Biografías escolares. La escuela en la memoria de los alumnos.

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I.S.P. Nº 15 “Dr. ALCIDES GRECA”

PROFESORADO DE NIVEL PRIMARIO PROFESORADO DE NIVEL MEDIO EN LENGUA Y LITERATURA Y MATEMÁTICA

TRAYECTO DE PRÁCTICA I

BIOGRAFÍAS ESCOLARES. LA ESCUELA EN LA MEMORIA DE LOS ALUMNOS.


RECOPILACIÓN DE EXPERIENCIAS Y RELATOS A PARTIR DE

BIOGRAFÍAS ESCOLARES DE ALUMNOS DE PROFESORADO DE NIVEL PRIMARIO Y PROFESORADO DE NIVEL MEDIO DE LENGUA Y LITERATURA Y MATEMÁTICA

 TRAYECTO DE PRÁCTICA I . AÑO 2009 PROF. VERÓNICA REBAUDINO

i


Indice Somos todos iguales pero

ALUMNOS QUE PARTICIPARON

diferentes: la diversidad en la

EN ESTA PUBLICACIÓN

escuela

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 8

36

Las reglas y normas aprendidas en la escuela

43

CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 9

Las trayectorias escolares por los distintos niveles educativos

8

CAPÍTULO 2 Lo que aprendí en la escuela

Maestros memorables

46

CAPÍTULO 10 14

La imagen de los maestros y de los profesores

51

CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 11

Las marcas de la escuela en mi vida

18

Familia y escuela: impactos de una relación necesaria

56

CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 12

Algunos lindos recuerdos escolares y otros… no tanto

22

Sueños del mañana… cuando yo sea maestro

61

ANEXO

64

BIBLIOGRAFÍA

66

CAPÍTULO 5 El recuerdo de la escuela

27

CAPÍTULO 6 Como aprendí en la escuela

CAPÍTULO 7

31


Alumnos que participaron en esta publicación: PROFESORADO DE NIVEL PRIMARIO MELINA CABANQUI PAOLA MONTENEGRO RAMONA GOMEZ ELIANA DÍAZ ELÍAS DAMEVIN ANTONELLA FRANCO ALEJANDRA SANCHEZ BELLO MAIRA FLORITO GEORGINA GALLEGO MAIRA BENITEZ NANCI FERNANDEZ JULIA MACHADO CLAUDIA DÍAZ MARIA CRISTINA GARCÍA GISELLA GRENAT SUSANA AGUIAR SORAYA QUINTANA MAURO SOUSA

BELÉN PALACIO VALERIA GEA ANDREA SOLIS ANA CECILIA ALVAREZ ALDANA VALDEZ FRANCISCA MINUTTI ANTONELLA BUGNON ELENA LEIVA SILMARA ORTEGA STELLA VINZÓN GLADIS STEFANO LORENA MACHADO YAMILA FERNANDEZ GISELA FORT NATALIA SARTOR BEATRIZ MORENO MÓNICA ROLÓN

PROFESORADO DE E.G.B. 3 Y POLIMODAL EN MATEMÁTICA FERNANDO VAZQUEZ PROFESORADO DE E.G.B. 3 Y POLIMODAL EN LENGUA Y LITERATURA MARTA CORIA FRANCISCO CRESPO MARIA TERESA CORIA DAMIÁN VELAZQUEZ EDITH JANKO TANIA VAZ NANCI GUERRA MARÍA FERNANDA MIJNO ELVIRA REVERSAT PAOLA QUAGLIARO

CRISTIAN QUAGLIARO JÉSICA SANCHEZ TELMA MORALES AMALIA SILVA MELISA HOYO DEBORA TRENTO FLAVIA GAUNA FERNANDA MELGAREJO AYELEN BLANCHE


Introducción Este trabajo surge en el ámbito del espacio de Trayecto de Práctica I, de las carreras de Profesorado de Nivel Primaria y Profesorado de Enseñanza Media en Lengua y Literatura y Matemática del Instituto Superior del Profesorado Nº 15 “Dr. Alcides Greca” de la ciudad de San Javier, Santa Fe. Algunas circunstancias particulares confluyeron en la posibilidad de pensar y concretar esta publicación tales como: la implementación del nuevo plan de estudios de la carrera del Profesorado de Primaria, el desarrollo del Proyecto de Mejora Institucional y la participación en el programa del Instituto Nacional de Formación Docente de Visitas al Exterior a la Universidad de Málaga en la línea de “Atención a la Diversidad psicológica, lingüística y cultural de los alumnos” (Año 2008). Desde hace algunos años la propuesta de trabajar con las biografías escolares de los alumnos de la formación docente genera en ellos la posibilidad de revisar su propia historia escolar a la hora de empezar a pensarse como futuros docentes. En este sentido compartimos con Alliaud1 que la biografía escolar es el período vivido en la escuela por los maestros siendo éstos alumnos, constituyéndose en una fase formativa “clave”. Desde este lugar su abordaje resulta enriquecedor para entender el proceso de formación y de práctica profesional. No es simplemente el recuerdo de un maestro o profesor especialmente valorado de la propia escolaridad. Es mucho más que eso, es todo lo que los docentes aprendieron en la misma institución escolar, atravesando por todos los niveles del sistema, a la que regresan o de la que nunca se han ido, aunque posicionados ahora en el lugar del que le toca enseñar. Concretamente, nos estamos refiriendo a lo que los maestros han aprendido “en situación”, en todos los años que fueron alumnos. Es aquello que se vive y experimenta en determinadas circunstancias en las que se producen los aprendizajes de contenidos formalizados. “En realidad cabría hablar de varios procesos o fases de socialización profesional. La primera experiencia profesional que tienen los profesores, que es a todas luces decisiva, es la prolongada vivencia que como alumnos tienen antes de optar por ser profesor y durante la misma preparación profesional. (...). La fase de formación inicial es en realidad un segundo proceso de socialización profesional, donde se pueden afianzar o reestructurar las pautas de comportamiento adquiridas como alumno” (Gimeno Sacristán, 1992). Ferry (1990) concibe la formación como un “trayecto” que atraviesan los maestros y profesores, durante el que transitan por diferentes experiencias e 1

Alliaud, Andrea. “La experiencia escolar de maestros inexpertos”. Biografías, trayectorias y práctica profesioanl. Revista Iberoamericana de Educación. Versión Digital.


interactúan con diversos cuerpos de conocimientos, enfoques y personas. Para el autor, todas estas experiencias son “formativas” y, por eso, la preparación profesional no puede explicarse a partir de una sola de ellas. Según los diferentes autores, en ese largo camino que los docentes recorren en todos los años que son alumnos, interiorizan modelos de enseñanza (Lortie, 1975); adquieren saberes y reglas de acción (Terhart, 1987), pautas de comportamiento (Gimeno Sacristán, 1992); construyen esquemas sobre la vida escolar (Contreras Domingo, 1987); se forman creencias firmes y perdurables (Jackson, 2002), imágenes sobre los docentes y su trabajo (Rockwell, 1985), teorías, creencias supuestos y valores sobre la naturaleza del quehacer educativo (Pérez Gómez, 1997). Todas estas categorías han sido tenidas en cuenta a la hora de proponer a los alumnos la escritura de sus propias autobiografías escolares. En este sentido nuestro trabajo comenzó pensando las dimensiones de la práctica docente2, como una manera de ampliar la mirada acerca de lo que implica este quehacer profesional. Ir más allá del trabajo pedagógico – didáctico del docente en el aula y profundizar acerca de las representaciones que nuestros alumnos ingresantes tienen acerca de la docencia en el inicio de su proceso formativo. A través de relatos imaginados acerca de “un día en la vida de un docente de escuela primaria” o de un “profesor de enseñanza media en lengua y literatura o matemática”, fuimos descubriendo las dimensiones sociales, comunitarias, políticas, gremiales, institucionales, axiológicas, personales, etc. que integran la práctica cotidiana del docente. Luego planteamos la propuesta de trabajar con la escritura de las biografías escolares, estudiando la relación entre la narrativa y la construcción de la identidad3, donde los estudiantes pudieron analizar que nuestra identidad se refleja o se puede dar a conocer a partir de los relatos que hacemos de nosotros mismos. Y que, estos relatos, son diferentes según sean nuestros destinatarios, quienes no leen nuestras historias de la misma manera que nosotros nos escribimos o nos leemos en ellas. A su vez, nuestras historias son contadas por otros: padres, maestros, profesores, amigos, compañeros. La multiplicidad de sentidos e interpretaciones abre un juego en el que nuestra identidad se confronta, se desestabiliza y se transforma. ¿Quiénes fuimos? ¿Quiénes somos? ¿Cómo llegamos a ser, desde lo que fuimos, lo que somos? fueron algunos de los interrogantes que nos motivaron en la búsqueda e indagación sobre las historias personales y escolares. Centramos nuestro escenario en la/s escuela/s por donde los alumnos fueron construyendo su trayectoria escolar, a partir de la creencia que la escuela se ubica, como un punto de intersección, en el que se construyen determinadas visiones y versiones del mundo, pero en el que también se debe dar lugar a la construcción de las propias versiones de los sujetos, a partir de sus historias individuales.

2

Fierro, Fortoul y Rosas (2000). “La práctica docente: dimensiones”. Versión digital.

3

FLACSO (Buenos Aires) http://lt.cwanet.com/latintraining/flacso/class/CURR/curriculumtrece_1d.htm


Intentamos, entonces, ver quiénes son hoy nuestros alumnos de la formación docente, considerando su pasado y ofreciendo una propuesta que se articule con la construcción imaginativa de futuros posibles. También trabajamos sobre la línea que plantea Alvarez Uría en pensar la escuela como constructora de subjetividad, tomando como texto de análisis la vida y la obra de Albert Camus4, la cual constituyó una fuente de reflexión para pensar la relación entre nuestra historia personal y familiar y la trayectoria escolar, encontrando en esta relación puntos de una trama que nos constituye como sujetos “formateados” y, a la vez, como futuros “formadores”. En cuanto al trabajo sobre los docentes memorables, fueron inspiradores los textos de Phillip Jakcson5, Ernesto Sábato6 y Graciela Montes7 acerca de sus experiencias con docentes que dejaron marcas profundas en sus vidas. Finalmente los alumnos comenzaron a escribir 8 y a compartir sus recuerdos y experiencias escolares, muchos de los cuales aparecían casi como “borrados” de su memoria, y que, a partir de esta propuesta, comenzaron a visibilizarse y a pensarse desde otro lugar. En este proceso fue importante la incorporación de nuevas tecnologías al taller, ya sea para la circulación del material de lectura en versiones digitales, para el intercambio de los borradores y su corrección, para la consulta de los alumnos y finalmente para la compilación de todo este material y su difusión. A la hora de pensar en una publicación nos movió la idea de dar a conocer a otros las experiencias que atravesaron y marcaron sus pasos por las distintas escuelas de nuestra zona, escuelas urbanas y rurales, escuelas privadas y oficiales, instituciones de nivel inicial, primario, secundario y terciario o universitario. Las identidades de los alumnos fueron preservadas con seudónimos cuando ellos así lo pidieron para la divulgación de este material. También se resguardaron las identidades de maestros, profesores y los datos de identificación de escuelas tanto en la escritura como en la publicación. La riqueza de la diversidad se hace presente en cada relato. Las voces que escuchamos nos suscitan emociones diferentes. No quisimos interpretar el sentido de cada una de las experiencias ni incorporar a las mismas un marco teórico referencial, simplemente las agrupamos por temáticas que permitan, luego, pensar otras lecturas posibles. Los tópicos que elegimos para agrupar los relatos son los siguientes: -

4

Las trayectorias escolares por los distintos niveles educativos: donde se relatan las experiencias pasadas por los distintos tramos del sistema educativo: nivel inicial, nivel primario

Cfr. Alvarez Uría, Fernando. “Escuela y subjetividad”. Cuadernos de pedagogía. Versión digital.

5 Jackson,

P. “Enseñanzas implícitas”. Amorrortú. Buenos Aires, 2007.

6

Sábato, Ernesto, “Antes del fin”. Versión digital.

7

Montes, Graciela en Pineau, Pablo. “Relatos de escuela”. Paidos. Buenos Aires, 2006.

8

Cfr. Anexo I: Consigna de trabajo para escribir las biografías escolares.


/ Educación General Básica, nivel secundario o polimodal, nivel terciario y/o universitario. -

Lo que aprendí en la escuela: donde se recuerdan los contenidos que se aprendieron en la escuela, tanto lo que tiene que ver con el curriculum prescripto como aquellos otros que entran en el territorio del curriculum oculto.

-

Las marcas de la escuela en mi vida: donde se trabajaron las marcas subjetivas que el paso por la escuela ha dejado en cada uno de nosotros como sujetos portadores de una identidad.

-

Algunos lindos recuerdos escolares y otros… no tanto: donde se relatan anécdotas y experiencias que los alumnos califican como buenas y malas en su aprendizaje en la escuela, desde el lugar de alumnos.

-

El recuerdo de la escuela: donde se plantean los sentimientos que genera, en este momento actual de la vida, recordar la etapa escolar y las emociones que surgen a partir de estas imágenes.

-

Como aprendí en la escuela: donde se relatan las metodologías con que los alumnos recuerdan haber aprendido algunos de los conocimientos o destrezas, tales como leer, contar, resolver problemas, etc.

-

Somos todos iguales pero diferentes: la diversidad en la escuela: donde se relatan experiencias vividas en torno a las diferencias escolares, tanto las que se experimentaron en el propio cuerpo como aquellas que pueden recordar en otros. También se relatan las formas en que los maestros abordaban o no esa diversidad.

-

Las reglas y normas aprendidas en la escuela: donde se trata de visualizar cuál era el encuadre normativo de las instituciones educativas donde se formaron, qué reglas eran impuestas a los alumnos, cuáles eran resistidas y cuáles eran obedecidas.

-

Maestros memorables: donde se rescatan figuras de maestros y/o profesores que por su accionar resultaron memorables en la vida de los alumnos. Se refieren anécdotas, frases típicas y acontecimientos personales que permiten rescatar el recuerdo de estos educadores.

-

La imagen de los maestros: donde se rescatan expresiones que permitan visibilizar la representación social que los alumnos, en su primera fase formativa como docentes, tienen acerca de las prácticas y del oficio de maestros y profesores.

-

Familia y escuela: impactos de una relación necesaria: donde se analizan situaciones de la vida personal y familiar que influyeron en la escuela y también la forma en que la escuela


acompañó, o no, en el tránsito por estos momentos familiares. También se relatan conflictos e interacciones entre padres y maestros. -

Sueños del mañana… cuando yo sea maestro: donde surgen los ideales que los alumnos se plantean para el momento en que ellos mismos sean docentes de escuelas primarias o profesores de nivel secundario, proyectando quiénes quisieran ser y cómo les gustaría lograrlo.

Creo que los relatos generarán en nosotros una multiplicidad de inquietudes para ir descubriendo, reeditando, repensando… para transformar nuestras prácticas cotidianas, donde los maestros que somos o que queremos ser, siguen guardando como un tesoro, los alumnos que fuimos… Coincidimos con Larrosa en que hay que “dignificar la experiencia, reivindicar la experiencia, y eso supone dignificar y reivindicar todo aquello que tanto la filosofía como la ciencia tradicionalmente menosprecian y rechazan: la subjetividad, la incertidumbre, la provisionalidad, el cuerpo, la fugacidad, la finitud, la vida... La experiencia sería el modo de habitar el mundo de un ser que existe, de un ser que no tiene otro ser, otra esencia, que su propia existencia: corporal, finita, encarnada, en el tiempo y en el espacio, con otros. Y la existencia, como la vida, no se puede conceptualizar porque siempre escapa a cualquier determinación, porque es en ella misma un exceso, un desbordamiento, porque es en ella misma posibilidad, creación, invención, acontecimiento…”9. Aquí están las experiencias de nuestros alumnos. Los invito a escuchar sus voces, a compartir sus recuerdos, a emocionarse con sus vivencias, a divertirse con sus anécdotas, a sorprenderse con sus sueños y sus miradas acerca de ese universo tan particular que es la escuela.

Prof. Verónica Rebaudino San Javier, junio de 2009

9 Larrosa, Jorge. Conferencia “La experiencia y sus lenguajes” en http://www.me.gov.ar/curriform/publica/oei_20031128/ponencia_larrosa.pdf


Capítulo

1

Las trayectorias escolares por los distintos niveles educativos.

M A

i primera experiencia con la escuela fue a los cuatro años de edad en un jardín cercano a mi casa. Era muy divertido, ya que mediante juegos, canciones y dibujos aprendía a contar y a escribir mi nombre. Georgina, 18 años

causa de que era muy pequeña, mis padres no me enviaron al nivel pre-escolar. Según ellos, a mi edad no estaba preparada para empezar la escuela. Maira, 19 años

8


C A M

orría marzo… y al fin lo escuché: el lunes empezás la escuela!!! Que alegría inmensa sentí al verme de guardapolvo, bolsita a cuadrillé y corbata roja con mi nombre bordado. Así fue que caminé de la mano de mis hermanos hacia mi jardín. Sofía, 32

años

los 4 años empecé a ir al jardín de infantes. Fue la primera experiencia sin mi familia y lejos de mi casa. Al principio me causo mucho miedo por no saber lo que ocurriría; tantos chicos llorando me hacían pensar que era un lugar malo… Elena, 25 años

i relato comienza un maldito día en que mi mamá me lleva al colegio y me deja solita llorando, con un montón de niños y una mujer que tenía puesto un guardapolvo azul: la señorita. Todos los días llegaba al colegio y lloraba, lloraba. Un día asistieron al colegio personal del hospital a vacunarnos contra la varicela, les costó tanto llevarme hasta la salita donde nos vacunaban. Yo lloraba y pateaba, la seño y la enfermera no pudieron solas y tuvieron que llamar a las porteras para trasladarme. Pobres, hice tanto lío y la vacuna ni me dolió. Francisca, 18 años

R

ecuerdo que tomada de la mano de mi mamá, estaba algo asustada en un rincón esperando que algo me indicara que debía entrar a mi salita. Era espaciosa, muy bien iluminada con una gran pizarra al frente. Sus paredes estaban adornadas de grandes carteles de muchos colores, sus bancos eran de tamaño pequeño de color verde. En el fondo de la sala había un gran armario lleno de lápices, hojas, libros de cuentos. A su lado había un espacio de juegos de muñecos de tela, ladrillos de plásticos, una caja llena de juegos… Tania, 18 años

N

o recuerdo mucho del Nivel Inicial, solo algunas cosas, como por ejemplo que me costó mucho integrarme al grupo ya que mis compañeros estaban juntos desde el jardín y yo ingresé en pre-escolar y era del campo. También recuerdo a la señorita porque gritaba mucho. Otro recuerdo es el peinado que me hacía mi mamá: una super cola tirante que casi no podía mover la cabeza. Recuerdo las mesas y sillitas bajitas de colores verdes y rojos. También había una cama chiquita y muchas muñecas que me gustaban tanto porque yo no tenía muchas en mi casa. Karina, 29 años.

C C E L

reo que el nivel inicial me sirvió para introducirme al ámbito educativo, de tal manera que no me parezca violento, o por decirlo de otra manera, que no parezca una avalancha de conocimientos que me pasaba por arriba. A su vez para aprender a usar algunas herramientas nuevas: tijera, punzón, lápices, crayones, plastilinas, etc. y valores: higiene, compañerismo, respeto. Fernando, 25 años uando comencé el 1° grado me sentía rara porque no había ido al jardín, pero igual no tuve ningún inconveniente porque en casa mi mamá me enseñaba a escribir mi nombre, a pintar y muchos otras cosas, esta escuela era muy linda, conocí muchos amigos, y los maestros eran muy buenos, aprendí mucho. Luli, 18 años. n la primaria recuerdo que, a pesar de haber cursado el nivel inicial, me costó bastante la adaptación a un nuevo año, con diferentes compañeros, pero sobre todo con una nueva maestra. Me sentía con miedo y muchas inseguridades. Al cabo de un tiempo me fui adaptando. Nanci, 26 años legó el cambio a la escuela primaria: cambio de guardapolvo, la ilusión de llevar mochila, cuaderno y las miles de preguntas: ¿cómo serían las maestras?, ¿jugaré? ¿tendré nuevos amigos? Y realmente todo cambió. Ya no jugábamos, no teníamos

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juguetes en la salita, los bancos ubicados unos detrás de otros… Nanci, 19 años

P A A

ara mí el primer año de la escuela primaria fue bastante difícil: por ser otra escuela, otra forma de enseñanza, el aprendizaje de reglas, conocer la palabra “prueba”, las señoritas con guardapolvos diferentes de color blanco, ver chicos/as de todas las edades en el recreo y muchas asignaturas. Antonella, 19 años. lgo llamado primer grado: el primer día fue muy nuevo para todos. Tendríamos que usar otro guardapolvo de color blanco con dos bolsillos de lado y uno más arriba cerca del pecho, del lado izquierdo, y una señorita nueva. Era muy linda: rubia, delgada, distinguida y con una sonrisa de cachete a cachete. Mauro, 19 años los 6 años de edad comencé el primer grado en una escuela rural. Desde aquel entonces y durante siete años consecutivos recorría unos 7km. aproximadamente para llegar a clases, entraba a las 8hs. de la mañana y salía a las 16hs de la tarde. Los motivos por los cuales mis padres decidieron mandar a mis hermanos y a mí a esa escuela, tienen que ver con una cuestión práctica ya que ambos trabajaban, mi madre era empleada doméstica y mi padre changarín y en tiempos de cosecha solían juntar algodón. Melina, 30 años

E L L

l nivel primario lo cursé en una escuela rural hasta sexto grado. La modalidad era plurigrado, debido al número escaso de alumnos y la falta de salones. Los tres primeros grados los hice en el mismo salón y con el mismo maestro. No teníamos horas especiales. Las disciplinas básicas eran: matemática y lengua. Desarrollábamos actividades manuales, recreativas, lectura variada de cuentos, representaciones. Flavia, 23 años as maestras me decían que era muy aplicada y que me gustaba ayudar a mis compañeros. Ellas notaron mi interés y después de terminar mis tareas me nombraban su asistente. Para mí serlo era algo grandioso. Xiomara, 18 años

a primaria para mí fue una lucha porque estando yo en cuarto grado no sabía leer y no sólo la lectura, sino que también la matemática: me costó un montón aprender. Y para empeorar un chico en específico, que era un grandote peleador, me pegaba a la salida de la escuela. En este momento estábamos en crisis en casa. Yo recuerdo que cuando mi hermana mayor quería enseñarme, yo lloraba. Al no tener esos conocimientos básicos para cuarto año, repetí. Al repetir perdí a mis amigas que eran muy importantes para mí porque me sentía protegida por ellas. Rebeca, 19 años

L

as clases de la maestra Estela eran las que más me gustaban, porque nos explicaba con un tono de voz suave y pausada, con ejemplos simples y concretos para que entendiéramos mejor. En poco tiempo encontré mi espacio favorito, la biblioteca, en el recreo más largo ese era mi lugar, entraba allí y me pasaba unos instantes frente a los ventanales de donde se veía el patio de atrás, lleno de árboles con pájaros volando y trinando, luego buscaba un libro, ya sea un cuento o una novela y me sentaba a leer hasta que tocaba la campana y finalizaba el recreo. Podía transportarme y dejar volar mi imaginación, lejos del ruido, los gritos y el correteo de los chicos en el recreo. Brisa, 25 años

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C

ursé la primaria en una escuela de campo, muy humilde, donde regía mucho el orden por sobre todas las cosas, y la enseñanza era básica, una especie de aislamiento total, a 10 km de la ciudad, y donde no te inculcaban seguir estudiando, sí para que terminarás el nivel! Luego cursé la secundaria en San Javier. Fue toda una tortura, toda una tormenta. Los chicos hablaban fuerte, en grupos, parecía que todos se conocían. En cuanto a los contenidos hacían repasos de cosas que yo no había visto… me costó mucho. María Teresa, 22 años

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ice la primaria en una escuela rural, donde muchas veces por situaciones climáticas no se podían dictar clases normalmente. El secundario lo comencé en una escuela técnica. La primer semana quería abandonar todo, porque escuchaba que mis compañeras comprendían sin problemas y es como que yo era la única que no comprendía… Marta, 20 años omencé la secundaria con muchas ganas pero a la vez tenia miedo, éramos un grupo de amigas que nos anotamos en esa escuela, pero no nos tocó en el mismo salón, nos separaron me acuerdo que el primer día estaba re nerviosa porque no conocí a nadie pero enseguida encontré compañeros muy buenos y amables. Por otro lado tenia miedo porque eran muchas materias las que tenia en la secundaria, pero con el tiempo las fui superando muy bien, pero luego con el pasar de los años no le daba mucha importancia al estudio y empecé a llevarme materias, y eso no le gustaba mucho a mi mamá y tuve que ponerme a estudiar porque me prohibía muchas cosas que a mi me gustaban, entonces no me quedaba otra que ponerme a estudiar y no llevarme ninguna materia. Luli, 18 años

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na vez finalizada la escuela primaria en el campo, nos mudamos aquí a San Javier para que mis hermanos y yo podamos seguir nuestros estudios sin ningún tipo de problemas. El primer año que empecé a cursar este nivel fue muy duro, porque el cambio de una escuela rural a una de la ciudad era notable. La enseñanza era muy distinta y avanzada, por lo que me costó adaptarme, sobretodo a nuevos contenidos, a los exámenes, a los trabajos prácticos, a las lecciones orales, a las exposiciones, a la gran carga horaria. Era todo nuevo para mí. Mis compañeros tenían muchos prejuicios, me dejaban de lado y mucho tiempo estuve sola. Maira, 18 años

C E L C

omencé el secundario y no me llamaba la atención y abandoné. Al año siguiente no fui, empecé el otro año y me gustó. Cristina, 26 años

mpecé la secundaria. Todo había cambiado, empezando por tener un profesor por cada asignatura. El ritmo de estudio al que estaba acostumbrada sufrió un cambio muy significativo. Los trabajos prácticos y las fotocopias se hicieron cosas de todos los días. Brisa, 25 años a secundaria fue una Babel, porque fue un desorden para mí como experiencia; de la secundaria a la primaria hay una brecha tan grande que a uno lo hace sentir que habla de otra forma. Es un choque entre jóvenes entrando a la adolescencia. Rebeca, 19 años

uando comencé la secundaria, recuerdo el sorteo para armar las divisiones, las expectativas de ingresar a un nuevo establecimiento escolar, el miedo a que me separen de mi grupo de amigas. Se venían muchos cambios con respecto a la escuela primaria que dejaba atrás. Sofía, 32 años

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L E C

a secundaria, como toda etapa de la escuela, era difícil, tanto adaptarse a una nueva institución, como aprender cosas nuevas: conocimientos, horarios, responsabilidades, compromiso. Como todo: “para triunfar hay que estudiar”, si no finalizas la primaria, no pasas a la secundaria, no podés realizar un nivel terciario, el cual en este momento estoy cursando. Georgina, 18 años

l secundario fue una etapa de complicaciones en el aprendizaje, por los contenidos. El primer año no conocía a nadie de mis compañeros, pero después de unos días ya me armé mi grupo de estudio. En ese año tuve varios desencuentros con algunos de mis compañeros por razones tontas: quien era más inteligente, las notas altas o bajas. Mauro, 19 años onsidero que en la escuela secundaria gran parte de mi vida y personalidad se desarrollaron, tuve una excelente formación académica y humana brindada por un grupo de docentes comprometidos con la institución y los alumnos, no todos, pero sí la gran mayoría. Mientras estudiaba la secundaria se dio la posibilidad de estudiar el Profesorado de Folklore… Pude perfeccionarme a nivel artístico, sumando experiencia práctica y teórica en el arte de la música y la danza. Damián, 22 años

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n primer año polimodal me llevé seis materias por andar de “vaga”, pero estudié y logré pasar a cuarto. Creo que me salí de carril por las amistades que tenía, no les gustaba estudiar. Débora, 22 años

a mitad de la Secundaria la curse en una Escuela Rural con el sistema de E.G.B (7º,8º y 9º), el aprendizaje en estos tres años fue variando porque mi docente solamente se basaba en los cuadernillos que el sistema educativo le envía para trabajar esos años, muy pocas veces recurría a libros que pudieran mejorar esos contenidos, en estos años tuvimos también profesores itinerantes que venían cada 15 días, es decir ellos también nos daban clase y nos preparaban para cuando terminemos 9º pudiéramos seguir estudiando la otra mitad de la secundaria en una escuela en San Javier. En estos años de cursado también algunos docentes realizar distintos tipos de trabajo de campo (hacer huerta) y trabajo educativo con sus alumnos (investigación sobre que se trabaja en ese sector). La otra mitad de la Secundaria la curse en una escuela en San Javier (1º,2º,3 polimodal), en 1º Polimodal, ese año fue el mas difícil porque hubo un cambio social y cultural en mi, otra forma de pensar y ver las cosas, tenia nuevos compañeros a los cuales debía integrarme, nuevos profesores que cada uno daba una materia diferente, cargas horarias y contra turnos a lo cual tuve que adaptarme rápidamente. Elías, 19 años.

A M

l secundario lo tomé más como la incorporación de conocimientos un tanto más avanzados y necesarios para la preparación y formación que requería incorporarme luego a un nivel terciario. Yamila, 19 años

i paso por la Universidad fue cuando terminé 5to año. Me fui a Santa Fe a estudiar Licenciatura en Terapia Ocupacional… Era todo un desafío, un cambio porque me tenía que ir a vivir sola, lejos de mi familia, convivir con otras compañeras y eso estaba bueno. La facultad implicaba mucha responsabilidad y estudio… Pese a que me iba muy bien, por un problema personal, volví a San Javier. Al año siguiente me anoté en el Instituto de San Javier para el profesorado de Historia… Me faltan dos materias para recibirme… Hoy estoy estudiando el profesorado del Nivel Primario porque creo que la educación es el futuro, es ayudar a las personas desde otro lugar, poner mi granito de arena. Karina, 29 años

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C

ursé Ciencias Económicas en la Universidad en Santa Fe. Hice tercer año de la misma pero no logre terminar mi ciclo porque me di cuenta que no cumplía con mis objetivos para mi vida profesional. El poco tiempo que transcurrí en la misma me demostró un mundo diferente a lo anterior aprendí a ser más independiente a tener más libertad, pero con conducta normas que cumplir sin olvidar mis obligaciones. Con respecto a la enseñanza se profundizaban mas afondo en las materias, nos preparaban para ser profesionales, el ritmo de los estudios era más estricto, teníamos más responsabilidades, el comportamiento era más adulto. Mónica, 23 años

E

n cada uno de los niveles correspondientes a cada institución educativa por la que transité fui provisto de valores, actitudes y aprendizajes de toda índole. Así tanto el jardín de infantes, la primaria y la escuela secundaria, fueron desde mi punto de vista instituciones educativas reguladoras del comportamiento de cada uno de sus alumnos. Incluso considero que actuaron como una fuente de la cual yo pude optar por obtener o no lo que se pretendía lograr en cada uno de nosotros. Todos estos años de escolarización han sido muy importantes ya que mediante las constantes incorporaciones y cambios que sufría la estructura de los grupos de los que alguna vez forme parte, fui conociendo a personas con las cuales he establecido vínculos de amistad muy profundos. He logrado aprender de ellas para potenciar lo bueno del trato con la gente y rechazar las experiencias negativas que pueden ocurrir. Cristian, 18 años

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Capítulo

2

Lo que aprendí en la escuela…

A

prendí tanto en jardín como en pre-escolar hábitos de convivencia, a lavarse las manos antes de comer, cepillarse los dientes después de cada comida, aprendía a compartir juguetes, libros y hasta la merienda. Aprendí hábitos de integración, de solidaridad, de respeto hacia mis compañeros como así también hacia la institución escolar. La seño me enseñó a escribir mi nombre sobre líneas de puntos, que nos servía para “ablandar la mano” y así manipular sin ningún problema el lápiz. Sofía, 32 años

E

n el nivel inicial nos acostumbramos a estar lejos de los padres sin hacer berrinches, a lograr establecer relaciones con otros niños, a reconocer los colores, formas, dibujar árboles, los animales, a jugar y compartir con los demás, también buenas costumbres como lavarnos las manos antes de tomar la leche y después jugar afuera, a cepillarnos los dientes después de cada comida. En la primaria nos enseñaban a leer y escribir, a no tener errores de ortografía, a sumar, restar, dividir, multiplicar, entre otros cálculos, la historia de nuestro país, las células del cuerpo humano, animal y vegetal, a pintar con colores, fibras, témperas, a recortar por la línea. También inglés. Elena, 20 años

E

n la escuela primaria aprendía a conocer las letras, los números. Recuerdo que para enseñarnos las letras nos hacían hacer varios renglones de rulitos, de “viboritas” para que vayamos aprendiendo a unir una letra con la otra. Nos enseñaban las vocales, el abecedario… siempre con figuras con la que empezaba la palabra, por ejemplo: e de elefante, p de pelota. Nos enseñaban a contar con fichitas, fósforos, palitos y otros elementos que nos servían para aprender a sumar y restar. Luego nos enseñaron a dividir, multiplicar, los verbos,

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los sustantivos, cosas cada vez más complejas. En la escuela me enseñaron que San Martín cruzó Los Andes en un caballo blanco, que el Cabildo era de color amarillo, que el 25 de mayo de 1810 llovía, que Sarmiento nunca faltó a la escuela… todo esto después, de grande, me di cuenta que no era así… Nanci, 26 años

E N

n Ciencias Sociales me gustaban las historias de héroes y patriotas, los desfiles eran toda una fiesta. Los numeritos de las fiestas escolares me gustaban porque me tenía que disfrazar de negrita, dama antigua, bailar el pericón, el carnavalito. También aprendí en los viajes que realicé en la escuela primaria: a las ruinas de Cayastá, a Entre Ríos (al palacio San José de Urquiza), a Córdoba en 7mo grado. Karina, 29 años os enseñaban a rezar, ir a misa, creer en Dios, a tener fe, aprendí cosa nuevas, conocimientos nuevos, conocí mejor a mi cuerpo, como funciona por medio de la materia Ciencias Naturales, aprendí a sumar, restar, dividir y multiplicar, a resolver problemas. En el secundario mis conocimientos iban avanzando paso a paso, ya no nos dirigíamos a los docentes como maestros sino lo llamábamos profesores, nuevos amigos, historias de vidas diferentes. Descubrí el interior del territorio argentino, aprendí a estudiar, a pensar, calcular, trabajar en grupos, las exigencias eran mayores, había más compañerismo, todo era distinto y novedoso. Mónica, 23 años

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uve una docente que nos daba la materia Actividades Prácticas. Era una religiosa del colegio, exigente, como no conocí otra, pero con ella aprendí a coser, a bordar, a tejer, a pirograbar, a cortar telgopor, a punzar, a rellenar almohadones, a enhebrar y hacer rosarios. También aprendí a cuidar los materiales, a valorar, a respetar mi trabajo y el de los demás y algo muy importante es que nos enseñó a crear y fue la creatividad la que jugó un factor fundamental en mi vida laboral. María Fernanda, 37 años

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l viaje a Mar del Plata en 7mo grado, fue una gran experiencia. La primera vivida fuera de casa y lejos de mis padres. Fue toda una noche de viaje y al llegar vimos el amanecer reflejado en el mar, las olas se golpeaban en las piedras, era como una película con la diferencia de que estabas ahí. Era la primera vez que veíamos el mar, ni siquiera sabíamos que era el agua salada. Luego de paseos, visitas y diversiones, volvimos a casa con una experiencia inolvidable. Elena, 25 años

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e sirvió ir tantos años a la escuela porque gracias a la educación brindada por profesores y maestros obtuve distintos conocimientos, hice amistades, aprendí cosas hermosas, sobre todo me sirvió para darme cuenta de que sin aprendizajes ni conocimientos, el ser humano no puede estar totalmente formado para tener un buen futuro. Luli, 18 años n el nivel secundario había reglas, exigencias obligatorias, distintas formas de estudiar. Teníamos que agilizar la memoria, aprendí diversos conocimientos de la Argentina. Tenía catorce materias, como también más profesores. Cumplía con una rutina y horario para cada tema, tenía que tratar respetuosamente a profesores y directivos. Aprendí a ser consciente de los conocimientos que adquiría, a tomarlos como herramienta para desenvolverme en mi entorno social y estar en condiciones para seguir una carrera profesional. Beatriz, 19 años

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a profesora de inglés en el secundario no daba la clase para todo el curso, sino para unos pocos que iban a la “academia” y ya sabían inglés, mientras el resto de los alumnos mirábamos atónitos mientras la profe y sus alumnos de academia parecían hablar en chino. Brisa, 25 años

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n la secundaria teníamos una materia llamada Microemprendimiento, en la que éramos un grupo de doce alumnos encargados de la administración y venta de publicidades de la revista escolar, junto con la coordinación de un grupo de profesores. Quisiera destacar de ésta experiencia el trabajo grupal que realizábamos. Si bien tuvimos muchas discusiones entre nosotros logramos ponernos de acuerdo gracias a una profesora, que era la encargada de la materia. Con ella aprendimos a trabajar en grupo, apoyándonos y ayudándonos entre nosotros. Maira, 19 años.

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n mi paso por la revista escolar de la escuela secundaria pude conocer un poco como es la vida de un periodista, hacer entrevistas, transcribir el texto a la computadora, corregirlo, elaborarlo y sentir la emoción tan linda de verlo publicado y que mucha gente lo lea. Débora, 22 años n la escuela técnica aprendí algo fuerte y hasta raro para algunos. Es el hecho de la confianza, hay trabajos que son riesgosos y uno pone su vida en las manos de sus compañeros, al mismo tiempo entra en juego la responsabilidad y el hecho de saber que una imprudencia puede ser fatal. Aprendí a realizar instalaciones eléctricas, soldar, manejar tornos, etc. Con estos saberes pude pagarme muchas cosas y a su vez ayudar a mi mamá. Fernando, 25 años

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l paso por la escuela me enseñó a organizarme en el tiempo y en el espacio, el aprender a tener un ritmo de vida, acomodar los tiempos entre la escuela y las cosas en mi casa, el tener que ponerme a estudiar, el hacer los trabajos prácticos. También poder estar en sociedad e interactuar con otras persona de mi edad o menores y en otros casos mayores que yo, escuchar otras formas de pensar, de ver la vida. Además el poder tener hoy un título y poder seguir capacitándome, aprendiendo nuevos hábitos y formar parte de una sociedad que lucha por lo que cree y, lo más importante, a tener un proyecto de vida. Mónica, 36 años

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n el secundario profundizamos muchos temas, me enseñó a leer más analíticamente los textos, a trabajar grupal e individualmente, a exponer en forma oral y frente a los compañero, a exponer nuestras opiniones y ver las diferentes formas de opinión de los demás, a ver las cosas desde otra perspectiva, a ver muchos errores, a realizar trabajos bibliográficos y monográficos. Le dediqué más horas al estudio, a resumir, hacer cuadros sinópticos, a leer con más atención y más analíticamente. Esto gracias a las profesoras tutoras y a su enseñanza de las técnicas de estudio. Ayelén, 19 años

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os profesores te enseñan de la vida. Por ejemplo, como comportarnos delante de personas, cómo hablar y expresarnos adecuadamente, aunque supuestamente ya lo tendríamos que haber aprendido en nuestros hogares, pero a veces no te llega tanto la enseñanza. Ana Luz, 20 años a oportunidad que tuve de integrar diversos grupos de administración, proyectos de gestión de microemprendimientos y otras participaciones interinstitucionales. Esto me inculcó hábitos, y me enseñó a ser responsable y atento a cada parte del trabajo que se me asigne, siempre tratando de encontrar en cada uno de ellas un resultado que sea beneficioso para mí y los demás. Cristina, 18 años l poder cambiar el mundo es algo que aprendí en la secundaria. Recuerdo cuando estaba cursando segundo año, existían problemas edilicios menores en el salón, pero nadie hacía nada para cambiar eso. Teníamos un pizarrón muy viejo, deteriorado, sus

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tablas estaban rajadas y la pintura ya casi no existía, por lo cual no se distinguía bien la tiza. Uno de los profesores vio esta situación y nuestras quejas constantes, y nos dijo: “Tenemos dos opciones: o nos seguimos quejando, o nos ponemos a hacer algo para mejorarlo”. Respondimos: “¿Cómo? No tenemos dinero ni herramientas, no sabemos arreglarlo ni nada”. “Entonces – nos dijo – vamos a darle solución a eso para poder solucionar lo otro. Hagamos un beneficio y con lo que ganemos tratemos de arreglar el pizarrón”. Esta experiencia nos pareció sumamente interesante pues hubiese sido más sencillo seguir quejándonos como hasta entonces, sin embargo con voluntad y organización logramos cambiar el pedazo de mundo que compartíamos en la escuela día a día. Damian, 22 años

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Las marcas de la escuela en mi vida …

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as marcas que ha dejado en mi persona el paso por la escuela fueron: el aprendizaje, el aprender a respetar a mis compañeros y profesores, desenvolverme en sociedad, saber que tenía responsabilidades y que debía cumplirlas, respetar horarios, asistir todos los días a clases, cumplir con mis tareas, saber que siempre había un tiempo para todo. Con esto pude darme cuenta que todo ser humano tiene obligaciones, derechos y deberes que desarrollar a lo largo de su vida… Por ejemplo, hoy que tengo un trabajo y tengo que cumplir horarios y obligaciones sé como hacerlo gracias a la educación que recibí en la escuela. Agradezco haber tenido la posibilidad de ir ya no todos tienen el privilegio de asistir aunque es un derecho. A veces surgen inconvenientes familiares o diferentes razones que dificultan el paso por la escuela. Nanci, 26 años.

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i paso por la escuela me ha marcado mucho: el poder ver a las docentes que me enseñaban, desde el abecedario, los números, la lectura, escritura y principalmente el poder aprender a escribir mi propio nombre, eso es algo que

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mis padres no podían hacer. Para mi eso fue un privilegio: el ver que no era solo el trabajo de campo de mi papá y el de ayudar a mi mamá con la limpieza de casa o el de ir a juntar algodón con ella, yo tenía a mi alcance el poder cambiar las cosas. Para mí no ha sido fácil pero tampoco imposible, es tanto el arraigo que tengo con la escuela que a mis hijos le predico todo el tiempo que es importante estudiar, que sin estudio no se puede seguir que lo único que queda es encerrarse en el trajo de campo, algo que tengo por insalubre. Mónica, 36 años

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a socialización que te da la escuela te sirve para manejarte en la vida cotidiana. Creo que me ha servido ir tantos años a la escuela porque en la mayor medida me ha preparado para la vida, yo creo que le debo a la escuela ser la persona que soy. Karina, 29 años as marcas que ha dejado en mi persona el paso por la escuela fueron el respeto, la solidaridad, el compromiso, la responsabilidad, el entusiasmo, entre otras. Ir tantos años a la escuela me ha servido mucho, porque como dije antes, creo que si no fuese por la escuela hoy no sería una persona organizada, responsable, comprometida, no hubiese haber hecho de tantos conocidos o amigos; y sobre todo si no hubiese haber ido nunca a la escuela, en este momento no podría estar estudiado la carrera que me gusta o estar trabajando en un comercio, como lo estoy haciendo ahora. Natalia, 18 años

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a escuela, en general, me ha transformado en mi vida cotidiana, ya que se convirtió en una rutina. En cuanto al tiempo que permanecía dentro de ella, me transmitió saberes específicos pero también valores esenciales, respeto, compañerismo, comprensión, formas de conducta, estrategias de aprendizaje y mucho más me ha servido en gran medida porque bajo ningún punto de vista existe comparación entre el antes y el después de formar parte de una institución educativa. Tania, 18 años

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on tantas las marcas que ha dejado la escuela en mi persona que las defino en estas palabras: “Porque soy la que soy Al final es por la escuela Muchos seres como nosotros Haremos cosas pequeñas que cambiarán el mundo Vivir, sentir, amar Escuela y libertad Educar no es dar carrera para vivir Sino templar y valorizar el alma Escuela no es perder el tiempo Sino prepararnos para las dificultades Que nos dará la vida”. Eliana, 20 años

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l paso por la escuela permitió en mí el desarrollo físico, porque el cuerpo fue sufriendo cambios en el transcurso del tiempo y me tuve que ir adaptando. En el desarrollo mental, desde los conocimientos y pasar por varias experiencias de enseñanzas de contenidos y de experiencias de la vida de todos los días, de mi familia y de la sociedad en general. En el desarrollo psicológico, porque aprendí a valorar y a valorarme, porque me sentía frustrada y de chica tuve algunos traumas por la separación de mis padres. En el desarrollo espiritual, porque pude encontrarme conmigo misma y aprendí a quererme. Valeria, 26 años

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on cierta intensidad aflora en mis recuerdos cuando me encontraba en cuarto grado y una maestra se quejaba mucho de mí, acerca de que hablaba mucho. Cierto día me pegó una cinta adhesiva para que dejara de hablar. Me tuvo en esa situación por varias horas hasta que tocó la campana del recreo. Este hecho fue tan funesto para mí que hoy lo relaciono como la causa directa de que me cueste tanto levantar la mano y opinar o preguntar algo en clases. Siento que me marcó fuertemente. Andrea, 24 años

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l paso por la escuela ha dejado grandes marcas en mí. Creo que la carga horaria dentro de ella ha sido desencadenante de varias vivencias alegres y otras, no tan alegres. Tal vez el querer ser una buena alumna y tratar de ser reconocida en mis pequeños logros han hecho de mí una persona que no exactamente quiere ser la mejor, pero que si trata de cumplir siempre con sus objetivos. Me he formado como una persona que le teme mucho a los prejuicios y me dan un poco de miedo. También el hecho de tener algún día alumnos discriminados o excluidos, que esto les afecte y no notarlo. Yamila, 19 años

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in duda el paso por la escuela deja marcas y huellas profundas. Siempre sentí mucho entusiasmo de asistir a la escuela. Esta me sirvió para muchas cosas: aprendí valores, coseché amigos, respeté horarios, aprendí a hablar cuando me toca el turno, los hábitos de cortesía, a convivir y a compartir con mis compañeros, a ser extrovertida, a ayudar a los demás. María Fernanda, 37 años l paso por la escuela me marcó en la formación como persona, tener responsabilidad, educación mínima como para desenvolverme en la vida, tener un lugar en la sociedad, no ser discriminada, ya que hoy en día el que no estudia es mal visto por la sociedad. Débora, 22 años unca tuve malos sentimientos hacia la escuela, pero cuando comencé una carrera terciaria en Santa Fe, sentí que los profesores me hablaban en otro idioma, me costaba horrores hacer los trabajos y más aún entenderlos. En momentos así recordás a todos tus profesores y no les deseas cosas buenas. Es ahí donde te das cuenta de las diversidades de niveles de aprendizajes de las escuelas de ciudades grandes, chicas y rurales. Elena, 20 años

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a marca que ha dejado en mí el paso por la escuela, es más que nada resaltar el esfuerzo personal. María Teresa, 22 años

ecuerdo el ascenso social que en la secundaria era estar en instituciones intra escolares como la Cooperativa o el Centro de Estudiantes, lugares en los cuales milité. Me ayudaron a saber sobre el trabajo, las responsabilidades y manejar grupos de personas, pues llegué a la presidencia de la cooperativa escolar. Damian, 22 años a escuela secundaria me dejó marcas, ya que cuando somos adolescentes hacemos esa banda de amigos con los que compartimos todo y somos más profundos que cuando somos niños, ya que adoptamos una forma de vestir, de pensar que forma nuestra conducta y nuestra vida. Todavía me cuesta despegarme de ella, de mis profes, de los horarios pesados, el quejarse todo el tiempo por cada cosa que teníamos que hacer. Priscila, 18 años

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urante los últimos catorce años de mi vida, yo he atravesado una cantidad incontable de sucesos que me marcaron, de una u otra forma, para bien o para mal. Es claro que no logro recordar cada uno de ellos, sin embargo, mi memoria se ha encargado de recopilar algunos recuerdos que me permiten comprender por qué soy como soy, lo que me agrada y lo que no. Lo que pienso y siento y la forma en la que actúo basándome en esos ideales. Cristian, 18 años

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Capítulo

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Algunos lindos recuerdos escolares … y otros, no tanto

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uando estaba cursando 6to grado de la primaria, en la hora de matemática, estábamos en prueba y una compañera me habla, la maestra me quita la hoja y me coloca un cero grande, siendo que no era yo la que estaba hablando y frente a todos los alumnos. Me dio mucha vergüenza y me quedé callada. No dije nada. Pero al recordarlo siento mucha vergüenza. Georgina, 18 años ecuerdo como algo negativo el sueño que me podía, pero tenía que estar allí; el frío que pasaba por las mañanas en el trayecto a la escuela, el miedo a las escaleras. A veces soñaba que se derrumbaba y me caía. Una vez uno de los maestros me pegó porque

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no quería participar de una obra de teatro… Eso es algo que no me olvido más. Nanci, 26 años

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os recuerdos positivos que tengo son las fiestas de fin de año, los pic-nic que hacíamos para el día de la primavera, el apoyo de mis maestras rurales que siempre me aconsejaban para cuando comenzara el secundario y en ningún momento me dejaban sola. Maira, 18 años. uedo recordar positivamente algunas actitudes que han tenido conmigo algunos profesores y maestros, sabiéndome comprender en aquellas situaciones donde yo no entendía algunos contenidos, me los explicaban sin ningún problema. El reconocimiento de los maestros me ayudó en la autoestima y en querer seguir superándome. Marta, 20 años ntre los recuerdos positivos están los actos escolares, las imágenes de mi cuaderno de 4to grado, los sellos, los stickers y excelentes notas que me escribía mi maestra. También recuerdo los recreos, los juegos que realizábamos, los cumpleaños que festejábamos en el aula. Los bailes y las coreografías que hacíamos con mis amigas del grupo “Bandana” y que las maestras nos pedían para que participemos en los actos escolares. Los recuerdos que me dan tristeza y angustia son cuando en primer grado tenía problemas de la vista, entonces cuando me sentaba lejos del pizarrón, no veía bien las letras. Mi maestra, al ver mi cuaderno, notaba que yo copiaba mal algunas cosas, entonces me retaba y me gritaba delante de todo el grupo. Fue algo negativo que nunca logré olvidar. Maira, 19 años.

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entro de los recuerdos negativos destaco en segundo grado cuando la maestra me ve comiendo en clases; me llamo la atención y de penitencia me puso de “florerito”, mirando hacia la pared durante toda su clase. En los recuerdos positivos rescato entre muchas cosas; el viaje que realizamos al finalizar la escuela en séptimo año, donde la pase espectacular; las fiestitas de fin de año (donde siempre me gustaba salir) y mi fiesta de egresados con mis compañeros de quinto de la secundaria, donde fue una noche inolvidable, y llena de alegrías. Carolina, 19 años

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os recuerdos positivos de la escuela se relacionan con el grupo de compañeros y el vínculo estrecho que había. Durante el nivel primario fueron muy productivos los primeros años con respecto a aprendizajes significativos. Los años posteriores se caracterizaron por un aprendizaje vacío, memorístico, mecánico. Flavia, 19 años n día en la secundaria estábamos en clase de educación física. Yo era un desastre para jugar al voleibol. La profesora nos pidió que cada grupo eligiera una compañera de juego. Cuando estaba llegando el final de la elección nadie me elegía, hasta que quedé última y la profesora me tuvo que mandar con cualquier grupo. En ese momento me sentí muy triste… tenía ganas de llorar. Paola, 23 años is recuerdos positivos fueron el apoyo incondicional de algunos de mis maestros y compañeros en los momentos más difíciles que atravesé, los amigos en hice en toda esa trayectoria, los juegos en el patio, también recuerdo el ceibo donde nos juntábamos con mis amigas a hablar de los chicos que nos gustaban… “éramos tan inocentes”, el olor a sopa que preparaban en el comedor de la escuela, las notitas de felicitaciones o los sellos de la directora por haber cumplido con las tareas, los actos de fin de curso (no me perdía uno: yo estaba en todos). Entre los malos recuerdos está la señorita de manualidades, enojada porque no habíamos llevado las labores, los golpes que me daba en la clase de educación física, las clases aburridas de lengua. Uno de mis peores recuerdos fue en

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segundo cuando repetí. En esto influyo mucho la separación de mis padres y el ir de una escuela a otra. Paola, 24 años

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a primaria me dejó muchos recuerdos positivos desde la contención, el amor y la fe por sobre todas las cosas, el valorar y cuidar, ser agradecido, el fortalecimiento sobre la importancia de la vida, el compañerismo, el respeto por las personas mayores, ayudar a los demás, la prolijidad en los deberes, en los hábitos de higiene, en la forma de vestir. Helena, 43 años ecuerdo una escuela no muy bien organizada, ni muy amplia, era muy humilde, no contaban con todos los elementos necesarios: bancos, sillas, libros, espacios para actividades, pero a la vez se creaba un ambiente familiar, ya que las cocineras, los porteros y los maestros nos trataban con mucho cariño, trataban a todos por igual. Había veces que a los más necesitados se les daba comida para que lleven a sus casas y quienes tenían un poquito más, juntábamos ropa para donar. Ana Luz, 20 años

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os recuerdos positivos que identifico son: la paciencia de algunos docentes al enseñarnos, cuando nos lastimábamos y nos curaban, cuando le llevábamos flores y tarjetas o le contábamos noticias importantes que nos sucedían. Entre los negativos recuerdo el estar en penitencia, portarnos mal, hacer enojar al docente, pelear a nuestros compañeros. Belén, 17 años no de los recuerdos positivos que tengo fue en cuarto grado cuando la seño por grupo de cinco alumnos, durante todo el año asignaba quien empezaría a escribir con lapicera, el primer grupo fue en mayo, y cuando lo nombró yo no figuraba, así que desde ese día puse mucho esmero y a la semana siguiente me nombró a mi y a cuatro chicos más… yo emocionada no veía las horas de irme a mi casa a contarle a mi familia. Otro recuerdo positivo fue en séptimo grado en un día pase por tres módulos de lectura... ¡imagino mi cara todavía! Todo empezó cuando la maestra de lectura “regulares” me dijo que había mejorado mucho y que me cambie al salón de lecturas “vacilantes”, cuando empecé a leer en maestro J.C. me dijo:- No sigas, anda a biblioteca donde están los de lectura “corrientes” porque lees muy bien…¡y yo emocionadísima! Natalia, 18 años

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ecuerdo que me cambiaba mucho de escuela y siempre era la nueva. Eso no me gustaba. Priscila, 18 años

o negativo que me dejo la escuela secundaria fue que en las clases de matemática, el docente explicaba el tema, daba ejercicios y lo daba por entendido. Esto hizo que me lleve a rendir la materia, me levantaba temprano a estudiar, iba un compañero a ayudarme, hasta tomé un té que ayudaba a la memoria, pero siempre me algo me faltaba y no aprobaba. Recién la saqué a mitad de año, luego de terminar quinto año y tuve que asistir a un profe particular dos meses. Débora, 22 años

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as experiencias negativas siempre están presentes. Son un factor importante de cada proceso de adaptación y evolución personal. Aún así soy optimista al pensar que, a pesar de los errores, las caídas y las malas experiencias, se puede encontrar una ruta de escape a través de uno mismo y de las personas que nos rodean. Por ejemplo el hecho de no aprender un determinado contenido escolar y no tener bases sólidas y explícitas del mismo. Al

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llegar a otras institución (secundaria) más rígida y en la cual se replantean temas más específicos y desarrollados yo parecía estar confundido y retrasado con respecto a alumnos que provenían de otras escuelas. Eso me jugó en contra y fue uno de los factores determinantes de mi bajo rendimiento en áreas como matemática, álgebra y otras ciencias exactas. En otro orden fueron difíciles de superar la pérdida de relaciones de mis amigos, las fragmentaciones de grupos, las disociaciones y peleas con algunas personas que por alguna razón no compartían mis ideales y expectativas. Cristian, 18 años

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ecuerdos negativos, no sé… A veces me veía envuelta en líos, porque era muy justiciera, mediadora, entonces siempre terminaba involucrada, con llamados de atención. Por querer solucionar, empeoraba. Mi forma de ser, de encarar las cosas, me jugaba una mala pasada, yo siempre quería estar en todas y la escuela me fue demostrando que no era así, que hay momentos en los que debemos quedarnos en nuestro lugar… María Fernanda, 37 años

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ecuerdo en forma negativa a mi maestro de música, al cual soporté durante varios años. Provocó en mí el sentimiento de odio, porque siempre, cada vez que nos daba clases nos trataba mal, demasiado mal, hasta nos solía decir que no nos quería, pero nos daba clases porque no le quedaba otra. Como algo positivo recuerdo una imagen que aún mantengo viva, de un pedazo de tronco que solía estar cerca del tejido en frente de nuestro salón de clases. Allí solíamos ir con mis amigas a charlar. También recuerdo el árbol de mora que solía estar en el patio… Stella, 18 años

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ada vez que paso por el comedor de una escuela y siento el olor a la comida, me acuerdo de la portera, era una señora mayor pero de un genio… su cara es imborrable, era el terror de los chicos y de los grandes también, ninguno se salvaba. Cada vez que íbamos a comer nos obligaba a dejar el plato limpio, sino era víctima de sus gritos, ni siquiera podía quedar el pan en la mesa y ni hablar si querías más… prácticamente te echaba! Elena, 20 años

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engo varios recuerdos positivos acerca de la escuela, pero uno sobresale más que los otros; es una vivencia que tuve en la secundaria en 3º Polimodal con la profesora de filosofía; que fue un intercambio de opiniones, creo que ese día deseaba que “la tierra me tragara” porque sin tener fundamento escribí algo en el pizarrón acerca de su materia, esto produjo un malestar en la profesora, entonces ella me dijo esta frase …“siempre que des tu opinión sobre algo, trata de tener fundamento o conocimiento sobre lo que deseas expresar porque si no la tiene puede causar molestia en algunas personas…”, a pesar de todo, tomo a este hecho positivo que quedó marcado en mí. Elías, 19 años.

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ntre los recuerdos positivos, que aun hoy constituye un motivo de orgullo personal es haber sido abanderada y representar a mi escuela en diversos actos. En tanto que de los negativos puedo mencionar el hecho de que los docentes no daban tareas, tampoco trabajábamos en grupos ni realizábamos trabajos de investigación y de exposición. Sostengo que estos se transformaron en obstáculos al momento de transitar la escuela secundaria. También vienen a mi mente imágenes donde la señorita ataba a una silla a una de las alumnas porque era inquieta y a otro compañero solía bañarlo en el salón. Melina, 30 años

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o que recuerdo es cuando en la secundaria en la materia de corte y confección tenía que concurrir con mi beba de meses para no atrasarme y no llevarme la materia. Mi beba no tomaba mamadera ni agarraba chupete. Así que a la tarde la

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cuidaba el padre, sabía llegar desesperado con la nena llorando a la escuela para darle de mamar. Cristina, 26 años

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n 7mo grado falleció un compañero y amigo. Otros dos estuvieron muy mal a raíz de un accidente, y eso me marcó para toda la vida. Karina, 29 años

n octavo viví momentos difíciles, porque no mantenía buenas relaciones con mis compañeros. No nos llevábamos bien, por lo tanto lo único a mi alcance para “huir” de esa situación era realizando mis actividades, y eso era algo que no les gustaba, porque avanzaba más que ellos, y como eran la mayoría y conversaban gran parte de las horas, trabajaban menos. Los retaban o los dejaban sin recreo, pero a mí, no. Esto me sirvió para desenvolverme sola y defenderme. Xiomara, 18 años

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ugando en un recreo una compañera se me tira encima, quebrándome. Recuerdo que yo lloraba y pedía por mi mamá. Sin embargo el director y su esposa, la cual era docente en la escuela, me llevaron al hospital y luego avisaron a mis padres. Lo bueno fue el trato que me dieron, ya que en días posteriores me llevaban a su casa para entretenerme y me llevaban la carpeta de una compañera para que no me atrasara con el estudio. Andrea, 24 años

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e me vienen recuerdos positivos al acordarme de la escuela, los amigos, los primeros amores, estos últimos daban un incentivo a la asistencia, pues en los recreos podía encontrarme con esas personas especiales que no se daba si faltaba a la escuela. El levantarme temprano era una de las cosas que detestaba. Recuerdo ser objeto de burlas de compañeros por gustarme el Folklore, cantar y bailar, cuestión que casi me lleva a abandonar el mundo del arte, gracias a Dios, no sé de dónde saque fuerzas y seguí adelante. Damian, 22 años

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Capítulo

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El recuerdo de la escuela.

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l sentimiento que me genera el recuerdo de la escuela es el de querer volver a la primaria. Sentir el olor a kerosene en los pasillos al entrar a la escuela, y los gritos y atropellos que al sentir la campana nos dábamos. Nos parecía pequeña la puerta para salir todos al mismo tiempo. Georgina, 18 años

ecordar la escuela me genera un sentimiento de nostalgia. Extraño todo lo de la escuela: maestros, profesores, compañeros con los cuales fui creciendo. Maira, 18 años

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e gustaría volver a esas épocas donde pensaba y actuaba como niña, donde los problemas en la escuela eran mucho más fáciles, “eso era lo que yo creía”, como resolver dos más dos es cuatro o no saber la diferencia entre amigos y compañeros, donde esperábamos la campana del recreo para salir a jugar a la rayuela… me acuerdo los planes que hacíamos con visión de futuro, lo que queríamos ser cuando fuéramos grandes. Hoy en día todo ha cambiado. Pocos son los que han concretado sus sueños y otros como yo apostamos a algo diferente y no planeado. Paola, 24 años

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ecordar la escuela primaria genera en mí una serie de sensaciones y sentimientos encontrados, de alegrías y de tristezas. Vienen a mi mente imágenes y vivencias que creí olvidar y que hoy afloran, recuerdo levantarme todas las mañanas y recorrer un largo camino de tierra en el que en épocas de altas temperaturas se podían divisar a lo lejos; una especie de espejo de agua y en otras rodeado por la blancura incomparable de las heladas de invierno. Recordar la escuela me genera añoranza, sobre todo de los momentos compartidos con los compañeros, el “recreo largo” que teníamos después del almuerzo, las charlas de amigos bajo la sombra de los árboles mientras comíamos naranjas y esperábamos que empiece la novela radial “Nazareno Cruz y el Lobo”. Melina, 30 años

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e genera alegría el recodar los buenos momentos, la niñez, el darme cuenta lo distinto que es ahora, las travesuras que hacían algunos mientras íbamos camino a la escuela. Mónica, 36 años

l recuerdo acerca de la escuela me genera una mezcla de amor con compañerismo; ya que al tener problemas con algunos maestros y al cambiarme tantas veces de escuela, siempre fui simpática, bondadosa e amigable y fue así como se me hacía fácil ser de amigos. Natalia, 18 años ecuerdo el aire frío en mi cara cuando me tenía que ir a la escuela temprano a buscar a mis amigas, el olor de la leche calentita en el primer recreo y lo calentito que se sentía el sol por la mañana. Los momentos con amigos y nuestros rincones preferidos. Las manos frías y los pies doloridos del frío al jugar a la rayuela. Cuando empecé la secundaria hice un poema que representa todo lo que significó para mí la escuela primaria: “Tantos recuerdos vienen cada vez Que pienso en ti Y ahora que ya te viví No puedo dejar de sentir Que tengo muchas cosas por vivir Nuestra amistad continuará Esta historia no termina aquí Eres lo mejor y estás aquí en mi corazón Y siempre será en mi vida la mejor razón para triunfar”. Eliana, 20 años

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ecuerdo que era una escuela humilde y de pocos recursos, muchas veces eran los maestros los que nos llevaban el material de estudio: libros, cuadernos, tizas, contadores de matemática. Quedaba alejada y nos trasladábamos a caballo. También se convertía muchas veces en nuestra única salida, ya que a la ciudad veníamos muy poco y no teníamos un parque ni una plaza donde ir a jugar. Las casas quedaban alejadas unas de otras y no podíamos jugar con otros chicos. Los maestros jugaban con nosotros en los recreos, a la embopa, al patito presumido. Claudia, 35 años

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ada vez que voy a llevar a mi nene a la escuela, que es la misma donde yo fui, me genera muchos sentimientos lindos, al ver como juegan los niños hoy en el patio. Me trae recuerdos de mi paso por él. El olor a la comida, el saludo a la bandera… recuerdo el día que fui elegida mejor compañera, me sorprendí mucho al sabir que mis compañeros y mi maestra me habían elegido. Gladis, 25 años l recuerdo de la escuela me genera orgullo por haber aprendido tantas cosas, saberes y contenidos. También felicidad, al ir de picnic o jugar en clases y compartir fiestitas. Tristeza, al no aprovechar las oportunidades de conocer a todos nuestros compañeros. Belén, 17 años ecordar la escuela primaria me generó recuerdos tristes, ya que siendo una niña tuve que atravesar por la separación de mis padres y violencia familiar, que en parte opacaron mi niñez. Valeria, 26 años

l recuerdo de la escuela me genera un sentimiento melancólico. No sé en realidad si es porque me gustaba mucho estar cinco horas por día sentada en una clase. Pero sí el recuerdo de mi niñez y parte de mi adolescencia donde la vida era para mí “no tan problemática” y no entendía mucho de complicaciones sino que veía la vida de otra manera, aún así comprendo que hay etapas de la vida por las que uno debe pasar sí o sí y que la niñez y la adolescencia, un día inevitablemente deben quedar atrás. Yamila, 25 años

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veces, cuando entro a una escuela primaria, siento “olor a útiles”, casi no sé como explicarlo, es una mezcla olorosa de plasticola, lápices y otros ingredientes pero que al olerlos siento como si me transportaran en el tiempo y aparecen las imágenes de aquellos buenos tiempos. Andrea, 24 años l recuerdo de la escuela me genera tanto alegría como así también tristeza. Por un lado alegría porque allí viví toda mi infancia, aprendí todo lo que hoy sé, ahí tuve mis primeros amigos, los primeros maestros. Por otro lado tristeza porque sé que todo eso no lo volveré a vivir, no como el rol de alumno, pero tal vez sí como maestra aunque no sea lo mismo. Pero veré en mis alumnos lo que yo una vez hice. También recuerdo algo que mi maestra solía decir “Vivan el momento, el día, como algo único e irrepetible. No se priven de explorar, de sonreír, de aprender, de disfrutar lo que tienen por más que sea poco, vivan su infancia porque es algo que no se repetirá de la misma manera cuando sean grandes, sólo quedará en ustedes un recuerdo”. Eso me genera tristeza porque quizás no disfruté como debería haberlo hecho. Stella, 18 años

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ensar en mi trayectoria escolar, volver la mirada a esa época tan importante y tan fuerte en mi vida me genera sentimientos de orgullo, de satisfacción, nostalgia, el crecer con otros, el disfrutar, el tener inocencia, hacer la tarea, jugar, hablar de amor. Tengo imágenes de la escuela como el patio con árboles, los bancos, el mástil, el kiosco, las masitas Manon… En sexto grado me enamoré de un chico nuevo que llegó tarde, y yo, en vez de seguir el recorrido de la bandera que subía por el mástil, lo miré, le

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pregunté quién era y eso marcó mi destino. Hoy es mi marido y tenemos una linda familia… Hasta eso le debo a la escuela. María Fernanda, 37 años

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Capítulo

6

Como aprendí en la escuela…

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os profesores nos enseñaban con diferentes materiales, con libros, afiches, nos hacían pasar al pizarrón, dábamos lecciones frente a nuestros compañeros, nos hacían leer para todo el curso, nos daban trabajos para que realizáramos en la biblioteca, que busquemos información en Internet, nos daban un trabajo y un tiempo o fecha determinada para la entrega, nos explicaban lo que debíamos hacer y luego preguntaban si habíamos comprendido, si estaba bien así, y sino, nos volvían a explicar hasta que entendíamos de que se trataba. Nanci, 26 años.

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l método para aprender a escribir era sobre líneas de puntos, armar palabras con una consonante y una vocal (ma, pa, ca, re, lo), también lo usábamos para leer pero haciendo los sonidos de las letras. Me enseñaron a contar con palitos, chapitas.

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Descubrí la letra cursiva, la emprende mayúscula y minúscula (en realidad descubrí que se llamaban así). Sofía, 32 años

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ecuerdo la primera palabra que aprendí a leer: “alas”. Estaba acompañada de un pájaro que estiraba sus alas, fue como darme cuenta que estaba creciendo, que ya no era un niño pequeño sino que poco a poco me iba convirtiendo en un niño grande. Damián,

22 años

on respecto a las lecturas la maestra recalcaba que no era necesaria tener libros para leer, que si queríamos aprender podíamos hacerlo leyendo los paquetes de yerba, azúcar o con los de harina y que utilizáramos los diarios con los que nos envolvían las cosas en los negocios. Esa fue la forma en la que aprendí a leer. Un día hicieron elecciones en la escuela y votamos eligiendo chicos para ocupar puestos. Yo me puse para el jardín, otras en biblioteca, en el kiosco, tesorero, etc. Entonces comenzamos a tener libros en la escuela y comencé a llevar a mi casa para leer, me lo prestaban una semana y tenía que devolverlo o anotarme que lo llevaba de vuelta, hasta que mis padre me pudieron comprar un libro de tercer grado, también me compraron cuando estaba en quinto. Recuerdo que se llamaba Amanecer. Mónica, 36 años

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n primer grado una maestra hermosa de ojos verdes y sonrisa dulce, compradora y primorosa nos enseñó el abecedario, con el sistema Blecker, de una manera inolvidable, con sonidos y comparaciones. Como era muy distraída, por las tardes iba a su casa, me daba tareas individuales para mejorar mi rapidez. Aprendimos a leer. En segundo grado se hizo hincapié en la forma de leer, con dicción, postura, estilo y rapidez. Helena, 43 años

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prendí a leer con pequeños fragmentos de cuentos infantiles y las reglas de la

primaria las aprendí con “fotolenguaje”. Eran dibujos de nenes y nenas haciendo una actividad en la escuela: lo que se debía hacer y lo que no respetando las reglas. Por ejemplo: una nena rayando las paredes, un nene tirando el pelo a un compañero, nenas y nenes prestando atención al maestro. Antonella, 19 años

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uando aprendí a leer lo hice con el libro de “Ludo Vico”. Era un libro de un loro que contaba sus aventuras por el mundo… Era tanta la emoción cuando nos entregaron el libro que hasta hoy recuerdo el olor del libro y el dolor cuando al finalizar el año lo teníamos que devolver. Ahí fue cuando aprendí a cuidar y querer los libros y no rayarlos, mantenerlo lo mejor posible para que su próximo dueño lo cuidara con tanto amor. Eliana, 20 años

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e acuerdo perfectamente que uno de los modos de enseñar la maestra de segundo grado a sumar y a restar era con lo gráficos. De esa manera a todos nos gustaba hacer cuentas y ni hablar de que así se nos facilitaba un montón. Natalia, 18 años

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Centena Decena Unidad

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n modo de enseñanza que recuerdo es como me enseñaron a resolver problemas del tipo: “Juan tiene 15 bolillas, le regala 5 a su hermano. ¿Cuántas quedaron?” Con tapitas contábamos 15, sacábamos 5 y volvíamos a contar… Otro relato es como me enseñaron lo que pasó el 25 de mayo de 1810. Llovía, por eso había paraguas. Repartían cintas celestes y blancas. Un señor vendió velas, un negro mazamorra, empanadas y pastelitos, la dama antigua vestía muy elegante, los protagonistas de la revolución lucían trajes y sombreros. Todo era una fiesta porque fuimos libres! Karina, 29 años

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e gustaba participar con alegría en todas las actividades propuestas: pasar a decir la lección, dramatizar poesías y cuentos, exponer un tema, organizar juegos grupales en el recreo, colaborar con la señorita y los compañeros. Todavía recuerdo los libros de lectura que leíamos, entre ellos: Los teritos, Rulo y Pelusa, Mis lectura, los manuales Peuser. Una vez la maestra estaba dando el tema “Los sentidos”. Formamos grupos y a mi grupo le tocó preparar para exponer el sentido del gusto y de la vista. Preparamos los afiches con dibujos, explicaciones y justo en mi casa mi papá había matado una vaca. Entonces le pedí que me diera la lengua y los ojos y los llevé para exponer, para que mis compañeros observen y vivencien los órganos de esos dos sentidos. Por supuesto que me saqué diez y cuando crecí recién me dí cuenta que había llevado el material concreto para la exposición. María Fernanda, 37 años

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os modos de enseñanza de los docentes no variaban de una clase a otra, generalmente se usaba el pizarrón y la tiza, colocábamos la fecha y luego nos disponíamos a trabajar en las carpetas con manuales y guías de lectura. Por último leíamos las respuestas en voz alta. En las horas de matemáticas nos hacían pasa al pizarrón a resolver los problemas, recuerdo que la maestra gritaba y golpeaba el pizarrón con una regla cada vez que alguien se equivocaba. Melina, 30 años

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o trabajábamos en grupo porque la maestra consideraba que hacíamos mucho ruido. Su principal técnica era la exposición frente al pizarrón y sólo debíamos asentir con la cabeza. De ninguna manera podíamos interrumpir su clase ni mucho menos contradecir su palabra. Por otra parte, la institución misma avalaba los dichos de los maestros. Yo entendía que entre ellos formaban un especie de clan para ponerse de acuerdo en las medidas que siempre tomarían (hoy entiendo, son plenarias). El conocimiento que yo traía de mi casa, ya que vivíamos en el campo, nunca era escuchado. Andrea, 24 años

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uando iba a quinto grado, en la escuela se había implementado un módulo de lectura que se dictaba los primeros 40 minutos del horario lectivo, que evaluaba el nivel de lectura de cada alumno, cada grupo a cargo de un maestro. Fue ahí cuando conocí a una persona que me enseñó mucho: la bibliotecaria. Todos los días en los recreos o ratos libres me dirigía a la biblioteca y ella me pedía ayuda para arreglar, acomodar, forrar libros. Y como ella sabía que a mi me gustaba la imaginación y fantasía

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de los cuentos, me recomendaba algunos para que yo lea. Cada alumno tenía una ficha para pedirlos prestados y llevarse libros a su casa. Yo siempre me llevaba cuentos de amor, amistad, miedo… porque me emocionan los finales felices y el suspenso. Y cuando era chica creía que todo lo malo que ocurría, de un día para el otro se superaba y con el tiempo aprendí que no… no todo cambia rápido, puede que no cambie o cambie y no lo superemos. Francisca, 18 años

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a manera de enseñar era muy diferente a la de hoy. Antes no usábamos libros ni trabajábamos en grupos. Tampoco hacíamos experiencias porque en la escuela rural que yo iba no teníamos muchos materiales. Hoy en día, hay mucha tecnología por lo cual le dan a los alumnos tarea para investigar y buscar en Internet. También noto mucha diferencia en el respeto. Cuando yo iba a la escuela se respetaba mucho a los docentes y hoy en día eso se perdió bastante. Nunca interrumpíamos cuando ellos hablaban, teníamos que levantar la mano y esperar que ellos nos den permiso para poder hablar. Gladis, 25 años

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ecuerdo las clases de historia donde nos daban trabajos prácticos de veinte o treinta preguntas. Eso no era lo más agradable, sino la forma en que teníamos que presentarlos. Todos los grupos usábamos diferentes técnicas (maquetas, afiches, obras de teatro) para exponer los trabajos. Todos participábamos y hacíamos preguntas, aunque al principio nos daba miedo pasar al frente. Paola, 24 años

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n tercero empezamos con una profesora de lengua que nos cambió todo el esquema. Las primeras clases eran de terror, nos hacía inventar poemas, graffitis, nos hacía leer novelas, contarlas, luego hacer una síntesis de esa historia. También tuvimos teatro, títeres, nos costaba mucho interpretar, expresarnos, por último me terminé acostumbrando y me divertía. Esta profesora no nos tomaba prueba. Para aprobar teníamos que leer, contar la historia, hacer la síntesis, actuar, inventar el poema. ¡Fue divertido! María Teresa, 22 años

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n quinto año era obligatorio leer a José Hernández y hacer un trabajo práctico final para aprobar la materia. Pero ese año fue diferente, la profesora nos comentó que los alumnos de años anteriores se aburrían, no le encontraban sentido al texto y algunos hacían el trabajo y otros no lo entregaban. Entonces ella propuso que seamos nosotros quienes seleccionemos el libro que queríamos leer. La primera actividad fue ir a la biblioteca de la escuela, que estaba llena de diferentes textos literarios: policiales, drama, románticos. Cada uno podía leer lo que le gustaba y a partir de ellos hacer el trabajo final que consistía en desarrollar la biografía del autor, la estructura del texto, una síntesis argumentativa y una crítica personal. Mi nota final fue diez. Esta propuesta atrajo mi atención hacia los libros, que antes no tenía, y generó el sentimiento de seguir leyendo por placer y descubrir nuevas historias a través de los libros. Flavia, 19 años

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lgunos profesores solo se sentaban, hablaban, hablaban y hablaban y eso no llamaba la atención de ningún alumno por lo que se tornaba aburrido y no se prestaba atención, otros todo lo contrario tenían una capacidad impresionante de transmitirnos las cosas, nos hacía participar activamente en los ejemplos e incluso nos hacían dar una clase de recordatorio de lo dado anteriormente. Elena, 20 años

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os modos de enseñanza eran: se trabajaba con consignas, cuestionarios y un libro, se veían videos con la toma de apuntes y relato de ese tema, se leía una fotocopia, el profesor explicaba. Lecciones orales en grupo o individual, investigación de un tema,

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luego se hacía una monografía. Débora, 22 años

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n la escuela había lo que se denominaba “coloquio”, que era tipo una visita a un psicólogo, el cual era profesor de la secundaria con internado. Él charlaba con nosotros pero no desde su profesión sino como un amigo. Si el problema era mayor o estaban involucrados el grupo entero, se charlaban entre todos en reuniones que teníamos todos los días. En las noches era una regla de la escuela que, antes de cenar, nos juntáramos en el comedor y habláramos sobre lo que pasó ese día. Ese momento lo llamábamos “los 5 minutos”. Y los viernes se hacía la “revisión semanal”. Nos juntábamos igual que todas las noches, pero a la siesta y entre juegos y trabajos grupales, tratábamos problemas y agradecíamos cosas a nuestros compañeros y profesores. Nanci, 19 años

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ada profesor tenía su estilo a la hora de dar clases, cada uno tenía sus métodos y estrategias. Algunos no sólo exigían el estudio memorístico sin dar lugar a nada que no fuera el material dado, ni a la comprensión del mismo. Otros en cambio preferían la presentación de un práctico y la exposición oral, dando lugar a expresarnos y a poder decir lo que habíamos entendido del trabajo. En su mayoría tenían en cuenta el trabajo en clase, la presentación y disposición que le dábamos a la materia, el cumplimiento con el material requerido, la asistencia a la clase, la colaboración, etc. Brisa, 25 años

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Capítulo

7

Somos todos iguales… pero diferentes: la diversidad en la escuela.

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os más inteligentes siempre eran mejor tratados. Se sentaban adelante y eran los que mejor se llevaban con los maestros. Podía notar que a mis compañeros que les costaba mucho aprender y entender, los maestros, en vez de ayudarlos, era como que se enojaban y los dejaban de lado porque no aprendían. En mi salón había un grupo de chicas que sabían todo. Ellas solo hablaban entre sí, no se rozaban con nosotros. Esto hacía que haya diferentes grupos en una misma sala y se notaran a grandes rasgos las diferencias: los que menos sabían, los pobres que se sentaban atrás (quizás se sentían mal y eso hacía que se escondieran), los tímidos a los que no les gustaba hablar o los ponía nerviosos leer. No todos los profesores eran iguales: había muchos que eran muy buenos seres humanos y en su trabajo dentro del aula: nos hacían sentir que se podía y hacían todo para lograr su propósito de que aprendiéramos. Nanci, 26 años

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ecuerdo en el secundario que los chicos estaban separados por grupos y se diferenciaban bien los motivos de esa integración grupal. Generalmente se dividían por condición social, por vivir en el mismo barrio o por el solo hecho de haber cursado la primaria juntos. Los sobrenombres siempre estaban presentes, eran infaltables en una jornada de clases. Entre todos mis compañeros siempre se destacaba uno por ser el que iniciaba las gastadas para el resto, hasta que los demás ya no aguantaban y surgían los

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problemas. En el primario también había sobrenombres y algunos compañeros dejaban de lado a otros por ser de familia humilde, por vivir en una casa precaria o por no ir aseados a la escuela ni bien vestidos como ellos. Las maestras enseñaban la igualadad entre todos, si una persona tenía algo más que la otra, eso no significaba que fuera mejor persona. Maira, 18 años

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n tercer grado mi maestra sentaba adelante y cerca de ella a un grupo de niños que tenían dificultades para aprender y pertenecían a una clase social muy baja, eran chicos que necesitaban más atención que el resto del curso. Todos nos dábamos cuenta. Maira, 19 años.

econozco haber sido muy tímida ante otras compañeras corajudas y osadas que se daban el gusto y tenían facilidad para mentir o meter la pata. También estaban las siempre brillantes que se llevaban todos los premios, banderas, escudos. No recuerdo haberla llevado mucho, pero la medalla era un incentivo para mejores logros o para incentivar tu trabajo. Helena, 43 años i maestra de cuarto grado, cuando repetí, de una u otra manera me quería enseñar. Recuerdo que me alzaba en su falta y yo trataba de leer. Ella me tenía mucha paciencia, además cuando escribía en el pizarrón iba borrando a medida que los chicos escribían y yo me quedaba siempre última, es como si fuera que ella quería que me apurara a su enseñanza, que tratara de llevar el ritmo de los demás. Rebeca, 19 años n cuarto grado cuando una de las maestras que teníamos, a mí y a otros compañeros más “nos discriminaba”, para mi es esa la palabra correcta, porque a nosotros nos corregía con lapicera los errores haciéndonos mamarrachos y a su “grupito” le corregía con lápiz, a nosotros nos vivía llamando la atención por nada y su “grupito” eran los mejores, cuando en realidad eran los de peor comportamiento, y lo mismo pasaba con las notas, yo siempre pensaba… para que uno pone lo mejor si al final te terminaba poniendo la nota que a ella le parecía y no la que tenía que evaluar… En una de las tantas escuelas que fui se marcaban diferenciaban más los grupitos donde se decía que estaba el de los “chetos” (que eran el hijo de la maestra, la hija de Fulano, la de la casa hermosa, la que le compraban siempre lo que quería, los que la seño les corregía con lápiz, a los que les daba el mejor papel para los numeritos, entre otras) y después estaban los de “clase baja” (en este se encontraban el gordo, la fea, el buchón, el cuatro ojos, los indios, la negrita, etc.) Pero ojo… ¡no todos eran así!; yo por ejemplo nunca me identifiqué en ninguno (y si lo tuviera que hacer me pongo con los de supuesta clase baja). Solo que yo vivía mi vida y no me importaban los defectos de los demás, como se identificaban o como me identificaba a mí; yo me llevaba bien con todos y me movía de uno al otro, ¡pero siempre con mi amigo incondicional!. Natalia, 18 años

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ubo un profesor que en quinto grado dividió el aula en dos. Cuando empezó no sabíamos de qué se trataba, pero al pasar el tiempo vimos que era así: sus preferidos por un lado y los demás que él nos llamaba “los burros”. Ese trato sólo era de la puerta del aula para adentro porque fuera del aula disimulaba el trato. Había compañeros que se creían perfectos y ponían sobrenombres a todos por ser “alto/a”, “petiso/a”, “morocho/a”, “gordito/a” o “flaco/a”. No se daban cuenta que pueden afectar a una persona en su desarrollo y en su autoestima. Antonella, 19 años.

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stábamos divididos en A, B y C. Los chicos del A estaban calificados como los más inteligentes, así lo veíamos nosotros y los maestros muchas veces nos hacían sentir menos que ellos. Recuerdo una de las maestras porque nos trataba por

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igual y no hacía diferencias. Antonella, 20 años

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n lo referente a las etiquetas, recuerdo que “el hijo de la señorita” o “el hijo de…” eran tratados de diferente manera. Quizás se le permitían cosas que a otros no. Lo mismo ocurría con las diferencias individuales: “los del centro”. Había ciertos privilegios o en las notas siempre eran las más altas. Por más que los profesores trataban de que todos seamos iguales en el aula, no siempre era así. Los del centro vestían ropa de marca, sus carpetas eran más lindas, tenían muchas cosas de nada. Luego estas diferencias pasaron a segundo plano. Karina, 29 años

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a discriminación siempre existió. Yo, como otros chicos de mi clase socialeconómica fuimos objeto de burla en la primaria, porque no llevábamos un buen par de zapatillas o los mejores jeans. Siempre nos dejaban de lado. O por ser de un barrio donde la pobreza es muy reflejada me decían “india de Santa Rosa” y en los picnic yo no quería ir porque mamá a veces no tenía ni para el pan, entonces me hacía la enferma para no ir. Yo no quería preocupar a mamá… Las diferencias las marcaban algunos profesores. En los actos de fin de curso nunca te daban el papel de la bella sino de la bestia, y no era porque no rendíamos las condiciones físicas, sino por no tener el mejor disfraz o cuando te costaba resolver algún problema y le hacías la pregunta al profesor, él te contestaba: “aprendé de José que hace todo sin cuestionar ni preguntar y lo hace bien”. Claro, José era hijo de una maestra. Si en los dictados alguien se perdía y pedíamos que la maestra repitiera, nos contestaba que no teníamos retención o que teníamos alguna discapacidad. Era tan hiriente que hubiese preferido una bofetada y no tantas agresiones. Paola, 24 años

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iempre había grupos de chicos que se dividían en los más populares, los más lindos o los menos conocidos. Si querías pertenecer a los más populares o lindos tenías que tener en tus manos algún juguete o revista que haya salido en ese momento. Eliana, 20 años

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os que sabían eran tratado dulcemente por las señoritas (hasta podría decirse con orgullo), en todo momento los comparaban con el resto del grupo. Eran referencia de todo, y se los elegía para cualquier ocasión particular: actos, disertaciones, demostraciones en clases. Los que estábamos en el otro grupo sólo recibíamos gritos, notas en los cuadernos, lapicera roja, entre otros elementos de castigo. No había manera de sentirse iguales con nuestros pares ya que las docentes marcaban y resaltaban las diferencias, por lo cual una se sentía diferente. Andrea, 24 años

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erca de la señorita se sentaban los buenos alumnos, los más inteligentes, para ser los primeros que le corrijan o entreguen las pruebas primero. Los de la ventana eran inteligentes y distraídos. Los de la puerta, se portaban mal. Los del medio, sabían algo o nada pero eran tímidos. “Buchones” creo que no había. La “gorda” no me caía bien, se hacía la super sólo por tener más nivel económico que otros. Los “chetos” eran los que se compraban algo y te lo refregaban por la cara o no se lo sacaban de encima. Belén, 17 años

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mi mejor amiga la discriminaban por ser humilde. Ya estaba cansada de que todo el tiempo la molestaran, más los varones. Llegó un día que me paré delante de todos y les dije cómo era ella y el esfuerzo que hacía día tras día para concurrir a la escuela, ya que le costaba mucho aprender. En los días que faltaba a clases trabajaba para obtener alguna ganancia para su familia y comprarle los remedios a su abuela. Yo me

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ponía mal porque los maestros no se daban cuenta o no le daban importancia a las discriminaciones que había: los sobrenombres que se decían eran palabras feas e hirientes, relacionado con lo físico y también discriminaban con gestos y miradas, con caras feas, no acercándose a los más humildes. Ana Luz, 20 años

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n la primaria todos los chicos eran víctimas de apodos. Yo tenía muchos por ser alta: “ferrocarril parado”, “jirafa”. Por los rulos me decían “colchón de húngaro” o “cabeza de virulana”. Los maestros trataban de evitar que hicieran eso, lo lograban sólo por un tiempo. Elena, 20 años

abía discriminación por parte de los personal de cocina con unos chicos que vivían cerca de donde vivíamos nosotros. Los traban de indios sucios solo por ser pobres, “marginales”. Eso es algo que hoy recuerdo porque yo me enojé hasta que un día le dije que el hecho de ser pobres no los hacía indios y que el niño al cual le decía eso era más rubio que ella y me respondió que había indios rubios. En la primaria no recuerdo que hubiese algún niño que hable otra lengua, en la zona éramos todos hijos peón de arrocera o de changarines. Sólo que los que no vivían en colonia Yatay éramos tomados como inferiores a los demás, tanto por los alumnos como por los docentes, y el trato para los alumnos que los papás no tenían trabajo efectivo era peor, cuando se mandaban ayudas para la escuela siempre les daban a los de ese lugar a pesar de ser para los más necesitados, las diferencias sociales se veían entre los alumnos, algunos eran uno o dos los hermanos entones tenían mejor pasar económico que los que tenían varios hermanos, ese tipo de alumnos con mejor pasar eran los primeros para los docentes. Le daban mejor trato, por ejemplo, pasaban más a izar la bandera. Mónica, 36 años

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ra una señorita buena, que no tenía preferencia alguna. Era muy recta. Enseñaba a todos por igual. Si alguno de sus alumnos se olvidaba de hacer la tarea te ayudaba a hacerla en clases y en los recreos quería que todos jugáramos juntos sin pelear para que aprendamos a compartir con nuestros compañeros de aula. Mauro, 19 años n el primario recuerdo que el salón estaba dividido por muros imaginarios, delante del escritorio sen sentaban un grupo de cuatro chicas, “las chetas”, en el medio el famoso “Javier” y sus tres amigos, un grupito bastante problemático, en el rincón del fondo “las traga libros”, en el otro rincón, las más grandes, las “repitentes” y yo estaba excluida en el resto, algo neutros, que no teníamos tanta importancia. Estos muros imaginarios, hacían grupos totalmente separados, cada uno en su tema y muy inaccesible para un tercero, así lo veía yo. En el secundario ya se hablaba de “nerts”, “chupamedias”, “chetos”, “villeros”. Yamila, 19 años

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os docentes trataban de que sus alumnos se integraran constantemente en la primaria, recuerdo que no había diferencias, éramos un grupo muy unido; pero en la secundaria se daban todo tipos de diferencias desde las sociales y culturales hasta las individuales. Elías, 19 años.

o recuerdo que en la primaria o secundaria siempre buscaba un lugar en el medio y me quedaba ahí. En la primaria no había muchas diferencias. Éramos todos compañeros. Jugábamos todos juntos. En la secundaria cada uno tenía su grupo. Estaba un poco dividido por el carácter de cada uno. Julia, 18 años

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n quinto año sólo éramos 13 alumnos, por lo que los Directivos decidieron hacer un quinto año único, es decir, nos unieron al quinto A. al principio fue difícil para todos, el poder adaptarnos los unos a los otros, las cargadas estaban más presentes que nunca (nosotros, los 13 alumnos, éramos para los otros los agregados, los usurpadores, el I.V.A. –valor agregado-, los anexos, etc.). Esto se veía en el salón: a la derecha los de 5to B y a la izquierda los de 5to A. Sofía, 32 años

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n la secundaria parecíamos invisibles, porque por más que participaras, estuvieras al día con las cosas, te sacaras buenas notas, no importaba. Solo era un número, porque la escuela necesitaba alumnos para no ser cerrada, entonces no importaba el esfuerzo, mientras que permanecieras en la institución. Y a veces hacíamos líos para hacernos notar aunque sea para que nos reten. Acá si hacían diferencias por portar apellido… No me sentía diferente, pero me daba cuenta que los demás si me veían diferente, como pobre, está así porque sus papás se separaron, como que era la única que alguna vez la había pasado. Y uno tenía que tratar de demostrar que todo estaba bien en mí y no andar causando lástima. Valeria, 26 años

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n la secundaria la verdad es que no prestaba atención a los de afuera del curso, pero si me acuerdo de adentro:

En el primer y sexto grupo era de los “tímidos”, pero no solo se les decía así, sino también “Come libros”, “Cerebritos”, eran tranquilos pero muy estudiosos y buenos compañeros. El segundo grupo, hay DIOS esos eran los vagos, todos los trabajos que hacían estaban mal, eran los asquerosos del curso, se vivían manoseando, gritando groserías, ah!! Pero debajo de sus mesas parecía un basural. El tercer y quinto grupo: los lieros, se vivían peleando unos con otros, a las chicas se les decía “machonas” y a los chicos “pollerudos”, solo se llevaban bien con ello mismos porque con los demás del curso no. El cuarto eran dos chicas calladas, se mantenían al margen de todo, no se metían con nadie y muy rara vez se las escuchaba hablar. El séptimo grupo estaba conformado por otros “vagos”, un poco agrandados, los chupamedias de algunos profesores, siempre pedían los trabajos prácticos a los demás grupos y los copiaban cambiándoles algunas cosas. Y por ultimo el octavo grupo, en ese estaba “YO”, nosotras nos vivíamos riendo en todo momento, como siempre nos tomábamos de las manos o del brazo o nos alzábamos unas a otras nos apodaron las “loritas del curso”, pero trabajadoras. Todos teníamos un apodo, pero siempre respetando a todos, no digo que por ahí no tuvimos un encontronazo y nos decíamos cosas feas pero al tiempo estaban olvidados, ninguno se enojaba, y si lo hacia se le pedía disculpas. Los profesores solo se reían de los apodos e incluso algunos estaban en el círculo de la cargada, otros solo iban a dar clases y se iban. Elena, 20 años

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os roles o etiquetas siempre están presentes en la sociedad, desde la casa hasta la escuela. Creo que en esta última se potencia más aún. Siempre veía que existían diferentes “personajes” que cumplíamos en la escuela:

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Los estudiosos: quienes jamás olvidan una tarea y se estudian toda la carpeta y avisaban al profesor sobre alguna tarea, motivo que generaba un odio sano sobre ellos. - Los chantas: no hacían nada en clases ni se esforzaban por estudiar. Simplemente pasaban el tiempo, en diciembre y marzo estaban todas las vacaciones rindiendo. Dentro de estas generalidades me gustaría separar las aguas en géneros. Empezaré con las damas: - La/s linda/s: cuya belleza física no era tal vez óptima, pero ellas creían que sí. - La simpática: no tenía problema de charlar con todos y era muy atenta, aunque desconfiaba de ellas por pensar que traína algo oculto en su simpatía. - La loca: cuyos nervios superaban los comunes y se irritaba por cualquier cosa dándolo a conocer verbal o gestualmente. - Las top: quienes se vestían a la moda y vivían pendientes del momento sin importarles el futuro. Los varones: - Los futboleros: quienes en toda la clase hablaban de deportes, en especial de fútbol. - El chistoso: cuyo humor siempre era oportuno y tenía siempre algo divertido que decir. - Los galanes: quienes se jactaban de su dominio sobre el sexo opuesto. - El raro: con inclinaciones sexuales dudosas reflejadas en sus hábitos. - El ganador: quien se creía con ese título, pero sin embargo era objeto de burlas y de comentarios a sus espaldas. Lo curioso de estas etiquetas es que no sé donde colocarme yo mismo… Atendiendo a esta diversidad, los tratamientos de los profesores para con nosotros era bastante diferente desde lo personal o los temas de conversación. Recuerdo a profesores pasar horas enteras hablando con un grupo de fútbol y apenas saludar a otros. Damián, 22 años

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l trato de los profesores era igualitario con respecto a las explicaciones del contenido de cada materia, en todo lo que tenía que ver con nuestros aprendizajes no presentaban grandes diferencias. Donde se notaba la diferencia era en la aplicación de reglas y sanciones, a la hora de regular la conducta de algunos alumnos… Tania, 18 años enía un compañero que era fastidiado por otros por el solo hecho de ser morocho. Algunas chicas lo esquivaban, rehusaban hablar con él y otros se reían cuando él iniciaba una conversación. Incluso le habían inventado apodos. A él esto lo hacía sentir muy mal. Además no merecía esta clase de tratos, porque lo único que esto hacía era perjudicarlo humillándolo públicamente. En este caso los profesores abordaban el problema explicándole a los compañeros que molestaban a los demás ciertas pautas de comportamiento, y a todos por igual nos decían que teníamos que respetarnos a pesar de las diferencias y características de cada individuo o grupo. Algunos docentes incluso se veían obligados a suspender la clase que estaba programada sólo para poner límites y desarrollar una especie de charla improvisada sobre esta problemática tan común en las escuelas. En el caso de que hubiera violencia física, o algún tipo de agresión

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muy alta hacia un alumno, el profesor derivaba a los alumnos involucrados a la dirección, allí se decidía como actuar. Cristian, 18 años

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Capítulo

8

Las reglas y las normas aprendidas en la escuela

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ebíamos asistir al secundario de guardapolvo blanco, nunca de polleras cortas o shorts, con el pelo recogido, bien peinados, sin maquillaje, siempre respetando la limpieza e higiene, teníamos que estar en la escuela a la hora exacta, después del horario de entrada se cerraba la puerta y te ponían media falta por tardanza en el registro de asistencia, no comer en el aula, respetar a los compañeros y profesores, levantar la mano cada vez que ibas a decir algo, tirar los papeles en el cesto de basura. Nanci, 26 años

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uando teníamos actos patrios siempre teníamos que ir bien arreglados, con el guardapolvo impecable, bien peinados y con la escarapela en el pecho. Cuando entrábamos al salón antes de sentarnos teníamos que saludar a la maestra

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correctamente y cuando queríamos preguntar algo teníamos que levantar la mano y hablar de a uno y siempre escuchar al que hablaba. Eliana, 20 años.

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l izado de la bandera consistía en formarse en filas, la bibliotecaria leía de un cuaderno los nombres por grados y el méritos que hicieron para acompañar el izamiento de nuestra enseña patria, finalmente, cantábamos. Sofía, 32 años

as reglas de la institución eran estrictas, obligatorias. Como era un colegio católico tenía una cultura distinta a las demás escuelas. Por ejemplo todos los viernes del último mes teníamos la obligación de concurrir a misa en horario de clases, llegar a horario, izar la bandera, vestirnos de medias azules y zapatos negros, el pelo recogido y cuando nos destacábamos en clases nos premiaban con una medalla. Sabrina, 21 años

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as reglas de la institución eran: no se podía comer chicle en clases, ni llegar tarde, ir a educación física con el pantalón azul y remera blanca, no rayar los bancos, tirar los papeles en el tacho de basura, ingresar con guardapolvo. Respetar los símbolos patrios, al llegar a un lugar saludar y pedir permiso, agradecer cuando nos hacen un favor, levantar la mano para hablar en clases, respetar a los demás. Belén, 17 años as pautas de comportamiento que debíamos respetar eran: quedarnos quietos, no molestar, escuchar atentamente, no faltar el respeto. No se podía salir de la institución en el horario escolar. Todos los primeros viernes del mes teníamos misa. En la escuela aprendí a creer en Dios, aprendí mucho de catequesis, aún conservo esas creencias. María Fernanda, 37 años a institución tenía muchas normas, por ejemplo, cuando tocaba el timbre de entrada se cerraban todas las puertas y se habría a los cinco minutos después y todos los que estaban afuera tenían media falta. Algunos profesores no te lo ponían. No se podía ir de pantalones capri, ni de pollera, de bermuda o short. Sólo de pantalón y por supuesto el guardapolvo o la remera de la escuela. No se podía permanecer dentro del salón en los recreos, cosa que ninguno obedecía, los celulares no se podían llevar. Todos los llevábamos, pero lo dejábamos en silencio. Con respecto a las fechas de entrega de los trabajos algunos eran flexibles (te daban más días), pero otros no (te ponían un uno). Elena, 20 años

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lgunas acciones por parte de los docente era de dar miedo; por ejemplo nos sabían decir “… no quiero que nadie hable…”; “…entendieron…”, creo que esas acciones del docente en todo alumno produce un poco de temor… Elías, 19

años.

i conducta en el secundario no era muy buena. Recuerdo que tuve varias amonestaciones por saltar el portón después que el timbre de entrada había tocado, manchar con corrector blanco el tapado negro de una profesora, escaparme, etc. Karina, 29 años n los cinco años de secundaria no tuve materias pendientes para poder irme de vacaciones; en uno de estos años (1º POLIMODAL) a causa de un llamado de atención, no pude ser abanderada, aunque fue un malentendido, ya que el director de la institución, lo interpreto a su conveniencia. Carolina, 19 años

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n recuerdo negativo del secundario es que no nos exigieran nada. Me hubiera gustado que nos exigieran el uso del guardapolvo, el respetar horarios, el respeto por las fechas patrias, ya que no recuerdo algún acto realizado por la institución. Muchas veces se confundía al profesor con el alumno, porque no se hacía respetar o no se comportaba como tal, porque hacían bromas no acordes al lugar en donde estaban. Valeria, 26 años as reglas o normas que establecían en la escuela secundaria eran muy importantes para mantener un orden, dentro de un clima de paz y respeto. Ayudaban a un mejor comportamiento y vocabulario de los alumnos y que qué no el de los profesores también. Las normas de carácter obligatorio reforzaban la responsabilidad y desobedecerlas implicaba una consecuencia. Se establecían normas más ajustadas y su incumplimiento conllevaba una sanción. Llegar a la escuela diez minutos tarde implicaba una “tardanza” de media falta. Faltarle el respeto al profesor o a cualquier autoridad del establecimiento era castigada con una amonestación y con una suspensión en los casos más graves. Cuando fui informada de estas normas, me pareció que estaba muy bien, ya que sólo así se puede tener un clima de paz y respeto. La limpieza de la escuela era una actividad realizada por los alumnos en los dos últimos años: lijábamos paredes, mesas, sillas, puertas, etc. También pintábamos y arreglábamos canteros. Todo relucía y eso nos ayudó a valorar más lo que teníamos y aprendimos del trabajo a no rayar, ensuciar y pegar chicles en cualquier lado. Brisa, 25 años

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n mi trayecto como alumno, el docente se respetaba, se participaba en la clase, se cumplía con la obligación de alumno, el que no lo hacía aceptaba las consecuencias, al llegar a su casa si le faltabas el respeto al docente, él como tu educador se lo comunica a tus padres y uno como hijo se ligaba una penitencia. No podías salir a jugar, ni ver tele por todo el día y eso para un niño es mucho castigo. Pero era muy raro el desorden y el incumplimiento de la palabra del docente, los padres se ocupaban de que sus hijos estén bien en la escuela, ellos eran la ley en el hogar, para salir con amigos primero hacer los deberes escolares, después permiso a los padres. Ahora no es así, la mayoría de los chicos no tienen ese control en la casa, y actúan con libertad absoluta, sin responsabilidad. Buscan lo fácil. Débora, 22 años

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Capítulo

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Maestros memorables

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i seño M. era una segunda mamá para mí. Sofía, 32 años

ecuerdo, en 4º grado, tener una maestra memorable, la docente era A. G., quien para incentivar a los alumnos a leer utilizó una buena estrategia en la cual yo era su protagonista. Ella proponía que aquel alumno/a que pasara al frente a leer, iba a obtener un premio. Recuerdo haber levantado la mano y decir “yo prefiero pasar”; pase al frente, leí el texto con un poco de vergüenza, pero me animé, creo que me incentivaba el regalo; cuando termine de leer esperaba por el regalo de la profe, entonces saco una caja que tenia cerca de su escritorio, me la dio y me dijo: “Este es el regalo”. Había en la caja cuatro o cinco revista cómicas, ella me dijo que esas revistas eran para que leas en tu

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casa! Creo que la intención de la maestra era que tratemos de perder la timidez al leer, pasar al frente y leer sin vergüenza. Elías, 19 años.

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e la escuela primaria siempre recuerdo a una docente que nos decía que el día de mañana podíamos ser nosotros docentes como ella. Mónica, 36 años

n cuarto grado me cambiaron a la mañana. Eso bajo mi promedio y mi autoestima, ya que era grande pero mis compañeros me insultaban y se burlaban de mí porque tenía el pelo corto como un varón. A raíz de eso ya no quería volver a la escuela y eso me trajo problemas con el aprendizaje, comencé a cambiar mi comportamiento: pegaba, no escribía, no estudiaba. Hasta que una maestra, la señorita C. se ocupó de mí, me consolaba, alentaba y enseñaba a respetar y respetarme. Su forma de enseñar hizo cambiar mi manera de ver las cosas. Fue desde ese momento que pensé en ser maestra. Entonces pasé de ser un desastre a escolta de la Bandera Nacional. Elena, 25 años

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enía un maestro que cuando no te sabías las tablas te daba un tincazo en la cabeza. Esto generaba mucho miedo y vergüenza, que no te tocara porque quedabas marcada para toda la vida, y también te generaba impotencia. A veces sabíamos las tablas, pero de los nervios, nos equivocábamos. En cambio la señorita de lengua nos estimulaba en lectura con premios, nos hacía concursos en donde les regalaba pelotas a los varones y cartucheras a las niñas. Valeria, 26 años

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a maestra de quinto grado nos hizo participar en la despedida de una compañerita de curso, luego de haber estado junto a ella por muchos años. Sin embargo a la hora de la despedida final, ya no pude sostener la fortaleza y risas. Sentí que me desplomaba y lograba contener mi llanto. La maestra me hablaba acerca de que la amistad que nace en la escuela perdura para toda la vida y que en algún momento nos íbamos a volver a encontrar. Durante varias semanas cargué con ese dolor de pérdida, que mi maestra notaba cuanto afectaba en mi atención en clases. Finalmente ella me encargó un trabajo de redacción acerca de la amistad y desde ahí yo sentí que ella se interesaba en mi estado de ánimo de todos los días. Fue así que al sentirla cerca de mí, interpreté su preocupación y pude sentir que me libraba de aquel sentimiento que me ahogaba. Andrea, 24 años

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n quinto grado tenía una maestra muy exigente, era de matemática. No me gustaban sus clases. Cuando tenía con ella intentaba faltar porque cada vez que me veía hablando o preguntándole algo a algún compañero me pegaba con una regla grande de madera. Es uno de mis peores recuerdos, porque le tenía miedo. Antonella, 20 años a señora M.R. fue mi primer maestra de primaria, desde primero hasta quinto grado. Era una mujer de baja estatura, pelo largo, color castaño lacio. Tenía una mirada dulce. Tendría en ese entonces unos 35 años, un humor incomparable: sabía cuando ser estricta y cuando levantarnos el ánimo. Nunca nadie lograba sentir odio hacia ella, porque se hacía querer. Ponía demasiado interés en que aprendamos los conocimientos, si faltábamos se tomaba el trabajo de ir hasta nuestras casas a preguntar el motivo de nuestra falta, y si estábamos enfermos mandaba algún compañero para que nos alcance el cuaderno y lo completáramos. Siempre solía decir que la escuela es lo más fundamental e indispensable en la vida de un niño. Para cada acto que había en la

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escuela, ella siempre armaba numeritos, sin excluir a nadie. Todos participábamos hasta ella misma, que parecía una criatura más. Siempre sufría mucho cada vez que nuestra escuela sufría un ataque salvaje (robos) que nos dejaban sin nada. Recuerdo que ella logró que nuestros padrinos nos regalaran cinco computadoras. Jamás se daba por vencida, seguía luchando. Se esforzaba por brindarnos una educación digna para que no nos sintamos excluidos por ser de una escuela rural. Siempre demostró que llevaba en la sangre la vocación de docente. Stella, 18 años

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na maestra de primaria fue alguien especial. Cada vez que recuerdo su personalidad cálida, comprensiva y tierna me hace sentir reconfortado y feliz y también afortunado por haberla tenido conmigo durante aquel período tan importante para mí. Sin su estímulo yo no hubiera desarrollado algunos de los caracteres afectivos que forman parte de mi personalidad adulta y esto tendría incidencias importantes en cada aspecto de mi vida, incluso en el ámbito escolar actual. Cristian, 18 años

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n cuarto grado tuve una maestra que hasta el día de hoy la añoro y la recuerdo con cariño. Es más me gustaría encontrarla y volverla a ver, a pesar de que han pasado más de 25 años. Ella era buena, agradable, tenía siempre las palabras justas, nos aconsejaba, nos abrazaba, hasta cuando nos retaba, nos sonreía, pero a la vez nos inspiraba mucho respeto. Hasta el día de hoy recuerdo su perfume y su forma de corregir. Pasaba mesa por mesa para ver como trabajábamos, siempre veía lo bueno en nosotros, deba catequesis como ninguna. Nunca nos aburríamos con ella. Yo sentía que quería ser ella, quería imitarla. Para ella éramos todos iguales, no había diferencia entre uno y otro. Una vez se presentó en mi casa, habló con mis padres y convenció a mi mamá para que sea catequista. Yo no puedo describir la emoción que sentía de que mi señorita conozca mi casa y mi familia. María Fernanda, 37 años

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o admiraba a la maestra del Club de Niños Pintores. Ellas siempre me motivaba para que hiciera todo lo que me imaginaba. Cuando era niña y creciera decía que iba a ser “como ella” porque siempre me enseñó a plasmar el mundo como yo lo veía o como me lo imaginaba que fuera. Pero más la admiraba porque con su trabajo ayudó a muchos niños con problemas de conducta. Les enseñó a crear cosas usando la imaginación y nuestras manos para crear y no destruir. Eliana, 20 años

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omo olvidar a mi profesor de matemáticas de mi escuela secundaria, serio y que al llegar con su portafolio cargado, todos hacíamos silencio. Se paraba enfrente y luego de tomar asistencia verificaba o controlaba uno por uno, banco por banco, si habíamos realizado la tarea que él nos había dejado la clase anterior. Seguido de esto nos hacía pasar al pizarrón a resolver los ejercicios, la mayoría levantando la mano, entusiasmados pora pasar, ya que si participábamos, nos ponía puntos extras en la libreta. Cuando tenía que explicarnos un tema nuevo, lo hacía todas las veces que fuera necesario hasta que entendiéramos todos. O sino, nos daba un ejercicio a cada uno para que lo resolviéramos en el pizarrón y si no entendías te lo volvía a explicar y de daba ejercicios hasta que aprendieras a resolverlos. Tenía muchas frases características. Por ejemplo: “la clase no termina cuando toca el timbre, sino cuando él terminaba”. Si alguien le decía que había tocado el timbre, él te respondía: “eso no se dice, porque quiere decir que la clase no te interesa”. Cada vez que teníamos exámenes, nos daba la misma recomendación: “No quiero actitudes sospechosas”. A pesar de que haya sido una persona de poco sonreír, fue muy bueno con nosotros y su gran exigencia nos sirvió para aprender los

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contenidos curriculares y nos enseñó a ser responsables con nuestras tareas. Maira, 19 años.

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ecuerdo a un profesor de la secundaria que como persona era buenísimo pero para dictar clases no me gustaba. Al entrar al aula el nos ponía la actividad en el pizarrón o dictaba. Al terminar se ponía a hablar con los chicos del curso sobre fútbol, música y de su vida personal. A las mujeres siempre nos trataba como “sobrándonos”, o sea, le daba igual que estuviéramos o no porque nosotros no nos enganchábamos en sus comentarios, nos exigía terminar los trabajos en el día mientras que los chicos no hacían nada y él no explicaba nunca el tema de la actividad. Antonella, 19 años

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o que más puedo destacar del profe de historia es su simpleza y humildad. Su forma de ser era simple y llena de valores. El decía: “el vestido no hace al hombre y nunca se conformen con poco, siempre aspiren a algo más, adquirir más conocimiento, reforzar los valores, progresar. Por difícil que sea la realidad. Porque si nos conformamos no vamos a salir adelante y no vamos a poder cambiar la realidad de nuestros hijos”. Paola, 24 años

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ecuerdo a la profesora de Corte y Confección. Cada vez que teníamos con ella había que entrar rápidamente al salón, sentarnos bien y escucharla. A mi no me gustaba coser porque me pinchaba toda, hasta que aprendí los puntos. Nos hacía sacar bien las medidas, bien prolijo tenía que estar, perfecto, sino nos dejaba sin recreo para terminar bien. Nos enseñó a coser a máquina de a una, para que ninguna haga macanas o rompa la máquina. Era muy exigente. Algo para ella siempre estaba mal. Nos hacía descoser todo y volver a coserlo, así hasta que quede perfecto. Así aprendimos a coser y a ser prolijas. Julia, 18 años

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is docentes memorables son dos. La mala fue la profesora de Inglés, porque nunca explicó en castellano. Hablaba en inglés desde que llegaba hasta que se iba. Y la buena la profesora de historia. Admiraba todo lo que sabía, la manera de enseñarnos, como nos hablaba. Nos decía: “Chicos, yo les enseño lo que sé. Está en ustedes si quieren aprender o no”. Era tan clara que le tengo un cariño especial. Karina, 29 años

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eníamos un profesor de historia que se sentaba a dictar y si alguien le preguntaba si podíamos resumir, se enojaba y gritaba que él ya lo había resumido y que si en la prueba faltaba algo de lo que dictó, estaba incompleto. El decía que hacía esto para que no gastáramos en fotocopias. En una ocasión le pregunté a un profesor de matemáticas por qué había resuelto de determinada manera un problema y luego de un rato me dijo: “porque así estaba en el libro”. Fernando, 25 años

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n el secundario conocí a un profesor algo especial, experto y dedicado a las físicas, químicas y matemáticas. Él era serio, muy aislado de los demás profesores y muy recto. Una clase típica de él, comenzaba en el horario justo, ni un minuto más ni uno menos. Y si alguno de nosotros llegaba tarde a su hora, tenía una forma de reprendernos, simplemente tenía el listado de sus alumnos escrito en su cuaderno personal y cada vez que nosotros nos distraíamos en su clase, no hacíamos la tarea, o nos poníamos a hablar con el compañero de al lado, él nos observaba un ratito, fijaba su mirada en la persona que pensaba que merecía un límite o castigo y sin decirnos nada tomaba su cuadernos y al lado de nuestros nombres colocaba una flechita para abajo que

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luego la sumaba y cada tres de ellas era un punto menos en la nota de concepto. Jamás me olvidaré de él!!! Ni de las frases que nos decía antes de cada evaluación escrita: “Escriban su nombre completo, no pongan Juancito ni Pedrito”. Otra frase típica era: “En matemáticas no mezclen gatitos con canarios, gatos con gatos, canarios con canarios”. El profesor se interesaba mucho para que nosotros aprendiéramos, nos preguntaba uno por uno si entendimos el tema y nos proponía que si no comprendíamos la tarea consultemos con él en los recreos o en algún rato libre. Cuando aportábamos en su clase sobre el tema o hacíamos la tarea, nos recompensaba con la flechita para arriba, sumando puntos a la nota de concepto. Francisca, 18 años

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l docente que a mi me marcó mucho lo tuve la mayoría de los años en la secundaria dándome historia, era una profesora muy motivadora, tenía mucha chispa para enseñar y explicaba con tanta paciencia y tan bien que a nosotros nos facilitaba mucho en las pruebas. Era la única profesora con la que nos parábamos para saludar, a la única que le cumplíamos bien ya sea con los trabajos o con otra actividad y hasta fue la única que obtuvo nuestro respeto siempre y la que, alegre o enojada, también…siempre nos respetó. Natalia, 18 años

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ay un profesor que me marcó más que los demás. Era mi profesor de Historia. Él entraba al aula y nos hacía sentar en semicírculo. Como teníamos toda la mañana esa materia e Historia es un poco pesada, nos permitía tomar mate en el aula. Entonces mientras charlábamos sobre la clase, surgían temas y él por un momento, dejaba la clase de lado, si el tema era importante y nos hablaba como uno más de nosotros. Con él sabíamos que cualquier problema que teníamos podíamos contar… Me enseñó a luchar por lo que quiero y a no bajar la cabeza por nada… Nanci, 19 años

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uardo la imagen de una profesora de geografía. Era una mujer muy seria, entraba al aula y se tornaba un silencio total, todos sacaban la carpeta de su materia, si había trabajo todos lo hacían sin cuestionar. Ella tenía una carpeta propia con el listado de sus alumnos dividido por cursos. Su método era marcar con una cruz al alumno que no hacía el trabajo o no llevaba los mapas, fotocopias o no daba lección. A la tercera cruz, un punto menos en la libreta. Por la lección escribía en la última hoja de clase de la carpeta del alumno la nota que sacó con la fecha y firma. Al final de cada cuatrimestre controlaba las carpetas completas, el que la tenía incompleta sacaba un uno, valía como la lección. En su carpeta anotaba todo, o sea que si tiraban la hoja ella igual tenía su control. Si te llevabas a rendir su materia tenías que estudiar toda la carpeta, aprobar el examen escrito y podías pasar al oral. Se promediaban ambas notas y se sacaba una nota final. Débora, 22 años

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engo imágenes positivas y negativas de los docentes. Positivas aquellos que amaban su trabajo y te lo hacían sentir. El profesor de Historia cuando te llevaba imaginariamente por los campos de batalla, o el profesor de Matemática cuando te hacía verle el lado bueno a todos esos complicados número. También rescato a los profesores que te trataban como un ser humano. Negativamente recuerdo a los recién egresados que pretendían que fuéramos máquinas o que aprendamos temas nuevos sin conocer los anteriores. Una práctica docente que me marcó para saber respetar a los demás, fue cuando una profesora no le gustó un poema escrito por un compañero, al

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leerlo, lo hizo un bollo y lo tiro diciéndole “esto está mal”. El que estuviera mal, no le daba derecho a tirarlo y destruir la obra del compañero. Damián, 22 años

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La imagen de los maestros y de los profesores

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a imagen que me he formado acerca de mis profesores es que: durante la primaria mis maestras eran mujeres muy coquetas, entonces yo pensaba que eran ricas y exitosas. Por tal motivo yo soñaba que algún día yo también iba a ser maestra y llegaría a ser como ellas; ya que yo atribuía este éxito a su profesión. Maira, 19 años.

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iempre al mirar a los/as docentes me he preguntado como hacen para estar todo los días frente al salón de clase con tantos alumnos y algunos con malos hábitos. El ser docente no es fácil. Es la persona frente a una sociedad que mira y juzga mucho a los/as docentes y son personas como cualquiera solo con una profesión mas compleja. El trabajo de docente tendría que ser el mejor pagado, todas las profesiones tienen docentes que dictan las cátedras, de diferentes materias, la presidente y todos los demás políticos, empresarios, científicos son formados por docentes y el crecimiento de un país se detendría si no hay quien enseñe. Mónica, 36 años

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e la primaria tengo la imagen de maestras buenas, comprometidas con su trabajo, con mucha dedicación, con ganas de que sus alumnos aprendan, con paciencia para volver a explicar. Karina, 29 años

rchivo una excelente imagen de mis maestras y profesores, me parecen personas comprometidas con la profesión que eligieron, sacrificadas, pacientes y positivas. Algunos deben viajar mucho para poder dar clases, también suelen tener el “peor curso” en cuanto a conducta y aprendizaje de los alumnos. Sofía, 32 años os maestros son personas con un trabajo nada fácil, ya que deben dar clases a un curso de alumnos casi a diario, no terminan de conocerlos a todos, como ellos quieren. La escuela es nuestra segunda casa y los maestros como nuestros segundos padres, nos enseñan contenidos para que podamos resolver problemas de nuestra vida diaria. Belén, 17 años a imagen que tengo de los profesores es que hay algunos exigentes y otros no tanto. Creo que todos se tienen que superar día a día, para alcanzar metas más altas. Lucía, 20 años

asta hoy he imaginado que los profesores son como una especie de enciclopedia parlante ya que deben saber de todo un poco. Admiré mucho a un profesor de historia porque cuando explicaba algo lo hacía con tanto conocimiento que nos dejaba perplejos. Él podía contar un hecho como si hubiera sido un testigo de esa historia. Andrea, 24 años os profesores son dignos de admiración, ya que no solo te transmiten saberes que te van a servir para forjarte un futuro, sino que también cumplen la función de una segunda madre o padre, son consejeros, psicólogos, enfermeros, amigos o enemigos. Algunos son tranquilos y pacientes a la hora de transmitir su enseñanza, te pueden explicar una y mil veces las dudas que tengas hasta que desaparezcan, otros sin embargo no la tienen, le dan poca importancia a su trabajo, no se explican bien y si les preguntas algo o los corregís en algún punto se enojan y no te aprueban por mas que tus trabajos y exámenes estén perfectos, o casi. Elena, 20 años

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o pienso que los maestros llevan su vocación muy adentro. Los profesores y maestras que han pasado por mi vida gustaban mucho de su trabajo, más que un trabajo lo tomaban como algo personal, se involucraban mucho con sus alumnos. No solamente nos educaban y enseñaban sino que también nos aconsejaban y cuidaban. Gladis, 25 años n el nivel inicial y primario la imagen de la maestra es la de una persona cercana, comprensiva, con la que tenía una muy buena relación. En la secundaria esta imagen cambia, el vínculo no es el mismo, es una relación más formal. Gisela, 19

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reo que hay personas dedicadas a su materia y “personajes” que van por el sueldo. Francisco, 22 años

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is profesores en el desempeño de su trabajo me dejaron claro que hay que tener vocación, amar lo que uno hace y transmitirlo con el corazón. Ser tolerantes, pacientes, preparar la clase de una forma llamativa para lograr el interés de los alumnos, tener autoridad, exigencia, ser respetado pero también respetar los derechos y principios de los niños. Beatriz, 19 años os profesores se preocupaban mucho por cada uno de nosotros, nos ayudaban, nos daban muchas oportunidades. Siempre querían que si no entendíamos preguntáramos una, dos, varias veces… Nos daban trabajos prácticos, les importaba que aprendiéramos y que nos sirva para formarnos como personas. Ayelen, 19 años n las imágenes sobre el trabajo de los profesores hay diferencias en las formas de llevar adelante la clase. Así algunos profesores sólo se interesan por desarrollar el tema, hacer las actividades del libro y que se estudie para la nota del trimestre. En cambio otros nos permitían opinar, desarrollar una investigación fuera de la clase y de la escuela sobre un tema y después fundamentarla. Flavia, 23 años a imagen que tengo formada de los profesores y de su trabajo es que dependíamos de ellos, de sus saberes, de sus valores. Eran comprensivos y comprometidos, pero su enseñanza era tradicionalista: enseñaban los contenidos, los que debíamos saber de memoria, para un día determinado. Era ese tema y no otro. Si preguntábamos algo nos contestaban que en otra materia lo aprenderíamos o más adelante o el año próximo. Elvira, 47 años

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n estos catorce años de haber pasado por la escuela aprendí que tanto como para ser maestro o profesor se necesita de mucho esmero, dedicación, paciencia y sobre todo muchas ganas; porque es imposible que un educador termine de dar su clase, llegue a su casa y deje todo en un rincón hasta el otro día que tiene que volver a la institución… ¡no! Tiene que llegar a su casa, preparar la clase para el otro día y hasta a veces corregir cuadernos, pruebas o trabajos prácticos; sin mencionar los deberes de la casa. Por eso, un profesor, sea lo que sea… malo o bueno, me hace sentir orgullosa, porque ellos son y fueron los que de una y otra manera te educaron o te enseñaron algo, por más poquito que haya sido… o porque no…cuando estas en el recreo, te reta diciéndote que dejes de corres y la tratas mal y cuando tropezás y te caes es esa misma maestra la que te levanta del piso porque te hiciste mal… y se preocupa por vos. Natalia, 18 años

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l docente debe tratar de hacer todo lo que puede para que su clase llegue a buen puerto, o que pueda cumplir con la planificación para ese día. Los chicos ahora tienen otra idea acerca del docente, lo ven como alguien más, no se lo valora, piensan que el título lo compro o cosas así, si es nuevo creen que no sabe nada. Dar clases hoy es una tarea difícil. Hay que tener paciencia, comprensión y conocer al grupo que te toca, tratar de mejorar día a día. Hoy las aulas ya no son las mismas, o más bien los chicos no son los mismos. Hay muchos valores que se perdieron, como el respeto por el docente, la obediencia, el prestar atención en la clase, cumplir con las obligaciones como alumno, etc. Débora, 22 años

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l profesor en la institución es un animador, formador, facilitador, enseñante, asistente educacional y aún social. Cada docente va creando un personaje, construye una imagen que cada uno ha ido produciendo, rasgos comunes y

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ciertas diferencias que lo distingue de los demás docentes. Por ejemplo, hay profesores que suelen ser exigentes porque no están dispuestos a perder el control. Algunos recurren a gritos o al exceso de actividad, como una condición necesaria para poder enseñar. Otros apelan al buen trato para motivar de alguna manera a sus alumnos. Marta, 20 años

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os docentes son personas con una formación académica elevada, pero creo que lo que los hace especiales no son los conocimientos específicos del área que hayan estudiado a lo largo de su carrera, sino más bien esa capacidad que tienen de saber como transmitir esos conocimientos a un estudiante que depende de ellos dentro del marco educativo. Esto es así ya que esta relación de enseñanza – aprendizaje se encuentra regulada necesariamente por esta capacidad con la cual el docente fue dotado para lograr sus objetivos, como así también por la relación que se pueda establecer entre el alumno y el docente. La docencia es una profesión interesante y cada vez más compleja, en la que se trabaja con persona que, al igual que uno, vivirán experiencias diversas que le permitirán valerse de herramientas para enfrentarse con situaciones difíciles. Cristian, 18 años

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Familia y escuela… impactos de una relación necesaria

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n el tiempo que empecé el jardín mi madre trabajaba por la mañana y mi padre no tenía un trabajo fijo, por eso era quien se encargaba de llevarme y traerme de mi escuela. Cuando me daban la carpeta con los trabajos recorría todas las casas que conocía de los vecinos para mostrarles mis trabajos, y si alguna quedaba muy lejos, me tenían que llevar mis hermanos, porque sino lloraba. Gisela, 19 años

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a separación de mis padres influyo mucho en este 6º grado porque tenia malas notas, no concurría a la escuela; creo que ese año fue uno de los años mas difíciles para mi, pero a pesar de todos tuve el apoyo de mis nuevos compañeros y de mi maestro, lo cual valoro desde entonces porque supieron darme contención en ese momento tan difícil de mi vida. Elías, 19 años. n la mayoría de mis recuerdos escolares está mi hermano, por el sólo hecho de que nos llevábamos sólo un año de diferencia. Pasamos juntos todo el nivel inicial y primario. Antonella, 20 años n hecho afectaba mi rendimiento escolar, era la llegada de un hermanito, un miembro más en la familia que representaba menos tiempo de estudio para mí, debido al trabajo de mis padres. Brisa, 25 años

uando iba al jardín sufrí un hecho que modificó mi forma de vivir. Tuve que afrontar el nacimiento de mi hermana menor y dejar de ser hija única de un día para otro… en toda la primaria me marcó la mala relación de mis papás, lo cual repercutió en mí y mi comportamiento no fue el mejor. En la secundaria ya no era tanto… los problemas seguían, pero era yo la que había crecido y comprendía todo de manera más clara… Tania, 18 años

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o me sentía igual y diferente a la vez, es esto contradictorio. Me sentía igual porque tenía la misma capacidad y oportunidad de estudiar que mis compañeros, y diferente porque ellos tenían una gran ventaja sobre mí: tenían Mamá. Es por esto que me sentía diferente porque mientras a las reuniones, actos, exposiciones concurrían las madres, en mi caso lo hacía mi tía, mi abuela o mi papá cuando podía. Sofía, 32 años

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e marcó a lo largo de mi vida haberme venido de la ciudad de Santa Fe a San Javier, haber dejado a los amigos que ya tenía, volver a empezar y hacer nuevos amigos. Lucía, 20 años

l desempeño que tenía en la primaria no era bueno. Yo aprobaba con lo justo. Mis padres no me ayudaban mucho porque mi papá en el día no estaba. El que siempre me ayudaba era mi hermano mayor. Como nos llevamos 3 años de diferencia él ya había cursado y yo buscaba en sus cuadernos lo que me podía servir o le preguntaba lo que no entendía. Sabrina, 21 años ecuerdo que mi mamá era la que no quería que ensucie el guardapolvo, que no corra en el recreo, y todas las noches me enseñaba a rezar, quería que esté siempre impecable y bien peinada. Mi padre era el que me transmitía esas cosas que a veces no le damos tanta importancia y que son los pilares fundamentales de la vida. Aún recuerdo algunas de sus frases, me inculcaba siempre el respeto “cuando los mayores hablan, los menores se callan”, “la maestra siempre tiene la razón”, me solía decir. Me recalcaba que “para hacer bien las cosas había que poner la cabeza para pensar”. Siempre me decía que había que ser tranquila y paciente, porque a la virtud de la paciencia muy pocos la ejercitan. “Sé alegre, amable y respetuosa. Cualquier cosa, menos mal educada”, me repetía. Todo lo que aprendía en mi casa, de alguna manera, lo reflejaba en la escuela. No siempre porque también me gustaba ser un poco rebelde y ahí intervenía mi mamá diciendo “a esta chica hay que ajustarle las clavijas”. María Fernanda, 37 años

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n sexto grado cuando por problemas personales me tuve que ir a vivir a ocho kilómetros de San Javier y me venía a la escuela en colectivo todos los días, menos los días de lluvia que faltaba porque se me hacía imposible salir del medio del campo; cuando llegó el invierno llovía casi siempre, entonces como no podía ir a la escuela la maestra se le quejaba a mi familia porque yo no iba a la escuela y desde ese día mi mamá decidió mandarme pase lo que pase, en ese invierno siguió lloviendo y tenía que salir del campo con lluvia, barro y todo; cuando estaba en clases la maestra me empezó a tratar mal y a decirme que mi mamá era una loca al mandarme toda embarrada y mojada a la escuela, cuando era ella la que se quejaba porque yo no iba; nunca le quise contar a mi familia a pesar de que llegaba llorando a mi casa diciendo que no quería ir más a la escuela; un día mi mamá decidió preguntarle a un compañero mío porque yo estaba así y este le contó todo y fue así como mi mamá de inmediato me cambio de escuela. Natalia, 18 años

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l nivel medio no tengo mucho para contar por haberlo cursado en una institución de Enseñanza media para adultos, la cual se me paso tan rápido después de haber estado mucho tiempo sin ir a la escuela. Al ser un cursado acelerado no me di cuenta cuando ya se me terminó y eran pocos los contenidos que se me había enseñado, por lo que me repito siempre: “si tan solo hubiera tenido la oportunidad de hacer el secundario cuando termine la primaria serían más los conocimientos que habría adquirido”, pero por la situación económica de mis padres no pudo ser así. Me tuve que ir a trabajar a los 14 años. Recuerdo que el presidente era Raúl Alfonsín, mi sueldo era de 3 australes. Cuando intente que me permitieran mis patrones seguir sin poder lograrlo… me enojé y me fui a trabajar a Buenos Aires pensando que no podría lograrlo. Hoy veo que me equivoque en pensar eso. Mónica, 36 años

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ensar la escuela supone reconstruir parte de mi historia personal y familiar que de una manera u otra impactaron en mi trayectoria escolar. No tuve una infancia del todo feliz, ésta se organizaba en torno a una familia de escasos recursos sobre todo económicos, donde el dinero no alcanzaba, por lo tanto no recuerdo haber tenido una mochila o útiles nuevos, simplemente lo esencial, un cuaderno y un lápiz para escribir. No obstante esto me gustaba mucho ir a clases y trataba de faltar lo menos posible. Melina, 30 años

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erminé 7mo grado y decidí probar como muchas de mis compañeras ir a una escuela secundaria en Santa Fe. No sé si era para escapar del ambiente de mi casa que me ahogaba o era un desafío para mí. Fue tremendo: lloré mucho, no podía habituarme a la distancia, la frialdad de las monjas, las exigencias, la continua competencia educativa entre compañeras. Helena, 43 años gradezco que me hayan obligado a asistir a la escuela técnica en el secundario. Mi madre, en ese entonces, me dijo: “Andá y aprendé un oficio, nosotros no te podemos brindar estabilidad económica y mucho menos un estudio terciario. En esa escuela vas a aprender a trabajar y así vas a poder sostenerte”. Palabras duras para un chico de 12 años, pero necesarias. Fernando, 25 años e costaba un montón estudiar porque siempre estaba pensando en otras cosas que tenía que hacer, como por ejemplo, ayudar a mamá en las tareas de la casa o ayudar a mis hermanitos en sus tareas escolares. “Yo soy la mayor y la

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responsabilidad siempre cayó y cae sobre mí. Yo soy madre de mi propia madre… muchas veces me tenía que retirar de la escuela para llevarla al médico. Amo tanto a mi familia que los más grandes sacrificios los he hecho por y para ellos”. Paola, 24 años

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i trayectoria escolar fue muy dura. Pasé por cuatro mudanzas que tuvo mi familia y me fue muy difícil adaptarme a todos los lugares a los que me mudaba; y cuando me adaptaba me volvía a ir para otro lugar. Y así pasé toda mi trayectoria. La última mudanza que tuve fue de Córdoba a San Javier. Ese cambio fue muy difícil de superar y estuve un año muy mal. Priscila, 18 años

as cuestiones de mi vida personal que impactaron en mi trayectoria escolar fue, por ejemplo, el trabajo, ya que yo comencé a trabajar desde muy chica de niñera, por la mañana y a la tarde me iba a la escuela, pero ya casi al final de la clase comenzaba a sentir el cansancio y esto me impedía tener toda la atención puesta en mi profesor, aún así esto no me impidió estudiar y trabajar a la vez. Yamila, 19 años anto en la escuela primaria como en la secundaria sufrí la pérdida de personas muy importantes en mi vida, que me llevó a bajar mucho mis calificaciones. En una ocasión tuve que repetir el año. Eliana, 20 años. n cuarto año, al faltar mi mamá, me tocó colaborar mucho en mi casa: hacer las compras, cocinar, lavar, limpiar. Esto me llevaba bastante tiempo que le quitaba al estudio, pero me esforcé mucho y logré no llevarme ninguna materia. Elvira,

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nte el fallecimiento de mi tía, me sentí sola, sin su apoyo, sin la persona que me guiaba y enseñaba que la vida no era fácil, que el estudio te permitía trabajar de lo que te gusta, que era muy valorado ese título y uno era feliz. Ella era empleada doméstica y eso no le gustaba, no pudo elegir y ella me enseñó a elegir y luchar por cumplir esos objetivos que uno se planifica. Me enseñó que estudiar es una llave que te abre la puerta a la libertad y felicidad. Débora, 22 años

E

n mi trayectoria escolar me impactó la muerte de mi hermanito. El tenía un año, yo estaba en séptimo grado de la primaria. Al ser yo la mayor me ocupaba mucho de él y era muy pegado a mi. Cada vez que yo regresaba de la escuela, él me esperaba… fue muy duro para mí y me costó mucho superarlo… En la escuela me trataron muy bien, después que pasó eso las maestras y mis compañeros me contuvieron y me ayudaron mucho. Gladis, 25 años

D

espués de terminar 3er grado y tras haber ocurrido una de las más grandes inundaciones que sufrimos, mi familia y yo nos trasladamos a la ciudad de San Javier. Eran muchos los cambios a los que nos teníamos que acostumbrar y sobretodo superarlos: el campo era tranquilo, lleno de silencio, estábamos acostumbrados a andar a caballo, ayudábamos a nuestros padres a criar gallinas, a juntar los huevos, a regar la quina y cosechar las verduras. En cambio en la ciudad todo era diferente, todo es más acelerado, como si no te sobrara tiempo para nada. Cuando empecé la secundaria, paralelo al estudio trabajaba de niñera ya que mi familia era muy humilde, mis padres y hermanos cosechaban algodón, hacían techitos de paja. Yo no pude seguir estudiando. Ya casada y con hijos se me hizo difícil, pero un día me di cuenta que tenía que darme una oportunidad de poder terminar la escuela. Claudia, 35 años

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E

n el año 2002 comencé el profesorado de EGB y abandoné. No estudié más. En el 2008 me anoté en Enfermería Profesional y por un grave problema familiar no pude seguir, no pude rendir y perdí el año. En este año por una amiga que me fue a alentar me anoté para la carrera de profesorado de Primaria. Me cuesta mucho empezar de nuevo con la mente fría, con cosas nuevas e interesantes. Me gusta y espero poder terminar y tener un trabajo digno algún día. Cristina, 26 años

C

uando cumplí 18 me había puesto de novia, quedé embarazada, se me complicó mucho con la escuela y decidí abandonar hasta que naciera mi hija y retomé las clases en el secundario para adultos. De a poco me fui acostumbrando y pude terminar quinto. Recuerdo que muchas veces cuando mi hija lloraba y tenía que estudiar la paseaba por todos lados mientras llevaba las fotocopias en la mano y leía, también tenía profesores que me entendían y me apoyaban cuando no llegaba a presentar un trabajo. Pero fue una etapa muy difícil, muchas veces quise abandonar pero mi familia me apoyó y me daba fuerzas para continuar. Me ayudó mucho a crecer de golpe y a tener muchas responsabilidades, por ejemplo el poder arreglar los horarios para estudiar, de mañana trabajaba y de tarde mientras estaba con mi hija, estudiaba. De noche concurría a la escuela. Antonella, 20 años

E C

n el Profesorado lo que me marcó fue mi embarazo y el nacimiento de mi primer hijo, es lo más importante que me pasó en mi vida y estoy muy feliz… para enfrentar otros desafíos en mi vida como seguir estudiando… Karina, 29 años

reo que el apoyo de mi familia y el clima que se vivía en mi casa fueron muy importantes para entender mejor mi trayectoria escolar. Desde que era pequeño, veía que mi familia me brindaba el apoyo necesario para poder, creo que mis padres quieren que yo sea alguien que ellos no pudieron ser. Cristian, 18 años

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Capítulo

12

Sueños del mañana… cuando yo sea maestro

I

ntentaría no ser una piedra de tropiezo en la trayectoria escolar de mis alumnos, no repetiría las agresiones físicas y verbales que yo y alguno de mis compañeros recibimos por parte de los profesores, no les diría a mis alumnos que no saben nada o nunca van a aprender porque son unos retrasados, sino que los alentaría y no bajaría su autoestima, y no los discriminaría porque algo no les haya salido bien. De los errores se aprende y querer es poder. Paola, 24 años

N

o repetiría el estilo autoritario frente a los alumnos, el levantar la voz e imponer que yo soy la que mando. Tampoco dejar afuera a los alumnos, colocándolos en lugar pasivo. No repetiría los numeritos tradicionales para los actos y fiestas patrias, sino innovar con cosas nuevas. No repetiría clases largas y aburridas donde la maestra habla al frente del aula y los alumnos quietos y en silencio escuchan, sin opinar. Karina, 29 años

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Q

uisiera ser una maestra con paciencia, que esté dispuesta a explicar una y mil veces, sin tener preferencias. No quisiera ser una maestra fría, que sólo dé clases y no hable con sus alumnos, no prestarles atención. Belén, 17 años

M

i desempeño como maestra sería a partir del respeto a los demás y que lo respeten a uno, tolerancia ya que todos tenemos un mal día y debemos ser pacientes, responsabilidad por los contenidos, actitudes y actividades frente a los alumnos, vocación, es decir, hacerlo de corazón, sabiendo que algo deja en el otro, no solo por el sueldo. Ayudar a logar un proyecto de vida, que sean justos y democráticos. No hacerles agresiones físicas ni verbales a los alumnos. No hacerlos competitivos, porque con el tiempo son personas egoístas y no solidarias. Prestarles atención en todo momento, no solo cuando se toma un examen o hacen algo bien. Hacerlos partícipes en todas las actividades organizando grupos o tareas donde se puedan ayudar unos a otros. Estudiar no es de memoria. Hay que entender y poder interpretar lo aprendido que no solo sirve para que te pongan una nota, sino que te va realizando como persona. Valeria, 26 años

E

n el futuro me imagino como una maestra más en la ciudad, luchando como muchos lo hacen. Trataría de enseñar a colaborar solidariamente con lo que sea para los que más lo necesiten, ya sea con calzados, ropa o tal vez consejos que los ayuden en la vida. Realizar todo tipo de actividades que surjan en el momento, no dejaría que pasaran cosas malas como discriminación, sobrenombres, insultos, etc. Ana Luz, 20 años

L Y

o que podría aplicar en el futuro es la pasión por el conocimiento, poder transmitirlo a los alumnos y darles a los que más necesitan conocimiento, cariño y ayudarlos en lo que más necesiten e integrarlos con distintos métodos como juegos y trabajos grupales. Darles conocimientos de sus derechos, enseñarles respeto y la responsabilidad de estudio para su futuro. Sabrina, 21 años

o quiero capacitarme más y seguir aprendiendo, y que tengo la oportunidad de seguir estudiando y la posibilidad que mis padres me dan, la quiero aprovechar y ser lo que mis padres no pudieron llegar a ser, a pesar de todo, hay momentos fáciles y otros difíciles donde tenemos que luchar contra la situación por la que estás pasando y siempre pensar positivo. Como docente quiero llegar a cumplir con mis proyectos y objetivos. No me quedaría con los alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, pensando que no va a aprender, porque, por ejemplo, no tiene una buena alimentación o porque es el hermanito de Fulano o va a repetir como Fulanito. Todos somos diferentes, pero todos tenemos derecho a aprender, “todos podemos aprender”. Lorena, 21 años

Y C

o soy conciente del poder que tuve como alumno y del poder que tendré como profesor. No quiero que todos mis alumnos sean iguales, quiero que piensen, que reflexionen, critiquen, que traten de cambiar el país y sus vidas. Si no lo hace uno consigo mismo, no lo puede hacer con otro. Francisco, 22 años

reo que la enseñanza es muy compleja, prepararme y formarme bien es mi objetivo principal para poder abordar todos los problemas que se me presenten y cumplir con el compromiso de educar. Quiero tener en cuenta la valoración de los conocimientos individuales y colectivos, la disposición favorable para escuchar, la

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estimación y reconocimiento de los distintos puntos de vista de los alumnos, la flexibilidad, la tolerancia y respeto por la diversidad, el interés por la lectura, la promoción de resolución de problemas dentro y fuera del aula, el trabajo con principios y valores éticos y morales, el fomento de la cooperación y la solidaridad, el compromiso con la institución. No quisiera repetir la experiencia que me toco vivir con un docente que nos decía: “Si no estudian, no es mi problema. Yo ya me recibí y mi sueldo lo cobro igual”. Brisa, 25 años

Q

uiero ser una profesora en quien los alumnos puedan confiar, por si les sucede alguna cosa, escuchar a mis alumnos, tratar de resolver los problema y/o conflictos que se den el ámbito escolar. No quisiera ser de esos que llegan mal de su casa y se la agarran con los alumnos, porque ellos no tienen la culpa de lo que le pasa al profesor. Fernanda, 21 años

Y M

o no quiero ser una profesora tradicionalista. Trataré de guiar a los alumnos a construir su aprendizaje con contenidos y actividades significativas y que los apliquen en nuevos conocimientos. Elvira, 47 años

e gustaría aplicar el respeto por las producciones personales de los alumnos, la valoración de los alumnos como personas, escucharlos y tener un oído en el cual puedan compartir sus ideas e inquietudes, colaborar con actividades institucionales, actualizarme permanentemente en los contenidos a desarrollar. Trataría de no repetir la desatención a los detalles que hacen a las grandes diferencias: escuchar a un alumno, incentivarlos a pesar de que todo esté en contra y al margen de los contenidos académicos, me gustaría dejar en ellos una imagen positiva de las áreas que brindo. Damián, 22 años

R A C

ecuerdo una comparación que decía “los niños son como diamante en bruto y la responsabilidad del docente como maestro de la vida es la de pulirlos, moldearlos, transformarlos en joyas preciosas”. A eso quisiera apuntar mi enseñanza, a ese gran desafío enriquecedor… María Fernanda, 37 años mí me gustaría ser esa persona que no sólo enseñe contenidos académicos, sino también valores y principios esenciales par desarrollarse y formarse plenamente como personas íntegras y autónomas. Cristian, 18 años

omo docente intentaría contagiar a mis alumnos e incentivarlos a amar mi materia. Que no la sientan como una obligación, una carga o que tienen que aprobarla solo con el fin de no perder el año o rendirla. Tania, 18 años

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Anexo CONSIGNA TRABAJO DE BIOGRAFIAS ESCOLARES.

PARA

ESCRIBIR

LAS

El presente trabajo tiene por objeto trabajar acerca de las propias biografías escolares, como una manera de reconstruir los saberes aprendidos en la escuela, a lo largo de los años que has pasado en ella como alumno. Te pedimos que, al escribir, puedas situarte como alumno de un profesorado de formación docente. Es decir que a lo largo de tu formación estás construyendo una identidad que hará luego a una profesión: la docencia. En este sentido debes pensar y reconstruir tus respuestas. 1-

Identifica los niveles de la educación por los que has transitado. Descríbelos y caracterízalos. ¿Qué objetivos educativos han tenido cada uno de estos niveles? ¿Se cumplieron en vos estos objetivos? Fundamentar.

2-

¿Qué marcas ha dejado en tu persona el paso la escuela? ¿Para qué crees que te ha servido ir tantos años a la escuela? Ejemplifica (organización, tiempos, aprendizajes, socialización, titulación, hábitos, etc.).

3¿Qué recuerdos positivos y negativos puedes identificar de tu trayectoria escolar? Puedes relacionarlo con vivencias, imágenes, aprendizajes, vínculos sociales, etc. 4¿Qué sentimientos te genera el recuerdo acerca de la escuela? ¿Hay alguna experiencia que pueda justificarlo? Relata esta experiencia como una anécdota. 5¿Tienes algún recuerdo acerca del tratamiento de la diversidad en la escuela (etiquetas, lugares de los alumnos, diferencias individuales, sociales, étnicas, culturales)? Cómo abordaban los profesores las diferencias? ¿Te sentías igual o diferente a los demás? Ejemplifica. 6Podrías ejemplificar a través de relatos o anécdotas los modos de enseñanza de los profesores, los saberes y reglas de acción de la institución y de los docentes, las pautas de comportamiento que has aprendido, las creencias que aprendiste en la escuela y que aún conservas? 7¿Qué imágenes te has formado a lo largo de tu paso por la escuela de los profesores y su trabajo? Ejemplifica. 8¿Qué recuerdas de tu desempeño académico y de tu relación con el conocimiento? 9Cuando imaginas tu desempeño como docente en el futuro: ¿En qué ámbito te imaginas trabajando? ¿Se asemeja o no a los ámbitos por los que pasaste en tu trayectoria escolar personal? 10¿Qué puedes rescatar de tu trayectoria escolar para aplicar en tu futuro profesional? Elabora reglas o principios de acción a partir de lo que consideres importante para tener en cuenta en tus esquemas de actuación profesional. 11¿Qué cuestiones de tu trayectoria escolar intentarías no repetir en tu futuro profesional? Fundamentar.

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12¿Qué implicancias tiene hoy, en el inicio de tu formación profesional, el reconstruir estas experiencias vividas? 13¿Qué acontecimientos de tu vida personal y/o familiar transcurrieron simultáneamente con tu trayectoria escolar? ¿Cómo crees que se relacionaron o impactaron entre sí? 14Recuerda a un docente que por sus rasgos, características o vínculo puedas calificar como “docente memorable”. Puedes relatar una anécdota o situación vivida donde se exprese aquello que lo ha transformado a lo largo de los años en tu recuerdo en un “buen docente” o “mal docente”.

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