Copos de Nieve - Nro 44 - diciembre 2014

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Lo admito, mi película nace de un tonto sueño que crece, se vuelve dudas y dolores y se convierte en el fin del mundo. ¿Vale la pena arriesgar la vida por un sueño? Pregunta que me hago por ellos, esos hombres que deciden vivir en el fin del mundo sin la contención de las ciudades y el transporte que nos acerca unos a otros. Pregunta que me hago a mí, que me subo a un barco militar de 50 años y parto a cruzar el océano hacia el continente helado. Y cuando digo "barco" recuerdo mi idea de dicho objeto: un crucero que flota pacíficamente en las aguas continentales; blanco, cálido, estable. El primer día que vi el ROU 04 -buque de la armada uruguaya- comencé a sentir el terror que me acompañó todo el viaje. Terror que fue transformándose a lo largo de los días, dejando de ser miedo a la muerte para convertirse en miedo a la vida. Cañones (el ROU 04 tiene cañones), camarotes minúsculos, baños colectivos, escotillas abiertas al helado viento polar, barreras de seguridad insulsas, motores ensordecedores, pasillos que huelen a combustible y basura, alarmas incomprensibles, dianas que suenan a las 7 am., anclas que rugen en la madrugada avisando que el clima nos obliga a levarlas y salir de la segura bahía antártica a navegar. Y bajo su casco, un océano que cambia de color y se va tornando helado, feroz y mortal. En un comienzo el destino era la Antártica y la película, sus hombres congelados. Partir en este buque era simplemente la forma de acceder al fin del mundo y sus habitantes. Pero al navegar, inmersos en este mundo duro y peligroso, regido por estrictas reglas militares sin aparente sentido, todo empezó a cambiar. ¿Por qué mantener rígida una película que se vuelve ondulada como el océano? www.antarkos.org.uy

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Copos de Nieve - Nº 44 - Diciembre 2014


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