Libro: El poder de la esperanza

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Depresión: exceso de pasado injusticia de parte de Cristo llamar a su amigo de nuevo a esta vida triste y hacerlo de nuevo sujeto a la enfermedad y la muerte si Lázaro ya hubiera estado disfrutando de la vida eterna en el Paraíso. Por no hablar de que el cielo no sería cielo si la gente pudiera contemplar los sufrimientos de sus parientes y amigos aquí en el mundo. ¿No le parece? La muerte, que es dejar de existir, es como un “dormir” y, de manera inconsciente, esperar la resurrección. Nada de ir al infierno (ya) o al cielo (ya), ni mucho menos reencarnarse. Hebreos 9:27 y 28 es un texto muy claro: “Así como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después venga el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; pero aparecerá por segunda vez, ya sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan”. Así muchos se preguntan: ¿Dónde y cómo comenzó la mentira de que el hombre no muere? Para esa respuesta, hay que remontarse al libro de los orígenes: Génesis 2:16 y 17; y 3:4. Allí dice que el Creador dejó bien en claro a Adán y a Eva que si pecaban, es decir, si se desconectaban de la Fuente de vida, el resultado sería la muerte. Pero el enemigo de Dios, Satanás, como siempre lo hace, contradijo abiertamente la palabra divina y aseguró a Eva que no moriría en absoluto (mentira que ha perpetuado con la creencia en la reencarnación y las falsas apariciones de los muertos). Al prestar atención a la voz del mal, Eva pecó, Adán pecó, y nosotros heredamos las consecuencias de esa triste elección de nuestros primeros padres. Por supuesto, el buen Dios no nos abandona, en este mundo de pecado, en los brazos de la muerte. La Biblia está llena de promesas relacionadas con la resurrección a la vida eterna de las personas que aceptan el plan de salvación ofrecido por Dios. Textos como 1 Tesalonicenses 4:16 y 1 Corintios 15:51 aclaran muy bien que los muertos en Cristo serán resucitados con cuerpos inmortales en ocasión del regreso de Jesús, no antes o después. Por cierto, otra cosa que la Biblia aclara bien es que nadie va a ser “dejado atrás”. Los que murieron en estado de salvación por gracia serán resucitados y ascenderán al cielo con Jesús, según la promesa de él mismo (S. Juan 14:1-3), y los que despreciaron la salvación permanecen muertos por mil años en este planeta en espera del resultado del juicio de Dios, como así lo explica el capítulo 20 del Apocalipsis. Sí, habrá dos resurrecciones distintas (S. Juan 5:28, 29), separadas por un intervalo de mil años. Lo que determina si vamos a participar en la primera resurrección, cuando Jesús regrese, es nuestra relación con él hoy. Solo en él hay vida eterna (1 S. Juan 5:12; S. Juan 3:16). Y solo conectados a él, como las ramas en el árbol (S. Juan 15:1-9), podremos ser eternos en un mundo en el cual reinen la paz y el amor (Apocalipsis 21:4).

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