EL EMPELICULADO

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Colombiano y de la Universidad de Medellín, y habíamos armado un pequeño debate bailable en torno a El "Sardino". Todo el mundo se había mostrado entusiasmadísimo. Algunos viejos amigos de la Medallo pretérita habían traído más cocaína. Otros nos habían preguntado si ya habíamos pensado donde iba a ser la premier y otros habían tratado de destrozarla con sus críticas. Todo aquello había sido buen síntoma. En lo personal sentía que había pasado una suerte de frontera; que había llegado a un estado nuevo, una suerte de oasis paradisíaco en el fondo del universo, reserva natural de unos cuantos genios privilegiados, ciudadanos corrientes señalados por el dedo de Dios. Mi humanidad ya no pertenecía más a mí. ¡Toc, toc! Estaba al servicio de una fuerza superior. Vivía para atestiguar el ruido del mundo, toda su estridencia visual. ¡Toc, toc, toc! ¡Era la casa de Luis Languis Grisales! ¡Fue tan grande Lucho! Lo había llamado desde Urabá; le había dicho que volvía a la ciudad a hacer una película y que necesitaba posada. Y entonces Lucho, así, con apenas conocernos, me había dado las llaves de su hermético y sagrado templo a donde no entraba nadie, y así me confirmaba que nuestra recién nacida amistad era algo más que compartir algunos gustos musicales y una salvaje predilección por vivir a media caña to' el día. Había sido una de esas cosas que te pasan sólo William Zapata M.

Fundido a Negro Producciones


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