Misiones de Chihuahua

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El cacique Cobamaei motor de la rebelión. Sobre este caudillo nos dicen las crónicas: “indio de grande cuerpo y robusto, aunque bien proporcionado, de fiero rostro y horrendo en el mirar y de edad de 50 años”. Vestido con manta azul hasta los pies y las orejas con zarcillos. Advertido el padre del riesgo, pidió seis soldados para que lo cuidaran, pero posteriormente creyendo era una falsa alarma, los regresó a su fuerte de Montesclaros. Llamado el misionero para atender un enfermo, entre los varohíos, en el pueblo de Güilopa, con iglesia dedicada a la Virgen y regresó luego a Chínipas a recibir a un nuevo misionero que le enviaban, el padre Manuel Martínez, y nuevamente ambos regresan a Santa María de Varohíos. Un indio fiel al padre le anticipó que su vida corría peligro, pero los padres no creyeron la noticia. El padre Pascual, al ver que los guazapares amenazantes cercaban el pueblo, pidió auxilio a los de chínipas; pero los varohíos se unieron a los guazapares y empezó el asedio. Quemaron la iglesia y la casa, y lanzando una lluvia de flechas, una dio en el padre Pascual y otra en el brazo y torso del padre Manuel Martínez. Las saetas estaban envenenadas y la muerte fue rápida; después los cadáveres fueron golpeados con macanas y arrastrados, mientras el sol se metía en los cerros el día 1° de febrero de 1632. Un indio llamado Sinemeai, logró evitar que mutilaran y cortaran las cabezas de los padres. Después los chínipas fieles llevaron a los muertos a su iglesia de Chínipas dándoles sepultura, y luego el 14 de febrero de 1632, se trasladaron los restos a Conicari. La venganza del capitán del presidio, don Pedro de Perea, fue una matanza de más de 800 guazapares y varohíos. Las familias cristianas de Chínipas fueron llevadas a Sinaloa. Aún en 1644 el padre José Collante, intentó restablecerlos en su valle; sin lograrlo. Será hasta 1670 en que el jesuita Alvaro Flores de la Sierra consiga restaurar la antigua misión. La construcción de la nueva iglesia y pueblo la llevaron a cabo en 1676 los misioneros Nicolás de Prado y Fernando Pécoro, bajo el nombre de Santa Inés de Chínipas y dándole categoría de cabecera de partido. Durante la visita que el padre Juan Ortiz de Zapata hace a las misiones en 1678; nos dice lo siguiente de Chínipas o Guaropaque, como lo llaman los indios. Informa el padre Zapata: “... el partido de Santa Inés de Chínipas, el cual de nuevo se ha fundado después de haber años que por la inquietud de los varohíos, sus vecinos, se despobló [...] su pueblo

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