El ultimo grumete de la baquedano

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NADIE puede llegar hasta aquí —dijo Manuel a Alejandro, señal ando un formidable ventisquero que cerraba, de pronto, totalmente el canal, y prosiguió—: Si algún ser humano llegó alguna vez hasta aquí, no habrá pasado más adelante, porque ha creído que el canal termina en el ventisquero; pero más adelante verás el secreto. —¡No olvides que el Oficial del Detalle me dio sólo tres días de permiso! —dijo Alejandro, mientras se acomodaba en la popa de la canoa junto a su hermano. La flotilla de cinco canoas tripuladas por yaganes llegaba a un ventisquero gigante que daba término al tortuoso canal. El Segundo Comandante, en vista de los acontecimientos, había concedido tres días de permiso para que el grumete visitara los dominios de su extraño y aventurero hermano, ya que la corbeta iba a estar anclada una semana en ese lugar. efectuando levantamientos de cartas. Los dos hermanos con alma de aventureros se habían contado sus vidas. Simple y corta la una, larga y accidentada la otra. —¡Es muy difícil escribir desde estos lugares, visitado sólo por uno que otro cúter lobero en e] año! expresó Manuel—. Además, no quería apenar a mi pobre vieja contándole mi decisión. “Vine aquí desde puerto Haberton. Allí los indios eran explotados canallescamente por un ex presidiario que capitaneaba una banda de buscadores de oro, crueles y desalmados. “Tuve una reyerta con ellos, de la cual salí muy herido. Una joven india, la que luego conocerás, y que es mi esposa y madre de’ mis tres hijos, curó mis heridas. “Convencí al jefe de la tribu que viniéramos a estas tierras desconocidas. Los conduje con experiencia y cuando descubrí “El Paraíso de las Nutrias”, como le puse a la región que queda detrás del ventisquero, me nombraron su segundo jefe. Luego murió e] cacique y m designaron para gobernarlos.

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