vecinos, sumidos en creencias super-

cheras y brujescas, abandonan la aldea. Tras las rejas, Juan sufre también la huida de su esposa. su padre, convencido de que

Acacia rehará su vida en la ciudad, acoge al hijo del matrimonio. Al recibir el in-

dulto, Juan busca desesperadamente a

Acacia, pero no la encontrará hasta tres años después trabajando en una taberna de la ciudad. Comienza así la segunda

parte, un drama familiar de la época que

Fotograma de La aldea maldita .

Muchos críticos la valoran como obra

mujer se dedica a las tareas del hogar:

sinónimo de libertinaje y la sociedad no

en 1930 y tuvo un gran éxito durante la ii

limpiar...Ante las penurias es ella la encar-

sada de practicar brujería por lo que es

conmoverá al espectador.

cumbre del cine mudo español. se estrenó República. el gran número de proyeccio-

nes estropeó la mayoría de las copias, pero actualmente se puede disfrutar la versión restaurada en 1986 por el iCAA.

el director Florián Rey retrata con precisión los roles de cada miembro de una fa-

milia tradicional de campo, con ayuda de las melodías a piano de Javier Pérez Azpetia.

embozada en mantones y pañuelos la

86 · TreCén · MeMoria viva aliCanTina

Florián Rey, 1930.

hacer

punto,

cuidar

a

los

niños,

gada de rezar en la iglesia, mientras que al marido se le atribuía la manutención eco-

nómica del hogar. Pero Acacia rompe los

esquemas sociales al abandonar al marido y trabajar en una taberna. Acusándola de

deshonrar a la familia, Juan la golpea sin piedad. A partir de aquí, se muestra una

mujer maltratada que tiene prohibido salir de casa y trabajar. Que una mujer se em-

pleara en aquella época en una taberna era

podía aceptarlo. Más tarde Acacia es acuapartada de la vida del pueblo.

La película no sólo muestra el papel de la

mujer en la antesala de la ii República, también se expone cómo se desarrollaba el

éxodo rural: en caravanas; mientras los hombres dirigían los animales de carga, las mujeres caminaban o cosían sobre el equi-

paje. Florián Rey realizó una gran obra gracias a la cual se transmitirá la ruralidad de la españa de los años 30.


Amando de Miguel nació en Pereruela (Zamora) en 1937. es catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid y ha sido profesor en las universidades de Yale, Florida y en el Colegio de México. Ha publicado un gran número de estudios y libros. Destacan títulos como La Perversión del lenguaje (1985), Sociología del Quijote (2005), El Sexo de nuestros abuelos (1988). su escritura mordaz y su labor investigadora han sido reconocidos con galardones como Espasa (1988), Jovellanos (2001), Miguel Espinosa (2003) o Premio de Ensayo Breve de Sociología Fermín Caballero (2007). en el terreno periodístico colabora en el programa de Carlos herrera en Onda Cero, en Libertad Digital y en el diario La Razón.

Historia entre cazuelas y mantones

La Historia, por supuesto, está en archivos, actas, datos y estadísticas. Pero su

humanidad pasa desapercibida. en oca-

siones, las investigaciones de rigor, obse-

sionadas con la verdad, sólo muestran una faceta fría de los hechos.

ninguna novela es inventada. La cerrazón

de la ficticia Alcolea del Campo en El árbol de la ciencia de Pío Baroja no es más que la traducción de algunas vivencias del literato vasco. el catedrático de sociología de la Universidad Complutense

de Madrid, Amando de Miguel, comprende que la ficción tiene la capacidad de

exponer lo representativo y de retratar la mentalidad de una época.

La España de nuestros abuelos consta de pequeños capítulos en orden alfabético

que recogen todos los aspectos que mar-

caron los inicios del siglo XX. La escuela,

el hambre, la delincuencia, las relaciones interpersonales, el sexo, el campesinado... De Miguel lo aborda todo con un estílo

limpio, breve. Deja que autores como Zamacois, Baroja o Blasco ibáñez se expli-

quen; aunque conserva sus clásicos giros de ironía. el libro puede seguirse sin

orden alguno. A través de un apunte al

final de cada entrada se relacionan unos capítulos con otros.

el volumen está destinado los lectores

que deseen conocer esa historia que huye de los púlpitos, y que pudieron contarle

La España de nu estros abu elos.

De Miguel, Amando. Espasa Hoy, 1995. 326 páginas.

lahaycita Para los niños no luto “porque van directamente a la gloria, su muerte debe causar alegría, no tristeza”.

sus abuelos.

MeMoria viva aliCanTina · TreCén · 87


13TreCén www.trecen.webcindario.com

REDACTOR JEFE: CÉSAR PONCE BECERRIL EQUIPO DE REDACCIÓN: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN,CÉSAR PONCE BECERRIL, CRISTIAN ALBERTO BUADES GONSÁLVEZ, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA. OPINIÓN: MÓNICA MORENO SECO (UA), MIGUEL ORS MONTENEGRO (UMH), ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN (UMH). DISEÑO Y MAQUETACIÓN: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN, CÉSAR PONCE BECERRIL, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA, CRISTIAN ALBERTO BUADES GOSÁLVEZ. FOTOGRAFÍA: ESTEBAN ORDÓÑEZ CHILLARÓN, CÉSAR PONCE BECERRIL, ALEJANDRO FERRI ZARAGOZA. FOTOGRAFÍAS CEDIDAS: MARÍA GARCÍA GARCÍA, MARÍA GINER, MERCEDES GARCÍA CARRILLO, ROSARIO GONZÁLEZ PÉREZ, JUANITA ÍÑIGUEZ VICENTE, EMILIA CORTÉS LLOPIS, ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE (AMA), FAMILIA CONDE MOYA, FAMILIA COMPANY ESPUCH.

Próximo Número: memoriA vivA de los hombres

La boca seca Mariano Chillarón (1933) se abrasó la lengua de pequeño. Hoy lo cuenta con una risa constante

que le borra sus minúsculos ojos verdes. en

una sartén pequeña y oxidada chispeaba por

primera vez en varios días un poco de harina de titos. en un descuido de su madre se echó un puñado a la boca. Para no delatarse aguantó sin tragar: “Yo estaba callado, más tieso que una vela, y oía chsss... cómo me hervía la

lengua”. su padre, el que un día indicó al

maestro “con que me devuelvas los tirantes

para el otro me sobra”, le levantó la mano

para castigarle por la travesura. Pero lo miró con

lástima y agachó el brazo: “Anda tira, que no tienes ni chicha donde pegarte”.

Mariano se juntaba con el mudo, un amigo con el

que aún conversa en un lenguaje de gestos inventado. Con él iba a la puerta de los colegios: “nos

escondíamos al lado del camino, y pasaban los niños

ricos con unos bocadillos de tocino que no les entraban en la boca.

De un brinco se los quitábamos. El mudo es el que mejores saltos pegaba”.

en sus primeros días de jornalero, con ocho años, algunos patrones se burlaban de él. Le acercaban al hocico un potaje caliente y

le decían que si quería probarlo tenía que entonar el Cara al Sol

con el brazo extendido. Mientras el niño se desgañitaba, los dos adultos preñaban el caldo de guindillas. Cuando por fin daba las

primeras cucharadas, los individuos le preguntaban aguantando

la risa: “¿está bueno?”. el asentía sin dejar de masticar, con los ojos rojos y escocidos.

Hoy come mucho... su mujer dice que no saborea, que tiene un callo en la lengua. Desde que se abrasó con los titos “todo le está bueno”.


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