Resident evil

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S. D. PERRY

RESIDENT EVIL 2

LA ENSENADA CALIBAN

David sintió una tremenda negrura en su mente y en su corazón, una nube de miedo y de preocupación tan enorme que amenazó con anular su capacidad de pensar o incluso de moverse. Es mi culpa. Mi responsabilidad. —Existe una vacuna, ¿verdad? —preguntó John mientras miraba de forma alternativa a una y a otra—. Tiene que haber un remedio, ¿o es que esta gente tan egoísta no iba a tener una inyección o algo parecido por si uno de ellos se infectaba por accidente? Tiene que haber un remedio, ¿verdad que sí? David sintió una repentina oleada de esperanza, aunque desesperada. —¿Es posible? —le preguntó a Rebecca con rapidez. La joven bioquímica asintió con la cabeza, lentamente al principio, pero con más energía luego. —Sí, es posible. De hecho, es probable, ya que ellos lo crearon… —miró a David con expresión seria y urgente—. Tenemos que encontrar el laboratorio principal, donde sintetizaron el virus, y tenemos que hacerlo rápidamente. Si han desarrollado un remedio, allí estará la información sobre él… Rebecca dejó de hablar poco a poco, y David se dio cuenta por su expresión que había dejado sin decir lo que le preocupaba: si había un remedio. Si el doctor Griffith había llevado la información allí… Si podían encontrarla a tiempo… —El mensaje de Ammon —dijo Steve—. En esa nota decía que debíamos destruir el laboratorio. Quizá nos ha dejado un mapa o algunas indicaciones. David se puso de pie, con sus esperanzas redobladas. —Karen, ¿estás en condiciones de…? —Sí —lo interrumpió la joven. Se puso de pie al mismo tiempo—. Sí, vamos allá. Sus ojos enrojecidos brillaban con una intensidad ferviente, con una mezcla de desesperación y de esperanza tales que, al verla, a David le dolió en el corazón. Dios, Karen. ¡Lo siento tanto! —A paso ligero —dijo al mismo tiempo que se daba la vuelta hacia la puerta—. Pongámonos en marcha. Recorrieron al trote la distancia que los separaba de la entrada al edificio. John tenía la mandíbula apretada y sus pensamientos volvían una y otra vez a la misma idea violenta y agresiva. No va a ocurrir. De ninguna manera Karen va a caer por culpa de un bicho de laboratorio, no señor. Y si encuentro al cabrón que ha creado esta pesadilla, está muerto, muerto con M mayúscula, es un trozo de carne muerta. No. Karen no, de ninguna manera… Llegaron a la puerta delantera y desenfundaron en silencio sus armas, las comprobaron y esperaron impacientes a que David diera la señal. Karen, tan concentrada y fría en los momentos de crisis, tenía aspecto de estar un poco perdida, como si le hubieran dado una patada en el estómago y todavía no hubiera logrado recuperar el aliento. Era el mismo aspecto que John había visto

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