MAESTRA VIDA revista de literatura Nro. 2-3

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MAESTRA VIDA REVISTA DE LITERATURA

2° EPOCA N°2 / LIMA, SETIEMBRE DEL 2014

JUAN RAMÍREZ RUIZ

TESTIMONIO Y VALORACIÓN


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PRIMERAS PALABRAS…

olvemos a la carga con nuestra segunda entrega. Esta vez en un número doble. Los colaboradores y las colaboraciones fueron generosos y nos sentimos incapaces de marginar o postergar a cualquiera de ellos, por considerarlos valiosos.

No es una queja, pero sí la constatación de una realidad: la pobreza y mezquindad de las páginas culturales de nuestros medios de comunicación masiva. Tras la aparición de nuestro primer número no merecimos ni una sola línea informativa sobre este hecho y mucho menos alguna expresión crítica sobre nuestro contenido, excepto una nota pequeña en La Republica (gracias, Pedro) y una generosa mención en un programa cultural de la TV estatal (gracias, Ernesto). Podríamos decir, con aire de resignación, que nos falta tener “buenos amigos” en los medios para lograr un registro crítico o informativo en cada aparición presente y futura de Maestra Vida. Pero no sólo es el amiguismo el problema. Esto va para mayores. En el mundo neoliberal de nuestros días, que nos oprime y aprieta, donde el mercado es el que manda y mangonea la vida de los seres humanos, se advierte que en muchos medios de comunicación, particularmente la escrita, la página o sección cultural ha desaparecido para dar paso a temas de farándula, Y en las pocas donde ella aún pervive, la crítica y la valoración del quehacer cultural o creativo no existe o es adulona. Y como el mercado es el que manda, da paso a la “cultura” que vende, y lo que vende, obviamente, es todo aquello que la alienta y ayude a legitimarse y perpetuarse. Pero retomemos lo nuestro. Aparecemos con un número doble, haciendo todo lo posible para vencer a lo efímero e inconstancia. Y como alguien lo dijo, queremos ser un “documento de época”, de nuestra época. Una revista literaria como la nuestra sale con mucho esfuerzo, y con el único afán de difundir la creación y la belleza a partir de la palabra escrita, de esa palabra viva que ayuda a transformar la vida, para cantar siempre a lo más noble del espíritu humano, y siendo testimonio del acto creador de las generaciones presentes. Volveremos pronto.

MAESTRA VIDA

MAESTRA VIDA revista de literatura II Época – Nro. 2-3 Enero, 2015 Responsable: Wilfredo Herencia Quispe Comité Editor: Armando Arteaga, Juan Carlos Lazaro, Wilfredo Herencia Colaboradores: Roger Santivañez (Usa), Héctor Hernández (Chile), Ernesto Carrión (Ecuador) Diseño y diagramación: Víctor Escalante Corrección: Ruben Yaranga Moran, Jorge Luis Roncal Impresión: Editora E Imprenta Sánchez SRL Edición: TAKI ONQOY Editores takionqoy@hotmail.com Correspondencia y colaboraciones: Jr. Unión 1066, Int. E-1, Lima 1. maestra.vida.poesia@gmail.com Los artículos publicados en esta edición son responsabilidad de los propios autores. Con lo cual no necesariamente son de responsabilidad de Maestra Vida.


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JUAN RAMIREZ RUIZ TESTIMONIO Y VALORACIÓN

La exigencia y la urgencia en un par de vueltas alrededor de la realidad

Notas preliminares para una definición de lo poético en los poemas de Juan Ramírez Ruiz

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a poesía de Juan Ramírez Ruíz (de ahora en adelante JRR) se desarrolla en los límites de lo expresable, en los bordes de lo que era admisible en la poesía de los años sesenta y de los años setenta. La poesía de esos años se movía en los lindes de una escritura poética que se acogía a las normativas de la lengua culta, que seguía el ideal de una lengua única y bien formada. Es cierto que en la institución literaria se había asumido las innovaciones de las vanguardias, que se había afirmado como parte del discurso poético el sinsentido, lo no significante, lo indiscernible. Se podía aceptar por eso que era legible lo incomunicable, que ciertas metáforas fueran indescifrables o intraducibles a una lengua formal o a la lengua natural, de todos los días. Nadie discutía, ni hoy discute, por tal razón la condición canónica de la poesía de Martín Adán o la de Vallejo de Trilce. Pero lo que no se aceptaba, y parece para muchos no querer aceptarse, es la introducción del lenguaje “no poético”, motivo por el cual el horror y lo insoportable no se presentaban ya en la forma de lo ininteligible, de las formaciones semánticas impensables. Se presentaban entonces bajo la forma directa de una lengua comunicativamente transparente, clara y obvia, pero vulgar, y que Hora Zero denomina “callejera”, que es la lengua de la conversación cotidiana, de la calle, de los puestos de periódicos, de la replana, de las cantinas, de las visitas al hospital, de los encuentros con los amigos de la esquina en lugares populares, en sitios oscuros y vetustos, en arterias caóticas y estridentes, en medio del colorido chillón y a la vez gris de comercios y de mercados, en la opacidad y atmósfera multicolor de espacios áridos y sobrecargados de todo tipo de sensación. La lengua incluida en escenarios periféricos y populares: lugares de mezclas inapropiadas y de desproporciones ofensivas para la estética oficial. En los años sesenta existía una disciplina poética que circunscribía el campo del lenguaje a un discurso depurado de un léxico y una fraseología que expulsaba de la ciudad letrada el léxico y la fraseología de la delincuencia, de los prostíbulos, de los barrios bajos, de las barriadas, de los lumpen, pero también de los trabajadores y de los jóvenes, caracterizados por su tendencia a la exageración y a la transgresión. La depuración también fijaba el orden de la escritura, las modalidades de la enunciación, y se privilegiaba la poesía en verso, sobria, equilibrada, armónica, que abominaba de los torrentes verbales, de los huaycos narrativos de desparpajo y grosería, con que los poemas de Hora zero, y en especial la de JRR, transmitían valores de solidaridad y de rebeldía, de euforia y entusiasmo acentuados, frente a la resignación y la melancolía, que se suponía sentimientos engendrados por las formas de vida dispuestos en el capitalismo tardío. Un poema de Un par de vueltas alrededor de la realidad permitirá ilustrar en parte estas notas.

819 González Prada – Surquillo Teléfono 284225 Isabel Tello Vargas Voy a la casa 810 González Prada – Surquillo y te encuentro o me dan razón de ti Isabel. Llamo al 284225 teléfono de la vecina porque tú no tienes, cosa que no es rara en el Perú, y me hablas tú o me hablan de ti Isabel. Pero yo no quiero que me den razón de ti.

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No quiero que me hablen de ti quiero hallarte a ti, hablarte, caminar contigo, contigo alquilar un carro, traerte aquí a San Diego y en mi habitación mientras fumo ayudarte a desnudar y luego amarnos con ternura como dos dulces y tiernos seres humano Hay otros poemas de JRR que podrían tener una calidad que los representara mejor, pero este poema resulta apropiado por su brevedad. En él salta a la vista el título, la dirección de una calle, un teléfono, el nombre de una mujer. Es una insolencia contra la preceptiva de la escritura poética poner tal título a un poema. Las pasiones elevadas y las indescifrables sensaciones que este transmite, desde el punto del estereotipo que se tiene de él, deben ser realizadas con un lenguaje especial, mediante metáforas brillantes, juegos de simetría como el palíndromo, armoniosa composición fónica, que hacen visualizar acciones delicadas, en escenarios idílicos, aunque fuera, por ejemplo, el de una playa rocosa azotada por una tormenta, y el título correspondiente tendría que sintetizar esa atmósfera o por lo menos insinuarla. O en consonancia con el carácter sagrado y exclusivo de la poesía el título de un poema debería presentar una coloración luminosa o de luminosidades claras o tenues, y aunque los colores fueran oscuros, ellos serían parte de tonos relacionados con una sacralidad degradada, como aquella que se refiere al ámbito de lo demoniaco o de las dignas enfermedades del romanticismo, como la melancolía. Pero el título de este poema lo rebaja a la banalidad de una situación comunicativa por completo referencial, lo que se considera antipoético. Entre las referencias hay dos que, sin embargo, en su condición indicativa llevan una carga significativa que sobrepasan su mera función signalética. Uno da cuenta del distrito donde se ubica una casa, aquella donde vive la mujer mencionada en el título, un distrito popular de la capital peruana, que durante los años setenta tenía fama y aun lo tiene de ser zona roja, habitada por delincuentes. El otro es el número telefónico que señala, a primera vista, la tenencia de un teléfono, aparato que en el Perú de la década del setenta no era objeto frecuente en casas de distritos populares y cuya posesón hacía pensar en una familia de buenos ingresos económicos. Con la lectura del poema, sin embargo, el lector se entera que no es propio, sino de una vecina que solidaria y generosamente lo comparte, como ocurre en los barrios de gente sin muchos recursos. Son dos referencias que localizan directamente las ocurrencias narrativas del poema en mundo periférico, popular y conflictivo. En el nivel narrativo del poema un personaje se comunica con su amada en tono conversacional. Le transmite el hecho evidente y efectivo de los encuentros y no encuentros con ella cuando va buscarla a la casa de la calle González Prada 810 en Surquillo. Parece que el yo enunciador hiciera una mera referencia directa y obvia. Al contrario de lo que sucede en los poemas canónicos, que desde el inicio buscan escapar a toda referencia y crear mundos ajenos al que se vive en la existencia inmediata. Es más, la referencia es tan transparente que produce un efecto de ingenuidad, ¿o mejor hablar de un arte poético naif? Pero en el poema se pone énfasis deliberado en el nivel del discurso (en el nivel de su acto performativo) en esa referencialidad: la clara y rotunda exigencia frente a las contingencias de los hechos cotidianos de que el deseo se imponga a su imposibilidad. El poema, en efecto, se presenta hasta cierto grado como un arrebato, como un acto de cólera. Los poemas por lo general no presentan actos de cólera. Lo común es que se presenten como enunciados de queja, de reproche, de afirmación de soledad, de súplica, de expresión de pasiones diversas, pero es un muy raro que expongan cólera y de la manera tan transparente y llana como aparece en este poema. Es de señalar al respecto que frente a este tipo de texto la reacción del

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lector esperado (o lector ideal) por las formas canónicas de la enunciación poética es de rechazo, de rechaza de inmediato por lo que se juzga como no poético. La cólera, el furor directo, no suscita efectos poéticos. Pero en el caso de la poesía de JRR ilustra bien la propiedad el texto mismo de imponer su condición poética, a pesar de no responder a ese carácter de acuerdo a la estética dominante. Es poético en tanto se funda como tal. En cuanto inaugura un orden distinto, basado en una disciplina diferente. En la disciplina de la expresión directa de sentimientos y de conocimientos. Este es un tipo de poesía, sin embargo, que para ser admitida como tal requiere una fuerza enunciativa especial. Requiere que la presencia práctica del enunciador sea reconocida como fuente enunciadora de poemas. Es lo que sucede con los textos testimoniales, con los cuales la poesía del grupo Hora zero de los años setenta tiene parentesco. Ellos sustentan su condición verdadera en la posición del enunciador, que ha participado directamente en los hechos de los que da cuenta. Se reconoce a aquel la autoridad de decir la verdad. De la misma manera, el enunciador poeta en los poemas de JRR tiene el reconocimiento práctico de ser enunciador de los poemas del tipo que enuncia: poesía del pueblo. Hay que subrayar aquí que esa es una inscripción que no puede ser fabricada, que no puede ser, en otras palabras, ficcionalizada. Es preciso aun desarrollar estas reflexiones, por ahora solo se señalará que en el carácter poético de los poemas de JRR la presencia práctica del enunciador es un factor determinante. La presencia cargada de su historia, de su ubicación social. Ella empapa y mancha sus textos, de una manera que no ocurre en la poesía clásica. Aunque hay un estilo inconfundible, una manera de hacer poemas en la poesía de Jorge Eduardo Eielson, para poner un de los mayores ejemplos, no requiere de una presencia semejante. Tal presencia surge en cambio del propio texto. No tiene en ese sentido un sustento práctico. En los poemas de JRR, en cambio, su poeticidad está fundada en su presencia como ser histórico. El acto de cólera es sobre todo producido por un deseo no logrado, cuya realización que le ha sido prometida u ofrecida por otro no ha sido cumplido; surge entonces de un desencanto, de una desilusión, y al furor que recorre el cuerpo del sujeto le sucede un deseo de venganza que tiene como fin reparar el agravio que la promesa no cumplida ha suscitado. En el poema de JRR no aparece un actor en rol de otro sujeto que hace promesas de realización de un deseo demandado. Pero surge la cólera. El arrebato de esta pasión nace en cambio de otra situación. Nace de la imposición de una fuerza que no se sabe bien si es la del destino, del azar, de la historia o de la sociedad. Se puede intuir, sin embargo, de acuerdo a los datos que proporciona el libro en su conjunto, que sea una combinación de todas, aunque especialmente la sociedad injusta, la sociedad clasista juega un papel determinante. Las promesas no se cumplen para los pobres, para los que tienen menos recursos. Ahora bien, a pesar de todo, las promesas pueden cumplirse. Es más, se afirma que deben cumplirse. Y tal deber ser es imperativo. Se trata de una obligación que no llega, sin embargo, de una instancia externa y superior, sino del querer del sujeto, que es un querer imperioso y exigente. No se sabe si ese querer va a realizarse, pero su expresión ya parece una forma de su realización. Al menos en el plano virtual del querer, en la que medida en que este impulso modal del sujeto tiene una potencia intensa y concentrada, tiene la potencia de un imperativo categórico concreto, nacida en la experiencia de una carencia y de una incertidumbre persistentes e intensas. Carencia económica y falta de reconocimiento social y afectivo. Hay otro poema de JRR en el que esa carencia se expresa con la rotundidad de la urgencia.

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Teresa (Está sucediendo) Teresa mujer de treintaiocho años (sola entre millones) quiere tener relaciones con cualquier hombre, en cualquier lugar y a la brevedad posible. Se anticipa (y esto es un asunto grave) le queda poco tiempo y además ya perdió toda serenidad. Este es un poema que tiene la forma de un anuncio en el que se expone la urgencia extrema de una mujer que nunca ha tenido relaciones sexuales y cuyo tiempo para concebir está por terminar. De la misma manera en el poema que se viene analizando el sujeto afirma un querer extremo que reiteradamente no se cumple, en un mundo en el que reina la desproporción injusta donde muchos no realizan sus deseos, universo discursivo donde los deseos no se realizan de acuerdo a los programas de la naturaleza, que son justos, sino de acuerdo a los programas de la sociedad, que crean desigualdad e injusticia. El estado de la urgencia y el acto de exigir se hallan vinculados entre sí. Están ligados por su contenido excesivo. La urgencia es un apremio, un problema que debe resolverse de modo inmediato. La exigencia es una petición que se hace con energía y con la mira puesta en su efectiva y obligatoria realización. La exigencia es un mandamiento que no admite rechazo, ni dilación, ni incumplimiento. Por eso también urgencia y exigencia están ligadas. Como en las solicitaciones y demandas de quienes se manifiestan para requerir se soluciones problemas inmediatos. Por eso puede muy bien relacionarse la poesía de JRR con la voz de quienes reclaman, que es la voz de los pobres, de los más necesitados.

(1) Ramírez Ruíz, Juan Un par de vueltas alrededor de la realidad. Lima: Hora Zero ediciones, 1971.

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PAOLO DE LIMA

La Universidad de San Marcos, la Revolución y la “involución” ideológica del Movimiento Hora Zero (1) A veinticinco años de “Palabras urgentes (2)” de Juan Ramírez Ruiz

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articipar en un seminario dedicado a la poesía peruana del setenta con un texto firmado el año 1980 no ha sido gratuito. En principio, lo que interesaba era llamar la atención sobre uno de los personajes más emblemáticos y singulares de este sector de la poesía peruana cuyas vertientes poéticas provincianas, populares y marginales han sido enfatizadas, subrayadas y señalizadas como prueba de ruptura dentro de la misma; vertientes cuya pretensión de centralidad ha sido reclamada desde siempre por el núcleo hegemónico activo del colectivo Hora Zero. Juan Ramírez Ruiz fue co-fundador de esta agrupación en 1970. Es también “teórico” (González Vigil 165) y “creador del concepto ‘Poema integral’ que desarrolla en un breve ensayo en las páginas finales de su primer libro [Un par de vueltas por la realidad]” (Mora 122), poemario publicado en 1971, demoras económicas y de imprenta mediante, pues el ensayo está firmado en julio de 1970. En cualquier caso, Ramírez Ruiz es co-autor junto con Jorge Pimentel de Palabras urgentes, manifiesto inicial de Hora Zero aparecido tanto en las paginas liminares de los poemarios Kenacort y valium 10 (1970) de Pimentel, como de Un par de vueltas por la realidad de Ramírez Ruiz. En una antología sobre Hora Zero, publicada en Venezuela el año 2000, su autor, Tulio Mora, señala (parafraseando, aunque sin citar la fuente, a Roland Barthes) que la “revolución de opereta” del general Juan Velasco Alvarado (1968–1975) “implica un cambio de la palabra” (7). Para Mora, la aparición en 1970 del manifiesto Palabras urgentes “dio proceso al movimiento Hora Zero” (121) y marcó “la hora puntual” (8) de dicho cambio. De la misma opinión es Ricardo González Vigil, para quien la circulación de ese texto hace que “en lo concerniente a la poesía, el año 1970 pose[a] un valor incuestionable de irrupción de una nueva generación”, más allá del hecho de que existan “razones [...] para hablar de una Generación del 68” (161). Nada de acuerdo con estas posturas, Antonio Cillóniz opina más bien que con el golpe de Velasco en 1968 se producen unas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales [que permiten] convenir en que los términos ‘Generación del ´60’ y ‘Generación del ´70’ no se corresponden ni con el devenir histórico ni con la evolución literaria que sufre el Perú durante dicho periodo, las décadas de los sesenta y setenta; todo ello solamente obedece a una inercia de la crítica peruana, en primer lugar, y de la extranjera, como un eco, después. Inercia o modos de legitimación simbólica perfectamente atendibles por lo demás en el caso de quienes propugnan la llamada (así, con G mayúscula) “Generación del 70”, si reparamos en que Mora es integrante de Hora Zero a partir de su segunda etapa (la que va de 1977 a 1980, y a la que Ramírez Ruiz califica negativamente en el manifiesto que motiva este ensayo como “antípoda del proyecto original”), y si consideramos que el crítico literario González Vigil es su promotor mejor posicionado, así como el más cabalmente decidido y entusiasta descontando a los propios miembros del movimiento.

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Más allá de consideraciones respecto a qué hechos son los más apropiados para tener en cuenta al momento de fijar bajo una nominación de temporalidad el surgimiento de una nueva “Generación” de autores (si los específicamente políticos o los específicamente literarios, si 1968 o 1970), un hecho claro es la relación histórica y mediación existente entre el velasquismo y Hora Zero. En ese sentido, este grupo puede verse como parte de la ola antioligárquica en la que se generó el gobierno de Velasco. Su manifestación en el campo poético, su estallido en el plano de la poesía fue Hora Zero. Como escribe David Wood en su libro De sabor nacional. El impacto de la cultura popular en el Perú: “La emergencia de este grupo [de poetas provincianos aparecidos a finales de la década de 1960] coincidió por supuesto con la toma del poder del régimen del general Velasco y, dentro de ese ambiente sociopolítico, se formó Hora Zero” (90). En lo concerniente a la mención al autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, queremos detenernos brevemente en tres documentos del año 1970 en los que Juan Ramírez Ruiz hace referencia explícita al concepto, ideal y promesa de Revolución. En el “breve ensayo” en el que desarrolla su definición del “poema integral”, el autor señala la “necesidad urgente [de] que los contenidos revolucionarios se expresen en formas revolucionarias”; dice también que “[e]l poema integral se ubicará dentro del contexto socio-histórico, eliminando el divorcio entre tiempo que se vive y problemática que se expresa” y se refiere a una “experiencia latinoamericana en un lenguaje latinoamericano” en los cuales “[l]a nueva poesía latinoamericana debe ser instrumento de lucha contra los medios masivos de comunicación alienante que extravían y enajenan la identidad lingüística latinoamericana”. Es más, señala que “[e]l primer desafío de esta circunstancia histórica es concretizar la idea de la REVOLUCION. Todo lo demás está por debajo”. Del mismo modo, en las primeras Palabras urgentes se denuncia “la sucia y poderosa mano del imperialismo norteamericano” y se comparte “plenamente los postulados del marxismoleninismo” (Oviedo 131). Y en una entrevista aparecida entre enero y febrero de dicho año Ramírez Ruiz afirma que “la poesía participará también en el cambio social. [...] Cuando esté dada la revolución, tal poesía va a estar en plena vigencia”. También sostiene: “Ante todo, creo que escribir una poesía nueva es de hecho un acto revolucionario” (Oviedo 170-1). Demás está señalar que este autor expresa sus opiniones como integrante de una agrupación literaria, por lo tanto, cualquier declaración política que haya hecho y que acá recogemos, forma parte de un manifiesto literario o de una declaración pública en tanto escritor. Lo que interesa destacar es esa relación central con el ideal de la Revolución. Ahora bien, es cierto que “existe una asimilación acrítica [de la poesía peruana del setenta] que redunda en el biografismo, los enfoques marxopositivistas y un reduccionismo sociológico que obvia las múltiples mediaciones entre la serie social y la literaria”, como bien se señaló en la presentación a la convocatoria del seminario en el cual este trabajo fue inicialmente leído. Sin embargo, es necesario no perder de vista las distintas implicancias (literarias y sociales) que dicha asimilación tiene por parte de la “ciudad letrada” local. En ese sentido, al ser el manifiesto uno de los vehículos de discusión de ideas y de implantación de posiciones literarias e ideológicas más recurrentes al interior de este sector de la poesía peruana, queremos destacar particularmente uno que circuló en los bordes de un marco temporal e ideológico-político distinto: el que se inicia en 1980 con el retorno de la democracia formal y el comienzo de las acciones armadas del PCPSendero Luminoso. Nos referimos a Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz, manifiesto que fuera volanteado por el propio autor en el marco de una actividad realizada un 28 de agosto de 1980 por Hora Zero – Segunda Etapa en el Salón de Grados de la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ante la presencia de numerosos poetas asistentes. En el manifiesto, Ramírez Ruiz alerta sobre el “usufructo” de esta agrupación a manos de sus propios miembros, al “confirma[r]” dicha actividad “una involución de una forma de pensamiento libre y revolucionario” e “institucionaliza[r] un simulacro” del Hora Zero inicial. Con lo que la asimilación ideológica de esta poesía por parte de la “ciudad letrada” local queda denunciada.

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En ese sentido, una pregunta central es la siguiente que se formula el propio Ramírez Ruiz: “¿Qué ha pasado para que la universidad peruana, la primera institución proveedora de la cultura oficial, institucionalice a partir de este momento lo que fue un movimiento revolucionario?” ¿Qué ha pasado? Para Ramírez Ruiz el estudio y el espacio en sí para la realización del estudio son antagónicos. Por pertenecer a dicho orden capitalista, la Universidad, el ámbito universitario en sí mismo está vedado dentro de su proyecto literario y revolucionario. Ramírez Ruiz da una visión de la cátedra como “baldes de agua helada sobre el ardor”. Y contrapone la realidad social del país con la universidad, considerada como “a espaldas” de aquella. Al llevar a cabo un acto horazeriano en la universidad, ésta al institucionalizar convierte al mismo en un simulacro, dando origen a “lo que quiere seguir llamándose Hora Zero desde hace tres años”. En su reciente libro sobre el grupo de artistas plásticos Huayco, Gustavo Buntinx hace una descripción de los años en los que se desenvolvió esta segunda etapa de Hora Zero y a la cual Ramírez Ruiz manifiesta su rechazo. Detenernos un momento para apreciar los vaivenes de esa época, nos servirá para tener más claro el marco histórico desde el que el autor de Palabras urgentes (2) emite su discurso. Escribe Buntinx: Si 1980 fue la fecha culmen de [una] vanguardia nueva, su instancia germinal se ubica sin duda en 1977: un momento crítico marcado políticamente no sólo por la muerte física del general Velasco sino además por el agotamiento de su ideario y de los remanentes de sus políticas reformistas en el gobierno militar, apenas dos años después de ser relevado del poder. Una coyuntura de transiciones traumáticas exacerbadas por la profunda crisis económica que radicalizó a la sociedad en su conjunto y jaqueó a un régimen que aceleradamente desmantelaba sus propias reformas // La ruptura de la junta militar con cualquier proyecto popular o populista se materializó en el histórico paro popular del 19 de julio de 1977 y sus secuelas de persecución y violencia, dejando una marca perdurable en el imaginario social y artístico. Lo masivo e incontrolable de aquella manifestación desestabilizó finalmente al gobierno determinando la convocatoria a elecciones para una Asamblea Constituyente. Realizadas el 18 de junio de 1978, en ellas la izquierda logró casi la tercera parte de los escaños, adquiriendo así una representación sin precedentes, sobre todo para los sectores más radicales, encabezados por los grupos trotskistas y sus aliados del Frente Obrero, Campesino y Estudiantil del Perú (FOCEP) (31). Es relevante mencionar aquí que esa segunda etapa horazeriana llegó a fundir su membrete con este último Frente político: Hora Zero FOCEP, documento aparecido en 1978. Por lo demás, en su libro Buntinx también habla de “toda aquella franja de la plástica peruana que entre 1976 y 1981 se ve atravesada por el impulso radical de una utopía socialista” (21). Franja que también comprende a otras esferas del arte (poesía, teatro, etc). Más adelante, Buntinx se refiere a esta utopía de corte socialista como la de un poder ejercido por los trabajadores mismos, en relación estratégica con sectores medios radicalizados. Un ideal de democracia extrema que adquiere características históricas propias al propagarse en la sociedad peruana a partir del paro nacional del 19 de julio de 1977, hasta alcanzar su culminación fugaz durante el verano de 1980 en la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) compuesta principal –pero no exclusivamente– por grupos trotskistas y clasistas de la entonces llamada Nueva Izquierda. Un conglomerado de partidos cuyas cambiantes conformaciones podían, sin embargo, abarcar otras franjas de la muy nutrida izquierda peruana de aquellos años –aunque por cierto no las fundamentalistas concentradas en Sendero Luminoso (23). Ampliando la perspectiva en un contexto internacional, se puede decir que el “simulacro” de Hora Zero denunciado por Ramírez Ruiz está en consonancia con algunos fenómenos de ese amplio proceso cultural definido como la postmodernidad. Un texto bastante citado dentro del debate teórico actual en torno a los conceptos de modernidad / postmodernidad es “¿Puede hablarse de postmodernidad en América Latina?” de George Yúdice, publicado en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. En el mismo, Yúdice caracteriza a la postmodernidad a través de las ideas de Lyotard respecto al “declive de los metarrelatos”, o sea, a la nula fe “en las

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explicaciones globales o totalizantes”; y de las de Fredric Jameson, quien ve a la postmodernidad como “una ‘dominante cultural’ generalizada por la tercera o etapa tardía del capitalismo, cuyo paisaje cultural lo constituyen ya no la reproducción mecánica como en la época benjaminiana sino la reproducción semiótica” que produce una estética del simulacro (1989: 114). Y simulacro es el ideologema-base de Palabras urgentes 2 de Juan Ramírez Ruiz. La postmodernidad, como señala Jameson, “es el campo de fuerza en que tipos muy diferentes de impulsos culturales –lo que Raymond Williams tan felizmente ha denominado formas ‘residuales’ y ‘emergentes’ de producción cultural– tienen que abrirse camino” (1986: 145). De ahí, tal y como expresa Yúdice en otro de sus trabajos, “que no sea necesario explicar estas nuevas fuerzas políticas y culturales en términos de una inexorable heterogeneidad o de una fetichizada diferencia casual –como en ciertas corrientes post-estructuralistas– que no hacen sino neutralizar la efectividad política de la marginalidad. Estos movimientos contestatarios –trátese de obreros y de campesinos o de mujeres, ecologistas, minorías étnicas, etc.– encuentran su efectividad en las experiencias ‘residuales’ o ‘emergentes’, que entran en contradicción con la lógica postmoderna. Estas experiencias, a su vez, constituyen la base de los proyectos contrahegemónicos” (1986: 47). En tal sentido, la actitud de Ramírez Ruiz podría definirse dentro de la categoría de residualidad. Por su lado, Edmond Cros, en El sujeto cultural, sostiene que “[e]l concepto de modernidad no puede existir sin toma de conciencia de las [diferencias (o disincronías]” y expresa que el “cumplimiento de la modernización corresponde al fin de la modernidad y a la entrada de una época nueva, a la cual llamamos postmodernidad porque no sabemos cómo llamarla mejor”. El límite que nos habría hecho pasar de una época moderna a otra postmoderna, “coincide con el advenimiento de la tercera revolución industrial, al final de la segunda guerra mundial, y con la última fase de expansión del capitalismo internacional”. El espacio creado que hemos llamado postmodernidad tiene que ver con una “proyección imaginaria” que nos estaríamos haciendo hoy por hoy, amputando “la imaginación colectiva de cualquier dimensión utópica” (126). Cros hace referencia también a un contexto sin futuro donde “las revoluciones sólo pueden ser simulacros”, ya que los sujetos postmodernos realizan una interiorización donde la visión del porvenir se corresponde “al punto final del proceso que conduce hacia una homogeneización socioeconómica y sociocultural total”. Esta visión produce angustia expresada en el “vacío semántico” que llamamos postmodernidad, el cual “transcribe nuestra incapacidad para nombrar, designar y definir el Tiempo en cuyos umbrales estamos” (126-7). En la introducción de su Decadencia y caída de la ciudad letrada, Jean Franco enfatiza la muy grave situación por la que atravesó la década de 1980, “puesto que los conceptos mismos en torno a los cuales habían circulado los antiguos debates –conceptos de identidad nacional y latinoamericana, de modernización y emancipación– parecían inaplicables en un mundo globalizado” (27). Y dice aún más: De hecho, el pasaje de los proyectos de autonomía nacional a la represión militar [–el derrocamiento de Arbenz, el de Allende, la invasión de la República Dominicana, las guerras sucias y la Operación Cóndor, la guerra contra Noriega–] y de la represión a la respetabilidad a los ojos de Estados Unidos a través de la restauración de la democracia (usualmente definida como el ejercicio del voto) no sólo fue destructivo, sino que pusieron de manifiesto en ese mismo proceso de destrucción las mismas ‘invisibilidades’ –sin duda la invisibilidad de las mujeres, pero también la de naciones enteras como Panamá, la invisibilidad de los pueblos– sobre las que se había fundado la ciudad letrada: los argentinos de piel oscura, las clases pobres chilenas, los indígenas del Perú, Guatemala, México (26-27). Contra esas invisibilidades señaladas por Franco, y en claro contraste con el diagnóstico (tal y como lo describe Cros) de los sujetos culturales postmodernos, en Palabras urgentes 2 podemos leer una fuerte denuncia a la “sociedad capitalista”, a los “criterios occidentales del arte” y al “establishment en el arte y en la vida”. En contraposición, Ramírez Ruiz reivindica en su manifiesto “la producción de modelos de proyección de vida alternativos para liberarnos de la pesadilla múltiple del colonialismo”, así como “la intransigente voluntad de propiciar micro

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sociedades revolucionarias al interior del orden capitalista”. A su vez, resalta como cualidad principal del trabajo colectivo su carácter liberador de “las energías más puras de la imaginación”, el cual se ve complementado con “el estudio sistemático tenaz, fervoroso y arriesgado de los movimientos profundos de la vida interior” para realizar, parafraseando los términos con los que Perry Anderson se refiere a Godard, “una forma distinta de productividad, una vez más desde los márgenes” (116). En el caso de Ramírez Ruiz, éste se refiere a los márgenes de una institución tradicionalmente discriminadora de la cultura literaria del interior migrante. Por lo demás, está también la búsqueda de Ramírez Ruiz en Palabras urgentes (2) por “edificar” una identidad cuyo significado consiste en “participar creativamente en la tarea de objetivar en la historia la alternativa revolucionaria que encarnan obreros y campesinos”. Volvemos, pues, a la contraposición del gesto residual con la lógica de la postmodernidad capitalista y, en este caso, tercermundista de la Segunda Etapa de Hora Zero. Ahora bien, antes de finalizar queremos insertar unas ideas que Luis Fernando Chueca expresa en un ensayo a publicarse próximamente “Alcances y límites del proyecto vanguardista de Hora Zero”. Mientras ordenábamos nuestro material de trabajo y pergeñábamos los primeros borradores de nuestra disertación recordamos dicho ensayo cuya versión inicial de hace cinco años es la que hemos leído. Al releerlo no pudimos dejar de reconocer que sus puntos de vista coincidían en gran medida con nuestra posición, de ahí que decidamos incluir una parte sustancial del mismo antes de finalizar. Escribe Chueca: [en l]os manifiestos iniciales de Hora Zero […] se critica la institucionalidad literaria, cuya organización es consecuencia de la estructura social y de la dominación internacional, y se propone el rol transformador de la poesía, que, dentro de esta perspectiva debe ser nueva, es decir, expresar cabalmente su realidad, llegar a las masas y cambiarles el alma, de modo que caminen hacia la revolución. El poeta, acorde también con la necesidad de acercar el arte a la vida, debe ser agente de transformación con su vida y con su obra. // Se ve con claridad que el objetivo central no se limita a cambiar la poesía (como manifestación artística), ni siquiera a trastocar la institución[;] el fin último de la aventura horazerista, tal como se expresa en los documentos de su primera época, es la transformación de la sociedad[.] Es claro que, Hora Zero, como la vanguardia histórica, no logró este cometido. Y así, aunque no lo haya señalado expresamente, el grupo abandonó la idea del rol transformador del arte y la poesía. Puede decirse que es el efecto del paso de los años, que provocan la pérdida del ímpetu y las utopías juveniles; puede ser que una mayor ‘lucidez’ (léase escepticismo), les enseñara que el arte no cumple ningún papel gravitante en la transformación de la sociedad dentro del papel que las instituciones oficiales le asignan al arte culto, puede pensarse que el descalabro de la izquierda que se produjo luego del derrumbe del llamado socialismo real en el mundo y la traumática experiencia a partir de la aparición de Sendero en el Perú los obligaron a abandonar o cuando menos a postergar esas preocupaciones de su discurso. Lo cierto es que, cuando, en la década de los noventa, aparecen los documentos más recientes del movimiento […] la idea de un rol social de la poesía prácticamente no aparece. // La relación arte-sociedad, sin embargo, sí se menciona. Pero se ha pasado de la prédica de la revolución (en la que la poesía y los poetas tenían un rol de vanguardia) a la constatación de que el gran aporte, vigente hasta la actualidad, del proyecto de Hora Zero fue la representación. Habría que precisar, para nuestro caso, que la representación asume su forma más visible en las actitudes de Hora Zero después de 1977. Chueca concluye sosteniendo lo siguiente: De proponerse como vanguardia en un sentido que involucra no sólo su quehacer artístico, sino, sobre todo, su relación activa con la dinámica de los procesos sociales, Hora Zero ha pasado a imaginarse como una propuesta que actúa fundamentalmente en el espacio literario, aunque claro que con los ojos puestos en el espacio social. Desde esta redefinición de su rol, Hora Zero puede reconocer el importante alcance que sus propuestas tuvieron (y tienen aún, es cierto) en la poesía peruana, pero debe también reconocer el estrechamiento de su carácter de proyecto vanguardista. Al menos, para citar sus propias palabras, en ‘esta edad maldita’.

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En tal sentido, las apariciones esporádicas del núcleo hegemónico activo del colectivo Hora Zero a través de breves manifiestos y polémicas con autores de otros grupos y edades durante los últimos años revela bien que, como ocurre con toda vanguardia, la repetición de los gestos denunciatorios termina vaciando el contenido revolucionario por otro más de acuerdo con el establishment dentro del cual ahora se ubica dicho núcleo. Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz previó este giro y debe ser incluido de manera verdaderamente “urgente” en cualquier evaluación que se haga del grupo en estudios posteriores.

Bibliografía Anderson, Perry. Los orígenes de la posmodernidad. Colección Argumentos 240. Barcelona: Editorial Anagrama, [1998] 2000, 193. Buntinx, Gustavo. E.P.S. Huayco. Documentos. Lima: Centro Cultural de España en Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos y Museo de Arte de Lima, 2005, 323. Castañeda Vielakamen, Esther y Elizabeth Toguchi, compiladores. “Catálogo – 30 años de poesía peruana en revistas (1971 – 2000)”. Lima: UNMSM, Biblioteca Central Pedro Zulen, 2002, 131. http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/libros/Alertas/catalogo_30_poesia/folletos_documentos_1.htm Cillóniz, Antonio: “Dividir la poesía peruana en décadas es gratuito y mecánico”. Identidades III.63 (Lima, 21 junio 2004): 7. Chueca, Luis Fernando. “Alcances y límites del proyecto vanguardista de Hora Zero”. Lima: 2000 (inédito). Cros, Edmond. El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2003, 247. Franco, Jean. Decadencia y caída de la ciudad letrada. La literatura latinoamericana durante la guerra fría. Barcelona: Debate, 2003, 427. González Vigil, Ricardo. Literatura. “Generaciones de la poesía actual”. Enciclopedia temática del Perú [de El Comercio] XIV.13. Lima, noviembre 2004, 192. 149-170. Jameson, Fredric. “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío”. Casa de las Américas XXVI.155-6 (La Habana, marzo-junio 1986): 141-173. Luchting, Wolfgang. Escritores peruanos: qué piensan, qué dicen. Lima: Editorial ECOMA, enero 1977, 375. Martos, Marco. “Hora Zero: ¿Vanguardia cultural del proletariado?”. Marka (Lima, 02 febrero 1978): 32. Mora, Tulio. Hora Zero: La última vanguardia latinoamericana de poesía. Los Teques: Colección Ateneo de los Teques, mayo 2000, 127. Oviedo, José Miguel. Estos trece. Lima: Mosca Azul, marzo 1973, 189. Ramírez Ruiz, Juan. “Palabras urgentes (2)”. Lima: 28 agosto 1980. [volante a mimeógrafo, dos hojas] ____________. “POESIA INTEGRAL / Primeros apuntes sobre la Estética del Movimiento Hora Zero”. http://www.angelfire.com/al4/alvarezbr/HoraZero Sánchez Hernani, Enrique. Exclusión y permanencia de la palabra en Hora Zero: 10 años después. Lima: Cuadernos Ruray 2, abril 1981. Yúdice, George. “¿Puede hablarse de postmodernidad en América Latina?”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana XV.29 (Lima, 1er Semestre 1989): 105-128. ____________. “El asalto a la marginalidad”. Hispamérica XV.45 (Gaithersburg, diciembre 1986): 45-52. Wood, David. De sabor nacional. El impacto de la cultura popular en el Perú. Lima: IEP y BCR, 2005, 282. -------------------------------------------------------1 El presente texto fue leído en el seminario “Poesía peruana del 70: Marginalidad, oralidad, nuevos sujetos migrantes descentrados”, organizado por la revista de literatura Enemigo rumor y el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional

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Mayor de San Marcos (Lima, Universidad de San Marcos, 11-13 agosto 2005). Se publicó inicialmente en la revista virtual literaria Ciberayllu (27 diciembre 2005). Una versión editada apareció posteriormente en el número 101 del suplemento cultural Identidades del diario El Peruano (06 febrero 2006). La presente versión se publica tal cual a la aparecida en Ciberayllu. Vaya esta republicación como un homenaje al poeta, fallecido en circunstancias trágicas en Trujillo el 17 de junio del 2007. Sus otros poemarios son Vida perpetua (1978) y Las armas molidas (1997). Ramírez Ruiz nació en Chiclayo, en 1946.

En realidad, la difusión inicial del manifiesto Palabras urgentes se da en enero de 1970 en una publicación colectiva a mimeógrafo electrónico que lleva como nombre Hora Zero. Aparece en la carátula la firma de los poetas de su puño y letra, y en el interior el manifiesto firmado por quienes ya quedó dicho y poemas de (en orden alfabético) Mario Luna, Jorge Nájar, Jorge Pimentel, Julio Polar, Juan Ramírez Ruiz y José Carlos Rodríguez, quienes vendrían a ser los poetas fundadores de Hora Zero, es decir, el grupo original.

Cillóniz propone “una alternativa a esta cronología gratuita y mecánica de dividir la poesía peruana en décadas [...]: el término de ‘Generación del 68’”. Lejos de pretender imponer su propuesta, Cillóniz pide “que al menos se tenga presente esta otra línea de interpretación a la hora de abordar el estudio de la poesía peruana del tercer cuarto del siglo XX”.

Con esto no queremos decir que en los mismos Ramírez Ruiz esté refiriéndose al proyecto llevado a cabo por el velasquismo, de ahí que hayamos optado por escribir la palabra Revolución con R mayúscula, para especificar que nos referirnos al concepto en sí, es decir a un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Que dicho cambio se haya o no dado no es materia de discusión aquí, de lo que se trata es de acercarse al ideal que Ramírez Ruiz plantea en los textos citados.

Ramírez Ruiz sostiene que escribe Palabras urgentes (2) “como fundador de Hora Zero, como autor de todos sus manifiestos[ y] como autor de su proyecto que asumo plenamente”. En una entrevista realizada por Wolfgang Luchting en la primera mitad de los setenta podemos leer también esta afirmación suya: “Y entonces escribí Palabras urgentes” (294). Hace falta un estudio a profundidad en relación con estos hechos que señala Ramírez Ruiz. En relación con este tema, Marco Martos escribió en un artículo aparecido en 1978 en Marka que “[a] unque en su conjunto la Universidad Peruana muestra una incapacidad casi absoluta para dar acogida a los sectores populares y para orientar sus estudios en esa dirección, goza de cierto prestigio extramuros, también en el campo de la poesía. Quienes escriben poesía y al mismo tiempo son profesores o alumnos universitarios tienen (tenemos) un handicap a favor para ser leídos en los grupos pequeño burgueses que gustan de la poesía y también de los manifiestos. Los pequeño burgueses de fuera (los de Hora Zero [Segunda Fase] en este caso) sienten un plausible resquemor por esta situación de privilegio, y hacen manifiestos que luego son ‘estudiados’ por los universitarios”. En pocas palabras, un académico como Martos también percibe la distancia entre los claustros y una producción cultural migrante que se pretende representativa de los extramuros literarios del país. Una consulta del mismo (así como de Palabras urgentes (2) y muchos otros manifiestos, revistas y documentos de la época) puede hacerse en el “Catálogo – 30 años de poesía peruana en revistas (1971 – 2000)” compilado por Esther Castañeda Vielakamen y Elizabeth Toguchi el 2002. También debe revisarse el texto de Enrique Sánchez Hernani citado en la bibliografía para una percepción temprana y contemporánea del fenómeno del simulacro señalado por Ramírez Ruiz y que aquí analizamos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que Sánchez Hernani fue miembro de una agrupación poética rival de Hora Zero, la llamada La Sagrada Familia, que existió entre 1977 y 1979.

Ideologema, tal y como lo define Edmond Cros, es “un microsistema semiótico-ideológico subyacente en una unidad funcional y significativa del discurso” (112).

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JUAN RAMIREZ RUIZ

PALABRAS URGENTES (2) novecientas palabras libres

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odo debe estar expuesto al aire de los días para que cada cosa sea recortada por la luz del sol. Por más dolorosos que sean ciertos hechos es necesario que se conozcan si con ellos se abren nuevas perspectivas a la realidad. “Decir la verdad es revolucionario”, había escrito Gramsci en las paredes de su celda y desde esas paredes la profunda verdad de esa frase sale al encuentro de nosotros. Pues es cierto que nada fructifica jamás sobre la mentira. Hace unos años (1971) un grupo de jóvenes irrumpió de pronto en esta sala sacudidos por una auténtica indignación moral. Protestaban contra este lugar y contra las actos que aquí se desarrollaban, a espaldas de la realidad del país. De ese tiempo a esta parte muy pocas cosas han cambiado en esta realidad. Por ello resulta patético que sea este mismo lugar, ahora, el escenario donde se celebra lo que sus actores denominan “una década de rebelión”. ¿Qué ha pasado para que la universidad peruana, la primera institución proveedora de la cultura oficial, institucionalice a partir de este momento lo que fue un movimiento revolucionario? La inconsecuencia, la confusión, la inconciencia han deformado lo que quiere seguir llamándose Hora Zero desde hace ya tres años. Deformación que alcanza a aquello que sus enemigos de ayer atribuyeron al movimiento original como objetivo: llegar a través de otras vías al establishmen cultural. Esta ceremonia confirma una involución de una forma de pensamiento libre y revolucionario. Confirma el usufructo para fines personales de un proceso colectivo que tenía como ideal supremo la objetivación en la historia de las aspiraciones más profundas del espíritu humano: el Amor, la Libertad, la Poesía. Por ello, repito, esta ceremonia institucionaliza un simulacro de dicho proceso. Simulacro que despliega ahora su espectáculo más apócrifo. Celebran la “segunda fase” (1977-80) que irresponsablemente han convertido un antípoda del proyecto original. El “Hora Zero” que celebran no es el movimiento de la revuelta total que encarnaron 60 jóvenes. No es el movimiento que desencadenó acciones en todas las regiones del país. No es el de la descentralización cultural. No es el movimiento de Jorge Nájar, José Cerna, Feliciano Mejía, Rubén Urbizagástegui, Elías Durand, Julio Polar, Julio Dávila, Bernardo Alvarez, Ricardo Oré, etc., etc. No es el movimiento de Isaac Rupay que inmoló su noble juventud en nuestro proyecto. No es el movimiento de las cuatro expresiones artísticas: poesía, narración, teatro, pintura. No es el movimiento. Frente a ello, como fundador de Hora Zero, como autor de todos sus manifiestos, como autor de su proyecto que asumo plenamente, reivindico el verdadero espíritu de este movimiento y lo separo de esta celebración espuria que constituye su negación. Reivindico sus objetivos de fundación cuyos puntos principales cito: ° La abolición de la literatura y el arte como instituciones burguesas a través de: a) la decodificación de su teoría y praxis y la exposición sistemática de sus mecanismos, los cuales —de manera sui géneris— prolongan el sentido administrado por la sociedad capitalista. b) la descentralización de la producción y la socialización de la cultura. c) la reformulación de las expresiones culturales

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populares proscritas por los criterios occidentales del arte. d) la fundación de un pensamiento estético autónomo que parta de las condiciones de nuestra realidad. e) el desencadenamiento de potencialidades creadoras, aperturando así posibilidades para que la experiencia estética sea una vivencia cotidiana de nuestro pueblo. ° La cualidad maravillosa del trabajo colectivo, que por ser hecho sin egoísmo, sin vergüenza y sin deseos de propiedad libere las energías más puras de la imaginación. ° El rechazo versátil pero siempre rotundo a los cantos de sirena —cualquiera sea su melodía— del establishmen en el arte y en la vida. ° Los esfuerzos por la liberación total del hombre. ° La lucha por la liberación de los tormentos que padece la conciencia en el interior de la Historia y de su propia condición. ° La voluntad de aventura, el placer de la exploración, los frescos y turbadores relámpagos del descubrimiento, el estudio sistemático tenaz, fervoroso y arriesgado de los movimientos profundos de la vida interior. Reivindico la producción de modelos de proyectos de vida alternativos para liberarnos de la pesadilla múltiple del colonialismo. Reivindico la intransigente voluntad de propiciar micro sociedades revolucionarias al interior del orden capitalista. Reivindico a los que no se niegan y se negaron a compartir irresponsablemente el festín de la vida que el orden ofrece a unos pocos: a quienes se les ofrendó el primer acto del movimiento Hora Zero. Reivindico el Hora Zero de los que fueron despedidos de sus centros de trabajo por la única razón de pertenecer al movimiento; a los que dejaron profesiones, títulos universitarios y abandonaron —apasionados por la libertad— los caminos que conducen a la comodidad que ofrecen todas las carreras, incluso las literarias. Reivindico la tarea de edificar nuestra identidad. Lo que en otras palabras significa participar creativamente en la tarea de objetivar en la historia la alternativa revolucionaria que encarnan obreros y campesinos. Reivindico a los que no quieren “subir”. Reivindico a los que quieren abrir los caminos. Nada de esto es lo que aquí se celebra. Se celebra el “Hora Zero”—caja de resonancia de las carreras literarias de los paterfamiliae, reblandecidos precozmente por la treintena y que ahora acuden para que desde la cátedra se viertan los baldes de agua helada sobre el ardor de sus veinte años traicionados. (Distribuido en el Salón de Grados de la Casona de San Marcos el 28 de agosto de 1980)

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ENTREVISTA

JUAN RAMÍREZ RUIZ

“Un país donde la cultura tiene propietarios. Y los intelectuales participan en la repartición mutua de flores” Entrevista de: Wolfgang Luchting (*) En enero de 1977 se publica el libro de entrevistas Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen. Su autor, el fallecido crítico literario Wolfgang Luchting. Aquí surge la voz lúcida e implacable de un Juan Ramírez Ruiz ideólogo y fundador de Hora Zero, de quien escribió “Palabras Urgentes”, manifiesto poético clave para entender la vigencia e importancia de la generación del ’70 en el proceso de la literatura peruana y latinoamericana. WAL: ¿Bajo qué circunstancias apareció Hora Zero? ¿Cuál era el contorno cultural en el que apareció su generación? JRR: La Realidad está para todos. Ofrecida abundantemente para aquellos que tienen algo que hacer con ella. La invitación que la Realidad hace se oye en todas las esquinas. Y Hora Zero escuchó esa invitación; llevábamos más de 20 años viviendo en medio de una población sumergida en la mea culpa, en la incredulidad, en la vergüenza; condenada a la mutilación y al callejón sin salida de su situación socio-económica. Un país donde la cultura tenía (tiene) propietarios. Y los intelectuales participan en la repartición mutua de flores. Todo esto convirtió este país en zona de desastre. Alguien tenía que decir todo eso. Y entonces escribí “Palabras Urgentes”. Y lo que hicimos después fue recordar a los receptivos que en la Literatura nadie tiene la última palabra, que la poesía constituye un poder que el arte no debe ser propiedad de una clase, que urgía una revolución en el lenguaje, etc. etc. Y al mismo tiempo que se solucionaba el problema del almuerzo, se ensayaba la destrucción de un lenguaje, se proporcionaba materiales para una estética nueva. Y eso dura ya más de tres años. Y pocos saben cómo hemos luchado por imprimir palabras auténticas. Y todo porque mientras ellos participan en la distribución de flores y en las carreras burocráticas, la poesía era olvidada. Y un buen día la cogimos de mano y la trajimos a nuestras covachas. WAL: ¿Qué es para usted la escritura? ¿Cuál cree que es su importancia? ¿Cuáles son los mejores estímulos para un escritor? JRR (1) Hablar es elegir una imagen. Escribir es convocar, reunir o sugerir a todas las imágenes. Y la escritura es, por todo eso, la huella digital del pensamiento. De manera que escribir es la asunción de una altísima responsabilidad, entendida no como deber, sino como decisión, como acto de la voluntad trascendente. Voluntad manifestada en la posibilidad de salud que toda palabra escrita debe entregar al habla. Así, escribir un poema no es ninguna gratitud, hacer arte no es un acto inútil. Pero hacer mal uso del idioma por pereza o irresponsabilidad de delinquir. El entusiasmo, en Literatura, no basta. El mal uso del lenguaje enferma a la sociedad, como el agua que no se potabiliza y que, a la larga, desarregla el organismo de la población. (2) Tal vez el mayor estímulo para un escritor, sea vivir en un lugar donde haya mayores conflictos, un punto neurálgico y excitado, donde la propia obra se piense fundamentalmente para la buena o mala dirección de los hechos. Aparte de eso, pienso que para escribir, sólo se precisa

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lo absolutamente necesario: pan, techo, café o cigarros (el amor de los parientes o amigos don indispensables, pero no aseguran la creación de un libro: Una vocación, sólo y exclusivamente, tiene que ver con uno mismo). No obstante, sin olvidar que el acto de escribir es la culminación de un proceso que incluye confrontaciones a nivel del lenguaje –estructuración de ritmos, etc.- elaboraciones internas, que rebasan el estado fluyente de la actualidad, para rescatar lo intemporal dentro de lo cotidiano. Creo en la poesía del acto. En la poesía que acontece en los mínimos actos humanos, distantes de la palabra. (3) Las revoluciones en poesía son sucesos importantes dentro de lo que ocurre en un país. Y entre nosotros no sería ninguna sorpresa que tengamos, en los próximos años, más y mejores libros que revolucione a la poesía: flujos nuevos en/con lenguaje vivo, donde la comunicación no se dé a través de coincidencias pasivas, sino a partir de tensiones que susciten mutuos cuestionamientos de todo orden. WAL: ¿Cuál es la función de la poesía, cuál es la influencia que juega dentro de la sociedad? JRR: Si nos ponemos de acuerdo de que la poesía es algo distinto de la literatura (Greimas), y que sólo se asemejan porque ambas (y más la poesía) son el producto de una implacable eliminación de sub-productos, reconoceremos a la poesía como la más sólida invitación que una persona plantea a otra para la transformación o revocación del sentido de una época. Cada clase reinante, dice Marx, que haya tomado el poder de sus precedentes, está obligada, para lograr sus fines, a representar sus intereses como el interés común de todos los miembros. En la expresión, en el trabajo con los poemas, tal ida se hace evidente en el carácter unívoco de las formas, en el carácter lineal de la composición tipográfica, en los tics historicistas que obliteran la función poética del lenguaje, en la continuidad estructural, en la visión unipersonal y en el tótem de las coherencia, cosas esas que prolongan el sentido administrativo. Conviene, pues, poner en tela de juicio todo el estatuto de los signos y las “maneras cómo el lenguaje es puesto en acción” avalando tal sentido. Se trata de que los poemas impugnen tal sentido. Se trata de un “sentido por hacer”. Aquello que la buena literatura ha rechazado (a pesar de la hermenéutica), en todas las épocas. WAL: ¿Publicaciones? ¿Qué opina de la crítica? JRR: Publicar es un acto que desencadena lo imprevisto. Cuando sé que una persona ha leído mi libro creo allanar cualquier imposibilidad de comunicación. Publicar para mí es muy importante; algo que no sé si llamar timidez hace que ponga toda mi confianza en mi trabajo. De otro lado, pienso que el acto creador, no obstante ser total en sí mismo, precisa dialogo con el lector que es en definitiva con quien se cierra el círculo que confirma la comunicación. La parte que me toca en ese diálogo, a partir de una publicación comienza y termina en el poema; pues es ahí donde ejerzo mi libertad y mi responsabilidad. Soy un ser social, responsable ante mí mismo y ante los valores que defiendo como resultado de mi concepción del mundo. Salvo dos o tres excepciones, carecemos de una crítica en el Perú. Sin embargo, las redacciones y los círculos amicales están llenos de comentadores apresurados, adjetivando todo con prisa delirante. El movimiento Hora Zero, por ejemplo, es mal interpretado sistemáticamente. WAL: Como escritor, ¿qué cosas no quiere (ya) hacer ¿Qué cosas quiere hacer? JRR: (1) No quiero repetir la vida de nadie; tampoco repetir los errores de otro. Así, un buen número de escritores han derrochado energías en supuesta dicotomías. Teoría y praxis, arte y política, etc. Nuestros escritores, especialmente los de la década del 50, conscientes de vivir en países urgidos por la miseria, por años han levantado actas a los sucesos. Y su desesperación los ha llevado de una vez a considerar el arte como un sucedáneo de la política; pero esto es agua pasada. Discutir sobre poesía social y poesía pura es obsoleto. E insistir con la polémica con los políticos obcecados, que pretenden indicar la forma de cómo debe escribirse, ya no me interesa.

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Me parece muy necesario en primer lugar, librase de las disculpas, asumir el arte no como evasión, por el hecho supuesto de desplazar actividades más urgentes. Hacer poesía nueva es de hecho participar en la transformación de la sociedad. Destruir un lenguaje es una alta tarea para un ser social como lo es un poeta, un escritor. En el Perú, el joven que más temprano resuelve ese conflicto y ubica al acto creador dentro de un proceso liberador, ya ha hecho los pilares. Y se ha preservado buena parte de sus energías. Vivimos en un mundo que no quiere entender que “hombre o mujer no son el enemigo”, un mundo que ya no es el de Proust, Mallarmé, Joyce o Pound. Las tecnologías han llegado a nuestro sistema nervioso han acelerado nuevas formas de redacción. Así, decir como Maculan que la ciudad ya no existe. No es decir ninguna perogrullada, porque asistimos ahora al nacimiento de una balbuceante conciencia de la especie, del ser humano sentido como humanidad, por encima de nacionalidades. Sin embargo, mientras los medios de comunicación realizan una reducción del mundo, éste continúa escindido siempre por al lucha de clases, inmerso en una corriente única donde el “epos” técnico y el “epos” colectivo deben necesariamente encontrarse. Compartir esa conciencia que nace y a la vez participar en los esfuerzos de liberación es lo que me interesa. (2) Tengo una idea del libro por escribir, al cual quisiera acercarme a partir de las cosas que concretice. Pienso que la aspiración del libro es atrapar al mundo, entregar un plan de las cosas ordenadas o, en su lugar, el libro debe ser la Gran Consonancia, el plano topográfico de San Juan, el instrumento espiritual de Mallarmé. Para eso, ha de ser un cortejo de formas, una sinfonía de significaciones. Formas de ninguna manera repetitivas y así armónicas en su ubicuidad. Cada página será un ritmo-fema-gramasema situado dentro del Gran Ritmo del Libro. Un libro como aquél verbal, visual, táctil, etc. será un libro para todo el cuerpo. Se trata de escribir un libro que ponga en juego toda la inteligencia y toda el alma. Donde la ubicuidad de cada una de las palabras sea de por sí significativa. Versos cubiertos por capas de pensamiento adonde se llegue luego de atravesar una por una. Sucesión de “pensamiento que hala pensamiento”. Tal libro ha de ser escrito sobre un borde. Cada una de sus páginas intentará ser rostro, una congregación de rastros que active todos los sentidos del lector. Un libro para ver, tocar y oír y gustar. Escrito con todos los signos, un libro donde el mundo ensaye su proyecto, dé una imagen del mundo pro alcanzar, y que desencadena ese deseo de lograrlo. El libro será, pues, un ente vivo, inagotable, que genere, él mismo, sus nuevas vidas, porque sus lecturas no han de terminar. Aquí, en este libro, la imaginación ha de ser implacable si no quiere traicionarse.

(*) Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen de Wolfgang Luchting (Munich, 1927-1999) entonces profesor de Lenguas románicas y germanas en la Universidad de Washington, y amante de la literatura latinoamericana. Este libro de entrevistas a escritores peruanos apareció en 1977, editado por la Editorial ECOMA.

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OSCAR MALAGA

TRES MOMENTOS CON JRR UNO Estudié hasta el segundo de secundaria con Manuel Morales. Lo vi muchas veces cuando se escapaba del CMLP de La Perla. Pero cuando lo encontré en un congreso de poesía que se llevaba a cabo en la Universidad Nacional de Ingeniería, creo que en 1965, no podía creerlo: Manuel Morales ya era un poeta publicado aunque poco reconocido. Él fue quien me habló por primera vez de los poetas de la Universidad Villareal. Nuestros pocos encuentros se dieron en el bar El Triunfo, de Santa Cruz, Miraflores. Manuel Morales se movía en un mundo de mayores. Juan Ramírez Ruiz (JRR) era uno de los poetas de la Villareal que hablaba Morales. Yo ya había leído algunas revistas literarias que hablaban de una generación que crecía en sus aulas. Era una poesía cuya propuesta no se oponía a lo que nosotros pensábamos, creíamos y escribíamos. Estábamos muy cercanos. Era una nueva poesía que comenzaba a fluir y que ya se anunciaba como un río tumultuoso. A JRR lo conocí a principios de los años 70 en la puerta del Queirolo. Era un día de verano. Lo noté como un joven de aspecto tranquilo. A Jorge Pimentel, que estaba a su lado, ya lo había conocido meses antes en casa del poeta Carlos Henderson. Fue Rafael Drinot, buen poeta, quién me llevó a esa reunión. Pimentel acababa de publicar sus primeros poemas en la revista Haravi, que dirigía Paco Carrillo. Era tan tímido, Pimentel, que se ponía rojo y tartamudeaba cada vez que intentaba hablar. Lo que me sorprendió ese mediodía fue que él había liquidado su timidez de un solo golpe. Debió de ser brutal. Ahora tenía delante de mi a los anunciadores de lo mejor que podía pasarle a la poesía en el Perú de aquellos días. Ambos llevaban en sus manos sus primeros libros: Kenacort y Valium de Jorge Pimentel y Un par de vueltas por la realidad, de Juanito Ramírez Ruiz. Estaban inaugurando el Movimiento HORA ZERO. En ese tiempo los poetas de San Marcos, los cercanos a la revista Estación Reunida, éramos vistos con bastante interés. San Marcos era una buena universidad y todavía no existían en su currículo los fatídicos y asesinos talleres de poesía. Eran tiempos respetuosos. Ellos venían de una universidad sin tradición literaria. Ellos la fundaron. Y Estación Reunida ya no existía, Comenzaba a ser una pequeña leyenda. Algunos dieron el salto, por ejemplo, Tulio Mora. Otros, preferimos andar solos y en esas estamos. Pero nuestra admiración siempre la tuvo Hora Zero. Ese mediodía de verano yo tenia delante de mi, reventando a carcajadas, a dos héroes de la poesía peruana: Juanito, con camisa celeste manga corta sobre el pantalón y, Jorge, camisa blanca perfecta, cuello inmaculado y brillante, manga larga, bien ajustada dentro del pantalón.

DOS Años después, una noche húmeda y caliente de Lima, yo caminaba apurado por el Jirón de la Unión sin preocuparme de la pequeña multitud de apurados que en todo sentido la transitaban, de pronto alguien me toma del brazo e intenta detenerme, brutal, ansioso. Giro para defenderme y me encuentro con el rostro asustado de JRR. --- Tienes que creerme -me dice, casi gritando- tienes que creerme… Me detengo. Le pido que se calme y sonríe. --- Creerte qué, Juanito? - La naturaleza quiere eliminarme, a todos manito, a ti también.

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Durante unos segundos no entiendo nada. Le abrazo. Le digo: Voy al Cordano, ¿vienes? --- No manito, esa es otra trampa, la naturaleza quiere eliminarnos, primero a mí, yo estoy llegando a su secreto. - Cálmate, Juanito, explícame… --- Estoy escribiendo un libro en el que estoy descubriendo que nosotros somos más poderosos que la naturaleza…. Y comenzó a alejarse. - … yo la voy a destruir..! gritó, una, dos, tres veces. Durante largo tiempo seguí mirándolo mientras desaparecía, seguí escuchando su ansiedad, sus visiones. No se cuánto tiempo estuve detenido en el Jirón de la Unión. Ahí va un poeta, pensé, un poeta….. y no me atreví a decir una palabra, sólo a escuchar con saudade el ruido que hacia un poeta atravesando la multitud..

TRES (LA ÚLTIMA NOCHE) Mientras me dirigía al Yacana, acercándome por el Jr. de la Unión, tuve deseos de nunca llegar. Durante un instante desee correr y desparecer de esa calle oscura y peligrosa de Lima. No me gusta escuchar poesía. En general la gente lee mal, los asistentes discuten a viva voz, los mozos hacen sonar botellas y vasos y cucharas y monedas, es un desastre. Siempre he ido a los recitales a ver chicas, amigos, comprar los libros y luego participar en la fiesta que sigue a este evento. Ahora solo me interesa comprar el libro. Y encerrarme en mi casa. Leo con la desesperación de un condenado a muerte. Esa noche Tulio Mora, mi pata desde el principio de los tiempos, iba a presentar a un poeta joven en el que creía. No bien abrí las puertas del Yacana encontré frente a mí, sonriente, con Juan Ramírez Ruiz, que estiraba sus brazos para saludarme. En efecto, nos saludamos y en ese instante supe que la fiesta o la desesperación ya habia comenzado. No se le entendía una palabra. Sin embargo, conservaba la postura, se desplazaba con tranquilidad y saludaba con amistad. Vi que saluda, cortésmente, a Tatiana Berger. Tulio ya estaba en la mesa con el poeta Willy Gómez Migliaro. Los micros, calibrados. Las luces, tenues, al caer sobre las mesas, iluminaban el aire. Desde el mismo instante en que Tulio tomó la palabra JRR comenzó su poético acto de protesta. Nadie entendía cuales eran las razones que daban carácter a ese acto en el cual Juan Ramírez Ruiz estaba metido a fondo. Era un acto de protesta solitario, de a uno, que no contaba apoyo alguno en ese lugar. Y el que lo protagonizaba estaba a todas luces enfermo, débil, jodido. Y si no, borracho a muerte. Nadie entendía que decía. Los nueve o diez que éramos todo el público nos mirábamos sin saber qué hacer. El criterio que a esas horas de la noche tenía más adeptos era sacar a Juan Ramírez de ese local. Sea como sea, en el entendido que con este acto se deseaba evitar la agresión física. Y, pensando haber encontrado la solución, los poquísimos participantes en esa lectura dejaron escapar algunas carcajadas. Tuvimos la sensación que llegaba el fin de ese espectáculo lamentable que daba JRR. Pero no, volvió a arremeter contra la mesa de los poetas; volvió a gritar sus consignas que eran cada vez más claras. También, era más evidente que el Yacana y esa noche de presentaciones, no era el lugar indicado para solucionar los problemas a los que se refería en sus gritos. Nadie iba a discutir quiénes eran de Hora Zero, ni quién era el que habia escrito, casi, en su totalidad el primer manifiesto PALABRAS URGENTES y quien sin poner una palabra en ese texto fundador ahora era dirigente de Hora Zero. Fue en ese instante que, con la voluntad de tranquilizar el ambiente, pasó lo que nunca nadie deseó que suceda. Tatiana se dirigió a JRR y le pidió que se calme, que deje de dar ese espectáculo. JRR, ya alejado de la realidad, no reconoció su error. JRR ya estaba bastante lejos de la razón. Volteó, la miró, de pronto pareció que iba a irse, pero con aire determinado volvió, la miro fijamente y le dijo “Vete a la concha de tu madre “, claramente. Ahí comenzó el caos. Tulio bajó de la mesa,

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se acercó a JRR. No creo que lo golpeó, sólo lo arrojó al suelo. Luego se acercaron algunos de los mozos y gente de seguridad y lo conminaron a partir. Lo llevaron hasta la puerta y lo sacaron del local. JRR rompió una o dos grandes lunas de las puertas. Al bajar agredió al vendedor de café que siempre, cada noche, se instalaba en el primer piso y lanzó un grito, como el de un oso perdido en la niebla y desapareció para siempre en la bruma húmeda de una transitada y salvaje esquina de Lima.

JOSE ROSAS RIBEYRO

Cinco momentos con Juan Ramírez Ruiz Primer momento: por el Wony y alrededores Ya no recuerdo cuándo exactamente conocí a Juan Ramírez Ruiz. De lo que no me cabe duda es que fue al empezar los años setenta, antes incluso de que Hora Zero apareciera en el mundo literario peruano con su manifiesto parricida “Palabras urgentes”. ¿Dónde fue que hablé con él por primera vez y quién me lo presentó?, si es que alguien lo hizo. Pues no sé, no lo recuerdo. Ya dije varias veces antes que tengo muy mala memoria y que esta es, además, caprichosa. Las primeras imágenes que me vienen al recuerdo cuando evoco aquella época y ese encuentro están situadas en el Wony, aquel restaurante, medio chifa, que había abierto recientemente en la calle Belén, a unos pasos de la plaza San Martín. En un principio llegaban allí al mediodía, para almorzar, los empleados que trabajaban por la zona y luego se tomaban una cervecita. Después, poco a poco, el aspecto cantinero del lugar fue imponiéndose, quizás ya bajo influencia de una clientela de aprendices de escritores, universitarios y uno que otro profesor no demasiado acartonado aún. El Wony, para muchos de nosotros, se convirtió en nuestro centro, y en cierta forma reemplazó, a inicios de los setenta, al Palermo y el Chinochino, bares a los que habíamos llegado, a finales de los sesenta, siguiendo tal vez los pasos de los poetas y narradores de la llamada “generación del 50”. Casi se podría decir que la segunda hornada de la “generación del 68” (“la Gran Familia Sesentiocho”, la llamé yo en una ponencia que presenté en un congreso sobre poesía peruana, hace unos años, en Madrid) convirtió ese lugar en su vivero y comenzó a llamarse a sí misma “generación del 70”. Allí, pues, en el Wony, están situados mis primeros recuerdos visuales de encuentros con Juan Ramírez Ruiz. Yo venía de San Marcos y él y los otros jóvenes poetas que se integrarían en el movimiento Hora Zero eran de la Villarreal, universidad nacional de creación reciente, sin mayor prestigio y dominada en todos los niveles por el Apra. Este hecho, conducía a una especie de rivalidad, que hoy me parece completamente ridícula. La poesía, no obstante, pudo más que los prejuicios y esa rivalidad desapareció poco a poco dando paso a la amistad. Siempre fue difícil, para no decir imposible, abordar con Juan otros temas aparte de la poesía. En todo caso, así lo fue para mí en mi relación con él. En nuestras conversaciones amistosas había también algo que nos diferenciaba: Juan vivía la poesía con un apasionamiento y una entrega total, que no correspondía con mi propia actitud frente a ella. A mí siempre me interesó la literatura en el sentido más vasto de la palabra: me estremecían y me quitaban el sueño también novelas, diarios, memorias y escrituras diversas y sin género, como también obras de sociología,

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antropología, filosofía y política. Aquellos eran los años de la dictadura militar del general Velasco y sus compinches, y yo, que trabajaba en una entidad pública y militaba en una organización radical de oposición al régimen, vivía apasionadamente y de manera bastante esquizofrénica mi compromiso político. Y muchas de mis discusiones con amigos y compañeros de la bohemia limeña eran sobre temas políticos. Con Juan no, con él única y exclusivamente hablaba de poesía. Antes de que Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel lanzaran Hora Zero, un grupo de jóvenes sanmarquinos habíamos sacado una revista llamada Estación reunida, en homenaje al poeta que fue asesinado en Puerto Maldonado cuando intentaba establecer un foco guerrillero. Eso quiere decir que cuando yo conocí a Juan ya tenía por mi parte la experiencia de una publicación que, si bien fue muy política, muy guevarista, dio a conocer los primeros poemas de algunos de los autores que luego serán agrupados en la llamada “generación del 70”: Elqui Burgos, Oscar Málaga, José Watanabe, Tulio Mora, yo y otros a los que se recuerda menos. Como ya lo he dicho en otra parte: Estación Reunida fue un grupo sin grupo y sus integrantes nunca quisimos forjar un movimiento poético, menos aún plantear una estética común. No hicimos manifiestos, no le cortamos la cabeza nadie: pese a que nos declaramos socialistas éramos profundamente individualistas. En las primeras conversaciones con Juan Ramírez Ruiz esto saltó a la vista: lo que él buscaba era integrar a poetas jóvenes en un gran movimiento de dimensión nacional, y por qué no continental o universal, que proclamara la necesidad de escribir “poemas integrales” desde una inmersión profunda en la vida social del país. Yo, en cambio, expresaba mi individualidad en mis poemas y no pensaba renunciar a ello. Para lo social, para la transformación social, tenía la militancia política. Había dejado el ELN, organización pro guevarista que apoyó la edición de Estación reunida, y tras un periodo de dudas y de bohemia radical, había decidido integrar una célula de Vanguardia Revolucionaria. Es evidente que un tal camino me conducía a lugares y actividades que me alejaban de hecho de Juan Ramírez Ruiz. Eso, pues, y el alcohol, porque si bien yo en esa época bebía mucho, logré no caer en manos del alcoholismo. Juan Ramírez Ruiz era muy peruano en el beber: cuando estaba ebrio se violentaba y buscaba pleitos, por eso cuando avanzaba la noche yo prefería alejarme y no verme metido en broncas que no tenían ni pies ni cabeza.

Segundo momento: integrar o no Hora Zero. Un día, algunos de los que habíamos publicado en Estación Reunida (Tulio Mora, Elqui Burgos y yo), decidimos reunirnos con los cabecillas de Hora Zero, Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, para discutir de una posible “fusión”. Como no queríamos que tal discusión ocurriera a vista y paciencia de todo el mundo, el encuentro fue en un bar-restaurante de Quilca, situado en la misma acera del cine Colón, a pocos metros de la panadería que hacía esquina entre ese jirón y Camaná, donde vendían unas empanadas espectaculares. No me acuerdo exactamente cómo se llamaba ese antro, era algo como Marvil, creo. Pero sí recuerdo que cuando la noche ya estaba bien avanzada caían allí para cenar algunos de los travestis que merodeaban por los alrededores de la plaza San Martín. Allí nos reunimos, pues, con el intento de unir nuestros esfuerzos en un movimiento común. La discusión fue larga y alcoholizada. Los ánimos se caldearon pero nunca pusieron en duda la amistad que nos unía a unos con otros. Según recuerdo, Elqui no tenía mayores problemas para integrarse en Hora Zero, ya que todos éramos amigos y para Elqui, hasta hoy, lo que más cuenta en la vida es la amistad. Yo, por mi parte, expresé mi desacuerdo con parte de los manifiestos iniciales de Hora Zero: no me gustan las estéticas dictadas y, según yo, el llamado a hacer una “poesía integral” lo era. Además, no creía yo (y sigo sin creer) que el compromiso social pueda manifestarse a través de la poesía, y yo planteaba, en cambio y sin rodeos, la militancia política en una organización partidaria de izquierda y radical, y, finalmente, yo no estaba tampoco de acuerdo con el parricidio pues admiraba (y sigo admirando) a poetas mayores como Martín Adán, Eielson, Belli, Bueno, por mencionar solo a cuatro, mientras que ellos -a través de la pluma incendiaria de Juan Ramírez Ruiz- habían proclamado que casi toda la poesía peruana anterior tenía muy poco valor: “La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas.

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Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos. (…) Todo esto nos lleva a la siguiente conclusión: ellos no escribieron nada auténtico, no emprendieron ninguna investigación, no descubrieron ni renovaron nada. No hubo creación.” Tulio Mora, por su parte, le reprochaba a Hora Zero su “falta de marxismo” en el análisis de la sociedad y en los planteamientos estéticos. Es recién más tarde, cuando yo ya no vivía en el Perú y Juan Ramírez Ruiz se había alejado de Hora Zero, que Tulio se integró en dicho movimiento y asumió, en cierta forma, el papel de teórico del mismo, dando como fruto mayor de su trabajo la gran antología titulada Los broches mayores del sonido. No vaya a creerse, sin embargo, que estas discrepancias nos separaron o nos opusieron a unos y otros. No, más bien todo lo contrario. Aunque no nos habíamos unido a Hora Zero sí habíamos estrechado lazos y pasamos a colaborar en cierta actividades. Tal vez la más importante de ellas haya sido el conjunto de cinco recitales que tuvieron lugar en el gran auditorio de la Biblioteca Nacional de la avenida Abancay. En ellos estuvimos todos, o casi todos, los que suelen ser inscritos en la (mal) llamada “generación del 70”. La sala se llenó cada vez y Hora Zero y su principal agitador de ideas en ese momento, Juan Ramírez Ruiz, escribieron una página importante en lo que concierne a la integración de la poesía en la vida social del país.

Tercer momento: Un par de vueltas por la realidad En 1971 Juan Ramírez Ruiz publicó Un par de vueltas por la realidad y eso fue como una bomba que explotaba directamente en el rostro de la poesía peruana. En verdad, una segunda bomba, pues un año antes Jorge Pimentel había entregado Kenacort y Valium 10. El efecto que me produjo esta segunda explosión fue enorme, perturbador, estremecedor. La poesía había tomado las calles, los bares, las barriadas, las fábricas y sus personajes ya no eran figuras históricas (aunque fueran presentadas de manera irónica por Antonio Cisneros en Comentarios reales ) ni seres idealizados en versos de marcado lirismo, sino hombres y mujeres de carne y hueso que hacen compras en el mercado, son vendedores ambulantes, trabajan tras una ventanilla en un banco, son secretarias en grandes oficinas o choferes de taxi, microbuseros o mendigos que tienden la mano a los peatones que cruzan las avenidas de esa gran urbe en que se había convertido Lima. Una ciudad “de la desesperación y la locura”: “Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12.30 p.m. a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que ya no es joven entre autos , papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación y la locura.” Otro aspecto que me llevó a entusiasmarme por ese primer libro publicado por Juan Ramírez Ruiz fue, precisamente –y valga la redundancia- , el entusiasmo. Gran parte de la valiosa poesía peruana es lánguida y quejumbrosa, como suelen serlo también los valses, los waynos y los boleros que cantábamos en los bares. A contracorriente de todo eso, Juan Ramírez Ruiz proclamó el júbilo, dirigiéndose para ello a Elfina, a quien le pedía que lo tomara en sus ojos, en sus manos. Y Elfina, imaginaba yo en ese entonces, era una muchacha como nosotros, una de aquellas muchachas que iban al Wony a tomarse unas cervezas con nosotros: “Atención, éste es el júbilo, éste es el júbilo, huyendo del silencio, viene, viene, se queda, limpia, éste es el júbilo, el silencio le huye.”

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Hora Zero, en su manifiesto “Palabras urgentes” había propuesto una poesía “viviente” y ahora ésta se iba haciendo realidad. “Todo lo que late y se agita tiene derecho al rastro. No queremos que se pierda nada de lo vivo. Proponemos una poesía “fresca”, que se enfrente con nosotros”. En pocas palabras, puedo decir que Un par de vueltas por la realidad fue para mí como una bomba llena de vida. Paradójico, sí, porque las bombas suelen matar y ésta no acarreaba muertes sino que despertaba a los adormecidos, remecía a los inertes. Estaba llena de vida.

Cuarto momento: una revista Este cuarto momento con Juan Ramírez Ruiz ocurrió en 1975, pocos meses antes de que yo me viera obligado a dejar el Perú expulsado por la dictadura militar del general Velasco. Tres mosqueteros (que, como en la célebre novela de Dumas, éramos cuatro, pero hay uno que no cuenta en la cuenta) decidimos sacar una revista que fuera la continuación de aquella que en 1939 hicieron Moro y Westphalen: El uso de la palabra. De aquella publicación sólo se editó un número y entonces nosotros, muchachos atrevidos, pretendimos entregar un segundo número elaborado por nosotros mismos, autoproclamados herederos de los dos grandes surrealistas peruanos. Metidos en esta aventura estábamos Marina Castro (quien luego fuera profesora de literatura en Francia, y ahora ya fallecida), Heddy Honigmann (quien después, en Europa, se hizo cineasta y trabaja hasta hoy en Holanda), yo, que pergeño estas líneas y he escrito algunos libros de poesía y prosa narrativa, y un cuarto anónimo mosquetero de quien ya no sé nada. Algunos de nosotros habíamos militado en organizaciones trotskistas, por lo cual nuestra revista salía marcada por la huella del Manifiesto por un arte revolucionario independiente redactado por Trotsky y Breton y publicado por primera vez en México en julio de 1938. Igualmente, hacíamos nuestro aquel pronunciamiento de Moro y Westphalen en El uso de la palabra en el que, siguiendo de alguna manera el manifiesto anteriormente citado, se posicionaba “contra el arte adormidera, por un arte quitasueño”. Todo esto viene al caso al recordar a Juan Ramírez Ruiz porque en El uso de la palabra n°2 quisimos no sólo dar nuestro punto de vista en asuntos de arte, cine y literatura sino abrir las páginas a opiniones diferentes e incluso totalmente opuestas a las nuestras, pero que de alguna manera rechazaran el orden existente, se situaran en una óptica de creación de ruptura, “contra un arte adormidera, por un arte quitrasueño”. En la reunión de redacción decidimos que una de las personas a las que les daríamos un espacio de difusión de ideas sería Juan Ramírez Ruiz. Recuerdo que quien fue a su encuentro y lo entrevistó fue Heddy Honigmann. Sé que en algún lugar de las montañas de papel que hay en mi casa, aquí en París, tengo un ejemplar de dicha revista. Es más, hace poco lo tuve entre las manos y lo estuve hojeando y ojeando. Quería encontrarlo para reproducir aquí lo que Juan Ramírez Ruiz tuvo a bien decirnos. Desgraciadamente, la he buscado por todas partes y no la he encontrado. Y a mí eso que decía Picasso: “yo no busco, encuentro”, parece que tampoco me funciona. Dado mi fracaso no me queda sino recordar cómo fue que integramos a Juan Ramírez Ruiz en nuestro irreverente n°2 de El uso de la palabra. Si alguien en algún lugar (Amazonas u otro) encontrara un ejemplar envejecido de esta revista, ya saben que ahí hay un texto que se puede y debe añadir a lo que se publique en homenaje a Juan Ramírez Ruiz.

Quinto momento: muertes trágicas Yo salí del Perú en septiembre de 1975 y nunca más volví a ver a Juan Ramírez Ruiz. Viví dos años en México inmerso en la revuelta que fue allá el Infrarrealismo. Me hice amigo, entre otros, de Roberto Bolaño y Mario Santiago y en este segundo poeta “infra” descubrí a un admirador fervoroso de aquel poeta peruano que yo había frecuentado en Lima. Juan había declarado que quería conocer el mundo y, sin embargo, el destino hizo que él no saliera nunca del Perú mientras que su poesía había ya derrumbado las fronteras y llegado a México. Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que la poesía de Juan Ramírez Ruiz fue uno de los pilares sobre los cuales

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se construyó ese grupo llamado infrarrealista, un grupo que no fue tanto un movimiento ni una corriente estética sino un estado de ánimo, una voluntad de oponerse a quienes encierran la poesía en mafias y cofradías allegadas al poder político, una rebeldía contra el sistema expresada con y desde la acción poética. Los manifiestos de Hora Zero y del Infrarrealismo fueron muy diferentes, a tal punto que yo, por ejemplo, no quise adherir a los del movimiento peruano porque no estaba en gran parte de acuerdo con ellos, pero sí lo hice sin la menor duda con los del Infrarrealismo. Eso me lleva a pensar que la influencia de Hora Zero sobre el grupo basado en México se dio sobre todo a través de la poesía de Juan Ramírez Ruiz, Jorge Pimentel y Enrique Verástegui. Es extraño cómo a veces dos destinos separados por importantes factores geográficos y cronológicos terminan por encontrar un punto final similar, trágicamente similar. Mario Santiago Papasquiaro (que quiso llamarse así, Santiago Papasquiaro, adoptando el nombre del pueblo en que nació José Revueltas, gran novelista a menudo ninguneado por los voceros del “sistema literario” pese a que su obra es de un gran valor), fue ganado por el alcohol y murió atropellado en estado de ebriedad por un vehículo en 1998. Su cuerpo fue llevado a la morgue y allí estuvo durante un largo tiempo hasta que alguien lo reconoció. A Juan Ramírez Ruiz le ocurrió algo parecido, trágicamente parecido. En estado de ebriedad fue arrollado por un vehículo en junio de 2007 y fue considerado desaparecido durante ocho meses, hasta que fue reconocido en una morgue. Mario sólo había publicado en vida dos plaquetas -Beso eterno (1995) y Aullido de cisne (1996)-, mientras que Juan, que era siete años mayor, dejaba tres libros fundamentales en la poesía peruana del siglo XX: el ya mencionado Un par de vueltas por la realidad (1971) y, además, Vida perpetua (1978) y Las armas molidas (1996). Algo que ya había puesto en comunicación a estos dos poetas, tan volcánicos y rebeldes como autodestructivos, era el júbilo. Esa extraña mezcla de lo “jubilatorio” y lo suicida, una fusión muy particular del no future punk y una forma de optimismo poético: “…Entro en los pechos, en las frescas canciones, entro, éste es el júbilo, esa música, esa abundancia, ese relumbre que dejo caer sin recogerlo, éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo.”

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VLADIMIR HERRERA

Manifiesto peligroso a favor de Juan Ramírez Ruíz Cada uno cuide de su entierro que imposibles no hay. Jorge Amado. 1.-

Belleza del Barrió de la Soledad que descubrí desde el número 444 de la calle Ancash. Calle muy frecuentada por los que tomaban desayunito en Bellas Artes a unas dos cuadras de allí. En ese número, entrando a la izquierda vivía JRR. Su mejor vecino era un tipo al que Juan había bautizado como “La Víbora”. Recuerdo que para terminar mis artículos de Vistazo, me refugiaba en el cuarto de Juan Ramírez Ruiz al que en ese tiempo le decíamos “el Chome”. La chapa se la había puesto el gordo Manuel Morales en la época en que todo el manchón vivía entre Rufino Torrico y Huancavelica. Esa prehistoria trataba de muchos provincianos que vivían a salto de mata, amigos todos donde el único que dormía en sábanas era Jorge Pimentel que se trajo un barco de madera y una cómoda situándolo todo al fondo de sucesivas habitaciones en las que dormían los demás. Coco acababa de dejar el garaje que para mayor comodidad su familia le dejaba en la casa detrás del Ministerio de Trabajo, en Jesús María.

2.-

Ahora, cuando veo que comienza la construcción de la posteridad de algunos buenos poetas de mi generación, me acerco con prosa rancia como arrimando ideas deshilvanadas a lo que después será la confusión general: Noto un afán de desprestigio de la obra de JRR en lo que por ejemplo escribe José Carlos Yrigoyen. Pendejín al que no le gusta polemizar cuando se le dice que su idea de la república de las letras es más bien la de la República de Salo, ello, en el remiendo de ensalada literaria que suponen sus reseñas. Téngase en cuenta que es toda una operación reductora de la imagen de JRR. A favor del otro comensal de HZ. Pimentel y del comisario paracaidista T.M. Con la ayuda de algunos imparciales, JCY se va consolidando en cierta sustancia gelatinosa y protofascista junto a su socio Pimentel Prieto, sobrino predilecto de Federico Prieto Celi, capo del Opus Dei en el Perú. Esa derecha literaria cuida su sombra postrera con menos inocencia de la que parece. Y más eficacia de la que ostenta. En esto, la prosa de Yrigoyen huele a la mujer bigotuda que Luis Alberto Sánchez guardaba al fondo de su casa. Digo, comienza a oler. No hay que olvidar que gran parte de la poesía de JRR se vale por los postulados que el mismo Chome inventó y proclamó. HZ fue un artificio que salió de sus manos y que ahora en la distancia ilumina el sentido de su obra. Sin HZ tendríamos a un JRR descafeinado. Y los muchachos de entonces estaríamos hoy uniformemente calvos. Algo que todavía no es cierto.

3.-

No hay nadie en La generación del 70 que no tenga que ver con el Palermo, El Chino-Chino y el Wony. Caíamos en el inmenso Palermo desde más o menos las tres de la tarde hasta el cierre. Hacíamos estación en el Versalles, El Tíboli y el Queirolo. Y un sitio elegante en el Jirón Ocoña cuyo nombre alguno de esa época me hará recordar, ¿el Viena? Habían noches eternas en las que por ejemplo el gordo Manuel Morales buscaba a Aramayo para ajustar cuentas mientras nosotros lo ocultábamos alrededor de una mesa grande en la entrada, la preferida por Miguel Gutiérrez, Reynoso, Gálvez Ronceros y Gregorio Martínez. Yo los recuerdo voluminosos probablemente por ser entonces muy delgado y argentino el mundillo aquel. A esa mesa, la de los grandes

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conversadores, también acudían Juan Morillo, Chacho Martínez y Juan Cristóbal. Todos tenían algo que ver con la Cantuta. Y todos eran rojos, rojos. Como la noche de Lima que siempre era más roja cuando aparecían cada uno por su lado El Gordo Portal y Pocho Ríos. Se armaba la grande porque su sola presencia era la locomotora que todos esperábamos. En el fondo del Palermo sucumbíamos, en mesas pequeñas, los que íbamos al taller de poesía de San Marcos y la manchita de la Villarreal que poco a poco se fue volviendo HZ. En realidad nosotros navegábamos entre un anarquismo de cartón y un trotskismo de concha y perla. De ese momento puedo decir que indudablemente Pimentel llevaba la batuta dados su entusiasmo e inocencia que en partes iguales detentaba. Se había conseguido un chibolo del puesto de periódicos a la izquierda saliendo del Palermo que apenas sacaba una cabeza de catorce años de edad, era Eloy Jáuregui. También me presentó a otro chibolo del otro puesto de periódicos el que estaba al lado derecho cerca de la Plaza San Martín, era Isaac Rupay. Ellos colaborarían con la venta de la primera revista de HZ. Pimentel el entusiasta y Juan Ramírez Ruiz la materia pensante me hicieron conocer a Arteaga, a Lázaro, a Colan,-hicimos una película con Colan- a José Cerna, a Nelson Castañeda, a Gamarra, a Elías Duran y al inefable chino Yulino que llegó al centro de Lima traído por Paco Guzmán y Andres Soto, a estos los conocía de antes, de haber terminado en noches como esta en casa de Chabuca Granda llevados por el flaco Calvo. Chabuca gustaba mucho de la música que hacían Paco Guzmán y Andrés Soto quien ya se sabía un gran compositor. Aquel año vivíamos en un cuarto pequeño bajo una soga de ahorcado tres amigos que se leían los poemas hasta altas horas de la madrugada: éramos el zambo Verástegui, Oscar Málaga y yo. Allí acudían Pimentel con el desayuno, Susi Baca, Aramayo, Juan Ramírez Ruiz, Feliciano Mejía El Avispero, y Pedro Benavides con un paquete de algo. Comenzábamos el día en medio del humo y terminábamos cantando en la Plaza Francia. Hasta que un día Málaga se casó con la Tejerina y el zambo publicó su primer libro con Milla Batres. Al poco tiempo Marina Castro publicó mi Mate de Cedrón. Así fue cómo todos nos fuimos acostumbrando a un futuro de ideales sin esperanza.

4.-

La escena empieza en el Queirolo yendo hacia Colmena. Por allí vivía Patrick con su abuela inglesa. Cerca al Tíboli la discusión se iba tornando ácida y peligrosa. Los dos hermanos o algo parecido se peleaban con su padre. En esa época Patrick vuelto de Europa vendía sin zapatos la revista de Rosina. Y José ya había hecho su yunta en la mesa de Lorenzo Ozores, Coca y Carancho, siempre cachacientos ellos con la dimensión de la mosca. Y sobre todo con el entusiasmo nuestro. El Chome no los tragaba ni con pintura de aceite. José Rosas miraba con curiosidad y temor desbordante las mesas del Palermo. Temía que Málaga, quien según nosotros lo había superado poéticamente, además le quitara la hembrita. Por lo que desaparecía siempre. Así y todo terminábamos en los Yonja Parties de Leoncio Bueno en los talleres de baterías Túnjar en Breña, apretadísimos, porque las dimensiones del local eran fantásticamente pequeñas, aquello sólo con Leoncio y su familia estaba lleno.

5.-

A falta de mayor consuelo y con los bolsillos repletos de nada y poesía, cuando nos tocaba las tres de mañana nos poníamos en camino con el Chome, Verástegui y un muchacho extraño y silencioso llamado José Carlos Illescas. Nos íbamos a esperar la salida de los talleres de la Prensa en el Jirón de la Unión. A esa hora salía Julio Polar, gran amigo de Juan que nos metía un rollo político hasta el amanecer. Hablábamos casi conspirando de Mario Luna que estaría por llegar de Chimbote y de los pucallpinos José Carlos Rodriguez y el chino Najar. La idea de poesía militante y organizada con bases en todo el Perú se fue gestando entonces. La idea de poesía para Todos también. Era Julio Polar que se imaginaba un inmenso sindicato de poetas, al ser él ya sindicalista en La Prensa. Eran los años del Gobierno de Velasco. Estoy convencido que Julio influenció en Juan los temas que después redactó en Palabras Urgentes, el Manifiesto que Pimentón incluyó en su Libro Kenacort y Valium diez. No creo que Pimentel lo hubiera hecho de mala fe sino más bien llevado por su

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entusiasmo desbordante. Pero creo que a Juan le pilló de sorpresa y no le gustó nadita porque en esencia el texto le pertenecía a él. Y me lo dijo. A Juan Ramirez Ruiz le pasaron cosas como estas antes y después de lo que cuento. Creo que ese tipo de situaciones le importunaban de sobre manera. Eran la guinda en un país donde todo estaba y seguiría estando repartido. Sufría de una rabia lúcida por tanto. Y encontraba en la conversación y la amistad una isla de consuelo.

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La que yo llamo segunda impostura de HZ es cuando nuestro querido Chome que nunca había viajado, mira descender un gran paracaídas desde el cielo de México. En él descendía sobre las papas de Lima el incontrastable Tulio Mora. Quién regresaba al Perú luego de una estancia guerrillera de tequila y mezcal en algún momento compartida con el suscrito. Durante casi un año de Trago en México el incontrastable jamás me habló de HZ. Sabía que yo sabía que él no tenía nada que ver con el tema. Por lo que me sorprendió su nueva militancia limeña. No creo que a Juan Ramírez Ruíz le gustara mucho esta presencia sobrevenida y liderando lo poco que quedaba del movimiento, porque HZ era un movimiento. Y al Incontrastable jamás antes lo habíamos tenido en esas filas. O sea que, nuevamente alguien se le coló por delante a nuestro querido Chome.

7.-

La tercera vez en que alguien (casi siempre alguno sin talento) se le puso por delante a JRR. Fue con un premio en Lima que consistía en un viaje a España y que en último momento se lo dieron a un pituco fantasmón de apellido Sánchez Aizcorbe. Me lo contó Chacho Martínez al llegar a mi casa de Barcelona. En voz baja, porque atrás estaba el fantasmón. Chacho me dijo que era un huevón que se había traído porque él no sabía de aeropuertos y menos ingles. Y me pidió que lo alojara. Aquel fantasma -que más tarde escribió algo contra mi- me cayó gorrino desde el principio porque, por culpa suya, mi amigo el Chome había quemado lo único que tenía en la vida que era su colchón. Y yo no había podido verlo en Barcelona.

8.-

Ramírez Ruiz tenía una novia de gran presencia por quién Pimentel decía “dónde está tu chinón cuñao”. Era una bibliotecaria ponja creo que del grupo exquisito de bibliotecarias que emparentó con poetas por aquellos años. No diré nombres. Con ella y sus amigas, más Rubén Urbizagástegui también bibliotecario y gran amigo de Juan, hicimos excursión por los lados de Canta durante un día y una noche y un día más. Se notaba que aquel “chinón” amaba a Juan y que Juan era feliz. Nunca lo había visto tan sereno y contento.

9.-

El Chome, casi abandonando la adolescencia ya había sido lo que se llama patrón de chongo o capitán de buque en el norte. Había cumplido con el sueño de García Márquez. Por ello en las largas conversaciones parecía mucho más maduro que los demás. Y esa experiencia la trajo a Lima. Me aconsejaba que no me metiera en ese negocio. Que lo mejor era tener tu hembrita verdadera etc. Yo le hice caso.

10.-

Hace poco, en la última conversación secreta con Julio Polar, propiciada por Domingo de Ramos, hablamos de todo esto. Julio había ya renunciado a cualquier opinión pública y más aún, a cualquier reclamo. Pero convinimos en que todo había sido una gran impostura, incluso el cielo de papel japonés a dónde dicen que van los poetas perdidos. El y Juan lo estarán sabiendo.

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UN PAR DE VUELTAS POR LA POESIA DE JUAN RAMÍREZ RUIZ SELECCIÓN POETICA TERESA

(Está sucediendo) Teresa mujer de treintiocho años (sola entre millares) quiere tener relaciones con cualquier hombre, en cualquier lugar y a la brevedad posible. Se anticipa (y esto es un asunto grave) le queda poco tiempo y además ya perdió toda la serenidad.

JUANA CABRERA

(También esto aún acontece) Juana Cabrera se ha quedado en la calle. Su casa ha sido demolida mientras brillaba el sol. Hubo orden judicial y por supuesto el Juez ha estado presente y ha constatado los destrozos que han hecho los demoledores. Y yo la he visto, yo he conversado con ella y ella ha vivido allí por décadas con hijos marido y hermana. Ha trabajado toda su vida. Tiene libreta electoral y un solo gusto los discos de El Satanás de Cuba, especialmente ése “si tú supieras las ansias que tengo de verte” y el otro “Vereda Tropical”. Y ahora Juana Cabrera está en la calle y ha vuelto a recordar el maremoto del 42, el sismo del 66 o la caravana de damnificados o la multitud (que conversaba en las noches) afligida por esa guerra que terminó en dos horribles hongos. (Y esto es un asunto grave) Juana Cabrera va a dormir en plena calle. Va a tener hambre y frío otra vez. Y seguramente va a perder peso.

810 GONZÁLEZ PRADA - SURQUILLO TELÉFONO 284225 ISABEL TELLO VARGAS Voy a la casa 810 González Prada-Surquillo y te encuentro o me dan razón de ti Isabel. Llamo al 284225 teléfono de la vecina porque tú no tienes, cosa que no es rara en el Perú,

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y me hablas tú o me hablan de ti Isabel. Pero yo no quiero que me den razón de ti, no quiero que me hablen de ti quiero hallarte a ti, hablarte, caminar contigo, contigo alquilar un carro, traerte aquí a San Diego y en mi habitación mientras fumo ayudarte a desnudar y luego amarnos con ternura como dos dulces y tiernos seres humanos.

EL JÚBILO Atención, éste es el júbilo, éste es el júbilo huyendo del silencio, viene, viene, se queda, limpia, éste es el júbilo, el silencio le huye. Elfina tu decías no, pero está conmigo tómalo en mis ojos, en mis manos. Elfina deja la tarde en la calle, avisa y que vengan, que se alejen de las ofensas, que descuiden la acechanza, el improperio, la alevosía, aviso, dilo y abandona las oficinas, corre, ven con todos, corre, separa tus dedos de las máquinas sumadoras, cierra, cierra, los libros, los llaveros, los insultos, éste es el júbilo, éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo. Este que se aleja de la redondez del cuatro, de la punta involuntaria del cinco o del alambre que sigue al viento. Este es el júbilo, éste es el júbilo, este viento cargado con sonidos de vidrios verdes, éste es el júbilo, y conmigo está mirando la tarde. Entro en los pechos, en las frescas canciones, entro, éste es el júbilo, esa música, esa abundancia, ese relumbre que dejó caer sin recogerlo, éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo. [De: Un par de vueltas por la realidad, Lima, Hora Zero, 1971]

XXVIII A ti te conozco terror, te conozco: tú preguntabas por mí, hurgando en mis ojos con una luna chueca; y yo a ti te encontré mirando suelo y cielo, solo, buscando mi error con las dos manos. Tú querías matarme con astros bizcos, tú columpiabas mi mente expelida por un golpe: a ti te conozco terror, te conozco.

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Pero si oscuro va el bosque, lo que ocultas (¡aquí está!) va más oscuro todavía: ¡remolino de hechos que vomita un incendio antropomórfico, mi cuerpo como látigo se agitaba contra mí con el peso del ojo en la mirada! Te conozco, a ti te conozco terror; tú ya no puedes mi mente columpiar.

Encuentro con el terror

XVI 243

Ramillete de mis huesos ve a buscarlos¡carne de mi estatura- te toca a ti Llamarlos con alaridos- o con una piedra o con una piedra eléctrica averiguar averiguar dónde está- dónde está don Crisóstomo Pazen las arenas de qué pesadilla- en las aguas de cuál laguna rajada. Y en qué parte se arrastran las memorias no zafadas de don Jesús Alberto Páez- del Magistrado Desdichado y cómo aún sus cuerpos enteros siguen- ¡cómo siguen! Yo sus fotos nuevas quierono en las esquinas de un río redondo ni tampoco entre rutas enredadas como chopes de alicatesquiero que traigan al suelo despedido sus pisadas B pues cada uno para mí es será visible entre lingotes de oscuridad y de sevicia…

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Desde sus nombres- las letras y las brasas me arrancaron uno a uno los poros que como todos yo tenía…

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No está don Luis Lorente pero sí toda la su ropa. No está Ezequiel Huaraca pero sí su la casa en llanto. Y Santiago Huayhua dónde fue- sino quería irse. No están- no están- miles de hombres y mujeres y yo no sé- no sé ni siquiera cómo nombrarlos…

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Con pasamontaña óntico gruñendo incluso con los bordes de la ternura avanza el horror buscando en mi cuerpo lagartijas de pánico y locura. ¡Pero nada especial hay en tal horror sino yoNuevo- como los desaparecidos olvidados.sólo yo detenido en él como en paradero de reptil mirándome en su entraña!

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A

C

¡Catador de trasfondos- tienes que ir a buscarlos; Ese horror trae viandas de holocaustos y esconde el cuerpo desaparecido- el cuerpo o grieta embutida con horizontes ya torcidos para siempre¡

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Ramillete de mis huesos- tienes que ir a buscarlos: ladeando el tu bulto de sangre hacia el amorllevando a todo sitio el tu cuerpo desamparado tienes que ir a buscarlos- tienes que ir a buscarlos…

A. Y desde dónde miran los que también acaso anochecen en lingotes de luz y epifanía… B.

Enrique Yauli tio- y Donato Jacinto Cárdenas hijo Pegue usted en el aire estas fotosMauricio Huayhua en el aire. Félix Quispe usted Retenga este nombre en la memoria y Marcelino y Teófilo Q. Huamaní delante del Huandoy y Abel Saccsara ponga los susurros- Daniel Saccsara delante del Chachani abra su corazón- Amador Maldonado guarde las hilachas- las hilachas las hilachas de los cutis torturados…

C. No está el niño Boris Yuncayo (9) él iba a comprar azúcar por las nochesfue apresado y desapareció (¡desapareció!) No está Alejandro Huaña Huaña (40) con su máquina de golosinas blancas de uno a otro pueblo iba… con Elías- su hijo… De cerro en cerroentre miles de cadáveres su esposa lo ha buscadoy lo busca todavía… No está Carlos Vega Cauchi: él sembraba café en la montaña y volvía a casa- por 3 días- para abrazar a la familia: traía bultitos de semilla y queso fresco porque eso había prometido a la mamá… Antonio Palomino- su amigo- otro campesino volvía con él- y con él se lo han llevado vivos los llevaron “ “ queremos susurran mamá papá y hermanos… No está Alejandro Azcarza: Ellos dijeron: lo llevaron a MataráEllas: ¡a Totos! Y otros dicen que a Vilcas o Huancayo lo han llevado… Sr. Ya pasaron 6 años y él ¡horror! ¡no aparece! No está- ¡América antes de las cordilleras! Antonio Límaco: apresado delante de su esposa y de sus hijos por un grupo que iba en con un disfraz antropomórfico… No está- ¡América después de las cordilleras! Antonio Olivares y las carreteras se enrollan como alfombras… ¡No está José Agosiy los jardines como nubes viajan contra el cielo! ¡No está Felices Bautista y las mesas y las sillas ruedan por las faldas de los cerros!

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¡No está Escriba Huaytallay las cocinas y dormitorios salen y corren por las calles!

El Siglo de los Desaparecidos (De: Las Armas Molidas, Lima, Arteidea, 1996)

FRAGMENTO DE POESIA INTEGRAL 7. Para editar una revista Júntense varios amigos, conozcan bien a dos o tres entréguense confianza, asuman un papel de vanguardia, recuerden que toda idea, todo esquema es un medio, nunca un objetivo; manden a la mierda todo fin personalista, escupan a todo deseo de notoriedad, apunten bien y disparen.

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JULIO POLAR Conozco a Julio Polar. De la mañana a la noche de Lima, en una calle, sorpresivamente, (hablamos de pintura y de su hermana Juana la única, la soltera, la que nació dos años (después que él. Él, que era puntual a la Gran Unidad, donde comenzó a escribir (poemas que amaba y guardaba en un cajón despintado, pero después (cajón y papeles fueron quemados por su madre (¡sin saberlo!) y él, que lo sabia decía con el llanto sobre la mesa una noche de los mil demonios (en un café de La Colmena, a 500 metros de su casa. Y yo lo sé, yo lo he visto, a mí me consta. Conozco a Julio Polar. Metido en la Universidad, los cabellos le crecieron, cubrieron sus (ojos, sus mejillas, sus manos y desde allí estuvo años, años, años buscándose ojos, (brazos, orejas, piernas y de pronto la neurosis lo embistió. Pero fue allí cuando (amó, así, de golpe a Ivón y daba sus paseos por la playa del Callao, por la Costanera asegurando, prometiendo, defendiéndose y mientras las telarañas (envolvían al mundo, decidió ponerse afuera y vigilar. Y luego quiso estar solo. Se compró una Enciclopedia del Crimen, la Antología de la Poesía Latinoamericana, las obras completas de (Ungaretti a quien amaba: y sorpresivamente vino aquello del Hospital Carrión donde los médicos se reunían para atraparle la neurosis, se reunían en un cuartillo verde y hablaban, hablaban, hablaban, y Julio leía, leía, leía sus poemas a los amigos, a su hermana que llegaba (los domingos con aguas gaseosas y naranjas, a la enfermera delgadita y ágil que (sonreía, sonreía, sonreía; y yo era el que llevaba los cigarros y metía humo entre tanta enfermedad y humo entre cada traje blanco. Afuera los reptiles, bocas horrorosamente abiertas, ojos (desorbitados, caballos, alimañas entre marañas de intestinos, junto a cráneos pelados, (mordían huesos, pisaban, sorbían sangre, defecaban, reían. Y todo era una perfecta (cagada, lo de afuera y lo de adentro, todo una perfecta cagada. Y yo lo sé, yo lo he visto, a mi me consta, Tres meses después los médicos se cansaron de buscar y afuera (Julio Polar, hasta Surquillo, donde Ivón. Y qué de noches, qué de días (caminando con largas conversaciones o con el llanto en toda la cara, como (perros en la calle, temerosos, llenos de miedo y el fantasma del fracaso, (el vacío,

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la soledad de bestias; y después, ya basta y el trabajito de (corrector desde el jirón de la Unión hasta el Callao hasta las tres de la (mañana con el primer sueldo y los libros RIMBAUD, CAMUS, (MICHAUX. Y el suceso de amar a BRECHT, el acontecimiento de conocer a (MARX, de soportar la desilusión porque de la noche a la mañana mi (mujer se aleja y ya no habla, y esto apena, claro; pero qué si el primer libro (de poemas está concluido y Julio lo lee lo lee, termina Y bebemos vino en el “Triunfo”, celebrando. Y “esto va a cambiar, lo juro, lo quiere mi vida, esto va a cambiar”. Y allí el espectro de la derrota, allá la certeza de otros días, aquí (la monstruosa seguridad en nuestras palabras y a la misma mierda la universidad y, en medio de todo eso, el amor a Alejandrina y rápidamente en un dos por tres (pun---pun---baam) se casan y Julio luego en (la Colmena al trabajo todos los días desde hace un año y una noche de éstas que no quiere un hijo, pero ha comprado una máquina fotográfica (y escribe poemas y cuentos y escucha discos de LED ZEPELLIN solo o (con otros amigos fuman o conversamos o escucha o fumamos entre sus libros que (aumentaron en tanto publicaba varios poemas en una revista peruana, Y a mí me consta, yo lo sé. Ahora todos los días pisa la Colmena, entra a los cines los días (francos y después toma café en el LUZ o en el PALERMO. Julio de (veinticuatro años, mi amigo, peruano, lector, caminante, casado, bigotudo, solo, (acompañado, absurdo, creyente incoherente, dibujante, apóstata Y autor de ALGO PARA ALGUIEN, libro de catorce poemas y ocho (cuentos próximo a editarse.

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POEMA PARA LOS 22 AÑOS DE AGUEDA Yo el animal salvaje que amó con brusquedad enciendo el foco Philips V C -1- A de 220 voltios para decir, para escribir Agueda el poema para ti. Y yo no vi tu cara en una calle o en un café de la ciudad, y no supe si dejabas tu pelo sostenido por una cinta de satén o si preferías La Reserva a Las Leyendas o La Danza de la Tijeras a Bastante Amor. Digo que lo peor es no tener un alarido bajo la piel, lo peor es sentir inútil la garganta y el ojo abierto, lo peor es cargar el amor con dificultad, Y tener 22 años ir con quien se ama a San Bartolo y todo un viernes de Abril correr correr, sudar, hablar mucho, ver al sol, morir en el mar Pacífico y luego interesar a 7 o 9 buitres del Sur, a 2 o 4 dóciles del Norte que nunca conversaron contigo, que no desearon (tu cuerpo, que no detuvieron sus ojos en tus piernas, ni en tu pelo / ni en tu pelo / ni en tu pelo / Agueda / ni en tu pelo / ni en tu pelo todo eso es para esas lágrimas gigantes que caen incontenibles, para arder junto a los latidos requintando las canastas de carrizo. Pero yo sé que tú y otros como tú no arrojaban la esponja por esa parte de bondad y violencia que corresponde a cada uno, en los 20 / 30 / o 40 años (de cada uno porque aquí no hay ni nunca hubo relevo, sino la prolongación del otro en uno, o de uno en el otro, de tal forma que el de afuera, está adentro. Y el que está adentro, afuera sobre el mundo. Y de (tal forma vivir además vivir es llamar con un alarido y murmurar con clamores. Vivir es mostrarse desesperadamente aunque ya hay toneladas de (tierra, De humo, y toda la basura de un continente cayendo sobre los 50 (60 o 70 o 80 kilos cada uno. Y toneladas de depresión sobre el metro (sesenta o

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El metro setenta o el metro ochenta de cada uno. Y para ti también hubo un tiempo que habló enamorándote con insultos, un tiempo (enamorándote con películas de Disney o Visconti o Wayne el imbécil y con miserables espectáculos en las avenidas centrales del Perú y con postales, con eventos, con discos de Favio o Serrat o (Barrios el idiotón, y también con los colores de tu gusto en los vestidos y el poco de (amor real que te embelleció la cara, te hizo sonreír, saludar, agradecer y hola, qué bien, qué bello y unas son cal y otras son de arena y para ti esa era de cal y te aferraste, y el viernes 8 te llevó a San Bartolo un micro, te dejó sobre una pista y sonreías y no estabas sola, y como no estabas sola digo entonces caminaron (ustedes dos dócilmente hacia la gran puerta / hacia el agua / (hacia la arena del mar Pacífico. Pero ya no hay puerta chica / donde hubo puerta grande y el foco Philips V C -1-A de 220 voltios que yo prendo / está (apagado.

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POESĂ?A PERUANA Tres generaciones

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La Poesía y el Bicentenario Por: Juan Carlos Lázaro ¿Qué relación podría establecerse entre la poesía peruana y el próximo bicentenario de la independencia política del Perú? El tema es harto sugerente y al respecto podrían decirse muchas cosas y desde diferentes puntos de vista. He aquí una de ellas. El primer centenario de la independencia del Perú, en 1921, halló un país en ebullición no solo política y económica, sino también cultural. Entonces su literatura pugnaba por deshacerse de su herencia colonial y buscaba afirmar su identidad nacional –plural, heterogénea, diversa– abriéndose a la experiencia del cosmopolitismo. En 1922 César Vallejo publicó Trilce en el que plasmó su emoción indígena con las herramientas del vanguardismo europeo, no sin antes adaptarlas a su temperamento. Todo indica que la suya no fue una empresa personal. De manera similar procederían sus compañeros de generación, afiliados a las diferentes corrientes vanguardistas, como Alberto Hidalgo, Carlos Oquendo de Amat, Martín Adán, Xavier Abril, Emilio Adolfo Wesphalen y César Moro. A lo largo del siglo XX, a contracorriente de las crisis sociales, políticas y económicas que abatían continuamente a la república, la poesía peruana entregará maravillosos frutos. El caso de la Generación del 50 es emblemático. Es una generación cosmopolita que abreva en diferentes fuentes de la poesía europea y se remonta hasta los clásicos. A casi todos sus integrantes, empezando por Jorge Eduardo Eielson, y pasando por Blanca Varela, Alejandro Romualdo, Manuel Scorza, Juan Gonzalo Rose, Francisco Bendezú –solo por citar los más difundidos–, se les puede calificar de “excelentes”. La influencia de la poderosa poesía modernista anglosajona será objeto de una creativa mutación en la obra de Luis Hernández, Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros y Mirko Lauer. No menos importante es la obra de Marco Martos, Juan Ojeda y Guillermo Chirinos Cúneo –tan poco leído y estudiado. Gran parte de los poetas del 70, impactados por las revueltas juveniles y los movimientos de contracultura de su época, retomarán la experiencia de los beatniks norteamericanos, también la del modernismo anglosajón (especialmente Pound y Eliot, muchas veces mal asimilados) y apostarán además por una “vuelta a casa” en los temas y en el lenguaje. En estos años, 60-70, la poesía peruana conquista lugar central en el proscenio de la lírica hispanoamericana. La crítica internacional vuelve los ojos a los primeros surrealistas (Wesphalen, Moro); la figura de Martín Adán se eleva a la altura del mito; Eielson confirma la supremacía de su generación; la promoción de Los Nuevos, con Hinostroza y Cisneros, se proyecta hacia un escenario cosmopolita; y la revuelta de los poetas del 70 afirma la beligerante vitalidad de los poetas en el Perú. Si bien es cierto que en los años de tránsito al siglo XXI aún no ha surgido una nueva voz que destaque por su especial originalidad e intensidad, puede decirse que el balance del bicentenario de la independencia del Perú es positivo en lo que respecta a su poesía. En conjunto ésta aparece como una de las más originales, hondas y variadas entre las que se escriben en castellano, expresión de un país de vasta y antigua cultura, que reconoce y conjuga sus diferentes nacionalidades, y que se abre a las poéticas de otras lenguas en fraternal abrazo con el mundo. Todo ello ganado a pulso por los mismos poetas, sin

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ningún apoyo de las instituciones del Estado, a diferencia de otras experiencias en la región, como en Chile o en México, donde sus legaciones diplomáticas se preocupan por la promoción y difusión de sus autores en el extranjero y reclaman para ellos los galardones de reconocimiento a sus méritos. Pese a esta soledad, la poesía peruana existe. Que sea esta nota a vuelapluma el pórtico de presentación de una nueva selección de poesía peruana, de autores de diferentes registros y generaciones, que Maestra Vida ofrece a sus lectores del Perú y del extranjero.

OMAR ARAMAYO TE BESO Te beso y no te beso pero te beso más quisiera no besarte pero otra vez ya te voy besando te beso en las mejillas te beso en las orejas algas y océanos tus orejas yo me hundo en ese beso soy un buzo una burbuja un pez volador te beso en el cuello y siento tu temblor de estambre temblor del sol temblor naranja te beso más abajo te beso más arriba en tu ombligo me detengo como si fuera un bosque soy la pregunta que vuela por una región desconocida el enigma se descifra en tu vacío oscuro que me devora un nudo que se desata y se ata nuevamente en cada beso paisaje a medida de mi lengua en mi aliento paisaje de cierzo y te beso las aguas candentes amarillas del sol te beso en las pantorrillas te beso por delante

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cidra te beso te beso por detrás un diamante detrás del otro tomándote de la cintura de los hombros con el alma en vilo yo te beso te beso en la madrugada como quien besa a una rosa la rosa que no cesa rosa que se hincha en cada beso fragancia pura infinita rosa que se deshoja en cada beso y cada vez que te beso es como si nunca te hubiera besado una sed que en vez de apagarse aviva el fuego te beso con los ojos cerrados soy un viejo explorador de mundos y cuando abro los ojos no comprendo porque quiero besarte más un ave parte de cada beso del río de tu cuerpo del río de mi boca en cada beso habitaran aves de vuelos dorados praderas donde las tardes y mañanas caen como redes para capturar los besos que me nacen de la sed de mirarte por dentro y el sol se enciende en mi boca y en tu boca sol miel de fruta un árbol se levanta en cristal de música y sus brazos se agitan en la edad del día esa miel nos devuelve a las orillas de lo que hemos sido siempre y hemos olvidado y a veces recordamos dentro de los sueños y nos vestimos de nosotros mismos y somos transparentes como el alba te beso en la boca te beso en tu beso te beso de memoria te conozco desde hace miles de años cuando fecundabas en la arcilla de universos que ya partieron te descubro como quien se descubre a si mismo te beso sin saber porqué

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y en cada beso encuentro una razón para seguir besándote y seguir siendo yo te beso en las manos te beso en los pies y de nuevo empiezo a besarte para que el mundo siga con su vieja rotación

RICA Rica riquísima exquisita de ti fluye el licor que embriaga al colibrí en su sueño de infinito cuando su pequeño corazón sueña que es dios y apoya su delgada sombra en la flor donde nacen los ríos del Nirvana veo pasar una nube de rosas sobre tu piel de mundos el tatuaje de bosques ardiendo en la garganta de pájaros donde se multiplican las estrellas y sus sombras de agua y musgo acuden como nutrias voladoras o las ventanas donde te acodas desnuda como la música pura en los labios del delirio rica exquisita en todos los pueblos en todas las culturas en todos los tiempos hay una mujer extrañamente rica como tú con el cuerpo donde el mísero esqueleto es una estrella de mar una ostra una sucesión de catleyas que se encienden y las frutas todas despiertan ebrias en la carne celeste y la palabra mujer adquiere su dimensión de puertas y ventanas abiertas de placer sin medida ni clemencia y el tacto y la mente se apoderan de los demás sentidos y los otros seres desaparecen en nombre del pan del alma y crece el yo como un sol gigantesco que desborda los espacios y la materia se abisma sola en su abandono

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tu huella de caracol fosforescente atraviesa los sueños y abre una herida en la noche donde los colores de la buganvilia hacen de la arena de los días un universo habitado de tus ojos y tus labios tus muslos naves de vela encendida al viento que escarba los mares se deslizan por un reino anterior a la memoria anterior a la experiencia anterior a la lluvia el agua se derrama de la mano de un músico que ha perdido su partitura el espíritu desborda la materia y llueve para descubrir tu rostro en medio de la noche con la necesidad de mirar tu rostro a cada instante cuando el mar arrastra una carabela o un trasatlántico a la luz de los relámpagos en la tempestad rica riquísima sándalo miel de chirimoya la gente cambia de ser cuando está sin ropa pierde su arrogancia o se hace majestuosa y asume su piel su soledad sin límites los límites del yo el corazón es un caballo desbocado a medianoche el mundo es un río que pasa sin cesar con sus palabras como piedras como mundos bosques de animales de fuego mientras tú puro pétalo pura fruta aproximas tu corazón al corazón de las estrellas rica riquísima una explosión solar en el centro de la mente expandiéndose en medio de la noche tiene a los hombres sin poder cerrar los ojos a lo lejos sin saber porqué

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ARMANDO ARTEAGA EN NOMBRE DEL OLVIDO Te nombro: inperpétuum tu nombre. Te busco entre las sombras de esta casa. ¿No hay nadie en esta casa? Nadie viene a la convocatoria de tu nombre. Eres otra sombra de otra casa. Vecina inolvidable. Es cierto, no recuerdo tu nombre. Me acosté contigo y no recuerdo tu nombre. Te has esfumado en los recuerdos de este encuentro. Te has estancado en la temprana enredadera seca de la tarde. ¿Llegas tarde a este olvido? Y por esta llegada tarde te he convocado nuevamente. Es cruel el olvido. Lo sé. El desmemoriado duerme su propio olvido. Yo olvidé que me acosté contigo. Yo era entonces el navegante errante del olvido. Y te vuelvo a besar sin poder decir tu nombre.

MARA Te prometo no volver a ofenderte con tantas palabras construidas con el amor y el odio. Te prometo una dadiva de ternura en este intento por recuperar lo perdido. Te prometo un beso. Y una calle muy larga sin final

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Con muchachas y muchachos abrazándose y besándose en una fiesta total.. Somos unos extraños de este tiempo. Te prometí, también, este poema Y lo tienes. Publicado, todo tuyo. Nada mío. En este inolvidable orgullo de haberlo escrito con sudor, sangre y lágrimas. Y me despido, hasta siempre.

BOCAS PINTADAS EN UN BARRIO ROJO ¿Quiénes son estas muchachas que caminan por estas calles locas desnudas en pleno invierno mostrando sus enormes glúteos, van en toda esta agonía que cubre el cielo gris de esta ciudad sin nombre, vienen por el otro lado sureño, traen un poco de rouge en la cara, rimel en los ojos, las uñas pintadas de rojo parecen leopardos listas al primer asalto de su presa dan vueltas en el infinito torbellino de la nada en este vértigo del tiempo, son bultos y desaparecen bajo la lluvia, solas, de nuevo a sus casas, celulitis edificios sucios, callejones, o ascensores viejos y desarreglados, escaleras hacia ningún cielo: las esperan las muecas duras y destempladas de otros seres más marginales que ellas, tan hambrientos como los tiburones llenos de sangre ajena, el puñal por la espalda, las carcajadas, una tarde de cebollas, ajos y emes, de carajos y dados que ruedan por el suelo debajo de la mesa, infectados de colillas y escupitajos sobre el aserrín de la vida, las maderas hechas polvo, el bosque muerto de tus ojos, hombres muertos en vida que las rodean como perlas infinitas y brillantes sobre sus cuellos botticellianos, mujeres poliformes y perversas para el sexo, perros lamiéndose el culo ratas, cucarachas, niños-hormigas llevando su pequeño terrón de azúcar, quiénes son estos cuerpos lubricados y dulces que no representan nada, apenas una risa que desemboca en la locura o una imagen impostergable de dolor al fondo del oscuro pasadizo donde espera el cansancio, la soledad, la muerte sonriente, un minuto más cambia la luz del semáforo, no hay tiempo, qué perder, huye corre, olvida esta ciudad, cruza el puente sigue la flecha del final de la noche, sigue el tiempo rengo de la mirada y el aburrimiento: no vuelvas la mirada hacia atrás

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pinta de negro los ladrillos del barrio rojo, allá quedó la impetuosa juventud aquí va la otra orilla de la vida la friega diaria de haber vivido mirando la paja en el ojo ajeno -no deseando a la mujer del carnicero-, el aire mueve el trigo, la paja, te cambia las palabras, estas bocas pintadas en qué sueño han vivido?

SALON FAMILIAR Vuelvo después de muchos años a perder el tiempo mirando los peces del acuario, son necios los hombres y los peces son tercos los hombres y los peces para vivir y morir como viven y mueren yo en cambio miro los peces, apenas, supongo perder el tiempo ni siquiera he soñado últimamente con el retorno a la sala de la casa familiar o del acuario exhibiéndose, son torpes los hombres y los peces están atrapados en mundos diferentes bajo el agua sobre el aire los hombres y los peces desde la tierra perdida se miran y están conmovidos de tanta destreza: el fuego encandila sus torpezas un día se liberarán el hombre se volverá nuevamente un pez el pez se volverá nuevamente un hombre Y será otro tiempo. Volveré a ser pez. Volveré a ser hombre. La infancia se disolverá. Son necios los peces. Son tercos los hombres. Volveré a perder el tiempo.

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ARIANNA CASTANEDA EJERCICIO DE HABITACIÓN Siempre el herrero habitando en su casa de palo. En esclerótico baile toma la escoba, sacude el polvo de los recién llegados. Es allí cuando culmina la engañosa danza villana; ingerir ciertos trozos, cierto pedazo de polvo y ver que crece allí dentro como un parásito gemelo. Es piel debajo de otra piel. Piel que quiere romperse piel que se asemeja a los peces, peces vestidos de arlequines. Eso es lo que somos. Le ha costado tanto al herrero.

RELOJES DE ORNATO Y DE BOLSILLO Para declarar estas ilusas palabras debe primero el hombre recluirse de sus errores arduamente fracasados como todos los mortales ebrios, abyectos, inconclusos. Debe el hombre, pues, mirar a su mujer y decirle que el tiempo es agudo –ya lo dijo Góngoracomo el rumor de las abejas. El ruido flameante forma parte también de la belleza la belleza absorta que corresponde al mérito de haber encontrado tantas buenas palabras en un diccionario: máquina – suministro – inapropiado – transporte. Es en ese momento cuando el hombre

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toma la mano de su mujer y le muestra los relojes colgantes de fantasía en jardines turbios (es el Renacimiento). Son jardines empolvados, maleza generosa, floridos apuntes de relojes y agua y cruces. Pero la vida (aclaro, esta vida) es sabia y hace abandonar todo intento de culpa en cada malpaso deslumbrante. Tengo noventa y un años ayer acabo de cumplirlos.

Animales celestes en tranvías celestes Una rana lleva el hongo en la espalda en el dorso un lomo húmedo color salmón y la comezón es injusta no se quita con nacarados brillos venenosos ni con largas horas de exposición al sol - a los cromatismos salados de una lluvia ácida - o al viento. Vendrán luego los mosquitos amarillos, sacros insectos celestes de mal agüero moscas de la fruta rodando en mango; llenarán de malva la piel viscosa por donde la comezón entra y vuelve a salir como raíz sin cofia o casquete. El ruido es una raíz y cuando nuestra ranita está sola echa mano a nudos de cobalto. Amanece en la charca; las golondrinas se alzaron primero.

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El cuatriterciario día de Luci Han empezado los preparativos para el cuatriterciario día de Luci. En el patio un colchón ha sido sacado por higiene. Las monjas de oración completa y nocturna lo han dejado a la intemperie con la firme convicción de que un ratón hay allí pudriendo, en el interior de los resortes. El aroma a ratón muerto corrompe el verano. Un olor que solamente puede compararse con la imagen nauseabunda de unos perros callejeros chupando los colgajos resecos de unos intestinos humanos. Dígannos, pues, damas piadosas, entonces ¿qué es cosa y cosa?

Viaje a Bielorrusia La pluma que marca el inicio de los poemas no es otra que las manos hartas de perseguir avatares y viajes y galenos burgueses en tiempos en amenaza de tiempos. ¿Lo recuerdas? Otros tiempos frente a la pandemia y al corazón que cubre la vaca y la ubre carcomida por el carbunclo. No, señor la vacuna debe aplicarse antes y no después y ha de guardarla en un cubo de hielo para proteger los males cautivos que causan el llanto de los becerros de los becerros que son dejados a menudo en la carretera porque no sirven ni para fabricar gelatina ni para las curtiembres que anidan en los puertos. Entonces hicimos ese viaje el trayecto en carreta entre los pastizales que no habían sido destruidos por el fuego.

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NELSON CASTAÑEDA LOS BAILARINES

Los que sosegados entregan el cuerpo, al lascivo y ondulado movimiento. Los bailarines que hacen retemblar los brazos, y como si de arrancar la cadera se tratara. Los bailarines, que bailarán hasta la muerte, en noches tristes, bailan alegres.

UNA CALLE

Hacer una calle que solo exista en mi cabeza, A cuyo lado caminar todas las noches. (Dile que alejado de los bienes de este mundo, Siempre a mitad de un sueño). Una calle un poco distante de la tuya, Para encontrarte a veces. Ahora que ya no me importaría, Que ya no me importa.

POEMA DE LA BONDAD No soy bueno y quisiera ser bueno, Quisiera sin teoría, ser bueno. Quisiera ser bueno, sin la intención de ser bueno, Como es bueno el aire.

EL CAMINO Desperté y es blanco el camino Como el blanco de leche de los ciegos tempranos; Deshecha la imagen, No parece que estuvo en el papel de mi vida, Busco en su superficie un rastro, Pero la imagen sagrada tornó a su cubículo. Me acompañaba de pensarla, ¿Qué hubo donde nada hubo, y que ahora parece vacío?

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MARIELA DREYFUS Coney Island and I am perpetually awaiting

a rebirth of wonder Lawrence Ferlinghetti

La tristeza es un velo que se enrosca en el silencio como un esquife sobre aguas turbulentas acaso tibias ciertas olas recubren el dolor cuando es estío igual tengo la piel tensa también negra especialmente si mis pies se aferran a la arena y estoy en mi elemento el rumor de la especie limo y lima al borde en plena orilla siempre por zancudas visitada. Lo cierto es que el mar te muestra sin cesar su laberinto aquel gran revolcón que te devuelve obtusa sin saber cuál es el techo cuál el suelo y el desorden se abre sopla un viento plácido aunque a veces te corte los ojos un cuchillo o el fuego te ronde al encender palo de incienso palo santo. Están alrededor los materiales el mosto el musgo la moña la macoña los días terrenales revueltas que se pasó de vueltas trotskista radical y hay tantos modos de volver a la inquietud esos santa-rímac-hudson de la infancia un domingo de tarde cercada por la nostalgia el humo del cigarro y el día se te va con una amiga y al carrusel asoma el héroe perverso te sientas a esperarlo los ojos asombrados resistiendo.

CÍRCULO te he marcado a fuego como el hierro en el lomo del ganado con la pasión y te veo venir antes y después del aguijón del beso de la occisa la que engendra la muerte en cada encuentro y te susurra frases pero también te agujerea el pecho abre su corazón y el tuyo frente a frente si no latimos juntos ya no 52


es cierto este lugar tan íntimo este reborde psíquico de nada es lento el ritmo de la araña tiende sus hilos del ámbito vital al gran veneno pero cómo reclamas la ansiedad cómo buscas palabras tan hondas como ella su gran labilidad su ciego oficio pero qué caramelo cuánta baba nos ha ligado un tiempo tan preciso y te veo venir acelerado la marca de mi eme en la mejilla no dispares te digo aún falta en el rodaje otra aventura dos episodios y en el polvo un labial dibujando rojo el fin. ----------------------------------(Del libro inédito, Cuaderno músico)

GUILLERMO FALCONI BANGLADESH

(Memoria de dos mil años)

Y en el fondo de la niebla tu vida aparece como un antiguo cuento. Huele a tinta china y tiene el semblante del Harlem Rag violeta. Y has vivido tragando los vientos del sur y los vinos del desierto como un viejo busca fortuna en el fondo del mar. Hoy escribo sobre ti masticando chicle y ajos en una estación que da contra la muerte, aquella que rota sus ojos negros alrededor de la Historia, que busca tus abismos en las plazas públicas de la ciudad 53


donde los patios coloniales han oscurecido apestando a menta y Coca-Cola, y mi mujer me abre sus piernas para que yo respire el crepúsculo de vuelta al mar y a su corazón. Esta es la hora de la inmovilidad en otras manos, la hora en que el sentido de las cosas empieza a perfilarse entre las parturientas de Múnich, mujer.

UN CARACOL EN LA NIEBLA Siento que te fuiste hace tiempo. Siento en ti el pasado, esa soledad que no aparece ya en mis calles. Siento que otra vez vuelve la luna para el recuerdo, que los días que vendrán traerán el verano y entonces estaré elucubrando que fuiste así / que así fuiste. Las calles de mi ciudad entonarán su eco (así fuiste, como la luna otra vez). Y nosotros, los caracoles de la colina, los germinales de agosto, la duda, la afirmación y el frustrante deseo de querer siempre algo, de estar aquí o en el sueño. ¡Oh descomunal vacío de esta noche!

POEMA Es mi tierra –dicen los verdugos–. Las nubes son la respiración, El movimiento interior, El subjetivismo, la brujería. Más yo soy complaciente Con aquello que tiene vacío y sabor de invierno. Sé que no somos la decadencia Pero me gustas Flor cuando apareces debajo De los pies y asciendes en forma, como el agua. Somos lo más noble de la naturaleza Lo sabemos tú y yo / abusamos de nuestra Complacencia. Pero todo, todo somos como el verso de los poetas Aunque hayamos metido las agallas En los espasmos crepusculares. Somos tú y yo la complacencia y no la conciliación,

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La euforia y el deseo, en la ciudad y en el campo. Corramos entonces a elucubrar el halo metafísico De cada trovador, para beber la sangre De sus versos y sus guitarras. Sí, porque el mundo no es ligeramente abstracto Sino como tú y yo y la niebla.

VICTORIA GUERRERO Mi generación no tiene patria Mi generación no tiene patria Eso que llamamos patria los llevó fuera (es una buena manera de decirlo) Ahora somos educados (y políticamente correctos) Hemos conocido cierta justicia a pesar del nacimiento que cargamos Cada cierto tiempo mis amigos toman un avión y me visitan Algunos no son felices donde viven (o se sienten incompletos) Pero su patria les ha hecho conocer la injusticia Por lo que ser feliz tampoco es posible aquí Mi generación es cosmopolita Los centros del mundo los reciben A veces los aplauden Y se toman fotos en medio de grandes campos verdes O repletos de nieve Sus hijos hablan otros idiomas Algunos hablan en perfecto español y los celebramos Otros lo odian y permanecen en un terco silencio Pero de vez en cuando alguno dice agua En lugar de water o l’eau Y todos reímos Entonces la poesía queda como una única patria A la que volvemos el rostro para poder reír

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Poema proceso Robo palabras/aprendo a hablar Ha sido difícil proyectar un verso sobre el papel Mientras experimento con la vida/ ¿Qué puedo hacer con las palabras? A nadie le interesa que no pueda escribir/ Que mi escritura sea tartamuda o ciega Un alma ciega abierta a la experiencia Un golpe de sangre me sube a la cabeza/ Tengo miedo de no haber escrito lo suficiente o de haber vivido mediocremente a través de un sufrimiento bobo Hacerse dura a través del verso/ Hacer del verso una dureza/ Un clima impuro Una poesía que no traduzca tu alma/ Que se imprima en el papel/ Que se escriba sola desde tu casa/ Tu nueva casa donde cuelgan todo tipo de plantas y tu gato se lame las patitas o te muerde las pantorrillas para pedirte comida ¿Dónde estará Yo entonces? Victoria ha pasado demasiado tiempo mirando el tiempo Pero ¿cuántas veces ha pernoctado con un libro como en los viejos tiempos? A más edad se es más imbécil/ Es una verdad indiscutible Ya no se tiene fuerzas para leer con frenesí/ Tampoco para vivir con insistencia hasta que se cruce la nostalgia Ahora se vive fluidamente sin grandes conmemoraciones/ Se vive con la sospecha de que se leyeron algunos libros y la vida estuvo allí / Esa pequeña felicidad quedará en los corazones de los que te amaron En tu mente ya no / Cada vez es más difícil recordar ¿Para qué vivir con tal intensidad si finalmente una termina recordando solo su infancia como mi vieja tía abuela que confundía a mi madre con su madre? ¿De qué le sirvieron las comidas caras y los paseos por el Siena? Desde chica me gustaron las cosas viejas/ las antiguas fotografías de mi abuelo a caballo/ Lo más antiguo me hacía más feliz/Todavía no he entendido mi fascinación por todo ese vejestorio que cubría la casa materna/ Los viejos libros de medicina de un bisabuelo que no conocí/ En ellos Victoria embriagaba sus miedos/ Ahora yo no puedo escribir/ Es decir lo intento/ Bien lo pueden ver Pero me hubiese gustado más intentar la vida/ Es decir un intento más preciso/ Con poco ruido y muchas nueces para ir al cine/ Sin demasiadas lágrimas/ Una vida normal después de todo/ (Pero aquí ya no hay mucho que hacer sino aceptar el camino torcido que una se hizo a puro andar dándole la contra a tantas cosas) Y cuando puedo escribir Me brotan estos textos sin ton ni son que no pueden vincularse a nada ni nadie/ A no ser a todos mis raros que cultivé como en un templo/ Ahora ya nadie se enamora de ellos/ Solo Victoria/ Déjenme decirles que hacen bien/ Es una tontería abrazar textos de suicidas o de locos memorables ¿Dónde estaré yo? Mi palabra también se ha suicidado/ Ha tomado un camino de poco augurio/ No sé cómo retomar el camino/ Ha sido arduo/ Cojo libros y se me caen de las manos/ Ningún verso me llega completamente/ Ya no los comprendo/ Me pongo cursi/ Quisiera escribir hermosamente/ Una bella metáfora de vez en cuando no estaría de más para darle calor a la rutina/ Toco una puerta y la señorita Emily Dickinson me invita una taza de té / Conversamos de algunos amantes en común y me lee un texto suyo/ Luego me pide que me vaya para no romper su tranquilidad con mi excesiva efusividad para con sus textos Llego a la casa de mi madre/ Su cuerpo refleja las batallas de la vida/ Ha sabido callar muy bien para lo que convenía/ Me heredó unos secretos inoportunos/ De chica me gustaba husmear en sus cajones El poeta es un fingidor/ Yo me incliné ante Pessoa porque es un raro que aparece como un ángel cada cierto tiempo/ Lisboa es una ciudad en la que creí haber recuperado el amor/ pero, quizá,

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bajo el peso de mi ansia, he sido inocente frente a las palabras/ las he dejado rodar sin medir su dureza La palabra no me pertenece/ Tampoco la calle Salí a la calle para tomarla por asalto/ Quise abrazarla o incendiarla/ Nada de esto ha sido posible/ Otros han escrito por mí/ Me han dicho qué hacer/ cómo comportarme/ Cómo agachar la cabeza o levantarme Mi madre siempre fue más enérgica: nunca agaches la cabeza Después de eso rodaron muchas incluyendo la mía Ahora solo me queda el corazón medio roto y una Victoria que sube y baja escaleras para ver los fuegos artificiales cada fin de año Así es Están servidos

MIGUEL IDELFONSO Noviembre En qué dirección va el viento Esta tarde de noviembre Subo y bajo de la azotea Y miro los cerros alrededor Miro las casas más lejanas Miro las paredes de mi cuarto No sé adónde va la tierra Y su nave la Vía Láctea Y su cuarto el Universo Y el cosmos entero Que se encoje y se expande Como mi aturdido corazón Esta tarde de noviembre Escribiendo y dejando de escribir Oyendo la radio Música clásica y los ladridos De los perros prisioneros Como los agujeros negros O las estrellas vírgenes de Hollywood En qué dirección Vive (actriz rubia)? A dónde se va a peinar? Dónde compra el pan en tardes

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Como esta? Qué me diría si le digo Que la otra noche soñé con ella Que vivíamos ella y yo En un planeta ubicado En Andrómeda Y éramos allí como Adán y Eva Solo que no teníamos A ningún dios que nos echara De ese paraíso Lo malo era que nos aburríamos Viendo televisión Qué diría ella con esos labios sensuales Carnoso rojos intensos Y sus risueños ojos herederos De Marilyn Monroe Quizás le ofendería la parte En que nos aburríamos allá Pero era solo un sueño Y eso es algo que se puede mejorar Sigo aquí En este planeta azul Sigo garabateando papeles blancos Subo y bajo de la azotea Qué hora es? Vivir es un viaje a la muerte? Morir es la desaparición De esta escritura que empezó Con Góngora? Somos polvo cósmico Más polvo enamorado cósmico Soñé con (actriz rubia) Divisé en la azotea Los cerros las casas lejanas Las vidas allí diseñadas Por las grandes constructoras Algún día el sol nos abrazará Como dios Como el amor de dios El instinto asesino Dejará de ser instinto Dejará de ser asesino No habrá que matar No habrá quien mate Caín y Abel se borrarán De nuestras culpas Y de todas las biblias En todas las lenguas publicadas No sé definitivamente Y nunca sabré A dónde va este viento De noviembre No tengo nombre No tengo cuerpo ni espíritu Soy esta tinta

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Manchada que fluye Desde el marco de estos papeles Todo esto es una ficción? Una película de Woody Allen? Una novela de Paul Auster? Si los perros dejaran de ladrar Si dejara de tener sueños húmedos Se acabaría la poesía? Nunca diré que hubo noches, que te adoré con locura, nadie sabrá que en tus brazos, borracho de amor, me quedé dormido.

Camino a Los Ángeles Qué es el amor Sino una oscura esperanza Y viajar en este transporte celestial Me da cierta desolación Como los rostros que sentados Como yo miran a los rostros allá Afuera Que entran y salen de las tiendas Manos que desean agarrarse Porque todo se mueve El ruido el cosmos el corazón Y yo no quiero caer en la tristeza Como tantas veces Me apuro a acogerme al verde del grass Que a lo largo de la cervecería Pone algo de certeza a la poesía Ese grass que cubre a los amigos muertos Poetas con quienes bebí en esta ciudad Que ahora pretende otra vez expulsarme O quizás no sea solo el grass Sino el libro de Bukowski Traducido por Hanz Polilla ¿Dónde estará Hanz? Porque al final viene un texto De Ricardo Quesada Y yo también lo conocí Y bebíamos varias botellas de poesía Y se quiso morir como Luchito Hernández Y lo logró La muerte se posesiona en este viaje a Los Ángeles Es como el bajón del amor Una responsabilidad con Dios Sentir su poder Y no poder dejar de pensar en Carlos En Juan en Josemari en José en Elí

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En Rodolfo en todos En la forma en que se ama Cuando se muere En la forma en que se vive Cuando no hay forma de entender la muerte Las ruinas de Puruchuco Los niños hechos del barro viejo Que se quedó mudo Las ruinas crecerán y los niños crecerán Y en cada lápida Escribiré mi nombre Para no olvidar que fui niño Que soy barro Que siento el brazo de la muchacha Sentada a mi lado Junto a mi brazo Y que tengo apenas unas monedas En el bolsillo Que el libro que leía se quedará En Los Ángeles Es de noche en los ojos de los perros Las luces de los hostales Ya están encendidas: habitaciones de 15, 20, 25 Con baño TV radio Solos las prostitutas trabajan hoy Porque es 1 de Mayo Veo el foco rojo de un segundo piso El amor Pienso otra vez en el amor Pero llego a Los Ángeles Y tengo que bajar Piso firme camino Hace un poco de frío Me saco una legaña

Elogio al Amor En un cruce de la avenida Abancay con Grau Perdí el libro Elogio al Amor de Alan Badiou, No sé cuántas veces habré perdido el amor, Todo se ha tornado evanescente, acuoso, eléctrico, Peruanos masticando la oscuridad y la neblina, El ruido orquestal tocando algo De Mendelson Palacios con influencias Barrocas de Bach y Los Destellos. Cuántas veces conocí el amor y el desamparo En una esquina oscura de Lima. El amor desterrado en Estados Unidos. El amor anonadado en Europa. Lugares como el amor que es dos, Y ausencia de amor y perpetuidad del fuego humano Para morirnos vacíos de contenido,

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Un epitafio leído por los pájaros oblicuos. Su boca, sus ojos, sus mejillas. Garuaba. Solo garuaba. Sus manos. Todas las huellas que deja el amor Siempre estarán enfrente de uno. No hacemos más que volver, allí, adonde lo perdimos, En donde nos perdíamos de nosotros mismos. Todos son extraños, por eso mismo. Tu rostro en el espejo de la peluquería. Tus lágrimas que contribuyen a la desavenencia. Perdiste la nostalgia. Perdiste otra vez la decencia En una avenida humeante, gaseosa, mohosa, Y las sonrisas peruanas en el frío iluminado Con foco ahorrativo, cardo y ceniza. El amor fugaz, el amor verdadero, El amor trágico, el amor eterno, El amor lejano, el amor prohibido, El amor ciego, el amor loco, El amor puro, el amor brutal. Si esto hubiera sido de día, igual hubiera sucedido. Perdí el libro de Badiou. La luz no acrecienta la tragedia, Ni los claxon, ni la comedia del smog. Para colmo ese libro no lo venden en Perú.

DAVID JIMÉNEZ NOSTALGIA Hoy recuerdo tus ojos amarillos Tus mejillas asustadas Tus manos eran demasiado pequeñas para cegar estrellas Te dije que el secreto de nuestro anhelo Estaba oculto en los bolsillos de mi obsesión Me creíste y así obtuve mis alas de vagabundo Descubrimos castillos ebrios en nuestro camino Creíamos en el destino de las arañas Nuestras heridas estaban vestidas con los sueños de los cuerpos sepultados Tú eras prisionera de la niebla Yo era santo asesino huérfano Y era fácil creer en las promesas de la locura

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DESAPARECEN LOS OJOS Desaparecen los ojos El fuego nos llama El goce de las bestias nos pertenece El espejo se quebró Y muestra sus cicatrices La mujer perdona nuestra sombra La luz será fruición o dinamita Una máscara interrumpe la elección Otros labios recibirán el licor alucinado Otras manos dibujarán nuestro vientre Llega el jinete para quitarnos la traición Desaparecen los ojos El fuego nos llama El goce de las bestias nos pertenece

NO TENDRAN LATIDOS

Necesitan encontrar salidas a través de la ceguera. Toda visión se torna goce y la obsesión que poseen se interna en la frágil estructura del placer. Sin cadenas o con ellas no sabe cómo llegar a ese corazón sin latidos. A los otros, los voraces, se les hace fácil destruir la persecución. Nadie sabe cuál es su culpa. Solo se sabe que anhelan el mar. La mar que no vigila ni castiga. Un mar impasible que borrará su secuestro.

SALMO No somos barro inspirado Somos cicuta extasiada La pureza del pan que comemos No depende de la cantidad de vírgenes Que se desangran en la piedra torva de los sacrificios Cenizas ensucian nuestras manos Y nos proporcionan una inefable dicha El demonio ha llegado hacia nosotros temblando de furor No somos barro inspirado Somos cicuta extasiada Entregados al goce y la sevicia Ocultamos sin remordimientos El goce de nuestra desnudez

CONSTRUCCIÓN DE UNA GUILLOTINA Trepanar un instante Y defender su miedo No creer en el ladrido Ni en los vítores El instante Debe detener latidos a dentelladas Y el tiempo

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Amable pero sincero Recorre el tercer desierto Y cubre las huellas Se improvisa el ladrido Se improvisa el instante que simula estallido Piedras Entre fragmentos de cieno Piedras o vanidad que se enreda en la boca Que reniega y supera en fruición muda Piedras que insultan la costra de la lujuria

LUIS LA HOZ LA CALLEJERA I Tú, La Callejera, Aquí estoy. Ponme, ab initio, En tu agenda Sapientísima. Definitivos sean Y celestes Día y hora. Nos conocemos. Hemos compartido Algunos huesecillos. No tardes, La Callejera, Son innecesarios ya Burocracia, Plumas de faisán, Pueril desasosiego. Huelgan hasta los seudónimos,

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Tantas veces Lo hemos hecho. Yo tu fulano Y tú mi fulana, La Callejera. II Hay algo descalzo En la sabiduría. Debajo de las ramas de un pino Está la sombra del pino. El verano posee los antiguos Y próximos veranos, Y hay trenes Y ácido ribonucleico. Arte de la física, Arte de la química, Nomenclaturas y substancias Sobre el mármol del sigilo. El arte Del miedo Que ha inventado Todas las palabras, Incluso el prodigio Insensato de dios, Un adjetivo para Borges, Episteme, ebriedad, Los objetos regalados Por la mar océano. Arte de los labios Hambrientos Cuando llegas Y soy tu presa Genital, Grasa estupenda, Sangre y dientes, Tiras de piel,

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Desgarrados gramos De musculatura. Descalza llega La sabiduría Y ávida y tenaz Y una, tú, La Callejera. III Digo es el último Y no es el último. A lo que importa Digo no importa. Por indisciplina Digo mala estrella A la alta estrella Baldía y reflejada. Sólo trapo digo Al azul sedazo azul. Digo freno, filete, No caballo, Espuela, No caballo, Hipódromo, Precio del caballo. No digo caballo A pesar del caballo. IV Clío, Calíope, Melpómene, Talía. Urania, Erato, Terpsícore. Euterpe, Polimnia, Nueve en el mito Irrecordable Y angosto. Es angosto el camino

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De las musas. ¿Fue Ezra? Para lo que importa. Tu camino es angosto Y el mío Y en cada una De las nueve Tú Y yo, Palabra por palabra, Esclavo el verso libre, Esclavo el verso libre, Esclavo el verso libre. V Tantas veces lo hemos hecho. Mi boca sobre tu boca, Lazadas las lenguas, Lenguas lazadas de salivas, Y penetrándote Y recibiéndome, Asombro de la simetría, Asombro de la concupiscencia Desde la primera vez, Cuando la primera página en blanco, Cuando esta página en blanco Que se llena Con tu voz, por fin, La Callejera. VI Fue fiel el amor Y fue correspondido. Tomo estas 7 palabras De un poeta Cuyo nombre he olvidado Pero celebro.

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7 palabras En 2 versos Que ahora son mías. Es así el implacable oficio, Docta la rapiña, El caníbal. Fue fiel el amor Y fue correspondido. 7 palabras Sin ninguna ingenuidad, Pura punición, Días a quemarropa, Noches en vela De ayer, de hoy, de mañana. De eso se trata la Poesía. 7 palabras en 2 versos, Algunas más O algunas menos, Y fidelidad y perfección Y aquello que heredará la tierra De dos fulanos Infieles, imperfectos, Yo tu fulano Y tú mi fulana, La Callejera.

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JUAN CARLOS LAZARO FRAGMENTOS DE UN ESPEJO ENTRE RUINAS 1. Muerto Xavier entre las ramas de la mañana, veo volar su boina azul de marinero como una mariposa atrapada en un espejo. La niebla cubre los puertos que serán su morada. Xavier duerme bajo la sombra de la hiedra donde los planetas giran y viajan a otro reino. Sus pasos lentos y errantes como cascadas vuelven sobre calles, mercados, hoteles, lechos. Las aldeanas desnudan sus caderas en el campo. El río fluye apacible desde este sueño. Muerto Xavier entre las ramas de la mañana, su corazón palpita como una piedra en el agua. 2. Con una máscara de esgrima y empuñando un florete, Xavier disipaba las brumas de octubre y desafiaba a la muerte. La lucha era una sesión de música de cámara. Una noche se soñó en un salón en penumbra donde abrumado de tristeza leía a Petrarca. En el piano un judío fascista, también poeta, interpretaba una extraña sonata. La muerte emergió desde las cortinas: ¡Oh sublime y tenebrosa esgrimista sin rostro! Xavier despertó. Se arrancó la máscara. Desolado, en el piano, el judío fascista lloraba. 3. La muerte, que ama la altura y los precipicios, oculta su delgada sombra en las azoteas. No la ven las señoras adúlteras, aquellas que hacen el amor debajo de las escaleras. Xavier, el aeda, cultivaba el ocio astral de contemplar y dialogar con las estrellas. Amaba el color de la noche porque a su sombra se ensanchan los precipicios de la esfera.

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En el desván, en los dormitorios, en los cinemas la muerte de pasos de gato nos acecha. Xavier duerme en el catafalco rojo de los jueves. La suya es una muerte geométrica. 4. Xavier también dormía bajo los puentes. Sentía en sus tobillos el diente mortal de la rata. Soñaba que la proa calcinada de un velero se hundía en su tórax abierto como una rada. El mar era el espacio exacto para su alma. Amaba los campos, pero prefería los puertos. El amor y la muerte solo eran máscaras o una manera azarosa de vivir en los extremos. Xavier bajo los puentes. En su pie la mortal rata. Sueños y obsesiones de una vida sin sosiego. Xavier era, como diría Rubén, un raro. Alguien para habitar el Cielo o el Infierno. 5. Xavier yace entre candelabros dorados, frágil madero de leves párpados apagados. Muerto, su terno azul, sin pañuelo, sube y baja por los ascensores de los rascacielos. Su rostro ausente asusta a las secretarias: su rostro de media luna o de pez fuera del agua. Pido a las azoteas que abran sus nubes para el descanso eterno de esta espiga doblegada, que sus pies desnudos no vayan a enfriarse en el asfalto impío de las urbes del invierno. Xavier yace entre candelabros dorados. Xavier –muerto– soy yo en otro tiempo.

INVOLUCRÉ HASTA MI ESPÍRITU Como un hombre que soy y que he sufrido César Vallejo Involucré hasta mi espíritu. También mi vientre, mis ojos, mis zapatos. No dejé nada al margen, ni siquiera mi corbata roja. Involucré mi casa y mi historia. Hice de la noche algo más que una lámpara amarilla.

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Bajé las persianas, ahuyenté a los gatos. Viví como Van Gogh a pan y vino tinto. Involucré hasta mi espíritu. No dejé ni un resquicio entre las palabras. Nada para las sospechas. Ladré como un perro a la luna llena. Canté a los héroes vencidos y luché más en la paz que en la guerra. Mas ahora la levedad pesa. El aire celeste de la mañana no llega a la profundidad de mis pulmones. El espejo me devuelve una imagen rota. Estoy algo cansado, es cierto, pero no pido compasión como Apollinaire. No abjuro de mis caídas ni de mi época. Simplemente entiendo, como un hombre que soy y que he sufrido, que así suceden ciertas cosas.

EN UN ANTIGUO CAFETÍN DE LIMA Un gato desolado clama solidaridad desde las patas de la mesa. En sucios maceteros olvidados por el tiempo se marchitan tres geranios. A mis espaldas tres mujeres hablan –con extraño amor y odio– de los hombres que las abandonaron. El gato maúlla por otro trozo de jamón. Con cariño se lo alcanzo.

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GLORIA MENDOZA BORDA LUNA No me atraes cuando estás llena poblada de seres extraños tu redondez agita la sabiduría acumulada en la piel agrietada de la piedra tu lenguaje se pierde en el cielo tempestuoso la noche ciega los ojos para no verte

MUCHACHA DE TRIGO Cura el silencio con agüita de manzanilla y lechuga que la sacerdotisa gaviota revolotea por tus árboles oculta sale entre las ramas desplegando sus plumas inocentes con los ojos transgredidos por lo que no fue jamás Señor yo era la muchacha de trigo que esperó tu llegada me tienes susurrando ante el festejo sigiloso de la muerte que me saca la lengua y se adhiere a mi brisa se prende de mi ansiedad con fuerza fulminante fue en la catarata de Quequeña cuando la muerte me tomó en los brazos y me empujó a la vida Se perdió el sabor de las frutas el color de la tarde y se perdió el trino tras la espera de los ríos que me habitan ¿qué puerta estás tocando en este invierno? yo era la muchacha de trigo la de los pantalones con guairuros la muchacha vestida de hippie con la pureza del ande la muchacha de trigo que te abría la puerta en todas las estaciones.

VUELVE A NOSOTROS NÉSTOR CCAÑIHUA Néstor Ccañihua en el suspenso de los días entre el desconcierto del inhóspito paisaje Néstor Ccañihua en el clamor de Cayma los perros aúllan entristecidos en el monte azul Néstor Ccañihua tejedor en los mares de cielos lejanos vuelve a danzar entre las garzas tus ojos grandes están prendidos

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de los ojos de los cuervos sal de la noche intensa escucha que las campanas anuncian tu llegada vuelve con la luz del nuevo día aquí yace la palabra vida aquí están las huellas de tus sueños de artista en esta vigilia tu nombre nos golpea el rostro en cada cirio te vemos fosforescente como un trueno con la cabellera suelta y el rictus de mariposa azul vuelve a nosotros no nos dejes esperando en medio de la campiña observando las montañas inexploradas unas vacas mugen nuestro asombro blancas ovejas se pierden entre copos de nubes abre los ojos de búho bello nuestro.

WILVER MORENO TINEO NOCTURNIDAD La noche estira su negrura sobre los cuerpos, sobre los muñones que levantan sus dedos acusadores. La noche olvida sus motivos, su naturaleza, su crueldad intrínseca. La noche rodea a los cuerpos, los abraza para protegerlos de la luz del sol que abate con su claridad. Ella brinda su oscuridad desinteresadamente. Abajo, los mugidos de sus hijos ruegan por sus brazos, por un poco de su piel materna. Los muñones se retuercen, intentan vocalizar, intentan alzar sus ojos inexistentes, intentan sentir calor en su piel insensible. Este rebaño hace un ruido sordo como de piedra caída dentro de un pozo profundo. La noche mira a sus hijos con piedad, con pasión, con inexpresable amor. “¿Qué puedo hacer para calmar a mis hijos?, ¿qué puedo hacer para aliviarlos?” Los alaridos ahora son menos audibles, más lejanos. La noche entonces olvida sus ruegos y se concentra en su majestuosidad, en su rotunda nocturnidad y prosigue su reinado.

COMUNIÓN

La compañera antecede, extiende las manos y abriga al cielo. La mujer expuesta y doliente, abierta al flujo de la vida, abierta al amor y propagadora. La compañera cae como la lluvia, extiende y dona su cuerpo como el gran mar envolvente. Yo me sumerjo, encuentro el origen y nado hacia el infinito, hacia la zona cerrada del tiempo, hacia los pliegues eternos de vida. La compañera atiende los sueños, los crea. Ella es soporte de estrellas y la primera creadora. Toda ella rememora galaxias y tierra primigenia. Toda ella es nacimiento. Yo me sumerjo en ella nuevamente, me dejo arrasar por su gloria y me dejo callar por su misterio.

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ENCRUCIJADA Entiendo la mañana, la música llena el vacío o lo hace más profundo. Estoy diluyendo mis recuerdos y mis pensamientos. Estoy viendo las grandes posibilidades, la forma de un cuerpo, la capacidad del tiempo de hacerse carne. Estoy tocando mis limitaciones, mis sentidos y mi mente son una barrera franqueable. Ahora estoy dejándome ser parte, involucrándome. Esta mañana contiene un brillo diferente, tal vez una armonía, una gota lumínica que se escapa de alguien. Ahora entiendo a la mañana, al movimiento de la vida que se renueva y renace.

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JORGE NAJAR A LA ESPERA DE ESA LUZ Amar nos cuesta un par de brazos Comer los ojos de la cara El aire para vivir La tierra para qué Entre los puertos de este mundo No hay distancia imposible de cubrir Con los brazos con los ojos La tierra el tiempo entero Bajar las persianas A orillas del río esa flor salvaje mandaba callar a los perros Silencio a los pájaros paciencia a los caballos Con los labios húmedos de sangre Entre una curva y otra Su cuerpo exudaba aceite milagroso Pipí etcétera Por ese río tormentoso discurre nuestra historia Es la señal que marca la frontera A dos pasos de ahí el precipicio A tres curvas el vacío la nada La flor secreta cree vivir en paz Así también la abeja que la asedia El gusano en el corazón del fruto El rapaz en su madriguera Reía como una loca señalando las embarcaciones Que se iban y llegaban en la oscuridad Con su truculenta mercadería Una noche de luna avanzó hacia el fondo Lanzando carcajadas por todas partes Quitarse los aretes bajar las persianas Amar y gemir burlándose de la época Vivo a la espera de ese instante En la perpetua agitación de la memoria Sobrevivimos a la espera de esa luz Es el arte de avanzar por un puente invisible Avanzando por ahí llegaré a ser tu hueso tu pelo tu uña Y ya veremos si mañana será otro día. (Inédito)

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Un bípedo insomne Entre el azul y el ocre -¿de la vida? ¿del camino?Yo soy el que va por los aires buscando causas perdidas La delicia del milagro inútil las huellas invisibles Y si al cerrar el día mis pasos masacran Una extraviada estrella no será por maldad Juro que es por simple inadvertencia Yo soy el que sube al paraíso de los ogros El que ronca entre los ángeles Confrontado con la música y el graznido Un bípedo insomne en la tierra muerta Un carnívoro que en la noche husmea El mercurio de las hojas muertas Inmerso en la cabeza de ese bárbaro Con las gafas rotas y la corbata en el bolsillo Avanzo en la turbulencia en pos de nada La cabeza del bípedo procesa las visiones Pero yo soy el que habla echando humo Por los ojos entre la realidad y la ficción Y una sonrisa turbia ante el incendio De los puentes que yo mismo he derrumbado Con una sierra y con estas palabras Escapadas del incendio Lo juro ante la ciega noche Por donde subo al paraíso de los ogros

Sentado en una ladera Me voy entre el azul y el ocre Recogiendo diamantes y aerolitos Buscando la senda de ya no sé Qué combates qué desafíos Regreso convertido en humo en aullido Me detengo y pienso sentado en una ladera Oigo las voces del mar piedras de la noche Las melodías del África El pensamiento del Asia Sin nada envuelto de rayos y relámpagos Dispuesto a sentar las bases de otro reino Me trunco en medio de corrientes sin destino En este mundo difuso he levantado mi casa No pago impuestos ni cobro gabelas Vivo solamente (de Piedra angular, puede haber otro sueño, 2013)

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MARIO WONG MACHINE LITTÉRATURE A Patti Smith, por su «Rock’n’ Roll Nigger» Y, también, a un anónimo asistente a su concierto (*) Fragmentos que se Fragmentan a su vez Máquinas Burroughs Repetición sin término Escritura mántrica Orgásmica Demoníaca Howl Repetición de la Repetición Fragmentos que Se fragmentan Otra vez Rap-machine Encadenamiento inTerminable de palabras Putas! Otra vez y otra vez Quebrarle el espinazo al lenguaje briser les mots (La máquina de escribir sobre la mesa) Sex-machine-copulando con las palabras Rameras! En un combate mortífero obsceno Con el lenguaje Para encontrar una nueva forma Ilusión efímera contra la muerte (… y mis lágrimas corrían) Vano combate del derrotado Repetición de la Repetición En el límite de… sometidas imágenes infinitas Escritura ex-quisa descodificante

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La luna te traspasa

Cielo En los intersticios del lenguaje Acceder a las cosas sin preguntar sus Nombres Váyanse putas! (Tuve miedo y …huí de la locura) On the road … hacía qué? Asumes el riesgo (Cuando el tiempo ya no te inscribe) En la total Desolación La luna te traspasa cielo Repetición de la Repetición Rájalas! Rearmar el puzzle como si fuese una pieza más Hecha de fragmentos Machine-literatura (*) París-Salle Pleyel, Vendredi 21/01/2011; mientras espero el concierto, 8 p.m. de Patti Smith y Ph. Glass en homenaje a Ginsberg

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TE HALLAS SENTADO JUNTO… i. m. Miguel Portugal Para Carlos y Rosa Wong, mis hermanos Abatido entre Lima y la Herradura / El rincón de Hawai a diez kilómetros / De la eterna ciudad de los burdeles,/ Un crepúsculo de rouge cobra banderas,/ Baptisterios barrocos y carcochas. Luis Hernández Te hallas sentado junto a la mesa / En una sala de espera (9 a.m.): La luz tibia del sol Entra por los tragaluces Intentas leer pero te resulta difícil / Concentrarte Escuchas voces de niños / En otras habitaciones El ruido tenue y cortante / latigazo de iguana /de las Hojas del periódico /De otros que esperan (Rostros cansados de los que siempre esperan / sin me/ moria o Tal vez con algo que en ellos se asemeja a lo mineral) El sol en aquella mañana/en el bar Pizelli (Barranco) / bañaba la / Habitación Sorbías a tragos de tu / copa de pisco Y bandadas de pájaros hendían los cielos ebrios.

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MIRADA EN OSCURIDAD A través de la noche construyo un túnel Como los canales que excavan los muertos en la bruma. Leopoldo Chariarse À « Clark-Chimbote » y L. Ch. Roberto H. Mallen pensaba en el suicidio La muerte del escritor peruano J. M. Arguedas (Noviembre de 1969) lo obsesionaba. Pensaba en su vida intensa, apasionada, vertiginosa Y en su «experiencia de la incomunicación» En su der kampf mit dem dämon: creación & destrucción: «si no escribo, me pego un tiro» (JMA, «Diarios»). Se mató con un revólver (mirándose al espejo para no fallar), de un balazo en la sien. Él se hallaba encerrado; él miraba a través del espejo, en oscuridad. Él había bebido de la fuente de la diosa Mnémosyne, ... Todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será La aparición del mundo, la génesis de los dioses, el nacimiento de la humanidad: «Este es nuestro segundo encuentro. Hace dos mil quinientos años nos encontramos en el cerro Lautasaco, de Huarochirí…» (*) El creador inmerso en la realidad primordial del ser, En lo supra-humano y lo sobrenatural, En el ordenamiento del caos primigenio, Del cual surge el cosmos, y que permite Comprender el devenir en su conjunto; El encuentro mítico de los zorros fabuladores, A través de la escritura del creador Arguedas: «Suceden ahora en este tiempo, historias mejor entendidas arriba y abajo» (*) Pero, él se hallaba dividido entre dos mundos; Él vivía, intensamente, el conflicto: ¡cuando las cosas Ya no eran más y cuando ellas no eran aún! En un momento él se hallaba en oscuridad; Él trataba aún de contar historias, desde La herida abierta sobre el planeta, del puerto Pesquero de Chimbote; novela del suicida, Y del vértigo de la creación (escritura & muerte), Y del enfrentamiento, al borde del abismo, Con « la ligne du dehors » que, « c’est notre double, avec toute l’altérité du double » (Deleuze). El pájaro de plata muerto, terrible... y, ¡no había tiempo para desmentir la muerte! (*) J.M. Arguedas, « Los Zorros »

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POESÍA ECUATORIANA De la poesía actual en el Ecuador

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Presentación: Armando Arteaga Es un lugar común explicar que la gran tradición de la poesía actual del Ecuador empezó con la hegemonía de cierto barroquismo, de un gongorismo exótico y nativo (en el periodo de su literatura colonial), trascendiendo el racionalismo europeizante, venciendo la sintaxis criolla. El neoclasicismo de Olmedo abrió las puertas, más tarde que nunca, al modernismo, entusiasmó la advocación de su academicismo, lejos todavía de las actitudes renovadoras. Es, recién, en el gesto “creacionista” de Miguel Ángel León con la aparición de su libro “Labios sonámbulos”, y el entusiasmo critico desbordante de Ignacio Lasso, que a pesar de su temprana muerte, nos dejó su “Escafandra”: ambos poetas me resultan ser los asignados pioneros de su vanguardia poética. El vanguardismo poético ecuatoriano fue un tren -lleno de sorpresas verídicas- en donde viajaron en presagio de modernidad: Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, César Andrade y Cordero, Augusto Arias, y Alfredo Gangotena, un “rara avis”. Jorge Carrera Andrade, me resulta, para mi gusto, un gran poeta: homogéneo y de un refinado manejo verbal. Gustavo Escudero es muy hábil para lo lúdico y lo metafórico (en “Hélices de huracán y del sol” e “Introducción a la muerte”). César Andrade y Cordero abordó lo natural y lo humano en “Cúspides doradas”, desde una visión también filosófica. Augusto Arias, al que hay que reconocerle exclusivos méritos poéticos, a pesar de que su producción fue breve. Alfredo Gangotena merece especial atención y un espacio de reconocimiento para recordarlo como uno de los grandes poetas latinoamericanos, tal como en nuestro caso el peruano César Moro, escribió en francés y en español. La obra poética de Gangotena es estupenda, ligada a la experiencia literaria de Jules Superville y Henri Michoux. La “subversión” de los “provincialismos” logró un virtuoso nivel poético cuyo producto más alto fue la gestión y la publicación de la revista “Madrugada” que fundó Galo René Pérez, donde destacaron los nombres de César Dávila Andrade (de Cuenca); Enrique Noboa Arízaga (de Cañar); Eduardo Ledezma (de Loja; Miguel Augusto Egas, Cristóbal Garcés Larrea, Rafael Díaz Icaza, Alejandro Velasco, Tomás Pantaleón (de Guayaquil); Jorge E, Adoum (de Ambato). Y, otros poetas libres e insulares, sin influencias de grupos, como Efraín Jara Idrovo, Eugenio Moreno Heredia, Teodoro Venegas Andrade, Jacinto Cordero Espinoza (de Guayaquil). Jorge E. Adoum y Hugo Salazar Tamariz son los poetas más reconocidos en nuestro medio literario por la divulgación de sus obras poéticas entre nosotros. El caso de Adoum, por su novela “Entre Marx y una mujer desnuda”. Muchos otros grupos valiosos han aportado al desarrollo poético y literario ecuatoriano después del auge del grupo “Madrugada”, destacando “Umbarales”, “Presencia”, “Club 7”, “Caminos”, “Galaxia”, y los “Tzántzicos”. Los “Tzántzicos” fue un grupo fuerte y “orgánico” que aparece en la década del sesenta, lo integraron: Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón Corral, Teodoro Murillo, Euler Granda y Ulises Estrella (fundadores), posteriormente se incorporarían: Jos Ron, Agustín Cueva, Fernando Tinajero, Bolivar Echeverría, Raúl Arias, Rafael Larrea, Humberto Vinueza, Francisco Proaño Arandi, Iván Egüez, Abdón Ubidia, Antonio Ordoñez, Álvaro Juan Félix, Luis Corral, Alejandro Moreano, Bolívar Echeverría, Leandro Katz, José Corral, y la única voz femenina: Sonia Romo Verdesoto. El prestigio de los “Tzántzicos” llegó a nosotros a través de la revista del Frente Cultural “La Bufanda del Sol” (N-2, Abril, 1972), aunque en la revista ya había una aproximación irónica “¿Réquiem por el Tzantzismo? de Esteban del Campo, donde se criticaba “el parricidio” como la gran manifestación de su “tomada de conciencia”. Mas tarde, esta aproximación cultural por la amistad peruana-ecuatoriana se concretó simbólicamente con Ulises Estrella, que nos visitó al Primer Encuentro del Consejo de Integración Cultual latinoamericana CICLA, en 1986, al igual que Cristóbal Garcés Larrea; y mucho antes, con Carlos Rojas González, cuya amistad viene desde 1975, cuando nos conocimos en el Café

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Palermo, Lima, y publicamos un poema suyo en la revista “Auki” N- 1 (Marzo, 1975). Justamente, publicamos una crónica de Carlos Rojas González en memoria de aquel “encuentro” con otros poetas peruanos de la década del setenta, y en esta discreta “antología”, con singulares poetas ecuatorianos, seleccionada “tangencialmente” para tener en cuenta de estas representativas voces, del país norteño y vecino.

Carlos Rojas González (Ahora que las últimas flores) (Fernando Artieda, poeta del pueblo) Ahora que las últimas flores dejadas en tu tumba se han marchitado o se las han llevado los ladrones Ahora que ya no es necesario confundirse impostar la voz creo podemos decirnos algunas cosas Yo respeto todo lo que has escrito (el estar de acuerdo es una convención más del lenguaje) Tu hombre solidario Tu safa cucaracha que llegaron al interior de este pueblo -balneario frustradoenseñándoles cómo enfrentar el día a día cómo hacer que la tristeza se transforme en lo contrario Esa seducción que era tuya -decir “solo” sería un lugar comúncon la que movilizabas a las masas esa posibilidad de poder decir Venían de petrillo de vuelta larga de los extramuros de lo más recóndito y la gente aplaudía frenética alborozada mientras con esa voz rasposa -ronco de lata- gritabas tus versos esos versos de los que tú más que nadie estaba convencido disfrutabas de cada palabra procaz malapalabra (como dice la buena gente gente de bien) y continuabas tu discurso interminable alzando los brazos gritando haciendo pasos de baile y gente seguía allí por la radio pegados al televisor disfrutando de ese ardor contagioso transformando su angustia –el no tener- en euforia porque tú les entregarías la clave para entender este pueblo fantasma para encontrar el ídolo que todos necesitan el cantante que se lleva dentro ya no importaba ser cholo indio ladrón serrano puta o lo contrario todos se enrolaban en esa canción que les habías descubierto que los encubría La fatalidad era una forma de disfrutar la vida las palabras adquirían otro sentido en el gran coro De improviso el tiempo se interpuso en tu voz esa carraspera esa voz pastosa ya no está en los tablados la gente sigue ya no espera entona o susurra el mito que les dejaste Se levanta trabaja cuando puede o hace lo que acostumbra y tal vez sea feliz) sobre todas las cosas sus dolores está la ilusión que sembraste tu palabra

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Acá al otro lado los que simulamos pensar los que nos engañamos diariamente (los que buscamos la expresión adecuada) los que no tenemos la fuerza necesaria –aquí se debe decir otra palabrairemos a tu tumba cuando tengamos tiempo a preguntarte cómo es el canto por allá Fernando. (18/04/2010)

HUMBERTO VINUEZA LADRAN LOS PERROS. La voz del locutor se deshace bajo la llama de la radio que no causa ningún incendio. Cuánto presente ayer. Cuánto ayer ahora. El viento se hace aire y otra vez viento y sopla sobre el clima del reloj y la mano invisible de los principios y los fines despoja de todo artificio a la desnudez y afina el ritmo de las apariencias desde lo íntimo sagrado hasta el saber inventado por su fuego. Apaga la radio. Los perros se borran en un claro de avión aterrizando. La silueta de mujer se encoge sobre aquel ínfimo mar tiernamente hipérbole y dice: tal vez otro pensamiento me piense otra boca como su bocado me avoque o evoque en pausada gustación. Brújulas corporales se desnortan en un recodo del lenguaje.

MIENTRAS LLUEVE BAJO la noche negra ranas pares croan tentando a ranas nones. Él escribe versos silenciosos para desemparejar el tiempo de la puerta y la puerta del deseo y entre páginas y sábanas se oculte el relámpago carnívoro y la lluvia humedezca con desvío de sintaxis el aire de la gruta de donde nadie sale sin la lisura de la fe hacia la tiniebla de la naciente frontera. La edad confiere confianza al sexo con retardo y arde como una lámpara en el borde de pantomimas sucesivas de la transfusión del tiempo de quienes inventaron el primer canto hace ya tanto infinito modulado de la flauta con neuronas en vez de agujeros del fogonazo de creer que se vive el sueño en el espejo adentro de las cosas. Vuela una mariposa desde algún pecho hacia el croquis de las genealogías y no se sabe

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dónde comienza el alma ni dónde termina el cuerpo. Pareja es la única palabra o tibieza de ave que no sustituye con ventaja a su presencia. Del libro “Fuga de energía” Publicado en Obra cierta, Antología (2009)

MARIO CAMPAÑA POE, BALTIMORE, 31 DE OCTUBRE Para Toña Repentinamente descubre el sol este pulcro cementerio de ciudad, donde la iglesia intimida todavía a las almas. Lápidas hundidas, húmedas, trabajadas por el musgo: “Homenaje al Mayor Steve Ridell”; “Recuerdos al Coronel O’Jara”. Junto a la indiscutible gloria de los héroes acampados apaciblemente en esta orilla, una tumba oculta tras cristales hoy tampoco resplandece, hoy, día de la celebración de un hallowen. A su lado, ni el cognac ni las rosas sobreviven; hay coronas, ramas de vid o de un olmo viejo, y están secas. Pero en la humilde “calle de la amistad”, entre chalets desvencijados, una negra nos habla con orgullo de un trémulo poeta, de un hombre frágil de mirada triste que cada tarde deambulaba solo con su manchado cuaderno bajo el brazo y se sentaba dócilmente junto al árbol, “aquel árbol”, entreteniéndose con el rumiar de las ardillas y el rumor del cielo. Temprano, los niños salen, corren, festejando la esperada llegada del domingo, y en la tarde, entre curiosidad y zozobra, empujan, arrastran al viejo amigo que allá en Lombard street ha caído una vez más, abrazado a una botella.

CARLOS LUIS MUSSÓ AJEDREZ 64 escaques, un tablero. Tú de ébano ciego, yo de hueso-color. Te mueves en todas direcciones, pero tu abalorio recibe mi agujazo de hormigas. Los cuadros han medido tu silencio con un toque de incienso entre tus rodillas; y el peón adivina su salto diminuto sobre el tablero (PxT). Tus torres se desladrillan en la diagonal de su cruz cuando entro en tu mezquita de rodillas (PxA): aves de plumaje sin colores vuelan sobre el alfil mientras el caballo en celo revienta su casco de marfil en el coito de las laderas en ele, en forma de ele (PxC). Poco falta para el sangrado del cielo aunque lucho y venzo en el enroque (0-0-0). Son míos el susurro de los espacios, ese jardín incauto, el surco obediente de la espalda. El empeine de tu pie, a solo un casillero de mi lengua ofidia (PxP4R). Culpas a la almohada de tus dolores –te ensañas con ella a mordiscos y lametones-. Pero no has caído en cuenta: somos ya un monstruo de doble espalda con fuegos de sal en el núcleo (P5D+). Cojea nuestro aliento en este juego de reyes. Mi ariete embiste/ barrena las carnes/ incursiona en la memoria/ se duele en ti/ nos inunda pues tu saliva lo festeja y lo corona –peón por reina. El surco está abierto para las tablas: nadie sabe de quién es la victoria (PxR++). Nadie sabe de quién, el jaque mate.

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JORGE MARTILLO MONSERRATE VIDA PÓSTUMA 1 Ahora sé que la muerte no es una mujer Es solo una sombra Nos acaricia Sella nuestros labios Apaga nuestros párpados Nos conduce a soñar Otra vez la oscuridad intrauterina Aguas cálidas por donde ir a la deriva. En vida confundí a la muerte con aquel fantasma Que surcaba el cielo de mis habitaciones Cuando grababa mi poesía O cabalgaba cuerpos tras el amor. Ahora sé que la muerte no es una mujer Ahora sé que la muerte es mi sombra.

2 Entendí que los sueños eran más que una escalera Ascendí y descendí Una luz oblicua iluminaba mis pasos Antes escribí de voces y mutilaciones. Antes escribí que descubrimos la malignidad de los otros Y jamás la nuestra. Ahora el espejo se rompe Me adentro a buscar esa imagen imposible.

3 Mis prendas quedarán colgadas Detrás de una hoja de puerta Les caerán láminas de polvo Les caerá el vacío Les caerá mi ausencia. Mis camisas colgadas del cuello Atrapadas por el anzuelo del cáncamo Los hombros derrotados como puchos de cigarrillos Las mangas simulando al espantapájaros Que regaló los sembríos a las aves Los cuellos lascados como cuerda de suicida Los botones sin el abrazo de los ojales Los bolsillos repletos de nada

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Mis camisas sucias tendrán grabados mis últimos días El olor de las mañanas El hedor de las tardes El carmín de la amante que dijo hasta luego y no adiós.

4 Este no es un inventario de objetos sin su usuario Esta es una sensación de pérdida. ¿Quién mirará la luna en menguante a través de mis lentes? ¿Vendrá el moho a enverdecer su armazón? ¿Vendrá el polvo a cubrir sus cristales? ¿Se atreverá algún deudo a apoderarse de mis anteojos Para observar el mundo que no podré ver?. Este no es el inventario de objetos sin su usuario Esta es la lápida que se cierra Esta es la tumba que cubre Este es el epitafio que escribe sentencias Esta es la vida penando como fantasma.

JORGE REYES VECINA Ahora que está el patio de domingo y no hay ropa lavada y en las vasijas no se quiebra el cielo y los niños, caracolas terrestres, danzan de lado a lado con los trompos borrachos y las bolas que guardan estrellas de colores, usted y yo, vecina, nos podemos fiar un gran cariño y decir, por ejemplo, deme un beso usted, buena como un periódico en la mañana cuando es indispensable echar ancla en la vida, yo, inquilino de una tristeza por esa mujer pálida como la palabra muerto. La calle se ha vestido de un pañolón de flecos Tiene usted unas manos dignas de atar el nudo de mi corbata, por la presencia de su boca ya no chisporrotean mis recuerdos, aparece usted conmigo en las conversaciones como los parientes en las fotografías con dedicatoria al amigo del alma,

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y detrás suyo hay una familia contenta que conoce la utilidad del mondadientes y mira al cielo para hablar: “se ha muerto el Ambrosio como perro sin siquiera una cruz entre las manos”. No sé hacer la alabanza de sus ojos, pero estamos juntos en la tarde que se achica y mi alegría sube y le muerde los pechos. junto a usted me olvido de las constelaciones y estoy tan sólo aquí y en ninguna parte, sin voz, como los muertos, porque tengo dos manos y un deseo en el único sitio en que está el deseo. sin embargo, quiero que me encargue su corazón para envolverlo en la esquina de mi pañuelo y guardarlo en el fondo del bolsillo del pecho. Así estaré tranquilo como los toreros en las fotografías. Los faroles en la tarde son como forasteros.

AUTORES: Carlos Rojas González, (Guayaquil, 1943). Escribe poesía, relato y análisis discursivo. Doctorado en La Sorbona de París IV, bajo la dirección teórica de A. J. Greimas. Humberto Vinueza (Guayaquil, 1942) Poeta y escritor que perteneció al grupo de vanguardia cultural Tzántzicos. Ha formado parte de consejos editoriales de destacadas revistas literarias del país (Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra y Letras del Ecuador, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana); ha publicado libros de poesía como Un Gallinazo Cantor Bajo un sol de a perro (Quito, Populibros, editorial Universitaria, 1970); Poeta Tu palabra (Quito, editorial El Conejo, 1989); Alias Lumbre de Acertijo (Quito, editorial Eskeletra, 1990); Tiempos Mayores (Quito, edición del autor con la editorial El Conejo, 2001); y, Constelación del instinto (Quito, editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2006). En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade por el poema-libro Alias lumbre de acertijo y, el mismo premio, en 2007, por el poemario Constelación del instinto. Sus textos poéticos constan en antologías nacionales y latinoamericanas, en el idioma original español y traducidos al inglés y francés. MARIO CAMPAÑA (Guayaquil, 1959) Poeta y comentarista literario. Ha publicado Cuadernos de Godric, Premio Nacional de Poesía Joven 1988. Días Largos (1995). Visiones de los real de la poesía latinoamericana (2006). Aires de Ellicott City, 2006 (Barcelona). CARLOS LUIS MUSSÓ (Guayaquil, Ecuador, 1970) Estudió letras en Guayaquil y Quito. Es autor de los poemarios El libro del sosiego (1997), Y el sol no es nombrado (2000), Propagación de la Noche (2000), Tiniebla de esplendor (2006), Las formas del círculo (2007), Minimal hysteria (2008), Evohé (2008), Geometría moral (2010) y Cuadernos de Indiana (2011). Cinco veces premio nacional de literatura, en los géneros de poesía y novela. Coautor de Esquirla doble (2008), y corresponsable de Tempestad secreta, muestra de poesía ecuatoriana contemporánea (2010). Obtuvo una beca de creación (Almería, España). Se desempeña en el periodismo –como cronista y crítico–, y en la cátedra universitaria. Jorge Martillo Monserrate (Guayaquil, 1957) Ganador del Premio Aurelio Espinosa Polit. Autor de Aviso a los navegantes (1987), Fragmentarium (1991), Vida Póstuma (1997) Últimos versos de un poeta decadente (2004).

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Jorge Reyes (Quito, 1905-1977) Poeta y periodista que destaca entre los literatos ecuatorianos contemporáneos por su vigoroso repertorio poético, impelido por la sucesión de ideas sociales y estéticas que dominaron el siglo XX. Además de dirigir las columnas literarias del periódico La Tierra, dejó muestras de su capacidad analítica en las páginas de opinión de otra cabecera quiteña, El Comercio. Hay que vincular toda esa producción al ideario socialista, defendido por Reyes en revistas como Cartel, cuyo lanzamiento editorial fue impulsado por el poeta en colaboración con escritores como Pablo Palacio, Alfonso Moscoso y Jaime Chávez. En el terreno literario, destaca un ensayo que resume buena parte de esas inquietudes: Apostilla (1997). Aparte del citado título, la bibliografía de Jorge Reyes incluye poemarios tan atractivos como Treinta poemas de mi tierra; Quito, arrabal del cielo (1926), (1930) y El gusto de la tierra (1977). Asimismo, cabe hallar sus versos en las antologías Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea (1937), Antología poética de Quito (1977), Quito: Del arrabal a la paradoja, (1985) y Poesía viva del Ecuador (1990).

DE QUÉ VA LA POESÍA ECUATORIANA Selección de Ernesto Carrion La poesía ecuatoriana no ha tenido una tradición y una difusión tan extensas como las que sí pueden ser evidenciadas en otros países (México, Chile y Perú, por ejemplo). Desde los modernistas (Medardo A. Silva, quizás el principal de sus exponentes) hasta nuestros días, siguen siendo pocos los poetas ecuatorianos que han sido abiertamente reconocidos por su trabajo en otros lugares, donde se ha leído nuestra lírica medianamente joven, que quizás deba ser únicamente considerada desde el movimiento modernista en Ecuador (primera década del siglo XX). Un ejemplo de esto es que los escritores ecuatorianos conocemos ampliamente la poesía de César Vallejo, de Vicente Huidobro y de Octavio Paz, pero un escritor mexicano, chileno o peruano seguramente no habrá oído nunca de Hugo Mayo, César Dávila Andrade, Carlos Eduardo Jaramillo y David Ledesma Vásquez. Las razones pueden ser múltiples y no están en discusión, lo cierto es que más allá de los notables trabajos de Alfredo Gangotena, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero (éstos tres, más César Dávila Andrade, quizás forjan la pirámide sobre la que se asentaría gran parte de nuestra lírica contemporánea) y Jorge Enrique Adoum, están además los trabajos de poetas como Francisco Tobar García y Francisco Granizo Ribadeneira. Ahora: la poesía joven o la poesía escrita por jóvenes en el Ecuador me parece que cuenta con una mayor libertad creativa en estos días que en los últimos veinticinco años (hablo aquí de aquella escrita en las décadas de los ochenta, noventa y que llegaría hasta la primera década del nuevo milenio); ya que la poesía que se escribía entonces en el Ecuador se organizaba desde la corriente que originara Jorge Carrera Andrade, la que se imponía desde Quito seductoramente a través de una poética del silencio que aglutinaba elementos totalizadores de la naturaleza, poseía un tono filosófico y tocaba temas amatorios, históricos y cósmicos, principalmente. Siempre existirán excepciones, por supuesto. Hay un largo registro de poemarios escritos en esta clave en todos esos años, que terminaron consolidando un imaginario estético-canónico que se apoyaba y difundía desde las mismas bases estatales culturales gubernamentales y otros medios. Es con la aparición de otras escrituras que visibilizarían las vanguardias latinoamericanas (así como del surgimiento de los circuitos de festivales internacionales de poesía joven, las editoriales independientes y las revistas-blogs de poesía latinoamericana contemporánea), que algunos autores optaron por desistir de la larga línea lírica que cruzaba el Ecuador. El que no haya habido un proceso de experimentación verdadero, ha dado lugar a un corte abrupto en nuestra lírica, que señala dos orillas radicalmente opuestas. Orillas incluso a veces habitadas por un mismo poeta. Siendo esto un tajo y no un proceso, ciertos poemarios publicados en los últimos cuatro años, entran en una feroz contradicción con todo lo que se publicaba en nuestro país hasta el año 2010. Sin embargo considero que la poesía ecuatoriana de hoy, aquella que escriben diversos autores, entre ellos los cinco escogidos aquí para esta muestra: Wladimir Zambrano (1984), Gabriela Vargas

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(1984), Víctor Vimos (1985), Pablo Flores Chávez (1988) y Jossué Baquero (1990), se sostiene por su afán de avanzar junto a las vanguardias latinoamericanas sin por ello perder el espíritu humano de sus creadores. Con esto quiero decir: la última poesía nacional (y latinoamericana) no está en consonancia con la poesía de la experiencia, la que también influye dramáticamente en algunos poetas del Ecuador, así como en casi toda España (que es de donde se origina –vía Mario Benedetti); ni con una fallida asimilación de las vanguardias que termina en la disolución del sujeto escribiente (ojo: lo que no es lo que mismo que la pérdida del autor –algo largamente avalado y aburrido) y en una acumulación borrosa y demagógica de contenidos de corte moderno y mediático bajo el que se enmascara al poema para dotarlo de modernidad (o pop-modernidad); la última poesía nacional (y latinoamericana –frontera que se va borrando) avanza de la mano de libros y experimentos valiosos como los realizados por Haroldo de Campos, Raúl Zurita, José Kozer, Eduardo Espina, Néstor Perlongher, Ernesto Cardenal, José Lezama Lima, Allen Ginsberg, Leopoldo María Panero, Antonio Gamoneda, Ezra Pound (etcétera). Esa poesía obliga a ir más allá del simple texto y su sentido lineal, el cual siempre debe estar en conflicto cuando se trata de escritura poética ¿Sino de qué va la poesía? Y me respondo: pues del rizoma. De eso va la poesía y de nada más. Allí están todos los sentidos sin sentidos que necesitamos para sobrevivir. Aquí están los poemas, pocos, de cinco autores que fluctúan entre los veinticuatro y treinta años de edad, y que prometen por su juventud un camino valioso para la lírica ecuatoriana. Además de la absoluta libertad con la que esta poesía está elaborada (la liberación de la información tiene mucho que ver con esto –internet y sus redes inagotables) el sentido del poema va de la mano por un laberinto insólito. Poemas en que lo íntimo se vuelve universal y lo aglutinador (revuelo de imágenes-sensaciones-ideas-apasionamientos) se torna en un segundo íntimo y demoledor. Espero que sean bien leídos. (Guayaquil, 12 mayo 2014)

GABRIELA VARGAS AGUIRRE CONTEMPLACIÓN

A mi madre, mi primer ejemplo suicida

Siempre estabas mirando por esta ventana el edificio naranja en la mañana que se desarma en distintos tonos naranjas cuando el sol golpea Siempre, de afuera se acercaba remando un ruido que era casi un silencio que burlaba las espirales del incienso (a veces jazmín, a veces mirra, a veces rosa) que invadía tu cuerpo de nave que se parqueaba siguiendo otros itinerarios con otras familias en una quinta luna celeste luna nombrada en otros dialectos (CHANDRA)

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mientras yo zapateaba con mis pies chuecos intentando colarme en tu viaje. Siempre estabas mirando por esa ventana, precisamente, esa ventana, enmarcada, con toda la cabeza envuelta en chales de tonos orientales para amarrarte de alas al nido “Es para no dejar que se salga el cosmos”, me decías encaramada en la persecución de una excusa para matarte(me) para pensar, indagar, creer y aferrarte a un mantra que está detrás del vapor de una nube en el altar de dios con cabeza de elefante a los pies de loto de un avatar con cabeza de árbol lejos, donde las estrellas se vuelven azules se enfrían titilan y mueren. *** Cualquiera que nos hubiera visto desde la parte de afuera de la ventana habría creído que éramos felices *** Anochece y sigues pegada a la misma ventana y a veces está cerrada y a veces su reflejo te aclara y me deja verte más adentro aún cuando en lo alto no se ve ni el más mínimo de tus pedazos y te miro por encima de lo que queda de la ventana, y te ves más distante que otro planeta y te miras en el espejo y la cara te cambia como si te hubieran apretado lo que te quedaba de alma en otro pedacito de espacio en el que te deformas y se te caen las manos y la boca en la contemplación de tu ser de agua que busca fundirse con dioses vestidos de seda ( a veces índigo, a veces celestes, a veces azules) de múltiples manos y uñas pintadas (a veces rosadas, a veces rojas, a veces dedos de llamas) que entonan flautas y danzan al ritmo de tambores y mi corazón late y llora porque no contemplas tu sangre derramada en piso, escondida detrás de la cuna, y mis manos te buscan y solo siento el sonido primordial que eres y somos: la nada y el blanco.

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CLONAZEPAM 5 mg Alguna vez el movimiento circular del cielo marcó la medida del tiempo y sobre cada minuto se alzaron cientos de alas como un gran cruce de cometas redentoras Quien mejor para circundar el aire que los pájaros de cartón que dejamos cultivar debajo de nuestras lenguas esas noches de intenso calor de Mayo y ciertamente era Mayo y era tarde y ciertamente los pájaros se llevaban nuestras partes que aún quedaban con vida y tejían una luna borrosa sobre el río, que era la única entrada al paraíso que nos quedaba. La dormidera avanza como un tropel de aves sin memoria hacia ese nido de glifos desenfocados que es el sueño Se desinflan los cuerpos como un balbuceo… Y con toda la bandada que se deja morir bajo la sábanas Dejamos los ruidos alejarse para apagar la luna con un leve movimiento de muñeca.

WLADIMIR ZAMBRANO 2.3 (SUEÑO DE LA POSIBILIDAD DE UN PASADO) Empezar por un corte en la mejilla izquierda, luego lagañas de perro al final de los fantasmas vistos y ladrados la noche anterior… Una mara de tatuados rojos que emerge como un circuito de pánico… Cae la noche… Y enciendes la luz del patio para decirte: que no estás sola, que no eres el amanecer de la anciana sin dientes (población de reumas y dactiloscopios) la búsqueda de tu sensibilidad ya muerta. El dizque materialismo histórico, mientras los niños corren y corren tras leguas y lenguas de piolas de cometas que nunca regresan, pues ya en lo alto se rompen y se va La pirata, La colorina, La blanca, Blanca de la línea que es un lado de tigre, un pedacito de espejo, donde te observo cuidándote el tatuaje, tu lunar en primerísimo primer plano, tu peinado de niño, tu osadía de niño, tu posición activa en el amor lésbico y museos donde Velásquez no ocupa sitio alguno…“Solo Schiele... Solo Schiele…” repite una boca insomne de contestar llamadas de aborto, de niñas bien con Zitotec al retrete un remolino de naipes ¿Y a dónde vas? ¿Por dónde miras? ¿Cuál es la palabra-iceberg que avanza lento entre las sabanas? ¡Quédate! no es necesaria esta discusión contra el plan universal de Dios, solo hay que ignorarlo y él se queda mudo, se olvida de que existimos porque como tú antes de tiempo hay demasiadas muchachas ojos de papel para nombrar una época, libros de segunda mano, calendarios con apuntes rojos que se van como el hijo mientras te duchas en una geografía extraña, un follaje de árboles rojos que muta y es líquido y es ausente despedazado. Castillos de arena: ciudades en molde herramientas plásticas, foto-retratos para colocar en la mesita del centro, habitaciones por donde vagamos libremente hacia el interior de nuestra pena, ese cascabel de madre en el desierto de una fecha exacta. Brújula que oculta en el talón de un caballo herido nos lleva hacia la paz que es simulacro del vacío entre los muertos… Cementerio:

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Dedo que pretende un rifle, pero que acaba en el silencio. Cementerio: Donde por fin pueda esgrimirte un gesto que no sea de amor ni de odio Cementerio: Donde se apague esta antorcha al final del laberinto Donde se acabe esta necesidad de un dueño a imagen propia Donde por fin puedan dormir nuestros miembros

( Agotados…).

ANCLAJE TEMPORAL (INGRESO A LA ALQUIMIA) Transformo el humo de este barco en la memoria y hago objetos de piedra con las imágenes de una palabra heroica, pero trivial. Falseo un telégrafo del aire por los que se ganaron la casa, por los que se quedaron a pie y se miraban en los barcos perderse. Transformo el humo. Lanzo todas las piedras al agua cuando me enfurezco y la voz de la mujer que se mojaba con mis besos de aguacero sombrío se escucha varias veces desde un lugar incierto, pero sagrado; Paz donde la tarde acaba con este vacío de letras, este creerse superior cuando se sufre lo mismo… Transformo el humo: E S E N I ñ O D E L G A D O C O M O F A

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N T A S M A DE SERPIENTE Y todas las palabras caen… Pozos aparecen, recrudece la sed, pero se avanza hacia una tarde imposible donde se espera recuperar la pureza, dormirse una noche como todos los demás o guardar la boca en la fisura donde se confía la simiente de mi paz eterna. Transformo el humo. Preparo banquetes personales. Y alguna vez en este mismo sitio, sobre árboles de mangle en mi noche de labios de sed petrificada giré la esfera en el ruido y busca a través de mí … ¡Busca!, puñales en palabra de un cierto apego a la tierra para decirme un nativo, puñales en palabra para no devorarme las piernas en el ejercicio de las manos... Transformo el humo. Sueño las casas, los árboles, los días, intento recomponer su memoria para tirar de sus cadenas. Transformo el humo (ese mundo del hambre que se sumerge ante el mundo del hambre) Transformo el humo Una isla aparece.

VÍCTOR VIMOS -otan caudaloso tan espeso tan abultado el argumento

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con que la noche vuelve a ser costra sobre esta roca digo la oscuridad basalto encarnecido en el aire torna a mecer su mandíbula sobre la lumbre silente que frágil recorta la sombra de este objeto ¿es la cadencia del miedo? pero yo no quiero preguntarte por el miedo ruido macizo grabado en la entraña pues al fin sus agudas resonancias remontan mi entendimiento y me arrinconan y me engañan mi preferencia ahora se estaciona en aprender lo que hace la noche sobre esta roca bordar el confín de su peso cobijar su núcleo pétreo decir el infinito sobre cada uno de sus gramos por ejemplo una roca –esta– no tiene por qué ensayar lo indefinible hecha para conformarse siendo el cuenco sobre el que la noche recuesta su quilla más allá de eso cuando el mármol negro tapiza el cielo su pedrusco tegumento aprende del sueño ¿es la cadencia del miedo? pero ya no quiero preguntarte por el miedo cenizal encajado entre el ombligo y el pecho mi intención ahora es escuchar a esta roca superar la sombra abrirse paso como un diamante que atrás el lodo deja la piedra que resiste mineral acorazado en la fatiga del tiempo es

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a brazadas a contracorriente a braveo fosforescencia sobre el pelamen de lo inclemente oh pero esta roca no tiene por qué ensayar lo indefinible conformada en su hecho para arrullar la osamenta del silencio eso sin importar la roca dice lo mismo que la flor lo mismo que amor dice la roca y que la muerte y que el plumaje de un ave muda que emerge de la piedad ¿es la cadencia del miedo? ¿es el miedo? pero ya no importa averiguar en tu vacío mi preferencia es ahora la roca sorda cobertura del universo que ya en el alba vuelve a ser una vuelve a ser todas

INTERPRETACIÓN DE LA NADA Ha germinado el trueno en la piel del silencio. Altas mareas arrastran su eco hasta este lugar donde la semilla se abre a solas, sin necesidad de otra semilla, los siglos de su cotiledón ensayan una raíz sobre la nada. Ocurre que la lengua desparrama su densa tinta limpia sobre el légamo del orbe. Es límite cada palabra, cada palabra es ladrillo donde encumbrar el hocico hacia los acentos que confundidos zozobran en la escarpada tormenta. Llueve entonación. Emprende la voz el trazo de un argumento sobre esta región desconocida. Erige una ola que rompe sobre las nubes el mármol de su espuma, para alumbrar el pedregoso piélago en el que las escamas de este discurso se empeñan en brotar. Dígase que aquí se ha marchitado el silencio. Y dígase que allá, en el origen, donde a puño cerrado las palabras colisionan entre sí, nace el ruido.

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PABLO FLORES CHÁVEZ I Sabemos cómo la redención es palpable por el titubeo de otros en la avanzada tan grande llamada cuerpo, por más leve sea la herrumbre que su vientre conjura, olvidamos un templo sin dios y su insignia tatuada en sus paredes: desmadejar de la noche ajusticiada por el empellón de dos cauces su desvelo. Escapamos de nuestras predicaciones y las formas de luz que aglutinan una ruptura tediosa en el andarivel que ahora toman todos los súbditos en su camino de retorno al enrojecido embate de dos cráneos aguardando la piedra que los desgaje de una vez por todas. Nuestro mecimiento ante la espera es el deseo que desvanece entre las vidas de personas que jamás conoceremos. Un florecer de bruma seca atisba el origen de la corriente congelada de los ríos aumentando su sed de caballos salvajes. (Del Capítulo Sumidero)

II Encima del lomo maniendo su vaho, los pájaros colman su poquita muerte que exhorta al celo antes de mandar al carajo a todos los cadáveres rellenando su suerte de instante. Porque a la final nosotras mal parimos al mundo y su escollo de plumajes coloridos de una fiesta enorme llamada embestidura de cuerno, porque nosotras aventuramos el suplicio de la bengala fatigándose en el suelo. En nombre del hijo es que ahora levantamos la cara cansadas de tanto embotamiento de voces que antes de voces eran el ojo ahuecado de una serpiente. (Del capítulo Mácula de los pájaros embestidos)

IX Precipitar la ceguera con la rama más frágil que siempre ha sido la noche. Desencadenar la fuerza del tártaro: todos los nombres por existir intentando concederse el don de la piedra en el estanque. Nosotras fuimos alguien más del montón: de la larga vida del movimiento que enturbia al alcohol en su cauce final purificante, como la tentación que perdura más allá de la zozobra y no es reconocible su fin. Sabemos que de nada sirve el eslabón demiurgo naciendo alrededor de la presa acorralada: un sueño calla a otro sueño. El navío, su perdición. (Del capítulo Igual que la pérdida)

JOSSUÉ BAQUERO Mucho tiempo sobre el mismo lugar

Y el tiempo -siempre a la deriva- atraca ahora en nuestra habitación Regresa a la nota silenciosa del traspaso horizontal sobre el vientre -sobre- el hijo que aún no nace -sobre- un relato comunitario que habla del vacío -imaginado- que descansa tras el librero junto a una colección

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de monedas solamente de países desaparecidos Hay una voracidad desvencijada y raquítica recorriéndonos los huesos muros derruidos por tanta sal de mar y llanto El agua nos cubre los pies y la mierda cubre el piso para refrescarnos Las volutas de humo esconden nuestra cara azotea llena de suciedad de paloma plumas piedras piezas de un sueño que ha durado toda nuestra vida Y -siempre- amanece como si nada con el sol comiendo el rostro de un hombre que despierta viejo o de esa hija que nace puta Amanece con el día biselado en los rescoldos de la noche y crece una incesante llama -genealógica- en el sexo de la ciudad En el dinero que trae la chica sujetado a su sostén Y en el rezo Hace tiempo que debieron acabarse los eufemismos para dejar de mentir-nos Y empezar a vivir con esa delgadísima dignidad del ocaso con una esperanza -breve- sostenida en el crujido que cuartea el quicio Una perra -moribunda- sería nuestra historia en esta casa Y la saliva espesa que cuelga de su hocico es el medicamento que hace falta: Ira Pero sólo hay huesitos que aprendimos a agrupar en el cuarto donde -sólo- cabe el espíritu de -dios- la hambruna y el eco de un larguísimo discurso que -nunca- habló de nosotros

Este es el final de la carretera

Un buen comienzo La urdimbre de la huida (el estancamiento) Éste es el final de la carretera: un lugar común: el eco violento de las olas El residuo doloroso de la luz que simula una lumbre Aquí está el final de la carretera: Una larguísima oración La ventisca enhebrada sobre las cabezas Y nuestros harapos colgando de los cordeles –finísimos- del viento Éste es el final de la carretera: La sal y el sol La red y el remo Una serie de tardes con canoas a la deriva Un grupo de canoas –a la deriva- mecidas por el terror del río Aquí está el final de la carretera: La sombra de la tarde que es parte del ruido de una bala disparada en la montaña De una vaca parturienta sola y estancada Del barro echado a puñados en su hocico La (llana) sombra de la tarde: la muerte que anida en el fango: El niño y la bestia enfrentados a un destino circular cercado serrado Le tuve miedo al final de la carretera antes de encontrarlo titubeante Sin consciencia de sus propios límites Me fue extraño cuando había olvidado que el final es el momento más solitario –y allí no existe nada ajeno ni nada propio-

Éste es el final de la carretera y aquí reposa el ritmo del poema

De nuevo es el tiempo el que termina decidiendo nuestros nombres

creí que habíamos descubierto la cabeza Que la habíamos volteado hasta mostrar nuestro temor y su mueca Pero todavía esperamos quietos a que llegue la mañana y pensamos en el grito solamente como el recuerdo de una mancha en la pared donde pasamos la mayor parte de la infancia creí que habíamos destruido la cabeza Que la habíamos pisoteado hasta dar con nuestro idioma: pero todavía es el cadáver de un caimán detenido en nuestra boca Un montículo de escamas espejeando La extensión del río que se estría Por eso decimos cuerpo cuando somos nosotros arrojados sobre el pecho y escribimos nube

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como intentando todavía remediar el golpe Por eso hablamos del campo y escribimos cielo como queriendo volver poético a nuestro sexo Creí que habíamos olvidado a la cabeza y ese viejo idioma pero aún hablamos el lenguaje en el que hablaron los padres que acabaron con nosotros, Amanda, y la ciudad sigue incinerándose detrás de nosotros.

Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984) Poeta y Diseñador Gráfico. Mención en el V Premio Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño 2012. Textos suyos aparecen en Cerrado por reparaciones (Antología del Taller de Creación DADAIF CARTONERA – Guayaquil 2012), Desembarco Poético, Pleamar I (Rastro de la Iguana ediciones 2012) Desembarco poético,( Pleamar 2 Rastro de la Iguana ediciones 2013), Poemas Para el Fin del Mundo(Kodama Cartonera , - Tijuana 2012), Bandada. Actualidad de la poesía ecuatoriana (Campaña de lectura Eugenio Espejo, 2014). Ha participado en la Feria Internacional del Libro de Guayaquil y Quito. Wladimir Zambrano (Guayaquil 1984) Es licenciado en Comunicación social. Ha publicado los libros: Interior de Ciudad (Dadaif cartonera, Guayaquil 2011) y La restauración (Cascahuesos editores, Arequipa Perú 2013). Textos suyos aparecen en Punto de partida (UNAM, México D.F - 2011) Big sur (Buenos Aires -2012) Ruido Blanco (Quito – 2012) La esponja (Cuenca - 2012) Naipes arreglados (Catafixia editores – Guatemala 2013).Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vásquez 2009. VÍctor Vimos (Riobamba, 1985) Libros suyos han aparecido en Bolivia, Perú, Ecuador y Paraguay. Actualmente reside en Lima donde colabora con la prensa escrita y la investigación. Pablo Flores Chávez (Quito, 1988) Ha publicado Bandada (Deidad y Suplicio) (Cadáver Exquisito Ediciones, Rastro de la Iguana ediciones), Cesado el nombre (Editorial ELANGEL Editor) y su libro-tratado Silicone Baby (Editorial 2.0.1.2. México D.F.). Ha ganado el Premio Único Nacional de Poesía Emergente Desembarco (2013), el único Premio Nacional Paralelo Cero (2013), Segundo Premio Nacional de Poesía Día del Libro y la Rosa (2009), organizado por la Unesco, y Primer Premio del Concurso Poeta vs. Poeta (Cafélibro, 2008). Jossué Baquero (Tena, 1990) Su libro de poemas, Geografía de un pueblo que se asentó al pie de los Andes (Quito, 2011) obtuvo una mención de honor en el Concurso Nacional de Poesía en Paralelo 0. Estuvo entre los ganadores del concurso de poesía del Taller Cultural El Retorno (CCE) con su conjunto de poemas Clípeo (Quito, 2011). Ha sido publicado en revistas nacionales y en el diario Literal de México como parte de una muestra de poesía emergente ecuatoriana. Su conjunto de poemas Más extraños que el paraíso fue publicado en el libro Naipes Arreglados, 13 poetas contemporáneos del Ecuador (Guatemala, 2013)

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ENTREVISTA

ZEIN ZORRILLA: “El Perú no tiene una gran novela”

Entrevista: Juan Carlos Lázaro, Armando Arteaga, Wilfredo Herencia

Para el narrador Zein Zorrilla, autor de Siete rosas de hierro, actualmente los objetivos de la narrativa peruana no están claros para nadie. En una entrevista de algo más de dos horas, el narrador Zein Zorrilla (Huancavelica 1951) se explayó no solo sobre la narrativa peruana, sino también sobre el conflictivo proceso social del país de los últimos años, las relaciones entre cine y literatura y sus nuevos proyectos escriturales. Ante cada nuevo tópico de la entrevista queda de manifiesto su fascinación ante el espectáculo del vertiginoso cambio de los procesos culturales del país y del mundo y su papel de testigo y cronista de ficción y de no ficción de los mismos. Ingeniero mecánico egresado de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), Zein Zorrilla empezó a publicar sus primeros relatos a mediados de los años 70 en revistas de corto tiraje y en los suplementos dominicales de algunos diarios de Lima. De 1988 data su primera colección de cuentos, ¡Oh Generación!, a los que siguieron Siete rosas de hierro (2003), El bosque de Almonacid (2005) y El taller del traspatio (2013), así como las novelas Dos más por Charly (1996), Las mellizas de Huaguil (1999) y Carretera al purgatorio (2003). De sus textos ensayísticos, el más discutido es Hija de Bergman y Kurosawa, nieta de Balzac: la novela en el siglo XXI (2007). ¿Cuántos libros has publicado hasta la fecha? -Creo que tengo cuatro libros de cuentos, tres novelas, y tres o cuatro ensayos… ¿Y por cuál de ellos sientes más cariño? -Por todos, creo que por todos. No hay algún relato, alguna novela, que tenga para ti un significado especial? -Difícil, difícil que haya alguno, porque cada cuento ha servido de escalón para otro o para llevarte a un grado de conciencia y abrir otros caminos.

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Debemos entender, entonces, que tu narrativa es pareja. -Tiene altibajos, definitivamente. En mi libro de cuentos Siete rosas de hierro, muchos de ellos fueron escritos en tres días. Empecé hacer las cosas como se debe hacer y me sorprendía que cuando me acostaba y reanudaba la historia al día siguiente, a las 5 de la tarde, era como un animalito que se movía y lo dejaba ahí nomás. Volvía al día siguiente, trabajaba 4 o 5 horas más y ya lo tenía todo concluido. ¿Consideras a la narrativa peruana como una gran narrativa? -No lo creo. Por ejemplo, tú lees Pasaje a la India, de Foster: es llana, no se para de cabeza a la frase, es un novelón. Es la inglesa que va a la India, a visitar a su hijo, llevando a la novia y se encuentra con un mundo de novela. Este es un discurso, es un rollo, que es el mismo rollo de Desgracia, de Coetzee. O sea, son rollos orgánicos que solo la novela los puede dar. O sea, la narrativa peruana es pobre… -Creo que es pobre como sus recursos, como su sociedad, como todo. Somos desde el punto de vista económico y social, y comparado con las culturas del mundo, de un nivel bajito. Y desde ese nivel de pobreza, ¿cual crees que sea el escritor peruano con más peso? El que más peso tiene es Vargas Llosa, sin duda. Muchos seguidores, muchos admiradores, etc. Yo mismo leo, por ejemplo, El pez en el agua, es un brillante discurso, tú ves la destreza del narrador para temas no necesariamente ficcionales, tú ves al hombre tratando seriamente el relato. ¿Y qué peso tendría Arguedas? -Yo pienso que Arguedas fue tomado como el narrador bandera por la izquierda de los 70 y 80, y, no sé, por alguna razón se va apagando. La valoración de Arguedas que hizo esa izquierda fue ideológica. Así es, de hecho, pese a que Arguedas no fue indigenista. No es indigenista. Es un narrador andino. ¿Cuál es la diferencia entre narrador indigenista y narrador andino? -El indigenismo es un rostro transitorio de la narrativa andina. Lo andino es todo, y por encima de épocas. Puede haber un hijo de españoles, andino. Puede haber un camionero, andino. Pero lo indígena está más ligado a lo campesino, a lo ancestral, a lo recluido, a lo agrario. Y es una construcción de las clases medias. Los primeros que funcionan como indigenistas son los pintores como Camino Brent, José Sabogal, y tú los ves (a los pintores) y dices qué de indígenas tienen ellos? Es una idealización del mundo indígena. De acuerdo a la conceptualización que estás haciendo, ¿podemos entender que los autores llamados costeños –otra deformación de la crítica- han logrado más peso, más influencia, una mejor elaboración, que los llamados indigenistas? -Claro. Hay esto, también. El costeño, digo mejor el urbano en general, es más consciente de la publicación, de la difusión, de lo que es la competencia, la comunicación, de lo que es el producto. Es más consciente de todo esto. El indigenista, que ya está en desaparición, exige que se valore su sentimiento en bruto y al natural, tal como se presenta, y que no requiere mayor elaboración. ¿Pero no crees que eso se debe a un deterioro que ha habido luego del 70 en el mundo andino? Por ejemplo, Arguedas ya habla sobre la presencia del capitalismo y la debacle del feudalismo. -No es casual que Arguedas termine escribiendo una novela sobre el viejo Chimbote, que es un entrevero, el surgimiento de un nuevo país, donde el eje es el capital y la competencia y lo material; donde se van destruyendo otros valores idílicos, campesinos. Se va destruyendo todo esto. Y pasando a la etapa del post-boom, o sea post-Vargas Llosa para el caso peruano, ¿cuál es tu juicio sobre la narrativa que se ha hecho en esta época? -Lo que va pasando es que los nortes, los objetivos, no están claros para nadie. Se van nublando

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los objetivos. Por ejemplo en la época arguediana, y en la época del marxismo de los años 70, era muy claro estar en el Ande y saber lo que tenias que escribir. Tenias muy claros los objetivos: la tierra para el que la trabaja; podías ser Scorza en los 70. Pero en los 80 ya no había lugar. En los 90, menos. Y ahora si tú ves todos los pajonales y echaderos de animales que pertenecían a las haciendas, y que luego desaparecieron con la reforma agraria, y con ella rachas de animales, alguna industria lanar en torno a ellas, ya no vas a encontrar un escritor que cante el pasto y la tierra. ¿Y la magia andina? -Aun debe haber bolsonadas indígenas corroídas por el mundo moderno y que se están defendiendo y que deben tener sus manifestaciones. Cuando digo que hay una narrativa andina, eso no significa que niegue la existencia de una poesía indígena, de una literatura indígena. Debe seguir habiendo, debe tener sus propias razones. Pero hay una narrativa urbana, una narrativa andina, una narrativa amazónica… ¿No te parece que hay una constante de violencia en el espectro político-social peruano, desde el bandolerismo, las montoneras, a la presencia del terrorismo? Hoy día las migraciones forzadas hacia las ciudades principales y medias, el movimiento de masas, el arribismo cultural, la modernidad, la post-modernidad, consumismo, narcotráfico, y esta cosa del empoderamiento de las comunidades andinas, amazónicas, etc. -Debe ser. Pero pienso que esos productos aun van demorar. Lo que a mí me sorprende, por ejemplo, es que en las urbes de provincia, los escritores de mi edad, o más jóvenes, no se reconocen andinos. No quieren reconocerse andinos. Yo pensé que en algún momento con este rollo de narrativa andina que iba a ver un eco, pero no, no quieren, más se sienten y quieren ser universales. En la feria del libro de Huancayo, estaban felices porque estaban invitando a Stephen King. Volviendo a una pregunta sobre la literatura criolla y andina. ¿Estás seguro de la preeminencia de la literatura criolla sobre la literatura andina? -Hoy ya no me parece. ¿Qué ha pasado para que ya no te parezca? -Las grandes promesas de la narrativa criolla han quedado pasmadas casi como las andinas. Y lo que hay son búsquedas individuales que probablemente configuran un panorama literario peruano. Por ejemplo, la búsqueda de País de Jauja, de Edgardo Rivera, seguramente son búsquedas literarias. Pero de ahí a alcanzar un nivel ficcional alto, no sé… Pero me parece todavía que otras cosas pueden pasar. Las búsquedas de Miguel Gutiérrez abarcan otro tipo de cosas. En la Violencia del Tiempo llega hasta la comuna de París. Todas sus preocupaciones y lecturas, las trata de llevar a la narrativa. Ahora, habría que conocer la especificidad, por ejemplo, del narrador piurano que es diferente al andino, al andino del centro. Piura es una cosa y Cajamarca es otra cosa. Este sería el marco histórico, social, cultural de donde iba salir un Ciro Alegría, que tiene una visión distinta a la de un andino del sur… -Exactamente. Por ejemplo, en las novelas de Ciro Alegría tú no ves comunidades. Rosendo Maqui es solo. Habla de su gente, a veces ves a una u otra persona. No puede aparecer un Rendón Willka en esos lugares. La sierra de La Libertad tiene caseríos de 5 a 6 casas, y para encontrar otra de 5 a 6 casas tienes que andar a caballo una semana, y no porque haya distancias horizontales, sino porque hay distancias verticales. Entonces esto bota un escritor como Ciro Alegría. El Perú está cambiando aceleradamente pero también tenemos constantes de violencia, de narcotráfico, de minería informal, de contrabando, de corrupción, porque tenemos un Estado débil. ¿Eso abre perspectivas de un nuevo paisaje y un nuevo escenario para el narrador? -Por supuesto. Nosotros probablemente le hagamos ascos desde cuándo calificamos índices de corrupción. Pero probablemente sean los lubricantes del capital. Si nosotros vemos a los EE.UU. del fin de la guerra civil hasta la primera guerra mundial, es el capitalismo salvaje documentado

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y acelerado que existe y que en poco tiempo paso todo a la historia, donde la corrupción, las coimas, las comisiones, estuvieron a la orden del dia, la falsificación de documentos, tal como sucede ahora en Ancash, con el presidente regional, ya paso en los EE.UU. al hacer ferrocarriles, barcos, puertos; alcaldes que compraban terrenos del Estado, le ponían agua y desagüe, lo urbanizaban y luego se lo vendían a un fulano, a un testaferro y luego de eso había hecho todo el trabajo de urbanizar el predio con el dinero de las arcas municipales. Después cayeron los corruptos, los persiguieron, los metieron presos, a mafias enteras, ufff… desgraciadamente, el desarrollo tal como lo entiende Occidente, porque seguramente para un hindú es otra cosa el desarrollo, para un chino de 5 mil años, es otra cosa el desarrollo ,pero estamos viviendo en este marco donde Occidente ha marcado las pautas de que el desarrollo es esto. Es chambear, hacer billete y consumir. Esos son los nuevos paradigmas… Así es, y esto ya ha dejado una huella, que donde se produce este despegue, genera todo esto que estamos señalando. Y eso genera qué cosa. Películas como Taxi Driver, El Padrino. Hay artistas que captan todo esto y proponen. Eso significa que se celebra la muerte de la novela. Se decía que la novela era el arte de la burguesía. ¿Crees que hay tiempo para la novela ahora? -Es buena pregunta porque tú puedes ver todo lo que pueden permitir hoy los instrumentos de comunicación. Imagino que van a generar otro tipo de expresión, o sea que será otra etapa, digamos después del teatro la novela, después de la novela el cine, por decirlo de alguna manera. Quiero decir que si las tecnologías cambian, probablemente los hombres cojan estas nuevas herramientas y generen otras manifestaciones de arte, sin descartar que por ahí surja nuevamente el cine, que retorne el teatro asimilando lo que permita estas nuevas tecnologías. Nos parece que estás fascinado por el cine de directores, porque el actual cine de Hollywood está ya usando estos efectos tecnológicos haciendo un cine feo y decadente. -Cierto. Por eso cuando tenemos a un Woody Allen o un Pedro Almodóvar que te saca algo, tú vas y dejas todo y te llega. Somos de esa generación. Se está desarrollando en el Perú una tendencia de tratar el tema de la violencia política de los 80. ¿Cuál es tu opinión acerca de esta corriente? -Bueno, cada uno escribe a partir de las experiencias que ha tenido. Charlie para mí es la experiencia de choque del migrante en la capital. Obviamente, yo hubiera escrito otra cosa si hubiera tenido ocho años y hubieran matado a mis padres o hubiera vivido en campamentos y participado del fragor de esta guerra. Hay escritores marcados por esa violencia. No es extremo el solo hecho de vivir en pueblos como Andahuaylas u otros pueblos chiquitos, donde llegaba de día la policía y de noche los senderistas, que era la rutina de esos días. Y aquí en la ciudad la gente se quedaba sin luz, sonaban bombas y que de pronto se llevaban a un vecino barbón del piso de arriba y todo eso generaba pavor, miedo, etc. Todo esto ha marcado a muchos escritores y ha generado una narrativa. Pero no descartemos que hay escritores que buscan historias de moda o buscan un tema pegador. Entonces dicen voy a escribir sobre esto y ya tenemos a un nuevo escritor del senderismo. ¿Crees que ha salido alguna novela importante de esta tendencia? -No lo sé. Considera que uno de los grandes eventos traumáticos de la Rusia del siglo XIX fue la invasión napoleónica. Los historiadores más cautos dijeron que fueron 500 mil soldados franceses que participaron de esta invasión. Otros más exagerados dicen 700 mil. Los rusos se defendieron. Y tras la derrota francesa regresaron solo 30 mil. Ese evento ocasionó una gran novela 50 años después. Tolstoi escribió en La Guerra y la Paz. Probablemente aquí no esperaremos ese mismo tiempo, pero debe estar madurando alguna obra trascendente, aunque no sabemos qué va pasar con las fuertes migraciones ocurridas tras esta violencia. Incluso se está dando el retorno de gentes urbanizadas al campo. Entonces ya no encuentras al indiecito de quena y llama. Te encuentras con gente de celular y zapatillas Nike, y está luchando por llevar un tractor o por estrenar su combi. Es otro hombre.

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Zein, para terminar la entrevista, ¿qué es lo que estás haciendo en estos días, que estás escribiendo? -Curiosamente me ha interesado mucho, primero como un trabajo lateral, sobre la función de los principales hombres pragmáticos que hubo en el Perú. Desde casi la Independencia hasta nuestros días. Y leer biografías de ellos y escribir artículos sobre ellos. Lo hago como una labor secundaria, pero me fascina un montón esa gente. Por otro lado tengo dos o tres proyectos de novelas, pero siempre eso: qué estoy diciendo algo que ya lo haya dicho antes. Qué estoy diciendo, no? Y otra cosa que no deja de maravillarme es que el escenario social está cambiando, no solamente porque yo lo dije hace 10 o 15 años, pero aun habiéndolo dicho, yo me sorprendo que esté cambiando. Hablábamos hace momentos sobre la violencia. La violencia de hoy no es la de los años 50. Ya no hay el patrón que se come de la pobreza. Desapareció. Como desapareció el problema del gamonalismo. Y surgió otro, surgió la corrupción de la administración del Estado, y que nos va acompañar por un buen rato. Entonces, ¿qué somos? Un país milenario o un país adolescente para la novela? -Hay varios países. El indígena de los Andes o de la selva es milenario. La clase media nativa criolla a la que pertenece Balta, Castilla, Pardo y los de la Republica Aristocrática, ellos son adolescentes. Hoy hay otra erupción, un sarampión de los diablos, pero que va siguiendo un camino. Lo que da pena es que no hay un cultivo de la educación como enseñanza de reflexión y análisis; y, estamos copiando modelos de afuera, siempre. Mariátegui no pudo haber escrito los Siete ensayos tan solo por la experiencia que tenía. El trajo un molde de lo que se estaba haciendo en Italia, y lo chantó acá, en un país donde no había proletariado. ¿Con quienes fundan su partido? Panaderos, zapateros, etc. No teníamos masa proletaria. ¿Digamos que Haya tuvo más visión? -¡Claro! Haya se dio cuenta rápidamente, pese a que Haya no conocía lo indígena. Cuando fue al Cusco se puso a llorar mirando a los indígenas. Él tenía una experiencia más de industria cañera y su propuesta nace de una experiencia vivida. Y él llamaba a la unión de todos para disgustar al imperialismo. Y nosotros, miren cómo hemos terminado con nuestro Mariátegui. Yo leo estos días el libro La Frustración de Manuel Pardo. Igual: la sierra no daba para ferrocarriles, pero él se trajo una idea de afuera.

El ingeniero y el narrador

“Ingeniería y narrativa son lo mismo. Llevadas a un alto extremo de presión, ambas se encuentran”. ¿Qué hace un ingeniero de narrador? - Son dos facetas de la misma búsqueda: la ingeniería y el arte. Son lo mismo. Dostoievski fue graduado ingeniero y trabajó en el cuerpo de ingenieros del Zar. Alaín Robbe-Grillet, principal teórico y animador de la Nouveau Roman francesa, fue ingeniero agrónomo. Leonardo de Vinci: es difícil saber dónde empieza el pintor y dónde termina el ingeniero. Son lo mismo. Llevados a un extremo de presión alto, ambos se encuentran. Y los ejemplos sobran. Estuve leyendo la biografía de Fulton estos días: él quiso ser pintor, pero sus padres se opusieron, tuvo que ir a Inglaterra a estudiar ingeniería y terminó inventando los barcos a vapor. Y hoy en día, los dibujos y borradores del ingeniero Fulton son obras de arte que se exponen en galerías de renombre. No solamente sus dibujos, sino también las piezas de sus máquinas son verdaderas joyas. Entonces se desquitó, al hacer sus esquemas y planos, con la otra faceta, de lo que no pudo ser. Fuiste faulkneriano en tus primeros libros, como en ¡Oh, Generación! y Dos más por Charly. Y, eres un escritor de origen andino que escribe temas urbanos. Cómo así? - En relación a mi obra inicial, ¡Oh, generación!, es un libro clave para mí, porque al empezar a escribirlo no sabía lo que era calidad literaria. Desconfié de todo. Entonces

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partí de una premisa, si tú metes horas y horas en corregir un texto, digamos si yo meto 50 horas en lugar de 10, serán mejor los resultados. Y si meto 200 horas será mucho mejor que 50. Es decir, en algún momento la cantidad debe transmutar en calidad. Cómo? No lo sé. Voy a escribir un cuento y lo voy a corregir hasta que quede bello. La pregunta era, en qué se diferencia la página de El Comercio a la página de Cervantes. Por qué uno es literatura y el otro no? Y cuál es la diferencia? No encontraba la respuesta en los libros que leía en aquellos días. Entonces terminado este libro de cuentos, me propuse corregir cada cuento 50 veces. Yo trabajaba en una mina entonces. Todos los días llegaba a mi habitación después de las 5 de la tarde, me duchaba y empezaba a trabajar, a corregir mis cuentos. Y trabajaba con máquina de escribir. Tipeaba en una hoja, corregía a lápiz y anotaba, tipeaba nuevamente, corregía a lápiz y volvía a tipear, anotaba, y hacia un seguimiento llegando a establecer cuantas veces corregía, qué corregía y en qué fecha. Y el 24 de diciembre mi mujer estaba haciendo el pavo mientras yo hacía un balance cuantitativo y me decía “Dios mío, ¿habrán aumentado (mis cuentos) su calidad? Y sabes qué pasó? El cuento Mariposa Barbarán llevaba 30 veces corregido, ya no podía cambiar nada. Algún escritor dijo que ponía una coma en la mañana y en tarde la volvía a quitar. Pero me pasó con otro cuento, Arrieros somos, que estaba por la versión 80 y se había bifurcado en tres líneas, y yo no sabía por qué? Se había bifurcado en tres y ya no podía manejarlo y las tres no tenían mucho que ver, salvo una atmosfera –ya después supe lo que era una atmosfera- temática, para entonces mi manejo de la trama, mi ignorancia total de la trama, estaba pagando el costo de haberme metido a construir una casa sin tener criterios básicos de trazados de espacio. Es como si a alguien tú le das cemento, ladrillos, arena y le dices haz lo que quieras, libra tu creatividad y se va con un muro largo, se da la vuelta y la casa no le sale nunca. Eso me pasó. ¿Cómo saltas a Dos más por Charly? -Empiezo por esos días una novela Las mellizas de Huaguil, con un tema que me fascinaba. El tema me fascinaba, era la historia de dos hermanas: una de ellas se queda en la sierra y la otra se viene a Lima. Y las dos buscando desarrollarse. Una creyendo ser fiel a la tradición, en este caso fiel a su madre, a su padre, a su marido, al hijo y a la casa, pero contrae una enfermedad que le deforma el rostro; y la otra se viene a Lima, primero va por Huancayo, y tiene que cambiarse de nombre, tiene que ir a un salón de belleza para que le tiñan el pelo de rubio y también cambia de rostro. Al final se encuentran. Empecé esa novela y se me descompuso. Empecé con una escena de las dos hermanas desnudas, bañándose en un rio. Esa escena me jalaba a una historia, me jalaba a otra, y me salía del eje que yo quería narrar. Entonces la dejé. Por esa época paso algo y quise hacer un ejercicio menor como homenaje al Gitano que alguna vez me dijo: ¿por qué no escribes sobre nosotros? Yo había publicado un cuentito, Luces en la carretera, en La Prensa, y el Gitano organizó un homenaje con cuatro cervezas por este hecho en una vivienda de la residencia universitaria. Y me dijo ese es Charly, ese pata no ha ingresado a la UNI, y mira cómo está. Me repitió: escribe sobre nosotros, hermano. Y pasó el tiempo, unos 10 a 15 años después de esta anécdota, y decidí escribir este cuento. Lo escribo de un solo tirón. Y me sale una cosa llana. Se la doy de leer a Guillermo Niño de Guzmán, lo lee y después de eso me dice: está bien, se puede publicar. Después de eso empecé a leerlo con mucho detenimiento. Vi que mi personaje, Charlie, que cuando no ingresa a la universidad se va al Cusco, miente a sus padres diciendo que no ha ingresado, pero entre que llegaba al Cusco e iban sus padres, providencialmente, aparece un personaje de ficción, era una antigua amiga de él, una novia. Él le miente a ella. Y con ella toma valor para mentir a sus padres. Eso ensanchó, matizó la narración de una forma que no entendía por qué. Más tarde supe que son los obstáculos que el héroe encuentra en su búsqueda de la meta que enriquecen su búsqueda. Eso lo supe años después, pero en ese momento fui intuitivo. Más tarde le puse otro capítulo que cuenta cuando él estuvo en Lima y decide mandar al diablo todo, conoce a una tarmeña y se larga a Tarma junto a ella.

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Pero este héroe termina siendo un ídolo caído dentro del contexto del movimiento estudiantil que lo describes excelentemente. Es un tipo off dentro de lo académico y vive una agonía terrible. -Cierto. Después de ello encontré que muchos de nuestra generación eran Charlies de algún modo. Algunos habían ingresado y no tenían ganas de salir. Un Charlie en la situación actual es difícil que surja, gente que va y estudia y tiene mil motivos para terminar. Hay un pragmatismo que los salva. Ir a la universidad, estudiar y cumplir con los sueños de tus padres. Tú vas a la universidad y te dicen que vamos a cambiar la sociedad. Y tu padre te dice que si no tienes una profesión no vas a ser nada en esta vida y que vas a sufrir un montón. No calza el uno con el otro, solo te queda interiorizar la meta de tus padres y hacerlo tuyo y tirar para adelante. Nuestro ánimo era más vasto, era un humor que tiñó a una generación. Como la veo hoy día (a la universidad), es muy difícil que lo tiña. Hoy se vive un pragmatismo que hace que el chico lo interiorice, se dispara y al poco tiempo ya está ganando sus soles y haciendo cosas.

Cine y literatura

Muchos de los recursos del cine han sido tomados de la novela y del teatro. El cine es una de tus pasiones. Tú has escrito sobre novela y cine. ¿Cómo ves el cine actual? -Hay un cine desde los orígenes, que tiene su sacudón con el modernismo, toda la Nouvelle Vague tuvo su sacudón, el mismo Fellini, el primer Fellini tolstoiano o dostoyevskiano, vamos a decir asi, igual porque luego ya devino en experimentalista. Te vienes mas acá, Clint Eastwood es gran cineasta, el Woody Allen es cineasta, y la cantidad de rusos y gente que van por el mismo camino. El cine tiene dos grandes dimensiones, puede hacer dos cosas el cine por ser un arte espectacular, puede narrar una historia pero a la vez puede mostrar un espectáculo, entonces el cine que hemos visto nosotros, el de John Wayne, todos los spaguetti western, todo el cine ruso como el Acorazado de Potemkin, todo el cine serio que podríamos llamar, le dio mucho cuidado a la trama. Todo el cine de Bill Wilder son trama, El Padrino es trama, las tres padrinos son tramas perfectas, tramas perfectas que son como armarios que permiten mostrar realidades ficcionalmente, realidades que no muestra la historia, no lo hace nadie, solo el cine lo puede mostrar. ¿Y eso de dónde surge, de una novela o del mismo cine? -…Pero termino. Decía que el cine tiene dos grandes riendas, contar historias y a la vez dar espectáculo, a la vez. La novela no puede dar espectáculo, la novela tiene que jugársela un poco a narrar la historia y suscitar emoción, con otros recursos: manejo de ritmos, imágenes, ocultar datos, revelarlos, ocasiona la emoción con otros recursos. El cine tiene esto de que se ilumina la pantalla y de pronto tienes un barco en la cara, como el Titanic, que te causa pavor. Se juega al espectáculo. En la película de Javier Corcuera, lo que se ve es espectáculo, no hay trama. Eso es la debilidad mayor de ese trabajo. Magnífico trabajo, pero solo es espectáculo. Entonces, cuando preguntas de dónde le viene eso al cine, pues lo toma de la novela y del teatro. La novela aprende los recursos del teatro antiguo. Son facetas de la ficción que se usan de acuerdo a las tecnologías del momento. El teatro, como el teatro de Lorca, son historias perfectas con sus tres tiempos, con sus personajes, sus circunstancias y sus conflictos. Al final un rollo que solo es definible en las tablas. La novela coge eso, aprende eso, del trabajo de personajes y recurre a otros recursos tanto como desarrolla los suyos propios, monólogos interiores, etc. El cine se apropia de todo ello, más lo espectacular. Probablemente las otras artes que surjan en el futuro superaran a estas y seguirán apropiando recursos y todas las tecnologías propias de su época. Pero esto es ficción.

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NARRATIVA ZEIN ZORRILLA La herencia de los Gaitán Roy había salido de la ducha y se abandonaba a las ondulantes fragancias de la colonia cuando la llamada telefónica irrumpió en su pieza. Los amigos de la oficina habían ofrecido secuestrarlo para ahogar en algún bar del litoral las calamidades de tan fatídico Noviembre. Qué mes para fatal. Comenzó con la recesión mundial proyec-tando su helada sombra en el país, a continuación Yanina decidió romper el romance (una vez más), y para coronar las desgracias un infarto fulminó a papá. El teléfono continuó timbrando hasta que Roy lo atendió. No era la feliz pandi-lla de la oficina, sino Trini, su hermana, con una trágica novedad. Era el quinto día de la partida de papá y Trini había organizado una despedida, “como había que despedir a un Gaitán”. -Velaremos sus prendas esta noche –sentenció rotunda, inapelable. Roy se irguió en la punta de los pies; las palabras lo desbordaron, burlaron el congelado filtro de su cerebro: -Trini, habíamos acordado celebrarle una misa a un mes de su partida. ¿De dónde sale esta ceremonia? Trini protestó. Las prendas de un muerto se velaban al quinto día, no al mes. Al sexto día, el ánima del finado se marchaba en definitiva de este mundo. Solo entonces podía decirse que el finado se había ido en cuerpo, y en espíritu. -Y tenemos que despedir ese espíritu. Así es como se hace. ¿O quieres tener al ánima de papá vagando en esta ciudad? Roy suspiró. ¿Podía hacer algo frente a esas costumbres de las abruptas serra-nías trasplantadas a las floridas avenidas de la urbe? Podía excusarse, eludirlas, dife-renciarse. ¿Qué más? -Perdona, Trini. No me lo habías participado antes, y ya tengo comprometida mi noche. Tras un breve silencio el auricular se animó con la alarma de corte de llamada. (Trini llamaba desde un teléfono público). Un chasquido metálico devolvió la nerviosa voz a la pieza. No, Roy. La mujer no estaba para excusas. No y no. Un hijo tenía que despedir a su padre. -Mira, Trini… Tampoco estaba para miramientos. Roy era un ingrato, un desalmado, un hom-bre con estudios superiores, pero con el corazón seco… Sus palabras aserraron los oídos de Roy al entrar, chirriaron al salir. Roy había sido el hijo favorito, el engreído, el único enviado a la universidad para convertirse en otro hombre. ¿Y ahora iba a mez-quinar su presencia a quien había sacrificado su vida por él? ¿Iba a negarse a aliviar el dolor de su hermana? -No puedes decir eso, Trini. Estuve en el entierro. No era suficiente. Las protestas de Trini se convirtieron en amenazas cuando la advertencia de corte de llamada se volvió a producir. Otro chasquido metálico y la tor-menta regresó más apremiante aún:

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-Esta vez no saldrás con tu capricho, Roy. En una primera instancia, Trini había propuesto a los deudos cargar los restos del padre hasta la remota Paucará. Los restos del progenitor debían descansar bajo los molles ancestrales, “donde reposan sus padres y donde un día nos echaremos nosotros también”. Aquel deseo brotó de ella con la fuerza del magma, pero ante el silencio de su parentela se congeló en un monumento de piedra. En esta capital so-mos pasajeros –argumentó-, aves de paso en cielo ajeno que con sus últimas fuerzas deben volver a sus montes a morir. Aquella vez Roy fue desbordado por la furia. ¡Qué locura! ¿Trini proponía cargar el féretro de papá por riachuelos y quebradas, por puen-tes y carreteras? ¿Eso proponía? ¡Qué derroche! Nadie disponía de tiempo ni plata (dijo recursos) para tirarlos en ningún paseo fúnebre. No. Qué se dejara de delirios. Trini contempló con impotencia cómo el hermano destruía su monumento de piedra y se mordió los dientes cuando el mozo la emprendió contra el pedestal, mas alcanzó a lanzar una última amenaza: un día, ella sola, sin ayuda de nadie, ejecutaría su deseo. Roy creía haber finiquitado el tema de ese modo, pero ahora Trini reaparecía con la historia del velatorio de prendas. La advertencia de corte de llamada se produjo nuevamente. Esta vez no hubo chasquido metálico ni monedas que prolongaran el diálogo, solo la metálica voz de Trini, la mayor de los Gaitán. -Te esperamos esta noche. ¡Punto! Y no hubo más Trini. Frente al espejo de la pieza quedaron Roy y su imagen, semidesnudos, las toallas colgadas de la cintura: combatientes envueltos en los frag-mentos de toga salvados en la inesperada batalla.

2.

Trinitaria Gaitán ha echado sus raíces en una cabaña de los suburbios de Li-ma, antigua capital de la colonia española. La cabaña y su huerta yacen al pie de las primeras estribaciones andinas, bajo un solitario farol que noche a noche compite con las estrellas por iluminar esa burbuja de provincia tan próxima a los ajetreos de la urbe, tan remota en las hojas del calendario. Trini recibe a Roy en el vestíbulo de la cabaña, acomoda su túnica negra, lo en-frenta con sus ojos enrojecidos. No es Trini; es la sacerdotisa del dolor, la intermedia-ria entre las vanas comedias de este mundo y los insondables misterios del más allá. Sin pronunciar palabra conduce al hermano hacia la multitud doliente, lo entrega a la sucesión de manos extendidas y pechos ávidos del abrazo fraternal. Ante la mesa del velatorio donde aguardan los pantalones y camisas del fina-do, acomodados con primor, Roy musita una oración, se traza una rápida cruz. Ahí está la camisa roja a cuadros obsequiada a padre en su último cumpleaños; ahí la corbata con la que padre enfrentó a los hombres de la Municipalidad por el tema de los tributos; ahí los ternos vacíos que un día se lucieron en las plazas y avenidas de esa sarcástica ciudad -montón de trapos carentes ahora de forma y significado-; allá el par de zapatos todavía nuevos, y ya huérfanos. Desde una esquina preferencial lucen su resignación los pequeños lujos del propietario ido: un lapicero Esterbrook de los años sesenta, una billetera repujada en misteriosos arabescos, un cinturón gastado que aún suspira por sus orificios fríos y solitarios. Alguien llega hasta Roy; tío Tomás. Ah, tío. El viejo solterón pone en manos de Roy una copa y se lo lleva a través de las silenciosas oleadas de dolor que se levantan de esos perfiles afincados en la capital y convocados desde su anonimato por la dili-gente Trini. Cuán diferente esta asistencia de aquella otra que en ordenado cortejo acudió al cementerio. Aquellos eran mestizos, gente de traje bien cortado y modales cultivados: el aporte mestizo de los Gaitán, antiguos hacendados de Paucará. Qué diferencia con esta multitud gris, silenciosa y melancólica: el inevitable aporte indí-gena de los Tirajaya. Trini no ha invitado a ningún otro Gaitán, sólo al tío Tomás cuyas

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capacidades le permiten retozar como un envejecido querubín en el mundo mestizo de los Gaitán; a la vez que bromear como un peón botarate en el mundo indígena de los Tirajaya. Ah, tío Tomás. Obsérvenlo. Muda de uno a otro oyente como una radio receptora cambiaría de emisora sin mellar su nitidez: voz ronca para los Gaitán, deli-cada para los Tirajaya; enérgica sacudida de manos con unos, golpecitos en la barriga para otros; mirada directa ante las mestizas, bailarina e insegura frente al parpadeo coquetón de las trigueñas. Tío Tomás ha arruinado más de una vez su vida, pero ha gozado más de una resurrección. -Tenemos un pequeño impasse –susurra inclinándose hacia Roy-. Necesito tu co-la-bo-ra-ción. Roy percibe que en ellos concurren las miradas que remontan las sombras del velatorio: refulgentes las femeninas, cómplices las varoniles. -¿Qué pasa? ¿Olvidaron comprar algo? -Hablo en serio, Roy. Necesito un artista. Roy contiene la respiración; Tomás desarrolla el encargo… -Vino alguien que nunca debió venir. –Consulta en la extraviada mirada de Roy-. ¿Adivinas? -No. -Vino ella. -¿Perdón? Quién sabe si obligado por los espectadores, Tomás distiende el rostro como si estuviera comentando los resultados del último del fútbol, o algún evento menor, antes que soltando una delicada confidencia: -Tienes que entretenerla. Es más, los presentes deben saber, sentir, que ella es una invitada tuya. -Pero ni siquiera la conozco. -Nadie la conoce, solo yo. Así que no temas por ese lado. Roy intenta reconocer a la dama de prendas deportivas que toma el fresco en la terraza solitaria. Es una mujer delgada cuya fina palidez destacan los resplandores del farol. Una presencia insólita en ese mar de provincianos de cuello duro y manos encallecidas. -Después advertirás que la conoces más de lo que crees. ¿Nunca antes la has visto? Roy está por jurar que no, cuando su memoria le descorre un telón. ¿No estaba aquella dama entre los mestizos del cementerio? Sí, estaba. Entonces lucía grandes anteojos negros, pañuelo plateado al cuello y fumaba. Se la hubiera tomado por la acompañante de un cortejo ajeno, la doliente de alguna ceremonia vecina caída por error entre los Gaitán. Pero es ella. Prendas descuidadas ahora, rostro fatigado, un agobiante dolor a cuestas. Tomás se la está presentando: -Nury, aquí Roy. –Palmea un hombro de Roy-. Los dejo. Ustedes querrán estar solos.

3.

Meses después de aquella noche, Roy intenta todavía recordar el encuentro con Nora Falconí. Los recuerdos de aquella noche sin estrellas lo bañan en sudor, pero ahí está otra vez la serena voz de la desconocida.

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-Disculparás mi presencia.

-Al contrario, señora…

Una pausa larga, cargada de significado, y al final las salvadoras palabras:

-Me enteré de la ceremonia muy tarde.

Nora justifica su presencia en prendas deportivas. Se dirigía al gimnasio cuan-do se enteró. Su sonrisa parece espontánea, pero su mirada es indudablemente cau-telosa. -Jamás hubiera creído que una hermana tuya organizaría esta ceremonia tan… digamos tan necesaria. Claro, ausente tu madre, Trini ocupó su lugar y desde ese puesto despide ahora a su padre.

-Costumbres, señora.

Nora sacude el cigarrillo en un improvisado cenicero:

-Por favor…

El humo eleva sus ondas de plata en la oscuridad. Roy reconoce el aroma de aquel tabaco. Es el mismo que acompañó a papá por un tiempo e instaló en casa la zozobra y dolor. Habla la mujer y en sus palabras Roy reconoce los giros del progeni-tor. ¿Sí? ¿Y cómo así? ¿Papá influyó en ella? ¿O ella lo marcó con su estilo? ¿Cómo saberlo? Solo inducirla a hablar, y escuchar…

-¿Y usted cree en estas costumbres?

Nora aplasta el cigarrillo contra el cenicero, suspira.

-Sí. También son mías. -Nury…

Nora sonríe, sopla la ceniza adherida a las yemas secas de sus dedos.

-Nury, no, pequeño. Para ti soy Nora.

Al decir “Nora” abandona los llanos de la confidente intimidad y se eleva al elevado torreón que parece haberla estado aguardando. -Nora… -Roy se vuelve hacia el torreón-. Le agradezco su presencia. Nora no parece oír, tiene la mirada perdida en las copas de los árboles que re-cortan sus perfiles en la lechosa atmósfera de la costa.

-Hoy parte Él –dice-. Nury parte también…

La mirada vuelve de la lejanía y se posa en la mesa del velatorio. Roy sospecha entonces que tal vez esa mujer conoce la historia de esas camisas; quien sabe si los pañuelos son regalos suyos y alguna corbata también. Le consulta con la mirada, pero ella ya contempla a la multitud que se sume en el hormigueo de las pequeñas activi-dades de la ceremonia. -Ellos han venido a lo mismo. Cada uno despide a su muerto. Obsérvalos.

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Su voz cobra una entonación provinciana, como si en ella renaciera otra mujer. -Usted bromea.


-También tú despides a un padre diferente al padre que despide tu hermana.

¿Sí? ¿Y a qué padre despide él? ¿Al mestizo de buenos modales que se unió a una campesina y fundó el hogar? Nunca quiso ahondar en las secretas razones que unieron a seres tan dispares y los empujaron a fundar un disparejo hogar y traer al mundo a Trini y a él. Una pareja en tensión permanente. La madre imponiendo en si-lencio sus hábitos campesinos; sus comidas rurales, reacia a asistir a las reuniones de los Gaitán, a recibirlos en casa cuando venían en visita ocasional. El padre resignán-dose a perder espacio y autoridad y convertirse en “el señor que vuela de madrugada y regresa al anochecer” -Tu padre es uno de esos pájaros –decía la madre, señalando las palomas sil-vestres-. Unas veces traen algo en el pico, otras veces vuelven sin nada. -Paciencia, madre –la calmaba Roy. La madre suspiraba: -Pero siquiera vuelve. Los de su especie levantan el vuelo y no vuelven más. Suspiraba y lo repetía desde la noche que padre volvió de la calle muy alegre. La madre lo contempló de pies a cabeza, olisqueó los aires y sacudida por un súbito estremecimiento se llevó las mantas del dormitorio al depósito de granos. Los hijos fueron tras ella y papá durmió solo en el mueble de la sala. Y en la despedida de ese padre se aparecía esta mujer. Roy le pide un cigarrillo, sin pudor. Está frente a la amiga de papá. Qué noche y qué despedida. Un dolor lo encoge: el recuerdo de su propia madre. Hogareña, diligen-te, dedicada al cuidado de los hijos, al cultivo de las verduras con que ayudaba al pre-supuesto, fatigada por los cuidados de la pequeña granja, renuente a insertarse en el mundo mestizo de la provincia, menos aún en el mundo de la capital. -Mi madre fue una excelente esposa –dice, sin necesidad, desbordado por el peso de una extemporánea comprobación-. La esposa ideal de papá.

-Como yo; la esposa ideal de Hans.

Ante la sorpresa de Roy, precisa:

-El complemento terrenal, la compañía necesaria. Tu padre no hubiera podido vivir sin ella. Y no te preguntes más, ni indagues más. Hay cortinas en la vida tras las cuales un hijo nunca debería escudriñar. Roy soporta el repentino alboroto de la hojarasca que se levanta con la brisa, soporta el murmullo de las persistentes voces femeninas que vienen desde el velato-rio. Y sobre esas voces llega una vez más la voz de la madre enrostrando al padre su deslealtad, cuestionándole sus derroches y su olvido. Y otra vez los llantos y los suspi-ros y otra vez el padre abandonando la casa sin una despedida. -¿Terminaron? El tío Tomás está con ellos, estrujándose las manos, derrochando atenciones como si recién los conociera: -Pasemos a la sala. Pronto apagarán las luces y comenzará la ceremonia.

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En esa súbita oscuridad, Roy advierte que están solos en la terraza. Los dolien-tes colman el velatorio, adoloridos y hieráticos. Lagrimean las velas y los rostros se iluminan con su pálido resplandor.

4.

El automóvil rueda silencioso bajo las estrellas perezosas que se empeñan en diamantar las tinieblas. Los faros iluminan las ávidas colinas, inmovilizan un crispado peñasco en el horizonte, animan un frágil arbusto que resplandece por un instante para luego volver a su plácida oscuridad. Una lechuza alza repentino vuelo, aletea sin prisa ni alboroto mientras en el horizonte titilan las primeras luces de la gran ciudad. El interior del vehículo se ilumina de pronto con la llama de un encendedor. Una bocanada de humo desenrosca su parsimonia y Nora apoya el codo en la venta-na. -Le gustaba el cine, bromeaba a ser un personaje de Fellini y así lo recordaré: distraído y sin rumbo, saco al hombro y corbata suelta. Necesitaba a alguien con quién saborear una pasta, un vino, descalzarse en la plaza y tararear una canción. Un hom-bre nacido, como escuché decir a alguien, en el tiempo y lugar equivocados.

-Sí. Alguna vez me pareció así.

-Y se fue.

Otra columna de humo. Una locomotora fantasmal refulge en el horizonte y se hunde en las tinieblas con sus góndolas cargadas solamente de oscuridad.

-¿Sabes quién era yo cuando lo conocí?

¿Quién? Pues apenas una chica de la provincia (la voz crepita con los matices de la confesión). Una joven sencilla que tuvo la suerte de heredar una tez clara y edu-carse en un colegio alemán. Ahí se hizo Nora, ocultando sus orígenes humildes, adop-tando costumbres urbanas, ensayando modales ajenos, extirpando cada rasgo nativo para implantarse los rasgos prestigiados de la ciudad y hacerse de modales y gestos y gustos como quién se hace de armas para la batalla. Con esas armas se labró un des-tino, consiguió un marido alemán y un par de hermosas hijas. Ella supo muy temprano que la vida era una fiesta de disfraces en la que había que ponerse la máscara exigida por la ocasión. Y así fue hasta que un día se produjo el milagro y comenzó la transformación. Un aeropuerto, una suspensión de vuelos y Rogelio estaba ahí. En el largo viaje hablaron de orquídeas, de textiles antiguos, de canciones argentinas. Que-daron en verse y se vieron. Una tarde, sino un mediodía, y ella fue descubriendo que los problemas de ella, eran también los de él. Y le fascinó comprobar que él los enfrentaba de un modo diferente. -Era un señor de la urbe y también de la cordillera. Natural y fascinante. Segu-ro, pero respetuoso. Caminando entre zancadillas y risitas burlonas, sin herir, pero sin ceder. -Sí, era papá. -Gracias a él, otra mujer nació de mí. Comenzaron los encuentros en los cafetines, en los restaurantes exóticos, en las ferias tradicionales y las películas de estreno, en fiestas a las que llegaban por separado para encontrarse “de casualidad”. Ella podía ser varias mujeres en un día, a exigencia de la circunstancia, según el escenario. Y la auténtica era Nury. Roy carraspea, deja que el automóvil remonte las últimas lomadas que apartan el suburbio rural de la gran ciudad, sin ruido ni sobresaltos.

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-Un hombre ávido de novedades. Su rostro se iluminaba ante un cordero con berenjenas o un vino desconocido. Era capaz de lucir sin parpadeo una corbata con la oronda pluma de un pavo real, o presentarse en las prendas llanas de un estudiante maduro. Un príncipe solitario.

Roy sonríe. Nora interpreta el significado de esa sonrisa:

-No lo creas. Yo no era la princesa.

-¿Ah, no?

-No. Fui su alumna, una exploradora de mi propio ser.

Fue un proceso largo, divertido. Cuando menos lo esperaba resucitó la mucha-chita juguetona que había muerto en el altar donde la desposó el alemán. Volvía a ser por unas horas la niña engreída capaz de acompañar con alegre voz los rasgueos de la guitarra del padre, a reír con inocencia ante el recuerdo de su propia madre urgiéndola a “madurar”. Aprendió a sentir vergüenza de sus orígenes humildes, a sentir orgullo la sangre nativa de sus venas, para sorpresa y diversión de su marido alemán y de sus amistades más cercanas.

-Por una experiencia así, valía la pena sacrificar un poco de paz.

El carro rueda en el silencio de la hora indecisa. Un despejado parche de cielo ofrece un puñado de estrellas, pero su resplandor es insuficiente, la carretera vuelve a sumergirse en la tenebrosa neblina que aureola a la urbe.

-¿Y tú? ¿Cómo van esos estudios?

Nora conoce muchas entretelas de la vida de Roy. Lo viene demostrando desde que abandonaron la casa de Trini. Ahora se refiere a los estudios de Arquitectura a los que indujo papá. ¿Pero fue influencia de papá? ¿O de ella? Pero, definitivamente, no fue mamá. ¡Ah! ¿Quién podría decirle ahora tras de cuántas decisiones de padre estu-vo esta mujer?

-¿Qué más sabe de mí?

-No mucho. Rogelio tenía sus problemas, pero se los guardaba. Lo que sé es porque lo adiviné.

-¿Sabe, señora? Le agradezco y no sé si le gustaría hablar de otras cosas…

Nora no parece escucharle, contempla la lejanía, donde alguien juega a ocultar las diminutas estrellas:

-La felicidad siempre escasea, y hay que saberla compartir cuando nos llega.

El horizonte se anima con los primeros barrios residenciales y una amplia cur-va la rescata de su embeleso. -Te diré algo todavía… -dice-. La vida está henchida de misterios. Algunos miste-rios comienzan a revelársenos al bordear los treinta años. Hay otros de cuya existencia apenas sospechamos a los cuarenta. Pero es pasada la cincuentena que la vida se anima a revelar sus más ricas iridiscencias, cuando ya se ha conocido el dolor. Roy siente nublarse su mirada. Una pesada cortina se interpone entre él y aquella artífice de mano fina que ha guiado muchas de las decisiones de su padre. Ella influyó para inclinarlo por la Arquitectura, ella instaló en casa un gusto por la co-mida italiana, por los edredones brillantes,

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por la calidad y la disposición de los mue-bles. ¿Cuántos hábitos del mismo Roy, no tienen su origen en esta mujer? Nora enciende otro cigarrillo, como si al encenderlo quemara una etapa de su vida, como parte de su propio ritual. -¿Entonces…? –dice, frunciendo los labios, dejando que el humo se disuelva en la brisa pasajera-. ¿Retomarás esos estudios? Roy se yergue sin soltar el timón. Son las exactas palabras con que padre lo animaba desde su lecho de muerte. -No tiene sentido –solía replicar Roy. Y ahora vuelve a pronunciar las palabras-: ¿Volver por qué? El padre lo contemplaba desde su lecho, apoyado en los codos, la mirada de-sencantada que luego se convertía en tolerante, como la mirada de Nora ahora:

-¿Por qué, dices?

Y le menciona la única razón: porque los hijos deben continuar la experiencia de los padres, su aprendizaje y su búsqueda.

-Es la forma de ser un hijo. ¿No lo crees?

El automóvil ingresa a la desierta zona residencial. Nora se quedará en centro comercial. En esta noche, tiene una tarea pendiente aún. Roy abre la ventanilla y siente en el rostro la helada bocanada de la realidad. Una hora después aquel encuentro le parecerá un sueño, lo sabe, un fruto de la vigilia y de su fantasía.

-Me gustaría visitarla, Nora.

Nora juega con el encendedor. Lo enciende, lo apaga, lo vuelve a encender. -¿Visitarme? –Duda-. ¿Con qué fin? No le veo objeto… El carro rueda hacia el centro comercial, desierto a esa hora. Las palabras se suceden, inexorables. No hay razones para cultivar esa amistad. Esa noche se fue Rogelio, y se fue Nury.

-Dos burbujas de jabón se elevan, se elevan y se van. Dejemos que se vayan.

Bajo la cruda luz de los faroles, Roy repara que pese a su apariencia saludable, Nora es una anciana. Por instantes rejuvenece, impelida por una gran energía, pero cuando la energía mengua, como ahora, vuelve a ser la anciana que en realidad es.

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-Me gustaría ser tu amiga –suspira-, pero ya no me queda vida para ofrecérsela a nadie.

Una sombra pasa volando sobre la tenue luz de los faroles.

-Dejemos que las burbujas se vayan.

-Si lo prefiere.

-Y vuelve con los tuyos. Te necesitan.


Desciende del automóvil y se aleja sin volver el rostro, más pequeña en los es-calones del centro comercial, más anciana al trasponer el vestíbulo del café. Un mozo parece haberla estado esperando. Ella se acomoda en la primera mesa y el mozo ya está con las copas, una para ella, otra para el interlocutor ausente de la silla vacía.

Roy enciende el motor del vehículo, pero no las luces, y rueda en la total oscuridad.

5.

Aún en la noche más cerrada el ojo experto es capaz de distinguir la cinta de la carretera que deja atrás la ciudad y se interna en los suburbios. Ancha, blanca, serpenteante. Guía y salvación. Ayudan en esa noche sin estrellas hasta que en la lejanía surge una diminuta edificación, una ventana iluminada. Tal vez una madre inclinada sobre el hijo enfermo, o un estudiante que al resplandor de una lámpara se labra un destino, quien sabe si una joven amante que redacta una carta poniendo en cada palabra el corazón, en cada pausa una esperanza; indiferentes todos al vacío sin sentido que envuelve al mundo en esta fría madrugada. Protegido cada uno por su minúscula verdad, por su frágil ilusión. ¿Y qué ilusión te ha reservado esta vida, Roy? Eres un artefacto que rueda en la noche solitaria: vacío, frío, sin deseos ni memoria, sin miedos y sin esperanzas. Un inútil cascarón librado al jugueteo de los vientos. Naciste así, y así rodarás hasta la hora final. El alba se insinúa, pero todavía hay oscuridad. Y sobre ese lienzo sin fondo danza el rostro de papá. -Papá –dice Roy-. Y el pecho se le infla, incapaz de proferir más palabras, ya oprimido por la angustia, ya henchido por un atisbo de felicidad. Los ojos se comienzan a nublar, pero el automóvil continúa rodando. -Todo bien papá. Y no hay más palabras . La imagen sonríe en la noche sin estrellas y comienza a disolverse en el fondo de murmurantes eucaliptos. Roy siente el pesado brazo que se posó en sus hombros el día que ingresó a la universidad. Papá estuvo con él. Y vuelve a oír la voz grave cuando le comunicó su decisión de abandonar esa universidad. Papá estuvo con él, inmóvil y soportando el vendaval. El rostro fantasmal sonríe en la cresta de los árbo-les, confundiéndose con los jirones de niebla del alba. Sí, aún luego de esta noche, siempre estará con él. El automóvil rueda confiado en el recuerdo que sus neumáticos guardan de las huellas, elude las engañosas curvas, se estremece ante la aparición del valle y rueda hasta la sombra del conocido árbol familiar. La casa de Trini es la única despierta a esa hora. Los dolientes, reanimados por la inminencia del alba, desbordan la sala y los corredores. Sombras que actúan sin guion y sin un director, al antojo de los recuerdos y del humor. Roy los distingue con claridad, los reconoce. Es su parentela. Campesinos de cuello duro y mujeres de cabelleras encendidas al estilo de la urbe triunfadora. Muchachas de la última gene-ración que acompañan de mala gana a una madre voluntariosa, mozos erguidos que lucen cortes de pelo de figurín. Su carne y su sangre, su tierra y su cielo, su patria y su nación: su pedestal y, ¡ay!, también su prisión. Avanza hacia ellos y recibe sus abrazos. No están fuera de él; brotan de él. Ríen y se apartan dejándole una palmada en el brazo, un beso en la mejilla, una mano frágil atenuando la fiebre de sus sienes. Roy no es más un cascarón y no hay más vacío en este brumoso amanecer.

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-¡Roy! –Es Trini, sonrisa plena al rostro, manos afectuosas volando hacia las mejillas del hermano-. ¿Dónde te habías metido, bandido?

El oportuno tío Tomas brota desde algún rectángulo con la respuesta adecua-da:

-Le encargué acompañar a una amiga. –Ya está ante Trini, haciéndole una ve-nia, incapaz de eliminar la culpa de su mirada-. Le encargué volver sin demora y ya lo tienes aquí. Trini contempla a ambos hombres. Tal vez percibe la pincelada excesiva en el óleo que el instante le brinda: un brillo extraño en las miradas del tío Tomás, el deste-llo de la complicidad, de cierta información lacrada para una mujer.

Se vuelve a Roy:

-¿Una amiga? ¿Quién era?

-Una amiga antigua –Roy no miente.

Trini no parece convencida, pero ¿importa? Roy está con ella, eso importa. Ha-ce un ademán al hermano, otro al tío Tomas y avanza orgullosa hacia la sala donde parlotea la luchadora progenie de los Gaitán. -Ah, vida. Ah, hombres. Un gallo canta al otro lado de la arboleda. Raya el alba. El gallo vuelve a lanzar su canto: cargado de diminuto vigor, de persistente esperanza. Otro día arriba carga-do de ilusiones para cada quién.

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MARIO GUEVARA PLUSVALIA

Después de una acalorada discusión, el convicto y confeso trotskista, poniendo en práctica su ideología marxista (conocimiento que le sirvió para salir airoso de incontables polémicas, los cuales derivaban de que el mundo está jodido por los dictados del Tío Sam, que introduce sus pestilentes narices donde nadie se lo solicita, porque este viejo pendenciero y manganzón se cree gendarme de la humanidad), intentó disuadir a su cónyuge para que no contratara los servicios de una empleada de hogar, porque consideraba que ese trabajo iba contra de sus principios materialistas, dado que la explotarían como viles e infames capitalistas... La mujer, con la parsimonia de siempre, le contestó: ¿Y quién lavará tu mugrosa ropa?

DIOS

Aquel día, un hombre llamado Jesús que había estado bebiendo en una cantina, salió a la calle exasperado y empezó a vociferar: Soy dios, soy dios, soy… No pudo completar la frase porque un inesperado rayo lo fulminó al instante.

LA OTRA

—Dime, ¿qué puede tener ella que no tenga yo? —Juventud.

ÚLTIMO DESEO

A mi muerte —dijo el moribundo. En mi tumba que siembren un árbol y que lo rieguen todos los días. La futura viuda, que conocía las obras y milagros del desahuciado, agregó enfática: pero éste, de todas maneras, crecerá torcido.

EXCEPCIÓN A LA REGLA

Después de todo, mi padre fue un proxeneta, mi madre una prostituta, mis hermanos purgan prisión en penales de alta seguridad. No obstante, existe una excepción a la regla; soy un honesto y esforzado Padre de la Patria, mejor dicho Congresista de la República, que busca limpiar el buen nombre de mi familia, y así terminar, definitivamente, con el murmullo de mis colegas que, por lo bajo, dicen: ahí va un triple hijo de puta.

APARICIÓN

Dentro de un bar, en la madrugada, cuando naufragaba en alcohol y marihuana, encontré a la mujer de mi vida. Sin embargo, ella jamás me pertenecería: era la mismísima virgen maría.

COSAS DE POLICÍA

«Era un honrado policía y un marido ejemplar», dijo la viuda desconsolada. Sin embargo, lo que no podía explicar es que hacía su marido en ese avión rumbo a Buenos Aires llevando consigo cincuenta capsulas de cocaína camufladas dentro del estómago.

TRATAMIENTO

Una pareja de blancos del Klu Klux Kan, se sometió a un tratamiento de inseminación artificial en una prestigiosa clínica de New York. Después del parto, la pareja indignada denunció a la clínica por negligencia médica tras sendas pruebas de ADN. Un involuntario cambio de probetas fue causante del hecho. El óvulo fecundado provenía de una pareja de negros de Nueva Orleans.

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DEFUNCIÓN

La esposa, los hijos, hijos políticos, nietos y demás deudos de quien en vida fue Reverendo Padre Inocencio Contreras, cumplen con el penoso deber de participar su sensible fallecimiento, acaecido el 20 del presente. El sepelio se realizará el sábado 22, partiendo el cortejo fúnebre a las 2.00 p.m. desde el Velatorio de la Iglesia del Buen pastor (Parroquia, donde el padre Inocencio cumplió devotamente su apostolado al servicio de nuestro Señor Jesucristo) hacía el Camposanto Los Elegidos de Dios.

COSAS DE COMPADRES

Sonó el teléfono. Mi sentido pésame por la muerte inesperada de mi compadre. Gracias por sus condolencias y por esa noticia que estoy esperando hace muchísimo tiempo… Empero, debo decirle que el susodicho está tirado en la cama, viendo televisión y más vivo que nunca.

NEURONA

Siempre se había preguntado porque su vida andaba jodida. Ahora que le funcionaba su última neurona, descubrió que el maldito alcohol no fue la causa de su perdición.

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ENSAYO

Armando Arteaga

ARGUEDAS EN LA TEXTUALIDAD DE LA POESIA QUECHUA (*)

RESUMEN:

José María Arguedas estudio la poesía quechua desde sus inicios hasta la modernidad. Investigó, recopiló, y escribió para el fortalecimiento de la poesía quechua. Son muchos los “textos” donde Arguedas se ocupa por mostrar la originalidad, la transculturalidad y la vigencia moderna de la poesía quechua, la culta y la popular. Él mismo abordó el proceso creativo como poeta en su libro “Katatay y otros poemas”. Arguedas fue, también, un gran poeta.

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1 En el antiguo Perú existieron diversas literatura nativas, las culturas anteriores a la literatura incaica tuvieron distinguidas expresiones literarias que se han ido olvidando en la noche de la historia. Estas expresiones literarias, más o menos diferenciadas existieron. Se desprenden estas certezas de las manifestaciones descritas por los cronistas, y de las investigaciones lingüísticas y arqueológicas vigentes. Existieron además grandes espacios culturales de oralidad, aparte de la incaica. Diversos fueron -a grandes rasgos y vestigios- los espacios culturales expresados en Chavín, Paracas, Vicús, Recuay, Mochica, Nazca, Pachacamac, Caxamarca, Tiawanaku, Puquina, y Wari, entre otras culturas y lenguas. Estas literaturas iníciales: autóctonas, vernáculas, de ciertas originalidades y de gran diversificación idiomática, se han perdido. Se fue perdiendo toda esta diversidad lingüística, desde la unificación incaica, cuando empezó a oficializarse el quechua. La oralidad poética del “Periodo Clásico” de los incas asumió convivencia social de integración en algunos casos, aún friccionando en otros: con otras lenguas nativas en pugna por hegemonía cultural, con otros pueblos coexistentes que alternativamente desarrollaron también símiles creaciones literarias a los incas, tales como: Collas, Lupacas, Soras, Rucanas, Pocras, Wanucus, Wancas, Chimús, Chachapoyas, Cañaris, Yauyos, entre otros. De estos pueblos quedan aún vestigios arqueológicos, lingüísticos y literarios. La literatura quechua empieza en el siglo XII D.C.. Por exacta coincidencia histórica dura casi 900 años, empieza desde cuando Manko Kkapak (amauta y harawiku) funda el Tawantinsuyo. Y, en este siglo también, empiezan los primeros cantares de gesta españoles. Este periodo clásico empieza desde 1200 D.C. a 1532 D.C.: desde los inicios de la fundación del Tawantinsuyo hasta la captura del Inca Atahualpa. La oralidad poética la realizaban los sacerdotes, los amautas, los kipukamayos y los harawikus. Aparte de la oralidad poética, existieron otros géneros literarios: la oralidad narrativa y la oralidad dramatúrgica. La poesía de este instante del “Periodo Inicial Clásico Inka” era espontánea y original, sin influencia española, expresada en la tradición oral, relacionada con el canto, la música y la danza de los pueblos. Era una poesía épica y mítica, de celebración de las hazañas sociales: su tema era la guerra, y la agricultura. Se expresó también una poesía colectivista de cantos: a festividades especiales a la tierra, la lluvia, y las montañas. Y, una poesía subjetiva y personal, de carácter lirica y amorosa. La prosa era de gran contenido fantástico y de mucha imaginación literaria en donde se desarrolló el mito, la leyenda y los cuentos. Hubo también aquí una prosa moralizante y de carácter didáctico: frases, refranes, y apologías. La prosa fue realizada y usada con fines pedagógicos. La dramaturgia desarrolló sus propios temas, eran cantos propios representados en la “aránwa” o espacio dedicado para la representación teatral, con textos de dramas dedicados a la vida normal y la las hazañas cívicas de los incas. La muerte también fue un tema abordado, se entendía de manera ritual el manejo de las relaciones con los difuntos.

2 La obra literaria de José María Arguedas ocupa casi todos los géneros literarios de cierto prestigio y actualidad, creo que excluyendo solo la dramaturgia. Aunque, es cierto, junto a sus “Cantos y Narraciones Quechuas” (1962), con el Patronato del Libro Peruano, donde se publicó Ollantay (en versión de César Miro y Sebastián Salazar Bondy), a sugerencia de Arguedas, participó tangencialmente en esta tarea de adopción del guion teatral teniendo como punto de partida el “texto” de las traducciones de Gabino Pacheco Zegarra y José Sebastián Barranca.

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Este drama teatral es el pórtico (o el puente) por donde suelen empezar los manuales de enseñanza de nuestra literatura peruana que se estudia desde el colegio, ignorando “la otra literatura peruana” como ha llamado Edmundo Bendezú, a la literatura escrita en quechua, suponiéndola algunos con cierta “malevolencia” de una existencia marginal. Arguedas rompió esa supuesta “marginalidad” atribuida por los historiadores y críticos oficiosos de una castellanidad absoluta de nuestra textualidad literaria reconocida como única, negando e ignorando la textualidad literaria en quechua, cuya fuerza reside en su oralidad. Pocos son los textos que han estudiado el proceso de la poesía quechua. Arguedas tiene un escrito “Sobre la poesía quechua”, en sus “Cantos y Narraciones quechuas (Desde la época incaica hasta nuestros días” (1962): Selección, traducción y notas de José María Arguedas. Este “texto”: “Sobre la poesía quechua”, a manera de prólogo, describe el primer impacto del encuentro de dos lenguas en el proceso de la colonización española impuesta a los pueblos que conformaban el Tawantinsuyo (donde la variedad lingüística era múltiple y diversa, donde predominó el quechua y el aimara). Así como el primer libro que se imprimió en el Perú fue un catecismo en quechua, la primera expresión literaria realizada por los misioneros para la conversión de indios al catolicismo, fue la creación de “himnos” en quechua. Arguedas notifica entonces el sincretismo entre el mundo antiguo andino y la visión occidental de los misioneros españoles, en esta aproximación “Sobre la poesía quechua”. El sincretismo cultural y religioso empezó a funcionar desde la llegada de los españoles de manera rigurosa, lo mismo que la extirpación de idolatrías ante la resistencia cultural de algunos pueblos andinos: “Es notable la semejanza de imágenes y aun de conceptos que pueden encontrarse entre el primer himno religioso incaico, trascrito por Santa Cruz Pachacuti, y el primero de los himnos católicos que figuran en esta selección. Parece evidente que los misioneros, con sabiduría metodológica y artística, aprovecharon los elementos de la poesía y la música incaica en la composición de los cánticos que hicieron entonar a los indios para cimentar en ellos las nuevas creencias. Las composiciones más antiguas de este genero conservan un carácter ciertamente erudito que va diluyéndose, hasta que los himnos católicos más recientes son de naturaleza muy indígena, escritos en un quechua popular, de tal manera que tienen el estilo de los cantos folklóricos”. Los cronistas, dice Arguedas, no le prestaron mucha atención a la poesía profana incaica. Según el criterio cronológico, la poesía más antigua en quechua es religiosa. Un español, Cristóbal de Molina, y un indio, Santa Cruz Pachacuti, recopilaron textos completos de poesía religiosa. Más tarde cuando el quechua había incorporado ya términos en castellano, es Guaman Poma, quien recopila algunos textos de poesía profana sobreviviente de la época incaica. Para Arguedas bastan las muestras poéticas trascritas por los “Himnos de Santa Cruz Pachacuti” (del “texto” original tomado de “Antigüedades deste Reyno del Perú), son suficientes, para revelar el carácter de la poesía incaica. Arguedas encuentra que es más tarde en estos populares “Himnos de los Aukis de Puquio” donde se conserva todavía el estilo de la poesía incaica recogida ha tiempo por Santa Cruz Pachacuti: “No hay recreación lingüística en ella; las palabras expresan, rigurosamente, pensamientos o imágenes esencialmente necesarias para interpretar concepciones poéticas que sirven de medios, de instrumentos estrictos, para la expresión de las ideas o de los estados de ánimo. Es interesantísimo comprobar cómo sobrevive ese carácter de la poesía incaica en los himnos religiosos actuales no católicos, por lo menos hasta donde tenemos elementos para juzgar este capítulo de nuestra poesía tradicional” No así en esta elegía a Atahualpa: “Apu Inka Atawallpaman” (anónima copiada por J.M.B. Farfán del cantoral recopilado por Cosme Ticona, en Pisac y Calca, Cuzco), considerada que pertenece

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al Siglo XVI. En cambio: a Arguedas le plantea la duda de que ese poema sea incaico. Más bien lo encuentra escrito con conocimiento histórico de los sucesos del ajusticiamiento del Inca, del reparto del rescate, y del infortunio en el que cayó el pueblo quechua después de la consumación y consolidación de la conquista. Lo que lo hace suponer algo fallido, falto de crédito. Desluce el poema como una aproximación en lo formal y en lo conceptual en la propia concepción de la composición poética, a una manera recurrente a las normas de la poesía occidental. Resalta su escritura en estrofas de pie quebrado, el uso de versos cortos como en las Coplas de Jorge Manrique. Arguedas intuye que estos versos no pueden haber sido escritos sino después del cruel dominio español impuesto. Se da otra visión del mundo en estos himnos católicos que no era la visión particular panteísta y ecológica, digamos que la poesía incaica era involucrada de cierto paganismo, menos calificada para el gusto en monserga con lo foráneo. Es así de zangamanga esta poesía del “Periodo Colonial”, que va de 1532 a 1780, desde la caída del Tawantinsuyo hasta la liberadora revolución de Túpac Amaru, y son tres siglos de duración. El quechua o “runa simi” nunca se dejó de hablar en la mayoría de las poblaciones autóctonas y por los mestizos durante la Conquista y la Colonia. La poesía quechua se manifestó durante la colonia en textos de fusión de elementos cristianos con asuntos andinos nativos. Se entregó en escritura española algunas veces, y en otras, en quechua. Algunas fueron creación de escritores cultos, blancos o mestizos (poesía quechua culta y escrita), y en otras, fue creación heroica del pueblo quechua sin escritura (literatura quechua popular oral). Poesía elaborada más desde la problemática cristiano-indigena que del tema indígena puro. Tomada del estilo del Siglo de Oro español, moralizante y de dominación política.

3 En cambio, Arguedas encuentra que en los “Himnos de los Aukis de Puquio” se conserva el estilo de la poesía incaica los “Himnos de Santa Cruz Pachacuti”. Aunque no, con la misma intensidad de su originalidad, pero sí, con un lenguaje unánime. Arguedas nos recuerda que: los “Himnos de los Aukis de Puquio” están dirigidos a dioses menores y locales que han empequeñecido ante la lucha desencadenada contra ellos por el catolicismo. Se crearon nuevos “textos” desde la visión popular que ha enriquecido el corpus de la poesía en quechua. En esta nueva poesía popular ya empieza a deslumbrarse el devenir propio de un mensaje directo, sin ambages, ni medias tintas. Poesía de fondo y forma quechua: algunas desarrolladas con sustento de los mitos cosmogónicos andinos con sentido social, otras: enorme poesía lirica, composiciones propiamente quechuas: tákis, haráwis, wayños, kacharparis, entre otras. La canción indígena ha conservado el “Tiksi muyu” (la redondez del mundo): su belleza. La poesía oral quechua, desde tiempos antiquísimos tenía una visión del mundo muy particular, eran palabras sagradas que los aukis de Puquio usaban en su “himnos” al agua y a los Wamanis (espíritu de las montañas). Veamos, en primer lugar, estos “Himnos de los Aukis (1) de Puquio al Agua y a la Tierra” donde se exalta ya una nueva funcionalidad del lenguaje poético, con una destreza increíble: Aylillay aylullay uh wayli aylillay aylillay uh wayli Señor Cabildo uh wayli señores comunes hermosa palabra

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hermosa atención perdonadme hacedme entender hablad padre mío rechazad la pereza rechazad la rabia uh wayli. No sé de qué uh wayli no sé por qué podéis tener pereza podéis tener rabia. No padre mío rechazad la pereza rechazad la rabia uh wayli. Diciendo qué uh wayli diciendo qué nuestros alimentos los estaremos segando los estaremos matando. No padre mío no tengáis pereza no tengáis rabia uh wayli. Señor Don Pedro (2) uh wayli Señora Madre Yaka (3) recién recién estoy apareciendo estoy apurándome; es imposible, pues tu hija (tu pobre hija) de corazón escaso tu hijo (tu pobre hijo) uh wayli. Diciendo qué uh wayli diciendo qué te comí te serví con mi tierra roja con mi mesa de cristal con mi plata y oro con mi anís selecto uh wayli Señor Cabildo uh wayli

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señores comunes aquí está, señor mío, lo que me mandaste lo que me ordenaste tú, pues, padre mío, tienes pereza, estás mintiendo no, padre mío, rechazad la pereza rechazad la rabia uh wayli. Señor Alcalde del pueblo uh wayli señor Regidor del pueblo aquí está padre mío cuando me ordenaste cuando me mandaste quizás señor estás con enojo. No, pues, señor mío, no os enojéis uh wayli. Diciendo qué uh wayli diciendo qué estaremos arribando estaremos cargando a nuestro costado a nuestro lomo uh wayli. Don Pedro nuestro uh wayli madre nuestra, Yaka, recién recién estamos subiendo estamos jalándote apaciblemente tu siervo tu pobre. No, padre mío, no has de enojarte no has de rabiar uh wayli. Diciendo qué uh wayli diciendo cuánto estaremos arribando estaremos subiendo con mi rojo almidón con mi mesa de cristal con mi oro y plata

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con mis hojas de anís uh wayli. Qué podríamos decir uh wayli cúanto podrías decir señores comunes podrías estar enojándote. Aquí está, señor, lo que me ordenaste lo que me mandaste. No pués, señor, no os enojéis entre comuneros, iguales, hermosa atención, no apenados apurémonos estaremos saludando uh wayli. Aylillay aylillay uh wayli Aylillay aylillay uh wayli. *** (1) Sacerdote de la comunidad (2) Una montaña (3) Una laguna

4 El “entrismo” literario español en el mundo cultural andino ha tenido sus bemoles. La adopción de instrumentos musicales europeos como el arpa, el violín, la flauta, la guitarra, y la mandolina, introducidos por los misioneros para fines religiosos enriqueció las diversas maneras de la música andina. El arpa y el violín tienen una enorme significación en la consolidación de una manera popular ya de poetizar las nuevas canciones y la realidad vivida por la cultura nativa. La música, la danza y poesía oral, van a darle una nueva interioridad al mensaje poético de la poesía popular en quechua, en la canción o en el poema, expresa Arguedas: “No hay en ellas, como en la poesía Inka, recreación lingüística. Palabra y concepto, o pasión, se corresponden exactamente. Aun en el caso de las canciones de la trilla de Angasmayo, admirablemente traducidos por Lourdes Valladares, la repetición aparentemente formal, es necesario para marcar el ritmo de la danza. En la poesía oral como en la alta poesía erudita, no se encuentra lo superfluo”. El canto es casi una catarsis en el hombre andino, en las letras de las canciones expresa su poesía. La poesía es siempre canto: haráwi. La prosa en cambio expresa ironía, es moralizante y didáctica. Arguedas ha llamado a estas creaciones populares “Poesía Folklórica Actual”. Son veinte canciones recogidas en Ayacucho, Cuzco y Apurímac, seleccionadas por Arguedas, y tres de la trilla de Angasmayo (Jauja), recogidas y traducidas por Lourdes Valladares. En realidad, son huaynos, muchas de estas canciones las he escuchado cantar a Leo Casas, recuerdo algunas: “El fuego que he prendido”, “Yo crío una mosca”, “Un picaflor errante”, “Cristalino río”, “Tormenta de nieve”, “Celso Medina”, “Carnaval de Tambobamba”, entre otras. La

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van desarrollando por oralidad: los comuneros, y hay quienes ahora la escriben. Tal es el caso de este poema, que empata con la estética del “imaginismo”: SHUCULHAY (LAGARTIJA) Piedra, piedra es tu casa, lagartija, lagartija, espina, espina es tu casa, lagartija, lagartija. Pinta labores en libro de plata lagartija, lagartija; pinta la ese (S) en el libro de oro, lagartija, lagartija. Máscara de coles, bastón de cebolla, culantro tu cabecera, perejil tu pateadera, corta tu rabo, mira, ciudate, lagartija, lagartija. El “imaginismo” es una escuela de la poesía norteamericana impulsado por T. E. Hulme y Ezra Pound, término usado por primera vez en 1912. El poeta imaginista teme las abstracciones, los adornos, lo sentimental o amanerado. Cree en el ritmo absoluto. Cree que el único símbolo perfecto es el objeto natural. Cree en la técnica como prueba de la sinceridad del hombre. Pound en el “manifiesto imaginista” va más lejos, exige: -El tratamiento directo del objeto, sea subjetivo u objetivo -No usar una sola palabra que no contribuya a la presentación. -En cuanto al ritmo: componer en frase musical. Los imaginistas pusieron todo su esfuerzo en la forma, y el simbolismo les proporcionó un nuevo medio, el verso libre. La poesía popular quechua busca siempre ser más intensa, es concreta, y es directa. La poesía popular quechua como la “imaginista” aspira a un lenguaje simple en contraposición a los rebuscados vocablos con los que los poetas decadentes adornan la poesía. Los poetas populares quechuas como los imaginistas son sensibles a la sonoridad de las palabras, al ritmo y a la musicalidad del verso. Saben usar el misterio. El poeta imaginista como el poeta popular quechua se burla del uso vetado de determinados temas poéticos. Poco importa, pensaba T.E. Hulme, tratar del zapato de mujer o de un cielo estrellado. No existe nada antipoético, ni siquiera el fregadero de la cocina. La imagen era el centro de la poesía imaginista. La poesía ha empleado la imagen desde siempre y la poesía moderna la ha utilizado con profusión. Una imagen, anunciaba Pound, es la representación compleja y emocional de la realidad de un instante. El poeta popular quechua, ha usado siempre este método imaginista para realizar su poesía. Además su fuente de inspiración ha sido siempre la naturaleza y la naturaleza de las cosas. La presentación de la brusca realidad, libera la energía poética, este fundamento revela también la famosa “disociación de la sensibilidad” usada por los imaginistas, y también usada por el poeta Arguedas, pues, muy aparte nos ha dejado también su libro “Katatay y otros poemas”, que es la expresión más acertada de poesía moderna en quechua. En las iluminadoras imágenes concretas difundidas en poemas como “Jetman, Haylli” (“Oda al Jet”) y en “Túpac Amaru Kamaq Taytanchisman” / Haylli-Taki (“A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru/ HimnoCanción), que son ejemplos de creaciones modernas y “textos” poéticos de vanguardia en la poesía peruana, se da un gran nivel poético. Se revela y rebela: un gran poeta.

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Arguedas tenía bien claro el aporte del hombre andino a través de la poesía quechua, la superioridad intelectual de tener una conciencia ecológica, y la defensa de la naturaleza, en contra de la codicia devoradora del hombre occidental con su apego religioso al capitalismo: todo se vende y todo se compra. El poeta popular quechua y andino a través de su palabra, y a través de una filosofía de su ternura y comprensión de la naturaleza: ha sabido dejarnos un mensaje de solidaridad humana a pesar de los enormes sufrimientos y sacrificios a las que ha sido destinado a través de la historia de la humanidad. En sus propias palabras, resume ese destino, para explicar el proceso creativo y la escritura de su poema en “Túpac Amaru Kamaq Taytanchisman”: “Debo advertir que el haylli-taki que me atrevo a publicar, fue escrito originalmente en el quechua que domino, que es mi idioma materno; el chanka, y que después lo traduje al castellano. Un impulso ineludible me obligó a escribirlo. A medida que iba desarrollando el tema, mi convicción de que el quechua es un idioma más poderoso que el castellano para la expresión de muchos trances del espíritu y, sobre todo, del ánimo, se fue acrecentando, inspirándome y enardeciéndome. Palabras del quechua contienen con una densidad y vida incomparables la materia del hombre y de la naturaleza y el vínculo intenso que por fortuna aún existe entre lo uno y lo otro. El indígena peruano está abrigado, consolado, iluminado, bendecido por la naturaleza: su odio y su amo, cuando son desencadenados, se precipitan, por eso, con toda esa materia, también su lenguaje. Sin embargo, aunque quisiera pedir perdón por haberme atrevido a escribir en quechua, no sólo no me arrepiento de ello, sino que ruego a quienes tienen un dominio mayor que el mío sobre este idioma, escriban. Debemos acrecentar nuestra literatura quechua, especialmente en el lenguaje que habla el pueblo; aunque en el otro, el señorial y erudito, debiera ser cultivado con la misma dedicación. ¡Demostremos que el quechua actual es un idioma en el que se puede escribir tan bella y conmovedoramente como en cualquiera de las otras lenguas perfeccionadas por siglos de la tradición literaria! El quechua es también un idioma milenario.” Recordemos, la vida es un incesante rehacer –ha escrito Mariano Picón-Salas. Tuvimos libros escritos como el “Popol Vuh” o el libro de “Chilam Balam”, o testimonios escritos y dibujados como la “Nueva Crónica” de Guaman Poma. Tuvimos escritura en los murales y las cerámicas mochicas, contamos en los quipus, desarrollamos puntos, rombos, barras numéricas, que evidentemente remplazaron la mera pictografía, para trastocarse en un lenguaje ideográfico. Mucha de la teogonía inka vive aún en la poesía popular quechua.

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MAX CASTILLO RODRIGUEZ JOSE DIEZ CANSECO: CREADOR DE ALEGRIAS Y MELANCOLÌAS Barrios de Lima y Callao de los años veinte. El silencio que impera en las arterias principales de la capital peruana que imita a Nueva York con sus botes de basura de acero y, a diferencia de la gran ciudad, en esa Lima apenas se ven automóviles. Gritos de mozos cundas y silbidos a las muchachas famélicas que van a sus oficinas. Un cielo encapotado y la brisa del mar en el barrio italiano de Chucuito. Ese es el escenario en donde las tramas, las historias de personajes tiernos, pobres y sin ideales se desenvuelven. Podría ser escenario de cualquier escritor costumbrista pero José Diez Canseco le dio una vitalidad, una ternura y un sentido de camaradería como nunca se vio hasta la aparición de Varga Llosa a fines de la década de los cincuenta. El escritor arequipeño es seco y retorcido en los mismos ambientes que el escritor limeño había tratado con una estética tan diferente años atrás. Los mejores escritores peruanos que han tocado el asunto de la esquina peligrosa, del barrio de cantinas y vihuelas criollas jamás han podido narrar una historia de empatías sinceras entre el autor y sus criaturas que deambulan entre la vagancia y el delito. Los afro peruanos de Arguedas son asesinos de chaveta en El Sexto o en El zorro de arriba y de abajo aparece la historia paralela del negro Moncada el predicador alienado de Chimbote, un redentor que escandaliza conciencias y espera el tiempo de la igualdad tras el Apocalipsis cristiano. Otro ejemplo de esa cultura urbana callejera la tenemos en los adolescentes de Osvaldo Reinoso esconden resentimientos por la fractura familiar que puede ser universal en el tema del hijo díscolo, pero sus inocentes viven y sufren en el barrio de la Lima en rock, es evidente a pesar de su subjetividad lumpenizada que son huérfanos de la identidad cultural limeña. Han olvidado la música criolla, la influencia tricentenaria de lo negro. Su entorno es de una ciudad bullanguera, es imposible para Vargas Llosa o para Reinoso expresar el garbo señorial de los limeños de varias generaciones. Sus criaturas son hijos d e la migración del interior, de esa zona yunga, lo que Diez Canseco llamaba la media sierra. Hasta cuatro cuentos suyos se encuadraron en esta geografía cultural que oscila entre lo criollo y lo andino y que tiene su mejor exponente en el relato Jijuna (1931). El diario La Nación de Buenos Aires premió a Jijuna en 1933 con el gran Premio de Narración, participaron unos mil escritores. Los morenos, zambos y trompeadores de José Diez Canseco son vitales, sonrientes, no quieren redimirse, sus vidas aunque efímeras y peligrosas encuentran espacios, sacudones de instantes felices, ya sean los goces de la carne o en el mísero espacio cantinero. Sus marginales duermen mal pero tienen siempre la esperanza para continuar la jarana o para enamorar alguna muchacha sin ambiciones, de esas que le gustan los valientes que sobran en los barrios, en las atmosferas sensuales de Diez Canseco. El Gaviota un prototipo sensual Este relato apareció en Amauta en 1928. Dividida en dos partes tiene una estructura de opera mediterránea. La sensualidad y el mar. El aburrimiento del Gaviota y al optar por el poder contra la libertad escoge con inocencia y tragedia su destino final. El Gaviota era un muchacho del puerto, un moreno chalaco que se dedica a enamorar casi con aburrimiento confiado en su machismo y soñaba con embarcarse. Conoce al capitán Charles, el viejo gringo que lo educa en la vida del marinero, lo cuida de los mayores y también comparten el relajamiento del licor. No lo dice Diez Canseco pero el eros se descarga en miradas, penas comunes, en una afinidad de principios, el rigor, el calor del mar. La vida en los mares era un

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sueño querido de Diez Canseco. Yo prefiero mis relatos marineros escribió. Estamos ante largas travesías, de músicos sensuales, grumetes bellos y altivos, como el Gaviota. Su antípoda en sentimientos está en las cubiertas de sogas y maromas en donde crece la envidia y el deseo homicida de la chusma que odia a ese raro espécimen un héroe un poco a lo Billy Budd, el marinero encantador de Melville. Una falla en su frágil estructura echará a perder al Gaviota. Los héroes en las melancolías de Diez Canseco pagan con sus vidas. Como señalaba en 1930 Federico More en una introducción a su obra, Diez Canseco no debía nada a la literatura que marcaba a su generación. Los hijos del modernismo como Aguirre Morales y Martín Adán escribían como maestros literatos, con la metáfora pulida y perfecta. José Diez Canseco era todo un torrente de sangre y pasión auténtica sin pretender nunca que lo etiquetaran como un literato, como una moda, un estilo internacional que consagraba, ya fuera el modernismo, o el ultraísmo. En su introducción de 1930 Federico More escribe: es el novelista que buscamos. Años después la aparición de escritores modernos como Vargas Llosa y Ribeyro lo enviaron a una segunda fila, lo que nunca debió suceder. Su nostalgia sensual apenas aparecía entre penumbras en una Lima que se fue. José Diez Canseco es una referencia inolvidable, una lectura necesaria. Es una caja china de situaciones y personajes que conforman la historia literaria de la melancolía criolla.

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TRANSVERSAL

ROGER SANTIVAÑEZ

ENCUENTRO CON LA POETA BEATNIK ANNE WALDMAN Memoria de un poema de Juan Carlos Lázaro 40 años después. Entre Lima y Nueva York.

E

sta historia comienza hace mucho tiempo, exactamente en 1974. Ese año se publicó en Lima el primer y único número de la revista Cronopios dirigida por el joven poeta Juan Carlos Lázaro. Allí apareció el poema Blues Indio de Juan Carlos Lázaro para Anne Waldman (She was born in 1945, USA) hallada en una fotografía de The Young American Poets / Pag. 316.

Muchos años después –en el actual 2014- The Americas Society de Nueva York organizó – en marzo pasado- un singular evento denominado “Kloaka and the Beat Generation: Peru’s underground / American Avant-Garde” con la participación de la poeta Mariela Dreyfus y el suscrito -cofundadores del Movimiento Kloaka del Perú- y de la gran poeta norteamericana Anne Waldman integrante conspicua de la movida beatnik durante los años ‘60 en los Estados Unidos. Mariela presentó la edición bilingüe de su libro Pez (Fish), en versión de E. M. O’Connor y leída por ella misma. Por mi parte presenté el libro de Roberts Pool, Twilight (Crepúsculos), traducido al inglés por Elsa Costa, ante la ausencia del autor, se hizo cargo de la lectura –gentilmente- el poeta Dan Shapiro, Director de Literatura de The Americas Society. Al final, Anne Waldman ofreció un recital con los poemas de su último libro Gossamurmur. Llegada la noche del evento -21 de marzo solsticio de primavera en el hemisferio boreal- Mariela Dreyfus y yo nos encontramos con la increíble Ann Waldman –en el Salón de los Incas- del local de la Sociedad de las Américas. Al verla frente a mí sentí que era la realización de un acariciado sueño: conocer a una de las poetas-símbolo de la contracultura, amiga y compañera del mítico Allen Ginsberg, ídolo de mi adolescencia poética en el Perú de fines de los 70s y principios de los 80s, justo cuando habíamos fundado aquel estado de revuelta poética denominado Movimiento Kloaka. Anne nos recibió con sencillez y simpatía –proverbiales- y nos tomamos unas placas iconográficas para no perdernos en la desmemoria del infinito. Finalmente entramos al recinto del acto. El programa incluía una lectura bilingüe –castellano/inglés y viceversa- de los libros mencionados líneas arriba. Una vez allí, cuando me tocó intervenir, dije que tenía una sorpresa para Anne. A ella le brillaron aún más esos preciosos ojos azules que Dios la ha obsequiado. Entonces conté la historia de la revista limeña Cronopios, en 1974, del poema de mi amigo Juan Carlos Lázaro, y procedí a la lectura del texto. Anne Waldman me dio un abrazo y recordó –muy emocionada- los días en que había salido en aquella antología de jóvenes poetas norteamericanos, donde Lázaro vio su foto y se inspiró para la creación de sus versos. Yo recordé –silenciosamente- que un ejemplar de dicha antología fue propiedad del poeta Armando Arteaga y que fue por él que muchos de nosotros – novísimos autores de aquella generación perdida- empezamos a conocer la poesía de los Estados Unidos, en la Lima de mediados de los ‘70s. Cerrando nuestra sección en la Sociedad de las Américas –antes del notable recital de Ann Waldman- Mariela Dreyfus y yo leímos nuestra versión en español del poema inicial de su reciente libro titulado Gossamurmur (2013) que aquí ofrecemos como una primicia para los lectores de Maestra Vida. Fue –sin duda- una noche inolvidable en Manhattan, tanto como las de Lima cuando éramos jóvenes y las horas no eran suficientes para creer que el dorado sueño de la poesía podía albergar en nuestra almas y romper los corazones del mundo que nos había tocado vivir. [Mayo, 2014, praderas del río Cooper]

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BLUES INDIO DE JUAN CARLOS LÁZARO PARA ANNE WALDMAN (SHE WAS BORN IN 1945, USA) HALLADA EN UNA FOTOGRAFÍA DE “THE YOUNG AMERICAN POETS / PÁG. 316 A estas alturas de la época, Anne Waldman cuando San Juan el Evangelista & otros romanos pierden clientela & lo más importante son los cambios de la Bolsa en Lima / así-así, a estas alturas aún -ya que soy un pelotudo & otras cosastodavía me enamoro de ti, Anne todavía me enamoro de ti a sabiendas que de esa fotografía no te moverás ni vendrás a mí cruzando los mares. --------------------------------------De: Revista Cronopios N° 1 Lima, julio de 1974

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ANNE WALDMAN GOSSAMURMUR [fragmento inicial]

Una vez cuán delicada la gasa que se adhiere y difumina la identidad. La voltea. Deviene cartografía. Gossamurmur propicia una vena transgresora, una poética del cuerpo con una protagonista bifurcada que apunta a dos simultáneas y alternas realidades. Con frecuencia alarmante. Ella y Ella. Por la vía de una mundana experiencia doppelgänger (noté que ella tenía una curiosa peluca brillante como el día cuando le pregunté su nombre ella pronunció el mío) descubrí que en mi cooperativa había otra cliente con mi propio nombre. En un momento, nuestras cuentas se traspapelaron. Pensé en Borges y sus “dobles” y en Las cabezas transpuestas de Thomas Mann. Fantaseaba en torno a esta otra meticulosa y absurdamente burla y en cómo ella podría gastarse todo mi dinero. Y luego cómo podría yo gastar el suyo. Cuerpos en un mundo de materia infinitum que desciende hasta hundirse bajo tierra. Donde se tritura todo el detritus. Canta allí, mi doppelgänger. Yo te encontraré allí. Nos gastaremos nuestra plata fantasma. Nos encontraremos sin nombre sin cuerpo sin deudas solo con aquella acción del pasado en karma nominativo. Quién le hizo qué a quién. Yo seré tu otra, una ñisca de conciencia… y tú serás mía a cambio de nuestro nombre, esa rara acuñación. Y ella era el gatillo, el aparato, de mi alegórica composición destructiva o más que nada yo me preocupaba por el mundo mundano que era el sobreviviente y el archivo oral de una excelente

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poesía y el registro de una zona temporal autónoma de donde emanaba, ubicada en las alturas de una División. Y ella era una gran infinitum, una herramienta robótica de los caprichos y comienzos de los temibles Deciders que en esa trayectoria de ignorancia voluntaria y psicosis antiarte labraban su extraña magia embrionaria sobre mi persona y mi psiquis y el frágil casete y los archivos de una canción con una fugaz poética transitoria…

(VERSION EN INGLES) Once how delicate the gauze that adheres to and flicks off identity. Flips it. Becoming cartography. Gossamurmur occasions a transgressive vein, a body poetics with a bifurcated protagonist indicating two simultaneous and alternating realities. Often alarming . She and She. By away of a mundane duplicada experience (I noticed her she had a funny dayglow wig on she said my name when asked hers) I discovered my credit union had another client with my exact name. At one point our accounts had become transposed. I thought of Borges and his “doubles” and Thomas Mann’s The Transposed Heads. I fantasized about this meticulous, oddly coifed other and how she might spend my money. And then how I might spend hers. Bodies in a material infinitum world that levels down to charnel ground. Where all detritus grinds down. Sing you there, my duplicada. I will find you there. We will spend our phantom money. We will meet without name without body without debt but that of past action in nominative karma. Who did what to whom. I will be you other, wisp of consciousness… and you will be mine in token of our name, a rare coinage. And she was the trigger, the apparatus, of my composite allegorical destructions or rather of all I cared about in the mundane world which was the survival and oral archive of an excellent poetry and record of a temporary autonomous zone from which it emanated , close to a high-altitude Divide. And she was a grand infinutum, a robotic tool of the fits and starts of the dread Deciders who in a trajectory of willful ignorance and anti-art psychosis wrought their weird embryonic magic on my person and psyche and the fragile cassette and song files of a fleeting transitory poetics…

mor-mor Sánscrito murmurah

qué es sino crujiente fuego

indicios de un zummm samsara mormyrein = rugiendo hirviendo murmlenti suave hablar palabras (escondidas) dentro del castellum expresión del descontento por gruñir sonido mordaz inundándolo todo en intelecto colapso el sonido dado de una piedra

rasgado y partido

nos sobrepasa, muy bajito

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>> desgarra << qué andan diciendo sobre los originales, artefactos de poemas-cuerpo que nos arriesgamos demasiado con la diplomacia de doble filo que nos escondamos y exilemos? “poesía una empresa socialista!” “cachetadas de elitismo!” “¿a quién le importa?” “tú sabes lo que dijo el Poeta ‘’poesía no hace nada’” riesgo en la deuda, que nuestra originalidad sea irritante y peligrosa ella es mía o ella es como yo así es como el mundo me encima, “mi” dice que somos iguales en nuestro micro-mundo, contenciosa conglomeración de pronombres o será que ella está tomando mi lugar o de qué modo en cuál cautiverio está ella ellos decidieron acerca de éste y otros importantes asuntos gramaticales una especie de robo de menor cuantía: (De: Waldman, Anne. Gossamurmur. New York: Penguin Books, 2013 / Versión al español de: Mariela Dreyfus y Roger Santiváñez)

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CRITICA/ RESENAS/ BREVIARIO/ NOVEDADES/

Elogio de la escritura radical

En Elogio de la escritura radical (1), Enrique Rosas Paravicino aborda, mediante un conjunto de ensayos de exquisita factura, diferentes facetas de escritores como Andrés Alencastre, Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala, José María Arguedas, Luis Valcárcel, José Uriel García y Luis Nieto. Puede observarse que con la excepción de Guamán Poma y Arguedas, la totalidad de estos autores son cusqueños, hijos del “ombligo del mundo” que durante la primera mitad del siglo XX fuera uno de los focos de más intensa agitación cultural en el Perú y punto medular del movimiento indigenista. Además de los ensayos dedicados a estos emblemáticos personajes de la cultura literaria andina, los hay los que tratan sobre el Inti Raymi, la literatura de la Santa Inquisición, el ejercicio literario en tiempos de crisis global y la novelística andina posarguediana. Al caso de Andrés Alencastre o Killku Warak´a (1909-1984), considerado por Arguedas una de las más altas expresiones de la poesía quechua, corresponde el ensayo más intenso y sugerente, quizá por las muchas y dramáticas contradicciones que sumó la vida de este artista. “Fue por un lado: indigenista, poeta quechua, socialista, músico, maestro universitario y fundador del pueblo El Descanso (…) pero, por otro lado fue un latifundista de poder rapaz, ambicioso de bienes, expoliador de sus siervos, litigante en juicios de tierras y compulsivo acosador de doncellas”. Alencastre terminó sus días derribado a hachazos por un grupo de comuneros –a quienes solía castigar a latigazos– que además lo castraron y prendieron fuego a su casa y su cuerpo. Rosas Paravicino ausculta su caso desde el análisis de dos relatos de ficción inspirados en su vida: Mi sangre teñirá la nieve (1994), cuento de Luis Nieto Degregori, y Tiempo de descanso (1997), novela de Rodrigo Montoya. Quizá más eficaz que el psicoanálisis, la ficción narrativa consigue calar en las profundidades de las contradicciones espirituales del gran poeta quechua, las cuales a la vez configuran las contradicciones internas “de una sociedad aún no reconciliada con sus etnias y culturas, como es la sociedad peruana de este tiempo”. El ensayo dedicado a Arguedas es una revisión crítica de la evolución de su novelística. Concluye que aspectos como el “conflicto social” y la “memoria cultural” constituyen los ejes de la ficción arguediana, “una dualidad que corresponde al perfil histórico de un país que requiere de puentes transculturales que cierren brechas entre colectividades marcadas por la diversidad, pero también llamadas a compartir no solo territorio y recursos, sino un proyecto nacional de futuro común.” En otro texto el autor plantea un “diálogo posible entre el Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Guamán Poma de Ayala”, los dos más importantes cronistas peruanos de la etapa de la conquista del Tawantinsuyu por España, subrayando los puntos de sus convergencias y disidencias. El ensayo sobre Luis E. Valcárcel y Uriel García Cáceres es una tentativa de reivindicación y puesta al día del pensamiento indigenista de los dos ensayistas cusqueños más destacados y trascendentes de su generación. Un paralelismo entre ambos, sin embargo, le permite al autor concluir que “mientras Valcárcel veía en el pasado inca la panacea única de la nacionalidad peruana, un período arcádico, ideal, capaz de reactualizar sus instituciones y resurgir por la vía de la cultura, Uriel García, por su parte, consideraba que aquel pasado idílico ya había sido enterrado por la historia y ahora el país vivía un intercambio de aportes disímiles, desde lo incásico hasta lo hispánico, y la nacionalidad del Perú moderno debía sustentarse en esa suerte de fusión cultural, llamada neoindianidad.” De otro lado, el texto dedicado a Luis Nieto es un emotivo homenaje al más celebrado trovador cusqueño. De la lectura de estos ensayos se desprende que la denominación de “escritura radical” se refiere a la literatura, cuyo ejercicio, cuando adquiere carácter crítico y contestatario, “tiene un significado que está por encima de la banalización y lo prosaico, de lo improvisado y lo intolerante, de la exclusión y la impostura”, especialmente en una época como la actual, dominada por la cultura del espectáculo y sus frívolas demandas. El libro, en el que también resalta la belleza de su estilo, se publicó hace tres años en el Cusco y lleva el sello de la universidad nacional San Antonio Abad, a cuya plana de docentes investigadores pertenece el autor. (Juan Carlos Lázaro). (1) Elogio de la escritura radical (Cusco, 2011).

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EL DISCURSO DE LOS ZORROS EN LA POÉTICA DE UGO CARRILLO (WICHAY ATUQPA RIMAYNIN)

Este libro es una incesante búsqueda por el itinerario de la poesía de Ugo Carrillo, poeta quechua en las puertas actuales de la modernidad y post-modernidad. Su obra poética escrita en quechua y en castellano, lo aproxima al prestigio literario de Andrés Alencastre Gutiérrez (Kilko Waraka) y al discurso narrativo de Gamaliel Churata. La visión de la poesía de Ugo Carrillo es abordada -en este libro- desde distintos ángulos por una crítica literaria instalada desde la admiración impertérrita del desafío contra-cultural que ofrece un poeta actual que escribe en runa-simi. Abordan el mundo andino de Ugo Carrillo (lleno de sarcasmo y denuncia social e histórica), escritores y críticos literarios como Alison Krögel (profesora del Departamento de Lenguas y Literaturas de la Universidad de Denver, Colorado); Gonzalo Espino Relucé (profesor principal de literatura peruana y latinoamericana en la UNMSM); Julio E Noriega Bernuy: especialista en literatura quechua, peruana y latinoamericana, ha publicado la antología “Poesía quechua escrita en el Perú (1993) y el ensayo “Escritura quechua en el Perú (2011); Fredy Roncalla (poeta, escritor y músico que estudió Lingüística y Antropología en la PUC, y que desde hace muchos años vive en New York); Armando Arteaga (poeta, periodista, y arquitecto, que ha prologado algunos de los libros de Ugo Carrillo); y finalmente: Mauro Mamani Macedo (profesor del Departamento de Literatura de la UNMSM, que hace una didáctica “Presentación” de Wichay Atuqpa Rimaynin). Este libro, publicado por CEDES (Cooperación para el Desarrollo, Huancavelica, 2013) resulta de mucho interés para los que quieran aproximarse al bilingüismo poético y novoandino de Ugo Carrillo, tal como Julio E Noriega Bernuy ha caracterizado la obra poética de este poeta andahuaylino, inmerso en la diversidad lingüística como factor decisivo del desencuentro cultural peruano. Libro de un valor trascendente para el estudio de la poesía quechua actual.

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LA DIOSA ECO Y PACHAMAMA, DOS HISTORIETAS A PUNTA DE PLUMA Y TINTA CHINA Sale a luz dos libros de historietas: La Diosa Eco y Pachamama. Su autor, Luis Deza Arancibia (Chiclayo, 1953), artista plástico nuestro que reside en Estocolmo, Suecia, y que los trajo bajo el brazo aprovechando una exposición pictórica en una galería barranquina, en julio pasado. Tras su aspecto bonachón, coronado por una larga cabellera blanca y mostachos de igual color, en Luis Deza se esconde un espíritu latente de vibraciones emotivas que redundan en un arte exquisito en paciencia y perseverancia y que necesita solo de tres elementos: una pluma estilográfica, tinta china y el papel blanco. Todo esto sumado a su destreza como dibujante el resultado es el deslumbramiento, la fascinación. “Yo crezco con las imágenes de Walt Disney, las historietas mejicanas y los huacos Moche, hace 65 años, allá en mi pueblito Saltur, anexo de la ex hacienda Pomalca, por Chiclayo”. Una larga estancia de 4 años en el Cusco alimentó su interés por el tema precolombino. Y asi fueron naciendo sus primeras historietas que fueron publicadas en El Diario de Marka por los ’80, eran cuentos inspirados en mitos, leyendas y la iconografia de nuestras culturas originarias y dirigidos al publico infantril y adulto. No le fueron ajenos, tambien, los temas politicos y sociales de aquellos años turbulentos y menos turbios que los actuales. “La Diosa Eco nace de un cuento chino que leí y me inspiró a crear una historia tan diferente, que es la que he plasmado gráficamente en este libro” afirma Luis Deza, mientras que “mi historieta Pachamama muestra las líneas que siempre he seguido: el mito precolombino y la realidad actual. Creo que a partir del diseño y la iconografía de nuestras culturas originarias, se puede contar el pasado, presente o futuro de cualquier tema, sin problema”. “Me gusta y me divierto dibujando y recreando los mitos que aun anidan en la memoria popular y lo tomo como base de mis trabajos. Es que estamos bombardeados de diseños y formas foráneas y muy pocos se han percatado que guardamos en nuestros tejidos, en nuestros ceramios, etc. antiguos, toda una riqueza increíble de colores, fantasía y realidad de nuestras propias culturas” nos dice Lucho Deza. “Tengo ya terminada otra historieta a color sobre un artista emigrante en Suecia , por los ‘90, pero contada por un personaje precolombino. Y, además, he empezado otra inspirada en el espacio, la geografía y el tiempo de la cultura Moche”, concluye. Luis Deza ha retornado a Suecia donde ha hecho de una mujer, una hija y todo un prestigio como artista plástico, habiendo realizado exposiciones a lo largo y ancho del continente europeo y con algunas escapadas a territorio americano como Argentina, Estados Unidos y a ésta su patria querida que lo lleva como una cicatriz en el rostro, Perú.

----------------------------------------------------(Carton Tucuy Eco, 90 páginas / Carton Tucuy Pachamama, 88 páginas / Taki Onqoy Editores / Primera Edición: Julio 2014).

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FREDY AMILCAR RONCALLA: HAWANSUYU UKUN WORDS, UN LIBRO ANDINO Y GLOBAL Ya está en librerías Hawansuyu Ukun Words (Editorial Pakarina), libro del escritor y poeta Fredy Amilcar Roncalla (Chalhuanca, Apurimac, 1953) que reúne ensayos sobre temas y autores de la cultura peruana en un intento de acercar a sus lectores la cosmovisión andina desde una mirada posmoderna. A decir de su presentador, Gonzalo Espino Relucé, la nueva obra de Roncalla es un “libro irreverente, tiernamente cuestionador y profundamente inquietante”, que rompe la poética tradicional para acercarnos a lo andino desde la mirada del destierro. Agrega que “la reflexión teórica de Roncalla no parte solo del debate académico, ni del encuentro ingenuo de categorías andinas, sino y sobre todo de una lectura abierta, iconoclasta, donde no hay sólo un sentido, sino una lectura plural, una suerte de quipu que empieza a decodificarse en su propia complejidad”. Este interesante como importante libro de Fredy Roncalla está dividido en nueve capítulos, precedido por dos prólogos, uno breve y conciso escrito por J. Carlos Olazabal, bajo el titulo “Andino y Global”; y el otro más abundante y apto sólo para quechualectores, “Hawansuyo ukun wordsmantawan ayllukunchik kunapi posmodernidadmanta”, de Pablo A. Landeo Muñoz. En estos nueve capítulos se unen y reúnen temas, textos y pretextos como Recuerdos de Yucay, el primero, que inicia con una sentencia: “Ésta es una historia acerca de un escrito inconcluso”. Roncalla había llegado a Yucay en busca de los últimos incas que pudieran aun estar vivos allí, además de recoger nombres de lugares y cuanto pudiera del acervo narrativo del lugar. Los vitales tres meses que vivió en Yucay sirvió para que fuera del tiesto, la kallana, el fogón, el humo renegreando el cielo raso y de los cututos paseándose por las cocinas, descubriera –Roncallaque ya no había incas, mas sí muchos desafíos para repensar muchas cosas, como a partir de los topónimos de Yucay es posible ver en sus nombres un poema abierto, un juego permutacional de imágenes que se actualizan en diversas lecturas, entre otros. J. Carlos Olazabal resume bien el espíritu de los nueve capítulos de este libro. “Hawansuyo ukun words se ha escrito en diversos momentos y lugares, pero el sentimiento, el corazón está puesto kayllapiu. Los lugares no son sólo nombres en Yucay, en Ollanta, en Puquio o en Lima, son también sentimientos. Puñuy kancha, el nombre de un andencito o Muñaypata en Ollanta,

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encierran toda una carga de sentimientos y emociones, como debe ser la poesía. Poesía que debe salir del cerebro pero escrita desde el corazón. Así ese llaqta lector, como se denomina Fredy tiene los hitos medulares de su pensamiento y de su labor creativa, en los símbolos de la escritura de Waman Poma, en la escritura algunas veces dolorosa del Tayta José María o en los versos de Juan Ramírez Ruiz. Waqaspa mana waqaspa, tiene una producción donde se lee poesía en quechua bajo los acordes de una jazz rítmico, escribe poemas en lenguaje llaqta y en los ensayos, allillamanta, va creando un nuevo estilo donde, mana penkakuspa, revitaliza el runa simi. Runa simi postergado que hoy está en la escritura de tantos, como en la del waykiu Pablo landeo, abanderado de una nueva hornada de escritores quechuas”. Fredy Roncalla es un escritor y artesano autodidacta, que ha practicado prosa y poesía en quechua, inglés y español. Como investigador independiente se interesa en diversas áreas de las poéticas indígenas y de vanguardia. Es autor de Canto de Pájaro o invocación a la palabra (1983), poema de largo aliento publicado en Maestra Vida; y, Escritos y Mitimaes: hacia una poética andina postmoderna (1988). Sus trabajos han sido publicados en diversos medios impresos y digitales. Actualmente dirige las revistas virtuales Hawansuyu y Ancash 444: Aproximaciones a Juan Ramírez Ruiz. Fredy Roncalla es, además, miembro de la Asociación Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas del Perú, dedicada a promover la afirmación de la identidad cultural y contribuir al reconocimiento de los derechos de pueblos andinos y amazónicos del Perú.

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JRR: TESTIMONIO Y VALORACIÓN VLADIMIR HERRERA (Lampa, Puno, 1950). Publicó su primer libro de poemas, Mate de cedrón, en 1974. Ha vivido en Lisboa, Roma, París y Barcelona. Ha dirigido las revistas Trafalgar Square y Celos. En 1980 fue becado por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México. Es autor, también, de los libros Del verano inculto, Pobre poesía peruana, Almanaque, Kiosko de Malaquita y Poemas incorregibles publicada en Barcelona por Tusquets editores (2000). Actualmente vive en Cusco.

OSCAR MALAGA (Lima, 1947). Fue uno de los antologados por José Miguel Oviedo en Estos Trece, celebre libro de los navismos del 70. Periodista y narrador, además, ha vivido en varios países y continentes, más recientemente en China por más de una década y hoy en Nueva Zelanda. Ha publicado Arquitectura de un puente (1989) y, con el Libro del atolondrado, ha ganado en 2002 el premio de poesía del Instituto Cervantes otorgado en el concurso Juan Rulfo de Radio Francia Internacional. Autor, también, de las novelas Blues de un gato viejo, El secreto de la trapecista y La ópera de dulce diamante.

JOSE ROSAS RIBEYRO (Lima, 1949) Fundador de la revista “Estación Reunida”, que marcó el quehacer poético peruano de los setenta, publicando los primeros poemas de José Watanabe, Tulio Mora, Elqui Burgos y el propio Rosas Ribeyro. Fue otro antologado en Estos Trece, de José Miguel Oviedo. Fue responsable de la sección cultural de la revista Marka. Vivió dos años en México, vinculándose al Movimiento Infrarrealista y especialmente con Mario Santiago y Roberto Bolaño. Dos poemarios suyos son: “Curriculum mortis” y “Ciudad del infierno”. En 2011 publica su novela País sin nombre, una mirada a la vez crítica, erótica y sentimental sobre los años setenta en Latinoamérica.

SANTIAGO LOPEZ MAGUIÑA (Huaraz, Ancash, 1949) Profesor de semiótica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Universidad de Lima. La mítica revista Harawi, en su número 22, de noviembre de 1970, publicó un conjunto de breve poemas suyos que anunciaban a un promisorio poeta. Con el paso del tiempo, gracias a su sólida formación académica, lo tenemos como un activo, atento y actualizado crítico literario y de temas de semiótica, en diversos libros y revistas dentro y fuera del país.

PAOLO DE LIMA (Lima, 1971) Poeta y doctor en Literatura por la Universidad de Ottawa. Paolo está estudiando, desde hace algún tiempo, la producción poética peruana de los difíciles años de la violencia política. Precisamente ese fue el tema de su tesis de doctorado, que acaba de ser publicada como libro en Estados Unidos: Poesía y guerra interna en el Perú. 1980-1992 (Edwin Mellen Press, 2013), un estudio enfocado en la obra de seis poetas emblemáticos de la generación de los ochenta: Chirinos, Mazzotti, Mendizábal, Santiváñez, De Ramos y Dalmacia Ruiz-Rosas.

WOLFGANG LUCHTING (Munich, Alemania, 1927- EE.UU., 1999) Estudió en la Sorbona (París, Francia), en la Universidad de Minnesota (Mineapolis, EEUU), y en la Universidad de Múnich (Alemania). Vivió en Lima seis años (1956-1962) y ejerció docencia en la Universidad de San Marcos y la Universidad Católica. Retorna

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a EE.UU., donde continua como docente y agrega su labor como traductor al alemán y crítico literario de autores y obras hispanoamericanas. Destaca las traducciones de la obra primigenia de Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro, y se agrega nombres como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Ciro Alegría, Juan Carlos Onetti, entre otros. La entrevista a nuestro Juan Ramírez Ruiz lo hemos tomado de su libro Escritores peruanos : que piensan, que dicen [Lima, Editorial Ecoma, 1977].

POESIA PERUANA: TRES GENERACIONES OMAR ARAMAYO (Yunguyo, Puno 1947) Periodista, libretista, poeta, cuentista, compositor e intérprete de instrumentos autóctonos peruano, pero poeta, ante todo. Su primer libro Aleteos al horizonte (1963) y el último Agua de los montes (2008), catorce libros de poesía, además de cuatro en prosa. Un crítico ha escrito de su obra que Aramayo “desde su posición andina sincrética es un caníbal que traga tradiciones culturales de todas partes, un investigador que asimila lo que le sirve y que bota lo que no le hace falta, un poeta que no evade la responsabilidad de hablar de su pueblo con una proyección universal.”

ARMANDO ARTEAGA (Piura, 1952) Arquitecto de profesión. Poeta de vida. Jorge E. Adoum, el reconocido vate ecuatoriano, ha escrito que lo que más le llamó la atención de la testarudez de la poesía de Arteaga, es que “es un grito patético, es la impugnación precisa en contra del conformismo embustero de la urbe actual, llena de fracasos y de miedos”. Editor y cofundador de nuestra revista, AA tiene en su haber cuatro libros, a saber: Callejón Sin Salida (1986), Un Amor en que aún (2000), Terra Ígnea (2004) y Cuentos de Cortometraje (2002).

ARIANNA CASTANEDA (Lima, 1981) Escritora peruana (Lima, 1981). Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de San Martín de Porres. Ha publicado el libro El jardín de los amables espinos (Santo Oficio, 2005). Ha sido Incluida en 18 Poetas Peruanos: Muestra Poética del 2000. Actualmente es editora del Boletín Cultural Chasqui, el correo del Perú. Además, se desempeña como Gestora Cultural en el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.

NELSON CASTAÑEDA (Lima, 1981) Artista aficionado a pintar y escribir. Tiene un libro de cuentos publicado, Un señor de sombrero. Fue incluido en la antología de narradores Los Nuevos Nuevos preparada por Fernando Ampuero y Cesar Vega Herrera, La ilustración de Juan Ramírez, también, es de su pincel.

MARIELA DREYFUS (Lima, 1960) Estudió Literatura en las universidades Nacional Mayor de San Marcos y Columbia (Estados Unidos, Nueva York), donde se doctoró en Literatura Latinoamericana. Ha publicado los poemarios Memorias de Electra (1984), Placer fantasma (1993; Premio de Poesía Asociación Peruano-Japonesa, 1992), Ónix (2001) y Pez (2005). Fundadora y disidente del movimiento Kloaka (1982-1984). Su obra ha sido incluida en importantes antologías de poesía peruana ultima. Es actualmente profesora de Poesía y Traducción Literaria en la Maestría de Escritura Creativa en Español de New York University (NYU).

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GUILLERMO FALCONÍ (Canta, Lima, 1950) Siguió estudios de Antropología en San Marcos. Poemas suyos se han publicado en las revistas Cronopios y Sol & Niebla y en la antología Yacana /51 poetas. Autor del libro Cazador de la noche, Un conjunto de poemas donde “renace las imágenes con el fulgor de una poesía hecha para volver a la contemplación de la naturaleza de las cosas, para recobrar el instante del pasado: encontrar cada una de las heridas narcisistas de toda una generación (la del 70) donde navega el poeta”.

VICTORIA GUERRERO (Lima, 1971) Poeta e investigadora, doctora en Literatura por la Universidad de Boston. Ha publicado la trilogía conformada por El mar ese oscuro porvenir (2002), Ya nadie incendia el mundo (2005) y Berlín (2011). Está por aparecer su poemario Cuadernos de Quimioterapia (contra la poesía)”. Sus poemas han aparecido en diversas antologías nacionales e internacionales. Actualmente vive en Lima, cuida de su gato y ejerce la docencia en la Universidad Católica.

MIGUEL IDELFONSO HUANCA (Lima, 1970) Poeta y crítico literario. Estudió Literatura en la Universidad Católica, hizo una maestría en escritura creativa en la Universidad de El Paso, Texas. Dirigió la revista virtual El malhechor exhausto. Con su libro Escritor en los afluentes, ganó los Juegos Florales de Tegucigalpa 2013. Antes, en 2009, su poemario Libro de exilio, obtuvo el Premio Nacional PUCP. Tiene 10 títulos publicados a la fecha. Alguna vez declaró que “lo más bacán de la poesía es que se puede entender, no por lo que dicen las palabras, sino por lo que del conjunto, incluido los silencios, se extrae; a pesar de que la poesía habla de cosas incomunicables”.

DAVID JIMENEZ (Lima, 1980) Miembro del grupo poético sanmarquino Club de la Serpiente, que publica la plaquette Horrísona. Cerró el 2013 con su libro Perturbatorio, antes que perturbador, interesante y algo inquietante conjunto de 16 poemas. Como para no perder de vista a este poeta debutante con una sabiduría propia en cuanto a las desbordantes formas de asumir el hecho poético, ha escrito el crítico Víctor Coral.

LUIS LA HOZ (Barrios Altos, Lima, 1949) Poeta, editor y promotor cultural. Ha publicado: Ángel de hierro (1984), Los setenta (1985), Los adolescentes (1987), El antiguo ardor (1993), la antología personal Oscuro y diamente (1998), Los poemas de Federico (2003), Una flor amarilla (2004), Geografía inútil (2006) y Cosa de nadie: 100 poemas (2010), entre otros. “Extrañamente mi poesía se ha ido condensando en el tiempo. Mis primeros libros son de versos amplios. Pero siempre he sentido que había una intención de economía, de limpieza, de evitar el ripio. Y resulta que los tres últimos libros son tan breves como éste y absolutamente escuetos y económicos y además extrañamente escritos en estrofas, en arte menor, en tercetos, en duetos. Pero sin pretender clasicismo ni nada. Estoy satisfecho. Espero no terminar en el silencio”, ha dicho el poeta.

JUAN CARLOS LAZARO (Lima, 1952) Editor, periodista y poeta, primero. Pertenece a la generación del ’70 y a diferencia de sus pares, su poesía está distanciada del coloquialismo que caracterizó a esta generación

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y cala, más bien, en las fuentes de un hondo lirismo que descubre y revela la realidad individual y colectiva. En 1972 publica un conjunto de poemas que inauguraron las ediciones de mítica revista La Tortuga Ecuestre. En 2007, con su libro Entre la sombra y el fuego, obtuvo el Premio de Poesía Copé. Tiene además otros tres títulos publicados: libros: Las palabras (1977), Gris amanece la urbe del hambre (1987) y La casa y la hojarasca (2001).

GLORIA MENDOZA BORDA (Sollata, Lampa, Puno, 1948) Estudió Letras en la U. San Antonio Abad del Cusco y Educación en la U. San Cristóbal de Huamanga. Poeta desde temprana edad, perteneció al Grupo Carlos Oquendo de Amat, de Puno. Ha publicado los poemarios Wilayar (1971), Los grillos tomaron tu cimbre (1972), Lugares que tus ojos ignoran (1985), El legendario lobo (1997), La danza de las balsas (1998) y Dulce naranja dulce luna (2001). El 2013 fue un año fructífero por la aparición de dos libros más en su bibliografía: Desde la montaña grito tu nombre y Amtasiña, libro que, según R. Gonzales Vigil, incluye una “visión andina de resistencia sociocultural”. Actualmente es profesora en la Escuela Superior de Arte Carlos Baca Flor, Arequipa.

WILVER MORENO TINEO (Ayacucho, 1982) Otro miembro del sanmarquino Club de la Serpiente. El 2009 publica su primer libro Detritos, donde –según la crítica- “el lenguaje limpio permite penetrar en un mundo construido a base de imágenes bien cuidadas, el ritmo interior denota un trabajo que resulta de un adecuado equilibrio entre la emoción y valor de la palabra”. Wilver estudia bibliotecología y ciencias de la comunicación en la Universidad de San Marcos, Se anuncia la pronta aparición de sus dos libros de poesía.

JORGE NÁJAR (Pucallpa, Ucayali, 1946) Publicó sus primeros poemas en la revista Hora Zero (Lima, 1970). Ha publicado Malas maneras (1973). Obtuvo el Copé Oro de la II Bienal de Poesía en 1984, por Finibus térrea, y el Premio Juan Rulfo de Poesía, en el 2001, por Canto ciego. Toda su obra poética hasta 1999 ha sido reunida en Formas del delirio. Gran parte de su obra ha sido traducida al francés. Ha publicado posteriormente Allí donde brota la luz (Bogotá, 2007). En El árbol de Sodoma (Lima, 2007) ha reunido toda su obra narrativa. Al final del 2013 presentó en Lima su novela El alucinado (Ed. Summa, 2013), que es la historia de Pedro Toledano, un poeta de Requena que fuga a París para no ser preso por guerrillero. Escapa de todo, pero no de la locura de amor. Vive en París desde 1977.

MARIO WONG (Piura, 1959) Colaborador de nuestra revista desde su primera época. Reside en París desde 1989. Entre sus publicaciones se encuentran: La estación putrefacta (Poesía, 1985), El testamento de la tormenta (Novela, 1997), Moi, je vis à San Miguel, mais je meurs pour Amalia (Relatos, edición bilingüe, París, 2002), Cuentos Migratorios, 14 Escritores Latinoamericanos en París (Antología, México, 2000), y Su majestad el terrror (Novela, 2009).

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NARRATIVA ZEIN ZORRILLA (Huancavelica, 1951) Escritor entrevistado en el presente número de nuestra revista. Un crítico en la red dice que “el estilo de sus obras aspira a la transparencia del lenguaje y a su mimesis con la materia narrada; característica que permite el lucimiento de las historias de las que se sirve para suscitar experiencias emocionales. Su mundo lo constituyen los Andes peruanos en plena transformación social, la galopante andinización de las ciudades de la costa y el impacto de esos cambios en la torturada y gozosa fauna que es el Perú contemporáneo”.

MARIO GUEVARA (Cusco, 1956) Escritor, Promotor Cultural y Guionista de Cine. Abandonó estudios de Antropología para dedicarse a la literatura. Ha publicado libros de cuentos: “El desaparecido” (1988), “Fuego del sur, tres narradores cusqueños” (1990) “Cazador de gringas y otros cuentos” (1995) y “Matar al Negro” (2003). “Su estilo se inscribe en la tradición de maestros de la narrativa breve como Monterroso, Arreola o Ribeyro, Mario Guevara ha conseguido hacer de la concisión y de la esencialidad sintácticas los rasgos más notables y característicos de su escritura; toda su obra está marcada por esta íntima y continua búsqueda verbal en pos de una oración que pueda articular de manera eficaz y sencilla la visión amargamente irónica que el autor tiene del gran teatro del mundo y de sus protagonistas”, ha escrito Rodja Bernardoni. Desde hace 23 años dirige la revista cultural “Sieteculebras” que va por el número 35.

TRANSVERSAL ROGER SANTIVAÑEZ (Piura, 1956) Estudio Literatura en la U. San Marcos. Y actualmente culmina un PhD sobre Literatura Latinoamericana en la Universidad Temple, Filadelfia, EE.UU., donde además trabaja. Lleva publicado 8 libros de poesía y una selección de poemas de 1975-2005 bajo el titulo Dolores Morales de Santiváñez. Tiene tres libros en prosa, uno de ellos, El Corazón Zanahoria (2002). Pocos como él que han tenido la fortuna de participar en movimientos poéticos últimos de nuestro país. A saber: La Sagrada Familia (1977-79), Hora Zero (1980-1981), Movimiento Kloaka (1982-1984) y Comité Killka (1989-1990). Colaborador de nuestra revista.

MARIELA DREYFUS (Lima, 1960) Reseñamos su biografía en las páginas iniciales que corresponde a Poesía Peruana: Tres Generaciones.

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UNA VISTA A LAS REVISTAS DE LOS PAISES NÓRDICOS

Una reciente visita a Suecia y Finlandia nos permitió conocer publicaciones literarias de estos países nórdicos. Nombres como Glänta (Claro) una revista cultural dedicado a la poesía, ensayo y artes gráficas, con una edición dedicada a la migración forzosa que ocurre en nuestro planeta, en distintos puntos, con textos que se inspiran en este tema. En su presentación nos habla, en forma dramática, de la construcciones de muros que se levantan en varios lugares, y que avanzan como el cerco de la Cerro de Pasco Corporation que novelaba Manuel Scorza. Cuando habíamos creído que con Berlín había caído el último muro que separaba a media humanidad, nos enteramos que Israel construye uno por la Ribera Occidental (Cisjordania). Que en la frontera de Estados Unidos y México también avanza a lo largo de la línea de frontera. Que Arabia Saudita también tiene lo suyo, con un alto muro de tres metros contra Yemen y otra más larga de 90 kilómetros contra Irak. Glänta es editado en Gotemburgo, Suecia, y aparece religiosamente tres veces al año y es dirigido por Goran Dahlberg. Ya en tierras finlandesas, encontramos tres publicaciones. Una de ellas, Kirjo (Espectro), una revista literaria y cultural dirigida por Jussi Rusko y Erkki Kiviniemi, aparece desde el 2000, cuatro veces al año. Y se precian de haber publicado en sus páginas poesía del Tíbet, Dinamarca, Suecia, Hungría, Francia, Islandia, Estados Unidos, Portugal y la nación Sami, grupo indígena europeo que, como muchos otros pueblos originarios del mundo, lucha contra la discriminación, por el rescate de la identidad y la cultura y, sobre todo, por el respeto a su territorio. El territorio sami se extiende por Noruega, Suecia,

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Finlandia y Rusia, tiene su propio idioma, cultura e identidad. En el primer número del 2014 publican poesía y textos de Markuu Into, Leena Kulmala, Tero Tahtinen, Risto Suvanto y Ville Lahde. En un formato especial, mitad oficio, encontramos Tuli & Savu (El Fuego y el Humo), revista de poesía, en un número doble 77 & 78, bajo la dirección de Tina Lehikoinen, Jouni Teittinen, Pauli Tapio y Vesa Rantama. La poesía en relación con el trabajo y la violencia, motiva un largo editorial y textos poéticos de 27 autores. “Hay una relación estrecha y fundamental”, dicen los editores. “La poesía es la obra del poeta. Ningún autor puede eludir el hecho de que un poema requiere de un largo plazo en el que se va armando y desarmando palabras, imágenes, sonidos y una lengua donde alojarse. La escritura es lenta, y los poetas más rápidos tienen que pisar freno porque la poesía no es un bólido en la pista. Hay poemas sueltos que pueden, de hecho, ser producto de una inspiración repentina, pero rara vez podrán recoger toda la historia. Los lectores de poesía nunca podrán entender cómo algo aparentemente pequeño como un poema puede permanecer en el tiempo y puede ser leído o declamado, verso a verso, una y otra vez. La poesía es un trabajo de neuróticos disfrazados”, sentencian nuestros amigos finlandeses en un texto editorial de largo aliento y, con las limitaciones del traductor de Google, logramos vislumbrar como muy interesante. Precisan, más adelante, que para el capitalismo el proceso de escribir poesía no es un tiempo productivo, no mueve dinero, por lo que está excluido del mercado, de ahí que en librerías es muy difícil encontrar libros de poesía cuando tenemos generaciones de poetas que escriben y publican con frecuencia y vigor. Ya casi al final indican que “el trabajo del poeta es pivotar el lenguaje lejos de lugares comunes y rompiendo lo rutinario”. Buena lección. El anaquel de la librería finlandesa estaba lleno de publicaciones culturales y de arte, sin saber ni leer el idioma finlandés, escogimos a ciegas estas tres revistas, y la tercera es Presens (Nr. 2, 2014, tidsskrift for kultur och litteratur) revista de cultura y literatura, dirigida por Heidi Von Wright. Para sorpresa es una revista en idioma sueco nacida en las aulas de la Universidad de Helsinki, por estudiantes de Literatura y Filosofía, allá en el 2010, y aparece cuatro veces al año. En el número que tenemos a mano está dedicado al “dentro y fuera”, al “interior y exterior” que hay en uno, en las cosas, en la vida, en los textos, en el mundo. Lo que está de moda y lo que no es popular. Con Heidi Von Wright hemos iniciado un intercambio de emails y, en el próximo número de Maestra Vida estaremos publicando una muestra de poesía joven finlandesa.

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ILUSTRACIÓN Nº 1 SON LAS 8 Y 40 DE LA NOCHE - LATITUD 40º SUR No joven, desde hoy no las zapatillas, el calzoncillo ni la danza del señor Thomas. Ya no se le rasuren las barbas terribles a Giacometti. O hágalo con sumo cuidado. Y no a los lentes, no a los pantalones del señor Elliot. Quede tranquilo el calato de Pisa en Rapallo, o Venecia. Quede tranquilo el siglo XVIII, el XIX. Son las 8 y 40 de la noche en la latitud de 40º Sur Meridiano de Greenwich que compartimos con Panamá, Colombia, Ecuador, Haití, Jamaica, etc. “Lucia” ha comenzado en el cine Colmena de Lima Vallejo está en una foto. Neruda bajando una escalera y hace mucho duerme Juan Pablo el bizco y Bernardo, el más flaco de los ingleses. Vea joven. Pero Ud. escriba certeza. Esta será la certeza. Alguien debe dejarla en su sitio Sí, usted amigo, por qué no: la luz del canto es nuestro asunto y la nueva belleza es un problema colectivo.


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