Llamamiento y otros fogonazos

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LLAMAMIENTO:Maquetación 1

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miento, tanto en América como en Europa occidental, es una especie de curiosa desesperación que parece serle inseparable, como si todos los participantes estuviesen de antemano convencidos de que su movimiento será aplastado”. Una revista –L’Antenne– describía en 1987 el movimiento estudiantil de 1986 contra la Ley Devaquet en estos términos: “Todo parece darse como si el estado de la sociedad se hubiese vuelto extremadamente favorable al surgimiento de movimientos callejeros que son exclusivamente movimientos de “expresión”, repentinos, espectaculares, enormes y, sobre todo, sin mañana”. Más que otros, los movimientos estudiantiles parecen cargados de esta nefasta idea de movilización, que contiene como su reverso depresivo el necesario retorno a la normalidad. Movilizándose, es decir, descuidando organizarse en la lucha sobre la base de nuestras necesidades, que no solamente son necesidad de dormir y de comer, sino necesidad de pensar, amar, construir, estudiar y descansar, de estar solo o hacer piña, movilizándose, es decir poniendo entre paréntesis todo esto, poniendo entre paréntesis todo lo que nos ata a la vida, despreciando asumirlo colectivamente, nos aseguramos de que vendrá el momento de agotamiento donde cada uno verá en el fin de la movilización un feliz reencuentro con los hábitos abandonados, con las pasiones cruciales, todo ello bajo el infecto signo de lo privado. Al contrario, en el cuidado de organizarse sobre la base de nuestras necesidades se construye, de crisis en movimiento, el partido de la insurrección. 15. En un mundo de flujos, el partido de la insurrección no puede ser otra cosa que el partido del bloqueo, del bloqueo físico de toda circulación mercantil. Pero como al mismo tiempo

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