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JAL-J
THE CITY NEWSPAPER
Consideración Final E
n el transcurso de mi carrera como periodista (cuando escribo este epílogo paso de
los 36 años en el ejercicio del periodismo escrito), no he logrado comprender el hecho de que, si la política puede ser un arte de los más elegantes que se pueden llevar a cabo, por qué el político –rebajado a politicastro-, insiste en practicarla de la peor manera. Una de las explicaciones que encuentro y que está muy lejana de ser técnica y mucho menos científica, me dice que esos individuos convierten a la política en una auténtica bazofia, justamente porque ellos no son, ni superficialmente, políticos. Y si a esos engorrosos pasajes le sumamos el hecho de que gran parte de esos sujetos son abogados, la situación o la realidad, se distorsiona más. Particularmente, no tengo nada contra los abogados; pero he visto que en varios países, a lo largo del devenir, cuando esos profesionales han ostentado el poder durante décadas enteras, las cosas no han marchado bien. Para citar un ejemplo, en el caso específico de Costa Rica, la democracia más vieja y estable de América Latina, los mejores gobiernos se han dado cuando han estado en manos de personajes “no abogados”. Han sido profesores, autodidactas y médicos, quienes han logrado las mejores gestiones gubernamentales y han hecho progresar al país de manera ostensible y convincente. Por el contrario, los gobiernos más corruptos, deficitarios y que han exacerbado los ánimos de la población, han sido regidos por profesionales en leyes o abogados. ¡En fin! Puede que sea solo una casualidad el dato histórico; pero no deja de angustiar y molestar a quienes vemos con ojos un poco más profundos el tema político. El mal comportamiento de esos individuos, quienes, entre otras cosas, cambian y manipulan las leyes a placer, pues las conocen a la perfección, ya que la mayoría de esa reglamentación fue creada y redactada por ellos mismos, ha ennegrecido a la política y ha causado un grave descontento en los votantes, aunado a una profundísima desconfianza, porque, entre otros argumentos, se dice que los abogados y los trucos de mala fe, son una misma cosa. En todo caso, insisto, la política, tal y como la vieron y concibieron Aristóteles y Platón, es un arte… y es un arte que lleva a la lucha por el poder, con la única finalidad de beneficiar a la gran masa comprendida por el grosor del pueblo. Otra perspectiva y definición, simplemente no valen. Es por todo lo apuntado aquí, que me convertí en mi amplio trayecto dentro del periodismo o en mi andadura profesional, en un crítico ácido, duro e inflexible del quehacer de los políticos, tanto en mi país como en el resto del planeta. Por supuesto que, si alguno de ellos concretó tareas y proyectos altruistas, ahí estuve yo, en